Nº: 2.051/2010 SEÑORES: Rubio Llorente, Presidente Lavilla Alsina Rodríguez-Piñero y Bravo-Ferrer Herrero y Rodríguez de Miñón Ledesma Bartret Sánchez del Corral y del Río Manzanares Samaniego Fernández de la Vega Sanz Alonso García Hernández-Gil Álvarez-Cienfuegos, Secretaria General La Comisión Permanente del Consejo de Estado, en sesión celebrada el día 27 de enero de 2011, con asistencia de los señores que al margen se expresan, emitió, por unanimidad, con inhibición de la Consejera Sra. Fernández de la Vega, el siguiente dictamen: “En cumplimiento de una Orden comunicada de V. E. de 21 de septiembre de 2010 (registro de entrada el siguiente día 23), el Consejo de Estado ha examinado el expediente relativo a un proyecto de Real Decreto por el que se aprueba el Reglamento de la Ley sobre el acceso a las profesiones de Abogado y Procurador de los Tribunales. ANTECEDENTES Primero. Contenido del proyecto de Real Decreto El proyecto de Real Decreto que constituye el objeto del expediente remitido a la consideración de este Consejo (al que también se aludirá en lo sucesivo, de modo abreviado, como el “Proyecto”) no lleva fecha, si bien el índice de documentos del expediente la fija en el 21 de septiembre de 2010, y se inicia con un preámbulo que indica, en primer lugar, que el proyectado Real Decreto desarrolla la Ley 34/2006, de 30 de octubre, reguladora del acceso a las profesiones de Abogado y Procurador de los -2- Tribunales, que se propuso impulsar la calidad de esos servicios para el acceso de los ciudadanos a tutela judicial efectiva y el progresivo incremento de la competencia. Tras destacar que el instrumento principal para tales objetivos es la exigencia de una capacitación profesional cualificada, adquirida tras un exigente proceso de formación que debe preceder a la inscripción en los correspondientes Colegios Profesionales, el preámbulo apunta que uno de los aspectos esenciales para ello es la colaboración entre las entidades habilitadas para impartir cursos de formación, ámbito en el que pueden desenvolverse las Universidades y las Escuelas de Práctica Jurídica de los Colegios de Abogados. El preámbulo añade que la proyectada reglamentación reconoce a tales instituciones un considerable margen de libertad, pues huye de imponer un modelo cerrado, y prevé que los cursos de formación deberán acreditarse ante los Ministerios de Justicia y de Educación, antes de iniciarse y, periódicamente, cada seis años. Por último, el preámbulo puntualiza que, con independencia de cuál sea la entidad que organice los cursos en cuestión, se precisará una evaluación positiva de un período de prácticas externas y una evaluación final de la aptitud profesional adquirida, en la que se valorarán los conocimientos sustantivos, las destrezas en su aplicación y la atención a la deontología profesional. Tras indicar que, a lo largo de la preparación de la proyectada reglamentación, han sido consultados el Consejo de Universidades, la Conferencia General de Política Universitaria y el Ministerio de Política Territorial, así como las organizaciones profesionales afectadas, el párrafo que precede a la parte dispositiva señala que el texto se someterá a la consideración del Consejo de Ministros a propuesta de los Ministros de Justicia y de Educación, con la aprobación previa de la Vicepresidenta Primera del Gobierno y Ministra de la Presidencia y de acuerdo con el Consejo de Estado. -3- Por lo que hace a la parte dispositiva, el Proyecto aparece integrado por dieciocho artículos, tres disposiciones finales y un anexo. El articulado responde a la siguiente sistemática y distribución de contenidos: - Capítulo I, que, bajo la rúbrica “Disposiciones generales”, incluye los nueve primeros artículos, que llevan las siguientes rúbricas y contenido: - Objeto. - Requisitos generales. - Cursos de formación. - Colaboración institucional. - Acreditación de los cursos de formación. - Renovación periódica de la acreditación y modificaciones esenciales. - Registro administrativo. - Distintivos de excelencia. - Becas para la realización de los cursos de formación. - Capítulo II, rubricado “Contenidos formativos y prácticas externas”, que engloba los artículos 10 a 13, que responden a las siguientes rúbricas y distribución de contenidos: - Contenidos y competencias requeridas. - Contenido de las prácticas externas. - Lugares de realización de las prácticas. - Tutorías. - Capítulo III, que, bajo la rúbrica general “Acreditación de la capacitación profesional”, engloba los artículos 14 a 18, cuyas rúbricas y contenidos respectivos son: - Determinación del contenido de la evaluación. - Convocatoria de la evaluación. - Comisión de evaluación. - Desarrollo de la evaluación. - Expedición de títulos. -4- En lo que se refiere a las disposiciones finales, la primera se ocupa del título competencial, representado por el artículo 149, número 1, 1ª, 6ª y 30ª, de la Constitución; la segunda habilita a los Ministros de Justicia y Educación para que, mediante Orden conjunta, dicten cuantas disposiciones sean necesarias para la aplicación y desarrollo del proyectado Real Decreto, y la tercera se ocupa de su entrada en vigor, que se fija el mismo día que la Ley 34/2006. Por último, el anexo recoge la relación de competencias necesarias en orden a acceder al período de formación que habilita a presentarse a la prueba de evaluación necesaria para el ejercicio de las profesiones de Abogado y Procurador de los Tribunales. Esa relación incluye ocho competencias, que responden al siguiente alcance: - Conocimiento y comprensión de los elementos, estructura, recursos, interpretación y aplicación del ordenamiento jurídico e interpretación de las fuentes y conceptos jurídicos fundamentales de cada orden jurídico. - Mecanismos y procedimientos de resolución de los conflictos y posición de las personas en su relación con los organismos públicos. - Criterios de prelación de las fuentes para determinar las normas aplicables de conformidad con los principios y valores constitucionales. - Interpretación interdisciplinar de los textos jurídicos, atendiendo a los principios sociales, éticos y deontológicos. - Argumentación jurídica convincente sobre cuestiones teóricas relativas a las diversas materias jurídicas. - Resolución de casos prácticos conforme al Derecho positivo vigente. - Utilización diestra y precisa del lenguaje y terminología jurídicos. - Utilización de las técnicas de la información y las comunicaciones para la búsqueda de información jurídica. -5- Segundo. Contenido del expediente Además del Proyecto, la Orden comunicada de V. E. y un índice numerado de documentos, se integran en el expediente: a) Una primera versión del proyectado Reglamento, fechada el 10 de diciembre de 2008, que aparece integrado por treinta y tres artículos, agrupados en ocho capítulos, dedicados a los siguientes extremos: - Requisitos para la acreditación de la formación universitaria (artículos 1 a 6). - Formación en Escuelas de Práctica Jurídica (artículos 7 y 8). - Convenios (artículos 9 a 11). - Prácticas externas (artículos 12 a 17). - Procedimiento de acreditación de los cursos de formación para Abogados (artículos 18 a 21). - Renovación, modificación y extinción de la acreditación de los cursos de formación (artículos 22 a 25). - Evaluación (artículos 26 a 28). - Acceso a la profesión de Procurador de los Tribunales (artículos 29 a 33). b) Un informe del Consejo General de Procuradores de los Tribunales de España, de 12 de enero de 2009, que, tras una valoración general negativa de la primera versión del proyectado Real Decreto, avanza comentarios concretos y propuestas alternativas a sus artículos 1 a 8 y 10 a 28 y propone la supresión de su Capítulo VIII. c) Un informe del Consejo General de la Abogacía, de 29 de enero de 2009, que, con carácter general, destaca el carácter incompleto del texto consultado, resume las cuestiones pendientes de tratamiento y, en relación con las que sí figuran abordadas, avanza comentarios de diversa índole y propuestas alternativas a los artículos 1 a 17; 19 y 26, así como diversas sugerencias en relación con los objetivos para la formación inicial de los Abogados. -6- d) Un documento que recoge las conclusiones de la XVI Conferencia de Decanos de las Facultades de Derecho de España, celebrada en A Coruña el 5 y 6 de febrero de 2009, a propósito del primer borrador del proyecto de Real Decreto. El documento recoge diversos comentarios respecto de los cursos de formación, la participación respectiva de las Universidades y Colegios de Abogados, las prácticas obligatorias y el procedimiento final de evaluación para el acceso a las profesiones de Abogado y Procurador de los Tribunales. e) Un informe del Gabinete de Estudios de la Abogacía General del Estado, que el índice de documentos del expediente fecha el 3 de abril de 2009, que analiza, por separado, las observaciones formuladas por el Consejo General de los Procuradores de los Tribunales de España, Consejo General de la Abogacía de España, Conferencia de Decanos de Facultades de Derecho y Grupo de Trabajo del Colegio de Abogados de Madrid con representantes de la Universidad Autónoma de Madrid. f) Un documento que sistematiza las enmiendas y comentarios procedentes del Grupo de Trabajo del Colegio de Abogados de Madrid, Servicios Jurídicos del Consejo General de la Abogacía de España y XVI Conferencia de Decanos de las Facultades de Derecho de España. g) Una segunda versión del proyectado Real Decreto, fechada el 12 de enero de 2010 e integrado por dieciséis artículos, agrupados en tres capítulos, de acuerdo con la siguiente distribución de contenidos: - Disposiciones generales (artículos 1 a 7). - Contenidos formativos y prácticas externas (artículos 8 a 11). - Acreditación de la capacitación profesional (artículos 12 a 16). h) Un oficio de la Secretaría General Técnica del Ministerio de Justicia, de 21 de enero de 2010, que remitió la segunda versión del proyectado Real Decreto a la Secretaría General Técnica del Ministerio de Educación. -7- i) Un informe del Consejo General de la Abogacía Española, que el índice de documentos data en una fecha indeterminada del mes de febrero de 2010, que empieza por valorar muy positivamente que la segunda versión del proyecto de Real Decreto incorpore las observaciones que el citado Consejo General efectuó en torno a la relevancia de la deontología profesional, la mayor flexibilidad en la ordenación de las prácticas externas, el número total de créditos del curso de formación y la excesiva subordinación a una visión contenciosa de la actividad profesional del Abogado. Pese a ello, el informe destaca varias cuestiones generales que siguen sin estar tratadas adecuadamente, entre las que incluye la atención a la estructura autonómica del Estado; la realidad social de las especializaciones y sus consecuencias en los cursos de formación, prácticas externas y prueba final de evaluación; concepción general de los cursos de formación; insuficiente consideración del ingrediente internacional en el ejercicio de la abogacía; financiación de los cursos, y compatibilidad de la proyectada reglamentación con la legislación universitaria. Por último, el informe avanza observaciones concretas a los artículos 2 a 4, 8 y 10 a 15 de la segunda versión del Proyecto. j) La tercera versión del proyectado Real Decreto, fechada el 22 de abril de 2010 y de contenido similar a la segunda versión, si bien incluye un artículo más (17 artículos). El índice de documentos del expediente indica que esa versión fue remitida al Ministerio de Educación. k) Una nueva versión del Proyecto, que lleva la misma fecha que la tercera pero de la que el índice de documentos indica que recoge las observaciones efectuadas por el Ministerio de Educación a esa tercera versión de la proyectada reglamentación. -8- l) La cuarta versión del proyecto de Real Decreto, fechada el 11 de mayo de 2010, que responde a la misma estructura y distribución de contenidos de la tercera versión y de la que el índice de documentos indica que fue remitida al Ministerio de Educación. m) Un informe de la Secretaría General Técnica del Ministerio de Educación, de 4 de junio de 2010, que resume los antecedentes, estructura y contenido de la proyectada reglamentación y que, en relación con su tramitación, recuerda la necesidad de la memoria de análisis de impacto normativo, la consulta a las organizaciones y entidades representativas de los intereses afectados por la proyectada regulación, la consulta a la Conferencia General de Política Universitaria y al Consejo de Universidades, el informe del Ministerio de Política Territorial y la aprobación previa del Ministerio de la Presidencia. En lo que concierne al contenido del Proyecto de Real Decreto, la Secretaría General Técnica informante indica que ha participado en su elaboración y que todas sus valoraciones y observaciones han sido incorporadas al texto. n) La quinta versión del proyecto, fechada el 17 de junio de 2010 e integrada por diecisiete artículos y tres disposiciones finales. La estructura y sistemática del articulado responde a los mismos criterios de la cuarta versión y las disposiciones