El doble - Revista de la Universidad de México

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El doble
Bruno Estañol
SIGMUND FREUD, LO SINIESTRO Y EL DOBLE
El primero que habló de la extrañeza en un
texto literario fue Sigmund Freud.
En su artículo sobre “Lo Siniestro” analizó el cuento “El hombre de arena” de E.T.A.
Hoffmann y declaró que en este cuento el
elemento extraño era lo siniestro. Vale la pena
detenerse en sus reflexiones por el valor que
pueden tener para la literatura en general
y para la ficción en particular. Freud astutamente arguye que lo extraño no es algo que
ocurre fuera del contexto de la vida cotidiana,
sino que es aquello encontrado dentro de lo
familiar, de lo común de la vida. Refuta primero a H. Henscht quien comparó lo siniestro o extraño con lo insólito. Freud llamó
a esta sensación de extrañeza Unheimlich.
Lo familiar es Heimlich. Lo Unheimlich es lo
extraño que ocurre dentro de esta familiaridad. Otras lenguas como el inglés tienen
un nombre para esta sensación: uncanny.
Este último nombre tiene también una gran
riqueza connotativa. De hecho Freud encuentra varias palabras en francés, en latín
y en español que se refieren a lo extraño.
La palabra latina quizá más aproximada es
lo inquietante. La interpretación de Freud
es que la sensación de extrañeza ocurre porque despierta fantasmas inconcientes reprimidos desde la infancia. El escritor es una
persona que tiene acceso momentáneo al
inconsciente y puede traerlo a la conciencia. Puede quedar dañado o salir indemne
de este buceo interno. Si los cuentos del
doble pertenecen al género del terror es
acaso porque tienen esta cualidad. Quizás
uno de los fantasmas infantiles que mayor
relación tienen con el tema del doble es lo
que Freud llamó la novela familiar y que
vinculó al complejo de Edipo. El concepto de la novela familiar implica que el niño
o niña de alrededor de los seis o siete años
imagina que fue abandonado y recogido; que
sus verdaderos padres fueron otros y que él
o ella tiene padres distintos y por lo tanto
una identidad distinta. A veces piensa que
sus padres fueron personas de un mayor nivel
económico o cultural. Percibe a sus padres
como extraños y él mismo se siente diferente. Estos pensamientos y sentimientos
son reprimidos pero pueden volver en circunstancias propicias.
El tema del doble recupera estos sentimientos de la infancia largamente olvidados y bruscamente recuperados. Cuando
Edgar Allan Poe fue acusado injustamente
de copiar a E.T.A. Hoffmann, diciéndole
que el horror venía de Alemania, contestó que el horror venía del alma. Hay que
recordar que Poe sí fue un niño adoptado.
E.T.A . Hoffmann fue el hijo de un matrimonio desgraciado. Cuando contaba tres
años, el padre se separó de su pequeña familia y jamás volvió a ella.
En su artículo “Lo Siniestro”, de 1919,
Freud analiza después del sentimiento de
lo extraño y siniestro el problema del doble
como el tipo de relato que produce con
mayor intensidad la sensación de extrañeza. Menciona que Otto Rank escribió un
texto sobre el tema. Piensa que el tema da
para más y expone sus puntos de vista. Rank
analiza el tema del doble partiendo del relato de H.H. Ewers: Der Student von Prag
(El estudiante de Praga). El protagonista
de El estudiante de Praga ha prometido a su
novia que no matará a su adversario en un
duelo. Dirigiéndose al lugar en el cual debe
efectuarse el lance se encuentra con el doble,
quien le comunica que acaba de dar cuenta de su rival. Aquí el doble hace lo que
realmente uno quiere en contra de las convenciones sociales y de las propias ideas
conscientes. Este texto ha sido poco estudiado a lo largo de los años.
