University of Valencia From the SelectedWorks of Mariado Hinojosa Spring 2011 Una reflexión entorno a “El espíritu de la Ilustración” de Tzvetan Todorov. Mariado Hinojosa Available at: http://works.bepress.com/mariado_hinojosa/2/ Una reflexión entorno a “El espíritu de la Ilustración” de Tzvetan Todorov. Mariado Hinojosa del Valle. En su análisis sobre el espíritu de la Ilustración, Todorov expone de manera metódica una serie de rasgos constitutivos de este movimiento que en su momento abarcó casi todos los ámbitos de la vida humana y que marcó considerablemente el desarrollo histórico, social y político de Occidente a partir del S. XVIII. En dicho análisis, otro de los aspectos a los que Todorov dedica su atención es a los diferentes rechazos o desvíos que se produjeron desde el mismo momento en que esta corriente empezó a expandirse, no sólo entre los círculos intelectuales, sino entre los diferentes estratos sociales de cada nación, haciendo tambalearse un régimen y manera de ver el mundo que aún vigente hasta ese momento, comenzó a quebrarse. Así, atendiendo a una serie de rechazos y malas interpretaciones que para Todorov ha sufrido el espíritu ilustrado, nos expone no sólo las diferentes vías para superarlos, sino también las diversas vías incorrectas por las que quizá se llegó a esas variaciones. Si atendemos a los diferentes rasgos que caracterizan al movimiento ilustrado, podemos concluir, junto con Todorov, que algunas de las características principales de este movimiento confluyen en un marcado antropocentrismo, universalidad e igualdad de todos los seres (reflejadas en la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de 1789, a su vez inspirada por la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de 1776), así como en un laicismo y humanismo que comenzó a florecer a fines del Renacimiento. El proclamar a la Ilustración como el momento en el que el ser humano alcanza su mayoría de edad es señalar, principalmente, su carácter autónomo frente a la cosmovisión religiosa imperante en el mundo medieval. Es necesario recordar que en la Edad Media occidental todas las esferas de la vida estaban marcadas por el poder de la Iglesia, por lo que individualmente, el fin de la existencia humana era el cumplimiento de los mandamientos religiosos para conseguir la redención eterna. Será a partir del humanismo renacentista y principalmente desde la época ilustrada, cuando se darán las condiciones necesarias para el paso total del teocentrismo al antropocentrismo, momento en el que el ser humano se convertirá en regulador de su propia vida. Como veremos, y tal como también afirma el autor que nos ocupa, la generalización y aceptación de la creencia en el hombre como capacitado para decidir por y para si mismo, también posee un lado menos luminoso y que ha empañado todo lo que en un principio ofrecía el proyecto ilustrado. De esta forma, pasaré a comentar y analizar uno de estos desvíos o también paradoja que personalmente me parece interesante: el auge de los totalitarismos en el pasado siglo XX (nazismo, fascismo y comunismo), todos cargados de una racionalidad y características específicas que, aunque mal entendidas, podríamos afirmar como heredadas de algunos de los preceptos de la Ilustración. Una de las máximas o ideas ilustradas, desarrollada principalmente por Rousseau, es el principio de perfectibilidad, es decir, la idea de que el hombre tiende a mejorarse y perfeccionarse a sí mismo, en una evolución que podríamos caracterizar como “infinita”. Así, para Rousseau, “el rasgo distintivo de la especie humana no es el avance hacia el progreso, sino sólo la perfectibilidad es decir, la capacidad de hacerse mejor y de mejorar el mundo, aunque sus efectos ni están garantizados, ni son irreversibles”1. Es precisamente esta idea la que me parece interesantísima para llevar a cabo una reflexión sobre los estados totalitarios y las consecuencias que se dieron tras su implantación y desarrollo a lo largo del siglo XX. Así, esta idea de perfectibilidad nos muestra un continuo progreso del ser humano hacia si mismo y hacia los demás, en un camino que se visualizaría como de mejora para toda la humanidad. Si los avances técnicos han surgido generalmente por la necesidad, también hay que admitir que muchas veces han sido utilizados con fines nada altruistas y