MITOLOGÍA CLÁSICA ANTROPOGONÍA. POSICIÓN DEL HOMBRE EN EL MUNDO. LA PÉRDIDA DEL PARAÍSO 1. Introducción 2. El mito de las edades 3. El mito de Prometeo a. El mito de Prometeo según Hesíodo b. El mito de Prometeo según Platón c. Esquilo, Prometeo Encadenado 1. Introducción Tras la Cosmogonía, Hesíodo introduce dos relatos que va a explicar el origen del hombre. En la mitología griega no hay un mito de creación humana propiamente dicho, es decir, no hay un relato completo y detallado de cómo se crea el hombre; pero si hay uno semi-completo de cómo se crea la mujer. Hay detalles que nos permiten imaginar que, en un momento dado, se crea al hombre. Hesíodo nos dice que los hombres vivían en una Edad de Oro, como los dioses, y morían como en un sueño, sin sufrimiento. Por una serie de razones que los mitos no cuentan (Tántalo, Prometeo engañando a Zeus, etc.) se desconoce el motivo exacto por el los hombres fueron expulsados de esa Edad de Oro. Pero antes de caer en la situación actual, también se cuenta que los dioses, enfadadísimos con el género humano porque habían cometido un pecado terrible contra el mundo de los dioses, deciden exterminar la raza humana, para lo cual Zeus manda sobre la tierra un Diluvio Universal, un tema utilizado por las mitologías antiguas desde el tercer milenio antes de cristo (Mesopotamia, Persia, India, Grecia, etc.), del cual no se salva nadie, excepto dos: Deucalión y Pirra. El relato del diluvio nos lo transmite Ovidio en el libro primero de sus Metamorfosis. Zeus perdona a Deucalión y Pirra por ser los únicos piadosos. Llegan a una playa y piden compañía, es decir, piden que Zeus cree de nuevo la humanidad. El rey de los dioses dice que cojan piedras y la arrojen hacia atrás. Las que arroja Pirra se convertirán en mujeres, mientras que las de Deucalión serán hombres. Este es uno de los mitos más importantes de autoctonía, que quiere decir que los hombres nacidos en la propia tierra tienen pleno derecho a vivir en ella, ya que están allí desde siempre. Con este mito se justifica la existencia de Helenos desde el principio, desde el pretiempo mítico. Pero el hombre ya no vive en la edad de oro. Ahora hay que trabajar, sufrir enfermedades, soportar la vejez y esperar la muerte, que ya no será como un sueño. Por tanto, el hombre aparece y vive como los dioses: en un paraíso. Esta etapa llego a su fin por alguna falta grave. Los dioses quieren acabar con la humanidad y envían el Diluvio Universal. Deucalión y Pirra se salvan y de las piedras que arrojan vuelve a surgir la humanidad. 2. Mito de las Edades o de las razas En el principio existió un paraíso, llamado también Isla de los bienaventurados, habitado por la raza de los hombres de la Edad de Oro. Aunque los hombres han perdido el paraíso después del diluvio, unos pocos, los favoritos de los dioses, en vez de ir al Hades van a la isla de los bienaventurados. Desde Platón, la idea de un lugar privilegiado después de la muerte se extiende poco a poco. En este sentido, se comienza a extender también la idea de un juicio después de la muerte, en el que se valoran las obras de los hombres. Los que consiguen demostrar una mayoría de obras buenas van a los Campos Elíseos. El Mito de las Edades del hombre es de origen persa. Los estudiosos sitúan su origen alrededor del año 1000 a. C., aunque no hay consenso. Hesíodo conoce este mito y lo adapta al pensamiento griego arcaico. Toma la idea persa de las razas y lo desarrolla añadiendo una edad más, convirtiéndolo en un relato mítico que sirve como modelo de conducta para toda la humanidad. El mito persa está constituido por cuatro edades, correspondientes a cuatro metales: oro, plata, bronce y hierro. La humanidad se va degradando poco a poco al igual que estos cuatro metales también se degradan. Es una historia lineal en declive, desde los primeros hombres hasta la situación actual. Hesíodo toma las cuatro edades y las adapta para construir modelos de conducta. Además, introduce una nueva edad, la de los Héroes, entre la edad de bronce y la edad de hierro. Los primeros hombres constituían la Edad de Oro, y eran súbditos de Crono que vivían sin preocupaciones y sin trabajar, alimentándose de granos, frutos silvestres y miel. Bebían leche de oveja y cabra, nunca envejecían y la muerte para ellos no era más terrible que el sueño. Después llegó la Edad de Plata, de carácter positivo. Los hombres eran belicosos e ignorantes y nunca ofrecían sacrificios a los dioses, pero al menos no se hacían la guerra entre sí. Los varones se hallaban enteramente sometidos a sus madres y no se atrevían a desobedecerlas, aunque podían alcanzar la edad de cien años. Zeus los destruyó. Luego apareció la raza de bronce, el modelo de conducta en la guerra. Eran hombres insolentes y despiadados, y terminaron aniquilándose entre sí. Zeus creó una nueva generación, la de los héroes, que se hicieron famosos por sus combates ante los muros de Tebas y Troya. Establecen el modelo de comportamiento en la guerra, ya que luchaban con un fin: por su ciudad, por la gloria, etc. Estas guerras son, por tanto, justas. Al morir los guerreros van a Hades, pero serán recordados; incluso, algunos irán a la isla de los bienaventurados. La quinta raza es la actual de hierro, indignos descendientes de la cuarta. Son degenerados, crueles, injustos, maliciosos, malos hijos y traicioneros. Hesíodo habla poco de ella, pero se lamenta de haber nacido precisamente en esta época. Las edades de oro y plata corresponden al plano teológico: establecen la relación que los hombres pueden llegar a tener con los dioses. Dependiendo de esta relación, los hombres vivirán sin dolores, sin tener que trabajar y sin muerte, es decir, en la edad de oro, o bien vivirán sumidos en la miseria, esto es, en la de plata. El plano guerrero es el plano propiamente humano de Hesíodo: los hombres se pueden comportar como lo hicieron los de la edad de bronce, sumidos en el enfrentamiento total, o bien hacerlo como los héroes, que son los protagonistas de las grandes guerras mitológicas y lucharon por causas justas y cobraron fama gracias a los poemas épicos. Los dioses les conceden un paraíso después de la muerte, similar al de la edad de oro. Por tanto, podemos establecer una serie de relaciones entre las cuatro edades: Edad de Oro Edad de Plata Edad de Bronce Edad de los Héroes Las cuatro edades se establecen en torno a un quiasmo, en el que los modelos de conducta se complementan. En este sentido, las edades de Oro y de los Héroes serían positivas, mientras que las de Plata y Bronce serían negativas. En cuanto a la Edad de Hierro, la actual, Hesíodo la divide en dos períodos: 1. Época Actual: La contemporánea de Hesíodo y de cualquier humanidad, donde mil inquietudes existen para los hombres, aunque junto a sus males se mezclan alegrías. Supone fatigas, miserias, inquietudes, pero también alegrías. Los males caracterizan a la humanidad, hay que trabajar y sufrir: ya no vivimos en un paraíso, eso quedó en el mito. 2. Época Futura: Si la humanidad sigue los modelos establecidos por Hesíodo, se acabará la mezcla de alegrías y pesares. Si no, solo existirá el mal, y la vida será un valle de lágrimas. Esto ocurrirá cuando los jóvenes no respeten a sus padres, ni se respete la palabra dada, o cuando se utilice el juramento en vano, o cuando no haya honradez. Entonces Aidos (el sentido moral) y Némesis (la venganza) se marcharán del mundo, y abandonarán a los hombres a su propia suerte. Entonces no habrá remedio para el mal y dejarán de existir las alegrías. En sus Metamorfosis, Ovidio también habla del mito de las edades. La raza de oro, que cultivaba la lealtad y el bien, fue creada en primer lugar. Este es un rasgo común en todas las ideas de la edad de oro: los hombres son buenos y no tienen la necesidad de trabajar. La tierra produce alimentos sin necesidad de trabajo, que es entendido como un castigo para el hombre. Un rasgo novedoso de Ovidio respecto a Hesíodo es que nos cuenta que en la edad de oro tampoco eran necesarias ni la ley ni la autoridad, y no hay ciudades amuralladas porque no hay guerras. Los hombres viven en una primavera eterna. En Hesíodo tampoco aparece esto. Él solo nos habla de la ausencia del dolor y de la fertilidad de la tierra sin necesidad de ser trabajada. Después llegó la edad de plata, peor que la del oro pero más valiosa que la del bronce. Los hombres necesitan cubrirse tras una fachada porque se termina la primavera eterna y aparecen el frío y el calor y, por tanto, las estaciones. Al existir cuatro estaciones, se tienen que establecer los calendarios para trabajar la tierra, que deja de ser fértil durante un determinado período de tiempo. Surge, por tanto, el trabajo como una necesidad. Tras la raza de plata aparece la generación de bronce, dada a las armas pero no criminal. La ultima es la de duro hierro, en la que huyeron la honradez, la verdad y la buena fe, y llegó la violencia. Ovidio nos habla de cuatro razas, por lo que en Roma ya no encontramos la raza de los héroes. Oro y Hierro marcan los polos de esta escala en degradación. Lo único que le importa a Ovidio es la máxima de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. La edad de oro se nos presenta con la expresión de que los hombres no necesitan leyes ni ciudades, ya que viven en buena armonía. Esta concepción la podemos encontrar también en la descripción de los Cíclopes de la Odisea: todo lo tienen en común, son ciudadanos sin ley. La Edad de Oro está relacionada con Cronos, las de Plata y Bronce con Zeus, y la de los Héroes (en Hesíodo) con Cronos. Cronos se asocia con el oro porque es la edad más remota. Por tanto, esta distribución es cronológica. 3. Mito de Prometeo a. El Mito de Prometeo según Hesíodo (Teogonía y Trabajos y Días) Dentro de la teogonía, Hesíodo introduce un relato que depuse continuará en Los Trabajos y los Días. Aquí, Hesíodo intenta explicar por qué la humanidad vive como vive. Además, intenta establecer el origen de un rito, el sacrificio a los dioses, que será de la misma manera y para siempre. El humo que sube hasta el olimpo es la forma que tienen los hombres de comunicarse con los dioses. Por tanto, este rito supone la separación definitiva de los dos mundos. Antes, dioses y hombres se trataban como iguales, pero cuando perdimos el paraíso, perdimos también ese trato. Este rito quedó establecido por un engaño: Prometeo quiere burlarse de la inteligencia de Zeus. Abundan en el texto las palabras astucia, ocultar, disimular, encañar, etc. Prometeo engaña a Zeus al repartir el buey. Le dice al dios que elija la parte que quiera del animal: una está formada por la grasa y los huesos cubiertos con la piel, algo más apetecible; en el otro, estaba la carne cubierta con las vísceras, lo más desagradable. Zeus elige la parte más apetecible, y como reacción ante el engaño decide arrebatarles el fuego a los hombres, pero Prometeo vuelve a burlarse de Zeus, robándole el fuego y manteniéndolo encendido para devolvérselo a la humanidad. Zeus, aun más irritado, idea un nuevo mal para los hombres. Ordena al dios artesano, Hefesto, que modele a la mujer. Cuando estaba preparada, Zeus la colocó entre los hombres. La mujer por fuera es una preciosidad, pero oculta lo mismo que un enjambre de zánganos dentro de una colmena. De la creación de la mujer se deriva una consecuencia para la humanidad: la institución del matrimonio. Pandora, la primera mujer, es creada para la perdición del hombre. Zeus se la entrega a Epimeteo, hermano gemelo de prometeo, modelo de irreflexión, al contrario que Prometeo. Ambos hermanos representan la doble condición de cualquier persona. Prometeo había avisado a su hermano que no cogiera nada que le entregara Zeus. Pero Epimeteo aceptó a Pandora y después se acordó del consejo de su hermano, cuando ya era tarde, ya que Pandora había abierto la vasija con todos los males, que hasta entonces no habían existido en el mundo. Dentro de la vasija solo quedó la espera, que en otras traducciones es esperanza. Este es un concepto ambiguo, ya que es un bien dentro de todos los males, pero la espera no es del todo buena. Los males aparecen sin saber cuando, por lo que los hombres deben vivir con esperanza, ya que no saben dónde y cuándo se van a topar con uno de esos males, que llegan de forma sigilosa, sin hablar, para que así no puedan evitarse. Pero hay males que sí hablan y se pueden evitar, pero, como vienen revestidos de bien, no los podemos evitar: Pandora es un mal envuelto en belleza y bien. Bienes y males se mezclan, por tanto, de manera indisoluble en el mundo de los mortales. No existe un bien sin su mal correspondiente ni un Prometeo sin su Epimeteo. La mujer está dotada de belleza física, pero también está llena de regalos, enviados a Pandora por las diosas. Todos ellos están relacionados con la atracción. También le entregan el habla, que es diferente a la de los hombres porque está cargada de mentiras y palabras engañosas (don entregado por Hermes). Pandora sólo tiene atractivo físico, sensual. Goza de habla para entenderse con los hombres, pero es un habla engañosa, repleta de mentiras. Atenea fue la encargada de enseñarle sus labores: el telar y la rueca que marcan, junto con la reproducción, el lugar de la mujer en la sociedad. Desde la misma creación de Pandora sabemos que Atenea le enseñó sus labores. El mito de Prometeo también sirve para marcar en cierta medida la separación entre hombres, animales y dioses. Los hombres comen carne cocinada, al contrario que los animales, gracias al fuego robado por Prometeo. Los hombres y mujeres procrean dentro de la institución del matrimonio, al contrario que los animales. Los animales no tienen esperanza para vivir, porque ni siquiera tienen noción de ser animales, pero los hombres necesitan la esperanza para vivir. Por tanto, el mito de Prometeo es un mito funcional. No solo Hesíodo trata el mito de Prometeo. También lo encontramos en Esquilo y Platón, ya en época clásica. b. El Mito de Prometeo según Platón (Protágoras) En el Protágoras, el mito de Prometeo se encuentra en medio de una discusión entre Protágoras y Sócrates. La teoría de los Sofistas se puede resumir en que entendieron la raza humana como principio de todo. Rechazaron la religión y abandonaron la concepción de los dioses como seres que hacen avanzar la vida y el mundo. Creían además que lo que se puede enseñar es el motor de la vida política. En este diálogo, Platón se plantea si la excelencia política se puede enseñar o si la participación en la política está destinada a unos pocos. En el Protágoras, por tanto, el mito sigue siendo una forma de explicación racional. Epimeteo trata de distribuir las capacidades de forma equitativa para que ninguna especie mortal quedara desprovista de algún “don”. Pero gastó todas las capacidades en los animales, por lo que no sabía qué hacer con los hombres. En este mito, hombres y animales provienen de lo mismo. Platón utiliza los datos tradicionales del mito: la existencia de Prometeo y Epimeteo. Pero Epimeteo no es tan tonto como en otras versiones. El único fallo que tiene es que se olvida de dotar de capacidades a los hombres. Para paliar este error, Prometeo les roba el fuego a los dioses. En Platón este fuego está más ligado a la técnica, no es el fuego celeste de Zeus, sino que pertenece a los dioses que le dan un uso técnico: Hefesto y Atenea. Lo que está robando Prometeo es el fuego del progreso, asociado a la técnica. A partir de este momento, Prometeo desaparece del mito (en Platón). El fuego técnico le sirve al hombre para fundamentar la religión y el lenguaje, y para construir lo más básico para la vida: casas, vestidos, etc. El fuego les sirve para todo esto, pero como los hombres no conocen la ciencia política, se atacan unos a otros y no pueden vivir juntos. Para Platón, el hombre no es un animal político. La vida en comunidad debe aprenderse por todos los hombres. A causa de esto, los dioses envían a los hombres el sentido moral y la justicia. Aquí Platón sustituye Némesis (venganza) por justicia, ya que en el siglo V están fijadas las leyes, al contrario que en la época de Hesíodo, en el siglo VII, en el que justicia era igual a venganza. El reparto de la justicia es igual para todos los hombres, que además están “obligados” por los dioses a participar en la política de la ciudad. Por tanto, la justicia no debe repartirse como el resto de capacidades, donde unos conocen algo, y otros, otro algo. Si hay algún hombre que no posea el sentido moral y la idea de justicia, está claro que no puede vivir en comunidad. Como todos los hombres han llegado a poseer la técnica política, todos pueden y deben participar en la vida política, y nadie puede excluir a nadie, ya que se tratan temas comunitarios. Por tanto, según Platón, la técnica política es enseñable y todos deben participar en ella. En conclusión, a Platón le sirve el mito de Prometeo para dos cosas: 1. Contar el origen de la civilización. 