XXI Daba el reloj las doce… y eran doce golpes de azada en tierra

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XXI
Daba el reloj las doce… y eran doce
golpes de azada en tierra…
… ¡Mi hora! – grité -… El silencio
me respondió: - No temas:
tú no verás caer la última gota
que en la clepsidra tiembla.
Dormirás muchas horas todavía
sobre la orilla vieja,
y encontrarás una mañana pura
amarrada tu barca a otra ribera.
Antonio Machado,
Soledades, Galerías y otros poemas
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{1. LOCALIZACIÓN}
Estamos ante un poema de Antonio Machado, perteneciente a su libro
Soledades, galerías y otros poemas, publicado en 1907, edición corregida y
aumentada de su primer libro, Soledades (1902).
Antonio Machado es el gran poeta de la Generación del 98, entre cuyos
integrantes cabe destacar nombres como los de Unamuno, Pío Baroja o
Valle-Inclán. Precisamente éste último, junto con Machado, tuvieron unos
inicios literarios fuertemente influenciados por el Modernismo,
movimiento literario de principios del siglo XX que trajo consigo una
importante renovación estética para la poesía, al rechazar el prosaísmo y la
retórica hueca de la literatura anterior y buscar la exaltación de la belleza y
el arte a través, sobre todo, de un lenguaje cuidado y plagado de
neologismos, arcaísmos, extranjerismos, adjetivos ornamentales, recursos
fónicos como las aliteraciones y las onomatopeyas, imágenes, símbolos y
cualquier otro recurso expresivo caracteriza por su poder de sugerencia y
evocación y por su valor ornamental.
En este poema de Machado (y en el libro al que pertenece) podemos
apreciar ese cuidado por el lenguaje, no así la exuberancia modernista. El
Machado modernista es una Machado reflexivo, introspectivo, influenciado
todavía por el romanticismo melancólico de Bécquer y Rosalía de Castro.
Sus temas son la soledad, la melancolía, la desilusión y el paso del tiempo.
{2. TEMA}
Precisamente el paso del tiempo es uno de los temas de este poema,
aunque supeditado al tema principal: la muerte. El poeta presiente su
proximidad y la conciencia de su llegada es tan viva y aguda que provoca
que las campanadas del reloj se convierten en redoble funeral. Tiempo y
muerte, pues, aparecen fundidos
{3. ESTRUCTURA}
ya desde el principio mismo del poema, que se abre (sonoramente) con el
reloj que “daba (…) las doce… y eran doce/golpes de azada en tierra…”).
Tiempo, angustia y el diálogo con el silencio marcan la primera estrofa
del poema. En ella, es el silencio el que aplaca el temor del poeta y el que,
en la segunda estrofa, a modo de sentencia, anuncia el despertar a la otra
vida. Esto en cuanto a la estructura externa. Para la interna, pasamos al
análisis, nivel por nivel, de los elementos lingüísticos más relevantes, o, lo
que es lo mismo, al análisis de la forma y su relación con el contenido
(inseparables en cualquier obra literaria).
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{4. ANÁLISIS DE LA FORMA Y EL CONTENIDO}
{Nivel fónico}
Métricamente, destaca la rima asonante en los versos pares (quedan
sueltos los impares), todos heptasílabos excepto el último, endecasílabo y
coincidente con el final del poema y del viaje del poeta; la acción entonces
se remansa y aparece ya “amarrada tu barca a otra ribera” (probable
referencia al Leteo, el río que, en la mitología griega, cruzaban los muertos
para llegar al Hades, la otra vida, conducidos por el barquero Caronte).
Hasta ese momento, los puntos suspensivos, los signos de exclamación y el
encabalgamiento de los cuatro primeros versos retardan el desenlace,
potenciando la angustia del poeta (especialmente reseñable es el
encabalgamiento de los dos primeros versos, que casi hace que sintamos
los golpes de azada en la tierra).