Freud empieza diciendo que él ha tenido pocas veces el sentimiento o sensación
de lo siniestro. Sin embargo, más adelante
se contradice y relata que en un viaje a Italia se perdió en una parte poco recomendable de la ciudad (zona de prostitutas) y
por más esfuerzos que hacía siempre regresaba al mismo lugar. Esta repetición le ocasionó un sentimiento de extrañeza muy
grande. Esta recurrencia de los temas es fundamental para la comprensión de la mente
humana. Oigamos la voz de Freud:
Dado el carácter siniestro del “doble” será
interesante considerar el efecto que nos produce la propia imagen cuando se nos presenta inesperada e inopinadamente. E. Mach
describe dos observaciones de esta clase en
Analyse der Empfindungen (Análisis de las
Sigmund Freud en 1885
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Freud con su hija Sophie
sensaciones). En una ocasión no fue pequeño su sobresalto al reconocer el propio rostro en la cara que veía; otra vez juzgó de
modo muy poco favorable a un presunto
extraño que montaba en el ómnibus que él
tomaba: ¿Pero qué maestrucho venido a menos es éste que sube aquí? Yo puedo narrar
una aventura análoga: Una vez estaba sentado, solo, en un compartimiento del coche
dormitorio, cuando, al abrirse por una sacudida del tren la puerta del lavabo contiguo,
vi entrar a un señor de cierta edad, envuelto
en su bata y cubierto con su gorra de viaje.
Supuse que se habría equivocado de puerta al abandonar el lavabo que daba a dos
compartimientos, de modo que me levanté
para informarlo de su error, pero me quedé
atónito al reconocer que el invasor no era
sino mi propia imagen reflejada en el espejo
que llevaba a la puerta de comunicación.
Aún recuerdo que el personaje me había
sido profundamente antipático. De modo
que en lugar de asustarnos ante la aparición del doble, ambos —tanto Mach como
yo— ni siquiera lo habíamos reconocido.
Pero ¿no será el desagrado que causó su presentación el resto de aquella reacción arcaica
de acuerdo con la cual se percibe al doble
como algo siniestro?
El texto de Freud sobre lo extraño es
extraño en sí mismo. Creo, no obstante, que
su texto sobre el doble sigue siendo insuperable. El tema del doble aparece tempranamente en la psique humana. Es antes que
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nada una defensa contra la muerte. El tema
es que dentro de nuestro cuerpo habita un
alma inmortal. El miedo a los muertos se
basa en esta creencia. Todavía están vivos
en algún lado. Por eso lo siniestro aparece en relación a los muertos y a la muerte.
Freud declara que otros temas siniestros
son: la ceguera, la omnipotencia del pensamiento, “los miembros separados, una
cabeza cortada, una mano desprendida del
brazo... pies que danzan solos... la epilepsia y la demencia”. Tales fenómenos aparecen en los sueños. “Nada tenemos que decir
de la soledad, del silencio y la oscuridad,
salvo que éstos son realmente los factores
con los cuales se vincula la angustia infantil.
Jamás extinguida totalmente en la mayoría de los seres”.
EL DOBLE, EL OTRO ¿EL MISMO?
A todos, en algún momento, se nos ha revelado que tenemos un doble. A veces lo
encontramos en el supermercado, en la escuela primaria, en el autobús de la ruta 95
de París, en el Hotel Hacienda, en el metro
de Londres, de regreso a la ciudad natal, en
el exilio, en la vejez al lado del río Charles.
Lo contemplamos la mayoría de las veces
con odio, otras con perplejidad y pocas
veces con felicidad o ternura. El otro puede
ser una alimaña persecutoria a quien tratamos de enterrar o puede ser aquél que
fuimos y odiamos, o el que nos gustaría haber sido, con aquellas virtudes que nadie
tiene. En otras ocasiones nos damos cuenta de que el otro tiene un doble: que la persona que creíamos que era no lo es más, o
inclusive que ha cambiado de un modo
sutil, física o mentalmente. A veces, el otro
es un retrato externo que se descompone
por la vida crapulosa. Casi siempre el doble
es malo aunque puede ser uno mismo de
joven, más guapo o inteligente con las oportunidades que uno no tuvo.
