KANT – Crítica de la Razón Pura 1 Momento histórico y sentido de su obra Por la vida de Kant transcurren los años de finales del siglo XVIII, donde es palpable el fin de una época y el inicio de otra, y la Revolución Francesa, admirada con cautela por Kant, será la plasmación más evidente de ese cambio. En el gozne de ambas épocas, nuestro autor recela de unas actitudes que llevarán al Terror revolucionario, tachado por él de irracional. Este autor representa enteramente la filosofía de la Ilustración: confianza en la razón humana, una capacidad que funciona bien dentro de sus límites, y en la que el ser humano debe confiar en todos los aspectos de su vida, tanto para el conocimiento (Crítica de la razón pura) como para la ética (Crítica de la razón práctica). La definición que da el autor del movimiento ilustrado (“Sapere aude!”, atrévete a saber) podría aplicarse también a su propia filosofía, que constituye un intento por definir los límites de la razón humana, tanto para la ciencia como para la ética. Es también un mensaje sobre la universalidad de la razón, una facultad que une a todos los seres humanos, algo patente en el conocimiento teórico, y que Kant esperaba que también fuera evidente para el ámbito práctico con la formulación de una ética formal estrictamente racional. Vida y obras Nació en Köningsberg (Prusia), actual Kaliningrado (Rusia), en cuya Universidad estudió Filosofía y Ciencias naturales, y en la cual trabajó como profesor. De vida muy tranquila, austera y regular, raras veces abandonó Königsberg, y según se contaba era de costumbres tan fijas que ponían el reloj de la Iglesia en hora al verlo salir de su casa para su paseo de las cinco de la tarde. Nunca se casó ni tuvo familia, y murió de muerte natural en su localidad. En vida llegó a ser una celebridad, con multitud de obras publicadas sobre temas científicos (era gran admirador de la física de Newton, y adelantó la hipótesis de que el sistema solar se originó en una nebulosa de gas) y filosóficos (principalmente las dos grandes críticas, Crítica de la razón Pura y Crítica de la Razón práctica). Su sistema filosófico suele denominarse “Criticismo”, porque se basa en analizar las condiciones de posibilidad (cómo funciona correctamente) de la razón humana (tanto en la ciencia teórica como en la praxis moral), y por tanto es una crítica (en el sentido de examen, no de censura) del funcionamiento de la razón. 2. Crítica de la Razón Pura: el conocimiento En lugar de preguntarse si existe el conocimiento, Kant parte de que el conocimiento existe de hecho, y este hecho (Faktum) del conocimiento es la ciencia físico-matemática de Newton, por él llamada “el hecho de la razón pura”1. Kant examinará en la Crítica de la razón pura cómo funciona en ella la razón, para tratar de contestar a la pregunta por los límites dentro de los cuales funciona el uso teórico de la razón, y de esa manera saber si la metafísica se mueve dentro 1 Suele denominarse así a la ciencia de Newton, en la filosofía kantiana: el “Faktum” del conocimiento. KANT – Crítica de la Razón Pura de los límites del conocimiento humano (y por tanto podrá ser una ciencia) o no (y por tanto debemos dejar de esperar respuestas a sus preguntas). Esta ciencia newtoniana es utilizada por él como paradigma, como modelo a la hora de enfrentarse con los problemas relativos al conocimiento, pues ha conseguido reducir a fórmulas matemáticas exactas las leyes de la realidad, por lo que todos los científicos están de acuerdo, cosa que no ha ocurrido con la metafísica2 , que va a la deriva y en la que cada pensador afirma cosas diferentes. Nuestro autor plantea que la Matemática entró hace siglos en el camino seguro de la ciencia gracias a Euclides, que la Física lo ha hecho recientemente gracias a Newton. ¿Y la metafísica? ¿Podrá hacerlo, o es imposible? Es decir, Kant parte de que de hecho existe el conocimiento teórico humano (ciencia), y para comprender cómo funciona se pregunta por sus condiciones de posibilidad: ¿qué es necesario para que exista la ciencia? De esa manera comprenderá su funcionamiento. Y aplicará esas condiciones a la metafísica para responder a la pregunta: ¿puede la metafísica ser una ciencia?, es decir ¿pueden darse las condiciones de posibilidad para que exista una metafísica que responda de manera