La República de Venecia: Los orígenes de la ciudad sobre 117 islas e islotes en el Lido, laguna protegida por un banco de arena, se remontan al siglo V. En aquel entonces, algunos de los habitantes de las zonas del Véneto y de Aquileya, acosados por los hunos (476) y por los lombardos (568), se refugiaron en las tierras pantanosas. En la laguna los habitantes subsistieron dedicados a la pesca y a la extracción de sal. Debían obediencia al exarca de Rávena y estaban bajo la dependencia del imperio de Bizancio. En 697 aprovechan la debilidad del exarca y eligen como Dux vitalicio a Anafesto. Comienzan sus actividades comerciales en las que se incluía el tráfico de esclavos, prohibido por el Papado pero tolerado por sus grandes beneficios. En 810 Carlomagno envía a su hijo para apoderarse de Venecia pero sus naves se retiran después de tropezar con los obstáculos a la navegación de la zona. El espíritu comercial: Fue el elemento esencial en Venecia y los mercaderes fueron la fuerza dirigente del estado. De este modo fueron las ricas familias patricias quienes introdujeron una forma republicana de gobierno, que no existía en ninguna otra ciudad-estado italiana en la Edad Media. Estaban decididos a no ser mandados por cualquiera, especialmente cuando no servía a sus intereses financieros, y continuamente se alzaban en sangrientas rebeliones. Durante una insurrección contra el dogo Pietro Candiano IV, en el año 976, un incendio destruyó el centro de la ciudad, incluido el palacio del dogo, con los archivos de la ciudad y la primera iglesia de San Marcos. El mandato hereditario de los dogos, como se practicaba en los primeros siglos, tuvo que debilitarse gradualmente para preservar la paz interior. El poder del dogo fue deliberadamente limitado y, a su lado, creció un aparato estatal de control, cuyos miembros eran reclutados entre las grandes familias y miraban por sus propios intereses. Desde 1172 su órgano más importante fue el Gran Consejo, el Maggior Consiglio, que además elegía al dogo. Este consejo amplió el número de sus integrantes, pasando de 35 a casi 2.000. Con la Clausura del Gran Consejo (1297), los puestos del Consejo se convirtieron en hereditarios. Los nombres de las familias nobles con derecho a plaza fueron inscritos en el Libro Dorado. La Signoria, los cabezas del gobierno, eran el dogo, sus seis consejeros, los Consiglieri, y tres oradores de los Quaranta, los 40 miembros de la corte suprema. El principio básico de esta oligarquía patricia, la República veneciana, era reducir el número de puestos de gobierno de forma que fuera posible un control completo. El notable Consejo de los Diez, organización similar a una policía secreta de estado, fue introducido por primera vez en 1310 como reacción a la insurrección de Bajamonte Tiepolo contra la Clausura del Gran Consejo. Otro intento de golpe de estado, dirigido por el propio dogo, fue descubierto por los Diecia (1355). Marin Faliero había intentado también arrebatar el poder a las privilegiadas familias patricias del Gran Consejo. El comercio de especias: Los venecianos carecían de tierra suficiente para cultivar intensivamente El uso de especias que soldados y peregrinos habían aprendido en Oriente pasó más tarde a las cocinas de la gente corriente. Los venecianos controlaron este comercio hasta el siglo XVI. A principios del siglo XV el comercio de especias movía anualmente 540.000 ducados. En un principio las mercancías de Oriente llegaban a Venecia en barcos bizantinos, pero pronto los venecianos armaron buques propios. A principios del siglo XV 3.000 buques mercantes navegaban bajo bandera veneciana, en su mayoría dedicados al comercio costero y la pesca. El comercio de ultramar estaba cubierto por cerca de 300 barcos que viajaban por su cuenta o en convoyes fuertemente armados que organizaba el estado, la mude. Las aventuras comerciales municipales eran más seguras y la Serenísima cobraba altos precios por la carga en las galeras y por la protección de los convoyes. Los propietarios privados que viajaban sin protección obtenían grandes beneficios por enfrentarse al riesgo. El riesgo personal en los negocios era menor formando una compañía , la colleganza. Por regla general esto se hacía entre dos mercaderes; uno permanecía en Venecia y ponía tres cuartas partes del capital y el cuarto restante era aportado por el que viajaba. La ruta más corriente que hacían las mude o convoyes iba de Inglaterra a Tana y Trebisonda, en el mar Negro. El principal país con el que comerciaba Venecia era Egipto. Otros puertos importantes eran Beirut y Bizancio. En todas las grandes ciudades los venecianos tenían establecimientos comerciales donde establecían sus negocios y ejercían una considerable influencia política en muchos países. Aunque el comercio de esclavos había sido prohibido oficialmente desde el siglo IX, era una buena fuente de ingresos. Los esclavos se obtenían principalmente en Tana. La trata de circasianos y georgianos, de fe greco-ortodoxa, que eran revendidos en Egipto y el norte de Africa, no repugnaba a la conciencia por no pertenecer a la Iglesia Católica. El comercio de esclavos paganos no estaba prohibido. A mediados del s.XV Venecia preparaba cuatro grandes flotas anualmente escoltadas por galeras armadas. 1. La ruta del mar Negro que, después de llegar a Constantinopla, se dividía en dos: una se dirigía hacia Crimea, mar de Azov, y remontaba el Don hasta Tara, lugar de llegada de las caravanas mongolas y rusas. La segunda se dirigía a Sinope y Trebisonda. 