E C O N O M I S T OMO TRATAR CON UNA POBLACIÓN EN DESCENSO * Si no es evidente que la población mundial vaya a aumentar o disminuir hasta niveles inmanejables, ¿podrán los gobiernos observar su progreso con ecuanimidad? LA POR El POR UNA A SU DECADENCIA. POR LO GENERAL, EL INCREMENTO DE UNA población de microorganismos en un plato de Petri ocurre en forma de S. Al comienzo, la línea es plana porque la colonia apenas aumenta de tamaño. Luego la inclinación se hace cada vez más aguda, a medida que las bacterias © The Economist Newspaper Limited, Londres 2007 94 www.revistasumma.com DEMOGRÁFICA HA SIDO proliferan, hasta alcanzar un punto de inflexión. Posteriormente, la curva vuelve a aplanarse porque la colonia detiene su crecimiento. Lo que restringe a estas poblaciones de microorganismos son la sobrepoblación y la escasez de recursos. Para la población humana, las razones podrían ser diferentes, pero el patrón sería muy parecido. A lo largo de miles de años, el número de personas en el mundo tendió a crecer. Luego, hubo una repentina explosión durante la revolución industrial que, entre 1900 y 2000, prácticamente cuadruplicó la población mundial. Aunque las cifras siguen aumentando, recientemente (es imposible saber con precisión en qué momento) se ha alcanzado otro punto de inflexión. La tasa del incremento demográfico empezó a estancarse. Cada vez en más países, las mujeres decidieron tener menos hijos que los requeridos para mantener la estabilidad. En el presente, cuatro de cada nueve personas habitan en países donde la fertilidad ha caído por debajo de la tasa de reemplazo. El año pasado, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) manifestó su creencia de que, para 2025, la fertilidad mundial promedio estaría bajo la tasa de reemplazo. Los demógrafos esperan que la población global alcance un pico de diez millardos (ya está en 6,5 millardos) para mediados del siglo. Así como las predicciones demográficas han cambiado en los últimos años, también lo ha hecho la actitud general. El pánico predominante en las décadas de los 70 y los 80 por la escasez de recursos, cuando el crecimiento pasaba por la parte más empinada de la curva en S, ha dado paso a una nueva inquietud: el número de personas en el mundo ha empezado a reducirse. Para algunos, éste sería un moti- vo de celebración, basados en la presunción de que hay demasiada gente en el planeta. Pero, ¿demasiada para qué? En realidad, no parece que vaya a ocurrir una catástrofe maltusiana. La humanidad sólo se ha apropiado de un cuarto de lo que se conoce como producción primaria neta (es decir, el tejido vegetal creado por fotosíntesis); aunque es mucho, no hemos llegado al punto del agotamiento. El precio de la materia prima siempre refleja su escasez y, a pesar de algunos aumentos recientes, los precios de los productos primarios han descendido en términos reales en el último siglo. Desde esa perspectiva, la materia prima se ha hecho más abundante. Ciertamente, la influencia de las personas sobre el clima es un problema; pero la solución consiste en consumir menos combustible fósil, no en tratar de manipular los niveles de la población. Ni siquiera el problema opuesto, que la población se reduzca tanto o tan rápidamente que la civilización se vea amenazada, parece ser un peligro real. Las proyecciones indican que habrá un aplanamiento de la curva, seguido de un ligero descenso en un futuro próximo. Si no es evidente que la población mundial vaya a aumentar o disminuir hasta niveles inmanejables, ¿podrán los gobiernos observar su progreso con ecuanimidad? Posiblemente, no. Ajustarse a una reducción plantea varios problemas, que ya encaran tres grandes áreas: Europa central y oriental, desde Alemania hasta Rusia; el Mediterráneo norte, y partes de Asia oriental, como Japón y Corea del Sur. Pensemos en los jóvenes de veintitantos años como una fuerza laboral única y con la mejor educación. En Japón, dicha fuerza se encogerá en un quinto en la próxima década (una pérdida considerable de conocimientos y destrezas). En el otro extremo del espectro de edades, los sistemas estatales de pensiones encaran diversas dificultades, cuando por cada cuatro personas en edad laboral hay una jubilada. Para 2030, en Japón e Italia esa proporción habrá llegado a dos por uno; para 2050, la razón será de tres a dos. Una población envejecida y reducida plantea otro tipo de problemas. El ejército ruso se ha visto forzado a reducir los reclutamientos porque no hay jóvenes suficientes. En Japón, las zonas rurales han pagado el pato de un descenso demográfico tan grave que un pueblo entero acabó por rendirse, transformándose en un botadero de desechos industriales. Efecto secundario fértil No es función de los estados animar a la gente a tener más bebés. Si una mujer joven decide ir a clubes nocturnos en vez de criar hijos, y gastar su dinero en ropa en lugar de pañales, es asunto de ella. Pero la transición a una población menor es difícil y corresponde a los gobiernos tratar de moderar su impacto. Por fortuna, existen varias maneras de enfrentar el problema, la mayoría de las cuales involucran cambios sociales positivos. La mejor forma de aliviar el proceso hacia una población reducida sería estimular a las personas a trabajar más tiempo, retirando todos los obstáculos que se lo impiden. La edad de jubilación deberá extenderse y, al mismo tiempo, prohibirse la jubilación obligatoria. Esto no sólo es malo para la sociedad, que debe pagar las pensiones de gente perfectamente capaz, Ciertamente, la influencia de las personas sobre el clima es un problema; pero la solución consiste en consumir menos combustible fósil, no en tratar de manipular los niveles de la población. Summa, octubre 2007 95 T H E E C O N O M I S T Cada vez en más países, las mujeres decidieron tener menos hijos que los requeridos para mantener la estabilidad. sino para las empresas, a las que más les valdría usar el desempeño y no la edad como criterio de empleo. Las rígidas estructuras salariales en las que la paga sube de acuerdo con la edad y la experiencia (como en Japón) deberían ser reemplazadas por otras más laxas. Una mayor inmigración aliviaría la escasez de trabajadores, aunque no detendría el envejecimiento de las soledades, porque se requerirían cantidades ingentes de recién llegados. Los programas para estimular a las mujeres en las oficinas, que incluyen la instalación de guarderías infantiles y licencias de maternidad flexibles, contribuirían a restablecer el equilibrio ntre trabajadores y pensionados. Algunas de esas medidas quizá tendrían un efecto colateral interesante. Estados Unidos y Europa noroccidental ya han sufrido las consecuen- cias del descenso demográfico, pero han vuelto a crecer, y no sólo por la inmigración. Muchos factores serían responsables, pero el más probable podría ser el esfuerzo de esos países por facilitar la tarea de los padres trabajadores. La mayoría de los cambios no estaban relacionados con una política demográfica: su propósito era hacer más eficientes los mercados laborales y fomentar la igualdad de géneros. No obstante, surtieron el efecto de incrementar la fertilidad. Al tiempo que las sociedades tradicionales se modernizan, el nivel de fertilidad baja. En las sociedades tradicionales con economías modernas, como Japón e Italia, el efecto es más pronunciado. Por el contrario, en aquellas que se esfuerzan por armonizar la crianza y el trabajo, las mujeres tienden a hacer ambas cosas. *