segura a sus problemas? Si la respuesta es que la metafísica no cumple con las condiciones de posibilidad de un conocimiento científico, habrá que ser conscientes de ello, para no exigir seguridad a los discursos metafísicos (la religión, por ejemplo) y no tratarlos por tanto como lo que no son. No trata Kant de eliminar la metafísica, sino de aclarar que de esa preocupación del ser humano, más antigua que la física o las matemáticas, no podemos esperar seguridad, sino quizá otra cosa (esperanza, consuelo espiritual…), y siempre siendo conscientes de su falibilidad (que conllevaría por tanto el necesario respeto entre los distintos discursos metafísicos3 Pues bien, para ellos analicemos cómo funciona la ciencia humana, el uso teórico de la razón. Afirma Kant que la ciencia es un sistema peculiar de juicios, de oraciones, de maneras de hablar. Distingue Kant varios tipos de juicios: Juicios analíticos “a priori”. Como todos los juicios, son una manera de enlazar sujetos y predicado y son aquellos en los que el predicado está incluido en el concepto mismo de sujeto, es decir, si descomponemos el sujeto en sus elementos conceptuales nos encontramos con que uno de esos elementos es el predicado, lo que hay en el predicado ya estaba en el sujeto. P. ej.: “el triángulo tiene tres lados”, “el todo es mayor que las partes”. No son más que tautologías (del gr. Ταυτολογία, repetición de un mismo pensamiento expresado de distintas maneras), ya que el predicado no hace sino repetir lo que dice el sujeto, de ahí su carácter universal y necesario. Estos juicios son independientes de la experiencia, son “a priori”, ya que lo que es universal y necesario no puede provenir de la experiencia. Su verdad no depende de la experiencia, no hace falta 2 Reflexión sobre los temas últimos del ser humano: el sentido de la existencia, la muerte, Dios, la inmortalidad del alma, etc. 3 Las religiones y cualquier creencia son metafísica, de esta manera Kant está haciendo ver que es necesaria la tolerancia entre ellas: porque en el fondo KANT – Crítica de la Razón Pura experiencia para verificar estos enunciados, sólo hay que pensarlo, son meramente mentales. Los juicios analíticos, por ser analíticos, aclaran el conocimiento existente pero no lo amplían. Sin embargo, la ciencia tiene verdades universales que amplían el conocimiento. Por tanto, estos no son los juicios genuinamente científicos. Juicios sintéticos “a posteriori”. Son aquellos en los que el predicado no está incluido en el concepto de sujeto, aquellos en los que el sujeto y el predicado unen elementos heterogéneos que podrían no ir juntos, en ellos, el predicado expresa una característica del sujeto que podría no tener, no es connatural a él. P. ej.: “esta mesa es de madera”. El fundamento de legitimidad de estos juicios es la experiencia, la percepción sensible, son válidos en la medida que los avala la experiencia sensible. Y como la experiencia se da siempre en un aquí y ahora, son juicios particulares, ya que su verdad queda restringida a ese aquí y ese ahora en que han sido formulados, y también contingentes, puesto que su contrario no es imposible. Estos juicios son “a posteriori” porque su verdad o falsedad depende de la experiencia. Los juicios sintéticos amplían el conocimiento, pero ese conocimiento no es para siempre, porque depende de la experiencia que varía. La ciencia físico-matemática de Newton no está compuesta por ninguno de estos juicios: si estuviera compuesta de juicios analíticos sería vana, un conjunto inmenso de tautologías que no supondrían aumento alguno del saber y se reduciría simples repeticiones; y si estuviera compuesta por juicios sintéticos sería un conjunto de observaciones sin validez universal y sin ningún carácter de necesidad. Luego tiene que existir un tercer tipo de juicio que sea universal y necesario y, al mismo tiempo, que aumente nuestro conocimiento de las cosas, los llamados por Kant sintéticos “a priori”, aquellos que amplían el conocimiento mediante verdades universales necesarias y verdaderas en todas partes. Kant afirma que existen juicios sintéticos a priori: En la matemática, por ejemplo: “La línea recta es la distancia más corta entre dos puntos” sería un juicio sintético a priori ya que no hace falta ir a la experiencia para saberlo, y además nos da una nueva