2. Justificar la democracia mediante un mito. El mito de Prometeo en Platón es un mito funcional, al igual que en Hesíodo. Hay que tener en cuenta la situación social de la Atenas clásica, muy distinta a la del siglo VII a. C. Zeus les entrega la justicia y el sentido moral a todos, pero a todos aquellos que eran ciudadanos, es decir, solo a varones mayores de edad hijos de padre y madre atenienses, es decir, ni a mujeres ni a esclavos, ni a metecos. A Platón tampoco le interesa la historia de Pandora, ya que aquí quiere hablar de los orígenes de la democracia y la civilización, en la que la mujer no toma partido. Por este mismo motivo elimina tan rápido a Prometeo. c. Prometeo Encadenado, de Esquilo Cuando Esquilo compone esta tragedia Atenas acaba de vencer a los persas en las Guerras Médicas. En esta época el debate se centra en dos cosas: 1. Concepto de Justicia: Es el momento en el que este concepto sustituye al de Némesis o venganza. Aparecen las leyes escritas y los tribunales de justicia. 2. Abusos de poder de los Tiranos: Se preguntan si se puede imponer un solo hombre sobre los demás. La decisión es la de revelarse contra el poder tiránico. En esta época hay concursos teatrales en Atenas dos veces al año. Esquilo presenta una trilogía, en la que se encuentra Prometeo Encadenado, que es la segunda obra que presentó Esquilo. La primera sería Prometeo portador del fuego, y la tercera Prometeo liberado, pero no conservamos fragmentos de ninguna. No obstante, estas tres tragedias explicarían el mito del castigo de prometeo desde el principio hasta el final. En el Prólogo de Prometeo encadenado intervienen el Poder, Hefesto y la Violencia, que actúa pero no habla. Poder y Violencia son los conceptos seguidores de Zeus. Esquilo eleva a Prometeo a la categoría de Titán, por lo que sería tío de Zeus; por tanto, Esquilo se ha permitido rescribir el mito. Al ser un titán, Prometeo es inmortal, por lo que debe sufrir un castigo eterno. Atado con cadenas fabricadas por Hefesto a una roca, un águila le devorará el hígado para siempre, aunque después será liberado por Heracles. Además, Prometeo conoce el oráculo que sobrevuela a Zeus, que dice que éste tendrá un hijo que conseguirá arrebatarle el trono. Zeus se casa con Tetis, pero sigue teniendo miedo de perder el poder. Por este motivo, casa a la Titánide con un mortal: Peleo. De esta unión nacerá Aquiles. Posteriormente, aparece en escena Océano, que está dispuesto a ayudar a Prometeo, pero le dice que se modere un poco o que la cólera de Zeus será terrible, es decir, le aconseja que se acomode al poder de Zeus. Junto a Océano aparece el Coro de Oceánides, que se apiadan del pobre Prometeo y lloran por su desgracia. En esta intervención del coro se introduce el tema de la συµπαϑεια, la compasión universal, ya que por Prometeo está llorando todo el universo, incluso el Hades y las tierras bárbaras de más allá del Ponto. Prometeo les relata todo lo que les ha entregado a los hombres: la posibilidad de construir casas, la astronomía para distinguir las estaciones, la agricultura, la navegación, la aritmética, la escritura, la medicina, la adivinación, la minería, etc., en resumen, todas las artes humanas les vienen de Prometeo, que está castigado por ser demasiado filántropo. Tras este diálogo con el coro aparece Ío, dando brincos y coces, como hacen las vacas. Esta muchacha mortal está sufriendo el castigo de Hera porque Zeus se enamoró de ella. Hera le pone un vigilante, Argos, que tiene ojos por todas partes, por lo que nadie puede liberar a Ío, hasta que Hermes logra engañar a Argos y lo mata. Sus ojos se colocarán para siempre en la cola del pavo real, que pasará a ser el animal característico de Hera. La historia de Prometeo e Ío se relaciona con el nacimiento de Épafo, antepasado de Heracles, liberador de Prometeo. El papel de Ío en esta obra es el de mostrar a Zeus no solo como un tirano soberbio, sino también como un ser tremendamente arbitrario. Por tanto, Ío es una víctima inocente del poder de Zeus. Prometeo sí llega a reconocer que es merecedor de algún tipo de castigo, pero Ío es inocente, demostrándose así de forma clara la arbitrariedad de Zeus. Del mismo modo, también las Oceánides podrían verse amenazadas por la lujuria de Zeus. Por esto forman el coro y critican el poder injusto y arbitrario de Zeus y se ponen del lado de Prometeo hasta el final. Incluso están dispuestas a compartir el destino de Prometeo hasta la muerte. Al final del diálogo entre Prometeo e Ío se introduce de nuevo el mito de sucesión en el mundo de los dioses. Prometeo conoce el oráculo y este se cumplirá si se lo cuenta a Zeus. Tras esta conversación entra Hermes en escena, ya que Zeus quiere conocer dicho oráculo, pero Prometeo se niega a revelárselo. La obra termina con un Prometeo rebelde, victima de una injusticia llevada a cabo por Zeus. Al contrario que en Hesíodo, no se da un juego de astucias. Aquí encontramos a un filántropo que comete un error contra la divinidad, siendo castigado eternamente. Con la entrada de Hermes en escena, se deja abierta la puerta al Prometeo Liberado. Finalmente, Zeus llega a convencer a Prometeo para que le revele el oráculo. Renuncia al abuso de poder y acepta acatar las normas de la justicia. Prometeo también cede, dando a conocer el oráculo a Zeus. Parece ser que Esquilo presenta el modelo de lo que no debe ser un gobernante, ya que ha visto caer la tiranía de la Época Arcaica. La figura de Prometeo ha sido reelaborada en la Tragedia y, de este modo, se pueden someter a discusión nuevos temas. LOS GRANDES HÉROES 1. Introducción 2. Heracles: los doce trabajos 3. Teseo 3.1. Teseo salvador de su patria 3.2. Teseo rey del Ática 4. Perseo 5. Jasón, los argonautas y Medea 5.1. Jasón 5.2. Medea 6. Aquiles 6.1. Marcha contra Troya 6.2. Guerra contra Troya 6.3. Final de Aquiles 7. Odiseo 7.1. Antes de la guerra de Troya 7.2. La guerra de Troya 7.3. El nóstos de Odiseo: la Odisea 7.4. Llegada a Ítaca 1. Introducción En la Mitología griega los héroes ocupan un lugar más central que los dioses. Los héroes nacen, normalmente, de la unión de un dios y una mortal, aunque también existen casos de héroes hijos de una diosa y un mortal, como por ejemplo Aquiles, que es hijo de la diosa Tetis y del mortal Peleo, o Eneas que es hijo de Afrodita y de Anquises. Así describe Hesíodo a los héroes1: Y ya luego, desde que la tierra sepultó también esta estirpe, en su lugar todavía creó Zeus Crónica sobre el suelo fecundo otra cuarta más justa y virtuosa, la estirpe divina de los héroes que se llaman semidioses, raza que nos precedió sobre la tierra sin límites. A unos la guerra funesta y el temible combate los aniquiló bien al pie de Tebas la de siete puertas, en el país cadmeo, peleando por los rebaños de Edipo, o bien después de conducirles a Troya en sus naves, sobre el inmenso abismo del mar, a causa de Helena de hermosos cabellos. Allí, por tanto, la muerte se apoderó de unos. A los otros el padre Zeus Crónica determinó concederles vida y residencia lejos de los hombres, hacia los confines de la tierra. Éstos viven con un corazón exento de dolores en las Islas de los Afortunados, junto al Océano de profundas corrientes, héroes felices a los que el campo fértil les produce frutos que germinan tres veces al año, dulces como la miel… Hesíodo diferencia a los héroes en dos grandes generaciones: los que lucharon en Tebas y los que lo hicieron en Troya. Además de estos dos grupos, también nos detendremos en héroes con hazañas más individuales. Ahora bien, tenemos que señalar también algunos rasgos típicos de los héroes: podemos decir que el héroe es el punto de partida insigne de las genealogías de toda una serie de grandes familias. Cuanto más importante es el héroe, más griegos quieren proclamarse descendientes directos suyos, y por lo tanto más fecundo es. El héroe griego es, principalmente, un guerrero valiente cuyo objetivo es alcanzar la virtud; para ello se enfrenta a monstruos, toma parte en las expediciones y participa en las guerras. Pero a su vez el héroe no tiene especiales prejuicios en asesinar, ya sea a un enemigo en la guerra, como Aquiles a Héctor en la guerra de Troya; o a su propia madre, por ejemplo Orestes a Clitemestra, para vengar a su padre; o a sus hijos, como es el caso de Agamenón que es capaz de sacrificar a su propia hija, Ifigenia, por el bien de una expedición guerrera; o a su hermano, como Eteocles y Polinices, hijos de Edipo, que se asesinan recíprocamente por el poder de la ciudad. 1 Hesíodo, Trabajos y Días, 157-173. Caracterización general del Héroe Griego Un héroe es un muerto memorable, es decir, es un personaje digno de recuerdo porque han dejado, con sus hazañas, una impronta en el mundo y, por tanto, merecen ser recordados generación tras generación. Ese recuerdo puede ser de muchos tipos: algunos han eliminado de la tierra a algún monstruo que asolaba el mundo, haciéndolo más agradable, otros han inventado algo decisivo para el hombre, etc. Todos ellos tienen que ser muertos venerables. Los héroes no tienen por qué ser hijos de dioses. Lo cual no quiere decir que los hijos de dioses no sean héroes. Los héroes que no proceden de algún dios siempre acaban siendo asociados a alguna estirpe divina, aunque sea lejanísima. Los héroes son, por tanto, los intermediaros entre los mundos divino y humano. Todos los héroes reciben culto en torno a su tumba, que está situada, generalmente, en su ciudad de origen. La relación del héroe con su ciudad, ya sea de nacimiento o adopción, constituye el eje del culto al héroe. Tanto es así que algunos héroes mueren lejos de su patria y los habitantes de su ciudad no pararán hasta conseguir el cadáver y situarlo en su ciudad. Vienen a ser como los patronos actuales de las ciudades, en el sentido en que ambos están asociados a una ciudad concreta. Por ejemplo, sabemos que el héroe del Ática fue Teseo, que murió lejos de Atenas. Los habitantes de la ciudad no pararon hasta que recuperaron sus restos y los enterraron en la ciudad. Los héroes, son hombres mortales, pero comparten el culto con los dioses. Se observa claramente en los mitos griegos que las ciudades en las que se sitúan los héroes son las principales ciudades del mundo micénico. Las zonas en las que se mueven son Corinto, Tebas, Esparta, Argos, Micenas o Creta. Además, la mitología geográfica de los héroes se extiende desde el estrecho de Gibraltar hasta el Mar Negro, es decir, recorren las grandes rutas comerciales de la antigüedad. Existe una especial relación de los héroes con la muerte. No hay un solo héroe que haya muerto de forma natural, sino que lo hacen de forma violenta y siendo aún jóvenes. En este sentido, cabe destacar la Dimensión Agonística del Héroe, que responde a la mentalidad griega y está relacionada con el enfrentamiento, que puede ser real en una guerra o también un enfrentamiento dialéctico, con animales salvajes o con la naturaleza desatada, entre otros. El héroe está siempre enfrentándose a peligros. Siempre es el que compite y siempre gana. La relación con la muerte de los héroes supone que hay algunos que llegan incluso a protagonizar una bajada al Hades (καταβασις). Este descenso supone la superación del héroe a la muerte. Al volver son completamente sabios, ya que conocen los dos mundos. Sin embargo, este descenso se reserva sólo para unos pocos héroes: Orfeo, Heracles, Ulises, Eneas y Teseo. Este último descendió al Hades porque quiso imitar a Heracles. La katábasis es una marca de héroes muy especiales que llegan a conocer el mundo de la muerte estando vivos, por lo que rompen las normas de la naturaleza. Todos los héroes buscan la fama imperecedera (κλεος). A esto dedican muchos esfuerzos, que muchas veces les llevan a cometer empresas casi imposibles. Lo que parecía imposible, el héroe lo consigue, por lo que consigue también la gloria. Pero esta gloria realmente se consigue cuando se cantan sus hazañas, es decir, cuando están muertos y son recordados. Todos los héroes se caracterizan también por ser excesivamente desmesurados, por poseer υβρις. υβρις Todo lo hacen de forma exagerada. Son borrachos, pendencieros y lujuriosos hasta límites extremos. Son también más valientes que nadie, pero además son mentirosos y mentirosos. Cuando más importante sea el héroe, más se eleva su desmesura. Señales de posibilidad de ser héroe: las Marcas Heroicas Existen varias señales por las que un mortal puede ser considerado héroe. Normalmente, estas marcas comienzan en la infancia, e irán apareciendo a lo largo de toda su vida. Son las siguientes: 1. Precocidad: El héroe muestra indicios de su heroicidad desde muy pequeño. Por ejemplo, Heracles mató a dos serpientes enviadas por Hera cuando estaba en la cuna. 2. Educación a cargo del Centauro Quirón: Aunque no es una condición indispensable para ser héroe, la educación a cargo de este personaje significa automáticamente la heroicidad. Aquí encontramos a Jasón, a Heracles o a Aquiles, entre otros. 3. Doble Paternidad: El héroe suele tener un padre humano y otro divino. En la misma noche, la madre del héroe se acuesta con el padre y con el dios transformado. No obstante, tampoco es un requisito indispensable. Por ejemplo, Ulises es hijo de un mortal, Laertes. También puede ser hijo de una diosa y un mortal, como Eneas, por ejemplo. 4. Resolución de empresas imposibles 5. Compañeros extraordinarios: Normalmente, desempeñan sus trabajos acompañados de los mejores compañeros, que permiten que el héroe lleve a cabo la resolución de la tarea encomendada. Tipos de Héroes El héroe, desde que nace, a realizando hazañas que configurarán su carrera heroica. Estas hazañas permiten definir el tipo de héroe que será. Esta clasificación sería como sigue: 1. Héroes Culturales o Civilizadores: El héroe se dedica en la mayor parte de su carrera heroica a conseguir espacios civilizados para la humanidad o a hacer el mundo más habitable. Por ejemplo, en una ciudad hay un monstruo que la asola hasta que llega un héroe y termina con él. Esto héroes siempre tienen una etapa de matamosntruos y una segunda en la que se dedican a fundar ciudades, juegos u oráculos y a inventar artefactos que hacen mejor la vida de los hombres. Están representados sobre todo por Teseo. 