LA DESMESURA DIVINA DE RAÚL GÓMEZ JATTIN (Poeta y

Anuncio
Revista Hispanoamericana. Publicación digital de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras. 2014, nº 4
ARTÍCULOS
________________________________________________________________________________________________________________
LA DESMESURA DIVINA DE RAÚL GÓMEZ JATTIN
MAURICIO GIL CANO
(Poeta y escritor)
Resumen: Raúl Gómez Jattin (1945-1997) fue uno de los últimos representantes del
malditismo hispanoamericano de la estirpe de Baudelaire. Dentro del panorama de la
poesía de Colombia, la obra de Gómez Jattin, heredera del surrealismo y del
existencialismo europeo, se sitúa, por voluntad de Jaime Jaramillo Escobar, en las
estribaciones del “nadaísmo”, aquel movimiento de contestación estética y sociocultural
que vino a constituir la versión colombiana de la beat generation y de los movimientos
libertarios en torno al 68. Sexo, drogas y locura son los ejes de una poesía atravesada de
un panerotismo trágico, vital y conmovedor.
Palabras clave: Raúl Gómez Jattin, malditismo, poesía colombiana del siglo XX,
Nadaísmo, Misticismo panerótico, revolución sexual.
Abstract: Raúl Gómez Jattin (1945-1997) was one of the last “poètes maudits” of the
Hispano-American tradition. Within the Colombian lyrical scene, Jaime Jaramillo
Escobar appointed Gómez Jattin as the best heir of “Nadaísmo”, which was an
underground movement similar to the Beat Generation at the 60´s. The poetry of Gómez
Jattin deals about sex, drugs and madness, though we have to consider the moving quest
of Love in which he is so vitally and tragically involved.
Key words: Raúl Gómez Jattin, Hispano-American poetry of the XXth. Century, the
“poètes maudits” tradition, Colombian “Nadaísmo”, Beat Generation, Erotic Mysticism,
sexual revolution.
*****
Tras una vida azarosa, que lo sitúa en la cúspide del malditismo poético
colombiano, Raúl Gómez Jattin dejó algunos de los poemas más bellos, profundos y
verdaderos escritos jamás en español. Nació en Cartagena de Indias en 1945 y en esa
ciudad moriría en 1997. Pero se crió en Cereté de Córdoba, un pueblo de río que
inmortaliza en sus versos. Su familia, donde se mezcla el orgullo de estirpe que
entronca con los Gómez Manrique castellanos y el refinamiento oriental heredado de su
abuela siria, era de respetable clase media, lo que en aquellos años en Colombia suponía
pertenecer a una élite. En cualquier caso, este doble origen de la sangre le llevaría a
considerarse un poeta doblemente andaluz. La puerta de las Indias, como se le llamaba a
Cartagena durante el virreinato, se unía directamente con Andalucía por ruta marítima;
el efecto que se produce al divisar sus murallas es que nos estamos acercando a la
salada claridad de Cádiz. Exotismo y familiaridad confluyen en el Caribe, mar en el que
Gómez Jattin ve otro mediterráneo. En ambos confluye la proyección de un fecundo
mestizaje cultural, que remite históricamente a Roma en el viejo mundo y a España en
América.
Revista Hispanoamericana. Publicación digital de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras. 2014, nº 4
ARTÍCULOS
________________________________________________________________________________________________________________
Hay una Andalucía en el Caribe. En ella se forma y crece el poeta, un niño de
gran sensibilidad e inteligencia, precoz en sus lecturas —muy influenciadas por la
biblioteca de su padre, que le alentó el sueño de ser escritor—, pero donde también se
asomará pronto a la parranda verraca del sol con la vida, como refleja en textos que
exaltan la amistad, la sexualidad y las drogas. Desde un primer momento, Raúl se
manifiesta como un alma grande, desbordante, al que no sólo su pueblo y las
encorsetadas normas de la hipocresía social le venían pequeños. Tenía formación y
talento para haber sido novelista o abogado, pero eligió el arte inútil de la poesía con la
vocación de quien se sabe llamado para un destino elevado.
El joven Raúl cursó estudios de Derecho en Bogotá y se dedicó al teatro, ya
desde los tiempos universitarios, como actor y dramaturgo, pero abandonaría las tablas
fastidiado porque la política se había establecido en ellas. Asumirá entonces consagrarse
a la poesía y convertirse en el único poeta de Colombia dedicado exclusivamente a la
misma, con un resultado particularmente angustioso pero que le permitiría gozar como
nadie la dolorosa libertad de ser. En 1980, publica en Cartagena su primer libro,
Poemas. Todavía no titula Gómez Jattin los poemas, sino que utiliza el recurso
tipográfico de escribir en mayúsculas el primer verso. En toda su obra poética prescinde
de los puntos y las comas, pero señala las pausas de lectura sirviéndose de mayúsculas y
espacios en blanco. El verso métrico libre será el más característico de su producción.
Poemas anticipa temas y maneras del Tríptico cereteano (Fundación Simón y
Lola Guberek, 1988), la gran obra que aventaría su fama de maldito y su aclamación
como el gran poeta loco de Colombia. Incluye una oración que es a la vez un
autorretrato:
GRACIAS SEÑOR
por hacerme débil
loco
infantil
Gracias por estas cárceles
que me liberan
Por el dolor que conmigo empezó
y no cesa
Gracias por toda mi fragilidad tan flexible
Como tu arco
Señor Amor 1
No hace falta decir que esa vulnerabilidad de Raúl lo es sobre todo del alma, ya
que el autor era hombre robusto y bien parecido. Su ánimo padecía un dolor congénito,
la innata melancolía de los poetas agravada hasta la locura, la desazón del ángel caído,
un albatros baudelaireano que todavía esperaba volar. El concepto de fragilidad flexible,
vinculado al arco de Cupido, manifiesta la mezcla de fuerzas contradictorias que
agitaban el corazón de Raúl. Aunque el comienzo parece el de una acción de gracias
cristiana convencional, el final constituye una provocación, pues el dios al que se dirige
es naturalmente carnal.