información que permite aumentar el conocimiento con una verdad universal y necesaria. En la física, por ejemplo: “todo efecto tiene una causa” es un claro juicio sintético a priori (nos da nueva información) y no hace falta ir a la experiencia para comprobarlo. Por tanto, el planteamiento de la Crítica de la Razón Pura será si pueden existir los juicios sintéticos a priori en la metafísica, pues su existencia es la condición de posibilidad del conocimiento científico. Para ello, analizará las condiciones de posibilidad de esos juicios en la Matemática (Estética trascendental, donde estudia el funcionamiento de la sensibilidad humana), en la Física (Analítica KANT – Crítica de la Razón Pura trascendental, donde estudia cómo funciona el entendimiento humano), y por fin si son posibles en la Metafísica (Dialéctica trascendental, donde analizará cómo funciona la Razón humana). Establece por tanto Kant un paralelismo entre Matemáticas, Física y Metafísica por un lado, y por otro Sensibilidad, Entendimiento y Razón, las tres facultades que construyen el conocimiento humano. Los nombres de “Estética”, “Analítica” y “Dialéctica” no son más que las partes de la Crítica de la Razón Pura en las que analiza esos elementos, y “trascendental” quiere decir en Kant que se analizan las condiciones de posibilidad de algo que de hecho existe (eso es el “método trascendental kantiano”). 2.1. Estética Trascendental Es la primera parte de la Crítica de la Razón Pura, donde se examinan las condiciones de posibilidad de la percepción humana. También explica cómo son posibles los juicios a priori en las matemáticas, para establecer de esta forma por qué las matemáticas son auténticamente una ciencia. En su opinión, las matemáticas son posibles como ciencias porque se fundan en las formas a priori de la sensibilidad. El hombre conoce sensiblemente al volcar sobre lo que percibe a través de los sentidos unos elementos “aprióricos”, las formas a priori de la sensibilidad, que son los que hacen posible el conocimiento matemático. Las condiciones de posibilidad del conocimiento sensible son, también, las condiciones que hacen posible el conocimiento matemático, y éste es el motivo por el que los juicios de esta ciencia son, al mismo tiempo, sintéticos y “aprióricos”. Para Kant, todo lo que la sensibilidad nos proporciona, todo lo que percibimos a través de los sentidos son intuiciones empíricas. La sensibilidad es, pues, la capacidad de captar perceptivamente el mundo que nos rodea, la capacidad de tener intuiciones empíricas. Una “intuición empírica” sería, por ejemplo, ver u oír algo. Pues bien, todas nuestras percepciones empíricas tienen una materia que es lo que proviene de fuera, pero a su vez esa materia adopta la forma que nuestra propia sensibilidad le impone: las formas a priori de la sensibilidad, que son el espacio y el tiempo. Es decir: todo lo que percibimos es espaciotemporal porque espacio y tiempo son dos estructuras internas del ser humano, formas a priori que tenemos en nuestra percepción y que dan forma a toda materia percibida. La materia del fenómeno por tanto proviene del exterior, pero la forma se la ponemos nosotros: espacio y tiempo (bases para Kant de la aritmética y la geometría, por otra parte). Son las condiciones a priori de la sensibilidad. Todo lo que no entre por esas estructuras no es percibido por nosotros. Nunca percibimos el espacio o el tiempo en sí mismos, pero todo objeto es percibido espaciotemporalmente. Por tanto, espacio y tiempo son estructuras internas del ser humano. No proceden de la experiencia, sino que la posibilitan u organizan. Como el caos de sensaciones que el sujeto recibe de la realidad es organizado por las formas “a priori” de la sensibilidad (y es imposible conocer al margen de esas formas a priori, puesto que son el modo de percibir del hombre), la KANT – Crítica de la Razón Pura realidad en sí misma nunca es conocida por el sujeto. A esta realidad en sí la denomina el noúmeno, concepto paralelo al fenómeno. El noúmeno es la realidad externa imperceptible para nosotros. El fenómeno es la representación interna de la realidad en sí, filtrada por nuestras estructuras perceptivas (espacio-tiempo). Lo que el hombre conoce mediante la sensibilidad, el objeto de conocimiento sensible, las intuiciones empíricas, no