Los escritores con frecuencia tienen varios dobles. La mayoría hacen cosas que
no puede hacer el escritor en la vida cotidiana dedicada a trabajar, copular, hacer
política y amistades. De hecho la escritura
es un ejercicio de doblez; el que se sienta
frente a la máquina de escribir o la computadora es otro. Vamos por la vida con un
doble adentro y a veces también con uno
afuera. La narración con sus diferentes puntos de vista es un magnífico ejercicio de enmascaramiento. El otro es una máscara y al
mismo tiempo uno también es una máscara.
No se sabe quién inventó el tema del
doble, del sosia, del doppelgänger como ejercicio literario. Hay escritores que han escrito
varios cuentos del doble. E.T.A. Hoffmann
es uno de ellos. Edgar Allan Poe, Borges,
Cortázar, son otros. La mayoría de los autores han escrito un solo cuento con el tema. El
tema del doble ha fatigado la narrativa. Los
cuentos con el tema del doble enardecen la
imaginación de los lectores. Existen también
muchas novelas del doble; El doctor Jekyll y
el señor Hyde de Robert Louis Stevenson, Los
elíxires del diablo de E.T.A. Hoffmann, El
retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde, El doble de Fyodor Dostoievski, La esquina feliz
de Henry James, así como muchas películas.
El caso de Stevenson es de interés porque
él mismo ha declarado que soñó el relato y,
en este caso, la elaboración inconsciente es
más patente. En algunas ocasiones la figura del doble está velada o disfrazada por el
autor de tal manera que no reconocemos su
verdadero carácter. Sin embargo, la mayoría de las historias sobre el doble pertenecen a las novelas cortas o cuentos cortos. De
alguna manera los cuentos se prestan mejor
a la figura del doble. Algunos cuentos memorables donde aparece el doble son:
1. “William Wilson” (Edgar A. Poe)
2. “El horla” (G. de Maupassant)
3. “Una flor amarilla” (J. Cortázar)
4. “El rincón feliz” (H. James)
5. “Ligeia” (Edgar A. Poe)
6. “La burbuja y otras noticias del
futuro” (Rafael Pérez Gay)
7. “El doctor Jekyll y el señor Hyde”
(R.L. Stevenson)
8. “Un suceso sobre el río Creek” (Ambrose Bierce)
9. “Aura” (Carlos Fuentes)
10. “Muñecas rotas” (H. Lara Zavala)
11. “Continuidad de los parques” (J.
Cortázar)
12. “Borges y yo” (J.L. Borges)
Obviamente existen otros muchos cuentos y relatos en los cuales el tema del doble
aparece ya en forma principal o tangencial.
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He comprobado que la mayoría de los escritores que conozco recuerdan perfectamente bien los cuentos con el tema del doble
y no así los cuentos con otros temas. ¿Cuál
es la razón de esta preferencia? ¿Por qué el
tema del doble ha sido preferido por autores y lectores a lo largo del tiempo? En última instancia me pregunto a mí mismo por
qué el tema del doble ha sido de interés infatigable para mí. ¿Es que toca un tema
universal? ¿Es el doble un verdadero fantasma de todos los seres humanos? La lectura y la relectura de estos cuentos me ha
planteado diversas preguntas como se las
ha planteado a otros. Sospecho que toca el
corazón de la elección del tema en la narrativa. La apabullante conclusión es que los
cuentos del doble tocan una fibra sensible
de todos los seres humanos; en estos cuentos uno siempre encuentra algo de uno mismo. ¿Tenemos todos un doble?
Poe tenía razón cuando decía que un
cuento debía ser calculado para causar
un efecto. Este efecto puede ser, de ansiedad, de terror, de extrañeza, de felicidad.