2. Héroes de Guerra: Son los héroes que participaron en las grandes guerras mitológicas. El paradigma de estos héroes es Aquiles. 3. Héroes Trágicos: Son los héroes que han sido tomados en las tragedias para manifestar y ejemplificar la condición del hombre. Aquí es donde aparecen también las heroínas. Hasta el momento las mujeres habían sido meras acompañantes de los héroes masculinos, pero ahora en la tragedia sumen igualmente papeles protagonistas. Como representantes encontramos a Andrómaca y a Edipo. 4. Héroes Aventureros: Fundamentalmente son aquellos héroes a los que les pasa de todo y siempre salen airosos. Como ejemplo podemos citar a Ulises o Jasón. 2. Heracles Heracles (Hércules para los latinos) es sin duda el mejor ejemplo de mito heroico: es el héroe que cuenta con un mayor número de gestas, es fuerte, audaz, esforzado, sufrió como un personaje trágico y se ganó, finalmente, con sus hechos la inmortalidad al ser admitido entre los dioses como un dios inmortal, después de haber muerto de manera cruel. Es hijo de Alcmena y Zeus. El dios tomó la figura de Anfitrión, el esposo de Alcmena que en ese momento estaba luchando con los telebeos, para engañarle y poder unirse con ella. Zeus alargó milagrosamente la noche en tres. A la mañana siguiente cuando regresó Anfitrión también se unió a su esposa. Como fruto de esas uniones nacieron dos hijos gemelos: Heracles, hijo de Zeus, e Ificles, hijo de Anfitrión. Desde el primer momento, incluso antes de nacer, Heracles fue el blanco de los odios de Hera, esposa de Zeus. Hera hizo prometer a su marido que sería rey de Argos el primer descendiente de Perseo que naciera en esos días. La diosa consiguió retrasar el nacimiento de Heracles y anticipó el de su primo Euristeo, que con el tiempo se convirtió en el tirano que obligó a Heracles a realizar los famosos trabajos. Pero el odio de Hera no acabó aquí: estando en la cuna le envió un par de serpientes para que lo asfixiaran, pero Heracles, cuya fuerza era superior a la normal ya desde su niñez, consiguió ahogarlas. Heracles es sobre todo el héroe de los trabajos. Los antiguos mitógrafos ordenaron sus hazañas en tres grupos: los doce trabajos realizados bajo las órdenes de su primo Euristeo; los trabajos secundarios articulados en torno a la ejecución de las doce hazañas principales; y las gestas guerreras que el héroe llevó a cabo por su propia cuenta. Los doce trabajos Como ya hemos señalado, Heracles fue el encargado de llevar a cabo doce trabajos propuestos por el malvado Euristeo. El héroe, en solitario, realiza hazañas de dimensiones extraordinarias, como enfrentarse con monstruos. La lista canónica no fue establecida hasta la época clásica: 1. El león de Nemea. El león de Nemea era un monstruo invulnerable hijo de Ortro y nieto de Tifón. Hera lo educó y lo envió a la región de Nemea, donde asolaba el país, devorando sus habitantes y ganados. Heracles intentó primero matarlo disparándole flechas, pero su piel era tan dura que los dardos no penetraban en ella. Determinó obligar a la bestia a que entrara en la cueva y, taponando una de las salidas, puesto que la guarida tenía doble acceso, se encerró con él, lo cogió entre sus brazos y lo ahogó. Despellejó al león y se revistió con su piel, la cabeza le sirvió de casco. Parece que Heracles llevó el cadáver a Micenas, y Euristeo quedó tan impresionado por la fuerza de su primo, que a partir de ese momento le prohibió entrar en la ciudad y le pidió que dejara sus botines ante las puertas. 2. La hidra de Lerna. Igual que el león de Nemea, la hidra de Lerna era un monstruo, hija de Tifón, y también criada por Hera para que sirviera de prueba a Heracles. Su aspecto era el de una serpiente con varias cabezas, su número varía entre cinco o seis hasta cien, dependiendo de cada autor. El aliento del monstruo era terriblemente mortífero, hasta el punto de que cualquiera que se acercase moría, aunque la hidra estuviera dormida. Heracles la atacó con flechas encendidas y cortándole las cabezas con una espada. Necesitó la ayuda de su sobrino Yolao porque cada vez que cortaba una cabeza, le brotaba otra nueva. Heracles pidió a Yolao que cada vez que él cercenara una cabeza, el otro quemara la herida para evitar que la herida se reprodujese. Finalmente empapó sus famosas flechas con el veneno de la hidra, convirtiéndolas así en venenosas. Los mitógrafos han dado una explicación evemerista a este trabajo. Dicen que la hidra es en realidad el pantano de Lerna, desecado por Heracles, y que las cabezas renacientes son las fuentes que se lograban filtrar, haciendo inútiles los afanes del héroe. 3. El jabalí de Erimanto. El tercer trabajo consistió en llevarle vivo a Euristeo el jabalí que vivía en Erimanto. Heracles obligó al animal a salir de su guarida y le hizo correr por una llanura llena de nieve, hasta lograr agotarlo y capturarlo. 4. La cierva de Cerinia. Euristeo impuso como cuarto trabajo que capturara una cierva que habitaba en Énoe. Heracles la mató y consagró su cornamenta en el templo de Ártemis Enoatis. 5. Las aves del lago Estinfalo, en Arcadia. Las aves que vivían en sus orillas se habían multiplicado de forma exagerada hasta el punto de convertirse en una plaga y destruir las cosechas. La dificultad de Heracles para acabar con ellas consistía en obligarlas a salir de la espesa selva en la que vivían. El héroe empleó unas castañuelas de bronce, cuyo ruido las asustó y salieron de la espesura. Entonces Heracles las derribó a flechazos. Una explicación evemerista del mito hace de estas aves las hijas del héroe Estinfalo, a las que Heracles mató por no darle hospitalidad. 6. Los establos del rey Augias. Augias, hijo de Helios, era el rey de Élide, en el Peloponeso. Había heredado de su padre numerosos rebaños, pero descuidaba la limpieza de los establos, privando así a la tierra del abono necesario. Euristeo, buscando humillar a su primo, le encargó la limpieza de los establos. Heracles consiguió realizar este cometido desviando el curso de dos ríos, el Alfeo y el Peneo. 7. El toro de Creta. Este toro salió del mar un día que el rey Minos había prometido sacrificar a Posidón lo que apareciese en la superficie de las aguas. Cuando Minos vio a semejante ejemplar salir del mar, le sedujo la hermosura del animal y sacrificó al dios otro menos precioso. Posidón ofuscado por tal acción enloqueció al animal, que lanzaba fuego por la nariz. Euristeo pidió a Heracles que le llevara el toro vivo. El héroe lo capturó y lo llevó a Grecia, tal vez incluso nadando a lomos de la bestia. Euristeo quiso dedicárselo a la diosa Hera, pero ésta se negó a recibir un regalo procedente de Heracles, así que lo soltó, recorrió la Argólide, cruzó el istmo de Corinto y llegó al Ática. 8. Las yeguas de Diomedes. Diomedes era rey de Tracia y poseía cuatro yeguas que se alimentaban de carne humana. Heracles para calmar tal voracidad les entregó como alimento al propio Diomedes, tras lo cual las yeguas, ya saciadas, se dejaron conducir fácilmente. 9. El cinturón de la reina Hipólita. A petición de la hija de Euristeo, Admete, Heracles se dirigió al reino de las Amazonas para robarle a su reina el cinturón. Parece ser que este cinturón era de Ares y se lo había entregado a Hipólita como símbolo del poder que ella ejercía sobre su pueblo. Heracles se embarca con algunos voluntarios en una sola nave y, tras pasar una serie de vicisitudes, llega al país de las Amazonas. Hipólita accede gustosamente a darle el cinturón, pero Hera, disfrazada de amazona, hace que se entable una pelea entre las amazonas y los hombres de Heracles. El héroe, creyéndose engañado por Hipólita, la mata. 10. Los bueyes de Gerión. Gerión poseía numerosos rebaños de bueyes que eran apacentados por su pastor Euritión, ayudado por el monstruoso perro Ortro, en la isla de Eritia, isla situada en el Occidente extremo. Allí fue donde Euristeo mandó a Heracles a traerle los preciosos bueyes. El viaje de Heracles a Occidente está plagado de aventuras en las que simplemente señalaremos que el héroe pacta con el Sol y con Océano para llegar felizmente a su destino. Al llegar mató con su maza al perro Ortro y a Euritión, y lanzó sus flechas contra Gerión, consiguiendo así llevarse los rebaños. También el viaje de vuelta fue accidentado. Es en este viaje, tanto de ida como de vuelta, en el que se sitúan la mayoría de las aventuras que se le atribuyen en el Occidente mediterráneo: por ejemplo, para dejar un recuerdo de su paso por Tartesos, erigió dos columnas, una a cada lado del estrecho que separa Libia de Europa, las Columnas de Hércules (el Peñón de Gibraltar y el de Ceuta). 11. El can Cerbero. El penúltimo trabajo que Euristeo encargó a Heracles fue ir a los Infiernos para que le trajese el perro Cerbero. Heracles necesitó la ayuda de Atena y de Hermes. Se inició en los misterios eleusinos que enseñaban cómo llegar al otro mundo después de la muerte. En los Infiernos Heracles se va encontrando con distintos personajes míticos, con los que va hablando y a algunos los llega a liberar, por ejemplo a Teseo. Finalmente pide permiso a Hades para llevarse a Cerbero, pero el dios le impone como condición que tiene que dominarlo sin utilizar ninguna arma, simplemente con su cuerpo. Heracles cogió al perro por la cabeza y, a pesar de que la cola del animal se le clavaba porque terminaba en un dardo, logró someterlo. Se lo llevó a Euristeo, pero el miedo de aquel fue tal que Heracles se lo devolvió a Hades. 12. Las manzanas de oro de las Hespérides. Como regalo de boda a Hera en su matrimonio con Zeus, Gea le había regalado unas manzanas de oro maravillosas que Hera mandó plantar en su jardín, en las inmediaciones del monte Atlas (el Jardín de las Hespérides se ubica al oeste de Libia). Para custodiar las manzanas y el árbol increíble que las producía, Hera puso al frente a un dragón inmortal de cien cabezas, nacido de Tifón y Equidna, y a tres ninfas del atardecer, las Hespérides. Euristeo pidió a Heracles estas manzanas. Lo primero que tuvo que hacer el héroe fue saber dónde estaba el país de las Hespérides, lo que le llevó a vivir diferentes aventuras, hasta que Nereo, el dios marino, le informó dónde estaba. Entre sus aventuras libera a Prometeo del águila que le comía el hígado, que se regeneraba continuamente. Prometeo le aconseja que no coja él mismo las manzanas, sino que sea el propio Atlante quien las recogiera para él. Así sucede y, tras engañar a Atlante, huye con las manzanas de regreso a casa. Euristeo vuelve a no saber qué hacer con el botín, y Heracles se las ofrece a la diosa Atena, quien las restituyó al Jardín de las Hespérides. Además de estos doce trabajos, Heracles participa en más hazañas: podemos decir que es un héroe nacional ya que, por ejemplo, libera a los tebanos del tributo que tenían que pagar al dios de Orcómeno. También es un conquistador de numerosas ciudades y participa en hazañas panhelénicas como la primera campaña contra Troya y la expedición de los Argonautas. Pero también tiene un lado negativo, por ejemplo sufrió una crisis de locura que le llevó a matar a sus hijos nacidos de Mégara, hija del rey de Tebas. 3. Teseo Teseo es el gran héroe de Atenas, no tanto por su orígenes míticos sino porque en época histórica fue adoptado como un héroe nacional, reelaborando su mito al servicio de la propaganda política de la ciudad. Existen dos tradiciones sobre los orígenes de Teseo: la humana y la divina. La humana lo hace hijo de Egeo y de Etra. Parece que Egeo al no concebir hijos con ninguna de sus sucesivas esposas, fue a visitar el oráculo de Delfos. La respuesta del oráculo fue, como era habitual, oscura: se trataban de unos versos que prohibían desatar el odre de vino antes de haber llegado a la ciudad de Atenas. Egeo, no comprendiendo el oráculo, fue a visitar a Piteo, el rey de Trecén, quien embriagó a Egeo y lo acostó junto a su hija Etra. De esa unión nació Teseo. La versión divina cuenta que la misma noche en la que Etra se unió a Egeo, ella había ofrecido un sacrificio a Posidón en una isla. El dios del mar abusó de ella y fruto de esa violación habría nacido Teseo, a quien Egeo creyó como hijo propio. Teseo pasa su infancia en Trecén, junto a su abuelo Piteo. Egeo temía llevárselo a Atenas porque desconfiaba de sus sobrinos los Palántidas; pero antes de marchar a Atenas, había ocultado detrás de una gran roca una espada y un par de sandalias. Egeo pidió a Etra que no se lo revelase a su hijo hasta que éste fuera lo bastante fuerte como para mover la roca por sí solo y coger los objetos que había debajo. Una vez que esto sucediera, debía calzarse las sandalias y armado con la espada debía partir a Atenas en busca de su padre. Cuando Teseo cumplió dieciséis años, Etra consideró que era el momento adecuado para desvelar su secreto. Teseo movió la roca sin ninguna dificultad y se preparó para el viaje. Tanto Etra como Piteo le recomendaron que para ir de Trecén al Ática fuera por mar, pero el joven héroe desoyó los consejos y fue por el istmo de Corinto, un lugar infestado de monstruos y bandidos, queriendo así emular a Heracles, héroe de una generación anterior. En ese viaje hacia el Ática superó varias pruebas: mató a Perifetes, un salteador de caminos, en Epidauro y se apoderó de su maza; en Créncreas asesinó al bandido Sinis, que descuartizaba a los viajeros; igualmente dio muerte a la cerda de Cromión, fiera que había matado a muchas personas y que pasaba por ser la hija de Tifón y Equidna; exterminó al bandido Estirón, a Cerción y a Procrustes. Una vez pasados todos estos incidentes llegó al borde del Cefiso, donde los Pitálidas lo acogieron con agrado y lo purificaron. Cuando Teseo entró en Atenas las cosas no iban bien: Egeo estaba dominado por la maga Medea, que había prometido curarlo de su esterilidad. Medea, al ver al joven, enseguida entendió que se trataba del hijo de Egeo, pero su propio padre no se percató. Medea quiso quitarlo de en medio y le pidió a Egeo que le invitara a un banquete para agasajarlo. La maga puso veneno en su copa, pero, antes de beber, Teseo sacó su espada para cortar la carne y en un acto de anagnórisis Egeo identificó a su hijo. Egeo reconoció oficialmente a Teseo como su hijo ante los ciudadanos y Medea fue repudiada y desterrada. Una vez que se produjo el reconocimiento, Teseo tuvo que luchar contra sus primos, los cincuenta hijos de Palante, que esperaban ser los sucesores de Egeo. Gracias a un heraldo que le contó los planes de sus enemigos, Teseo los aniquiló. 