III. El otro frente de guerra

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(Bustos, Dalmiro, Ramos Americana Editora,
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El otro frente de guerra
Buenos Aires, 1982)
El libro El otro frente de guerra, editado a poco
El 2 de abril de 1982 fue una fecha que no he de olvidar nunca. Sin duda esta fecha marcó significati-
de terminada la guerra, incluía reflexiones, car-
vamente a todo el país. Pero para 10.000 familias argentinas la situación adquirió un sentido diferente:
tas de soldados y de familiares, y se preguntaba
nuestros hijos eran conscriptos y serían enviados a la guerra.
qué pueden hacer los padres y qué puede hacer el pueblo argentino para ayudar a aquellos
Es indudable que la óptica frente al conflicto varía aquí fundamentalmente. El nivel de compromiso es
que volvieron de la guerra. Aquí transcribimos el
mayor y no es fácil que quienes estábamos en esa posición nos dejáramos arrastrar por triunfalismos.
prólogo del libro.
El peligro que corrían nuestros hijos, la certeza de las noticias que provenían de sus cartas, donde nos
contaban del frío, del hambre, en fin, de la realidad, nos ponía a cubierto de la propaganda que durante
dos meses desorientó al pueblo argentino.
Como no soy militar no entiendo de guerra, ni de tácticas o estrategias. Como soy médico y padre, entiendo de paz, trabajo y solidaridad. Entonces creamos este Grupo de padres de soldados que durante
la guerra funcionó en la ciudad de La Plata. Un grupo que sigue funcionando después de pasada la guerra. Para ayudar a los muchachos que volvieron, para ayudar a los padres de los que no volvieron, para
que en el futuro esto no vuelva a ocurrir. Para volver a tener fe en la vida y poder transmitirla a nuestros
hijos.
Nuestros hijos fueron enviados a una lucha que no eligieron, decidida por un gobierno que no eligieron, para la cual no estaban preparados. Había en la Argentina 40.000 profesionales preparados por
vocación y estudio para una guerra. No es fácil entender por qué se envió a 10.000 muchachos de 18 a
20 años que carecían de la preparación necesaria. Ciertamente si yo tuviera que enfrentar una epidemia
y contara con 40.000 especialistas, no iba a mandar 10.000 enfermeros, por más amor y valentía que
esos enfermeros tuvieran.
Pero allá fueron y se comportaron con gran valor y dignidad. Durante dos meses nos alentaron con sus
cartas, nos hicieron reír con un humor que persistió aun ante los momentos más graves. Y eso nos llena
de orgullo. Un orgullo que no nace en una adhesión a la guerra ni cuestiona sus causas. Así como ante
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un terremoto nuestros hijos tuvieran conductas valerosas, tendríamos legítimo derecho al orgullo sin que eso signifique una adhesión al terremoto.
Los padres no nos quedamos quietos. Por el contrario: formamos nuestro
propio ejército. Un ejército de paz, para respaldar a nuestros hijos. Y recogimos ayuda de mucha gente amiga, de muchos militares, de autoridades del
gobierno, de instituciones oficiales y privadas. Pero fundamentalmente de
personas, de amigos, del pueblo platense.
No vimos durante este tiempo al «Señor No Te Metás», esperábamos haber
acabado con él, temo que sólo estaba de vacaciones.
Porque ahora todo parece querer volver a la «normalidad». «Mejor olvidar lo
que duele» es el lema básico del «señor No Te Metás». Igual que su primo el
Señor «¿Yo?: argentino».
Ellos les abrieron las puertas del cuartel el día 21 de junio y les dijeron: salTras su captura, soldados argentinos trasladan el cuerpo de uno de sus compañeros.
gan muchachos, saludos. Ni un homenaje, ni un acto que les permitiera ver
el tan pregonado agradecimiento popular. Ni una simple medallita recordatoria. Sólo alguna institución privada tapa esta indiferencia culpable.
Pero los padres no queremos eso. Queremos la denuncia de lo ocurrido, no
para venganza sobre los culpables pero sí para no repetir la historia. Saber
lo que ocurrió, cómo ocurrió, por qué ocurrió. Que se difundan verdades y
se eviten los mitos.
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