finales coinciden con las del texto finalmente remitido a consulta de este Consejo. ñ) Un informe de la Dirección General de Organización Administrativa y Procedimientos del Ministerio de la Presidencia, de 12 julio de 2010, que, tras resumir el contenido y alcance del proyectado Real Decreto, destaca, en orden a su tramitación, la necesidad de recabar la autorización del Ministerio de Economía y Hacienda por cuanto la proyectada reglamentación puede suponer aumento del gasto público, así como la aprobación previa de la Ministra de la Presidencia, en atención a su contenido organizativo y procedimental, e indica, igualmente, la necesidad de incluir los informes de la -9- Secretaría General Técnica del Ministerio de Justicia y el informe del Ministerio de Política Territorial, así como confeccionar la memoria de análisis de impacto normativo y recabar la conformidad del Ministerio de Educación en cuanto Ministerio coproponente de la proyectada reglamentación. En lo que concierne a observaciones, el informe aborda la entrada en vigor de la proyectada norma, el título competencial de la que deriva, los contenidos formativos, el personal docente de los cursos de formación, el contenido de las prácticas externas, la determinación del contenido de la evaluación, la composición y dependencia funcional de la comisión de evaluación y la participación de expertos en el desarrollo de la evaluación. Por último, el informe avanza observaciones formales al artículo 15 del proyecto de Real Decreto. o) Un informe de la Secretaría General Técnica del Ministerio de Política Territorial, de 2 de agosto de 2010, que empieza por resumir los antecedentes y contenido del Proyecto, apunta que el mismo deriva del título competencial que el artículo 149, número 1, 30ª, de la Constitución atribuye al Estado en relación con los títulos académicos y profesionales, resumiendo al respecto los criterios sentados por el Tribunal Constitucional y recuerda, por último, que la Ley 34/2006 ha sido objeto de un recurso de inconstitucionalidad que se encuentra pendiente de decisión y en el que la Generalidad de Cataluña cuestiona el título competencial que ese texto legal invoca y que serviría de base a las potestades que atribuye al Gobierno. Tras destacar la falta de la preceptiva memoria, el informe del Ministerio de Política Territorial avanza diversas observaciones al preámbulo del proyecto de Real Decreto, a su disposición final primera y a las competencias ejecutivas que atribuye al Estado. p) La sexta versión del proyectado Real Decreto, de 19 de julio de 2010, cuya estructura sistemática y contenido son similares a las de la versión finalmente sometida a dictamen de este Consejo. - 10 - q) Un informe de la Secretaría General Técnica del Ministerio de Justicia, de 14 de septiembre de 2010, que analiza las observaciones contenidas en el informe del Ministerio de la Presidencia (inciso ñ) de este punto segundo de antecedentes), destacando las que se aceptan y han quedado incorporadas a la sexta versión de la proyectada reglamentación y las que no se comparten. Estas últimas incluyen las relativas al contenido de las prácticas externas, la determinación del contenido de la evaluación, la participación de expertos en el desarrollo de la evaluación y la convocatoria de la evaluación. Por otra parte, el informe entiende que la interpretación conjunta del Proyecto atiende la observación formulada por el Ministerio de la Presidencia respecto de la dependencia funcional de la Comisión de Evaluación y atiende parcialmente la observación referida al plazo para resolver y el sentido del silencio administrativo a propósito de las reclamaciones respecto de la evaluación. r) Un oficio de la Secretaría de Estado para la Función Pública, de 20 de septiembre de 2010, que, por delegación de la Ministra de la Presidencia, presta su conformidad, al amparo del artículo 67, número 4, de la Ley de Organización y Funcionamiento de la Administración General del Estado, para que continúe la tramitación del proyecto de Real Decreto, sin perjuicio de las observaciones que figuran en un informe adjunto. Este es el emitido, el 20 de septiembre de 2010, por la Dirección General de Organización Administrativa y Procedimientos, que, en punto a la tramitación de la iniciativa reglamentaria, recuerda la necesidad de recabar la conformidad del Ministerio de Educación, en su condición de Ministerio coproponente, y sigue echando en falta la memoria de análisis de impacto normativo. En lo que se refiere al contenido del proyecto de Real Decreto, el informe avanza observaciones a la adscripción de la Comisión de Evaluación, la - 11 - participación de expertos en el desarrollo de la evaluación y la determinación del contenido de la evaluación. El informe también contiene sugerencias a los artículos 5 y 14 del proyecto de Real Decreto desde el punto de vista de la mejora de la regulación y la reducción de cargas administrativas y, por último, avanza una observación de redacción al artículo 15 de la proyectada reglamentación. s) El informe final de la Secretaría General Técnica del Ministerio de Justicia, de 22 de septiembre de 2010, que no contiene observaciones al texto del proyectado Real Decreto, invocando para ello su condición de órgano proponente del mismo. t) La memoria de análisis de impacto normativo del proyectado Real Decreto, preparada, en una fecha no especificada, por la Secretaría General Técnica del Ministerio de Justicia, que aborda, en primer lugar, la oportunidad de la propuesta respecto de la que examina su motivación y posibilidades alternativas existentes. Seguidamente, la memoria describe el contenido del proyectado Real Decreto y la tramitación a que ha sido sometido. Por lo que hace al contenido de la proyectada reglamentación, la memoria examina su engarce con una norma de rango legal, representada por la Ley 34/2006, su conexión con la regulación sobre Universidades, la cobertura específica de las distintas disposiciones reglamentarias y los diversos aspectos de la proyectada reglamentación que merecen una especial atención, dentro de los que incluye la organización de los cursos de formación, los cursos conjuntos, la obligatoriedad del convenio, el procedimiento de acreditación, el alta y renovación en el Registro del Ministerio de Justicia y la revocación de la inscripción, la determinación del contenido de la evaluación, los procedimientos de evaluación y recursos y la expedición de títulos. - 12 - Por último, la memoria destaca que el proyectado Real Decreto carece de impacto por razón de género al no existir desigualdades entre hombres y mujeres en el acceso a las profesiones afectadas. Tercero. Actuaciones ulteriores Después de que el expediente hubiera tenido entrada en este Consejo en el estado en que ha quedado anteriormente sintetizado, solicitó ante él audiencia el Consejo General de la Abogacía Española, al que le fue concedida y de la que resultó un escrito de alegaciones presentado el 15 de octubre de 2010, que avanza un juicio general favorable al Proyecto, sin perjuicio del cual formula diversas observaciones a la colaboración entre las Universidades y las Escuelas de Práctica Jurídica en los cursos de formación (artículo 5), la renovación de las acreditaciones de esos cursos (artículo 6), las habilidades que deben adquirirse en los aludidos cursos y el personal que los preste (artículo 10), el lugar de realización de las prácticas (artículo 12), los deberes de los tutores de esas prácticas externas (artículo 13) y el procedimiento de evaluación (artículo 14), además de algunas sugerencias dirigidas a mejorar la redacción y técnica jurídica del texto preparado. También se concedió audiencia en el expediente a la Secretaria General de la Universidad Pontificia de Comillas, si bien la interesada desistió de ese trámite, y, en atención al estado en que se encontraba la preparación del presente dictamen, se denegó la audiencia solicitada por el Delegado de Alumnos de la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla, sin perjuicio de que se incorporase a las actuaciones un escrito de alegaciones que remitió a este Consejo, en el que se destacan las discordancias que se dan entre la Ley 34/2006 y la actual regulación universitaria española y se propone prorrogar el plazo de vacatio legis de ese texto legal, eximir a todos los Licenciados en Derecho del nuevo régimen de acceso a las profesiones de Abogado y Procurador de los Tribunales, fijar un catálogo de Grados universitarios que sustituyan a la Licenciatura en Derecho y configurar los cursos de formación como Máster de un curso académico, incluidas las prácticas, organizados conjuntamente por las Universidades y las Escuelas de Práctica Jurídica. - 13 - Por último, también han tenido entrada en este Consejo un escrito de alegaciones de un estudiante de Licenciatura de Derecho, que abundó en las discordancias entre la Ley 34/2006 y la legislación universitaria y en el distinto tratamiento que iba a aplicarse a los Licenciados en Derecho en función del curso en que finalizasen sus estudios, y un escrito del Presidente del Consejo General de Procuradores de España, al que acompañó observaciones sobre los artículos 2, 5, número 2, y 10, número 2 del proyecto de Real Decreto, centrados en los requisitos generales para la obtención de los títulos de Abogado y Procurador, la acreditación de los cursos de formación y los contenidos y competencias requeridas. Ese informe del mencionado Consejo General adjuntó un informe de un Letrado, de 22 de diciembre de 2009, que examina la relación del artículo 4, número 3, de la Ley 34/2006 con los artículos 8 y 9 del proyectado Real Decreto, en relación con la duración de los créditos exigidos. CONSIDERACIONES A la vista de los anteriores antecedentes, el Consejo de Estado formula las siguientes consideraciones: Primera. El expediente remitido a la consideración de este Cuerpo Consultivo se refiere a un proyecto de Reglamento ejecutivo de una disposición de rango legal, como es, en el caso que ahora se dictamina, la Ley 34/2006, de 30 de octubre, de acceso a las profesiones de Abogado y Procurador de los Tribunales. A la vista de tal naturaleza, la Comisión Permanente del Consejo de Estado dictamina este expediente con carácter preceptivo, en aplicación del artículo 22, número 3, de la Ley Orgánica 3/1980, de 22 de abril, del Consejo de Estado, que dispone que serán sometidos a consulta de la citada Comisión Permanente “los Reglamentos o disposiciones de carácter general que se dicten en ejecución de las Leyes, así como sus modificaciones”. - 14 - Segunda. En lo que concierne al orden con que se ha instruido el expediente, figuran en él: - Las previas versiones del texto reglamentario finalmente preparado (apartados segundo, a), g), j), k), l), n) y p), de antecedentes). - Los informes de las Secretarías Generales Técnicas de los Ministerios de Justicia y Educación (apartados segundo, m), q) y s), de antecedentes), que resultaban preceptivos en cuanto que tales Ministerios son los Departamentos ministeriales proponentes del proyectado Real Decreto (artículo 24, número 2, de la Ley 50/1997, de 27 de noviembre, del Gobierno). El expediente refleja una clara diferencia de participación de cada una de esas Secretarías Generales Técnicas, correspondiendo un papel más activo a la del Ministerio de Justicia, lo que se explica, sin duda, por las competencias de que es titular ese Departamento ministerial en relación con las profesiones a las que se refiere el proyectado Real Decreto, de modo que ello no empece al mencionado carácter de Departamentos coproponentes que concurre en ambos Ministerios. - La memoria de análisis del impacto normativo de la proyectada reglamentación (apartado segundo, t), de antecedentes), que fue introducida entre nosotros por el Real Decreto 1083/2009, de 3 de julio. En puridad de términos, esa memoria no resultaba exigible en el caso que ahora se dictamina, toda vez que la disposición final segunda del mencionado Real Decreto señala que ese documento no se recabaría en los expedientes iniciados con anterioridad a su entrada en vigor (1 de enero de 2010), lo que era el caso del que ahora se dictamina, ya que la primera versión del proyectado Real Decreto lleva fecha de 10 de diciembre de 2008. En todo caso, aun no siendo preceptivo, nada hay que objetar que se haya preparado esa memoria, que se dirige a refundir en un solo documento y, por tanto, con una visión integral, las perspectivas (justificación de la norma, evaluación económica de la misma e impacto de género) que se servían, hasta - 15 - entonces, a través de 3 documentos diferenciados (la memoria justificativa, la memoria económica y el informe de impacto por razón de género). - La audiencia a las organizaciones representativas (Consejo General de la Abogacía Española y Consejo General de Procuradores de los Tribunales de España) de los profesionales a los que se refiere el régimen de acceso que el proyectado Real Decreto concreta (apartados segundo, b), c) e i), de antecedentes). Se aprecia una heterogeneidad de criterios a la hora de recabar el parecer de cada una de esas organizaciones, ya