3.1. Teseo salvador de su patria Teseo va a ser también el salvador de su patria: a consecuencia de la muerte de Androgeo2, hijo de Minos, rey de Creta, éste había exigido a los atenienses un tributo, pagadero cada nueve años, de siete jóvenes y siete doncellas para entregárselos al Minotauro. Cuando llegó la hora de pagar de nuevo el tributo, los atenienses empezaron a murmurar contra Egeo; para apaciguar esa posible rebelión, Teseo se presentó voluntario para ir a Creta. Al embarcarse el héroe había recibido de su padre dos juegos de velas para el barco: velas negras para la ida, puesto que el viaje era funesto, y velas blancas para que, en el caso de que Teseo pudiera derrotar al Minotauro, las cambiara en el viaje de regreso. Una vez que llegaron a Creta, los muchachos fueron encerrados en el laberinto donde se encontraba el Minotauro. Pero Ariadna, la hija de Minos, había logrado ver a Teseo y se había enamorado perdidamente de él. Antes de que Teseo entrara en el laberinto, la princesa cretense le dio un ovillo de hilo que le serviría para no perderse dentro. A cambio Teseo le prometió casarse con ella y sacarla de su patria. Teseo mató a puñetazos al Minotauro y, gracias al hilo, pudo encontrar la salida. Así que Teseo se embarcó, no sin antes hundir toda la flota cretense para evitar ser perseguido, con sus compañeros de viaje y con Ariadna3. Cuando ya se divisaba desde el barco la costa del Ática, Teseo olvidó cambiar las velas negras de su nave por las blancas de la alegría por el triunfo. Egeo, que vigilaba la llegada del barco, al percatarse del color negro, pensó que su hijo había muerto y se precipitó al mar, que desde entonces fue llamado mar Egeo. 3.2. Teseo rey del Ática Tras la muerte de Egeo, Teseo asumirá el poder en el Ática. El mito cuenta que su primera reforma fue la realización del “sinecismo”, es decir, la reunión en una sola ciudad, Atenas, de los habitantes de las diferentes aldeas, constituyéndola además en capital del Estado. Los cambios que realizó en Atenas fueron importantísimos: la dotó de los principales edificios políticos, entre ellos el Pritaneo y la Bulé; instituyó la fiesta de las Panateneas, símbolo de la unidad política del Ática; acuñó moneda; dividió a la sociedad en tres clases (nobles, artesanos y agricultores); y, lo más importante, instauró, en líneas generales, el funcionamiento de la democracia tal como existía en la época clásica. 2 Androgeo era hijo de Minos y Pasífae. Destacaba especialmente en todos los juegos atléticos y acudió a unos que organizó Egeo en Atenas. Androgeo venció a todos los participantes y Egeo, envidioso, lo mandó a luchar contra el toro de Maratón, frente al que el muchacho murió. 3 La historia de Ariadna tiene una continuación triste: en el viaje de vuelta, en una escala que hicieron en la isla de Naxos, Teseo decidió abandonarla; así, cuando Ariadna despertó, se encontró sola en la isla. No obstante, al final la historia acabará bien, puesto que aparecerá el dios Dioniso, quien la hará su esposa. Otros cambios que realizó en el Ática fue la incorporación de Mégara, ciudad previamente conquistada; señaló la frontera entre el Peloponeso y el Ática, entre los dorios y los jonios; y reorganizó en Corintio los Juegos Ístmicos en honor de Posidón. 4. Perseo El mito de Perseo es uno de los relatos más fabulosos de la mitología griega: es el típico vencedor de monstruos con la ayuda de los dioses y de sus poderes mágicos. Perseo es un gran héroe argivo, hijo de Zeus y de la princesa Dánae. Acrisio, padre de Dánae, había recibido el oráculo de que su hija Dánae tendría un hijo que sería el causante de su muerte. Ante esta noticia, Acrisio quiso evitar que se cumpliera la profecía y construyó una cámara subterránea de bronce para esconder a su hija, de forma que no pudiera tener ningún contacto con un hombre. Pero como ya hemos visto en más de una ocasión, el oráculo siempre se cumple: Zeus, convertido en lluvia de oro, entró por una grieta del techo y mantuvo relaciones con la princesa. Como fruto de esta unión, nació un niño, Perseo. Dánae, con ayuda de su nodriza, pudo dar a luz al niño y mantenerlo oculto durante meses; pero un día el pequeño Perseo, jugando, dio un grito que su abuelo Acrisio oyó. Acrisio no creyó la seducción de Zeus: en primer lugar, mató a la nodriza como cómplice de la unión y, a continuación, encerró a su hija y a su nieto en un cofre de madera, casi como un ataúd, y lo arrojó al mar. El cofre fue flotando hasta la costa de la isla de Sérifos en Asia, donde gobernaba el tirano Polidectes. Dictis, hermano de Polidectes, los recogió de la orilla y los cobijó en su casa, y con el tiempo educó al niño, que pronto se convirtió en un joven hermoso de enorme valor. El problema surgió cuando Polidectes se enamoró de Dánae y no se atrevía a violentarla porque Perseo, siempre guardián de su madre, evitaba cualquier acercamiento a ella. Entonces Polidectes ideó una artimaña para alejar a Perseo de Sérifos: en un banquete propuso la pregunta de qué era apropiado regalar a un rey; los asistentes dijeron que lo mejor era un caballo, pero Perseo apostaba porque el mejor presente sería la cabeza de la Gorgona. Al día siguiente los concurrentes al banquete ofrecieron caballos al rey, mientras que Perseo apareció con las manos vacías. Entonces Polidectes le obligó a que le trajera la cabeza de la Gorgona, en caso contrario abusaría de su madre. Aquí comienzan las aventuras de Perseo que, como iremos viendo, nos recuerdan a las pruebas que el héroe tiene que superar en los cuentos tradicionales. Los dioses Hermes y Atena sienten compasión por el héroe que tan imprudentemente ha aceptado la promesa, y le aconsejan que en primer lugar se dirija a ver a las tres Grayas. Las Grayas son hijas de Forcis y Ceto, esas divinidades oscuras preolímpicas que hemos visto anteriormente; son tres y se caracterizan porque nunca fueron jóvenes, nacieron ya viejas, y porque entre las tres comparten un único ojo y un único diente, que se van turnando. Perseo se apodera de ambas cosas y les amenaza con que no se los devolverá hasta que no le indiquen cómo llegar a la mansión de las Ninfas. La visita a las Ninfas es muy importante porque éstas le entregarán una serie de objetos mágicos decisivos para salir victorioso: unas sandalias aladas, un zurrón y el casco de Hades que hacía invisible al que se lo ponía. Por su parte el dios Hermes le armó con una hoz de acero. Perseo perfectamente pertrechado se dirigió a la mansión en la que vivían las Gorgonas4. De las tres Gorgonas, la única que era mortal era Medusa, por lo que la elección de a quién debía cortar la cabeza era clara. Cuando llegó las tres Gorgonas estaban durmiendo, Perseo se elevó en el aire gracias a las sandalias mágicas y, mientras Atena sostenía encima de Medusa un escudo de bronce pulido que hacía las funciones de espejo, él decapitó a la Gorgona. Del cuello de Medusa salieron un caballo alado, Pegaso, y un gigante, Crisaor. Perseo se guardó en el zurrón la cabeza de Medusa y, aunque las otras dos Gorgonas quisieron perseguirlo, se escapó al ponerse el gorro de Hades y hacerse invisible. Las aventuras de Perseo no acaban aquí, como sucede en varios mitos, el viaje de regreso del héroe también entraña dificultades y aventuras, y el caso de Perseo no va a ser diferente. En el viaje de regreso, el héroe pasó por Etiopía, donde se encontró con Andrómeda, que estaba atada a una roca para ser devorada por un monstruo marino como expiación por unas palabras que había proferido su madre. Perseo se enamoró de ella y le hizo prometer a su padre que se la entregaría en matrimonio si era capaz de liberarla. Ayudado por sus armas mágicas, Perseo mató al monstruo y entregó a la muchacha a sus padres. Pero el matrimonio con Andrómeda presentó dificultades porque la doncella ya estaba prometida a su tío Fineo. Fineo urdió un complot contra Perseo, pero éste lo descubrió a tiempo y, mostrándole la cabeza, lo petrificó. Así, el héroe, acompañado de Andrómeda, pudo emprender el viaje de regreso a Sérifos. Cuando Perseo llegó a la isla las cosas habían empeorado: Polidectes había intentado apoderarse de Dánae por la fuerza, por lo que ella y Dictis se habían refugiado en los altares, 4 Las Gorgonas eran hermanas de las Grayas, también hijas de Forcis y Ceto. Eran monstruos cuya cabeza estaba rodeada de serpientes y su cuello protegido por escamas de dragón; tenían grandes colmillos – parecidos a los del jabalí–, manos de bronce y alas de oro. Su mirada era tan penetrante que el que la sufría quedaba convertido en piedra. lugares inviolables. Perseo se vengó del tirano y de sus aliados mostrándoles la cabeza de Medusa y transformándolos en piedra. El poder de la isla recayó entonces sobre Dictis. Perseo devolvió al dios Hermes las sandalias aladas, y a las Ninfas el zurrón y el casco de Hades, mientras que la cabeza de Medusa se la entregó a la diosa Atena, que la colocó en el centro de su escudo. Ante este final feliz Perseo tenía todavía un deseo que cumplir: visitar a su abuelo Acrisio. El héroe acompañado por Andrómeda emprendió un viaje a su patria, a Argos. Cuando Acrisio se enteró de las intenciones de su nieto, recordando lo que le había vaticinado el oráculo, huyó de su patria y se refugió en el país de los pelasgos. Pero como ya hemos visto en numerosas ocasiones, el oráculo siempre se cumple: Teutámides, rey de Larisa, había organizado unos juegos en honor de su padre y Perseo quiso competir en ellos. Acrisio participaba también en ellos, pero como simple espectador. En el lanzamiento de disco Perseo alcanzó involuntariamente a su abuelo en el pie y lo mató. Cuando el héroe supo la identidad, se afligió enormemente, preparó las honras fúnebres y enterró a su abuelo en las afueras de la ciudad de Larisa. No se atrevió a continuar viaje a Argos y reclamar el trono, así que se dirigió a Tirinto, donde gobernaba su primo Megapentes e hicieron un trueque de países: Megapentes pasó a gobernar Argos y Perseo se quedó como rey de Tirinto. Los mitógrafos de época romana situaban este mito en la geografía latina. Contaban que la madre y el hijo no habrían llegado a Sérifos en el cofre, sino a las costas del Lacio. Allí los habrían recogido unos pescadores y los habrían llevado ante el rey Pilumno, que se casó con Dánae y fundó la ciudad de Ardea. Turno, el rey de los rútulos, sería un descendiente directo de este nuevo matrimonio. Vernant hizo una reflexión muy adecuada a este personaje mítico de Perseo: todas sus aventuras siguen el mismo esquema iniciático, en cada prueba es preciso “ver sin ser visto, hacerse invisible frente al adversario que vigila5”. 5. Jasón, los argonautas y Medea 5.1. Jasón Jasón es hijo de Esón y originario de Yolco. Esón debía haber recibido el trono de su padre Creteo, pero ya fuera porque Pelias, su hermanastro, le arrebatara el poder, o porque el 5 VERNANT, J.-P. (1973), Mito y pensamiento en la Grecia antigua, Ariel, Barcelona (ed.orig, fr., 1969). propio Esón había confiado el dominio a Pelias hasta que su hijo hubiese alcanzado la mayoría de edad, lo cierto es que había desavenencias familiares que impidieron que el trono fuera para su sucesor real. Jasón fue educado por el centauro Quirón6 quien, como a todos sus discípulos, le enseñó la Medicina. Cuando Jasón alcanzó la edad adulta dejó el Pelión, lugar donde se encontraba la vivienda del centauro, y regresó a Yolco. Un oráculo había advertido a Pelias de que no se fiara de un forastero que llevara una única sandalia. Jasón se presentó en Yolco vestido de una forma extraña, con una piel de pantera, una lanza en la mano y una única sandalia, ya que la otra la había perdido al cruzar el río. Pelias, al ver a su sobrino, al que no reconoció, lógicamente sintió miedo. Jasón pasó en casa de su padre cinco días, pero al sexto reclamó a Pelias el poder que legítimamente le correspondía. Pelias le pidió entonces que le trajera la piel del carnero que había transportado a Frixo por los aires7, se trataba del vellocino de oro que Eetes, rey de Cólquide, había consagrado a Ares y que estaba guardado por un dragón o por una serpiente. Como ya hemos visto en otros héroes míticos, ante una crisis de desestabilización –el traspaso del poder a quien no le correspondería legítimamente–, se inicia una búsqueda que va a enderezar la situación. Jasón va a emprender así un viaje hacia lo desconocido para la conquista del toisón de oro. Lo primero que necesitaba para emprender viaje era un barco: desde el primer momento Jasón fue ayudado por los dioses ya que la nave que se construyó, la Argo8, estaba hecha con una madera procedente de un roble sagrado del bosque del oráculo de Zeus en Dodona, que al igual que el dios vaticinaba oráculos, ésta también tenía el poder de expresar profecías –como vemos el elemento mágico está siempre presente en estos viajes heroicos–. La tripulación del barco, llamados los argonautas por el nombre de la nave, estaba integrada por los mejores héroes de la generación anterior a los de la guerra de Troya, entre ellos destacaban Orfeo, Telamón, Peleo, Heracles y los hermanos de Helena –Cástor y Pólux–. 6 El hecho de que el centauro sea un elemento educador del héroe tiene sentido ya que estos seres, mitad caballos mitad seres humanos, combinan simbólicamente dos polos –son seres civilizados e incivilizados– , los dos polos que deben aunar igualmente los héroes. Quirón es el educador de Jasón y posteriormente lo será de otro héroe importantísimo, Aquiles. 7 Atamante, hermano de Creteo, se había casado dos veces. Su segunda mujer, Ino, persiguió a la primera y a los hijos que tuvo con ella, Hele y Frixo. Cuando el propio Atamante iba a asesinar a sus hijos, el dios Hermes envió un carnero mágico sobre cuyo lomo se subieron los niños para escapar. Pero Hele se cayó al estrecho del agua y desde entonces el mar lleva su nombre, el Helesponto. Agradecido por su salvación Frixo sacrificó el carnero a los dioses, pero el vellocino se quedó en la Cólquide. 8 Apolonio de Rodas escribió un gran poema épico cuyo núcleo central era la nave Argo desde su construcción, pasando por el reclutamiento de los hombres que navegarían en ella, la partida desde el puerto hasta el regreso de nuevo a Yolco. La Argo salió desde el puerto de Págasas, en la costa de Tesalia, rumbo norte; al pasar por el monte Pelión, Quirón que en ese momento se ocupaba de Aquiles, entonces aún niño, los despidió. La primera parada importante de los argonautas fue en la isla de Lemnos, al noreste del Egeo. La isla estaba poblada exclusivamente por mujeres ya que éstas, cuando sus maridos las rechazaron a cambio de concubinas tracias, en venganza asesinaron no sólo a sus maridos sino también a todos los hombres de la isla9. Lógicamente la llegada de la tripulación masculina fue todo un acontecimiento: los argonautas yacieron con las viudas siguiendo el ejemplo de Jasón, que escogió para sí a Hipsípila, la reina lemnia. Pero pasado el tiempo –a Hipsípila le dio tiempo a tener dos hijos gemelos del héroe–, los argonautas no parecían deseosos de marcharse de allí, por lo que Heracles tuvo que recriminarles y recordarles que el principal motivo de su expedición era la búsqueda del vellocino. A medida que el viaje proseguía las aventuras de los argonautas se hacían más dramáticas. Tienen un encuentro con Fineo, un visionario ciego, al que los dioses –según la versión de Apolonio de Rodas, aunque otros autores dan otras interpretaciones– habían cegado porque había revelado a los hombres secretos de los dioses. Aunque Fineo conservaba sus poderes proféticos, su vida era un suplicio porque las harpías, seres repugnantes representadas como aves con cabeza femenina y cuerpo y garras de ave, agravaban su castigo llevándose la comida que le regalaban los consultantes con sus garras, o haciéndola incomible al ensuciarla con sus excrementos. Fineo con la llegada de los argonautas comprendió que habían llegado sus salvadores: ellos ahuyentaron a las harpías para siempre, y en contrapartida gracias a los consejos de Fineo los argonautas lograron traspasar las aterradoras rocas aplastantes que defendían la entrada al Mar Negro, las Simplégades –unos escollos flotantes que el movimiento del mar separaba primero y después hacía entrechocar, y que una vez que pasó la nave Argo echaron raíces para siempre–. Cuando finalmente llegaron a la Cólquide, Eetes, como era de esperar, le encomendó una tarea imposible para obtener el vellocino: Jasón debía uncir dos toros de pezuña de bronce que expelían fuego, arar con ellos un campo y sembrar los surcos con los dientes de una serpiente, que darían –al igual que los dientes sembrados por Cadmo– una cosecha inusual de guerreros armados. Jasón contaba con la ayuda de Atena y Hera, quienes idearon que Medea, hija de Eetes y sacerdotisa de Hécate –por lo tanto experta en hechizos y drogas–, se enamorara locamente de Jasón. Gracias a la magia de Medea, Jasón se convirtió 9 Según otra tradición, el problema residía en que las mujeres lemnias despedían un olor espantoso, castigo de la diosa Afrodita a la que habían descuidado el culto, razón por la cual sus maridos se negaban a la unión con ellas. momentáneamente en un ser invulnerable, unció los toros, sembró los dientes y venció a los hombres armados nacidos de la tierra. Finalmente, Medea durmió a la serpiente que custodiaba el vellocino y Jasón se llevó el toisón. El viaje de vuelta a Grecia fue todavía más complejo que el de ida. El poeta Apolonio de Rodas, en su poema El viaje de los Argonaurtas, recrea muchísimas aventuras entre las que incluye encuentros con adversarios posteriores de Odiseo, como Escila y Caribdis o Circe y las sirenas. Geográficamente fue un viaje complejo: del mar Negro fue hacia el oeste por el Istro (el Danubio) hasta desembocar en el Adriático norte; empujado hacia el sur por el viento y las corrientes, llegaron a la costa norteafricana, volviendo al mar después de que la tripulación lo transportara a hombros durante doce días y noches a través del desierto. Un último episodio ya en el Egeo tiene de nuevo como protagonista a Medea: en Creta vivía el gigante Talos, último superviviente de la Raza de Bronce; Talos era invulnerable en todo su cuerpo salvo en un punto de su tobillo, por el que fluía una única vena cubierta con una simple membrana. Medea logró dominarlo simplemente a través de su mirada, consiguió que el gigante se tambaleara y su tobillo rozara con una roca, provocándole así la muerte. Tras superar esta última prueba nada impedía que Jasón llegara a Yolco con su apreciado botín. 