1
Raúl Gómez Jattin, Poemas, Cartagena de Indias, Ed. Juan Manuel Ponce, 1980, p. 7.
Revista Hispanoamericana. Publicación digital de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras. 2014, nº 4
ARTÍCULOS
________________________________________________________________________________________________________________
Pero si hay unos versos en su primer poemario publicado que evidencian la
citada vulnerabilidad son los siguientes:
Si mis amigos no son una legión de ángeles clandestinos
Qué será de mí 2
El yo del poeta es tema obsesivo de los textos de Jattin, pero se trata de un yo en
relación con los demás hasta el punto de que sin los otros no sólo la realización personal
resulta imposible, sino que se produce la disolución de la propia personalidad. Esto se
verá mejor en un poema del Tríptico… titulado “Ellos y mi ser anónimo”3. Lo
autobiográfico estará muy presente en la obra de este poeta, al que acompaña desde sus
inicios una leyenda que se irá agigantando junto a sus rasgos de malditismo, al seguir la
senda hedonista y experimental de los paraísos artificiales hasta precipitarse en los
abismos de la marginación y la locura —¿o fue al revés?—. A veces, la biografía de los
autores, cuando es rica en acontecimientos vitales de signo trágico o transgresor, desvía
la atención de su obra. En el caso de Jattin, su personalidad desmesurada se hace
presente en sus versos con obstinada tenacidad, los nutre y les da sentido. Resulta muy
difícil separar vida y obra cuando ambas se retroalimentan y entrelazan de modo tan
extremo. El objetivo principal del presente trabajo debería ser precisamente
aproximarnos a la significación universal de sus poemas, como si los hubiera firmado
Homero —Borges sugirió que así debían firmar todos los poetas—. Pero los versos nos
llevan inevitablemente a Jattin, aunque también a Homero.
En 1991 me encontraba realizando unas investigaciones sobre cultura y,
particularmente, literatura colombiana con el asesoramiento del Palacio de la Cultura de
Medellín, en especial, por parte del historiador Luis Fernando Molina Londoño, quien
me recomendó encarecidamente contactar con el poeta nadaísta Jaime Jaramillo
Escobar, también conocido por su seudónimo X-504, letra y cifras que corresponden
efectivamente a su cédula de identidad. El nadaísmo había supuesto mucho más que una
vanguardia perdida. Había surgido en 1958, en actitud subversiva frente a una sociedad
tradicional hasta lo recalcitrante. Heredaba de los ismos europeos, en particular, del
surrealismo y del existencialismo, un ímpetu contestatario que cuestionaba el orden
establecido en todos los ámbitos y que no cesó hasta el descubrimiento de Dios por
parte de su fundador y profeta, Gonzalo Arango, y con la muerte de este en un accidente
de tráfico, en 1976. De los nadaístas que le sobrevivieron, Jaramillo Escobar era el más
raro. Elegante como William Burroughs, usaba corbata en la vorágine de su liderazgo
contracultural. Pero sus maneras eran más suaves que las del beatnik norteamericano y
nada sofisticadas, pues hizo de la austeridad norma de vida. También es el más culto, de
una educación exquisita, y el más riguroso y selectivo. Por la calidad de su obra, Jaime
Jaramillo Escobar es uno de los poetas mayores de nuestra lengua. Cuando avaló con
una célebre carta epílogo la poesía de Raúl, ya estaba considerado una de las voces más
autorizadas, literariamente hablando, de Colombia. En la misiva, se dirige a Raúl en
términos como los siguientes:
A los viajeros les recomiendo llevar tus poemas como la única cosa vital, grande,
oxigenada, robusta, libre, natural y bella que tenemos aquí; lo único con fuerza joven,
originalidad, audacia, libertad y novedad que se encuentra hoy en el bazar de la poesía
2
3
Ibídem, p. 3.
Raúl Gómez Jattin, Tríptico cereteano, Bogotá, Fundación Simón y Lola Guberek, 1988, p. 59.
Revista Hispanoamericana. Publicación digital de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras. 2014, nº 4
ARTÍCULOS
________________________________________________________________________________________________________________
colombiana; lo único que se desborda, que brama, que tiene impulso y pasión, el único
vendaval que nos refresca, primitivo, animal y selvático como un desodorante de
T.V., lo único apasionado y novedoso, ¡Lo único! 4
Según Jaime Jaramillo, todo lo demás está reglamentado y maniatado. Sólo
Jattin es “territorio libre del poema”. Para Jaramillo, Jattin es potrillo, río, Atila, Adán y,
entre apelativos como ciclón, barriga pelada, escándalo furioso, fauno, unicornio,
centauro, volcán... el viejo nadaísta deja caer que Raúl Gómez es “Dios en persona
completamente loco deshojando los bosques y tirando las hojas al aire” y “todo lo que
yo no soy ni hay aquí poeta que lo sea”. La primera afirmación confirma la enorme
fuerza del poeta de Cereté y su escritura y está relacionada con el hecho de que Jattin,
en el primer poema de sus Retratos (1980-1986), se autodefine como “el dios que
adora”. La segunda ve en Raúl un caso único, una excepción en el mediocre parnaso
donde prevalecen intereses, servilismos, influencias y convencionalismos por encima
del valor poético de los autores y sus obras. Tras contrastarlo con lo que llama el
estreñimiento lingüístico de los poetas de Bogotá, termina afirmando: “La poesía
colombiana te estaba necesitando porque nosotros caímos en la trampa”5. Le pasaba así
el testigo de la convulsión sociocultural que los nadaístas habían empezado, pero
reconociendo la superioridad poética y moral de Raúl, pues ellos, de un modo u otro, ya
se habían integrado en el sistema.
