Carta a Niike [Fuente: Los escritos de Nichiren Daishonin, Tokio, Soka Gakkai, 2008, págs. 1071-1078.] ¡Qué alegría es para nosotros haber nacido en el Último Día de la Ley y estar compartiendo la propagación del Sutra del loto! ¡Qué desventurados son aquellos que, aun habiendo nacido en esta época, no pueden creer en este sutra! Nadie puede escapar de la muerte una vez que ha nacido como ser humano; entonces, ¿por qué no practica a fin de prepararse para su próxima existencia? Cuando observo lo que hacen las personas, comprendo que aunque profesan la fe en el Sutra del loto y aferran los rollos de sus textos, actúan contra el propósito del sutra y, por lo tanto, se condenan a los malos caminos. Por dar un ejemplo, el ser humano posee cinco órganos internos,1 pero basta con que uno sólo se enferme para que transmita el desarreglo a los demás y, con el tiempo, lleven a la persona a la muerte. El gran maestro Dengyo señala que aunque los hombres ensalzan el Sutra del loto, destruyen su corazón.2 Quiere decir que, aunque la gente abrace, lea y elogie el Sutra del loto, si contradice su propósito, está destruyendo no sólo al buda Shakyamuni, sino a todos los budas de las diez direcciones. Nuestras faltas mundanas y nuestro karma negativo podrán ser tan altos como el monte Sumeru, pero cuando creemos en este sutra, todos ellos se desvanecen como la escarcha o el rocío bajo el sol del Sutra del loto. No obstante, si uno comete tan sólo una o dos de las catorce acciones contra la Ley expuestas en este sutra, sus faltas resultarán extremadamente difíciles de erradicar. Matar a un solo buda sería un acto muchísimo más grave que destruir a todos los seres animados del gran sistema planetario; quebrantar el propósito del sutra sería cometer la falta de quitar la vida a todos los budas de las diez direcciones. El que incurre en cualquiera de estas catorce acciones es una persona que denigra la Ley. El infierno es una temible morada de fuego; el reino de las entidades hambrientas es un lastimoso lugar donde estas, impulsadas por el hambre extremo y la sed, devoran a sus propios hijos. El ámbito de los asuras está marcado por el conflicto, y el de los animales, por el principio de matar o dejarse morir. El infierno del loto es tan intenso en ese lugar, que uno se dobla hasta que se le parte la espalda, y la carne sanguinolenta asoma como una roja flor de loto. Y el infierno del gran loto carmesí es incluso más horripilante. Cuando uno cae en un estado maligno como este, hasta el hecho de ser gobernante o general pierde toda trascendencia. Torturado por los guardianes del infierno, uno se siente como un mono amaestrado. En una situación así, ¿de qué podrían servirle la fama o la riqueza? ¿Acaso podría seguir siendo arrogante o persistir en sus ideas erróneas? ¡Deténgase a reflexionar! ¡Qué extraordinaria es la fe que nos motiva a hacer ofrendas al sacerdote que conoce el corazón del Sutra del loto! Quien lo haga, aunque sea una sola vez, no caerá en los malos caminos. Mayores aún serán los beneficios de entregar diez o veinte contribuciones, o de ofrendar a lo largo de cinco años, una década o toda una vida. Ni siquiera se los podría calcular usando la sabiduría del Buda. Este enseñó que los beneficios de hacer una sola ofrenda al devoto de este sutra son cien, mil, diez mil, millones de veces mayores que los de ofrendar incontables tesoros al buda Shakyamuni durante ochenta millones de kalpas. El que conozca este sutra rebosará de felicidad y derramará lágrimas de dicha. Saldar la deuda de gratitud que uno tiene con el buda Shakyamuni parece algo imposible, pero gracias a los frecuentes obsequios que usted me hace llegar a lo profundo de esta montaña, podrá retribuir la benevolente gentileza del Sutra del loto y del buda Shakyamuni. Esfuércese más aún en la fe, y nunca sea negligente. Todas las personas parecen ser sinceras cuando recién empiezan a creer en el Sutra del loto; pero a medida que pasa el tiempo, su devoción tiende a menguar; dejan de respetar al sacerdote o de hacerle ofrendas, se tornan arrogantes y comienzan a albergar ideas distorsionadas. Y esto, sí, es algo temible. Sea diligente y fortalezca su fe hasta el último momento de su vida. De otro modo, terminará lamentándolo. Por ejemplo, el viaje de Kamakura a Kioto lleva doce días. Si usted viaja