Arquitectura y subdesarrollo en América Latina (primer acercamiento al problema) Rafael López Rangel Introducción La historiografía de la arquitectura moderna en México Al sustancialismo habitual de la ideología burguesa, los historiadores del arte suelen añadir: • la idea del arte como expresión de un espíritu sólo captable por el investigador-demiurgo. • la sacralización de los conceptos del arte en el desarrollo capitalista como valores eternos. Irrepetibilidad de la obra y creación genial se convierten así en categorías de análisis obviamente deshistorificados. • la concepci0n de la historia y la sociedad como suma de factores. Lo social, lo útil, lo religioso, lo económico se entrecruzan y sólo le intuición del investigador advierte el predominio de uno de estos factores. Aun el aparentemente más elemental afán de efemérides y acumulación de datos, está condicionado por los vicios señalados y por los que siguen, discernibles en el análisis necesariamente esquemático de los discursos sobre la arquitectura mexicana. Para empezar, las dos historias del arte moderno en México de mayor importancia, incluyen la arquitectura de la manera siguiente: - Justino Fernández argumentó sobre el funcionalismo en su libro de 1937 El Arte Moderno en México (Ant. Lib. Robredo, José Porrúa e Hijos, México, D.F.) para identificarlo con la deshumanización del “estilo sin estilo”, por su lucha contra el romanticismo, característico de la modernidad. Todo a partir de la frase de Huitzinga "La cultura debe estar orientada hacia lo metafísico o no tiene razón de ser" que utiliza como epígrafe del texto. Esto, sobre la base de que la arquitectura “es una de las manifestaciones que más palpablemente reflejan los diferentes movimientos en el campo de la estética... y además porque no hablará mucho de ella en las siguientes paginas. La arquitectura en México ha sufrido una franca decadencia desde que el país goza de vida independiente y, por lo tanto, refiriéndose al arte moderno, hemos de interesarnos en otras manifestaciones del espíritu que guardan todavía ese cálido aliento característico de las producciones nacionales" (op. cit., p.43). En suma, el nacionalismo significa al “espíritu” como lo que da sentido a la burda realidad concreta. Y el Espíritu se identifica con la religiosidad que al no existir en el presente, prueba la deshumanización del arte moderno. Esta secuencia determinista por considerar el arte como reflejo, moralizante y voluntarista por plantear el problema de la historia como lo que debiera ser y no es y como añoranza de un "estilo de vida definido", tuvo que devenir incomprensiones históricas radicales entre las que no es la única la de la arquitectura. En la edición de 1952 de Arte Moderno y Contemporáneo de México, Justino Fernández incluyó una advertencia para señalar: "he procurado exponer, analizar e interpretar para alcanzar ciertas conclusiones; así entendiendo la historia, los catálogos de datos deben ser publicados aparte como tales: no entiendo la historia 'imparcial' y supuestamente sin crítica o criterio que discierna lo importante de lo que no lo es o que no intente los matices o gradaciones". Este manifiesto no se concreta en proposiciones metodológicas sino se hizo seguir por señalamiento editoriales sobre la virtud de las ilustraciones y por una serie de reconocimientos y agradecimientos a personas, o instituciones que de haber manera, pudiéramos penetrar para conocer el fundamento oculto de sus proposiciones sobre la historia. En cuanto a la arquitectura, tanto en este libro sobre arte moderno y contemporáneo, como en el dedicado al siglo XIX, Justino Fernández hace girar su valoración alrededor de la “búsqueda de lo propio” y del "esfuerzo creador" (Arte Moderno y Contemporáneo, p. 470), con lo que muestra su constante procrividad a la postulación de sustancias metafísicas, suprahist6ricas, que paradójicamente supone como sentido de la historia descubierto por su intuición capaz de distinguir entre lo creativo original y lo espurio. Sólo apuntará su aprecio por la obra del Arq. José Villagrán con quien inicia su reseña histórica “contemporánea” para retomar este punto más adelante. Al igual que Justino Fernández, el otro texto importante de historia del arte moderno en México (Historia General del Arte Mexicano... Épocas Moderna y Contemporánea. Ed. Hermes, 1958, México) tampoco explica la arbitraria división entre moderno y contemporáneo más que recurriendo a vagas nociones políticas y a la conveniencia de buscar antecedentes que en todo caso, siempre podrían aplicarse retrospectivamente. Raquel Tibol afirma en su primera aproximación a la arquitectura, que la escultura de monumentos sólo se produce en la "madurez de un estado de cultura". Queda con esto en pie la pregunta de si la génesis de una obra explica su valor y si esta génesis puede referirse con rigor a esa "madurez de un estado de cultura". Es obvio que este concepto oculta determinaciones históricas que al no penetrar, quedan