Si Jaramillo Escobar puede considerarse un místico ateo, Raúl es divino. El
daimon de Jattin encarna en “El Dios que adora”6, célebre poema que inicia su Retratos
y comienza: “Soy un dios en mi pueblo y mi valle / No porque me adoren sino porque
yo lo hago”. Un texto de sobrecogedora vitalidad, imbuido de una piedad casi
evangélica, donde el poeta va describiendo cómo es un dios precisamente porque no
tiene ninguno de los atributos de los ídolos, un dios que se inclina y mendiga, que pone
los ojos en el cielo asumiendo los padecimientos de la tierra, que es solo, divino por
cuanto sencillo y humano, machadianamente íntegro, pues “no soy bueno de una
manera conocida”; un dios porque ama la naturalidad y la naturaleza, porque ha
padecido la crueldad del desamparo; sobre todo, porque “respeto sólo al que lo hace
conmigo Al que trabaja / cada día un pan amargo y solitario y disputado / como estos
versos míos que le robo a la muerte”.
Y efectivamente se los ha robado. Hoy lo vemos con perspectiva, pero se los
robó al escribirlos, más aún, al pronunciarlos con la dicción delicadamente trágica de
los antiguos aedas. No se lo impedía su desdentada boca, pues conocía a la perfección el
arte de impostar y sabía hablar con el estómago. Raúl era un gran actor y decía como
nadie sus versos. Afortunadamente, quedan registros sonoros de su voz.
El poema en cuestión se nutre de terribles experiencias vitales que constituyen,
sin nombrarlas explícitamente, una pasión y una crucifixión: “Porque dormí siete meses
en una mecedora / y cinco en las aceras de una ciudad”; “Porque mi madre me
abandonó cuando precisamente / más la necesitaba / Porque cuando estoy enfermo / voy
al hospital de caridad”. El impactante final, rubricado con “estos versos míos que le
robo a la muerte” lo mitifica como un nuevo Prometeo que consigue el fuego inmortal
4
Jaime Jaramillo Escobar, “Fragmento de una carta”, en Raúl Gómez Jattin, Tríptico Cereteano, Ed. cit.,
p. 155. En lo sucesivo citamos esta obra abreviando el título (TC) y añadiendo las páginas.
5
TC, p. 156.
6
TC, pp. 15-16.
Revista Hispanoamericana. Publicación digital de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras. 2014, nº 4
ARTÍCULOS
________________________________________________________________________________________________________________
de las palabras. Además está escrito con la conciencia de quien tiene plena certeza del
alcance de su experiencia poética y del valor del poema, que le sobrevivirá. El carácter
sagrado de la poesía se le revela a Raúl Gómez Jattin para que el poeta, más allá de
oficiar como sumo sacerdote, sea su dios. Se trata de un apuesta —vital—
extraordinaria por el espíritu, en un entorno de materialismo hostil, y de un riesgo más
extraordinario aún: el de creer en la divinidad humana —que tal vez no sea otra cosa
que la libertad— y fundamentar la existencia en esa visión; en dos palabras, ser poeta.
Un dios que necesita su legión de clandestinos ángeles. La poesía como
conocimiento pero también como comunicación. De ahí ese tono coloquial, directo, sin
fatua solemnidad, pero con el ritmo religioso de una letanía, con la brillantez de quien
se abisma en un instante de eternidad, de quien se sale del tiempo y, por alcanzar la
posteridad, vence el olvido de la muerte y lo cuenta para hacérnoslo saber y sentir. Este
poderoso autorretrato de Jattin adquiere una gran significación social, específicamente,
a través de su actitud ante la vida: “Porque a la riqueza miro de perfil / mas no con
odio”; “Porque no defendí al capital siendo abogado”. Con la referencia a rasgos de
carácter y a hechos puntuales de su biografía, el poeta transforma su yo individual en
ente universal. Por mor de la poesía, la persona concreta Raúl Gómez Jattin se convierte
en un arquetipo, al servirse de sí mismo como material poético. En cierta forma, se
inmola en la misma ara donde se diviniza. El poeta mismo se constituye, como sugiriera
Jaime Jaramillo, en territorio del poema; ofrenda y sacrificio, dios que adora.
Retratos reúne una serie de textos centrados en personas del entorno de Raúl,
amigos de infancia o familiares, pero también del mundo de la cultura —Serrat o la
actriz Tania Mendoza—. A través de ellos, el poeta reclama la autenticidad originaria de
la infancia frente a la habitual hipocresía de los adultos. Y aunque se muestra
descarnado en lo más íntimo: “Madre yo te perdono el haberme traído al mundo /
Aunque el mundo no me reconcilie contigo”7; entre las variopintas figuras que pueblan
el poemario, la de su progenitor se perfila intacta: “Joaquín Pablo mi viejo viejo niño y
amable”. El padre ejerció una gran influencia en la formación intelectual del autor,
quien lo define así, en el poema “Memoria”8: “Eras el último hombre honrado que
sobrevivía alegre”. En “Desencuentros”9 se lamenta por el dolor producido a sus viejos:
“Cuánto desengaño trajo a su noble vejez / el hijo menor / el más inteligente / En vez de
abogado respetable / marihuano conocido”; y reconoce la importancia de su padre a la
hora de afrontar la aventura de riesgo de la literatura: “Lo cierto es que el padre le habló
en su niñez de libertad / De que Honoré de Balzac era un hombre notable / De la
Canción de la vida profunda / Sin darse cuenta de lo que estaba cometiendo”. La alusión
al gran nómada colombiano Porfirio Barba Jacob (Santa Rosa de Osos, 1883 - Ciudad
de México, 1942), no es casual, sino que lo sitúa en una tradición de malditismo poético
que inició en Colombia el suicida José Asunción Silva (Bogotá, 1865 - 1896), se
extiende hasta la muerte del propio Jattin y sigue influyendo en la actualidad. Aunque
pertenecientes a épocas y estéticas distintas, Jacob y Jattin comparten una actitud ante la
poesía y la vida que les llevó a reconocer abiertamente el uso de las drogas y la
homosexualidad.