son nunca la realidad, sino el aparecer de la misma, el fenómeno sensible; no son nunca el objeto “en sí”, sino el objeto “para mí”. Nuestra realidad no es una realidad exhaustiva, solo percibimos de la realidad lo que entra por nuestras propias estructuras que son finitas y son instrumentos para sacar de fuera datos que nos permitan sobrevivir. Nosotros no vivimos en el mundo real nouménico, sino en nuestro mundo fenoménico. De todas formas, aunque la realidad, la cosa en sí, es imperceptible, sin ella no habría percepción ni conocimiento, ya que la realidad proporciona la materia del conocimiento y sin esa materia las formas “a priori” de la sensibilidad no tendrían sobre qué ejercitarse. Sin el objeto en sí no podría haber conocimiento, puesto que las formas “a priori” tienen siempre que volcarse sobre algo para poder producir alguna percepción. Pero el objeto en sí es totalmente incognoscible. Únicamente, cuando la cosa en sí se provee de las formas “a priori” de la sensibilidad, de las intuiciones puras que no le pertenecen pero que el sujeto cognoscente proyecta sobre ella, se convierte en fenómeno sensible. Kant es el iniciador del idealismo trascendental: el ser humano vive o conoce la realidad filtrada o modificada por sus propias estructuras. Esto es inevitable, vivimos en nuestra propia realidad subjetiva, pues en el proceso de conocimiento lo más importante es el sujeto, la persona que conoce, con respecto al objeto, la realidad externa. Pero este lugar central del sujeto no implica que cada cual perciba una realidad diferente, porque todos los seres humanos tenemos las mismas estructuras. A ese cambio de punto de vista en el conocimiento (poner al sujeto como el polo principal, en lugar de al objeto) lo denomina Kant “revolución copernicana” en la teoría del conocimiento. Siempre se había supuesto que “el sujeto giraba alrededor del objeto, el cual sería el centro del proceso”, mientras que para Kant es al contrario, el centro del proceso del conocimiento es el propio sujeto. El sujeto es el que define la realidad. No cada individuo, sino el sujeto en general (lo que Kant llama “el sujeto trascendental”), lo que conocemos lo conocemos porque se adecúa a nuestras propias estructuras, no a la realidad en sí, estructuras tan básicas que son válidas para todo. Como todos los seres humanos somos parecidos, vivimos en una realidad parecida entre todos nosotros. Vivimos en un mundo mental filtrado por nuestras propias estructuras. Las formas a priori de la sensibilidad, o intuiciones puras, son el espacio y el tiempo. El espacio es, en concreto, la forma “a priori” de la sensibilidad externa y el tiempo de la sensibilidad interna. El espacio y el tiempo no son propiedades del Universo, sino sólo nuestro modo de percibirlo. Las cosas no están en un espacio ni los acontecimientos suceden en un tiempo; si percibimos KANT – Crítica de la Razón Pura las cosas de esta manera es porque nuestro modo de conocerlas las ha dotado de esas dimensiones. El espacio y el tiempo no son objeto de ninguna percepción específica, puesto que no existen por sí mismos y sólo se puede hablar de ellos en relación con los objetos, si no existiera ningún objeto en el Universo no se podría hablar de espacio, y si no existiera en el mundo ningún movimiento tampoco se podría hablar de un antes y un después, es decir, de un tiempo. Es el hombre el que lo establece. El espacio y el tiempo son, pues, intuiciones puras, producto de la sensibilidad, y no conceptos puros producto del entendimiento. En ellas no se encuentra nada perteneciente a la sensación, no hay ningún contenido material concreto, y son simplemente el modo de percibir del ser humano. Su función es la de ordenar el caos de sensaciones, la diversidad fenoménica que envía la realidad, y que recibe la sensibilidad, y organizarla en cierta forma o estructura que no es sensación, sino intuición empírica, de esta manera, el fenómeno es una creación del sujeto. Ahora bien, el conocimiento sensible no es subjetivo, no depende de cada persona, ya que el espacio y el tiempo, en cuanto formas de la sensibilidad son trascendentales, es decir, son iguales y comunes para todos los hombres. Y lo que demuestra esto es que las matemáticas, que son posibles como ciencia porque se basan en las formas “a priori” de la sensibilidad, tienen la misma validez en todas las culturas y son igualmente válidas para todos los hombres. De esta manera, en ningún momento se cae en un círculo vicioso, ya que Kant no trata en ningún momento de demostrar que las matemáticas son una ciencia, sino simplemente cómo son posibles sus juicios. La existencia, pues, de las matemáticas como ciencia de valor universal prueba que el espacio y el tiempo son también universales, trascendentales, comunes a todos los hombres. 