que, solicitado el de ambas en relación con la primera versión del Proyecto, el Consejo General de la Abogacía Española tuvo ocasión de pronunciarse, de nuevo, en relación con su segunda versión, mientras que no consta que se ofreciera tal oportunidad al Consejo General de los Procuradores de los Tribunales de España. Por otra parte, el tiempo transcurrido entre la primera versión del proyectado Real Decreto y sus ulteriores formulaciones hacía aconsejable conceder una nueva oportunidad de informe a tales organizaciones, ya en la fase final de elaboración de la regulación. Una parte de esas carencias queda subsanada por el hecho de que esos dos Consejos Generales han podido expresar sus puntos de vista ante este Consejo, pero es de recordar que la audiencia ante este último no suple el papel que debe desempeñar la audiencia ante los órganos instructores que preparan cierta regulación. Ello es así, tanto por lo que se refiere a los destinatarios de esa audiencia, como por lo que concierne al momento en que se produce, de modo que la audiencia en fase de preparación de una regulación colabora con más flexibilidad y posibilidades a que el texto que se elabore pueda tener en cuenta los puntos de vista de los sectores a los que va a afectar. - Los informes de otros órganos administrativos, como son los casos de la Abogacía General del Estado, Dirección General de Organización Administrativa y Procedimientos del Ministerio de la Presidencia y Secretaría - 16 - General Técnica del Ministerio de Política Territorial (apartados segundo, e), ñ) y o), de antecedentes). Este último informe cumplimenta la consulta preceptiva que, dentro del procedimiento de elaboración de reglamentos, el artículo 24, número 3, de la Ley del Gobierno ordena efectuar al Ministerio competente en relación con las respectivas competencias del Estado y de las Comunidades Autónomas. - La aprobación, por delegación, de la Ministra de la Presidencia (apartado segundo, r), de antecedentes), exigida por el artículo 67, número 4, de la Ley 6/1997, de 14 de abril, de Organización y Funcionamiento de la Administración General del Estado y atribuida a ese Departamento ministerial por el Real Decreto 1039/2009, de 29 de junio, para las disposiciones relativas a organización administrativa, régimen de personal, procedimientos e inspección de servicios. Al tratarse de la reglamentación de un novedoso texto legal, la proyectada reglamentación no incluye, obviamente, previsión derogatoria alguna. En consecuencia, estando suficientemente atendidos los requisitos de índole procedimental que deben seguirse para preparar, con las debidas garantías de acierto, un texto normativo de la índole del ahora examinado, puede pasarse ya a analizar las cuestiones de fondo que suscita. Tercera. Conviene iniciar ese examen con un recordatorio del alcance y significado del texto legal a cuya desarrollo reglamentario sirve el Proyecto. La Ley 34/2006, de 30 de octubre, de acceso a las profesiones de Abogado y Procurador de los Tribunales, supuso un cambio sustancial en el régimen legal con que se ha venido tradicionalmente accediendo en España a las profesiones de Abogado y Procurador de los Tribunales. - 17 - Sin que sea necesario entrar ahora en un examen histórico pormenorizado, basta con recordar que, desde el punto de vista de los requisitos legalmente exigibles para desempeñar tales profesiones, nuestro Derecho se vino inclinando, desde hace ya tiempo, por recabar que los interesados dispusiesen de una determinada formación académica. Esa directriz es especialmente perceptible en el caso de la profesión de Abogado, para la que se ha venido exigiendo una titulación universitaria que, en el tradicional régimen universitario español, consistía en la Licenciatura en Derecho. En el caso de los Procuradores de los Tribunales, ese mismo principio rige desde su Estatuto General de 1982 (aprobado por el Real Decreto 2046/1982, de 30 de julio), que generalizó la exigencia de contar con esa misma titulación universitaria para poder acceder a esa condición profesional. Es de reseñar al respecto que ese mismo requisito se mantuvo en el vigente Estatuto General de los Procuradores de los Tribunales (aprobado por el Real Decreto 1281/2002, de 5 de diciembre), si bien el precepto que recogía tal exigencia (artículo 8, c) fue anulado por una sentencia del Tribunal Supremo de 17 de junio de 2005, al entender que tal previsión reglamentaria infringía una reserva de materias a la Ley, dándose la circunstancia de que la Ley Orgánica del Poder Judicial no recogía esa exigencia de titulación. En todo caso, ese enfoque de nuestra regulación descansaba en el entendimiento de que una formación académica de nivel superior proporcionaba, por sí sola, las herramientas intelectuales y de comportamiento necesarias para el cabal desarrollo de las profesiones de Abogado y Procurador de los Tribunales. Tal presupuesto desembocaba en que, contándose con tal formación universitaria, se podía acceder, sin más requisitos, a las aludidas profesiones, de modo que el consiguiente régimen era especialmente abierto, lo que está en la base de algunas de las críticas que se le han dirigido, en el sentido de que permitía un acceso indiscriminado de personas. - 18 - Frente a tal orientación, lo que caracteriza, precisamente, a la Ley 34/2006 es la asunción de que una formación académica de nivel universitario no brinda, por sí sola, la capacitación necesaria para actuar profesionalmente en cuanto Abogado y Procurador de los Tribunales y, por tanto, no es requisito suficiente para acceder a las aludidas profesiones. La exposición de motivos de ese texto legal da buena cuenta de que tal cambio de percepción no ha sido repentino, sino que responde a un largo proceso de reflexión, en el que han participado las organizaciones corporativas profesionales de Abogados y Procuradores, el Consejo General del Poder Judicial, los responsables públicos y los partidos políticos. Esa exposición de motivos también recoge la importancia que, dentro de ese proceso de reflexión, ha tenido la atención a las orientaciones dominantes en el ámbito comparado. El resultado de tal revisión es la constatación de que, junto con una formación académica de máximo nivel, las profesiones de Abogado y Procurador de los Tribunales requieren una formación práctica cualificada. Este segundo elemento no es, ni mucho menos, ajeno a la práctica de nuestra abogacía y procura, que conocen de figuras y cauces para encauzar la adquisición de los conocimientos prácticos necesarios, como es el caso de la figura de los pasantes en los despachos de abogados. Sin embargo, lo que distingue al régimen instaurado por la Ley 34/2006 es que la formación práctica pasa a ser un requisito legalmente exigido para acceder a la condición profesional de Abogado o de Procurador de los Tribunales, de modo que quienes no puedan acreditarla en la forma legalmente prevista no podrán actuar como tal tipo de profesionales. Advertido ese cambio, puede añadirse que la forma de servirlo consiste en disponer que el acceso a la profesión de Abogado y Procurador exigirá reunir tres requisitos: - Una determinada titulación universitaria, que la Ley 34/2006 define como estar “en posesión del título universitario de - 19 - licenciado en Derecho o del título de grado que lo sustituya” (artículo 2, número 1). - Unos cursos de formación que incluyan unas prácticas externas, para los que la citada Ley contempla la posibilidad de que sean organizados por las Universidades (artículo 4) o por las Escuelas de Práctica Jurídica creadas por los Colegios de Abogados (artículo 5). - Una evaluación final de la capacitación profesional, a través de la superación de una prueba cuyos resultados tendrán validez para todo el territorio nacional y que correrá a cargo de unas Comisiones en las que se integrarán representantes de los Ministerios de Justicia y de Educación y miembros designados a propuesta de las respectivas Comunidades Autónomas y de los Consejos Generales de la Abogacía Española y de los Procuradores de los Tribunales (artículo 7). Ese nuevo régimen legal de acceso a las condiciones profesionales de Abogado y Procurador de los Tribunales ha invertido la situación tradicionalmente existente en España, de modo que, frente a un régimen abierto de acceso de los titulados a esas profesiones, se ha instaurado un régimen especialmente pormenorizado, cuyo marcado carácter restrictivo se aplica con carácter general. Muestra de ese estricto carácter imperativo del nuevo régimen de acceso a la Abogacía y Procura es el hecho de que la Ley 34/2006 tuviera que incluir una disposición expresa para excluir de ese régimen al personal público al que se encomiende la defensa de las entidades públicas ante Juzgados y Tribunales (disposición adicional tercera, número 1). En ese mismo orden de consideraciones, es de reseñar que la aludida Ley también tuvo que recoger una norma expresa para excluir del régimen que instaura a los funcionarios públicos que hayan accedido a un Cuerpo o Escala del grupo A en su condición de licenciados en Derecho - 20 - siempre que desempeñen funciones de asistencia letrada o asesoramiento jurídico (apartado número 2 de la citada disposición adicional tercera). A propósito de esta concreta norma, no está de más destacar la necesidad de evitar resultados desproporcionados e injustificados en su aplicación, lo que lleva a propugnar que esa disposición sea rectamente entendida en cuanto disposición complementaria, de modo que, por ejemplo, no siendo una norma transitoria, no debe quedar ceñida a quienes dispongan de un título de Licenciado en Derecho, sino que deberá también comprender a los que, en el futuro, cuenten con un título universitario de Graduado en Derecho. En esa misma línea, ha de favorecerse una interpretación amplia del concepto de funcionarios del grupo A para tratar de contemplar algunos casos singulares que no están expresamente mencionados en la Ley 34/2006, como es, por ejemplo, el de los profesionales que ejercen unos cometidos sujetos a una detallada regulación pública y cuentan para ello con una sólida preparación jurídica que, en muchos casos, tienen que acreditar expresamente para acceder a su condición, como son, por ejemplo, los casos de los Notarios y Registradores. Cuarta. Recordado el alcance de la nueva Ley de acceso a las profesiones de Abogado y Procurador de los Tribunales, puede ahora pasarse a examinar los términos en que el proyectado Real Decreto trata de desarrollarla. Con la intención de que el subsiguiente análisis pueda contrastarse con la mayor facilidad posible con el texto del Proyecto, se seguirá, en la medida de lo posible, su mismo orden y sistemática. Los aspectos que merecen algún comentario particularizado incluyen: - La finalidad de la proyectada reglamentación - La titulación académica exigible para acceder a las profesiones de Abogado y Procurador de los Tribunales - Los cursos de formación - Las prácticas - La evaluación final - La expedición de los títulos profesionales de Abogado y Procurador de los Tribunales. - 21 - Por último, la presente consulta incluirá un apartado con sugerencias dedicadas a mejorar la redacción y la técnica jurídica del proyectado reglamento. A lo largo de los apartados que acaban de enunciarse, se formulan observaciones y sugerencias de muy distinta entidad y calibre, de modo que, tal y como previene el artículo 130, número 3, del Reglamento Orgánico del Consejo de Estado, aprobado por el Real Decreto 1674/1980, de 18 de julio, se identificarán aquellas que tengan carácter esencial, en el concreto sentido de que, solo si son atendidas en su totalidad, podrá aprobarse el proyectado Real Decreto utilizando la fórmula “de acuerdo con el Consejo de Estado”. Quinta. Partiendo de vincular las profesiones de Abogado y de Procurador de los Tribunales con la tutela judicial efectiva y la adecuada asistencia jurídica, el apartado I de la exposición de motivos de la Ley 34/2006 señala que esa Ley se dirige a mejorar la capacitación profesional exigida para desempeñar tales profesiones, con la vista puesta en el objeto de mejorar la asistencia jurídica. Ese primer objetivo de la nueva Ley de acceso a las profesiones de Abogado y Procurador de los Tribunales aparece también recogido en el preámbulo del Proyecto, cuyo párrafo primero afirma que la citada Ley “tiene como objetivo principal impulsar la calidad de esos servicios (los prestados por Abogados y Procuradores) en el acceso de los ciudadanos a la tutela judicial efectiva”. Junto a ese primer objetivo, el apartado I de la exposición de motivos de la Ley 34/2006 invoca un segundo objetivo de ese texto legal, cual es la necesidad de homologar esas profesiones en el ámbito europeo “en orden a garantizar la fluidez en la circulación y el establecimiento de profesionales, uno de los pilares del mercado único que constituye base esencial de la Unión Europea”. La dicción de ese apartado de la exposición de motivos de la Ley - 22 - 34/2006 deja claro que se trata de asegurar y facilitar la libertad de circulación y establecimiento. Por ello, han de revisarse los términos que el preámbulo