desgraciadamente, destructores, por ello “otro reproche especialmente grave al espíritu de la Ilustración es el de haber generado, aunque involuntariamente, los totalitarismos del siglo XX, con su rastro de exterminios, encarcelamientos y sufrimientos inflingidos a millones de personas”2. De esta forma, me interesa reflexionar sobre este tema al hilo de la introducción de diversas afirmaciones de Ernst Jünger, autor controvertido y muchas veces mal entendido, pero que ya en 1933 rechazó al nacionalsocialismo, al tiempo que publicó su primera crítica al racismo fascista. Los primeros escritos de dicho autor demuestran su reflexión sobre la técnica y tecnología moderna al hilo de su experiencia de la guerra de 1914, ya que si uno de los rasgos del progreso es el desarrollo técnico, la meditación sobre este tema se intensificaría, en general, tras la hecatombe que supuso la Primera Guerra Mundial. Para Jünger, “quizá la mejor manera de señalar la peculiaridad específica de esa gran catástrofe sea decir que en ella el genio de la guerra se compenetró con el espíritu del progreso”3. Su visión sobre la técnica, como vemos, se fraguó justo al hilo de la reflexión temprana de la guerra, por lo que si me interesa comentar a Jünger es porque él ya hace una meditación sobre la técnica y el proceso de civilización en la década de los años 20, mucho antes que Heidegger, Adorno o Horkheimer. De este modo, es interesante resaltar el análisis que hace Jünger del concepto movilización total, concepto sobre el que reflexiona para clarificar críticamente una idea propiamente ilustrada, la noción de progreso. Para dicho autor, aunque la movilización total de las sociedades se aprecia en la guerra, también es aplicable en momentos de paz, ya que a lo que apunta es a una concentración de poder cada vez mayor del estado, lo que desemboca en una ofensiva contra la sociedad. Así, la guerra fue considerada por Jünger como el hilo conductor a partir del cual se mostró lo que iba más allá de ésta y que caracterizaba a una época: superada la crisis de 1921, la década de los años 20 aparece como una era de prosperidad caracterizada por el desarrollo de nuevas industrias que la guerra había estimulado, adoptando nuevos métodos de producción. 1 Todorov, Tzvetan. El espíritu de la Ilustración. Ed. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2008. Página 21. Todorov., Tzvetan. Op. Cit. Página 32. 3 Jünger, Ernst. Sobre el dolor. Seguido de La movilización total y Fuego y movimiento. Editorial Tusquets, Barcelona, 2003.Página 90. 2 Así, el crecimiento productivo se debió, en gran parte, a los nuevos métodos de organización del trabajo que se iniciaron con la Primera Guerra Mundial y la necesidad que ésta generó de movilización de toda la sociedad para el abastecimiento bélico. Estos métodos de producción fueron el taylorismo y el fordismo, caracterizados por la división al máximo del trabajo, la producción en cadena y la estandarización de los productos. Todo esto, ligado a una publicidad agresiva y las compras a crédito dio origen, particularmente en Estados Unidos, al consumo en masa. Todo esto disolvería los antiguos vínculos sociales, lo que también suponía una ofensiva contra la libertad individual. De esta forma, algunas conclusiones que pueden sacarse de las reflexiones entorno a la técnica pueden ser las siguientes: - La técnica no es sólo tecnología, sino que se extiende también al modo de gobierno. La técnica, más allá de ser instrumento, transforma las relaciones políticas y sociales. El dominio de la técnica se desvela con motivo de la guerra moderna. La guerra es el momento de mayor despliegue técnico, ya que el concepto “civilización”, con toda la carga histórica y hermenéutica del que está dotado, se ha entendido principalmente como avance técnico. En lo tocante a las transformaciones que la técnica lleva a cabo en los hombres, hay que resaltar la mecanización del trabajo llevada a cabo fundamentalmente a partir del taylorismo y lo que esto supone a nivel social. Así, en la igualdad llevada al extremo, aparece el hombre en cuanto “masa”, lo que supone no sólo la dificultad de que el individuo pueda desarrollarse como tal, sino también la contribución a la dilución de la responsabilidad moral en lo que a grandes catástrofes se refiere. Retomando a Jünger, “son muchos los