5.2. Medea Aunque en este momento nos estemos ocupando de los héroes, merece mención especial aquí la heroína Medea por su relación con Jasón. Como hemos señalado, Medea es hija del rey de la Cólquide Eetes y mantiene una relación especial con la diosa Hécate, como sacerdotisa suya que es. Medea ha pasado a ser en la literatura alejandrina y en Roma como el prototipo de hechicera. Hemos señalado cómo, por la intervención de las diosas Atena y Hera, Medea se enamora perdidamente de Jasón y le ayuda a superar todas las dificultades que entrañaba robar el vellocino; sin la ayuda de ella, el héroe no habría podido conseguirlo. Parece que Medea había consentido en mostrarle su apoyo a cambio de que Jasón se casara con ella. Sea como fuere, el caso es que Medea no tiene más remedio que huir con Jasón, ya que había actuado contra su propio padre a favor del héroe, y se había llevado como rehén a su hermano Apsirto, al que no vaciló en asesinar y despedazar para retrasar la persecución de Eetes, que iba parando para recoger los trozos de su hijo. Medea llega a Yolco acompañando a su esposo y va a jugar un papel fundamental en el final de Pelias, del que querían vengarse por haber encargado a Jasón una tarea tan ardua. Medea convenció a las hijas de Pelias de que era capaz de rejuvenecer a su padre, para demostrarlo realizó un hechizo en el que descuartizó y coció a un carnero, que posteriormente salió del caldero de cocción entero y rejuvenecido, con aspecto de un carnerito alegre. Las hijas creyeron en el prodigio y se convencieron de que, ayudadas por Medea, podían hacerlo con su padre: despedazaron a Pelias y lo echaron en pedazos en el caldero, pero Pelias nunca volvió a salir. Horrorizado ante un asesinato tal y temeroso de las artes de Medea, Acasto, hijo de Pelias, desterró de su reino al matrimonio. Medea y Jasón se exilian a Corinto, pero tampoco allí la vida de ella va a resultar gratificante. Como Eurípides dramatizará de manera maravillosa en su tragedia Medea, Jasón decidió abandonar a Medea para desposar a la hija de Creonte, el rey de Corinto. Creonte decretó el destierro de Medea, pero ésta suplicándole logró demorar su partida un día, tiempo que aprovechó para preparar su venganza. Impregnó de veneno una túnica, adornos y joyas, y los envió por mediación de sus hijos a la futura esposa de su marido. Tan pronto como ésta se los puso, unas llamas inextinguibles la consumieron a ella y a su padre, que había acudido en su auxilio. También se incendió el palacio. Pero la venganza de Medea iba a ir más allá: asesinó a sus propios hijos para provocar un mayor sufrimiento a Jasón –según otras versiones diferentes a Eurípides, los niños habrían muerto lapidados por los corintios como castigo por la actuación de su madre–. Finalmente, Medea huyó a Atenas en un carro que le prestó su abuelo, el Sol. La figura mítica de Medea entraña una tremenda dificultad. Parece oportuno que reproduzcamos las palabras que Jeannie Carlier le dedica en el diccionario de Bonnefoy10: La protección de Hera se ejerce a través de Medea, sin la cual Jasón no habría podido realizar los “trabajos” impuestos por el rey de la Cólquide. Hija de Eetes, y confundiendo en su persona el poder del Sol y las fuerzas de la noche, Medea pertenece a la familia de mujeres expertas en magia y saberes ocultos…. Medea hace gala de una gran imaginación para idear soluciones y está provista de una inteligencia inquietante que Píndaro define como mêtis… Inteligencia retorcida, gracias a la cual la fuerza, por más grande que sea, puede ser vencida, pero una inteligencia que, en este caso, no procede a través de ficciones, engaños u otras mañas que pretenden tener una eficacia práctica, sino que lo hace a través de procedimientos mágicos, mediante el uso de hierbas y filtros, mediante la 10 BONNEFOY, I. (1981, ed. española 1996), Diccionario de las mitologías, Ediciones Destino, Barcelona. movilización de las potencias de la noche…. Las artes mágicas de Medea le abren el camino a Jasón hacia el Toisón de oro: un talismán cuya pérdida significa para Eetes el fin de su soberanía, pero que no proporciona automáticamente a Jasón el acceso a la soberanía que ostenta Pelias. Sin embargo, sin la hechicera, Jasón no habría recuperado el trono de los hijos de Eolo. Y la aliada puede convertirse en una enemiga, tanto más temible en tanto que el matrimonio es para Medea un estado contra natura…. Medea sólo puede reinar sobre los desiertos, las montañas, los bosques salvajes. Las tierras sin cultivar constituyen el ámbito que le proporciona los instrumentos de su poder: venenos y remedios. Medea es la bruja y, como tal, posee la violencia inquietante, las pasiones que abrasan, los cambios de humor, la melancolía y la duplicidad culpable que se ensaña sobre aquellos a quienes más ama… Uno de los rasgos más característicos de esta maga es el de librarse a inquietantes operaciones culinarias. Su instrumento, su arma, no es el asador sino el caldero… Pero, en este caso, la perversión es doble: en primer lugar, la preparación de la carne no es, en Grecia, un asunto de mujeres; sólo los hombres pueden ser cocineros, carniceros y sacrificadores; y la marmita pertenece a aquel que utiliza también el asador y el cuchillo. Medea se arroga un privilegio masculino. En cuanto a su cocina, ésta tiene la apariencia de un sacrificio, pero opera de manera inversa a la muerte de un ser vivo. Como si de un vientre femenino se tratase, es la vida lo que debe salir de su caldero: una vida renovada, como la que Medea promete a Pelias… 6. Aquiles La figura mítica de Aquiles es una de las más ricas y antiguas de la mitología griega, no en vano el tema principal del poema épico más importante de la literatura griega, la Ilíada, era la cólera de Aquiles que, en el curso de la expedición contra Troya, estuvo a punto de costar la derrota del ejército griego. La popularidad de esta figura hizo que poetas posteriores a Homero y leyendas populares inventaran acontecimientos completando las lagunas que había dejado la Ilíada. Aquiles era hijo de Peleo, rey de la ciudad de Ptía en Tesalia –por lo tanto descendiente directo de la raza de Zeus–, y de la diosa Tetis, hija del dios Océano. La unión de este matrimonio no podía ser muy duradera dada la diferente naturaleza de los esposos: según un versión, Tetis intentaba eliminar de la naturaleza de los hijos que tenía con Peleo sus características humanas, para ello los introducía en el fuego, pero no lograba su objetivo y terminaba matándolos. Al nacer Aquiles, el séptimo hijo de la pareja, Peleo espió a Tetis y la sorprendió introduciendo al niño en el fuego e inmediatamente se lo arrebató. El pequeño Aquiles sólo había sufrido quemaduras en los labios y en un huesecillo del pie. Peleo llamó al centauro Quirón, experto en artes medicinales, quien desenterró a un gigante que en su vida había sido un corredor extraordinario, y sustituyó el hueso quemado por el del gigante, así se explica que Aquiles fuera un excelente corredor. Tetis, profundamente enojada con Peleo, se volvió al mar a vivir con sus hermanas. Otra tradición cuenta que Aquiles, siendo todavía pequeño, fue bañado por su madre en las aguas del Estige, el río infernal, que tenía el poder de hacer invulnerables a quienes eran sumergidos en él. Así, Aquiles era invencible en todo su cuerpo salvo en el talón, lugar por el que le agarraba su madre y que el agua no alcanzó. Aquiles fue educado en el monte Pelión por el centauro Quirón, quien le enseñaba a valorar las virtudes antiguas: el desprecio de los bienes mundanos, la aversión a la mentira, la resistencia a las malas pasiones y al dolor, la moderación… E igualmente aprendió a ejercitarse en la caza, en la doma de caballos y en la medicina. 6.1. Marcha contra Troya Dada la complejidad de la figura de Aquiles, encontramos dos tradiciones con respecto a su partida contra la ciudad de Troya. La versión homérica cuenta que Aquiles aceptó una invitación personal que Néstor, Ulises y Patroclo fueron a hacerle a Tesalia. Marchó al frente de una flota de cincuenta naves con un cuerpo de mirmidones y acompañado por su amigo Patroclo. Versiones de poetas posteriores, principalmente los trágicos, narran este episodio de una manera muy distinta: un oráculo había revelado a Peleo, o a Tetis, que Aquiles moriría en el enfrentamiento troyano; así, cuando los griegos debatieron la cuestión de marchar contra Troya, Peleo o Tetis trataron de ocultar al muchacho vistiéndolo de mujer y confinándolo en la corte de Licomedes, el rey de Esciro. Allí pasó Aquiles nueve años compartiendo la vida con las princesas. Bajo este disfraz se unió con una de las hijas de Licomedes, con la que tuvo un hijo, Neoptólemo. Pero este ardiz no tuvo éxito: Odiseo sabía, porque así se lo había comunicado el adivino Calcante, que si Aquiles no intervenía en la guerra de Troya no podrían vencer, entonces se presentó en la corte de Esciro disfrazado de mercader y, entrando en el aposento de las mujeres, ofreció sus mercancías –que consistían en instrumentos propios para las labores de las mujeres y en armas–. Las mujeres cogieron utensilios para bordar y telas, mientras que Aquiles se decantó por las armas. Tanto Tetis como Peleo tuvieron que resignarse a la marcha de su hijo a Troya. Peleo formuló el voto de consagrar al río Esperqueo los cabellos de su hijo, si éste volvía sano y salvo de la expedición. Tetis, más poderosa por su naturaleza de diosa, advierte a su hijo del final que le aguarda: si va a Troya, su fama será inmensa, pero su vida breve; si se queda, en cambio, vivirá muchos años, pero sin gloria, Aquiles no vacilará y optará por una vida corta pero gloriosa. Su madre le regala una armadura divina, que había sido regalo de Hefesto a Peleo como regalo de boda, unos caballos que Posidón le había regalado igualmente como regalo nupcial. 6.2. Guerra contra Troya Tras una primera expedición fallida a Troya, la flota griega se trasladó a Áulide desde Argos. Allí la falta de viento hizo que fuera imposible continuar, ya que la diosa Ártemis exigía el sacrificio de Ifigenia, la hija de Agamenón, para enviar vientos favorables. Agamenón accedió al sacrificio y, para atraer a su hija a Áulide sin despertar sospechas, ideó como excusa el deseo de Aquiles de casarse con ella, sin saberlo el propio Aquiles. Cuando el héroe lo conoció, ya Ifigenia había llegado y, aunque trató de oponerse al sacrificio, no tuvo más remedio de acceder, puesto que los soldados se habían amotinado y amenazaban con lapidarlo. Nueve años permanecen los griegos ante Troya, antes de que se inicien los acontecimientos narrados en la Ilíada. En este tiempo tienen lugar toda una serie de hazañas realizadas contra las islas y ciudades de Asia Menor, especialmente contra Tebas de Mileto, ciudad tomada por Aquiles y cuyo rey, Eetión, padre de Andrómaca, fue asesinado por el héroe junto a sus siete hijos. Igualmente importante es la operación contra Lirneso en la que Aquiles capturó a Briseida, mientras que en la Tebas asiática Agamenón se apoderaba de Criseida. Cuando comienza la narración de la Ilíada, Aquiles y Agamenón están enfrentados por causa de Briseida: una epidemia diezmaba las filas de los griegos; Calcante revela que la plaga se debe a la ira de Apolo, cuyo sacerdote Crises, padre de Criseida, fue raptada y atribuida a Agamenón como parte del botín de Tebas. Aquiles en una asamblea de los jefes obliga a Agamenón a devolver a la muchacha, y a cambio éste exige que le sea entregada Briseida, que había correspondido a Aquiles. El héroe cede a Briseida pero se retira del combate, de ahí que la Ilíada comience: Canta, diosa, la cólera del Pelida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves —cumplíase la voluntad de Zeus—desde que se separaron disputando el Atrida, rey de hombres, y el divino Aquiles. Aquiles se dirigió a la orilla del mar para invocar a su madre y pedirle consejo. Tetis le sugiere que deje que los troyanos ataquen y se acerquen hasta las mismas naves, porque en ese momento su presencia será imprescindible. Mientras el ejército troyano avanza, ayudados por Zeus a quien Tetis ha recurrido para pedir ayuda, Agamenón se retracta de su inflexible postura y le pide que regrese al combate a cambio de la devolución de Briseida, la promesa de un valiosísimo botín y de las veinte mujeres más hermosas de Troya, y la concesión de una de sus hijas como futura esposa; pero Aquiles mantiene su negativa. Sólo volverá al combate cuando Patroclo, su amigo más querido al que había prestado su armadura para atemorizar a los troyanos, sucumba ante la lanza de Héctor, uno de los príncipes troyanos. Aquiles depone su ira y en su regreso a la lucha venga a Patroclo, acabando con la vida de Héctor. El príncipe troyano sabe que va a morir a manos de Aquiles y le ruega que, cuando muera, entregue su cadáver a su padre. Aquiles se niega, mata a Héctor y perfora los tobillos del cadáver para arrastrarlo durante días alrededor de los muros de Troya. Es en este momento en el que se produce una de las escenas más conmovedoras del héroe: Príamo, rey troyano y padre de Héctor, marcha al campamento aqueo para rogarle que le devuelva el cadáver de su hijo. Las palabras de Príamo logran ablandar al héroe al recordarle lo que debe estar sufriendo su padre al saberlo inmerso en la guerra. Finalmente, tras pagar un cuantioso rescate, Aquiles deja que recupere los despojos de Héctor. Así finaliza la narración de la Ilíada. 6.3. Final de Aquiles Es la Odisea la que nos presenta a Aquiles en el reino de los muertos, donde recorre a grandes zancadas la pradera de los asfódelos. Allí está acompañado de sus compañeros de lucha, sus héroes amigos: Áyax, Antíloco, Agamenón, y su querido Patroclo. El encargado de narrar a Odiseo la muerte de Aquiles es Agamenón, pero en ningún momento dice a manos de quién sucumbió. 