del proyectado Real Decreto dedica a ese segundo objetivo de la Ley 34/2006, ya que actualmente afirma que se propone “impulsar (…) el progresivo incremento de la competencia en el entorno de libertad en el que se desenvuelven (los aludidos profesionales)”, cuando el enfoque real de la mencionada Ley no es tal promoción de la competencia, sino la apuntada garantía de una de las libertades comunitarias esenciales, en el concreto ámbito profesional de la abogacía y procura. Sexta. De conformidad con lo que se apuntó en la tercera consideración de la presente consulta, el nuevo régimen de acceso a las profesiones de Abogado y Procurador de los Tribunales seguirá requiriendo contar con una titulación académica universitaria. El artículo 2, número 1, de la Ley 34/2006 se refiere, en concreto, a la “posesión del título universitario de licenciado en Derecho, o del título de grado que lo sustituya”, remitiéndose, a tales efectos, a las previsiones de la Ley Orgánica de Universidades (Ley Orgánica 6/2001, de 21 de diciembre). Confrontado con ese marco legal, el artículo 2, a), del proyectado Real Decreto requiere el citado título de Licenciado o de Grado en Derecho, añadiendo la posibilidad de que se invoque “otro título universitario de Grado que acredite la adquisición de las competencias jurídicas relacionadas en el anexo de este reglamento” y habilitando a los Ministerios de Justicia y de Educación a evaluar periódicamente los títulos universitarios de Grado de la especialidad de ciencias sociales y jurídicas que acrediten la adquisición de las mencionadas competencias. La referencia que ese artículo 2, a), contiene a ese “otro título universitario de Grado”, sin mayores especificaciones, puede estar conectado con los cambios que ha experimentado nuestra legislación universitaria desde que se aprobó la Ley 34/2006. - 23 - En concreto, esa legislación ha prescindido de la previa técnica de catalogación de títulos universitarios por parte del Gobierno y se ha inclinado por reconocer a las Universidades la posibilidad de crear títulos, que quedan sujetos a un procedimiento de verificación. Es relevante recordar al respecto la combinación entre los artículos 8 y 35 de la Ley Orgánica de Universidades, que requieren que las Universidades que quieran impartir títulos con validez en todo el territorio nacional cuenten con la pertinente autorización de la Comunidad Autónoma y obtengan la verificación del Consejo de Universidades de que el respectivo plan de estudios se ajusta a las directrices y condiciones establecidas por el Gobierno. A esas previsiones de índole general han de añadirse las que se ocupan, mucho más específicamente, de los títulos que habilitan para el ejercicio de actividades profesionales, como son los casos de los que se ocupa la Ley 34/2006, aunque con el complemento ineludible de un curso de formación especializada y de la superación de una prueba final de evaluación. En concreto, el artículo 12, número 9, del Real Decreto 1393/2007, de 29 de octubre, que, en desarrollo de la Ley Orgánica de Universidades, establece la ordenación de las enseñanzas universitarias oficiales, dispone que, en relación con los títulos universitarios de grado que habiliten para el desarrollo de actividades profesionales, el Gobierno establecerá las condiciones a las que deberán adecuarse los correspondientes planes de estudios, que habrán de diseñarse de forma que permitan adquirir las competencias necesarias. Resulta, por tanto, que la legislación universitaria a la que se remite expresamente el artículo 2, número 1, de la Ley 34/2006 contiene una norma que se ocupa de los títulos de Grado que habilitan para llevar a cabo determinadas actividades profesionales, como es el caso de las que corresponden a Abogados y Procuradores de los Tribunales, norma que aún no ha sido desarrollada por el Gobierno. Como alternativa a esta previsión de la legislación universitaria el anexo del Proyecto recoge un listado de habilidades o capacitaciones, a las que califica de “competencias”, que han de ser adquiridas a través de los correspondientes títulos universitarios de Grado para - 24 - que estos permitan acceder al aludido régimen de acceso a la abogacía y procura. Sin embargo, existe una clara diferencia entre un listado de habilidades de índole práctica y las condiciones a que deban adecuarse los planes de estudios de ciertos títulos universitarios de Grado, que es la encomienda que el mencionado artículo 12 del Real Decreto 1393/2007 confiere al Gobierno, de modo que el Anexo del proyectado Real Decreto (al que se remite su artículo 2) en modo alguno puede sustituir a las indicadas condiciones que han de enmarcar ciertos títulos universitarios de Grado. De todo ello resulta que, en lo que concierne a los títulos universitarios que habilitan para el ejercicio profesional en cuanto Abogado y Procurador de los Tribunales, esa encomienda no se ha llevado todavía a cabo. Por otra parte, el procedimiento de evaluación periódica de los títulos universitarios de Grado por parte de los Ministerios de Justicia y de Educación previsto por el artículo 2 del Proyecto tampoco puede sustituir a los específicos procedimientos que la legislación universitaria diseña para verificar los títulos universitarios y en los que se insertará la comprobación de que se han cumplido las condiciones que fije el Gobierno para los títulos que habiliten para el desarrollo profesional de la Abogacía y Procura. En tales circunstancias, entiende este Consejo que, en lo que se refiere a los títulos universitarios requeridos, el nuevo régimen de acceso a los cursos de formación para las profesiones de Abogado y Procurador de los Tribunales, que el Proyecto concreta ha de ceñirse a los términos previstos en las normas legales que le sirven de cobertura. En consecuencia, para poder acceder a esos cursos, se deberá contar con el título universitario de Licenciado en Derecho o el de Grado que cada Universidad haya establecido en sustitución del mismo o eventualmente aquellos otros títulos que se acomoden a los criterios establecidos por el Gobierno para el acceso a estas profesiones. - 25 - En tal sentido ha de reformularse el Proyecto, suprimiendo su Anexo y revisando la orientación de su artículo 2, que ha constreñirse a los títulos universitarios que acaban de indicarse y del que habrá que suprimir la remisión al aludido Anexo y la habilitación que confiere a los Ministerios de Justicia y de Educación. Esta observación tiene carácter esencial, en el concreto sentido previsto por el artículo 130, número 3, del Reglamento Orgánico del Consejo de Estado. Séptima. Tal y como se recordó en la cuarta consideración de la presente consulta, la Ley 34/2006 introduce la exigencia legal de que quienes quieran acceder a la condición profesional de Abogado y de Procurador de los Tribunales superen unos cursos de formación especializada, para cuya impartición habilita a las Universidades y a las Escuelas de Práctica Jurídica creadas por los Colegios de Abogados y homologadas por el Consejo General de la Abogacía Española. En relación con el desarrollo que el Proyecto da a esta materia, merecen comentarios por separado los siguientes extremos: - Los cursos organizados conjuntamente por las Universidades y los Colegios de Abogados o de Procuradores o las Escuelas de Práctica Jurídica homologadas por el Consejo General de la Abogacía - La posición de las Escuelas de Práctica Jurídica - La acreditación de los cursos - La renovación de esas acreditaciones - Los distintivos de excelencia - La duración y contenido de los cursos - El personal docente. - 26 - A) Los cursos organizados conjuntamente por las Universidades y los Colegios de Abogados o de Procuradores o las Escuelas de Práctica Jurídica homologadas por el Consejo General de la Abogacía El diseño de la Ley 34/2006 contempla que los cursos de formación pueden ser de dos tipos, en función de las concretas entidades que los organicen: cursos organizados por las Universidades (enunciados en el artículo 3, número 1, de la Ley y desarrollados en su artículo 4) y cursos organizados por las Escuelas de Práctica Jurídica (previstos por el citado artículo 3, número 1, y detallados en el artículo 5 de la Ley). Aunque se refiere, por separado, a esos dos tipos de cursos, la Ley 34/2006 contempla algún grado de colaboración obligada entre las entidades que organizan cada uno de ellos. En efecto, esa Ley dispone que las Universidades deberán suscribir un convenio con, al menos, un Colegio de Abogados o de Procuradores de los Tribunales para organizar las prácticas externas que formarán parte de sus cursos y, en el caso de los cursos organizados por las Escuelas de Práctica Jurídica, requiere que éstas alcancen un convenio con una Universidad para garantizar que se cumplan las exigencias de nivel académico que deben tener los aludidos cursos. Partiendo de ese esquema legal, el Proyecto añade un nuevo tipo de cursos, como son los organizados e impartidos, conjuntamente, por Universidades y Colegios de Abogados o de Procuradores o las Escuelas de Práctica Jurídica (artículo 3, c). En consecuencia, este tertium genus se diferencia de los anteriores, en primer lugar, en que eleva, a un grado más intenso, la colaboración entre Universidades y Escuelas de Práctica Jurídica, que, como acaba de indicarse, deberá existir, en todo caso, en los cursos que organicen cada una de esas clases de entidades. Junto a ello, este tercer tipo también incluye, directamente, a los Colegios de Abogados o de Procuradores entre los organizadores de cursos de formación. - 27 - La memoria del análisis de impacto normativo del Proyecto defiende esa innovación reglamentaria aludiendo a que ese tercer tipo de cursos de formación puede conllevar un ahorro y mejor utilización de los recursos disponibles. Sin embargo, dado que la Ley 34/2006 recoge un grado de colaboración obligada entre las Universidades y los Colegios de Abogados y de Procuradores, el tercer tipo de curso de formación puede plantear problemas a la hora de acotarlo y de diferenciarlo de los dos tipos directamente contemplados en la Ley 34/2006. Por ello, entiende este Consejo que debería tratarse de deslindar con más claridad ese tercer tipo o, alternativamente, reconsiderarlo y perfilar con más claridad los regímenes de colaboración entre Universidades y Escuelas de Práctica Jurídica. B) La posición de las Escuelas de Práctica Jurídica Las Escuelas de Práctica Jurídica, actualmente reguladas por el Decreto 3311/1970, de 12 de noviembre, responden a diversos tipos, especialmente en lo que se refiere a su origen, puesto que se contempla expresamente la posibilidad de que sean promovidas por Colegios de Abogados y de otras profesiones jurídicas, Universidades y otros centros universitarios y por Corporaciones y Centros de Estudios e Investigación del Derecho (artículo 3, número 1, del mencionado Decreto). A la hora de considerar la posición que esa diversidad de Escuelas de Práctica Jurídica debía tener en relación con los cursos de formación para acceder a las profesiones de Abogado y Procurador de los Tribunales, la Ley 34/2006 optó por un cuadro muy concreto de entidades participantes y acotó expresamente las Escuelas de Práctica Jurídica que podían organizar tales cursos, contemplando sólo a aquellas que hubieran sido “creadas por los Colegios de Abogados que hayan sido homologadas por el Consejo General de la Abogacía”. Ante esos muy definidos términos, entiende este Consejo que el desarrollo reglamentario de ese texto legal ha de circunscribirse al concreto tipo de Escuela de Práctica Jurídica por el que se decantó la Ley 34/2006. - 28 - Obviamente, cuestión bien distinta es que las Escuelas de Práctica Jurídica que no estén contempladas en la Ley 34/2006 puedan seguir ofreciendo cursos que contribuyan eficazmente a la formación y perfeccionamiento profesionales de los Abogados y Procuradores de los Tribunales. Adicionalmente, y, en relación con el concreto caso de las Escuelas que están vinculadas con las Universidades, es claro que podrán colaborar en los cursos de formación que estas últimas decidan impartir para acceder a esas profesiones y también podrán tener presencia en los mencionados cursos organizados conjuntamente por Universidades y Escuelas de Práctica Jurídica. En un plano mucho más general de análisis, no puede dejar de aludirse a las relevantes consecuencias que pueden derivar de las funciones que la Ley 34/2006 atribuye a las Escuelas de Práctica Jurídica. Habiendo sido inicialmente contempladas en cuanto “organismos de especialización para graduados universitarios, con el fin de dar pleno cumplimiento a la labor formativa proporcionando a sus alumnos un adiestramiento práctico en orden al ejercicio de las profesiones jurídicas” (primer párrafo del preámbulo del Decreto 3311/1970), la Ley 34/2006 las inserta dentro de un nuevo régimen legal de acceso a las profesiones de Abogado y de Procurador de los Tribunales y, en concreto, como entidades que pueden organizar unos cursos cuya superación satisfactoria es condición necesaria e inexcusable para poder convertirse en uno de esos profesionales. Se trata, pues, de un cambio trascendental, en la medida en que dejan de ser un relevante elemento de formación abierto a la libre y voluntaria decisión de los interesados para convertirse, al menos parcialmente, en unas de las prestadoras de una formación obligatoriamente requerida para acceder a determinadas profesiones. Tal transformación aconsejaría evitar equívocos y confusiones entre las Escuelas que pueden prestar tales cursos y los restantes centros de - 29 - formación especializados en materias jurídicas. Esa delimitación podría llevar a que se reservase a las primeras la denominación de Escuelas de Práctica Jurídica o a que se delimitase, de otro modo, la denominación de los diversos tipos de Centros, tal y como ha ocurrido, por ejemplo, en los cursos destinados a graduados universitarios, en los que se ha asistido a una clara delimitación entre los máster organizados por las Universidades y otros cursos destinados a postgraduados universitarios pero no gestionados por Centros universitarios. C) La acreditación de los cursos Dado que el artículo 2 de la nueva Ley de acceso a las profesiones de Abogado y Procurador de los Tribunales dispone que los aludidos cursos de formación deberán ser “acreditados conjuntamente por el Ministerio de Justicia y el Ministerio de Educación y Ciencia a través del procedimiento que reglamentariamente se establezca”, una de las cuestiones más relevantes que el Reglamento de ese texto legal debe incluir son las previsiones que concreten el modo en que tal acreditación se producirá. Dentro de tales previsiones figuran varias cuestiones que recomiendan ser analizadas por separado. 