hasta el undécimo y se detiene cuando sólo resta una jornada, ¿cómo podrá admirar la luna sobre la capital? En cualquier circunstancia, manténgase cerca del sacerdote que conoce el corazón del Sutra del loto, siga aprendiendo de él los principios del budismo y continúa avanzando por el camino de la fe. ¡Los días pasan tan deprisa! Nos hacen comprender cuán pocos son los años que nos quedan… En las mañanas primaverales los amigos se reúnen a admirar las flores de cerezo y, luego, desaparecen como pétalos mecidos por el viento de la transitoriedad, sin dejar más que sus nombres. Aunque la brisa disperse los capullos, cuando llegue la próxima primavera los cerezos volverán a florecer. Pero esas personas ¿cuándo renacerán? Los compañeros con quienes solíamos deleitarnos en las noches de otoño componiendo poemas a la luna, tampoco están; se han ido como ella, tras las nubes fugaces, sin dejar en nuestro corazón más que sus mudas imágenes. Aunque la luna se haya ocultado tras las montañas del oeste, el próximo otoño volveremos a componer poemas bajo su luz. ¿Pero dónde estarán los compañeros fallecidos? Aunque el tigre de la muerte3 se acerque rugiendo, nosotros no lo oímos y, por eso, no llegamos a asustarnos ante su proximidad. ¿Cuántos días más les quedan a las ovejas condenadas al sacrificio? En lo profundo de las Montañas Nevadas vive un pájaro conocido como el ―av e atormentada por el frío‖; cuando tirita y tiembla, jura que a la mañana siguiente construirá un nido. Pero cuando raya el ala, desperdicia las horas dormitando bajo la tibia luz del son sin fabricar jamás su morada. Y así se pasa la vida entera clamando en vano. Lo mismo ocurre con las personas: cuando caen en el estado de infierno y se asfixian entre las llamas, ansían renacer como seres humanos y juran hacer a un lado todo lo demás, consagrarse a los tres tesoros y lograr la iluminación en su próxima existencia. Pero aun en las raras ocasiones en que llegan a renacer con forma humana, se dejan embestir violentamente por los vientos de la fama y de la riqueza, y la lámpara de su práctica budista se apaga con facilidad. Sin reparos, dilapidan su fortuna en asuntos triviales, pero escatiman la más pequeña contribución al Buda, a la Ley y a la Orden budista. Y esto es algo muy serio, pues los lleva a caer en poder de los mensajeros infernales. Este es el significado de la expresión ―elbien de a gotas, y el mal de a mares‖.4 Además, ya que este país es una tierra cuyos habitantes denigran la enseñanza correcta, las deidades benevolentes que deberían estar protegiendo la nación se han visto privadas del sabor de la Ley, y por eso han tenido que ascender a los cielos dejando sus santuarios vacíos. De estos santuarios abandonados se apoderaron las funciones demoníacas, que hoy confunden a los creyentes. El Buda, habiendo finalizado su prédica, regresó a la Tierra de la Luz Tranquila. Los recintos y pagodas, los templos y santuarios abandonados se convirtieron en morada de los demonios. Estas imponentes estructuras se erigen en largas filas construidas a expensas del Estado y con el trabajo forzado impuesto a la población. Y no se trata sólo de mi opinión personal: es lo que dicen los sutras, así que usted bien haría en aplicarse a su estudio. Ni los budas ni las deidades aceptarían jamás contribuciones de aquellos que denigran la enseñanza correcta. ¿Cómo, entonces, podríamos aceptarlas nosotros, los seres humanos? La deidad del Santuario de Kasuga 5 proclamó mediante un oráculo que no recibiría nada de personas de corazón impuro, aunque tuviera que comer las llamas del cobre ardiente; que rehusaría poner un pie en el hogar de estas personas, aunque tuviera que sentarse sobre cobre al rojo vivo; que preferiría presentarse en una choza miserable con la entrada cubierta de malezas o en una casa de precario tejado. Declaró que jamás visitaría a personas desprovistas de fe, aunque para darle la bienvenida colgaran festones sagrados durante mil días; que preferiría, en cambio, ir a un hogar cuyos moradores tuvieran inclinación a la fe, aunque estuviesen velando a alguno de sus padres. Las deidades benevolentes, deplorando que el país estuviera invadido de personas detractoras de la Ley, han abandonado la nación y han ascendido a los cielos. ―Pe rsonas de corazón impuro‖ se refiere a aquellos que rehúsan