La extrañeza es quizás el efecto más impactante que puede ocasionar una narración.
Harold Bloom considera que la extrañeza
es el carácter más importante que una narrativa puede tener. ¿Por qué? Los cuentos del
doble no se perciben como inverosímiles.
No apelan a la suspensión temporal de la
incredulidad (temporal suspension of disbelief de Coleridge) que es la principal característica de los cuentos fantásticos. Creo,
de hecho, que son un género propio aunque muy cercanos a los cuentos de terror.
La idea de que existe un doble puede considerarse, en pocas ocasiones, como una idea
delirante o delusoria. De hecho existen dos
síndromes mentales en que el tema del doble aparece como un delirio: el síndrome
de Capgras, en el que el individuo delirante piensa que han cambiado al ser querido
y el actual, el que está viendo, es un impostor o usurpador, y el síndrome de Fregoli,
donde existe la idea delusoria de que una
sola persona tiene muchas apariencias. Este
último síndrome es nombrado en base al
transformista italiano de principios del siglo XX, Leopoldo Fregoli, quien se cambiaba de ropa y de carácter con una velocidad
vertiginosa. Joseph Capgras describió su
síndrome en 1927 y en forma muy apta lo
llamó: l’illusion des sosies (la ilusión de los
dobles). Es posible que Guy de Maupassant haya tenido uno de estos síndromes.
El doble puede aparecer sin hacer nada,
como en “El rincón feliz” de Henry James, o
puede dialogar tranquilamente con nosotros
como en “Borges y yo”, o actuar malignamente como Mr. Hyde o William Wilson.
El talento no tiene nada que ver con nuestra
salud mental. Uno puede ser sano, neurótico o psicótico y producir una obra de
valor. “El horla” fue probablemente escrito
cuando Guy de Maupassant ya tenía sífilis
cerebral pero eso no le resta un céntimo de
mérito.
EL DOBLE EN LA LITERATURA
El doble puede ser el que encarne todo lo
malo que tenemos dentro de nosotros y que
no podemos aceptar. El doble puede ser el
que encarne todo lo bueno que tenemos
dentro de nosotros y no podemos aceptar.
Éste es el tema de William Wilson y también del doctor Jekyll y Mr. Hyde. Es quizá
también el caso de El retrato de Dorian Gray
y “El horla”. El doble es terrible en su persecución. No da tregua ni respiro. El doble
de Borges es el reconocimiento humilde
que ha ido por la vida con una máscara. El
doble de “Una flor amarilla” es el mismo
Cortázar pero más joven y pleno de posibilidades. El doble de “El rincón feliz”, es
el propio Henry James de joven y aquél
que hubiera sido si no hubiera emigrado a
Inglaterra. Es el mismo narrador que se ha
quedado en Nueva York y pudo haber vivido una vida diferente de la que vivió en
Londres. También el doble de Rafael Pérez
Gay es el mismo pero más joven. Ahí el tema
se invierte: el doble de mayor edad considera su vida echada a perder por la inevitabilidad de la vida cotidiana. En otros cuentos
el doble no es el doble del narrador sino el
doble del otro. Una mujer aparece duplicada: una joven y una vieja son una y la misma,
como en Aura, una mujer odiada se convierte en la mujer querida como en “Ligeia”, un
amigo que no se ha visto en mucho tiempo
se ha convertido en un hombre diferente
como en “Visita a la tumba” de Edgar Allan
Poe. En “Un suceso sobre el río Creek”,
Ambrose Bierce, deja a su personaje vivir
intensamente, desdoblado, unos segundos
antes de morir. Lara Zavala deja vivir a su
doble innominado, lastimado, por los laberintos del metro de un Londres siniestro
que recuerda al de Thomas de Quincey.
¿Tendrá Dios un doble?
Freud con Anna en el otoño de 1928
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