1. La creación de dos regímenes distintos de acreditación. El preámbulo y la memoria de análisis de impacto normativo del Proyecto explicitan que este último ha optado por instaurar dos regímenes diferenciados de acreditación, en función de cuál sea la entidad que imparta los cursos en cuestión. En concreto, y tal y como especifica el artículo 5 del Proyecto, un primer régimen de acreditación se aplicaría a los cursos organizados por las Universidades o conjuntamente por ellas y los Colegios de Abogados o de Procuradores o las Escuelas de Práctica Jurídica, mientras que el segundo se aplicaría a los cursos organizados por esas Escuelas. La distinción de tales regímenes de acreditación descansa, con toda probabilidad, en la muy diferente regulación aplicable a las Universidades y Escuelas de Práctica Jurídica, cuestión que ya ha sido enunciada en relación - 30 - con estas últimas y sobre la que habrá ulteriormente ocasión de volver, al abordar el régimen de acreditación de los cursos universitarios. También ha habido ya ocasión de indicar que pueden existir dificultades prácticas para diferenciar los cursos organizados conjuntamente por Universidades y Colegios de Abogados o Procuradores o Escuelas de Práctica Jurídica de las dos modalidades de cursos de formación expresamente enunciadas por la Ley 34/2006 (cursos organizados por las Universidades y por las Escuelas de Práctica Jurídica, respectivamente). En todo caso, a la hora de decidir cuál ha de ser el régimen que rija la acreditación de esos cursos conjuntos, parece razonable decantarse por que sea el mismo régimen que se aplique a los cursos universitarios, en la medida en que, como se desarrollará a continuación, estos últimos están sujetos a un régimen más específico que el que se aplica a los cursos organizados por las Escuelas de Práctica Jurídica. En consecuencia, resulta acertada la orientación a la que responde, en este punto, el artículo 5 del Proyecto. 2. El régimen de acreditación de los cursos universitarios y de los cursos organizados conjuntamente por las Universidades y los Colegios de Abogados o de Procuradores o Escuelas de Práctica Jurídica. En lo que se refiere a ese primer régimen de acreditación, el cuarto párrafo del preámbulo del Proyecto señala que “la calidad del período formativo está suficientemente acreditada cuando el plan de estudios está verificado ya como título universitario oficial de posgrado”, lo que le lleva a indicar, al final de ese mismo párrafo, que la acreditación de esos cursos se limita al período de prácticas externas. Sin embargo, ese planteamiento no se corresponde con los términos en que lo instrumenta el artículo 5, número 2, a), del Proyecto, que contempla que esos cursos universitarios sí deberán acreditarse, si bien descompone su acreditación en dos técnicas de distinta intensidad, que el ulterior apartado c) de ese mismo artículo 5, número 2, aplica también a los - 31 - cursos organizados conjuntamente por Universidades y Colegios de Abogados o Procuradores o Escuelas de Práctica Jurídica. En concreto, ese precepto prevé, de un lado, que los aspectos formativos de esos cursos sean acreditados mediante la presentación de una declaración responsable, de acuerdo con el artículo 71 bis de la Ley 30/1992, y, de otro, que el programa de prácticas externas de esos cursos sea sometido a una “evaluación positiva”. En consecuencia, los términos del preámbulo del proyectado Real Decreto deberán ajustarse a lo que dispone, en realidad, su articulado, que sí aplica la acreditación a las 2 fases de los cursos universitarios de formación y a los cursos conjuntos de Universidades y Escuelas de Práctica Jurídica. Más importante que esta inicial precisión es el enfoque sustantivo que el Proyecto aplica a la acreditación de este primer tipo de cursos de formación especializada. Tal y como acaba de apuntarse, la acreditación de su vertiente teórica (el calificado en el Proyecto como “período formativo”) se instrumenta a través de una declaración responsable de las previstas por el artículo 71 bis de la Ley 30/1992, precepto que fue introducido en ese texto legal por obra de la Ley 25/2009, de 22 de diciembre, de modificación de diversas leyes para su adaptación a la Ley sobre el libre acceso a las actividades de servicios y su ejercicio (Ley 17/2009, de 23 de noviembre), todo lo cual forma parte de la trasposición de la Directiva 2006/123/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 12 de diciembre de 2006, relativa a los servicios en el mercado interior (conocida habitualmente como la Directiva de Servicios). Este Consejo tuvo ocasión de dictaminar los anteproyectos que desembocaron en las dos Leyes anteriormente citadas y de examinar la naturaleza y alcance de esas declaraciones responsables, de modo que no resulta necesario ahora reiterar las consideraciones y reflexiones que les dedicó, en cuanto técnica que sustituye la intervención clásicamente canalizada a través de los regímenes de autorización administrativa previa. - 32 - La aplicación de esa técnica a la acreditación de los aspectos formativos de los cursos de formación que ahora se examinan no se corresponde con el régimen legal a que tales cursos están sujetos. Ha de empezar por recordarse al respecto que el artículo 4, número 1, de la Ley 34/2006 prescribe que los cursos de formación organizados por las Universidades habrán de ajustarse a “la normativa reguladora de la enseñanza universitaria oficial de postgrado”. De ello se desprende, tal y como recoge el preámbulo del Proyecto, que esos cursos estarán sujetos al proceso de verificación propio y específico de los títulos universitarios de postgrado. Sin embargo, lo verdaderamente relevante al respecto es recordar que, dentro de esa regulación de la enseñanza universitaria oficial de postgrado, los cursos que ahora se consideran son objeto de unas previsiones específicas por parte de la legislación universitaria, en atención a que tales cursos tienen legalmente asignada la virtualidad de habilitar para desarrollar las mencionadas profesiones. En concreto, para tal tipo de títulos universitarios de postgrado, la legislación de títulos universitarios dispone que “el Gobierno establecerá las condiciones a las que deberán ajustarse los correspondientes planes de estudios (que) deberán, en todo caso, diseñarse de forma que permitan obtener las competencias necesarias para ejercer esa profesión” (artículo 15, número 4, del Real Decreto 1393/2007, de 29 de octubre, de ordenación de las enseñanzas universitarias oficiales). En consecuencia, una vez que se ha optado por confiar la acreditación del período formativo de los aludidos cursos universitarios al régimen de verificación a que están sujetos, es necesario que los correspondientes planes de estudios se ajusten a las condiciones que debe fijar el Gobierno. El Proyecto parece tratar de atender esa encomienda en su artículo 10, número 1, que recoge, organizados en 4 grupos, los “contenidos” - 33 - que habrán de tener, con carácter general, los cursos de formación que se vienen analizando y, dentro de ellos, los de naturaleza universitaria, previendo que tales contenidos podrán desarrollarse mediante Orden conjunta de los Ministerios de Justicia y de Educación. Es notoria la diferencia que existe entre la enunciación de esos “contenidos” y la fijación de unas condiciones a las que deban ajustarse los planes de estudio de unos títulos universitarios de postgrado, que es el objeto de la encomienda recogida en el citado artículo 15 del Real Decreto 1393/2007. Por otra parte, correspondiendo tal encomienda al Gobierno, no cabe enunciar, en términos extremadamente sintéticos, los citados “contenidos” y remitir su desarrollo a una Orden conjunta de los Ministerios de Justicia y de Educación. Partiendo, pues, de la inexcusable premisa de que todos los cursos universitarios de los que se ocupa el artículo 4 de la Ley 34/2006 tendrán que responder a un plan de estudios que se adecue a las específicas condiciones fijadas por el Gobierno, entiende este Consejo que la acreditación de tales cursos debe descansar en comprobar que responden a un plan de estudios de esas características. Por eso mismo, no resulta pertinente exigir que presenten una declaración responsable, que es una técnica destinada a supuestos distintos del que ahora se contempla. Por razones de economía procedimental, esa comprobación debería llevarse a cabo simultáneamente con la acreditación de las prácticas externas que deben formar parte de los cursos que vienen examinándose. En los términos que se han comentado más arriba, esta conclusión es también aplicable a los cursos organizados conjuntamente por Universidades y Colegios de Abogados y Procuradores o Escuelas de Práctica Jurídica. En consecuencia, ha de revisarse, pues, el actual artículo 5, número 2, a) y c), del Proyecto, sustituyendo las alusiones que actualmente - 34 - contienen al régimen de las declaraciones responsables por específicas menciones a los planes de estudios que deberán seguir los cursos de formación organizados por las Universidades o, de modo conjunto, por estas últimas y los Colegios de Abogados y Procuradores o las Escuelas de Práctica Jurídica. Esa revisión debe también alcanzar al artículo 10, número 1, del Proyecto, en lo que se refiere a las aludidas condiciones que fije el Gobierno y a las que deberán adecuarse los cursos universitarios o los citados cursos conjuntos. Dentro del margen de que se dispone para atenderla, esta observación tiene carácter esencial, en el concreto sentido y alcance previstos por el artículo 130, número 3, del Reglamento Orgánico del Consejo de Estado. En lo que se refiere a la acreditación de las prácticas externas de esos cursos universitarios y de los mencionados cursos conjuntos de Universidades y Escuelas de Práctica Jurídica, el penúltimo párrafo del artículo 5, número 2, a), del Proyecto requiere una verificación expresa, en la que habrá de comprobarse “la viabilidad, suficiencia y calidad del programa”, lo que ha de ponerse en relación con el detalle previsto por el artículo 11, número 2, del Proyecto, todo lo cual representa un suficiente detalle y concreción. 3. El régimen de acreditación de los cursos organizados por las Escuelas de Práctica Jurídica. A diferencia del primer régimen ya comentado, el segundo incluido en el proyectado Real Decreto se decanta por un procedimiento de verificación más tradicional (artículo 5, número 2, b), que el Proyecto desarrolla en unos términos que no suscitan mayores comentarios. 