Estimado José Miguel: Quiero agradecerle su respuesta y la crítica, porque siempre enriquece el debate de ideas. Como continuación a mi escrito anterior, le respondo. Antes de responderle a su pregunta concreta, quisiera hacer una pequeña introducción, de vital importancia para la compresión del problema. En primer lugar, como todos sabemos, algunas multinacionales presionan y compran a los científicos independientes para que determinados aspectos que les pueden perjudicar no sean investigados, o simplemente que no divulguen los resultados de sus investigaciones. Asimismo, existen algunos lobbys muy importantes que operan, a todos los niveles (económico, político, institucional,…), que subvencionan y apoyan sólo aquellas investigaciones que le son favorables. Y es vivimos en la era de la globalización y ante las multinacionales el ser humano es manipulado de forma reiterada y ostensible, como un auténtico títere, reduciéndole su capacidad de maniobra, de decisión, y anulando su voluntad. Por eso, lamentablemente el espíritu crítico de algunos científicos también deja mucho que desear, ya que dependen económicamente de los lobbys que los mantienen y eso supone un auténtico bozal para poder expresarse libremente. No cabe duda que los intereses económicos priman y falacias hay por todas partes, pero resulta muy sospechoso que siempre los que no encuentran ningún efecto nocivo en los productos que se fabrican sean las empresas que los obtienen y, sin embargo, si los encuentran los científicos independientes, cuyo puesto trabajo no peligra con el resultado de sus investigaciones. En segundo lugar, podríamos preguntarnos ¿a quién beneficia el desprestigio de los alimentos ecológicos? A esta pregunta da una buena respuesta el Dr. Manuel González de Molina (Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla), en un artículo que publica la Fundación Triodos (http://www.fundaciontriodos.es/es/triodos/noticias/consumo-ecologico/). El Dr. González Molina, afirma que hay muchos interesados en ello, ya que los que más pierden con la expansión de la agricultura ecológica son: las empresas de fitosanitarios y las que venden semillas mejoradas e híbridas, para cuyo cultivo se necesitan grandes cantidades de fertilizantes químicos y fitosanitarios. En la Memoria del II Plan Andaluz de Agricultura Ecológica (CAP, 2007) se recoge que la superficie destinada a la agricultura ecológica era de unas 600.000 ha (casi la mitad de la que existe hoy), lo que implicó dejar de utilizar 134.259 t de fertilizantes químicos, 4.362 t de plaguicidas químicos, 1.125 t de fungicidas, 1.039 t de herbicidas y 811 t de insecticidas. Asimismo, las empresas de semillas transgénicas también están interesadas en desprestigiar a la agricultura ecológica, no sólo porque les hace perder clientes, sino porque obliga a los gobiernos a la imposición de garantías para evitar la contaminación cruzada con OMG y hace más difícil y poco rentable la siembra de transgénicos. Nombres como Monsanto, Singenta, Bayer, BASF… son bien conocidos por sus tropelías en todo el planeta. Con un poder enorme, no sólo influyen en los medios de comunicación sino también en la propia ciencia, financiando costosos proyectos de investigación que orientan en un sentido favorable a sus intereses la innovación agraria. No es de extrañar, pues, que haya científicos que defiendan la inocuidad de la producción convencional y desprestigiar la ecológica. Por todo ello, en ciencia hay que llevar mucho cuidado con las afirmaciones rotundas y no ser dogmáticos. La alimentación convencional no puede calificarse de saludable, a menos que consideremos como tal la ingesta de pesticidas y otras sustancias quí1 micas. Sus efectos, aún en cantidades inferiores a los LMR (límite máximo de residuos), han sido relacionados directamente con el cáncer y otras enfermedades degenerativas y muchas de esas sustancias prohibidas por la UE. Véanse por ejemplo los estudios de Nicolás Olea, por poner un ejemplo cercano, investigador de la Universidad de Granada (http://cts206.ugr.es/produccion-cientifica/). Además, la incertidumbre sobre los efectos en la salud de la ingesta combinadas de varias de estas sustancias, presentes en los pesticidas y en los aditivos alimentarios, impide afirmar que las dosis autorizadas garanticen su inocuidad. En tercer lugar, todo profesor y divulgador científico, que se precie, al hacer el análisis de los tres tipos de agricultura existentes en la actualidad (La tradicional, la ecológica y la transgénica), inexcusablemente debe realizar un estudio pormenorizado de sus ventajas e inconvenientes. Cosa que usted no hizo en su conferencia. Y es que en la divulgación científica hay que ser objetivos, a la hora de informar a los ciudadanos, para que cada uno libremente saque sus propias conclusiones. Así se genera el espíritu crítico, que es el alma mater de la ciencia. En cuarto lugar, me pregunta si los transgénicos matan y