Universidad P. Comillas 57 Lectura orante de la Biblia LECTURA ORANTE DEL EVANGELIO DE LUCAS Lc 23,47-53 48 Y toda la gente que había asistido al espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba dándose golpes de pecho. 49 Todos los conocidos de Jesús estaban a distancia, igual que las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, presenciando todo esto. 50 Un hombre llamado José, miembro del tribunal supremo, hombre bueno y justo, 51 de Arimatea, ciudad de Judea, el cual no estaba de acuerdo con las actuaciones del tribunal y que esperaba el reino de Dios, 52 se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. 53 Lo bajó de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo puso en un sepulcro excavado en la roca, en el que todavía no había sido puesto nadie. 54 Era el día de la preparación de la pascua, y rayaba ya el sábado. 55 Las mujeres que habían acompañado a Jesús desde Galilea lo siguieron de cerca y vieron el sepulcro y cómo fue colocado su cuerpo; 56 regresaron y prepararon aromas y ungüentos. El sábado descansaron, como estaba prescrito. CUANDO LEAS Lucas nos cuenta hoy lo que sucede tras la muerte de Jesús. Fíjate en los nombres subrayados en el texto. Son los sujetos de las diversas acciones: la multitud, los conocidos, José de Arimatea, las mujeres. Más que de acciones, se trata de reacciones ante la muerte de Jesús. El jueves pasado leímos la primera reacción, la del centurión que hizo su acto de fe. Fíjate en los verbos que están en negrilla; son las reacciones de esos sujetos mencionados. La gente regresaba arrepentida; los conocidos estaban a distancia y presenciaban; José se presentó, pidió, bajó, envolvió, puso. Las mujeres siguieron de cerca, vieron, regresaron, prepararon, descansaron. Universidad P. Comillas 57 Lectura orante de la Biblia ¿Qué te sugiere cada uno de esos verbos? Una actividad febril antes del descanso sabático. Tras tantas horas de impotencia, ahora al menos pueden hacer algo y lo hacen con todo el amor y dedicación de que son capaces. Un rasgo típico del evangelio de Lucas es adelantar los frutos de la pasión al tiempo de la pasión misma. Lucas narra la pasión de Jesús constatando ya en ella los frutos de la redención. Jesús en la cruz había orado por los que le crucificaban. Pues bien, Lucas nos dice ahora que su oración fue escuchada inmediatamente. Por eso el pueblo se arrepiente al punto y “regresa”. “Regresar” es en hebreo el verbo típico para designar la conversión. Esta conversión ya en el mismo Calvario es un anticipo de la que tendrá lugar en Pentecostés. Allí la multitud acabará de comprender el mal cometido. Curiosamente Lucas no nos ha contado como Marcos el abandono de los discípulos. Ha corrido un tupido velo sobre muchas de esas miserias que Marcos ponía de relieve. Lucas ha llegado a incluir también en la escena de la crucifixión a “todos sus conocidos” junto con las mujeres. Están presenciando desde lejos, porque no les dejan acercarse más. Los soldados les impiden la cercanía que ellos desearían, pero, aunque sea desde lejos, allí están presentes. De las mujeres se nos dice que siguieron después al cortejo fúnebre desde cerca. Pero en la cruz aún no se les permitía acercarse; sin embargo, aunque fuera a lo lejos, estaban, como están los familiares del enfermo en la UCI cuando los médicos sólo les dejan acercarse media hora al día. José de Arimatea era miembro del sanedrín, pero como el ladrón y el centurión, reaccionó positivamente a la muerte de Jesús. Curiosamente se declaran a favor de Jesús las personas de quien menos se podía esperar una reacción favorable: el jefe del pelotón de ejecución, uno de los condenados, y un miembro del sanedrín responsable de su ejecución. Vemos cómo la pasión de Jesús empieza ya a dar sus frutos en las personas más insólitas. La gruta del sepulcro, donde José envuelve el cuerpo de Jesús con una sábana, recuerda la gruta de Belén, donde María envolvió ese mismo cuerpo en pañales. Llega para Jesús la hora del descanso merecido, después de tanta acción y de tanta pasión. Rayaba ya la luz del sábado. Tras la segunda creación, el Hijo de Dios descansa en un sepulcro nuevo. La palabra ha entrado en el silencio de la gruta, tohu wabohu oscuro del que surge un hombre nuevo resucitado. CUANDO MEDITES Recuerda las veces que has asistido al entierro de seres muy queridos. Funde las imágenes de ese entierro con las del entierro de Jesús. Con un murmullo interior reproduce la música de Bach en el entierro de la Pasión según san Mateo. Revive las escenas de la tragedia del último atentado y sus víctimas. Entre el viernes de la muerte y el domingo de la resurrección hay un tiempo para el luto. Uno tiene que permitirse a sí mismo y a los demás tiempo suficiente para el luto. El sábado santo nos impide pasar demasiado rápido al gozo de la Pascua. Se requiere tiempo para tocar las sábanas, contemplar las llagas, preparar aromas... Sentado al borde de la tumba, llora todos tus proyectos que abortaron, todos tus fracasos. Pero cree que Dios es capaz de resucitar todo lo lo que nosotros matamos. El sábado santo es tiempo para la esperanza. CUANDO ORES Cuéntale a Jesús todos tus fracasos. Al recorrer las llagas de su cuerpo muerto vete contándole también las tuyas. Adora ese cuerpo que José envuelve en la sábana. Ofrécele el aroma de tu adoración y de tu gratitud. Arrepiéntete de tus pecados con golpes de pecho como la multitud que se vuelve a Dios. Comprométete a estar cerca de otros crucificados que encuentras en tu vida y hacerte presente a sus sufrimientos.