4. Las competencias administrativas para la acreditación de los cursos. Presentado el modo en que el Proyecto concreta y detalla el régimen de acreditación exigido por la Ley 34/2006, debe volverse la atención sobre las competencias administrativas que inciden en tal régimen. Ha de partirse de recordar que el artículo 2, número 2, de la Ley 34/2006 prevé que todos los cursos de formación especializada para aspirantes a Abogados y Procuradores de los Tribunales deberán ser “acreditados conjuntamente por el Ministerio de Justicia y el Ministerio de Educación y Ciencia a través del procedimiento que reglamentariamente se establezca”, lo - 35 - que supone, por tanto, una clara atribución legal de competencias conjuntas a esos dos Departamentos ministeriales, que deberán ejercitarse mediante un cauce procedimental específico. Vinculado con esa previsión legal, el artículo 5, número 2, del proyectado Real Decreto prevé que la acreditación de los cursos universitarios y de los cursos conjuntos Universidades-Escuelas de Práctica Jurídica (en sus dos vertientes, teórica y de prácticas externas) corresponderá al Ministerio de Justicia “de acuerdo con el procedimiento que se establezca mediante Orden Ministerial conjunta de los Ministerios de Justicia y de Educación”. Entiende este Consejo que la Orden conjunta prevista por el Proyecto puede diseñar de muy diversos modos la forma en que se ejercitarán las competencias de los dos Departamentos ministeriales competentes para acreditar los cursos a que se viene haciendo referencia. Sin embargo, al haberse legalmente estipulado que tal acreditación debe efectuarse, conjuntamente, por los Ministerios de Justicia y de Educación, no cabe que, por vía reglamentaria, se atribuya solo al Ministerio de Justicia la competencia para llevar a cabo tal acreditación, aunque sea a través de un procedimiento que haya sido fijado conjuntamente y de común acuerdo por parte de los Ministerios de Justicia y de Educación. En consecuencia, y reconociendo el aludido margen de que se dispone para fijar ese procedimiento y para canalizar, mediante el mismo, las competencias de los aludidos Ministerios, el artículo 5 del Proyecto debe reflejar que la acreditación de los cursos universitarios corresponderá, conjuntamente, a los dos Departamentos ministeriales mencionados. Por lo que hace a la acreditación de los cursos organizados por las Escuelas de Práctica Jurídica, se prevé que las correspondientes solicitudes se dirijan al Ministerio de Justicia, que trasladará “su propuesta de acreditación al Ministerio de Educación y a la Comunidad Autónoma que corresponda” para que emitan su informe preceptivo en el plazo de 20 días, de conformidad con lo previsto en el artículo 83 de la Ley de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común. - 36 - Al tratarse de organismos que tienen un ámbito competencial distinto del Ministerio de Justicia, la alusión al referido artículo 83 ha de entenderse dirigida a su apartado número 4, de modo que, transcurrido el aludido plazo, podrá proseguir el procedimiento. El informe de las correspondientes Comunidades Autónomas no está expresamente previsto en la Ley 34/2006, sin duda en atención a los títulos competenciales que invoca, pero puede entenderse vinculado con las competencias de que esas Comunidades son titulares en materia de Colegios Profesionales. Volviendo sobre lo que ya ha quedado indicado a propósito de la acreditación de los cursos universitarios de formación y de los cursos conjuntamente organizados por Universidades y Escuelas de Práctica Jurídica, ha de reiterarse que el artículo 2, número 2, de la Ley 34/2006 prevé que corresponde, conjuntamente, a los Ministerios de Justicia y de Educación acreditar todos los cursos de capacitación profesional para acceder a la profesión de Abogado y Procurador. Esa norma general se repite, en relación con los cursos organizados por las referidas Escuelas, en el artículo 5, número 1, de la citada Ley. A ello ha de añadirse que un trámite de informe, siquiera preceptivo, no puede equipararse a una potestad de resolución, de donde se sigue que la fórmula que el proyectado Real Decreto diseña no se ajusta a los claros términos de la norma de rango legal que le sirve de cobertura. En consecuencia, ha de revisarse la actual concepción del artículo 5, número 2, b), del Proyecto, dejando clara que la acreditación de este segundo grupo de los cursos de formación que se vienen analizando debe acordarse por decisión conjunta de los Ministerios de Justicia y de Educación, lo que es compatible con que sean los servicios de uno de esos Departamentos (como es el de Justicia) los que actúen de instructores. Esa misma revisión debe alcanzar al apartado número 3 de ese mismo artículo 5, que actualmente prevé que las resoluciones acerca de la - 37 - acreditación de todos los cursos de formación se dicten por el Secretario de Estado de Justicia. Para concluir el examen de esas cuestiones competenciales, debe volverse la atención sobre las modificaciones de los cursos de formación de las que se ocupa el artículo 6 del Proyecto. El apartado número 2 de ese artículo contempla la posibilidad de que los cursos ya acreditados experimenten modificaciones esenciales en los requisitos que se les exigen y prevé que, a los efectos, de decidir si se está ante una de tales modificaciones, se las ponga en conocimiento del Ministerio de Justicia, al que se atribuye valorarlas, previo informe del Ministerio de Educación, añadiendo que, en caso de que se trate de un cambio sustancial en los citados requisitos, deberá obtenerse una nueva acreditación. Ese trámite de valoración previa de los cambios que pueden afectar a cursos de formación ya acreditados es un cauce adecuado para calificar la entidad de las modificaciones sin tener que abrir forzosamente para ello un nuevo procedimiento de acreditación. Sin embargo, en la medida en que se trata de eventuales modificaciones sobre la acreditación de esos cursos de formación, entiende este Consejo que están sujetas a la misma competencia conjunta de los Ministerios de Justicia y de Educación que se viene comentando, de modo que serán ambos Departamentos, de forma conjunta, quienes deban pronunciarse acerca de la relevancia de tales modificaciones. Como consecuencia de las consideraciones que acaban de desarrollarse, entiende este Consejo que han de revisarse los artículos 5, números 2 y 3, y 6, número 2, del Proyecto, teniendo esta observación carácter esencial, en el concreto sentido y alcance recogidos en el artículo 130, número 3, del Reglamento Orgánico del Consejo de Estado. Todavía en relación con ese artículo 6 del Proyecto, convendría uniformar el calificativo que aplica a las modificaciones de los cursos de - 38 - formación ya acreditados, ya que su rúbrica utiliza el adjetivo “esenciales”, mientras que su cuerpo recurre a “sustanciales”, siendo este último el que parece más apropiado a las circunstancias del caso. 5. Los convenios entre Universidades y Escuelas de Práctica Jurídica. Ya ha quedado indicado que, en los casos de cursos de formación organizados por las Universidades y por las Escuelas de Práctica Jurídica, la Ley 34/2006 requiere que se cuente con un convenio suscrito con, al menos, un Colegio de Abogados o de Procuradores o, al menos, con una Universidad para garantizar los aspectos prácticos y formativos, respectivamente. El artículo 6, número 4, de esa Ley prohíbe rechazar de forma arbitraria los convenios de ese tipo que se ofrezcan, lo que es desarrollado por el Proyecto (artículo 4, número 3) en el sentido de precisar que ese rechazo exigirá acreditar, de forma cumplida, la imposibilidad de asumir las obligaciones del convenio propuesto o que existen medios alternativos para satisfacerlas. Esta última expresión ha suscitado los reparos del Consejo General de la Abogacía Española por la imprecisión que ha apreciado en ella, a lo que ha añadido la reserva que le suscita la alusión a la acreditación “de forma cumplida”. Entiende este Consejo que esa alusión a los medios alternativos debe ser leída como la posibilidad de que la entidad a la que se le proponga un convenio ofrezca unos términos y condiciones alternativos que sean razonables para alcanzar los objetivos que se proponga el convenio en cuestión. En tal línea se sugiere reformular el inciso final del mencionado artículo 4, número 3, primer párrafo, del proyectado Real Decreto. Por otra parte, es cierto que la fórmula “de forma cumplida” es innecesaria, ya que nada concreto añade a la necesidad de acreditación de la imposibilidad de aceptar el convenio que se haya propuesto. Por último, todavía en relación con esta cuestión y a fin de dotar a esos convenios de un marco lo más concreto posible de referencia, convendría - 39 - hacer uso de la habilitación que el artículo 6, número 4, de la Ley 34/2006 concede a los Ministerios de Justicia y de Educación para fijar los requisitos mínimos que deben reunir las ofertas de los convenios que se vienen comentando. Esa particularización reviste singular importancia, ya que la situación práctica de relaciones entre Universidades y Colegios de Abogados es muy diversificada, existiendo casos en los que la Escuela de Práctica Jurídica de un mismo y único Colegio de Abogados puede recibir solicitudes de convenios por parte de una diversidad de Universidades y, en ese mismo supuesto pero con la óptica inversa, en que una diversidad de Universidades puedan plantear sus solicitudes de convenio a la Escuela de Práctica Jurídica de un mismo Colegio de Abogados. D) La renovación de las acreditaciones de los cursos de formación El artículo 6, número 1, del Proyecto sólo se refiere a la renovación de las acreditaciones que hayan dado lugar a una declaración responsable, lo que, como se ha visto anteriormente, se aplica al denominado período formativo de los cursos universitarios y a los cursos organizados conjuntamente por Universidades y Escuelas de Práctica Jurídica. Con ello, queda sin mencionar expresamente el régimen de renovación de las prácticas externas de ese primer grupo de cursos, así como el régimen de renovación de los cursos que sean organizados por las Escuelas de Práctica Jurídica, siendo así que la exigencia de renovación ha de ser aplicada a todos los cursos de formación especializada de los que se ocupa el proyectado Real Decreto. E) Los distintivos de excelencia El artículo 8 del proyectado Real Decreto prevé que, mediante convocatoria conjunta de los Ministerios de Justicia y de Educación, puedan - 40 - otorgarse distintivos de excelencia a los cursos de formación, en atención a diversos factores, tales como el elevado porcentaje de alumnos con valoración positiva, las prácticas formativas o externas innovadoras, el acomodamiento de los conocimientos impartidos a los requerimientos de la sociedad y las medidas de control de calidad. Tal y como ya ha sido comentado in extenso, esos dos Departamentos ministeriales son aquellos a los que está legalmente encomendada la competencia para acreditar y seguir todos los cursos de formación requeridos para poder acceder a la condición profesional de Abogado o Procurador de los Tribunales. Ha de tenerse en cuenta al respecto que el Proyecto parte de proclamar que las entidades que organicen y presten tales cursos “tienen un apreciable margen de libertad en la configuración tanto de los cursos de formación como del período de prácticas, pues el reglamento huye de la imposición de un modelo cerrado, al optar por que sea la propia oferta formativa profesional quien lo concrete en atención a los contenidos exigidos para superar la prueba de aptitud profesional, así como los propios requerimientos del mercado” (tercer párrafo de su preámbulo). Siendo ello así, la posibilidad de que los mismos Departamentos ministeriales que acrediten los cursos sean quienes otorguen distintivos de excelencia a algunos de ellos puede interferir el núcleo esencial de sus competencias, que se refieren a esa acreditación, y ese régimen de libre y abierta concurrencia que se propugna instaurar entre todos los cursos y las distintas entidades que los presten. Por otra parte, la labor de clasificación entre los cursos, a los efectos de otorgar los mencionados distintivos de excelencia, parece, con carácter general, más propia de entidades externas ajenas a la Administración y especializadas en labores de análisis y asesoramiento, para las que cuentan con los oportunos medios personales, técnicos y materiales. Por todo ello, entiende este Consejo que debería suprimirse el actual artículo 8 del Proyecto. - 41 - F) La duración y contenido de los cursos Con carácter general, ha de apuntarse que los cursos de formación que se vienen analizando deben tener un contenido específico, bien distinto de las enseñanzas propias de los títulos universitarios que se requieren para poder participar en ellos. En ese sentido, es de especial importancia evitar que los cursos integrados dentro del nuevo régimen legal de acceso a las profesiones de Abogado y Procurador de los Tribunales se conviertan en una reiteración de la enseñanza teórica recibida en las Universidades. Para ello, los cursos de formación deberán acentuar su enfoque práctico, no sólo en la parte de los mismos que la Ley 34/2006 califica de “prácticas externas”, sino, también, en lo que el proyectado Real Decreto denomina “período formativo”. En última instancia, tales cursos se deben dirigir a complementar una adecuada formación teórica con los criterios, técnicas y metodologías de aplicación que permitan una adecuada puesta en práctica de los conocimientos adquiridos. Junto a esa reflexión general sobre el contenido de los mencionados cursos de formación, existe otra más concreta que dirigir a la relación que el Proyecto establece entre el contenido y duración de los cursos para acceder a las profesiones de Abogado y Procurador, respectivamente. Dispone el artículo 4, número 3, de la Ley 34/2006 que la duración de los cursos de formación para Abogados que organicen las Universidades será de 60 créditos y habilita para que, reglamentariamente, se establezcan el contenido y duración de los cursos y