creer en el Sutra del loto, tal como señala el quinto volumen del sutra. Si las mismísimas deidades consideran que las ofrendas de los que actúan contra la Ley son más abominables que las llamas del cobre ardiente, ¿por qué deberíamos aceptarlas nosotros, los seres humanos? Si alguien quisiera matar a nuestros padres y luego nos ofreciera un regalo, ¿habría forma de que lo aceptáramos? Ni siquiera los sabios o venerables podrían evitar el infierno del sufrimiento incesante si aceptaran ofrendas de aquellos que denigran la Ley. Tampoco usted debería relacionarse con estas personas: si lo hace, compartirá la misma culpa que les cabe a ellos. Y esto, sobre todas las cosas, es a lo que más debería temer. El buda Shakyamuni es el maestro, el soberano y el padre de todos los demás budas y deidades, de toda la congregación de seres humanos y de seres celestiales, y de todos los seres vivos. ¿Cómo podrían regocijarse los dioses celestiales y las deidades benevolentes si alguien matara al Buda? Hoy, todo el pueblo de nuestro país ha demostrado ser enemigo del buda Shakyamuni, pero los que sienten la peor enemistad, más que las mujeres y los hombres laicos, son los sacerdotes de sabiduría perversa y de corazón distorsionado. Hay dos clases de sabiduría: la correcta y la perversa. Por instruida que pueda parecer una persona, si sus aseveraciones son desviadas no le preste oídos. Tampoco siga a los sacerdotes tan sólo porque se los considere honorables o porque gocen de una posición encumbrada. Pero si una persona, en virtud de su sabiduría, conoce el verdadero significado del Sutra del loto, respétela y entréguele ofrendas como si fuera El Que Así Llega viviente, aunque su aspecto exterior sea de gran humildad. Es lo que está escrito en el sutra.6 Por eso el gran maestro Dengyo dice que los hombres y mujeres que creen en este sutra, aunque no tengan sabiduría o transgredan los preceptos, deberían sentarse más arriba que los sacerdotes que observan los doscientos cincuenta preceptos de las enseñanzas del Hinayana, y jamás ocupar un asiento ubicado en posición más humilde, y que esto es mucho más cierto aún en el caso de los sacerdotes de este sutra del Mahayana. El sacerdote Ryokan, del templo Gokuraku-ji, es tratado como si fuera El Que Así Llega viviente, pero los hombres y mujeres que creen en el Sutra del loto deberían sentarse mucho más arriba que él. Parece extraordinario que este Ryokan, que observa los doscientos cincuenta preceptos, se enfurezca conmigo y me lance miradas coléricas cada vez que me ve. Este hombre erudito se ha dejado poseer por una función demoníaca. Es como el caso de una persona habitualmente moderada que, bajo los erectos del alcohol, revela su naturaleza maligna y ocasiona problemas. Antes de predicar el Sutra del loto, el Buda enseñó que los que dieran ofrendas a Mahakashyapa, Shariputra, Maudgalyayana [y Subhuti] caerían en los tres malos caminos. Dijo que la mente de estas personas que escuchaban la voz era inferior a la de un perro o un zorro. Estos cuatro discípulos mantenían a rajatabla los doscientos cincuenta preceptos, y su acatamiento a las tres mil reglas de conducta era tan perfecto como la luna llena en la decimoquinta noche. Sin embargo, el Buda los censuró con acritud hasta que abrazaron el Sutra del loto. ¡Cuánto más debería aplicarse esta actitud a los sacerdotes actuales, inferiores a aquellos discípulos! Los sacerdotes de los templos Kencho-ji y Engaku-jji 7 violan el código de ceremonias y los preceptos de manera tan flagrante que parecen los escombros que deja una montaña al desmoronarse. La vulgaridad de su comportamiento recuerda la de los monos. Es completamente inútil buscar la salvación en la próxima existencia dándoles ofrendas a estos prelados. Las deidades benevolentes que se ocupan de brindar protección, sin duda, han abandonado nuestro país. Hace mucho tiempo, las deidades celestiales y las deidades benevolentes, los bodhisattvas y los que escuchan la voz juraron al unísono, en presencia del buda Shakyamuni, que si llegaba a haber una tierra hostil al Sutra del loto, ellos aparecerían transfigurados en escarcha y granizo, y azotarían esa tierra en el sexto mes para sumir en el hambre a la población; o se convertirían en insectos para devorar las cinco clases de granos,8 o causarían sequías e inundaciones