como fatales y absolutas. Así se justifica ideológicamente el poder del estado. Raquel Tibol apunta en su capítulo sobre "La Arquitectura en el último Escalón del Neoclásico" la ausencia de condiciones sociales para el desarrollo de una arquitectura semejante a la europea. Pero al no hacer la crítica de la dependencia estructural de México al desarrollo capitalista europeo y norteamericano y la articulación de la arquitectura en este proceso, otra vez todo queda como fatalidad histórica. R. Tibol como J. Fernández utiliza el concepto "propios-valores" para orientar su capítulo "Modernismo y Porfiriato", concepto que oculta también las contradicciones históricas concretas en beneficio de los valores dominantes que son los de la clase dominante posterior a la revolución de 1910. Cuando llega a la "Arquitectura Contemporánea" aplica ese modelo ideológico para sentenciar cuando una obra responde a los "propios valores", a la "cultura" de la gente para quien va a construir como dice citando a David Cimet al apuntar la oposición de la "clase adinerada" a los proyectos funcionalistas. Con todo, supera el concepto ideológico de creatividad cuando señala que "es en la tarea de grupo o de equipo donde han surgido las obras más trascendentes" (op. cit., p. 232); pero al quedarse en conceptos morales como el de "clase adinerada" o "función pública y popular" no consigue concreci0n histórica-crítica. Al final volveremos a este punto. A nivel especializado, el ideólogo de la arquitectura mexicana más importante ha sido José Villagran García. En los cuarentas empiezan a publicarse sus primeros trabajos con la clara huella de los ideólogos europeos insertados en el eclecticismo de la filosofía idealista de los veintes. Semper, por el lado del prestigioso mecanicismo alemán, Reynaud y Gaudet por el idealismo francés, y hasta Borissavlevitch con sus yugoeslavas mediciones formalistas supuestamente fisiológicas, funda sus artículos y sus clases, en el momento en que el cardenismo llenaba de asco a los aristocratas del Espíritu especialmente a ciertos artistas y arquitectos. Villagran encuentra en los ideólogos europeos el modelo teórico destinado a elevar su profesión por encima de los disturbios de la historia concreta. Villagrán atomiza la realidad en valores. Por acá lo útil, por allá lo lógico, más acá lo estético, más allá lo social. La obra será buena si se acerca a la integración de valores intuida por el arquitecto. Preocúpese el arquitecto o el estudiante de arquitectura por adecuar el proyecto con el ideal de los valores autónomos, y logrará la obra valiosa. La obra refleja a la Cultura, pero también la forma, la conforma, y así el arquitecto debe ser consciente de los altos valores del Espíritu, de las injusticias sociales... pero de manera emotiva y no dejando que esto signifique disturbio alguno para la alta concepción de los valores como ideales autónomos. Villagrán divide en cuatro períodos la arquitectura moderna mexicana: el anacronismo exótico (fines del XIX "hasta los primeros 14 o 16 años del XX"), lo anacrónico nacional ("albores de la revolución política mexicana"), la individualista (1923-27), y la etapa propiamente moderna (Panorama de 62 años de Arquitectura Mexicana Contemporánea). (Cuadernos de Arquitectura 10, INBA, México, octubre 1963). Otra vez los hechos son anacrónicos y exóticos por no adecuarse a la "Cultura", por no integrar "los valores". Debiera ser obvia la irracionalidad de estos postulados que en cambio, formaron a varias generaciones de arquitectos en la profunda convicción de que la teoría sólo sirve para desarrollar la intuición de esa mística unidad de los valores. Sobre ella, sólo pueden construirse mea culpas como los de su Discurso de Ingreso al Colegio Nacional en 1961. Así, al aclarar “que mi tejado también es de vidrio porque yo como tantos padezco la crisis precisamente porque lo es", Villagrán justifica el status vigente y apunta una vaga solución moralizante pendiente de las buenas voluntades. Semejante argumento, desarrollado con mayor rigor, usó Alberto T. Arai. Miembro del grupo "Neokantianos de México", asume la tesis kantiana del tratamiento de la historia "como si tuviera sentido”, es decir, como campo sin leyes objetivas en el que el historiador está obligado a proponer sentido gracias a su profundidad y erudición. Así, planteará como sentido, valores ideales a los que tienden los hechos concretos en un devenir nunca resuelto. Influido por Ke1sen y su filosofía del derecho, Arai plantea el estado político como única concreción histórica que conjuga los valores y por tanto permite orientar la labor de ordenamiento del historiador. Jefe de Arquitectura del INBA durante los años de agitación popular, Arai asumió la discusión de la arquitectura para al fin de cuentas justificar al estado burgués mexicano como centro de irradiación de valores para una arquitectura social. Sólo Rafael López Rangel y Ramón Vargas en la Revista "Calli" entre 1965 y 1973, han