sitios donde ya casi se ha desprendido la máscara humanitarista; en su lugar aparece un fetichismo medio grotesco, medio bárbaro de la máquina, un ingenuo culto de la técnica”4. Básicamente, esta reflexión sobre la técnica que también encarnan otros autores como Anders o Sloterdijk podemos situarla en el llamado “pesimismo cultural”, pues dichos autores nos exponen que cualquier reflexión entorno a esto está abocada al escepticismo, ya que la técnica no solamente produce un tipo de hombre acostumbrado a obedecer, sino que además, este desarrollo técnico también diluye, como hemos comentado, la responsabilidad de los actos de los individuos. Esto puede apreciarse en toda la maquinaria generada por el nazismo, en el que todos sus participantes, desde los más altos cargos hasta el último funcionario, formaron parte de igual modo y fueron igualmente partícipes de la terrible masacre que se originó en la Segunda Guerra Mundial. De esta forma, vemos que dos de las ideas básicas que se generaron en la Ilustración, la técnica como progreso y la igualdad de todos los hombres, en época contemporánea han degenerado en algunos casos en horribles masacres por un lado y por otra, en la masificación del ser humano, donde queda diluida la también importante idea de libertad individual. Quizá aquí sería importante reflexionar cuál es el precio de la evolución técnica infinita y si vale la pena pagarlo, tema al que volveré en el apartado de conclusiones. 4 Jünger, op. cit., página 120 Volviendo al hilo de la cuestión, otra de las ideas que preponderó en el Siglo de las Luces, y que también está en relación con la reflexión sobre la igualdad y la universalidad, fue la difusión de las ideas ilustradas. Para esto fue importantísima la Enciclopedia de Diderot y D’Alembert y su amplia difusión gracias a la imprenta, inventada en el siglo XV. Dicho invento propició la difusión de la información por igual a todos los seres humanos, lo que contribuyó a demoler las creencias imperantes en el Antiguo Régimen. Esta idea también la utilizaron los diversos totalitarismos del siglo XX, pues la propaganda fue usada por el nazismo y estalinismo para la difusión de sus ideas y preceptos, haciéndolos llegar de manera fácil a los diversos sectores de la sociedad. Esto les sirvió no sólo para difundir sus ideas, sino principalmente para tratar de instruir a la población según sus intereses. Esto, que en el fondo está en contra del pensamiento ilustrado, paradójicamente parte de él, pues la igualdad y el derecho universal a la información y al conocimiento, es una idea ilustrada. El error estaría en el hecho de que un estado convierta su verdad en la única verdad posible y pretenda difundir esta idea valiéndose de todos los medios posibles, no sólo la propaganda o la técnica, sino también, el arte. Así, tal y como afirma Todorov, teniendo en cuenta la verdadera intención ilustrada en este sentido, el objetivo de la educación sería “la autonomía del individuo, la capacidad de examinar de forma crítica las normas establecidas y de elegir por uno mismo las reglas de conducta y las leyes”5 , ya que “un buen gobierno no se opone a que los conocimientos aumenten y se propaguen (…) su papel se queda ahí”6 De esta forma, como vemos, una mala concepción o desvío de unas ideas que en un principio buscaban mejorar la humanidad, desembocaron (y siguen haciéndolo), en una serie de hechos horribles y nefastos para el conjunto de los seres humanos. Como concluye Todorov, “los tradicionales enemigos de la Ilustración: el oscurantismo, la autoridad arbitraria y el fanatismo (…) obtienen su fuerza de características de los hombres y de sus sociedades, tan difícilmente desarraigables como el deseo de autonomía y de diálogo”7 5 Todorov, Tzvetan. Op Cit. Página 73. Ibid. Página 74. 7 Ibid. Páginas 131-132. 6 -.Diversas conclusiones.