para estropear los campos y granjas; o se comportarían como vientos feroces y soplarían hasta aniquilar a la gente, o se transformarían en demonios para hacer sufrir a los habitantes. El gran bodhisattva Hachiman se contaba entre los presentes. ¿Acaso no teme quebrantar el juramento que hizo en el Pico del Águila? Si llegara a olvidar su promesa, sin falta se condenaría al infierno del sufrimiento incesante, una perspectiva tan atroz como temible. Mientras el enviado del Buda todavía no había aparecido en este mundo para propagar el Sutra del loto, los gobernantes de la tierra no eran hostiles a dicha enseñanza pues veneraban todos los sutras por igual. Pero ahora que estoy propagando el Sutra del loto como enviado del Buda, todos, desde el Regente hasta la gente común, se han convertido en personas que denigran la enseñanza correcta. Hasta ahora, Hachiman ha hecho todo lo posible por impedir que la hospitalidad hacia el Sutra del loto se extienda entre la población de este país, reacio a abandonarlo como un padre se niega a abandonar a su único hijo, aunque este sea desleal. Pero hoy, temeroso de quebrantar el juramento que hizo en el Pico del Águila, ha reducido su santuario a cenizas para ascender a los cielos. Aun así, si hubiera un devoto del Sutra del loto dispuesto a dar la vida y el cuerpo por la enseñanza, Hachiman viviría sobre su cabeza. Pero ya que tanto la Diosa del Sol como el gran bodhisattva Hachiman se han ido, ¿de qué manera podrían las otras deidades permanecer en sus santuarios? Aunque no quisieran marcharse, ¿cómo podrían quedarse un solo día, habiéndoles yo reprochado el incumplimiento de la promesa que hicieron en el Pico del Águila? Un ladrón puede vivir libremente donde quiera mientras nadie sepa que lo es. Pero en cuanto algún conocido lo denuncie, tendrá que abandonar en contra de su voluntad el lugar donde vive. De la misma forma, dado que yo conozco su juramento, las deidades se ven obligadas a abandonar sus santuarios. Al contrario de lo que sostiene la creencia popular, este país ha sido poblado por demonios malignos. ¡Qué lamentable! Muchos han divulgado las diversas enseñanzas expuestas por el Buda a lo largo de su vida, pero hasta ahora, nadie, ni siquiera T’ien-t’ai o Dengyo, ha enseñado la más importante de todas.9 Y así debe ser, pues esa enseñanza se difunde a partir del advenimiento del bodhisattva Prácticas Superiores, en el primer período de quinientos años del Último Día de la Ley. Pase lo que pase, siempre mantenga una fe firme y constante en el Sutra del loto. Entonces, en el último instante de su vida, será recibido por mil budas, que lo llevarán rápidamente a la tierra pura del Pico del Águila, donde experimentará la alegría ilimitada de la Ley. Pero si su fe se debilita y usted no consigue manifestar la Budeidad en esta existencia, no me lo reproche a mí. Pues en tal caso, será como el paciente que rehúsa el buen medicamento prescrito por su médico y, en cambio, escoge tomar veneno. Por supuesto, no se cura, pero en ningún momento se le ocurre que es su propia responsabilidad y, en cambio, piensa que es culpa del facultativo. La fe en este sutra significa que usted, con toda certeza, manifestará la Budeidad si es fiel a la totalidad del Sutra del loto y si adhiere a sus enseñanzas con exactitud, sin agregarles ninguna idea de su propia cosecha y sin seguir las interpretaciones arbitrarias de los demás. Llegar a ser un buda no es nada extraordinario. Si usted entona Nam-myoho-renge-kyo con todo su corazón, naturalmente se verá dotado de los treinta y dos rasgos distintivos del Buda y de sus ochenta características. Como dice el sutra, ―conla esperanza de hacer que todas las personas fuesen iguales a mí, sin que hubiese distinción alguna entre nosotros‖; 10 de esa manera usted puede, sin dificultad, ser un buda tan noble como Shakyamuni. El huevo de un ave no contiene más que líquido, pero este, por sí mismo, va desarrollando un pico, dos ojos y todas las demás partes que forman un ave, hasta ser un pájaro capaz de surcar el firmamento. Nosotros también somos los lastimosos huevos de la ignorancia, pero cuando nos nutre la recitación de Nam-myoho-renge-kyo, que es como la tibieza de la hembra que empolla, desarrollamos el pico de los treinta y dos rasgos y las plumas de las ochenta características; entonces, somos