Oordria, tierra de Hielo, Acero y Sangre. E n el lejano noroeste de Eylderia, más allá del infame Imperio Negro y de los reinos de los Altos Orcos existe una recóndita tierra repleta de altas montañas, profundos valles e inigualables fiordos. Un reino azotado por fríos vientos, que padece año tras año largos y gélidos inviernos. Un extenso territorio batido por las atronadoras y heladas aguas del Océano Solar. Una tierra lejana, indómita, mítica y salvaje conocida como Oordria. Hogar de los llamados Pueblos del Mar, los navegantes, descendientes directos de los Primeros Hombres que lo poblaron poco después del Segundo Amanecer de la Era de los Dioses. Una antigua tierra de grandes y fastuosos palacios de oro y madera, de gigantescos tótems de piedra que se alzan al cielo, de hidromiel, de heroicas historias narradas al calor del fuego, de inigualables embarcaciones hechas para cruzar los océanos y de minas del hierro más puro jamás conocido. Pero también un reino de feroces guerreros, luchas intestinas, milenarias costumbres ocultas, extraña y siniestra magia y fe absoluta en su divinizado héroe ancestral Oord, el Fundador, también llamado el Tuerto, o simplemente El Portador. Para todo Oordriano él era a partes iguales un hombre y un dios, un mito y un ejemplo. Aquel que guió a sus ancestros a través de las devastados eriales del Segundo Amanecer, hasta la tierra prometida, hasta las Montañas Aandeilh y allí levantó de la nada una nación. Fusionó una miríada de tribus en un mismo pueblo y gobernó con inigualable sabiduría durante diez generaciones. Pues bajo su mano lo imposible se hacía realidad, lo inverosímil certeza y sus deseos dogma. Oord El Portador del Poder Celestial, o también el Señor de la Lágrima de Asla abandonó finalmente y por causas naturales éste mundo. Su pueblo agradecido erigió en su nombre una monumental tumba al abrigo de sus amadas Montañas Aandeilh. Su lugar más sagrado desde entonces. Tras de sí no obstante el mito dejo un legado eterno sin igual: el Ojo de Oord. El Talismán mágico origen de su poder y futuro símbolo protector de toda Oordria, su regalo para las siguientes generaciones, el don de una tierra protegida frente al mal por siempre. Oord no tuvo descendientes y por ello no fundó una dinastía. Fueron sus cinco últimos consejeros, quizás los mejor preparados, los que tomaron el relevo en la forma que él mismo dispuso. Así nacieron las cinco familias y el deber de salvaguardar el Legado Celestial, el compromiso de proteger tal objeto a toda costa. Asignando su custodia y el derecho a usarlo juiciosamente de forma rotatoria. Así es como el Ojo cambiaría de manos, de familia, de forma cíclica, de lustro en lustro, en aras de un gobierno justo y duradero. Pero los sentimientos humanos a menudo ni son justos ni duraderos. Apenas un siglo después de la marcha de Oord su reino se tiñó de sangre de costa a costa. En un interminable conflicto por el poder, por la ambición, por el Legado. Las viejas leyes, el pacto con los ancestros, la responsabilidad del Legado… se ignoró. Poca a poco y a medida que éste pasaba de manos, a veces en menos de unos meses otra durante décadas todo terminó por cuestionarse. Hasta que finalmente a tales historias se las consideró un mito, una leyenda… Y entonces el Ojo dejó de brillar. Cesó su poder. Sin poder, sin magia el Ojo sólo era una joya más en el vasto tesoro de cualquier rey. Un objeto con más carga histórica que valor. Las guerras por él cesaron y la calma llegó a Oordria. Los grandes clanes, las grandes familias alcanzaron finalmente un acuerdo. El Ojo de Oord sería a partir de entonces el símbolo del Regente. Aquel que lo poseyera gobernaría sobre el resto durante un período de cinco años. Pero más de forma ceremonial que práctica. Y gobernaría por el derecho de la victoria, no en el campo de batalla sino en un desafío creado desde entonces. Un reto restringido a los campeones de cada familia: el campeonato del Hombre Pájaro. Una vez cada cinco años aquel que es digno y gana el gran desafío gana para su familia, para su clan el Ojo de Oord. Y con ello el derecho a ostentar la corona Oordriana frente al resto de clanes. Durante centurias el sistema garantizó la paz y aunque los conflictos nunca cesaron del todo jamás pusieron en peligro el país. Todas las familias tarde o temprano conquistaron el derecho a gobernar y con ello el privilegio a sentirse parte del país y de su historia. Un nuevo ciclo en el desafío del Hombre Pájaro concluye. Los elegidos de los clanes una vez más ya se han puesto en marcha. Su destino es la Ciudad Sagrada, a la sombra de la milenaria Tumba de Oord. Allí el mismísimo Señor de las Almas, el Gran Druida, juez del desafío espera su llegada. En su castillo de oro y madera, el llamado Portal de las Almas, los aspirantes probarán su destreza y valía o desaparecerán en él para siempre. En las incontables dimensiones que el Castillo Eterno esconde. Todo está preparado, todo está listo, el milenario desafía pronto empezará, sí Evianrhall lo permite claro…