la titulación y cualificación del profesorado, añadiendo el apartado número 4 de ese mismo precepto que “lo previsto en este artículo será de aplicación a los cursos de formación para el acceso a la procura de acuerdo con la específica regulación que al efecto se establezca en sede reglamentaria”. En desarrollo de esas previsiones legales, la proyectada reglamentación prevé que los contenidos formativos de los cursos de formación - 42 - para Abogados comprenderán 60 créditos ECTS, mientras que los de los cursos para Procuradores de los Tribunales ascenderán a 30. Tal previsión debe valorarse partiendo de recordar que, en el proyecto de Ley que dio origen a la Ley 34/2006, el artículo 4, número 4, recogía expresamente que los cursos de formación para Procuradores de los Tribunales tendría la mitad de duración que la de los cursos para Abogados y que tal previsión se suprimió en una fase temprana de su tramitación parlamentaria. En concreto, el informe de la ponencia designada en el Congreso de los Diputados para examinar ese proyecto de Ley aceptó dos enmiendas (números 56 y 123) que coincidieron en postular que la duración de ambos tipos de cursos fuera idéntica. Por lo tanto, el texto del artículo 4, número 4, de la Ley 34/2006 responde a un proceso de reflexión que expresamente consideró la extensión de los cursos para acceder a la profesión de Abogado y de Procurador, respectivamente, y que descartó expresamente que los segundos tuvieran la mitad de duración que los primeros. Por lo mismo, ese iter legislativo parce indicar que la remisión reglamentaria que figura en el artículo 4, número 4, de la Ley 34/2006 se refiere a particularidades acerca del contenido y régimen de impartición de los cursos para Procuradores de los Tribunales pero no a su duración. Es lo cierto, sin embargo, que esta precisión no se incluyó específicamente en la Ley, sino que se remitió al desarrollo reglamentario. Para respetar el espíritu de la norma parece, en consecuencia, que al referirse a la duración, el Reglamento proyectado no puede reintroducir en sus propios términos una regla que el Parlamento excluyó. Resulta, por ello, necesario revisar el actual artículo 10, número 2, del proyectado Real Decreto, teniendo esta observación carácter esencial, entendido en el concreto sentido previsto por el artículo 130, número 3, del Reglamento Orgánico del Consejo de Estado. - 43 - G) El personal docente En relación con el profesorado de los cursos de formación, el artículo 4, número 3, de la Ley 34/2006 prevé que la mitad del mismo, al menos, deberá estar integrado por profesionales colegiados ejercientes. Por su parte, el primer párrafo del artículo 10, número 4, del Proyecto enfoca la cuestión desde la óptica complementaria de la relación entre, de un lado, Abogados y Procuradores, según el tipo de curso, y, de otro, profesores universitarios, disponiendo que cada uno de esos grupos no supere el sesenta por ciento ni será inferior al cuarenta por ciento. Esa puntualización reglamentaria puede provocar algunas dificultades prácticas, ya que, bien puede ocurrir que los interesados reúnan, simultáneamente, ambas condiciones profesionales, con lo que podrían no respetarse los mencionados límites porcentuales. Una vía para sortear tales problemas podría ser la de puntualizar, en tales casos, cuál es la condición preferente por la que se accede a la condición de personal docente de los cursos en cuestión. En todo caso, y dado que las proporciones de ese artículo 10, número 4, del proyectado Real Decreto deben respetar la regla del aludido artículo 4, número 3, de la Ley 34/2006, convendría que ese precepto precisase que los porcentajes del 60 y 40 por 100 se refieren, respectivamente, a cada uno de los aludidos grupos de docentes. Por último, el segundo párrafo de ese mismo precepto puntualiza que los Abogados y Procuradores que integren el personal docente deberán haber estado colegiados como ejercientes al menos desde tres años antes. Comentando tal requisito, el Consejo General de la Abogacía Española ha propugnado que se exija la misma experiencia profesional de cinco años que está legalmente prevista para ser tutor de las prácticas externas (artículo 6, número 2, de la Ley 34/2006). - 44 - Entiende este Consejo que la diferencia de experiencias profesionales para ser personal docente y tutor de las mencionadas prácticas, respectivamente, descansa en las diversas funciones que desempeñarán cada uno de esos interesados, lo que ofrece, por tanto, una justificación razonable al criterio por el que se ha decantado el Proyecto. Octava. Otra de las piezas que forma parte del nuevo régimen de acceso a la condición profesional de Abogado y de Procurador de los Tribunales son lo que la Ley 34/2006 califica de “prácticas externas”. En relación con tales prácticas, existen cinco aspectos concretos que merecen comentarios por separado: A) El contenido de las prácticas El artículo 6, número 1, de la Ley 34/2006 especifica que esas prácticas formarán parte integrante de los cursos de formación y deberán constituir la mitad del contenido formativo de tales cursos. Por ello, resulta acertado que el artículo 11, número 1, del proyectado Real Decreto fije el contenido y duración de esas prácticas en 30 créditos ECTS, tanto para los cursos de formación de Abogados como para los cursos dirigidos a aspirantes a Procuradores. Ese módulo es contradictorio con el criterio que el Proyecto sigue para fijar la duración del período formativo de los cursos destinados a futuros Procuradores, pero guarda la adecuada proporción con los 60 créditos ECTS que, como acaba de comentarse, ha de ser la extensión común del período formativo de los cursos dirigidos a aspirantes a Abogados y Procuradores. En otro orden de consideraciones, aunque también referido al contenido de las prácticas, existe una reflexión que está en línea con la que ya se hizo, con carácter general, en relación con el contenido de los cursos de formación para acceder a la condición profesional de Abogado o Procurador de los Tribunales. En concreto, ha de insistirse en la necesidad de que esas prácticas salvaguarden su carácter de tales y guarden la adecuada - 45 - especificidad dentro de esos cursos, evitándose, al máximo, que existan solapamientos entre las vertientes teórica y práctica de tales cursos. Por ello, y tal y como se avanzó en previas consideraciones, sería muy recomendable que el artículo 11 del proyectado Real Decreto no se ocupara solo de los objetivos generales de esas prácticas, sino que abordara, también, las áreas y tipos de actuaciones que deberán emprender. B) La relación temporal entre las prácticas externas y los cursos de formación El artículo 11, número 1, del Proyecto contempla la posibilidad de que esas prácticas se lleven a cabo antes, durante o después del período formativo de los cursos en cuestión. El hecho de que las prácticas se simultaneen o subsigan al período formativo de los cursos de especialización dependerá del enfoque que se dé a estos últimos, de modo que el proyectado Real Decreto puede dejar legítimamente abierta esa dualidad de posibilidades. Por el contrario, es mucho más dudosa la posibilidad de que las aludidas prácticas puedan llevarse a cabo antes del período formativo. Es cierto que la tradicional práctica profesional de la abogacía española conoce de fórmulas que permiten desarrollar prácticas a quienes están todavía cursando sus estudios universitarios de Derecho o a los que ya los han concluido, pero no han accedido todavía a la condición profesional de Abogado. Sin embargo, esa realidad social y práctica es sustancialmente distinta de la que contempla la Ley 34/2006, que incardina, formalmente, unas prácticas como parte de los cursos de formación exigidos a quienes quieran acceder a la condición profesional de Abogado o Procurador. Dada esa colocación de las prácticas y la relación lógica que ha de existir entre un período formativo y uno de prácticas, resulta anómala la posibilidad de que las - 46 - prácticas puedan llevarse a cabo antes del período formativo. Un buen ejemplo de ello lo brinda el artículo 11, número 2, a), del Proyecto al proclamar que el programa de prácticas tendrá, como uno de sus objetivos, “aplicar los conocimientos adquiridos”, que parece lógicamente referirse a los que hayan sido objeto del período formativo del correspondiente curso. Por todo ello, entiende este Consejo que debe reconsiderarse esa tercera posibilidad recogida en el actual artículo 11, número 1, del Proyecto. C) La evaluación de las prácticas El Proyecto incurre en una cierta contradicción al respecto, ya que su artículo 11, número 3, prevé que, a los efectos de su acreditación, los cursos deberán especificar si cuentan o no con un procedimiento de evaluación del resultado de sus prácticas externas, mientras que el ulterior artículo 13, número 2, estipula que los equipos de tutoría de las prácticas deben confeccionar una memoria semestral explicativa de sus actividades, incluyendo “una referencia sucinta de la evolución de cada alumno”, lo que comporta una cierta evaluación del mismo. Por lo tanto, es esta una cuestión que debería uniformarse dentro del Proyecto, entendiendo este Consejo que es adecuado establecer que los cursos de formación deberán prever la evaluación de sus prácticas externas. D) El lugar de realización de las prácticas Aborda esta cuestión el artículo 12 del proyectado Real Decreto, cuyo apartado número 1 recuerda la exigencia legal de que las prácticas externas consistan en “actividades propias del ejercicio de la abogacía o en actividades propias de la procura” (artículo 6, número 1, de la Ley 34/2006). Partiendo de tal requisito, ese precepto del Proyecto recoge un cuadro amplio de lugares (Juzgados y Tribunales, despachos de Abogados, establecimientos policiales, servicios sociales,…) y cierra ese elenco en su apartado número 2, que contempla la posibilidad de que las prácticas se lleven a cabo en “establecimientos integrados en el tercer sector que estén - 47 - formalmente reconocidos correspondiente”. ante la autoridad nacional o autonómica Se trata de un enunciado excesivamente vago e impreciso, ya que no se aclara qué deba entenderse, a tales efectos, por “tercer sector” ni en qué consista el reconocimiento formal por parte de las correspondientes autoridades. En consecuencia, ha de optarse entre dar un contenido concreto y acotado a ese inciso, añadiendo los datos objetivos mínimos que lo singularice y diferencie respecto del amplio catálogo de centros y posibilidades que el Proyecto ya contempla, o, por el contrario, suprimir ese inciso final. Dentro de esa regulación del lugar de realización de las prácticas, ese mismo artículo 12, número 2, del Proyecto admite que se desarrollen en los establecimientos que acaban de comentarse “siempre que las prácticas consistan en actividades propias de la abogacía o de la procura”. Esta puntualización es improcedente, ya que el artículo 6, número 1, de la Ley 34/2006 sienta que las aludidas prácticas siempre deben consistir necesariamente en “actividades propias del ejercicio de la abogacía o en actividades propias de la procura”. E) Los requisitos y régimen aplicable a los tutores de las prácticas externas La Ley 34/2006 sólo precisa que tales tutores serán Abogados o Procuradores de los Tribunales con un ejercicio profesional superior a cinco años, lo que el Proyecto recoge fielmente (artículo 13, número 1), mientras que remite los restantes requisitos, los derechos y obligaciones de los tutores y su responsabilidad disciplinaria a los Estatutos Generales de la abogacía y de la procura. A la hora de poner en práctica el régimen contenido en el proyectado Real Decreto, ha de tenerse en cuenta que, hasta el momento, no se han incluido tales aspectos en los respectivos Estatutos Generales. - 48 - Novena. El nuevo régimen de acceso a las profesiones de Abogado y Procurador de los Tribunales diseñado por la Ley 34/2006 se cierra con la evaluación final de la capacitación profesional adquirida por los interesados. Existen al respecto tres aspectos que requieren de un análisis particularizado. A) El contenido del ejercicio de evaluación La Ley 34/2006 atribuye al Ministerio de Justicia fijar ese contenido, con participación de las Universidades organizadoras de los cursos y de los Consejos Generales de la Abogacía y de los Procuradores de los Tribunales (artículo 7, número 5), participación que el Proyecto traduce como la elevación de las correspondientes propuestas, entre cuyos autores incluye a las Comunidades Autónomas además de a las entidades que expresamente menciona la Ley 34/2006. Esa habilitación a las Comunidades Autónomas no está expresamente contemplada en la Ley 34/2006 pero, como ya se ha comentado en otro pasaje del presente dictamen, puede estar relacionada con las atribuciones que les corresponden en relación con los Colegios Profesionales y con su colaboración con la Administración de Justicia Entiende este Consejo que, cuando el Proyecto alude a “oídas las propuestas realizadas” por las indicadas entidades, no está refiriéndose a la estricta preparación de las propuestas por parte de un