7. Odiseo Odiseo no es un héroe típico. Su característica principal es su ingenio, lo que le confiere una cierta ambigüedad moral, pues su habilidad para engañar se puede interpretar positivamente, como forma de derrotar a la fuerza bruta opresiva, o negativamente, como una forma de ensalzar la astucia sobre la honradez. Junto a su caracterización como demagogo sobrevive la imagen más compleja del héroe de la Odisea: astuto, valeroso, desconfiado, infiel pero queriendo mucho a su esposa, y explorando de forma insaciable los límites de la civilización a través de lo desconocido. 7.1. Antes de la guerra de Troya Odiseo –Ulises en el mundo latino– es hijo de Laertes y Anticlea. Nació en Ítaca, una isla de la costa occidental de Grecia, en el mar Jónico. Durante su juventud, Odiseo realizó diversos viajes, en algunos casos encargados por su padre, como el que le llevó a Mesenia reclamando unos carneros que le habían robado a Laertes. Llegado a la edad viril, recibió de Laertes el trono de Ítaca, con todas las riquezas de la casa real, que consistían, sobre todo, en rebaños. Es en este momento donde se sitúa, en las narraciones posteriores a la Odisea, su intención de casarse con Helena, hija de Tindáreo. Odiseo al ver que el número de pretendientes era considerable, renunció a su pretensión para asegurarse un partido casi tan ventajoso y casarse con Penélope, prima de Helena e hija de Icario. Pero el carácter astuto de Odiseo se manifiesta en este episodio porque, queriendo granjearse la gratitud de Tindáreo, ideó una estratagema capaz de sacarlo de apuros ante los numerosísimos pretendientes: le aconsejó que exigiese a cada uno de ellos el juramento de respetar la elección final y ayudar al elegido a conservar su esposa en el caso de que alguien se la disputase. Fruto de este juramento será la guerra de Troya. De Odiseo y Penélope nacerá un hijo, Telémaco. Era éste todavía un niño cuando se difundió la noticia de que Paris había raptado a Helena, y Menelao pedía ayuda para recuperar a su esposa. Odiseo se resignó, aunque no de buen grado, a cumplir son su juramento –algunas versiones posteriores a los poemas homéricos hablan de que Odiseo incluso había fingido locura para no ir a la guerra–. Como ya hemos visto anteriormente, Odiseo juega un papel importante en la entrada de Aquiles a la guerra, ya que será él quien logre descubrir dónde está escondido y quien se disfrace de mercader para ponerlo en evidencia, haciendo así inevitable su participación en el conflicto. 7.2. La guerra de Troya En la segunda expedición a Troya, Odiseo conduce un contingente de doce naves. Forma parte de los jefes que se reúnen en consejo y es considerado como uno de los ilustres. En la escala en Lemnos tuvo una primera disputa con Aquiles: Odiseo ensalzaba la prudencia, mientras que Aquiles la bravura. Durante el asedio a Troya, Odiseo aparece como un combatiente de gran valor, a la vez que como consejero prudente y eficaz. Es empleado en todas las embajadas que requieren un buen orador: por ejemplo, es el encargado de hablar con Aquiles en el momento en el que Agamenón decide pedirle perdón. Aunque también se le atribuyen labores de espionaje e intrigas, como la que acabó con la vida de Palamedes, y la primera idea de la construcción del caballo de madera. La crueldad de Odiseo queda también patente en la muerte del pequeño Astianacte, el hijo de Héctor, príncipe de Troya, y del sacrificio de Políxena, princesa troyana, en el momento de la caída de Troya. Y en algunas tradiciones es el primero en arrojar una piedra contra Hécuba –la reina de Troya que en una ocasión le había salvado la vida– para que muera lapidada en el momento final de la ciudad. 7.3. El nóstos ("regreso") de Odiseo: la Odisea Una vez acabada la guerra contra Troya, los héroes vencedores deben regresar a sus patrias. Esta empresa no fue fácil para muchos de ellos, pero sin duda el regreso (nóstos) más famoso de todos fue el de Odiseo. El asombroso viaje de vuelta a Ítaca tiene mucho que ver con otros viajes de héroes que hemos visto anteriormente, pero este viaje en concreto tiene dos características importantes: en primer lugar, tiene como foco de atención a un único individuo, Odiseo; y en segundo lugar, la recompensa no va a ser ningún botín especial, era simplemente el regreso a casa. La posteridad conoce el relato del regreso de Odiseo gracias sobre todo al segundo poema atribuido a Homero, la Odisea. La cronología relativa del poema es muy complicada. Cuando comienza el poema, su protagonista está casi al final de su peregrinaje: está siendo retenido por la hechicera Calipso en su isla; cuando, tras varios años allí, los dioses la persuaden para que le deje marchar, él emprende la penúltima etapa de su viaje, al país de los feacios. Es entonces cuando el relato vuelve a la primera parte de los viajes de Odiseo, empezando por el saqueo de Troya. Una vez que ese relato ha sido contado por el propio Odiseo en primera persona, los feacios lo transportan a Ítaca. Enumeremos las principales aventuras que vive Odiseo en este regreso: 1. El país de los lotófagos. Allí sus hombres y él mismo comen el “dulce fruto del loto”, lo que provoca que olviden su idea de regresar a su patria. Odiseo tendrá que usar la fuerza con aquellos de sus hombres que han probado el exótico alimento, para arrastrarlos a los barcos en busca de su futuro. 2. Encuentro con Polifemo. En este episodio va a quedar patente que Odiseo es un hombre que tiene mêtis ("astucia"), un hombre verdaderamente ingenioso. Polifemo es el monstruo de un solo ojo al que le encanta comer carne humana. Pertenece a la raza de los cíclopes, que viven, separados unos de otros, en cavernas de las montañas, dedicados a la vida del pastoreo. En lugar de ofrecer a los recién llegados comida y techo –como era la costumbre de la hospitalidad en Grecia–, Polifemo les recibe indagando su identidad. Odiseo responde astutamente omitiendo su nombre y finge que su barco se ha hundido. La respuesta de Polifemo consiste en agarrar a varios de los hombres de Odiseo, saltarles los sesos golpeándolos contra el suelo y devorarlos; luego obstruye la salida de la caverna con una pesada roca. Odiseo emplea varias tretas para preparar su huida. En primer lugar, le dice a Polifemo que su nombre es Nadie. Luego emborracha al cíclope con vino, producto que el cíclope desconoce. Después organiza a sus hombres para sacarle el ojo al gigante con una estaca de olivo afilada y caliente. Cuando los otros cíclopes acuden al oír sus gritos, preguntando qué le ocurre, responde “Estoy ciego y Nadie tiene la culpa”, por lo que le dejan solo, suponiendo que su verdadero mal está en la cabeza. Finalmente, Odiseo y sus hombres se cuelgan debajo de los carneros que el cíclope guarda en la caverna. Cuando deja que el rebaño salga a pastar, Polifemo va palpando sus lomos para asegurarse que no se le escapa ningún hombre, pero no se le ocurre tocar por debajo. Antes de zarpar, Odiseo no puede resistir la tentación y le dice al cíclope su verdadero nombre, dándole así la oportunidad a Polifemo de pedirle a su padre Posidón que le haga sufrir grandes apuros durante el resto de su regreso. 3. Episodio en la isla de Éolo. En este episodio va a quedar resaltada la cautela del héroe frente a la imprudencia de sus compañeros. La isla de Éolo, dios de los vientos, es un paraíso ordenado en el que viven los seis hijos del dios casados con sus seis hermanas. En correspondencia con este perfecto equilibrio doméstico está su equivalente metereológico: Éolo tiene poder sobre los vientos. Después de que el dios agasaje a Odiseo, le da un saco con todos los vientos, para que controle con ellos su rumbo de vuelta a casa. Pero los hombres de Odiseo no pueden contener su curiosidad y, convencidos de que el saco contiene un tesoro, lo desatan, por lo que los vientos salen y empujan las naves de nuevo al reino de Éolo. Esta vez el dios les niega su hospitalidad. 4. La isla de Circe. Odiseo y su tripulación, ya en un único barco porque habían ya perdido el resto de la flota, llegaron a una isla extraordinaria. Circe, una maga, se encarga de convertir a los hombres que pasan por allí en animales. Con los hombres de Odiseo no va a ser diferente: los transformará en cerdos. Con la ayuda del dios Hermes, Odiseo tiene una planta maravillosa que impedirá su transformación. Cuando Circe lo quiere convertir también en cerdo, su magia no funciona. Circe y Odiseo se unirán con el juramento de que no tramará nada contra él. Finalmente la maga convierte de nuevo a los cerdos en hombres, y regresan a las naves para proseguir su camino. 5. Visita al mundo subterráneo. En los límites del mundo, Odiseo y su tripulación desembarcan y caminan hacia la frontera del Hades. Odiseo convoca a los espíritus de los muertos que son atraídos por la sangre de un animal sacrificado. Se le aparece en primer lugar el adivino Tiresias, quien revela a Odiseo las experiencias que aún le aguardan. Luego, en una escena de gran patetismo, Odiseo conversa con el espíritu de su madre, que murió de pena suspirando por su hijo ausente. Ella le confirma que su esposa Penélope, su hijo Telémaco y su padre Laertes aún están vivos, aunque en mal estado: Penélope llora incesantemente, mientras que Laertes lleva una vida miserable. A continuación aparecen una serie de héroes que lucharon en la guerra de Troya y le narran sus funestos regresos a sus respectivas patrias. 6. Las sirenas. Estos seres descritos como mujeres de cintura para arriba y aves de cintura para abajo, son hermosas pero letales, pues sus cantos hipnóticos inducen a los marineros incautos a olvidarse de su regreso, y permanecer aletargados con las sirenas hasta la muerte. Aconsejado por Circe, Odiseo tapa los oídos de sus camaradas con cera, pero deja los suyos libres por su insaciable curiosidad. Ordena a los hombres que lo aten al mástil de la nave y que no hagan caso a sus súplicas de ser liberado cuando las sirenas empiecen a cantar. Así escucha sus cantos pero sin peligro de caer en sus redes. 7. Escila y Caribdis. Escila es una criatura carnívora con doce patas y seis cabezas espantosas que vive en una cueva; desde su guarida en un acantilado se apodera de las desgraciadas víctimas y las devora. Caribdis es un remolino cuyo poder succionador y vomitador destroza los navíos. De nuevo gracias al consejo de Circe, Odiseo supera la prueba poniendo rumbo para evitar a Caribdis y pasando a Escila, aunque ésta llega a atrapar a seis de sus hombres. 8. La isla de Calipso. En un momento determinado de la travesía, el rayo de Zeus cae sobre el barco de Odiseo, sobreviviendo sólo el héroe, que amarrado a la quilla y el mástil durante nueve días, llega a la isla de Calipso. Calipso se propone hacerle olvidar su relato del regreso, reteniéndole a su lado para siempre. Incluso le ofrece la inmortalidad y la juventud eterna, pero no será suficiente para que Odiseo olvide a su esposa. En un principio Odiseo se entrega a los deleites sexuales que le ofrece la diosa, pero con el tiempo el recuerdo de Ítaca se intensifica. Sólo con ayuda de los dioses Odiseo logra que Calipso le deje marchar. 9. La isla de Nausícaa. Ésta será la aventura que representa una gran amenaza para el regreso de Odiseo a Ítaca, ya que el país de los feacios es lo más parecido a un lugar en el que el héroe podría establecerse. Nausícaa es hija de Alción y Arete, los reyes de los reacios. La princesa representa la frescura, la energía y una belleza exuberante, es encantadora e inteligente, podríamos decir que es una Penélope joven. Odiseo encuentra una hospitalidad maravillosa, con un público ávido de oír sus aventuras e incluso la oportunidad de mostrar su valor atlético compitiendo con los reacios más escogidos. Los feacios ayudarán a Odiseo en su deseo de partir y finalmente serán quienes le trasladen a Ítaca. 7.4. Llegada a Ítaca La llegada del héroe a Ítaca, secreta y anónima, prefigura su estrategia para recuperar su nombre y su familia. Procede con cautela, dando identidades falsas para intentar descubrir quién se ha mantenido leal a él y quién no. Más tarde da su identidad verdadera a su hijo Telémaco y a su fiel porquerizo Eumeo. La lealtad de Penélope parece inquebrantable pero su situación es muy difícil: la asedian pretendientes que se comportan como si Odiseo hubiera muerto, se han instalado en el palacio y comen y banquetean sin el menor respeto por el anfitrión ausente. Odiseo se presenta como un mendigo para entrar en la casa e, incluso, habla con Penélope, quien no le reconoce, para decirle que Odiseo está cerca. Penélope no le cree pero establece una competición: se entregará como esposa a aquel que sea capaz de tensar el formidable arco de Odiseo y hacer pasar una flecha entre doce anillos de hacha puestos en línea. Sólo el mendigo desconocido será capaz de realizar tal proeza y con ayuda de su hijo acaba de manera sangrienta con todos los pretendientes. LAS GRANDES HEROÍNAS 1. Introducción 2. Las heroínas troyanas 2.1. Hécuba, la gran madre 2.2. Andrómaca, la esposa perfecta 2.3. Casandra, la virgen adivina 2.4. Helena de Troya, el personaje mítico de las dicotomías 3. Penélope 4. Medea 5. Las heroínas de Tebas 5.1. Ágave 5.2. Yocasta 5.3. Antígona e Ismena 6. Eurídice y Orfeo 7. Alcestis 1. Introducción Las heroínas sirven, ante todo y exclusivamente a veces, para traer al mundo a los héroes. Una vez cumplida su tarea, sólo les queda “desaparecer”. Normalmente, en un marco idílico, estas jovencitas son seducidas por un dios que, a menudo, se les manifiesta disfrazado (de lluvia de oro, de toro, etc.), después tienen que pasar toda una serie de pruebas y dificultades antes o después del nacimiento del héroe y terminan, a menudo, por ser reconocidas y salvadas por el hijo que se han visto obligadas a abandonar. Las aventuras que se les atribuyen ilustran, para bien o para mal, los papeles que la sociedad griega asigna a las mujeres. Podemos señalar una serie de caracterizaciones en las que se engloban las heroínas: • En primer lugar, se trata de chicas jóvenes. Chicas jóvenes buenas, que aceptan sacrificarse por sus hermanos (como Antígona, que se opone a la prohibición de Creonte de dar sepultura a su hermano, o Macaria que acepta morir para salvar a sus hermanos) o para vengar a su padre (Electra). O chicas jóvenes malas, como las que traicionan a su padre (por ejemplo Medea). • También puede tratarse de esposas virtuosas, cuando aceptan morir en lugar de sus maridos, como Alcestis; o cuando le siguen en la muerte, como Evadne; o simplemente cuando le permanecen fieles, como Penélope. • O pueden ser esposas malvadas, como las que cometen adulterio (por ejemplo Helena, que abandonó a su esposo por Paris); o las que intentan seducir a los hijos de sus maridos, como Fedra a Hipólito; o las que persiguen con odio a los hijos de otra mujer, como Ino; o las que no se amedrentan ante el asesinato de su marido, como Clitemestra. • Pero también pueden ser madres entregadas, como Andrómaca, que hubiera dado su vida por salvar la de su pequeño hijo Astianacte. O madres terribles, como Medea, que por castigar a su marido, no duda en matar a sus propios hijos. • Mención aparte merecen las heroínas que rechazan su condición femenina y prefieren, por ejemplo, los placeres viriles de la caza, como Atalanta. El caso más extremo lo representan las Amazonas, esas mujeres que habitan en los confines del universo e ignoran los trabajos femeninos; sólo se preocupan de la guerra y llegan a mutilarse un seno para tirar mejor con el arco. Forman una sociedad sin hombres y para reproducirse se hacen inseminar por los hombres de las regiones adyacentes y sólo conservan con ellas a las hijas. Ellas realizan todas las tareas típicamente masculinas: como la agricultura, la cría de animales y, evidentemente, la caza y la guerra. 