mi respuesta es que según algunas de las investigaciones mas recientes, los transgénicos pueden matar y así lo demuestran los estudios que le cito a continuación: 1. Son muchos los estudios que muestran las crecientes evidencias sobre los impactos negativos de los cultivos y los alimentos transgénicos. En este link se recogen 300 artículos científicos con toda esta información: http://indiagminfo.org/wp%E2%80%93content/uploads/2013/03/Scientific_Papers_Co mpiled_/ 2. En 2009, la American Academy of Environmental Medicine (AAEM), Academia Americana de Medicina Ambiental, apeló a los médicos a educar a sus pacientes, a la comunidad médica, y al público en general, para evitar los alimentos GM (genéticamente modificados), dados los riesgos para la salud que entrañaban. Ellos exigen una moratoria para los alimentos GM, estudios independientes a largo plazo, y etiquetación. Según la AAEM, varios estudios sobre animales indican serios riesgos para la salud asociados con los alimentos GM, incluyendo infertilidad, problemas inmunológicos, envejecimiento acelerado, regulación de la insulina y cambios en los órganos principales y en el sistema gastrointestinal. (Más información http://semillasysalud.files.wordpress.com/2010/11/200.pdf). 3. En 2010, un estudio realizado por el Instituto Surov de Ecología y Evolución, de la Academia Rusa de las Ciencias, y la Asociación Nacional para la Seguridad del Gen, muestra los daños de la soja transgénica en la esterilidad y mortalidad infantil en hámsteres. El estudio, dirigido por el Dr. Alexey V. Surov, concluyó que la soja transgénica de Monsanto, conduce a problemas en el crecimiento, o en la reproducción. Además de los transgénicos, también influyeron los residuos de los herbicidas asociados a estas plantas, como el glifosato (roundup). Por eso, el Dr. Alexey Surov dice, “No tenemos ningún derecho a usar OMGs hasta que comprendamos los posibles efectos adversos”. 4. En 2012, una investigación dirigida por el grupo del Dr. Gilles-Eric Seralini, de la Universidad de Caen (Francia), en la que las ratas alimentadas con una dieta que contenía NK603, variedad de semillas modificadas genéticamente para tolerar las dosis de Roundup, o a las que se dio agua que contenía ese químico, murieron antes 2 que las que siguieron una dieta normal, al sufrir tumores y daños múltiples en hígados y riñones, según un estudio francés publicado en la revista Food and Chemical Toxicology. Por último, para terminar, aunque no existieran evidencias inequívocas de que los alimentos transgénicos sean nocivos para la salud, dado que sí existen investigaciones que lo demuestran, debería primar el principio de precaución que dice ”Cuando una actividad se plantea como una amenaza para la salud humana o el medio ambiente, deben tomarse medidas precautorias, a pesar de que algunas relaciones de causa y efecto no se hayan establecido de manera científica en su totalidad” (acordado en la Declaración de Wingspread, Wisconsin, en enero de 1998). El principio de precaución ha sido recogido como uno de los principios rectores claves de la política ambiental de la UE, en el Tratado de Maastricht (que aunque fue modificado por el Tratado de Niza, de 2001, sigue vigente). No quisiera terminar, sin citar algunos de los inconvenientes de los transgénicos: 1. 2. 3. 4. Pérdida de diversidad genética, ya que las plantas transgénicas pueden invadir ecosistemas naturales y desplazar a las plantas autóctonas. Potencial peligro por el “salto”, de forma accidental, de los genes transferidos a otras especies silvestres o a los cultivos tradicionales. Así podría surgir maleza resitente a los herbicidas o bacterias patógenas que incorporen los genes resistentes a los antibióticos que se utilizan como marcadores. Efectos perjudiciales para la salud. Mayor dependencia de los países en vías de desarrollo: Los cultivos en dichos países, lejos de ser una ventaja, podrían entorpecer su desarrollo y aumentar su dependencia, en cuanto al abastecimiento de alimentos. Los transgénicos son un problema, sobre todo, social, ya que desposeen al agricultor del derecho a tener sus semillas y lo hace más dependiente de las multinacionales. En resumen, dado que hay disparidad de opiniones en la comunidad científica, sobre los efectos de los transgénicos, porque no se han realizado investigaciones específicas para ello, como dice el profesor Shrader-Frechette (Department of Biological Sciences and Department of Philosophy University of Notre Dame), entre otros investigadores: “la ausencia de evidencia, no es evidencia de la ausencia de daño”. Consecuentemente, dado que los efectos de los alimentos transgénicos no están claros, en caso de duda debe prevalecer el Principio de Precaución, citado anteriormente, que afortunadamente, en la mayoría de los países europeos se está teniendo en cuenta. Un cordial saludo, Cayetano Gutiérrez Pérez (catedrático de física y química y divulgador científico) 3