2.2. Analítica trascendental En esta segunda parte Kant va a explicar cómo son posibles los juicios a priori en la Física, para poder establecer de esta forma por qué la Física es auténticamente una ciencia. Igualmente, examinará el funcionamiento de nuestro entendimiento, la segunda capacidad que entra en juego en el conocimiento humano, tras la sensibilidad. Si esta formaba fenómenos, el entendimiento forma conceptos. La Física es posible como ciencia porque se funda en los elementos a priori del entendimiento. Los juicios son posibles porque el entendimiento, al realizarlas, pone en juego unos elementos aprióricos (las categorías), que estructuran los fenómenos sensibles, y estos mismos elementos son los que hacen posibles también los juicios en la Física. Las condiciones que hacen posible el conocimiento intelectual son, también, las posibilidades de la ciencia de la Física y, por eso, los juicios de esta ciencia son, al mismo tiempo, sintéticos y “aprióricos”. El entendimiento es la facultad según la cual se piensa la experiencia, es, pues, la facultad de conocer mediante conceptos, la facultad que nos permite pensar la realidad. Ya no se trata de intuir objetos presentes, sino de representarnos conceptualmente una realidad que puede no ser el contenido KANT – Crítica de la Razón Pura actual de nuestra sensibilidad. El concepto, por ejemplo de “mesa” unifica y engloba una multitud de objetos diversos (todas las mesas que podemos percibir) y supone una unificación, una síntesis de objetos conocidos por la experiencia. Si la sensibilidad construye fenómenos, el entendimiento construye conceptos empíricos. Los conceptos empíricos poseen un contenido material, el fenómeno proporcionado por la sensibilidad, y un elemento formal que procede del sujeto cognoscente, las categorías, las cuales son conceptos vacíos, modos mediante los cuales el hombre piensa el mundo, y no están sacadas de la experiencia, sino que son anteriores a ella. Por eso se las llama conceptos puros a priori del entendimiento4. Son conceptos abstractos que no provienen de la experiencia, pero la posibilitan, sirven para hacer comprensible la experiencia, son la manera humana de racionalizar la experiencia. Las intuiciones sensibles no pueden ser pensadas sin las categorías. El dato sensible necesita de las categorías para poder convertirse en objeto de conocimiento científico. La función del entendimiento consiste, pues, en unir o sintetizar lo diverso de la sensibilidad bajo unidades categoriales o conceptos puros. El encuentro del dato bruto con la conciencia unificadora, daba, como primer producto, una unidad concreta de materia y forma, el fenómeno. En el grado siguiente de unificación, el fenómeno, a su vez, desempeña el papel de materia, pero no de pura materia, ya que posee su forma propia. Por eso, la unificación de los fenómenos será una unión de elementos definidos. Las síntesis “a priori” que realiza el entendimiento sólo alcanzan indirectamente el dato particular y variable. Ahora bien, según Kant, a pesar de que lo que conocemos mediante conceptos procede, en parte, de lo que nosotros ponemos a la hora de conocer, el conocimiento intelectual no es subjetivo, no depende de cada persona, ya que las categorías del entendimiento son trascendentales, es decir, son iguales y comunes para todos los hombres. La Física, que es posible como ciencia porque se basa en ellas, y tiene la misma validez en todas las culturas. Tampoco ahora se cae en un círculo vicioso, ya que Kant no trata en ningún momento de demostrar que la Física sea una ciencia, sino simplemente cómo son posibles sus juicios. La existencia, pues, de la Física como ciencia de valor universal prueba que las categorías del entendimiento, que son su condición de posibilidad, son también universales, trascendentales, comunes a todos los hombres. 