- Como hemos visto, la creatividad del ser humano, idea profundamente unida a la de perfectibilidad como capacidad de acumular los nuevos logros, nos llevan a la técnica o tecnología, algo que, surgido de la necesidad, y junto a la autonomía y mayoría de edad que supuso la Ilustración, nos ha hecho evolucionar más de lo que nunca hubiéramos podido imaginar. Si una vez más volvemos la vista atrás en el tiempo y atendemos a los grandes avances del siglo XX podemos caer en una doble perspectiva: -La creatividad y la técnica han llevado a obras en las que se pueden observar las más altas capacidades y creaciones del ser humano (música, artes plásticas, etc.) -La creatividad técnica ha llevado a las peores y más horribles creaciones del ser humano (campos de concentración, por ejemplo) Podríamos dar muchos ejemplos y todos ellos serían significativos: la creatividad, originalidad y trabajo de Marie Curie ha salvado muchas vidas, pero también nos ha traído secuelas negativas en muchos campos. De la misma forma, los estudios de física nuclear nos han aportado innumerables cosas positivas, pero también se utilizaron para alumbrar la bomba atómica, etc. Particularmente, estoy de acuerdo con un autor al que aprecio especialmente y es Günther Anders, quien, reflexionando sobre los horrores del nazismo, afirmaba que la capacidad técnica del hombre es mayor que su capacidad de representación. Así, nuestra incapacidad para poder representarnos a nosotros mismos los efectos de nuestras acciones no se puede atribuir únicamente a la desmesurada magnitud de algunos hechos (como asumir la muerte de seis millones de personas, número tan amplio que no podemos concebirlo en la realidad), sino también a la desmedida mediación de nuestros procesos de trabajo. De esta forma, la división del trabajo que comentábamos en el apartado anterior, nos define de tal forma que nos condena a centrarnos en nuestra realidad cotidiana, quedándonos lejos la representación de nuestra pertenencia al aparato como totalidad, lo que, en el caso del totalitarismo, convirtió a cada miembro del engranaje en “cómplice de lo monstruoso”8. Es por ello que debemos ser cuidadosos con el progreso y sobretodo, con sus consecuencias, por lo que creo que nos convendría cultivar mucho más, y mejor, el progreso moral. De esta forma, no me refiero a que la solución sea cargar la existencia humana de moralidad o de normas éticas que provengan de una ley basada en una metafísica bíblica, sino que, personalmente, creo que se le puede dar el apelativo de moral sencillamente al cuidado de sí (tal y como propugnaba Michel Foucault). De esta forma, 8 Anders, Günther. Nosotros los hijos de Eichmann. Editorial Paidós, Barcelona, 2001.Página 39. podemos tomar este concepto no como algo dictaminado por un conjunto de códigos, códices o compendios que alguien concreto o una institución me intentan imponer, sino como algo que me impone el simple hecho de estar viva y pertenecer al conjunto de la humanidad. Así, la moral puede ser ejercida como cuidado de uno mismo(a la manera foucaultiana) y únicamente limitada por mi propia pertenencia al conjunto humano. Creo interesante el mantener un diálogo abierto entre los conceptos creatividad, libertad y moralidad (entendida no como conjunto de normas impuestas, sino como cuidado de sí). Personalmente, estoy de acuerdo en que la creatividad es un concepto que lleva inherente el concepto de libertad, aunque no es correcto concebir una libertad sin límites. Al fin y al cabo la libertad tiene un límite y bastante significativo, siendo éste inevitablemente el que me impone la libertad de los otros. Así, una libertad sin límites creo que cae en un amplio vacío, pues cualquier creación que no respeta la libertad del otro deja de ser positiva. De esta forma, se puede llegar a altas cotas de libertad creativa sin necesidad de deshechar la moralidad que me impone el simple hecho de pertenecer al conjunto humano y la responsabilidad que eso genera. De hecho, creo que la calidad es mucho más importante y enriquecedora que la cantidad, así que de nada me vale una libertad sin trabas si ésta atenta contra la integridad no sólo de las personas, sino del conjunto de seres vivos. Como conclusión final en relación a El espíritu de la Ilustración de Todorov, si que es cierto que muchas veces dicho autor peca de indulgente con una serie de consecuencias evidentes que parten de las ideas que se consolidaron a partir de la Ilustración. Así, son obvias la cantidad de consecuencias positivas que trajo dicho movimiento: la igualdad, la universalidad, la autonomía, el progreso y evolución como fin de la existencia humana, etc., pero como ocurre con todo, desgraciadamente siempre hay personas dispuestas a utilizar cualquier idea positiva en beneficio propio y en detrimento del resto de la humanidad.