No faltan diatribas contra los falsos poetas e incluso una amarga sátira ante la
oscura ambición de los políticos, que resulta de patética actualidad: “Bajo la piel del
7
Retratos, TC, p. 17.
Retratos, TC, p. 18.
9
Retratos, TC, p. 41.
8
Revista Hispanoamericana. Publicación digital de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras. 2014, nº 4
ARTÍCULOS
________________________________________________________________________________________________________________
quebrantainstituciones / cuántas ilusiones de poder te hacías”10. Otro de los impactantes
poemas del libro, “Pueblerinos”11, subraya cómo el vulnerable poeta se sentía atacado y
marginado desde la infancia: “Agresores gratuitos del niño que yo era”. Esta serie se
cierra con una evocación de su “Abuela oriental”12, donde dice que “A esa mujer
malvada / (…) Yo la odié en mi niñez”. Y sin embargo, ahora vuelve “con ese vago
destello en su espalda / de alta espiga de Siria”.
Pero Retratos tiene una segunda parte fechada en 1986. Poemas dedicados a los
amigos, vertebrados por “Ellos y mi ser anónimo”13, que cierra y da sentido al conjunto:
“Así vive en ellos Raúl Gómez / Llorando riendo y en veces sonriendo / Siendo ellos y
siendo a veces también yo”.
El segundo libro del Tríptico cereteano recoge poemas fechados entre 1983 y
1986 bajo el título de Amanecer en el valle del Sinú. El río Sinú es uno de lo tres
principales ríos colombianos que desembocan en el Caribe y recorre el departamento de
Córdoba, donde se encuentra Cereté. Su nombre es un misterio y remite al mito
indígena del cacique Zenú. La nostalgia del infinito sobrevuela versos dedicados a
Cereté de Córdoba —“Laberinto correteado por mi niñez de siempre˝14 —, pero
también a Jaime Jaramillo Escobar —“Ese poeta admirado y lejano (…) pero amigo y
hermano”15—, a Álvaro Mutis o a Octavio Paz. Entre textos referidos al suicidio, la
oropéndola y metafísicas inquietantes, el poeta se contempla ante un espejo oscuro y
aún es un hombre joven.
Otro extraordinario poeta nadaísta, Jotamario Arbeláez, andaba fascinado,
cuando le conocí en 1991 en su casa de Bogotá, con un poema de esta serie,
inusitadamente largo —aunque no el único de considerable extensión— para lo habitual
en Raúl, “Veneno de serpiente cascabel”16. El texto relata cómo el niño Gómez Jattin
acude con su padre a la pelea de gallos que disputará su “Talisayo campeón en tres
encuentros difíciles”. Raúl se dirige al gallo y le hace partícipe del trágico final que le
aguarda y de la estratagema que usará para convertir sus espuelas en un arma infalible.
El manejo de los tiempos es asombroso, como en esta narración del amanecer: “Pero ya
estás cantándole a la oscuridad / para que se vaya Te contestaron tus vecinos / Y mi
padre está sonando sus chancletas en el baño”. Las imágenes de tierna evocación se
combinan con la crueldad de los hechos, en un ceremonial secreto de iniciación
irreversible: “En medio del tumulto y la música de acordeones / me haré el pendejo ante
los jueces que siempre / me han creído un niño inocente y te untaré / el maranguango
letal”.
El placer habita en este poemario, desde las masturbaciones gozosas de los años
colegiales a las secuelas de insensibilidad moral en “La herencia del placer”17. Junto a
éste, el dolor como la otra cara de la moneda. Con su alma acostumbrada a la desgracia,
el poeta no olvida su valle y su río. Trabajos, elegías, defensas, colores y conjuros
10
Retratos, TC, p. 47.
Retratos, TC, p. 44.
12
Retratos, TC, p. 48.
13
Retratos, TC, p. 59.
14
Amanecer en el valle del Sinú, TC, p. 64.
15
Amanecer en el valle del Sinú, TC, p. 68.
16
Amanecer en el valle del Sinú, TC, pp. 77-78.
17
Amanecer en el valle del Sinú, TC, p. 80.
11
Revista Hispanoamericana. Publicación digital de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras. 2014, nº 4
ARTÍCULOS
________________________________________________________________________________________________________________
conducen a un “Elogio de los alucinógenos”18 que justifica la “locura alucinada” del
creador. El poeta se sirve de las drogas para “entregarle a mis palabras de siempre / todo
el sentido decisivo de la plena vida”. Mientras otros confían “para la vida en el arte / en
la frialdad inteligente de sus razonamientos”, Jattin va “acumulando sílabas dolorosas
que no nieguen la risa”. Pagará un alto precio por ello, pero sentencia: “Toda esa gran
vida a los alucinógenos debo”.
La tercera y última parte del Tríptico cereteano la ocupan poemas fechados entre
1982 y 1987 que conforman Del amor, libro que va precedido por una cita de Rimbaud:
“Es la hora del querido/ cuerpo y el querido corazón”19. Habría que matizar mucho al
referirnos a la homosexualidad de Jattin, pues, como él mismo indica, “Soy de la mujer
y del hombre (…) / Aunque siempre he amado más al amigo”20. Hablaríamos mejor de
bisexualidad o incluso de pansexualidad. Del amor hace Jattin una gran metafísica, que
descubrió cuando, según cuenta, iba a culear burras con otros niños: “Es hermosísimo
ver a un amigo culear / Verlo tan viril meterle su órgano niño / en la hendidura estrecha
del noble animal”21. Para Jattin, “la gran religión es la metafísica del sexo”22, lo que,
asegura, no le preparó para someter a la mujer, sino para andar con un amigo. La
gallina, la paloma, la pata, la perra, la cerda, la carnera, la chiva, los pavos maricas, la
mula, la yegua, la cocinera, el burro, todos son objeto de penetración y llevan al autor a
designarse como “Gran culeador del universo todo culeado / Recordando a Walt
Whitman”23.
