VOLANDO BAJO Por Hernán Lara Zavala 1 La lente de Pablo Ortiz Monasterio recorre la gran ciudad. Sus ojos se colocan tras la cámara y fijan para siempre una escena: un chavo banda vuela para cruzar una zanja. Una brecha, un vacío. El jovenzuelo queda suspendido por los aires con los brazos extendidos y las piernas flexionadas; su rostro mira hacia abajo, hacia el fondo, sin miedo, más bien divertido. Sus ropas son típicas del chavo banda: la chamarra de cuero con zippers y argollas con un pin de Robert Smith de The Cure prendido en la solapa, sin camisa: el torso flaco y desnudo al aire, los pantalones ajustados con rasgaduras en las rodillas. Las botas militares o de leñador por encima de los tobillos. Como si ese joven con los cabellos negros, hirsutos y propositivamente desarreglados, se hubiera lanzado a un gran proyecto. Sex Pistols, dice el grafitti sobre el muro al final del muladar. Desde una pequeña cornisa el joven ha pegado el brinco bajo el amago de una enorme pistola pintada en la pared. En el otro extremo, otra pistola, considerablemente menor, parece disparar hacia un dibujo ininteligible, una especie de ramo de flores, pintado entre los hoyos, la cal chorreada, la piedra, el concreto salpicado por todo tipo de excrecencias, la humedad, las grietas y las piedras del muro. Junto a la pistola pequeña se alcanza a distinguir in pedazo de bandera inglesa… 1 Lara Zavala, H. (1993). Volando bajo. Memoria Fotoseptiembre 1993, pp. 334-335. CONACULTA: México D.F. Todo parece indicar que los punks, nacidos de la clase trabajadora de Inglaterra como rechazo a las pobres normas de sus padres, han encontrado su equivalente entre nosotros. Nuestros chavos banda están también un poco desvalidos. Como punks ingleses parece que van a desarmar y por eso necesitan apuntalarse con zippers y argollas, cadenas, hebillas y ganchos. Los ropajes negros de los punks intentaban rebelarse contra del dril y la mezclilla de sus padres así como el cabello erizado y totalmente artificioso iba en contra de la gorra y del casquete corto del trabajador manual. Pablo Ortiz Monasterio, Volando bajo, 1987. Nuestros pobres chavos banda, en cambio, producen, en principio, más lástima que temor. Su piel es más oscura, su cuerpo más pequeño, su estatura más baja. El color negro de la ropa no les favorece como a los rostros blancuzcos y rosados de sus colegas británicos que se pueden dar el lujo de teñirse el cabello de verde y peinarse como de la estatua de la libertad. Y sin embargo, en nuestros banda se palpa una violencia mayor. Sus ropas negras se rebelan contra el calzón de manta y contra la ropa de limosna o de desecho porque sus padres nunca pertenecieron a la clase trabajadora: son los pepenadores, los campesinos venidos a menos en la ciudad o los teporochos, eso en el caso hipotético de que los hayan llegado a conocer. Observemos el rostro moreno de este jovencito saltarín que, si bien se mira, parece el de un boxeador, con la nariz chata, ancha a fuerza de tanto golpe durante su breve vida. Con una mirada diabólica, sagaz e irreverente en donde ya no hay rastro de la mirada humilde y agachada de sus padres. Efectivamente, este joven ha dado un salto que adorna y amenaza, a la vez, las zonas marginales en que habita. Ha convertido el muro del muladar, del llano o de la derruida construcción de su ciudad perdida en un gran lienzo. Celebra el desmadre, la violencia, la pobreza, el sexo y el rock: qué importa que sea con tiner, con anfetas o con alcohol y si se puede, porqué no, con un churrito. Móchate con algo pal pomo, ¿no carnal? Le piden al transeúnte que sabe que más vale les suelte algo. Ese chavo ha dado un salto de muchas generaciones al dibujar una pistola en la pared con dos palabras en un idioma que desconoce pero que alude a una música que los prende de volada. Sex pistols y no Pedro Infante ni Los Tigres del Norte ni JuanGa, ni LuisMi y ni siquiera al Tri, Caifanes o la Maldita Vecindad. Sex Pistols, grupo extinto cuyos representantes ostentaban nombres violentos y repugnantes y cuya música es deliberadamente agresiva y burlona. Porque, ¿qué es un sex pistols si no un miembro masculino que juega con la vida?