2.3. Dialéctica trascendental En esta última parte Kant ya no se va a preguntar cómo son posibles los juicios a priori en la metafísica, sino si son posibles los juicios a priori en la metafísica o si la metafísica es ciencia. La metafísica trata de conocer al yo, el mundo y Dios, y ninguno de estos tres objetos forma parte del mundo sensible, del fenómeno y, ya ha dejado 4 Kant elabora una lista de categorías. Son conceptos abstractos con los cuales pensamos la realidad: unidad, pluralidad, existencia, causalidad… KANT – Crítica de la Razón Pura establecido que no hay ciencia más allá del fenómeno. Por otra parte, la metafísica pretende un conocimiento de estos objetos en sí mismos”, al margen de cualquier relación con el sujeto cognoscente. Pretende un conocimiento no de fenómenos, sino de objetos “en sí”, con lo cual peca contra la definición misma de conocimiento científico. No puede haber conocimiento del noúmeno. Todo conocimiento se constituye como confluencia de dos grupos de elementos: los formales y los materiales o de contenido. Los elementos formales de la sensibilidad (las formas a priori) y los elementos formales del entendimiento (las categorías) necesitan organizar un material proporcionado por la experiencia sensible. Como el yo, el mundo y Dios no son objetos sensibles y, como además, la metafísica pretende un conocimiento de los mismos al margen del sujeto que conoce, es imposible un conocimiento científico de los mismos. Kant denomina al yo, el mundo y a Dios, ideas de la razón y también, ideas trascendentales, y afirma que no es posible un conocimiento científico de las mismas, lo que explica que, a lo largo de la historia, los filósofos, al pretender hacer de la metafísica un ciencia, hayan caído en contradicciones y trampas lógicas continuas. Ahora bien, si la metafísica no puede ser una ciencia, ¿cómo es posible que los hombres lo hayan intentado a lo largo de tantos siglos? Según Kant, el motivo se encuentra en que la razón es una facultad sintetizante, una capacidad para enlazar juicios y deducir otros juicios enlazando los conceptos entre sí, una facultad que tiende a unir y que, aunque sólo funciona legítimamente cuando recae sobre el material dado por la experiencia, como es incansable en su afán de sintetizar, es ambiciosa, pues nunca se queda con los primeros juicios, se sale de los límites de la experiencia y llega a esas síntesis o uniones totales que son los objetos de la metafísica. Las tres ideas trascendetales: El yo. No es sino una síntesis de todas nuestra vivencias, una idea que sirve para unificar los fenómenos internos que no tendrían sentido sin esa idea indemostrable. Lo que da sentido a lo percibido es lo no percibido, a lo conocido lo no conocido. El mundo. Es la síntesis de todos los fenómenos externos, cuya totalidad no es una experiencia para el ser humano. La idea de mundo en su totalidad sirve para unificar la experiencia externa. Dios. La síntesis suprema, es la idea que unifica la experiencia interna y la externa, “yo en el mundo”. Es el concepto del ser supremo que unifica las realidades del alma y el mundo. Cuando hablamos de Dios todo tiene sentido. Hay que aceptar estas ideas en su uso regulativo, siendo consciente de que están más allá de los límites del conocimiento, opuesto al dogmático, pensar que uno sabe la verdad de esas ideas. Pues como hemos dicho antes, si le Razón pretende saber algo de estas ideas siempre cae en contradicciones (“antinomias” las llama Kant), como por ejemplo afirmar a veces que Dios existe y que no existe otras veces, o que el Mundo es finito o infinito, o que el Yo es un alma KANT – Crítica de la Razón Pura inmortal o por el contrario es moral. Y es que no puede haber conocimiento sobre estas Ideas, sino que su búsqueda nos sirve para unificar el conocimiento legítimo, que siempre será de fenómenos categorizados. Las ideas trascendentales de la razón no son fenómenos, cuando hablamos de ellas sólo cabe un uso regulativo, siendo conscientes de nuestras propias limitaciones. Hay cosas acerca de las cuales lo único que cabe es confianza, ambición por buscar el horizonte. Pensar sobre ellas es lo que le da sentido al mundo y a nosotros en el mundo. - Denken/erkennen: sól pensamiento, no conocimiento. - Tuve que dejar el saber para hacer sitio a la fe