Deslumbrado por el deseo, el Jattin más turbador se exhibe en estas páginas,
plenas de confesiones, experiencias, ternuras, rendimientos ante la belleza, entrega total
y alguna acción de gracias: “¡Oh Dios! Te entreví en la jornada ingrávida / de confiarle
al papel la vida y sus engaños”24. Sin pelos en la lengua: “Te quiero como el carajo”,25
el poeta se asoma al cielo profundo de sus masturbaciones y propulsa entusiasmado “el
disparo final en la Vía Láctea”26 con la certeza interna de un enorme dolor, pues el
desamor se hace patente en la adoración. Con palabras tan íntimas como su propia
carne, se suceden episodios “casi obscenos” y encuentros clandestinos, hasta
reconocerse como “ese que se ha ganado una triste fama de marica / por tu cuerpo
adorado”27. Jattin no renuncia sin embargo a su virilidad y quiere ver en el
homoerotismo “toda la belleza viril que ellos nunca han tenido”28. Pero la soledad se
impone sobre el adolescente eterno y cobra conciencia de sí en otro sobrecogedor
autorretrato: “En este cuerpo / en el cual la vida ya anochece / vivo yo / Vientre blando
y cabeza calva / Pocos dientes / Y yo adentro”29.
La heterosexualidad también late estremecida en la evocación de aquellos
“polvos cartageneros” que Jattin presume de echar de niño a “una mujer de trece”, en
18
Amanecer en el valle del Sinú, TC, pp. 92-93.
Del amor, TC, p. 101.
20
Del amor, TC, p. 103.
21
Del amor, TC, p. 105.
22
Del amor, TC, p. 105.
23
Del amor, TC, p. 106-108.
24
Del amor, TC, p. 117.
25
Del amor, TC, p. 118.
26
Del amor, TC, pp. 120-121.
27
Del amor, TC, p. 127.
28
Del amor, TC, p. 128.
29
Del amor, TC, p. 133.
19
Revista Hispanoamericana. Publicación digital de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras. 2014, nº 4
ARTÍCULOS
________________________________________________________________________________________________________________
casa de su abuela30. Con todo, lo homoerótico prevalece con explícita referencia a
Cavafis, cuya audacia para los placeres también es la suya: “Esta noche asistirá a tres
ceremonias peligrosas / El amor entre hombres / Fumar marihuana / Y escribir
poemas”31. Rituales prohibidos que le llevarán a concluir “que cuando se ama así / se
pierde / y que cuanto se pierde en el amar / se gana en alma” 32. Porque, tal vez, los
amores más intensos sean los no realizados, pues “antes que el deseo estaba el amor” y
“antes que el amor estaba la vida y su maldad”33. Esta insatisfacción propicia poemas de
gran intensidad, que en ocasiones culminan con preguntas sin respuesta: “Por qué oh
dios de los varones / siempre nos niegas al más bello?”34. Gladys, un amigo después de
la parranda, Maritza, Príapo… son protagonistas de poemas donde va desmenuzándose
su autor hasta enfrentarse con el ambiguo y tormentoso sexo de su ángel, al que se
declara sometido “como un dios derrocado”35. Poemas muchas veces fascinados por la
sensualidad de los muchachos, amores recónditos que son declarados con
estremecimiento, promiscuidad en busca de los rastros de un amor verdadero, todo un
erótico imaginario liberado para “desatar el torrente del deseo en su cima” 36. No
obstante, textos que podrían interpretarse desde un punto de vista homoerótico también
constituyen profundos poemas de amistad. Otros son oscuramente claros. Hay un poema
crucial, “Sanos consejos a un adolescente”37, donde el poeta se dirige a un muchacho
que le excita en una sucesión de circunstancias transgresoras, hasta adivinarle “bajo la
piel / una loca angustia de ser violado con dulzura”. La tentación efébica transcurre en
una atmósfera lúbrica que remite al simbolismo de Rimbaud, cuyo malditismo hace
suyo Jattin para proclamar el deseo con heterodoxa sensualidad.
Con la última parte del Tríptico ya está más que forjada la leyenda y Gómez
Jattin no podrá escapar de ella. El poeta loco, drogadicto y homosexual que escribe
aquello que otros pueden sentir o experimentar, pero que nadie se había atrevido a
escribir hasta ahora; que habla con desparpajo aristocrático y espontánea ternura de su
familia, de sus amigos y amores, de su pueblo; que se da en su intimidad más honda y
desprecia la vulgaridad farisea de los mediocres y mezquinos, dejándose llevar por las
fuerzas del amor, del sexo, de la vida. En palabras de Jotamario Arbeláez, “con un
lenguaje carnal desusado en nuestro elemento y una riqueza conceptual y memoriosa,
este poeta representa lo mejor de nuestra desmesura”38. Del Amor es en efecto un libro
capital que, más allá del erotismo y la transgresión, se adentra en las turbulencias
pasionales y en la desazón sentimental del propio Jattin, cerrando el ciclo dedicado a
Cereté, que de esta manera ha entrado a formar parte de la historia universal de la
literatura, conforme había soñado el poeta: “Soñé llevarme a Cereté de Córdoba a otros
lugares (…) / A que gentes de otros ámbitos conocieran sus noches estrelladas”39.
30
Del amor, TC, p. 137.
Del amor, TC, p. 140.
32
Del amor, TC, p. 141.
33
Del amor, TC, p. 143.
34
Del amor, TC, p. 146.
35
Del amor, TC, p. 149.
36
Del amor, TC, p. 153.
37
Del amor, TC, pp. 150-151. La copia que utilizo me fue entregada por el propio Raúl y lleva apuntado
de su puño y letra el siguiente subtítulo, entre paréntesis: “Última visita a Charleville”. La referencia a la
localidad donde nació Arthur Rimbaud es sustancial para la adecuada contextualización del poema.