2. Las heroínas troyanas En la Ilíada, uno de los poemas épicos más importantes, que narra el mundo heroico que rodeaba a los héroes en la guerra de Troya, Homero también deja hablar a las mujeres. Es la primera vez en la Literatura universal que vamos a ver actuar y hablar a heroínas que van a tener posteriormente una gran tradición en Occidente: desde Andrómaca, modelo de la esposa ideal, hasta Helena, quizá uno de los personajes míticos más difícil de describir. Las características típicas de estas mujeres cambiarán con el tiempo, según le venga mejor al mito según la época, pero ya están perfectamente esbozadas desde un momento muy temprano. 2.1. Hécuba, la gran madre Hécuba es la esposa de Príamo, el rey de Troya. Es célebre por su fecundidad, dependiendo de los autores se le atribuyen desde diecinueve hijos hasta cincuenta, como propone Eurípides. Entre los más conocidos están: los hijos Héctor y Paris, y las hijas Casandra y Políxena –hijas que tendrán un papel importante en la tragedia de Eurípides Troyanas–. En Homero, Hécuba tiene un papel bastante borroso. Interviene en segundo plano para tratar se convencer a su hijo Héctor de que no entre en combate contra Aquiles; posteriormente aparecerá lamentando la muerte de este hijo y llorando sobre su cadáver, y rogará a la diosa Atena para que aleje la desgracia de su ciudad. Pero Hécuba es una mujer mayor y experimentada a la que su propio esposo, el rey Príamo, pedirá consejo sobre cómo actuar. Se la puede considerar la gran madre, no sólo de sus hijos, sino de todos los habitantes de Troya, porque llora por la ciudad con el mismo sentimiento que lo hace por los suyos. Hay que esperar a los trágicos para que Hécuba crezca como figura mítica hasta el punto de convertirse en el símbolo de la majestad y del infortunio. Especialmente destacable es la figura de Hécuba en dos tragedias de Eurípides: en Hécuba y en Troyanas. En la tragedia que lleva su mismo nombre, nos aparece una reina troyana vengativa, que no duda en sacar los ojos al traidor que ha matado al hijo que le había confiado, como un exceso de amor hacia sus hijos. En Troyanas es la madre que no puede aguantar más sufrimiento porque es imposible padecer más: en primer lugar, la locura aparente de su hija Casandra; luego, el asesinato de su hija Políxena, que ha muerto con una muerte que podríamos calificar de “inmoral”, porque ha muerto como víctima de sacrificio en honor de un héroe ya muerto, de Aquiles; en tercer lugar, la ida de su adorada nuera, Andrómaca, que marcha como concubina de Neoptólemo, el hijo del asesino de su marido; y cuando ya parece imposible que pueda aparecer en escena una desgracia más, llega el asesinato de su pequeño nieto, de Astianacte, al que ella misma tiene que enterrar, cumpliendo la función que debía hacer su madre, Andrómaca. Merece la pena oír a la heroína en el lamento de despedida que hace a su nieto, al que tiene en brazos, tras haberle despeñado los griegos: Vosotros, aqueos, que tenéis en más a la lanza que al buen juicio, ¿qué temíais de este niño para ejecutar una muerte tan incomprensible?... Y ahora que la ciudad ha sido tomada y los frigios aniquilados, habéis tenido miedo de un niño tan pequeño. No alabo el miedo de quien siente miedo sin haber analizado la situación con inteligencia. ¡Amadísimo hijo, qué desdichada muerte te ha sobrevenido! Si hubieras perecido en defensa de la ciudad tras alcanzar la juventud, el matrimonio y el poder semejante al de los dioses, feliz habrías sido, si es que algo de esto acarrea la felicidad. Sin embargo, tu espíritu no recuerda haberlos visto ni conocido, hijo, y no ha gozado de nada, aunque lo tenía en casa. ¡Desgraciado, qué desdichadamente han segado tu cabeza los muros de la patria, torres fabricadas por Loxias! Cómo la cuidaba tu madre y besaba tus bucles, de donde sale riendo a borbotones la sangre. ¡Manos, qué dulce imagen de las de tu padre, estáis ante mí con las articulaciones rotas! ¡Querida boca que a menudo dejabas escapar tantas palabras jactanciosas, estás perdida! Me mentiste cuando, echándote sobre mi cama, decías “madre, me cortaré por ti un largo bucle de mi pelo, y conduciré hasta tu tumba los grupos de mis compañeros para darte una amable despedida”. Pero no eres tú, sino yo, una anciana sin patria y sin hijos quien entierro tu desgraciado cadáver joven. ¡Ay de mí! En vano fueron mis muchos abrazos, mis cuidados, mis sueños de entonces. 2.2. Andrómaca, la esposa perfecta Andrómaca es hija del rey de Tebas de Misia, Eetión, cuya capital fue saqueada por Aquiles antes de empezar el noveno año de la guerra de Troya. Andrómaca, esposa de Héctor, el príncipe troyano, y nuera de Príamo, el rey, perdió, en esta incursión de los griegos contra su ciudad natal, a su padre y a sus siete hermanos, muertos por Aquiles. En la Ilíada, Andrómaca intenta convencer a su esposo de que no entre en combate con Aquiles y el argumento que le da es que si él muere, ella se quedará sola, sin nadie que le defienda ni a ella, ni a su hijo: A mi padre lo mató Aquiles, de la estirpe de Zeus, … Y los siete hermanos míos que… … A mi madre… … Héctor, tú para mí eres mi padre y mi augusta madre y también mi hermano, y tú también mi lozano esposo. Es la angustia que siente Andrómaca ante la soledad en la que se quedará cuando muera Héctor. A lo largo del poema épico, Andrómaca describirá cuáles son las costumbres que debía seguir una mujer para ser la perfecta esposa –ideales que ahora nos parecen muy lejanos–, pero que sirvió para catalogar al personaje mítico de Andrómaca como la esposa óptima. Cuando se produce la muerte de Héctor, Andrómaca sufrirá, al igual que el resto de las mujeres troyanas, las penalidades de los perdedores, pero en su caso resulta aún más terrible, ya que en el reparto que hacen los vencedores Andrómaca corresponderá a Neoptólemo, el hijo de Aquiles, el asesino de su marido. En Troyanas asistimos a un diálogo entre Hécuba, la anciana dotada con la experiencia de la vida, y Andrómaca, que acaba de conocer cuál va a ser su nuevo destino: Andrómaca pide morir, pero Hécuba le convence de que tiene que ser fuerte y vivir, porque mientras se vive hay esperanza, mientras que en la muerte no hay nada. Como en el caso de Hécuba, especialmente desgarrador es, en Troyanas, el diálogo que mantendrá Andrómaca con su hijo, cuando sepa que el destino de éste es morir en Troya, para evitar la reconstrucción de la ciudad. Algunos autores posteriores a Eurípides nos muestran a Andrómaca con Neoptólemo como reyes del Epiro, en donde la heroína le da tres hijos: Moloso, Pielo y Pérgamo. Y tras la muerte de Neoptólemo, volverá a unirse con un príncipe troyano, con Héleno, el hermano menor de Héctor. 2.3. Casandra, la virgen adivina El personaje mítico de Casandra es especialmente atractivo. Es hija de Príamo y Hécuba. Podemos decir que el personaje se mueve entre dos situaciones: es una adivina que no es creída en sus vaticinios y es la eterna virgen. Una de las características más interesantes es su capacidad para adivinar el futuro –de hecho ella vaticina el futuro que le espera a Troya, con toda clase de detalles–, pero su desgracia es que no será creída por su congéneres. La primera explicación de esta circunstancia la encontramos en Esquilo: el dios Apolo deseaba unirse a ella, a cambio la princesa le pidió que le otorgara el poder de la profecía. Una vez que el dios le concedió la capacidad de adivinar el futuro, Casandra se negó a la unión, por lo que fue castigada por el dios a vaticinar el futuro pero a no ser creída. Entonces esta capacidad es una facultad truncada. La segunda característica de la heroína es que es virgen, mejor podemos decir que es la eterna prometida. Lógicamente toda muchacha griega aspiraba a casarse para pasar así del estatus de soltera al de esposa, en el caso de la princesa troyana no será diferente. La guerra será lo que trunque este paso habitual en Casandra: en la Ilíada aparece el nombre de su pretendiente, Otrioneo, joven llegado de Cabeso que, sin poder ofrecer regalos a Príamo, había prometido expulsar a los griegos de Troya a cambio de conseguir la mano de Casandra. Pero el joven muere en la guerra. Tras la guerra de Troya, Casandra va a sufrir una serie de penalidades. En primer lugar, sufre la violencia de Áyax Oileo. La idea común es que Casandra, tras la caída de Troya, se refugia en el templo de Atena en donde Áyax la violenta –es difícil indicar qué tipo de violencia ejerce el aqueo sobre ella: en muchos casos se dice de forma genérica que la violentó, pero algunas fuentes hablan de violación–. Este ultraje es enorme, ya que la heroína estaba refugiada en un templo, lo que le daba una cierta inmunidad. En segundo lugar, en el reparto que harán los jefes aqueos de las prisioneras, Casandra corresponderá a Agamenón como esclava-concubina. Así su realización como mujer casada tendrá un desenlace anómalo, ya que este segundo acto de violencia, hace que Casandra consiga un esposo sociológicamente anormal. El final de Casandra está ligado totalmente al de Agamenón, desde la Odisea sabemos que la princesa troyana marchará con Agamenón a la Argólida y ambos morirán a manos de Egisto o de Clitemestra. Podemos determinar que un rasgo peculiar de la figura mítica de Casandra es el fracaso en las áreas de su actividad, lo que le acarrea frustración en el plano individual y exclusión en el social: como personaje individual no alcanza el paso tradicional de virgen a mujer casada, sino que los diversos intentos de ser desposada fracasan e, incluso, es víctima de una violencia sexual física como testimonio enfático de esa no realización femenina. De otro lado está condenada a conocer el futuro pero a no ser creída, por lo que su poder no tiene ninguna relevancia. Sin embargo, ante estas dos características típicas del personaje, debemos señalar su papel espectacular en Troyanas de Eurípides: tras la caída de Troya, Casandra aparece en escena supuestamente enloquecida, con un descontrol emocional-ritual, en una mezcla explosiva de ironía y amargura. Aparentemente su irrupción en escena es un vendaval de alegría y optimismo, viene entonando su himeneo, el canto de bodas, porque se ha enterado de que va a ser desposada por Agamenón. Sin embargo, de forma abrupta, Casandra va a salir de su aparente locura para convertirse en el personaje más cuerdo y lúcido, y demostrar que, al final, los troyanos –los vencidos– han sido más afortunados que los griegos –los vencedores–. Razona con una meticulosa contraposición de situaciones cómo los griegos han sufrido más que los troyanos porque han muerto por una causa no justa y además lejos de su patria, con lo que eso conlleva de ser enterrados sin que sus familiares realicen los ritos fúnebres, mientras que los troyanos han muerto por defender su patria y además han muerto cerca de los suyos. Y acaba su intervención con un rotundo alegato pacifista: En conclusión, evitar la guerra es deber de todo hombre sensato. Pero si se llega a esa situación, no es corona de oprobio para la ciudad morir honrosamente, mientras que hacerlo sin honor es cosa de cobardes. 2.4. Helena de Troya, el personaje mítico de las dicotomías Si resulta difícil dar unas simples pinceladas de cada personaje mítico, en el caso de Helena es casi una misión imposible. El mito de Helena ha sido utilizado por muchísimos autores diferentes que lo han ido completando o variando dependiendo de la función que pretendieran con el mito. Para empezar, incluso el nacimiento de Helena tiene diferentes versiones. En primer lugar hay que señalar quizá la principal característica de Helena: su irresistible belleza. Ésta es la causa fundamental de la desgracia que va a acompañar al personaje. Básicamente, aunque hay muchísimas variantes, el mito de Helena es el siguiente: Helena es hija de Zeus y de Leda, aunque su padre putativo será Tindáreo, rey de Esparta. En un momento determinado, tras haber sufrido un primer rapto por parte de Teseo siendo aún una niña, Tindáreo decide organizar unos juegos en los que se presentarán toda una serie de pretendientes entre los que habrá que escoger esposo –hay diferentes versiones sobre quién elegirá al esposo, si el padre o la propia heroína–. Finalmente se elige a Menelao, hermano de Agamenón. Gracias a la intervención de Odiseo, que como hemos señalado anteriormente se presentó sin regalos porque presumía que no iba a obtener la mano de la princesa espartana, Tindáreo obliga a que todos los pretendientes hagan un juramento por el cual se comprometen a acatar la decisión final y a ayudar a mantener el nuevo matrimonio –ésta será la causa por la que la mayoría de los caudillos griegos estarán obligados a combatir en la guerra de Troya–. El matrimonio pasa una época de tranquilidad en Esparta, celebrando incluso el nacimiento de una hija, Hermíone. Cuando la niña contaba nueve años, Paris, príncipe troyano, recala en las costas de Esparta. En un primer momento, haciendo gala de la hospitalidad griega, se le acoge de buen grado, pero Menelao debe partir –según algunas fuentes a Creta, para asistir a los funerales de Catreo–, dejando a Paris en compañía de su esposa. Aprovechando la ausencia de Menelao, Paris rapta a Helena y se la lleva a Troya. A su regreso el rey espartano pide ayuda a los antiguos pretendientes de Helena que habían prometido su auxilio en el caso de que algo así se produjera. Tiene lugar la guerra de Troya y, tras diez años de asedio, la caída de la ciudad. Con la victoria de los griegos, Menelao recupera a Helena y regresa de nuevo con ella a Esparta –allí se los encuentra Telémaco, el hijo de Odiseo, cuando va a preguntar por su padre–. Finalmente acabarán sus días en los Campos Elíseos. Una buena manera de describir el personaje de Helena es a través de dicotomías: • ¿Culpable o inocente? Ésta es la principal dicotomía que encontramos en los diferentes autores a través de la Literatura griega: para algunos de ellos Helena es inocente porque ella no podía negarse a marchar con Paris, ya que había sido la voluntad de la diosa Afrodita (el juicio de Paris describía cómo el príncipe troyano había elegido a Afrodita como la diosa más hermosa de entre ella, Atena y Hera; el regalo de la diosa por tal elección fue el concederle la mujer más hermosa, que no era otra que Helena) y contra el poder de los dioses los humanos no pueden luchar. Ésta es la postura que, por ejemplo, tomó Homero en la Ilíada o el propio Gorgias en su ejercicio de retórica Encomio de Helena. Otros autores la hacen culpable al haberse enamorado de la apariencia y de las riquezas de Paris y nos la presentan como un personaje egoísta, únicamente centrado en su propio bienestar. Es el caso de Eurípides en Troyanas. Finalmente algunos autores la hacen totalmente inocente al inventar una excusa: Helena es inocente porque ella nunca fue a Troya, fue un fantasma suyo realizado por los dioses, mientras la heroína permanecía oculta en otro lugar, normalmente Egipto. Ésta última es la postura adoptada por Estesícoro y por Eurípides en su tragedia Helena. • ¿Mujer casada o eterna novia? El personaje de Helena se debate entre dos realidades, la de mujer eternamente deseada, por lo tanto siempre susceptible de ser una eterna novia, o la de mujer ya casada, con lo que eso implica de estabilidad. Tenemos que señalar una serie de actos que convierten a Helena en un ser inestable entre estas dos realidades: por una parte, hay que hacer referencia a un primer rapto que sufrió a manos de Teseo cuando ella era una niña todavía, algunas fuentes citan que sólo tenía siete años; además, el juramento que su padre obliga que presten todos los pretendientes hace pensar que con su primer matrimonio no se acaba el peligro de que vuelva a ser raptada; efectivamente sus bodas con Menelao no impiden que Paris la rapte para llevarla con él a Troya, lo que hace que de mujer casada pase nuevamente a lo que podríamos llamar mujer casadera. Pero su cambio de estatus no acaba ahí porque Helena se casará con Paris en Troya –dependiendo de las versiones estos esponsales suceden en el camino de ida de Esparta a Troya o ya en la propia Troya–, con lo que de nuevo se convertirá en una mujer casada. Sin embargo, en plena guerra Príamo hace que su nuera se acerque a las murallas, emulando quizá las competiciones de boda, en las que la novia se exhibía para que los pretendientes vieran el premio si ganaban la competición; por lo que de nuevo Helena actúa como una novia. Finalmente Helena recuperará su condición de mujer casada al volver a su patria con Menelao. • ¿Griega o troyana? Efectivamente la realidad de Helena también navega entre estas dos realidades. Es griega de nacimiento pero troyana de adopción. Es hija del rey de Esparta pero una gran parte de su vida la pasa perfectamente integrada en la familia real troyana, no en vano en las distintas manifestaciones literarias se oye a Helena llamar querida suegra a Hécuba y cuñadas a las hermanas de Paris. Y no en toda la Literatura griega va a estar clara su postura ante unos y otros: a veces la vemos ayudando a los griegos para que su situación vuelva a ser la que era, pero también presenciamos una postura cercana a su familia troyana. 