{Nivel morfosintáctico}
Precisamente el encabalgamiento nos abre la puerta al plano
morfosintáctico, pues también se puede considerar un recurso perteneciente
a este nivel. Pero, como ya lo hemos comentado, nos centramos en otros
elementos.
Descartado un estudio de la sintaxis (por sencilla, en consonancia con la
sobriedad machadiana) y, de acuerdo con el tema del poema, debemos
fijarnos en los verbos, y en cómo Machado emplea con habilidad el cambio
de perspectiva temporal. El esquema de las formas verbales es el siguiente:
- Pretérito imperfecto: 2 (daba, era)
- Pretérito perfecto simple: 2 (grité, respondió)
- Futuro simple: 3 (verás, dormirás, encontrarás)
- Presente (valor durativo): 1 (tiembla)
- Imperativo: 1 (no temas)
La distribución entre los pasados frente al presente y al futuro es simple:
4 y 4 y constituye un recurso importante en la expresión de la
temporalidad. Por una parte el poeta nos sitúa en el pasado narrativo (daba,
era, grité, respondió) que provoca cierto efecto de tensión (junto con los
aspectos fónicos ya analizados), resuelto con el imperativo consolador del
silencio (“no temas”) y que nos traslada a un futuro (“verás”, “dormirás”,
“encontrarás”) todavía lejano, aunque inevitable (el adverbio “todavía”, en
el verso siete, ayuda a remarcar esa inevitabilidad: lo que no ha ocurrido
“todavía”, está por ocurrir indispensablemente). Es significativo que sea el
silencio (aquí personificado) quien responda: normalmente la muerte es una
presencia muda a la que se interroga sin jamás obtener respuesta alguna.
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{Nivel léxico-semántico}
Aunando el nivel morfológico con el léxico-semántico, observamos
cómo los sustantivos del poema se integran en tres campos semánticos:
a) Tiempo: reloj, hora, gota, clepsidra, horas, mañana
b) Muerte: golpes, azada, tierra, silencio
c) Río/La otra vida: orilla, barca, ribera
Todo el poema tiene un carácter simbólico: la odiosa presencia del reloj
se convierte en símbolo de la angustia existencial humana (otro tema muy
querido por Machado) y marca el compás con que avanzan los pasos de la
muerte (recordemos aquí, de nuevo, los encabalgamientos).
La orilla y la ribera aluden a la imagen del río que es la vida, lo que
conecta al poema con la tradición: “nuestras vidas son los ríos/que van a
dar en el mar/que es el morir”, que diría Manrique; además, ya hemos
comentado como en la mitología griega, para pasar al Hades, y por tanto a
la otra vida, había que cruzar un río, el Leteo. La imagen, por tanto, no es
nueva.
En fin, para terminar, no debemos olvidarnos de los adjetivos (pocos,
pero por ello aún más significativos). Los dos adjetivos pospuestos, “en la
orilla vieja” y “una mañana pura” están en relación de contraste, uno
temporal, otro intemporal. El epíteto “en la última gota” centra nuestra
atención en el final imprescindible, pero el determinante indefinido
“muchas horas” lo desplaza a un futuro alejado.
{5. CONCLUSIÓN}
Según Machado, el poema debía eternizar el fluir del tiempo, debía
crear una intemporalidad a través de lo temporal. El viaje debe retardarse,
la barca no debe llegar a la otra orilla. Pero todo viaje tiene un final: tal es
la realidad de la existencia humana. Para hacerlo patente, Machado se sirve
de distintos recursos: fónicos (el último verso endecasílabo, los puntos
suspensivos…), morfosintácticos (los encabalgamientos, el uso de las
formas verbales) e incluso léxico-semánticos (el silencio, personificado
para poder hablar con él; el reloj, la azada en la tierra, la barca, el despertar
en la otra orilla…). Un uso de los recursos que desmonta la aparente
simplicidad de su lenguaje poético y nos revela la hondura de un hombre
que sabía que se hacía camino al andar, y que éste era una senda que no se
podía volver a pisar.
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