Estructura del cuento: La narración se mueve entre dos planos de manera altera. Denominamos A al plano de la “actualidad” y B al que se corresponde con el tiempo de las Guerras Floridas. A pesar de que el relato en sí empieza en la realidad A, el acápite (o “epígrafe” deja una huella otro plano). En el transcurso del cuento, varios elementos provocan los saltos de un plano al otro, comenzando por la anestesia suministrada en el hospital, que hace que en el protagonista entre en un sueño profundo: el plano B. Una convulsión, “causada por la fiebre”, lo devuelve a la realidad A, donde, precisamente, yace boca arriba. En la misma posición, al apagarse la luz, reingresa a la realidad B, donde lo toman prisionerio. Con el fin de evadirse, regresa al plano A y, finalmente, cuando el sueño lo vence y vuelve al B, ambos planos se funden y nuestro protagonista es consciente de ello. Desde el momento en que coexisten estos dos planos resulta necesario delimitar cuál es el real y cuál la ensoñación. Es algo que deben hacer tanto el protagonista como el lector, aunque lo logran en distintos momentos del texto. La luz se convierte en un elemento clave, en relación con el tiempo y el espacio. El cuento está atravesado por una gradación descendiente en el plano “onírico”, hasta alcanzar la tiniebla absoluta del plano “real”. En el sueño, son varias las oraciones que nos muestran esa degradación de la luz: desde el inicial sol que “se filtraba entre los altos edificios del centro”, pasando por “el solo ya bajo en los ventanales de la larga sala”, por “caía la noche”, por “los ventanales de enfrente que viraron a un azul oscuro”, por “la penumbra tibia de la sala”, por “la luz violeta de la lámpara en lo alto”, que “se iba apagando poco a poco”, hasta “la noche del hospital….”. Como se puede deducir, la oscuridad progresiva del plano onírico converge finalmente con la oscuridad del plano “real”, simbolizando la caída de la noche la hora de su muerte. En el último párrafo el cuento, cuando el propio protagonista se da cuenta de qué plano es real y cuál es el soñado, se da una serie de referencias curiosas a objetos del plano A. Hay dos fundamentales: “luces verdes y rojas que ardían sin llama ni humo” y “un enorme insecto que zumbaba bajo sus piernas” en referencia a la moto que manejaba en el sueño. Es decir, el protagonista no puede llamar a esos objetos por sus nombres, porque pertenecen a un futuro incierto. Al momento de descubrir qué plano es el “real” y cuál el onírico, el lector se ve más rezagado que el protagonista. A este le afectan más los indicios mencionados previamente y se va dando cuenta de la verdad de manera paulatina; por el contrario, el lector es menos consciente durante toda la narración, y el final para él resulta más abrupto (recordemos que, como dice Poe, “todo cuento es deudor de su efecto final”). La luz y la nomenclatura singular dan indicios al protagonista y, en menor medida, al lector del final. Pero, a su vez, otros elementos cuento tienden a provocar el efecto contrario. El primero de ellos es que el plano A está situado en el presente actual. Esto afecta ,más al lector, que, frente a dos “realidades” de las cuales una es la suya propia, va a creer que esta es la verdadera. Sería muy distinto si este plano A no coincidiera con la realidad del lector, ya fuera haciendo referencia a una realidad futura (año 2100 con una misión de hombres partiendo a Marte, vgr.) o una pasada (civilización griega, por ejemplo). Otros elementos que confunden (en este caso, más al protagonista que a nosotros) son la serie de paralelismos identificables entre los dos planos. Algunas de estas similitudes están diseminadas a lo largo de la narración; otras se acumulan en el último párrafo. Estos paralelismos pueden hacer referencia a las relaciones entre la vida y los sueños, en los cuales las vivencias del día pueden verse reflejadas de una forma fiel a la realidad o, como sucede en el texto analizado, totalmente distorsionadas. Soñar es un proceso mental involuntario que nos sumerge en una realidad virtual. En el caso del moteca, el contenido de su sueño da cuenta de su deseo de evasión: el protagonista, al borde la de la muerte, anhela existir en una realidad en la que no sea ofrecido como víctima sacrificial. Podemos observar además que, mientras en el plano “real”, la narración comienza con el indio moteca en una situación de peligro que aumenta según transcurren las líneas, en el plano onírico ocurre lo contrario, es decir, una vez que el muchacho sufre el accidente la peligrosidad va disminuyendo desde que es hospitalizado y puesto en observación. Para culminar con el análisis, es preciso señalar respecto de los paralelismos entre ambos planos que es verosímil que el indio, en los breves períodos de sueño que tiene, refleje los hechos que le van ocurriendo, llegando a veces a ser premonitorios de las circunstancias reales (accidente-captura; el altar-sacrificio).