38
Fernando Guinard, Jotamario & Álvaro Chaves M., El espíritu erótico. Bogotá, Taller De-Mente
Colombiano, 1990, p. 19.
39
Del amor, TC, pp. 65-66.
31
Revista Hispanoamericana. Publicación digital de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras. 2014, nº 4
ARTÍCULOS
________________________________________________________________________________________________________________
Lo grande de Raúl es que, a pesar de los sugestivos excesos de su vida, su obra
resulta aún más interesante. Puestos en una balanza, gana la literatura, que se nutre de
las experiencias vividas o soñadas para convertir al creador mismo en sujeto literario. Si
hasta la última parte del Tríptico… el autor —y con él sus familiares y amigos, amantes,
conocidos, enemigos…— y su ámbito venían siendo la sustancia primordial de su
poesía, en el siguiente libro, Hijos del Tiempo40, serán personajes de la historia y la
mitología universal los motivos poéticos. Empero, se verán infiltrados por el alma de
Raúl, que los hace suyos para expresar su verdad visionaria. Por eso, laten como si
estuvieran vivos y su tragedia nos resulta familiar. Veintidós figuras, de Micerino a Lola
Jattin, que cierra el volumen y culmina la familiarización del mito. Difícilmente se
puede superar la síntesis que Rómulo Bustos hace del poemario y que Jattin coloca
como preámbulo en el libro:
Micerino fluyendo en un río de ibis y nenúfares que es en verdad el Nilo del Tiempo y
de la Muerte; Li-Po, su muerte líquida, lunar; Sherezada sobreviviendo en el delicado
hechizo de la palabra… Baraja engañosa en que el tallador reparte siempre la misma
carta: La Muerte. El Ángel Oscuro —sus Anunciaciones, sus certeros golpes, sus
Iluminaciones— recorre estas galerías en cuyo fondo estás Raúl —¿en qué grada o
color de la Arqueología?—, desmesurado y frágil, nimbado de aniquilaciones, Átropos
susurrándote cínica, terriblemente al oído: “así es Raúl, sólo mi guadaña”, pero tú
prefieres no entenderla y sigues soñando con Micerino en una barca de oro que fluye
lentamente en el Nilo del Cielo41.
Mitos —personajes míticos, históricos o imaginarios, siempre recreados por el
autor— mediterráneos —del antiguo Egipto, hebreos, grecolatinos, árabes o
cristianomedievales, renacentistas— a los que el poeta del Caribe da voz con
naturalidad porque también son suyos, tanto como Cereté y su propia familia. Pero
también del lejano oriente, porque el poeta Li-Po ahogándose “en busca de la luna en el
agua del río Amarillo”42 anticipa el delirio de Raúl persiguiendo el resplandor de un
vehículo que lo atropellará, años después, en Cartagena de Indias. El titulado “Homero”
exalta el amor entre Aquiles y Patroclo tras la muerte de éste y describe con tal
emoción los preparativos funerarios que debe interrumpirse:
A Homero le gustaría narrar otros dolorosos detalles
que ha mezclado con su profunda amargura
pero sabe que tantos jóvenes griegos llorarían al oírlo
y tiene piedad de ellos y los omite43
El lector se percata en este punto de que quien estaba narrando era Homero.
Jattin es Homero. Homero ha encarnado en él. Jattin es muy griego. Lo ha sido antes, en
su paganismo religioso y su libertad sexual, en el tono lúcido, incluso en algunas
referencias, no sólo a Cavafis, sino al banquete de Tiestes en aquel “Elogio de los
alucinógenos”44, o a Cupido o a Príapo, pero sobre todo por la elegancia con que cuenta
lo terrible. Una elegancia que acrecienta su trágico efectismo en Hijos del tiempo, al
40
Raúl Gómez Jattin, Hijos del tiempo, Cartagena de Indias, Ediciones el Catalejo, 1989. Lo citamos
abreviadamente en lo sucesivo por esta edición, con la abreviatura HT.
41
HT, p. 9.
42
HT, p. 39.
43
HT, p. 19.
44
CT, p. 92.
Revista Hispanoamericana. Publicación digital de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras. 2014, nº 4
ARTÍCULOS
________________________________________________________________________________________________________________
describir escenas de sangrienta crueldad. ¡Pero cuánto hay además de las mujeres que le
aterrorizaron su infancia en “Medea”45 o “Clitemnestra”46!
Mas también es Li-Po o Scherezada, y “está enamorada del asesino que la obliga
/ noche tras noche a exprimir su memoria”, porque “el artista tiene siempre un mortal
enemigo / que lo extenúa en su trabajo interminable / y que cada noche lo perdona y lo
ama: él mismo”47. O Andrea Mantegna, cuando sólo puede “terminar el cuadro / y
llevarlo al ventero de la esquina cercana / a cambiarlo por frutas panes y jamones” 48. Y
se siente el Rey Moro, pues “todo se esfumó como un espejismo en medio del
Sahara”49. Y Godofredo de Bouillon al descubrir la ausencia del Cristo amado, pero
también Monctezuma o el Cacique Zenú, que serán arrasados en nombre de “ese Cristo
muerto y amenazante e incomprensible”50.
Planea sobre el volumen la sombra de Borges. Y con Borges, Kafka. A éste
consagra el penúltimo poema del libro, donde hay también una explícita alusión al
holocausto, pues a los hermanos de sangre del genio de Praga les esperaban “Dachau
Auswichtz Treblinka Buchenwald con los hornos /con las hambres festejadas por los
verdugos nazis”. Al cabo, la “víctima inerme que Franz —el tierno Franz— / fue en su
vida y en sus narraciones geniales” será también Raúl, ya que ambos describirían
límpidamente sus pesadillas y ambos también “serán la muerte desolada de tantos
incontables”51.