advertido la necesidad de criticar a fondo esta situación como condición de conocimiento de la arquitectura mexicana moderna. Arai tiene una amplísima producción de textos prácticamente inéditos entre los que cabe destacar por su generalidad el “Ensayo de Valoración de las Artes Plásticas en México, 1900-1950", impreso por el INBA en 1953. En realidad, esta mención a Arai tiene por objeto despertar el interés por un ideólogo con influencia desaparecida por la escalada del desarrollismo en la práctica arquitectónica institucional. Es decir, por la reducción de la teoría a recetas operacionales cubiertas de matemáticas que ocultan la complejidad histórica, por ejercicios de supuesta sensibilización que sacralizan la percepción dominante y por falsas interpretaciones iconográficas cursimente poetizantes. De mucha menor importancia que los mencionados en el nivel especializado, son los textos como el de Carlos Obregón Santacilia titulado 50 años de Arquitectura Mexicana (1900-1950). (Ed. Porrúa, México, 1952). La historia "en cuyo bajel me encuentro embarcado" se reduce para Obregón a conceptos como "gallineros elegantes" y "servilismo estético" todo para acabar con una encendida proclama por "el conocimiento de nuestro pueblo y de nuestro país", por el “hombre arraigado a la tierra", en fin, esa fraseología hoy por hoy favorecedora de la demagogia confusionista, valga la redundancia. Max Cetto (Arquitectura Moderna en México, Nueva York, F. A. Fralger, Publisher, 1961) difundió la arquitectura mexicana con una selección caprichosa afanada en probar su desarrollo paralelamente al del país, lo cual reduce la arquitectura a la edificación suntuaria de la clase dominante, síntesis de esos valores que justifican estas visiones. Auspiciado por el INAH, Israel Katzman ha emprendido la tarea de hacer la historia de la arquitectura moderna en México. Lleva dos libros: Arquitectura Contemporánea Mexicana. Precedentes y Desarrollo. INAH, Sep., México, 1963, y Arquitectura del Siglo XIX en México, Centro de Investigaciones Arquitectónicas, UNAM, 1973. Ya López Rangel ha mostrado el uso del concepto de “europeísmo” como fundamento para descalificar la arquitectura del porfiriato y destacar los "valores" de la posterior, con lo que obviamente se postula una especie de espíritu nacional metafísico. López Rangel (“La Crisis del Racionalismo Arquitectónico en México", Cuadernos del Museo 1, UNAM, Curso Vivo de Arte 1972. Ed. Mimeográfica), ha señalado también el tratamiento irónico que Katzman da a los funcionalistas como 11 enfants terribles que se enfrentaron a los demás" con lo que la historia de la Arquitectura parece reducirse a caprichos y voluntades personales o de grupos más o menos geniales. Estas posiciones están ya criticadas, mas no su curiosa concepción de períodos: el A de plena actividad, el B de nueva arquitectura en relación a la de A, y el C "que ya vomita la arquitectura B pero admira y comprende la etapa A" ("prólogo", Arquitectura del Siglo XIX en México). Sobre este principio, Kalzman establece una casual interacción de gustos e “influencias culturales” sólo válida por sus estupendas ilustraciones y abundancia de datos en espera del análisis que liquide las sustancias metafísicas. Algunos profesores han comprendido esta tarea sin patrocinios institucionales. Todos ellos publican en mimeógrafo lo que prueba que el lujo de la edición no está en razón directa de la importancia teórica del texto. El Grupo Arquitectónico Linterna trabaja desde el año de 1966. La revista "Calli" incluye “Datos para la Historia” e investigaciones de Rafael López Rangel y Ramón Vargas desde 1966. Cuatro números de la revista, “Tuga” publicada por profesores de la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura del Instituto Politécnico Nacional, emprendieron entre 1973 y 1974, tarea semejante al mismo tiempo de la revaloración de figuras como Hannes Meyer, segundo director del Bauhaus, fundador de la maestría de Urbanismo de la ESIA y animador del taller de Gráfica Popular. La Escuela de Arquitectura de la Universidad de Puebla publica materiales teóricos para concretar el conocimiento de la arquitectura mexicana necesariamente articulada a los problemas de la dependencia. Sin duda, lo más valioso de todos estos trabajos dispersos pero eficaces en su función formativas son las investigaciones de Rafael López Rangel. Ellos ejemplifican la construcción de la historia con apoyo en una teoría rigurosa de la totalidad social. Esto que procuró hacer Villagrán sin lograrlo por su base idealista, lo consigue poco a poco López Rangel al aclarar la articulación precisa de la arquitectura en la totalidad social con predominio económico. Encargado por Roberto Segre para escribir en la, obra sobre arquitectura latinoamericana patrocinada por la UNESCO, López Rangel ha tenido oportunidad de criticar radicalmente las, ideologías arquitectónicas dominantes para mostrar sus deficiencias y construir las categorías que posibilitan