órgano instructor, toda vez que la Ley 34/2006 no constriñe al Ministerio de Justicia a pronunciarse sólo sobre las propuestas de resolución que le preparen la lista de entidades que recoge el Proyecto, sino que contempla, tan solo, que estas últimas participarán en la elaboración del contenido de la evaluación. En consecuencia, sería preferible que la mencionada participación se sirviese a través de un trámite de informe o mediante la elevación de sugerencias. - 49 - B) Las Comisiones de evaluación La exposición de motivos de la Ley 34/2006 concede la lógica importancia a esas Comisiones de Evaluación y a la objetividad y operatividad que deben tener y recoge la premisa de que se cree una comisión evaluadora para el territorio de cada Comunidad Autónoma (apartado IV, cuarto párrafo), lo que se refleja en el artículo 7, número 3, de la Ley. Por su parte, y movido por los mismos objetivos de conseguir la máxima objetividad y operatividad de las aludidas Comisiones de Evaluación, el apartado número 4 de ese artículo 7 contempla que, en función del número de aspirantes, podrá constituirse una única Comisión para varias Comunidades Autónomas. Además de reiterar esas fórmulas ya anunciadas en la Ley 34/2006, el proyectado Real Decreto introduce la posibilidad de que existan varias Comisiones evaluadoras en el ámbito de una misma Comunidad Autónoma (artículo 16, número 1). Esa posibilidad se ciñe a los casos en que “el número de aspirantes u otras circunstancias así lo justifiquen”, lo que parece querer atender los casos singulares de aquellas Comunidades Autónomas de grandes dimensiones territoriales o de base insular. No obstante, ha de tenerse en cuenta que, pese a contener un pronunciamiento detallado sobre la forma de organizar las Comisiones de evaluación, la Ley 34/2006 no contempla esa eventualidad, de modo que este Consejo entiende que su desarrollo reglamentario sólo puede introducirla salvando los necesarios objetivos de unidad de criterios y objetividad en las evaluaciones que se vienen comentando. Para ello, es preciso que el proyectado Real Decreto acentúe la excepcionalidad de los casos en que podrá recurrirse a esa pluralidad de Comisiones en una misma Comunidad Autónoma. En ese sentido, el artículo 16, norma 1, del Proyecto debería incluir una expresa alusión a la excepcionalidad de las causas que han de concurrir, así como limitar el número de Comisiones al que sea estrictamente necesario. También en relación con la composición de las citadas Comisiones, el artículo 7, número 3, de la Ley 34/2006 dispone que en ellas se integrarán representantes designados a propuesta de los Ministerios de Justicia - 50 - y de Educación, de la correspondiente Comunidad Autónoma y de los Consejos Generales de la Abogacía y de los Procuradores de los Tribunales, de forma que el número de los designados con la misma procedencia sea el mismo. El artículo 16, número 2, del Proyecto desarrolla ese precepto atribuyendo un representante a cada uno de esos grupos o procedencias, pero introduce la novedad de que existirá un miembro más, designado por el Consejo de Universidades. Se trata de otra innovación que se aparta del cuadro muy acotado que contiene la Ley 34/2006, por lo que este Consejo estima preferible prescindir de ella. No obstante, para el supuesto de que se considerase admisible ampliar el número de integrantes de las Comisiones de Evaluación respecto del estricto cuadro legal, debiera sopesarse la conveniencia de incluir en ellas a representantes designados por el Consejo General del Poder Judicial, a fin de que la evaluación de los interesados cuente con los criterios más cercanos a la práctica forense de la Abogacía. Por lo que hace a las funciones de esas Comisiones de Evaluación, el apartado número 1 del artículo 17 del proyectado Real Decreto incluye entre ellas “la salvaguarda de la normalidad en la realidad de los ejercicios”, fórmula exageradamente plástica que podría sustituirse ventajosamente por una similar a “la ordenación, dirección y gestión de los ejercicios”. Por último, el apartado número 4 de ese mismo artículo 17 dispone que las reclamaciones contra las evaluaciones de esas Comisiones serán resueltas mediante resolución de su Presidente. Sin embargo, tratándose de una revisión de la evaluación que la correspondiente Comisión haya realizado, resulta más adecuado que la competencia para llevarla a cabo corresponda a la propia Comisión, sin perjuicio de que su resultado sea comunicado a los interesados mediante un oficio de su Presidente. - 51 - Décima. El artículo 2, número 3, de la Ley 34/2006 dispone que los títulos profesionales de Abogados y Procuradores de los Tribunales serán expedidos por el Ministerio de Educación y Ciencia, lo que se relaciona con uno de los títulos competenciales en que ese texto legal expresamente se basa, cual es el que el artículo 149, número 1, 30ª, de la Constitución atribuye al Estado en relación con la regulación de las condiciones de obtención, expedición y homologación de títulos académicos y profesionales. En relación con tal previsión legal, el artículo 18 del Proyecto indica que los referidos títulos serán expedidos por el Ministerio de Justicia por delegación del Ministro de Educación. Con ello, el proyectado Real Decreto sería un Reglamento ejecutivo que contiene una delegación de una competencia que la Ley que desarrolla expresamente atribuye a un determinado Departamento ministerial. Junto a ello, conviene recordar que la figura de la delegación de competencias descansa en la decisión del órgano titular de la competencia en cuestión, que, ya sea por sí solo, o previa autorización por su superior, la encomienda a otro órgano. La delegación encierra, por tanto, una manifestación de la voluntad del órgano al que está atribuida la competencia de que se trate. Nada de ello ocurre en el presente caso, ya que la proyectada delegación sería consecuencia de una decisión del Consejo de Ministros, que incidiría en el ámbito competencial que una Ley atribuye expresamente al Ministerio de Educación. Entiende este Consejo que, tanto desde el punto de vista de la incidencia que tiene en una expresa atribución legal de competencias, como desde la óptica de la jerarquía en la delegación de competencias, no resulta admisible la fórmula contenida en el artículo 18 del proyectado Real Decreto. En consecuencia, debe revisarse ese precepto y mantener en él la atribución legal de competencia que figura en el artículo 2, número 3, de la Ley 34/2006, teniendo esta observación carácter esencial, en el concreto sentido contemplado por el artículo 130, número 3, del Reglamento Orgánico del Consejo de Estado. - 52 - Undécima. Tal y como se avanzó en su cuarta consideración, la presente consulta concluye con diversas sugerencias referidas a la técnica jurídica y redacción del proyectado Reglamento. A) La distinción entre el Real Decreto y el Reglamento aprobado La rúbrica general del Proyecto se refiere a un “Real Decreto por el que se aprueba el Reglamento de la Ley sobre el acceso a las profesiones de Abogado y Procurador de los Tribunales”, lo que parece evocar la consolidada distinción entre el acto aprobatorio (el Real Decreto) y la regulación aprobada (el correspondiente Reglamento). Sin embargo, y como ocurre en otras ocasiones, no es esa la técnica jurídica seguida en este caso, ya que el proyectado Reglamento está contenido en el texto mismo del proyectado Real Decreto. Sin que tal opción técnica sea rechazable, este Consejo entiende que sería preferible la más consolidada a la que se ha hecho anteriormente alusión. De aceptarse tal criterio, el articulado del Proyecto integraría el Reglamento, que debería ir precedido de un Real Decreto, que podría estar formado por un único artículo, que dispusiese la aprobación del texto del Reglamento adjunto, y que se complementase con las actuales disposiciones finales del Proyecto. B) La estructura del proyectado Reglamento En su actual formulación, se compone de tres capítulos, dedicados, respectivamente, a las “disposiciones generales”, “contenidos formativos y prácticas externas” y “acreditación de la capacitación profesional”. Sin embargo, el primero de ellos recoge, no solo disposiciones generales, sino otras referidas a los cursos de formación (entidades habilitadas para impartirlos, acreditación,…). - 53 - Teniendo en cuenta, por otra parte, los requisitos en que se descompone el proyectado nuevo régimen de acceso a las profesiones de Abogado y Procurador de los Tribunales, sería preferible estructurar el proyectado Reglamento en cuatro capítulos, de acuerdo con la siguiente distribución de materias: - El primer capítulo recogería las disposiciones generales de ese nuevo régimen (actuales artículos 1 y 2 del Proyecto). - El segundo capítulo se ocuparía de los cursos de formación (actuales artículos 3 a 10 del Proyecto). - El tercer capítulo tendría por objeto las prácticas externas (artículos 11 a 13). - El último capítulo abordaría la acreditación final de la capacitación profesional y coincidiría con el actual capítulo III del Proyecto (artículos 14 a 18). C) El índice del Reglamento El proyectado Real Decreto se dota de un índice inicial de su parte dispositiva, lo que es una técnica que se sigue en ocasiones, especialmente en los casos en que la disposición en cuestión reviste una cierta extensión y complejidad. Nada hay que objetar a que se utilice esa técnica en relación con un texto normativo sencillo y no muy extenso, como es el que ahora se dictamina, si bien, en el caso de recogerse la comentada distinción entre Real Decreto aprobatorio y Reglamento, el índice podría ir referido a los dos instrumentos o solo al segundo. En todo caso, las disposiciones finales del proyectado Real Decreto deberían reflejarse en el índice. - 54 - D) Artículo 4 Los apartados números 1 y 2 del artículo 4 debieran seguir la misma redacción que el artículo 6, número 3, de la Ley 34/2006 y aludir a “… celebrar un convenio, al menos, con un Colegio de Abogados…” y a “… celebrar un convenio, al menos, con una Universidad…”. E) Artículo 5 Su subapartado número 2, b), incluye un listado de criterios que se enuncian con letras (a) a i), lo que induce a confusión con el propio subapartado, de modo que este último debiera recurrir a los números, tal y como ya hace el previo subapartado número 2, a) de ese mismo artículo. F) Artículo 18 Aunque el índice del Proyecto se refiere correctamente a ese precepto, su articulado lo numera, de modo duplicado, como artículo 17. G) Correcciones de redacción Dentro del párrafo segundo del preámbulo, debe corregirse la alusión a “… así como la idoneidad de la titulación” que figura dentro de su segundo inciso, mientras que, dentro de su tercer párrafo, la conjunción “porque” ha de sustituirse por la combinación “por que”. En el artículo 2.a), segundo párrafo, falta la preposición “de” dentro de la alusión a “… acreditan la adquisición de esas competencias…”. Dentro del artículo 8, primer párrafo, del Proyecto, y a fin de uniformar su redacción, deben utilizarse las contracciones “al” y no los artículos - 55 - “el” delante de “desarrollo de prácticas formativas” y “acomodamiento de los conocimientos”. En el artículo 9 del Proyecto, el participio “personalizadas” quedaría mejor situado inmediatamente después del sustantivo “ayudas”. La redacción del artículo 12, número 1, “in fine” mejoraría en la siguiente línea “departamentos jurídicos o de recursos humanos de las Administraciones Públicas, instituciones oficiales o empresas”. En el apartado número 2 de ese mismo precepto, el participio “desarrollada” debe concordar en singular con “parte de ellas”. Del mismo modo, el participio “propuesto” del artículo 16, número 2, b), debe ir en singular, al concordar con “un procurador”. Dentro del artículo 17 del Proyecto, su apartado número 2 debería referirse a “comunicada a cada aspirante” y, por lo que hace a su apartado número 5, debe utilizar en masculino el participio “certificado”, ya que concuerda con “el contenido”. En lo que se refiere al anexo del proyectado Real Decreto, debe darse a su primer párrafo una redacción que evite la reiteración con que emplea la preposición “para”. Por último, convendría efectuar un repaso a la puntuación del texto consultado, a fin de colmar las lagunas de que adolece y, por otro lado, de suprimir algunas comas innecesarias que en él figuran. - 56 - CONCLUSIÓN En mérito de lo expuesto, el Consejo de Estado es de dictamen: Que, una vez tenidas en cuenta las observaciones esenciales contenidas en las consideraciones sexta (artículo 2); séptima, C), números 2 (artículos 5, número 2, a) y c, y artículo 10, número 1), y 4 (artículos 5, números 2 y 3, y 6, número 2), y F (artículo 10, número 2), y décima (artículo 18) del presente dictamen y consideradas las restantes, puede V. E., conjuntamente con el Ministro de Educación, elevar a la aprobación del Consejo de Ministros el proyecto de Real Decreto a que se refiere el expediente ahora dictaminado.” V. E., no obstante, resolverá lo que estime más acertado. Madrid, 27 de enero de 2011 LA SECRETARIA GENERAL, EL PRESIDENTE, EXCMO. SR. MINISTRO DE JUSTICIA.