libres de volar por el cielo del verdadero aspecto de todos los fenómenos, y de la realidad de todas las cosas. A esto se refiere el pasaje del sutra cuya esencia dice: ― Todas las personas viven en el cascarón de la ignorancia sin tener el pico de la sabiduría. Así como el pájaro hembra regresa al nido, el Buda retorna a este mundo –la tierra donde venerables y mortales comunes viven juntos, y los últimos sobrellevan la trasmigración con diferencias y limitaciones— 11 y rompe el cascarón de la ignorancia para que todas las personas, como pichones, abandonen el nido y surquen el cielo de la naturaleza esencial de los fenómenos y de la realidad de todas las cosas‖.12 La expresión ―con ocimiento sin fe‖ se aplica a los que tienen conocimientos sobre las doctrinas budistas pero prescinden de la fe. Estas personas jamás manifestarán la Budeidad. Los que poseen ―f e sin conocimientos‖ podrán no saber mucho, pero como cultivan la fe, manifestarán la Budeidad. Y no se trata sólo de mi propia opinión: está dicho claramente en el Sutra del loto. En el segundo volumen, el Buda dice: ―H asta tú, Shariputra, en lo que respecta a este sutra, sólo has podido obtener el acceso a través de la fe y no gracias a la sabiduría que poseías‖.13 Esto muestra que aun Shariputra, el más excelso en sabiduría, pudo manifestar la Budeidad sólo cuando abrazó este sutra y creyó en él con fe firme, y que no fue su sabiduría lo que le permitió, por sí sola, llegar a ser un buda. Si Shariputra no pudo manifestar la Budeidad a través de su sabiduría, ¿cómo nosotros, gente común con un limitado conocimiento de las doctrinas, pretendemos siquiera soñar con manifestar la Budeidad cuando no tenemos fe? El Buda explica que, en el Último Día, la gente se comportará con soberbia aun cuando su conocimiento de las doctrinas sea insignificante, y que faltará al respeto a los sacerdotes, será negligente con respecto a la ley y, por todo esto, caerá en los malos caminos. Si uno comprende de verdad las enseñanzas budistas, debe ponerlo de manifiesto en su respeto a los sacerdotes, en su reverencia a la Ley y en sus ofrendas al Buda. El buda Shakyamuni ya no está entre nosotros, de modo que debe respetar al maestro de sabiduría iluminada como si fuera el mismísimo Buda. Si lo hace, ¿podría no recibir beneficios? Si uno ansía la felicidad en su próxima existencia, debe renunciar a su deseo de fama y fortuna, y respetar al sacerdote que enseña el Sutra del loto como si fuese El Que Así Llega viviente, por humilde que parezca. Es lo que está escrito en el sutra. Hoy, la escuela Zen suele actuar en forma opuesta al dictado de las cinco virtudes constantes –benevolencia, rectitud, decoro, sabiduría y buena fe—. Honrar a la gente sabia y virtuosa, respetar a os mayores y proteger a los jóvenes son actos universalmente reconocidos como dignos del comportamiento humano, tanto en las escrituras budistas como en los textos no budistas. Pero los sacerdotes de la escuela zen, hasta ayer o anteayer, no eran más que una chusma inculta, incapaz de distinguir lo blanco de lo negro. Ahora que usan túnicas sacerdotales, se han vuelto tan engreídos que desprecian a los sacerdotes ilustres y virtuosos de las escuelas Tendai y Palabra Verdadera. No observan los modales apropiados y se creen por encima de todos los demás; es tan grande su insolencia que hasta los animales se comportan mejor. El gran maestro Dengyo señala que la nutria expresa su respeto ofrendando al pez que ha capturado,14 el cuervo en el bosque lleva alimento a sus padres y abuelos, la paloma tiene el cuidado de posarse tres ramas más abajo que su padre, los gansos mantienen una formación perfecta cuando vuelan en bandada, y los corderos se arrodillan para beber la leche de su madre. Y se pregunta: si los animales inferiores se conducen con semejante decoro, ¿cómo puede ser que los hombres muestren tanta falta de civilidad? A juzgar por las palabras de Dengyo, es natural que los sacerdotes de la escuela Zen estén confundidos con respecto al budismo, si ignoran incluso cómo debe comportarse un ser humano; actúan como Papiyas, el demonio celestial. Comprenda claramente lo que le he enseñado aquí y mantenga su práctica sin negligencia, creyendo con actitud respetuosa en este único sutra compuesto de ocho volúmenes y veintiocho capítulos. Cuando