Discurs del president de la Generalitat, José Montilla, en l’homenatge a Jordi Solé Tura Madrid, Congrés dels Diputats, 17 de Març de 2010 Gracias Sr. Presidente del Congreso. Presidente del Senado, ministros, senyores i senyors, muy buenas tardes. En 1954, Bertrand Russell publicaba su famoso decálogo liberal: Diez breves epígrafos de honradez intelectual y de salud mental, absolutamente vigentes y recomendables, hoy como entonces. Pasados los años, aquel breve texto se nos aparece como yo diría la más fiel descripción de los principios que animaron también el pensamiento y la acción política de Jordi Solé Tura. Dicha coincidencia no es casual, pues él mismo fue el traductor de los tres volúmenes de la Historia social de la filosofía del filósofo y pensador inglés, al catalán. No es este obviamente el momento para abundar en detalles sobre los diez principios de Russell, pero sí me gustaría destacar dos de ellos, (el séptimo y el octavo) que dicen así: “No temas defender una opinión excéntrica, pues todas las opiniones que hoy se aceptan fueron excéntricas en su día”. Y, el siguiente: “Encuentra mayor satisfacción en el desacuerdo inteligente que en el acuerdo pasivo, pues, si valoras la inteligencia como debe hacerse, la primera postura indica mayor acuerdo que la segunda”. Ambos principios conjugan valores como la coherencia, la valentía, el compromiso, el debate, la inteligencia y el pacto. Elementos básicos dentro de la concepción más noble de lo que es y debe ser la política, que no es otra que aquella que, partiendo de las propias convicciones, busca los espacios de encuentro con el otro, huyendo de dogmatismos estériles. Jordi Solé Tura nunca temió defender opiniones inicialmente tenidas por excéntricas, ni tampoco rehuyó el desacuerdo inteligente. De ese doble atrevimiento, llevado a cabo además de modo generoso, provienen la Constitución española de 1978, nuestra democracia y nuestras libertades. De aquel esfuerzo compartido nació y sigue el período más largo de estabilidad y de democracia conocido por España. De ese proceso innovador surge una primera organización política y territorial que trata de dar respuesta al pluralismo del Estado. Sin embargo, el propio Solé Tura mantuvo, siempre, su heterodoxa visión federalista. Para él como para muchos otros, muchos de nosotros, el proceso permanece –y permanecerá— inacabado, mientras no se hallen nuevas vías para profundizar en la pluralidad, para avanzar conjuntamente, para asumir con normalidad lo que algunos insisten en descalificar como ‘excentricidades’, utilizando a Russell. La renovación del compromiso de convivencia es una exigencia diaria que nos obliga a concentrar nuestros esfuerzos para vencer la inercia negativa. Convivencia que debe basarse en el reconocimiento mutuo y en una visión de España como proyecto ampliamente compartido a partir del desacuerdo inteligente y del permanente debate democrático,y no de dogmas o prejuicios. La política es la oportunidad que tenemos de reencontrarnos. Hoy más que nunca es imprescindible reconocer y recuperar el valor de la virtud cívica. Aquella que impulsa a tomar consciencia de todo cuanto nos afecta y que nos empuja a participar activamente en los asuntos de una sociedad que dialoga y se quiere gobernar a sí misma. Jordi Solé Tura encarnó esa virtud cívica. Su espíritu luchador y autodidacta se manifestó ya cuando, siendo un joven panadero en su Mollet natal, la voluntad de saber y conocer lo impulsó a implicarse en la lucha antifranquista. Compromiso que ya no abandonaría nunca más. Unas veces des de la clandestinidad, otras des de la primera línea de la acción política, pero siempre con lucidez y con rigor. Su biografía ejemplifica la lucha insobornable por un futuro más libre, más justo y más próspero . Actuando con el coraje y la determinación de quien sabe que, a pesar de los obstáculos, logrará el triunfo. Con el rigor de una persona ilustrada que busca en el debate de las ideas, los argumentos necesarios para avanzar colectivamente. Jordi Solé sabía que la política democrática no es compatible con ideales absolutos, ni con un sistema de verdades rígido. En cambio, era consciente de que, entendida como instrumento de convivencia, la política democrática garantiza el pluralismo y promueve el debate. Política y democracia: éste es el punto de encuentro para lograr el bien común y para preservar, sobre todo, la libertad. Esa libertad fundamental que, en el fondo, reivindicaba el decálogo de Bertrand Russell. Jordi Solé Tura representó, con fortaleza y emoción, las ansias de la lucha democrática y social de nuestro país. Supo captar, entender y dar contenido al espíritu constituyente, de reconocimiento y de concordia, que permitió asentar las bases de una democracia sólida. Militante de izquierdas y del catalanismo, como decía Miquel Roca, pero siempre rebelde ante la ortodoxia y cualquier manifestación de dogmatismo, su carácter afable, inquieto y optimista irradiaba proximidad, humor, ironía, conocimiento… Es inmensa nuestra deuda hacia personas como Jordi Solé Tura, hacia esa generación que perseveró en favor de la democracia. Unos renunciando a algo de lo mucho que habían tenido. La mayoría consiguiendo menos de lo mucho por lo que habían luchado. Pero anteponiendo, todos, la búsqueda de la reconciliación y el inicio de nuestro andar democrático. Quizás podamos saldar en parte la deuda contraída con la generación de Jordi Solé Tura y, al mismo tiempo, rendirles justo y merecido homenaje, recuperando los valores esenciales de la política, de la buena política. Aquella que se nos aparece como creadora de civilización y como compromiso diario al servicio de la comunidad. Aquella que permite el cambio social, la emancipación y la construcción de una sociedad cada vez más justa. Jordi Solé Tura nos mostró que era posible. Seamos, como decía Russell, excéntricamente atrevidos y no temamos el desacuerdo inteligente. Es sobre esta base que los pueblos avanzan. Ese es el camino para perfeccionar nuestra democracia y ese es el mejor homenaje que podemos tributarle. Muchas gracias.