3. Penélope Penélope es hija de Icario y, por lo tanto, nieta de Tindáreo, y prima de Helena. Pero principalmente Penélope es la esposa de Odiseo. La leyenda y la literatura clásica le han dado celebridad universal por la fidelidad guardada a su marido, a quien esperó durante veinte años, mientras él se hallaba en la guerra de Troya. De hecho, entre las mujeres de los héroes que participaron en la contienda, es casi la única que no cedió a los demonios de la ausencia. De las circunstancias de las bodas entre Odiseo y Penélope existen entre los mitógrafos dos versiones principales: según unos, Icario, por mediación de Tindáreo, deseoso de compensar a Odiseo por su buen consejo de someter a los pretendientes de Helena a un juramento, consiente en otorgar a su hija al héroe; según una segunda tradición, Penélope es el premio de una carrera en la que Odiseo resultó vencedor. El matrimonio entre Odiseo y Penélope, junto con el de Héctor y Andrómaca, ha sido considerado como modélico. Cuando Menelao visita las distintas ciudades de Grecia para recordar a los ex-pretendientes de Helena el juramento que les comprometía a vengarlo, Odiseo trató de fingirse loco. El motivo de esta mentira no era falta de valor, sino el profundo amor que sentía por su mujer, la cual acababa de dar a luz a un hijo, Telémaco. Tras la partida de Odiseo a la guerra, pronto Penélope fue objeto de solicitudes cada vez más apremiantes: todos los jóvenes de las cercanías pedían su mano, y como ella se negaba, se instalaron en el palacio de Odiseo, llevando una vida espléndida y tratando de que ella escogiera rápidamente al mostrarle ante sus ojos cómo arruinaban su hacienda. Penélope acudió a una estratagema: les dijo que elegiría uno entre ellos cuando hubiera terminado de tejer la mortaja de Laertes, el padre de Odiseo. La trampa es conocida por todos: el trabajo que efectuaba durante el día lo deshacía durante la noche. Finalmente, a los tres años de este engaño, una criada se lo cuenta a los pretendientes y los aplazamientos no continuaron. La leyenda de Penélope es narrada sobre todo en la Odisea. Cuando Odiseo regresa a Ítaca disfrazado de mendigo, no se da a conocer, por el momento a su esposa. Durante el combate con los pretendientes, Penélope permanece en sus aposentos, profundamente dormida. Este momento es de una gran humanidad en la narración, es el encuentro de los esposos tras veinte años de ausencia: Penélope vacila, le pregunta “¿Quién eres? ¿De qué gente? ¿Cuál es tu ciudad? ¿Quiénes fueron tus padres?”, se trata de un asunto de filiación y no únicamente de un nacimiento míticamente autóctono. Odiseo inventa un encuentro con el propio Odiseo y Penélope llora al esposo que tiene a su lado. Se entra entonces en el laberinto de las pruebas problemáticas: un broche de oro que llevaba este Odiseo reencontrado confirma la veracidad de la mentira del Odiseo actual. Pero serán necesarias diversas señales: señales que exhibir, señales que ocultar, según que el héroe sea el esposo de Penélope o el mendigo que se enfrenta a los pretendientes. Señales del pasado o señales del presente, según sean la memoria o la astucia las que sustentan el reconocimiento. Los dos esposos autentifican su reencuentro a través del secreto del minucioso tallado del tronco de olivo que sirve de apoyo al lecho conyugal. 4. Medea Al hablar de Jasón ya nos hemos referido con cierto pormenor a la figura de Medea. Esta heroína es hija de Eetes, el rey de la Cólquide, y podemos encuadrarla dentro del grupo de heroínas jóvenes que traicionan a su padre y que no logran encontrar entre las inquietudes femeninas sus propias preocupaciones. Como ya indicamos Medea ha sido calificada como maga. Sin Medea Jasón no habría podido realizar los “trabajos” impuestos por el rey de la Cólquide. Medea pertenece a la familia de las mujeres expertas en magia y saberes ocultos en las que se confunden el poder del Sol y las fuerzas de la noche. La heroína es poseedora de una inteligencia retorcida, gracias a la cual la fuerza, por grande que sea, puede ser vencida, pero una inteligencia que, en este caso, no procede de ficciones o engaños, sino que lo hace a través de procedimientos mágicos, mediante el uso de hierbas y filtros, mediante la movilización de las potencias de la noche. Como también indicamos Medea no casa dentro de los parámetros típicos de la mujer griega. Por una parte están sus inquietantes operaciones culinarias. Su instrumento es el caldero en el que se prepara carne, pero la preparación de la carne no es en Grecia un asunto de mujeres, sólo los hombres pueden ser cocineros, carniceros y sacrificadores. Además su cocina, que tiene la apariencia de un sacrificio, opera de manera inversa a la muerte de un ser vivo: como si de un vientre femenino se tratase, es la vida lo que debe salir del caldero, una vida renovada, como la que Medea promete a Pelias al mostrarle el cordero rejuvenecido que ha salido de ese caldero en el que ella misma había introducido previamente un carnero despedazado. Del mismo modo que la maga sólo puede ser una cocinera inquietante, tampoco parece poder reproducirse. En Corinto, Medea es la Errante, la mujer que se deja raptar, pero para encantar y triunfar ella misma a su vez, como si el hecho de venir de un mundo salvaje le prohibiese arraigarse y le negase toda afinidad con los campos cultivados y el espacio del hogar. Los hijos de Medea son alcanzados por la maldición: dependiendo de las diferentes versiones, o bien su madre los oculta en el santuario de Hera o bien nacen muertos; o sucede incluso que, cada vez que Medea trae al mundo un hijo, ella misma lo entierra. Y la degollación de sus hijos, en la versión de Corinto, enlaza con el sacrificio monstruoso de Apsirto, el hermano que fue despedazado por su hermana. 5. Las heroínas de Tebas Trataremos a las mujeres más importantes de la casa real de Tebas que sufrieron el horror de los hechos que narran los mitógrafos. La dinastía tebana de los Labdácidas se articula esencialmente alrededor del problema de la puesta en orden de las estructuras de parentesco, de la sucesión de generaciones, que permite una evolución lineal en el tiempo; esta puesta en orden no llega a establecerse, en la medida en la que no consigue situar a la mujer en su justo lugar, ni como madre ni como esposa. La anomalía respecto a la posición que ocupa la mujer está presente de diferentes maneras a lo largo del relato. Cuando los personajes femeninos de la dinastía desempeñan un papel destacable, éste es el de una madre excesiva, como Ágave –que presa de un furor báquico– despedaza a su hijo Penteo con sus propias manos; o como Yocasta, bisnieta de Penteo, que se casa con su propio hijo Edipo. Por el contrario, las mujeres de la dinastía que no juegan un papel importante a menudo desfilan en silencio, sin que en muchos casos lleguemos a conocer sus nombres. La anomalía de las relaciones entre los sexos se duplica con una anomalía crónica que afecta a la transmisión del poder en Tebas: las relaciones de parentesco de cada soberano con el rey precedente son de todo tipo. 5.1. Ágave Ágave es la hija del rey de Tebas Cadmo, y de su esposa Harmonía. Tiene como marido a Equino y por hijo a Penteo. El episodio que la tradición ha transmitido está relacionado precisamente con su hijo. Cuando Dioniso volvió a Tebas, donde ya estaba reinando Penteo, ordenó a todas las mujeres de la ciudad que se trasladasen al monte Citerón para celebrar sus misterios. Penteo, que se oponía a la introducción del rito, trató de espiar a las bacantes. Visto por su madre, fue tomado por una fiera y, en su delirio, ella misma lo despedazó miembro a miembro. Cuando Ágave recobró la posesión de sus sentidos, horrorizada, huyó de Tebas y llegó hasta Iliria, donde se casó con el rey del país, Licoterses. En las Bacantes de Eurípides este hecho resulta más cruento ya que las cazadoras de Dioniso, con Ágave a la cabeza, dan caza a Penteo y lo devoran. Mediante este acto caníbal, pagan el precio del abandono de su condición de esposas y madres. Y a Eurípides debemos también la imagen de Ágave entrando en escena triunfalmente y agitando la cabeza de su hijo que ella confunde, todavía, con una bestia salvaje. 5.2. Yocasta El prototipo de dislocación del orden canónico de las relaciones familiares lo cumple Yocasta, que, por una serie de circunstancias y sin saberlo, se casa con su hijo. Yocasta estaba casada en primeras nupcias con Layo, de quien había engendrado a Edipo. Un oráculo le revela a Layo que morirá a manos de su hijo, por lo que el niño es abandonado en el bosque para que sea devorado por las fieras. Como ocurre en tantas ocasiones, el pastor que debía abandonarlo sintió pena por el pequeño y lo salvó. Finalmente el niño se hace mayor y, como el oráculo siempre se cumple, se encuentra con su verdadero padre en un cruce de caminos y lo mata. Edipo marcha a Tebas donde libera a la población de la Esfinge, consiguiendo así casarse con la reina viuda que no es otra que su madre. Yocasta y Edipo tienen varios hijos. Cuando finalmente se descubre toda la situación, Yocasta, presa de la vergüenza, se ahorcará. 5.3. Antígona e Ismena Antígona es junto a Ismena, Eteocles y Polinices hijos del matrimonio de Edipo y Yocasta. Cuando Edipo, conocedor de sus crímenes por el oráculo de Tiresias, se hubo quitado la vista, clavándose en los ojos unos alfileres, y decretado su propio destierro de Tebas, emprendió la marcha, ciego y mendigando pan por los caminos, estará acompañado por Antígona. Su vagar los llevó hasta Colono, en el Ática, donde Edipo murió. Muerto su padre, Antígona regresó a Tebas, donde convivió con su hermana Ismena; pero los problemas y maldiciones de la casa real tebana no habían acabado todavía. En la guerra de los Siete Jefes, sus hermanos, Eteocles y Polinices luchaban en campos contrarios: Eteocles con el ejército tebano; y Polinices con el ejército que atacaba su patria. Los dos hermanos encontraron la muerte uno a manos del otro. El rey Creonte, tío de los dos muchachos y de Antígona e Ismena, decretó solemnes exequias para Eteocles, pero prohibió que se diese sepultura a Polinices, que había convocado a extranjeros contra su patria. Antígona se negó a cumplir esta orden ya que consideraba que era un deber sagrado, impuesto por los dioses y las leyes no escritas, el dar sepultura a los muertos y especialmente a los parientes próximos. La heroína infringió la orden de Creonte y vertió sobre el cadáver de Polinices un puñado de tierra, gesto ritual que bastaba para cumplir la obligación religiosa. Por este acto piadoso fue condenada a muerte y encerrada viva en la tumba de los Labdácidas, de quienes descendía. Antígona se ahorcó en su prisión, y Hemón, su prometido, hijo de Creonte, se suicidó sobre su cadáver. También Eurídice, la esposa de Creonte, se suicida no soportando la muerte de su hijo. La fortaleza del personaje de Antígona no lo tiene Ismena, quien es incapaz de sublevarse como su hermana cuando ésta le pide ayuda para realizar los sacrificios por el hermano muerto. 6. Eurídice y Orfeo Eurídice está casada con Orfeo, rey de Tracia e hijo de una Musa, que está dotado de una hermosísima voz que seduce a todos cuantos los escuchan: los hombres, los animales, incluso los más feroces, los árboles y las piedras caen hechizados bajo su canto. Su voz apacigua las tormentas e incluso es la única que protege contra el canto de las sirenas, seductoras de marineros. Cuando muere Eurídice –mordida por una serpiente cuando trataba de escapar de la persecución de Aristeo–, Orfeo no puede soportar el estar separado de ella y parte a buscarla a los Infiernos: su canto hace callar al perro Cerbero y con mueve a las divinidades infernales, quienes lo autorizan a llevarse a Eurídice con la condición de que no se vuelva para mirarla antes de haber alcanzado la luz del día. Pero Orfeo no sabrá mantener entre él y su esposa esa distancia necesaria. Orfeo se da la vuelta y, al punto, una noche inmensa envuelve a Eurídice, quien desaparece para siempre. Orfeo, tras la segunda muerte de su esposa, no pudo volver a casarse ya que el dolor le atenazaba el alma; vagó por los campos de Tracia, hasta que fue despedazado por un grupo de ménades, que se vengaron de él por su rechazo al amor de las mujeres, a favor de los de su mismo sexo. Este mito ha tenido una enorme influencia en la tradición cultural posterior que, especialmente en la música y en la ópera, ha conocido cientos de recreaciones artísticas en contraste con sus orígenes griegos, donde (a diferencia de los testimonios romanos) tenemos un volumen más bien escaso. El mito trata el gran amor entre los esposos, bajo la presión que causa la muerte de ella. Pero sus ramificaciones se extienden más allá de este amor, hasta abarcar rituales menádicos y “órficos”; así como la oposición entre lo salvaje y lo que los griegos llamaban música; y entre la sexualidad orientada al mismo o al otro sexo. 7. Alcestis Alcestis es una de las hijas de Pelias. Es la más hermosa y piadosa de todas, y la única que no participó en el asesinato de su padre cuando Medea, con sus tretas y sortilegios, hizo que éste fuera inmolado por sus propias hijas. Se casó con Admeto, el rey de Feras en Tesalia. Eurípides nos dice que su unión fue un modelo de amor conyugal, hasta el punto de que Alcestis consintió en morir en lugar de su marido. Pero, cuando ya estaba muerta, Heracles, en un acto de reciprocidad ya que había recibido el don de la hospitalidad en casa de Admeto, se precipitó a los Infiernos y la restituyó al mundo de los vivos, más hermosa y más joven que nunca. Según otra tradición, Perséfona, impresionada por la abnegación de Alcestis, la había enviado espontáneamente entre los vivos.