su conocimiento científico. La presente obra es constatación de esto. Debo terminar haciendo referencia a los ensayos de Jorge Alberto Manrique titulados “Las Cuentas Claras en Arquitectura” que revisan la arquitectura mexicana de 1878 a 1950 en cuatro entregas de los primeros cuatro números de la revista “Artes Visuales” (revista trimestral del Museo de Arte Moderno, Chapultepec, México, 19741975). Viciados por la postulaci6n de calificativos infundados como “dignidad”, “exotismo”, “desvergüenza” y por advertir como tantos otros aquí mencionados sólo las obras en su exterioridad, Manrique por lo menos menciona al urbanismo, accidentalmente a las plantas edilicias y a la especulación urbana, para mostrar así problemas de explicación por resolver. Dicho esto en una revista de museo, destinada a los especialistas que pueden cubrir su alto costo en beneficio de su prestigio, el esfuerzo de Manrique por abrir el interés en un campo por trabajar, podría ser infructuoso si no se le discute en otros medios. Esta y otras discusiones como la que deberá emprenderse de los materiales recopilados por Ida Rodríguez en La Crítica de Arte en México en el Siglo XIX. (UNAM, 1964), deberán considerar. • que la arquitectura es un medio de producción. Su conocimiento, por tanto, está ligado dialécticamente no sólo a la lucha ideológica, sino a la producción de plusvalía. • que el caso concreto de la arquitectura mexicana se da articulado al capitalismo dependiente. • que los vicios humanistas y neopositivistas encubiertos por la fraseología poetizante y por el operativismo mecánico-matemático, sólo pueden ser criticado radicalmente mostrando sus deficiencias con un método histórico científico que construya categorías abstractas sobre bases concretas señaladas en los puntos anteriores. • que la arquitectura no es la fachada y que su conocimiento requiere el conocimiento de la dinámica urbana. • que se trata por tanto, de explicar la necesidad de las arquitecturas en la complejidad social y que si esto se hace, se esfuman los espíritus y seres propios o ajenos hasta ahora presentes en la investigación estética. Trabajos teóricos como los de Rafael López Rangel asumen estos puntos. Señalado como teorizante por irredentos empiristas, López Rangel prueba en su discurso la posibilidad de construir las relaciones concretas para comprender la arquitectura como una práctica diferenciada, transformadora de la realidad. Rafael López Rangel ha superado totalidades espiritualistas ocultadoras de las contradicciones concretas, evitando precisamente la postulación teorizante. En una lucha ideológica donde el humanismo burgués ("el Hombre hace la historia"), predomina en el análisis de la sociedad incluso en los discursos tendencialmente marxistas empeñados en abstracciones metodolátricas, la obra de López Rangel es un caso excepcional de análisis concreto de una situación concreta. La totalización con predominio, es decir, la explicación de la historia sin sujetos metahistóricos, sólo es posible mostrando las articulaciones de una práctica diferenciada en una situación histórica compleja. Al interpretar esto, el discurso actual de Rafael López Rangel marca un hito en la historia de la arquitectura en México al incursionar eficazmente en el campo de las hoy tan escasas investigaciones rigurosas del fenómeno arquitectónico latinoamericano, al mismo tiempo que se integra al desarrollo de las ciencias sociales en sus mejores proposiciones de probar en la práctica, teórica y empírica, la oposición de la comprensión científica a la ideología dominante. El predominio estructural es concretado por López Rangel en la dependencia propia de la última fase del capitalismo. Sin caer en la mecánica de concebir como reflejo la superestructura, rescata la producción como producción compleja a probar que la arquitectura y la ciudad se dan "En una doble aunque unitaria participación en la sociedad: como parte de la base económica, de los medios de producción, y como superestructura, al mismo tiempo". Pero todo esto es concretado en la lucha ideológica, en la lucha de clases en la instancia teórica, lo que dota al discurso de López Rangel de una combatividad tan eficaz que no sólo molesta y es boicoteada por los aparatos ideológicos del estado, sino por los izquierdistas empeñados en impedir la concreción científica a cambio de insistir, en una especie de metafísica marxista como método general y universal nunca particularizado y en un empirismo que concibe la práctica como espontaneísmo en su forma "suciamente judaica de manifestarse". La consecuencia práctica del trabajo de Rafael López Rangel advierte la necesidad del trabajo teórico como principio de transformación de la realidad en proceso de construcción, de ninguna manera dada de antemano. En esta confrontación entre el trabajo científico y las ideologías residen en última instancia la importancia de su discurso. Habrá que discutirlo para exprimir sus consecuencias. Alberto Hijar. Sep. de 1975.