2. La ruta de Palestina y Siria por Morea, Creta y Chipre. 3. La de Egipto adonde llegaban las especias por el mar Rojo. 4. La más larga del Norte de Europa, con escalas en Sicilia, Malta, Trípoli, Túnez, Argel, Orán, Tánger, Lisboa, Burdeos, La Rochelle, Bourgneuf, Brujas, Amberes, Londres y, al regreso, escalas en puertos españoles, provenzales e italianos. El Gaguiana, un barco naufragado encontrado en la costa de Yugoslavia en 1967, según los registros de seguros se dirigía a Oriente en 1583, contenía 2.000 objetos de cristal de Murano, adornos de cobre, damascos, tejidos de lana inglesa, piezas de cerámica artística, oro, plata y piedras preciosas. La toma de Bizancio por los turcos, las rutas que Portugal descubrió por el impulso de Enrique el Navegante (1415-1461) y el descubrimiento de Colón supusieron grandes reveses para el comercio Veneciano. Relaciones con los turcos: Los otomanos fueron recuperando su fuerza en 1400, tras el golpe recibido del anciano conquistador mongol Tamerlán. Una compleja relación llena de intereses enfrentados tiene lugar ya que los turcos dependen de Venecia como único acceso a los mercados europeos. Para garantizar el tráfico marítimo y el comercio Venecia inició una política de apaciguamiento con Estambul. El embajador veneciano ante la Sublime Puerta gozaba de privilegios exclusivos. Venecia erigió macizas fortalezas en Corfú, Candía (Creta), Chipre, Grecia continental y Dalmacia. Desde 1545 las galeras venecianas fueron reforzadas con una tripulación de galeotes armados. Los buques armados más poderosos, las galeasse o galeras grandes, estaban equipadas en ambas bandas, por encima de las hileras de remos, por filas de cañones. La peste de 1630 acabó con un tercio de la población y los Habsburgo potenciaban el puerto de Trieste contra los intereses venecianos. A mediados de 1645 la flota turca desembarca en Creta, que fue perdida definitivamente en 1669. En la paz de Passowitz (1718) Venecia fue obligada a abandonar Morea (Peloponeso) y sus últimas posesiones en el Egeo. Años de esplendor y dominio: [Se convirtió] finalmente en una metrópoli comercial con dominio marítimo, consagrada a San Marcos, desde que en 827 fueron transportados a Venecia, desde Alejandría, los restos del apóstol. El dux Enrico Dandolo tomó Constantinopla en 1204. En el siglo XV, Venecia era el centro del comercio mundial y la mayor ciudad portuaria del mundo, con más de 200.000 habitantes. Los palacios, construidos tomando modelo de los orientales, se hicieron cada vez más lujosos. Se levantaban nuevos palacios, decorados por artistas como Tintoretto, Veronese, Tiziano y Giorgione. La ciudad de los 150 canales y 400 puentes había alcanzado su punto culminante. Comenzó la decadencia cuando los turcos les quitaron Constantinopla. (Roland Gööck) [...] Supe que aquella no era tan sólo la ciudad más hermosa que había visto en mi vida, sino que había sido asimismo república independiente durante más de un milenio -más tiempo del que nos separa de las invasiones normandas-, y que durante gran parte de ese período había sido reina del Mediterráneo, encrucijada principal entre Oriente y Occidente y el centro comercial más rico y próspero de nuestro mundo civilizado. Me contó que el mar la había protegido, no sólo en sus tempestuosos comienzos, sino también a lo largo de toda su historia, haciendo de ella la única ciudad de Italia que nunca se había visto invadida, asolada o destruida hasta que Napoleón, quién se denominó a sí mismo como el Atila del Estado Veneciano, terminó para siempre con la Serenísima República (John Julius Norwich, autor de Historia de Venecia) Literatura: Se ha escrito más sobre Venecia que sobre la mayoría de las otras ciudades del mundo. En 1364 Petrarca la halló "rica en oro, pero más rica aún en fama". En 1786 Goethe opinaba que esta ciudad no podía compararse a ninguna otra. En 1789 Ernst Moritz Arndt se enfadó por los "aspectos y olores repugnantes". En 1844 Charles Dickens se entusiasmaba diciendo que la realidad de Venecia "superaba la capacidad imaginativa del más fantástico soñador", y en 1913 Thomas Mann llamó a Venecia "la más inverosímil de las ciudades". (Roland Gööck) [...] Bien entrado el XIX, Charles Dickens se embarca hacia el Sur para escribir su libro Imágenes de Italia. Queda prendado de Venecia, cuya realidad, en su opinión, "excede el sueño más extravagante". Y sobre la ciudad cae la riada de la literatura iniciada por Goethe. Llegan Ruskin, Twain, Henry James, Proust, George Sand, Gauthier, Morris, Hemingway, d'Annunzio, Carpentier..., la lista es interminable. "Es el Shakespeare de las ciudades -se le ocurre decir a John Addington Symonds-: incomparable, irrebatible, y por encima de la envidia". Thomas Mann pervierte a su personaje, el escritor Aschenbach, mientras persigue la belleza destructora, encarnada en la figura de Tadzio. El ruso Joseph Brodsky escribe: "Al rozar el agua, esta ciudad mejora la imagen del tiempo, embellece el futuro. Ése es el papel de esta ciudad en el universo". No muy lejos de allí, en un castillo sobre el Adriático, a las afueras de Trieste, Rainer María Rilke canta en sus Elegías del Duino: "Pues lo bello no es más que ese grado de lo terrible que aún podemos soportar. Todo ángel es terrible". (Javier Reverte. Viaje al mar de la literatura) REGRESAR