El poema que clausura esta galería de sombras, que han ido pareciendo en
sucesión cronológica desde la cultura de ultratumba del antiguo Egipto hasta el horror
exterminador del siglo XX, pasando por oriente, occidente y la América indígena, es
“Lola Jattin”52, dedicado a la madre del poeta, que de este modo se universaliza como
mito, al mismo tiempo que familiariza los otros mitos del libro. Como hemos visto en
anteriores poemarios, la composición final vertebra y da pleno sentido al libro. Se trata
de un poema impresionantemente conmovedor, que se abisma en el tiempo inabarcable,
más allá del principio y final de la existencia del autor, quien vuelve a ser sujeto
literario, primero, oculto en el vientre de la madre, luego, en el fluir del tiempo, como
hijo que es también suyo, para fundirse finalmente con su progenitora, siendo ya ambos
un mismo recuerdo. No falta una alusión a la figura del padre, cuya muerte dejó un
vacío insondable y un dolor perdurable que se manifiesta en otros textos de Raúl. La
escena es contemplada desde distintos puntos de vista, desde dentro y desde fuera,
objetivada pero formando a la vez parte de ella. En conjunto, un texto poseído de amor
filial, donde se cifra el misterio de la existencia, que nos trae y nos lleva a través de lo
que fue, de lo que es y de lo que será; con su pellizco final, induce a pensar en lo
sobrenatural y en una visión profética que definitivamente se ha cumplido. Antes del
principio. Más allá del final. En el punto exacto del poema, de su último verso:
Más allá de la noche que titila en la infancia
Más allá incluso de mi primer recuerdo
45
HT, pp. 17-18.
HT, p. 23.
47
HT, p. 37.
48
HT, p. 41.
49
HT, p. 43.
50
HT, p. 49.
51
HT, p. 51.
52
HT, p. 53.
46
Revista Hispanoamericana. Publicación digital de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras. 2014, nº 4
ARTÍCULOS
________________________________________________________________________________________________________________
Está Lola —mi madre— frente a un escaparate
empolvándose el rostro y arreglándose el pelo
Tiene ya treinta años de ser hermosa y fuerte
y está enamorada de Joaquín Pablo —mi viejo—
No sabe que su vientre me oculto para cuando
necesite su fuerte vida la fuerza de la mía
Más allá de estas lágrimas que corren en mi cara
de su dolor inmenso como una puñalada
está Lola —la muerta— aún vibrante y viva
sentada en un balcón mirando los luceros
cuando la brisa de la ciénaga le desarregla
el pelo y ella se lo vuelve a peinar
con algo de pereza y placer concertados
Más allá de este instante que pasó y que no vuelve
estoy oculto yo en el fluir de un tiempo
que me lleva muy lejos y que ahora presiento
Más allá de este verso que me mata en secreto
está la vejez —la muerte— el tiempo inacabable
cuando los dos recuerdos: el de mi madre y el mío
sean sólo un recuerdo solo: este verso
¿Se puede añadir algo más después de este poema? En el libro figura
precedido de una dedicatoria, “para Alejandro Obregón”, uno de los más
grandes pintores colombianos (Barcelona, 1920 - Cartagena de Indias, 1992).
Amigo de Raúl, le conocí personalmente cuando llegué a Cartagena de Indias en
marzo de 1991, pero fue el maestro titerero Alberto Llerena quien me guió por
el barrio de Getsemaní y me dejó en el hotel donde se alojaba Raúl, según me
había indicado la investigadora suiza Christine Buendía —a quien había
conocido poco antes en Bogotá y vuelto a ver en Medellín—, en la calle de la
Media Luna. En otros artículos y en un poema he referido la imborrable
impresión que me causó el poeta, que disfrutaba de su plenitud intelectual. ¡Qué
sublime cortesía! ¡Cuánta aristocracia de espíritu! Simpatizamos desde un
primer momento. Al saber que me encontraba solo y lejos de los míos, Jattin me
ofreció su protección. La verdad es que yo era entonces casi un sardino —como
dicen en Colombia—, pero me movía con seguridad por esas calles de mala
reputación, a las que, si preguntaba a algún viandante, me aconsejaban no pasar.
Raúl me dijo que no tenía nada que temer, que en Colombia no les hacían daño a
los poetas. Así, prácticamente todos los días de las tres semanas largas que
estuve en Cartagena, me acercaba a platicar con él. Mucha cosas me dijo —“Yo
soy tres”, refiriéndose a sus amigos el poeta Iván Barboza y el narrador Fran
Arroyo, que cuidaban de él—, de una lucidez enorme —sobre Colombia, la
poesía, la política, los intelectuales, los poetas, el teatro, la libertad, las drogas, la
pobreza y la riqueza, su interés por España, su amor a la música de Albéniz y a
las canciones de Serrat, que sonaban de fondo en el casete: “Golpe a Golpe…
Verso a verso…”—, pero lo que viene al caso es que Raúl Gómez Jattin
consideraba que ya había escrito cuanto tenía que escribir. Daba su obra por
concluida y podía dedicarse a lo que decía que más le gustaba: no hacer nada.
Me firmó un ejemplar de Hijos del Tiempo y me facilitó fotocopias de sus
poemarios anteriores —con anotaciones y tachaduras de su puño y letra—, ya
Revista Hispanoamericana. Publicación digital de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras. 2014, nº 4
ARTÍCULOS
________________________________________________________________________________________________________________
que estaban agotados. “No sé para qué te entrego esto˝, apostilló. También me
dio ocho poemas inéditos. Me ofreció su yerba y me regaló su hamaca.
No obstante, Jattin continuaría vagabundeando por ciudades y clínicas.
En 1995, publicó su Poesía: 1980-1989 (Bogotá, Editorial Norma), que recoge
una amplia selección de su poesía entre esas fechas. Incluso llegaría a publicar
aún un poemario más, Esplendor de la mariposa (Bogotá, Magisterio, 1995; 1ª
ed. en Cartagena, 1993). Un puñado de brevísimos poemas de carácter
testimonial, donde el poeta anuncia: “Vuelo hacia la muerte”53, con “una frágil
esperanza de volar hacia Dios”54. Pero el descenso a los infiernos se ofrece
imparable y pasó sus últimos años entre el delirio y la indigencia. El 22 de mayo
de 1997 Raúl Gómez Jattin fue atropellado por un bus que se dio a la fuga.