ansíe verme, ore al sol todos los días, y una vez pro día mi imagen se reflejará allí. Pida al sacerdote que es mi mensajero que le lea esta carta. Confíe en él como maestro de sabiduría iluminada, y pregúntele todo lo que quiera saber acerca de las doctrinas. Si usted no pregunta hasta resolver sus dudas, tampoco podrá disipar las negras nubes de la ilusión, así como no es posible viajar mil millas sin piernas. Haga que él le lea esta carta una y otra vez, y escuche con suma atención. Voy a concluir aquí, esperando el momento de poder hablar con usted durante nuestro próximo encuentro. Respetuosamente, Nichiren En el segundo mes, tercer año de Koan (1280). A Niike Antecedentes Nichiren Daishonin escribió esta carta el segundo mes de 1280 a Niike Saemon-no-jo, funcionario del gobierno de Kamakura. Niike era oriundo de la aldea del mismo nombre situada en el distrito Iwata de la provincia de Totomi. Él y su esposa se habían convertido a las enseñanzas del Daishonin por intermedio de Nikko Shonin, y, a pesar de las presiones del gobierno, ambos mantenían una fe firme. En primer lugar, Nichiren Daishonin dice a Niike que haber nacido en el Último Día de la Ley con la misión de propagar la enseñanza correcta del budismo en todo el mundo es una buena fortuna indescriptible. Pero justamente por eso, sería un gran despropósito profesar la fe en el Sutra del loto y al mismo tiempo actuar contra la Ley. La consecuencia sería descender a algún mal camino de la existencia, sea cual fuere la posición social o el lugar que uno ocupe. Mediante el ejemplo del ave atormentada por el frío, el Daishonin advierte a sus creyentes que jamás deben caer en la negligencia ni ser tentados por la fama o la fortuna. Después de mencionar el deplorable estado del país y la decadencia de los sacerdotes budistas, define el propósito del devoto del Sutra del loto comparando a la persona común con un huevo. Así como el fluido de un huevo se desarrolla hasta convertirse en un ave, en la vida humana existe el potencial de la iluminación. Por último, dice que la clave para lograr la iluminación es la fe en el Gohonzon. Notas 1 2 3 4 5 6 7 El hígado, los pulmones, el corazón, los riñones y el bazo. Principios sobresalientes del “Sutra del loto”. La imagen del ― tigre de la muerte‖ deriva de un pasaje del Tratado sobre la gran perfección de la sabiduría, según el cual las ovejas llegan a pasar hambre por miedo al tigre feroz, aun cuando la hierba a su alrededor sea tierna y el agua tenga dulce sabor. Aquí, la palabra japonesa ma, ― demonio‖, se ha traducido como ― mal‖ para que el texto sea más claro. En este caso, se refiere a aquello que obstruye el gran bien. Importante santuario de Nara relacionado con la familia Fujiwara. El capítulo ― Maestro de la Ley‖ refiere: ― En el mundo corrupto posterior a mi extinción, debéis unir las palmas de vuestras manos en reverencia ante aquellos que puedan abrazar este sutra, y darles ofrendas como haríais con el Honrado por el Mundo‖. Dos de los cinco templos principales de la escuela Zen en Kamakura. El Kencho-ji fue 8 9 10 11 12 13 14 fundado por el regente Hojo Tokiyori en 1253, y el Engaku-ji, por el regente Hojo Tokimune en 1278. Trigo, arroz, frijoles y dos clases de mijo. Al mismo tiempo, es un término genérico que se aplica a todos los granos y cereales, y con este último significado se emplea en el texto. ― La más importante de todas‖ se refiere a la enseñanza que Shakyamuni transfirió al bodhisattva Prácticas Superiores en el capítulo ― Poderes sobrenaturales‖ del Sutra del loto y que, en el capítulo ―R ey de la Medicina‖ definió como la Ley que aparecería en el último período de quinientos años posterior a su muerte. Sutra del loto, cap. 2. Eso se refiere a la transmigración de los seres no iluminados por los seis caminos. Se dice que los seres vivos experimentan reiteradamente el ciclo del nacimiento en los seis estados más bajos, caracterizados por la ilusión, con existencias de duración limitada y con formas físicas distintas, de acuerdo con el karma que cada uno posee. Se desconoce la fuente. Sutra del loto, cap. 3. Los chinos creían que cuando la nutria dejaba parte de un pez sin comer, era porque deseaba hacer una ofrenda religiosa con los restos. La historia aparece en el Libro de los ritos, perteneciente a la tradición confuciana.