Quizá se trató de un accidente. Es posible que el abuso de drogas duras en que
habría recaído constituyera ya una actitud suicida. Más allá de su maldita
leyenda, la que fuera directora de la Casa de Poesía Silva, María Mercedes
Carranza (Bogotá, 1945 - 2003), quería que se recordara a Raúl como “una
persona muy tierna, muy emotiva, muy buena; de una pureza interior
impresionante”55 y como un gran poeta. Así sea.
Con carácter póstumo, ha aparecido El libro de la locura (Medellín,
Editorial Lealon, 2000), una coedición del Taller de Poesía Siembra y la Casa de
Poesía Silva. Para el poeta Iván Barboza, íntimo amigo de Raúl, “El libro de la
locura es un balazo al centro de la esperanza, a la pupila de la fe, a la despectiva
caridad. Trampas de brujos negros acechantes, augures de un mal quizás social
acosan al poeta brujo en implacable punición, por los siglos de los siglos amén.
Fantasmas de padre, madre, abuela, hermanos y demás habitantes de su ser,
tiempo y lugar, pesadilla eterna”56. En efecto, se trata de un libro directo,
atormentado, desgarrador, que recoge fragmentos del proceso de aniquilación de
un alma, con los peores pronósticos cumplidos, donde Satán toma la palabra y
Raúl le replica: “Nunca supe de ti De niño creí en Dios Nunca en ti / ¿Es
verdad que me hablas o estoy loco?” Satán responde: “Ambas cosas Son dos
verdades unánimes”57. Divina locura.
También póstumamente, en 2006, la editorial Pre-Textos ha reeditado la
mayor parte de la poesía de Gómez Jattin en Amanecer en el Valle del Sinú:
Antología poética, con prólogo y selección de Carlos Monsiváis (México, 1938 2010). Aunque no incluye ningún texto anterior a Retratos, Monsiváis añade a la
antología de 1995 poemas de Esplendor de la mariposa y El libro de la locura.
El escritor mexicano considera a Raúl “un autor excepcional en la historia de la
poesía latinoamericana”, vindica el carácter fundamental de su obra y encuentra
sus textos “cada vez menos extraños y más arraigados en la sensualidad
53
Raúl Gómez Jattin, Esplendor de la mariposa, Bogotá, Magisterio, 1995, p. 13.
Ibíd, p. 33.
55
Raúl Gómez Jattin, El libro de la locura, Medellín (Colombia), Laelón, 2000, contracubierta. La cita
está tomada del cortometraje documental Raúl, Sol y Luna, dirigido por Haroldo Rodríguez Osorio en
1999. María Mercedes Carranza falleció, el 10 de julio de 2003, tras ingerir una dosis letal de
antidepresivos.
56
Ibíd., p. 7.
57
Ibíd., p. 26.
54
Revista Hispanoamericana. Publicación digital de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras. 2014, nº 4
ARTÍCULOS
________________________________________________________________________________________________________________
contemporánea”58. En todo caso, éstos constituyen el deslumbrante y lúcido
legado de quien supo —como concluía aquel sobrecogedor autorretrato de la
tercera y última parte del Tríptico cereteano— que “la poesía es la única
compañera”59 y había que acostumbrarse a sus cuchillos.
58
Raúl Gómez Jattin, Amanecer en el Valle del Sinú: Antología poética, selección y prólogo de Carlos
Monsiváis, Valencia, Pre-Textos, 2006, p. 23.
59
TC, p. 133.
Revista Hispanoamericana. Publicación digital de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras. 2014, nº 4
ARTÍCULOS
________________________________________________________________________________________________________________
BIBLIOGRAFÍA
FIORILLO, Heriberto, Arde Raúl: la terrible y asombrosa historia del poeta
Raúl Gómez Jattin, Barranquilla, Ediciones La Cueva, 2004.
GIL CANO, Mauricio, “Benditos poetas malditos de Colombia”, en Tierra de
nadie. Revista literaria (Jerez de la Fra., Cádiz), nº 5, septiembre de 2002,
cuadernillo central de 32 pp.
_____, “Raúl Gómez Jattin: trece poemas”, en RevistAtlántica (Cádiz,
Diputación Provincial), nº 18, 1998.
GÓMEZ JATTIN, Raúl, Amanecer en el Valle del Sinú: Antología poética,
selección y prólogo de Carlos Monsiváis, Madrid, Pre-Textos, 2006 (1ª ed. en
México, Fondo de Cultura Económica, 2004).
_____, El libro de la locura (Póstumo), Medellín (Colombia), Editorial Lealon,
2000.
_____, Esplendor de la mariposa, Bogotá, Magisterio, 1995 (1ª ed. en Cartagena
de Indias, 1993).
_____, Hijos del tiempo, Cartagena de Indias, Ediciones El Catalejo, 1989.
_____, Poemas, Cartagena de Indias, Ed. Juan Manuel Ponce, 1980.
_____, Poesía: 1980-1989, Bogotá, Norma, 1995.
_____, Tríptico Cereteano, Bogotá, Fundación Simón y Lola Guberek, 1988.
GUINARD, Fernando, JOTAMARIO y CHAVES M., Álvaro, El espíritu
erótico, Bogotá, Taller De-Mente Colombiano, 1990.
ORY, José Antonio de, Ángeles clandestinos: una memoria oral de Raúl Gómez
Jattin, Bogotá, Norma, 2004.
_____, “Recuerdo de Raúl Gómez Jattin (1945-1997)”, RevistAtlántica, Cádiz,
nº 18, 1998.
ROMERO, Armando, El nadaísmo colombiano o la búsqueda de una
vanguardia perdida, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1988.
Descargar