Para el noviazgo hay que tener carácter Autor: Mauricio Jesús Centeno Sánchez El éxito o el fracaso del matrimonio dependen de la forma en que se vive la relación durante el noviazgo. De la misma forma en que cada uno se va formando un carácter, una forma de ser, disciplinado, honrado, sincero, responsable, servicial, amable, ordenado o por el contrario displicente, deshonesto, irresponsable, indiferente a la necesidad humana, insolidario o desordenado, sucede también con la vida en el noviazgo. Es posible hablar, entonces, de un carácter en el noviazgo. Sobre esto último es lo que se quiere desarrollar en este modesto escrito. Abordar el noviazgo como tema de reflexión, nace de una motivación personal producto de la recién experiencia de fracaso matrimonial vivido en carne propia hace un año, donde se movieron no sólo los afectos, emociones y deseos, sino también el intelecto. Una vez que el oleaje interno fue amainando, estaba claro que podía escribirse desde la reflexión que dejaba toda esta experiencia. Aunque no se trata propiamente de un testimonio, en este escrito se recogen intrínsecamente las propias preocupaciones y conclusiones del porqué fracasan tantos matrimonios cristianos hoy día. La raíz, a mi juicio, está en la forma, el modo o el carácter con que se vivió la relación de noviazgo. Lo que mal inicia, dice el dicho, mal acaba, mal termina. Se trata de una temática con carácter eminentemente laical, cuya vigencia e importancia ha sido reconocida por la teología cristiana de hoy. Se parte de los hechos, de los datos y casos en que se suelen encontrar los matrimonios y de forma indirecta los noviazgos. Posteriormente se llega a sostener los factores que han provocado el errado carácter que el joven ha ido reproduciendo en el noviazgo. Se trata de la familia, ambiente, amigos, educación en general. Desde allí, se reflexionará sobre una adecuada construcción sólida y duradera de la relación de noviazgo y el futuro matrimonio. 2 El carácter en el noviazgo: los hechos. Salta a la vista el crecimiento porcentual que ha tenido el número de divorcios en todo el mundo, encabezado por Rusia y Estados Unidos, seguidos de España. Este fenómeno se ha mundializado tanto como futbol. De cada tres matrimonios, fracasan dos. Quien no se divorcia pasa, en promedio, el setenta y cinco por ciento de su vida unido a una tercera persona. Este es un aspecto que todo joven enamorado debe detenerse a meditar. Es común escuchar a parejas casadas expresar: “¿cómo fue que me casé con esta persona?”, “Mi marido ya no es el mismo, se ha descompuesto mucho” o “ella ha dejado de ser como era”. Sin embargo, estas afirmaciones tienen muy poco de verdad. La persona no cambia al momento de casarse. Muy conocida es el anónimo aforismo latino: Quod natura non dat, Salmantica non praestat (lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo presta). En otras palabras, la persona ya era así antes, no porque naciera con ese comportamiento sino porque se habitúo al mismo. El jesuita José María Díaz Moreno, advertía en esta misma línea, que quizá buena parte de las situaciones irregulares que puedan presentarse posteriormente en la vida conyugal, «están ya incubadas en el punto de partida».1 Podrá sonar duro, pero es la realidad: la mayoría de malos matrimonios son producto de malos noviazgos. En este sentido, debe haber una preocupación de los jóvenes por vivir un enamoramiento adecuado y en donde puedan crear el mejor carácter para el noviazgo. El reconocido escritor mexicano Carlos Cuauhtémoc, ilustra el caso de dos jóvenes pacientes que llegan donde un médico especialista en disfunciones sexuales. Ambos jóvenes comenzaron a tener discusiones muy serias con sus esposas después de unos meses de haberse casado. Uno de ellos en su soltería, había pertenecido a pandillas, solía ser experto seductor y visitaba con frecuencia todo tipo de centros nocturnos. El otro, en cambio, se había dedicado al estudio y al deporte, 1 Díaz Moreno, José M. Situaciones irregulares de la familia. Citado por José Vico en Liberación Sexual y ética cristiana. P. 2. DVD Fe y Vida. 2009. 3 además, durante muchos años había tocado la guitarra con sus amigos bohemios y en ocasiones lo había hecho también para la iglesia local. En sus peleas matrimoniales posteriores, los hombres se alteraban tanto, que más de una vez llegaron al grado de salirse de sus casas furiosos. ¿A dónde se dirigían? Como es evidente, el primero acudía a las prostitutas, se ahogaba en el licor y no regresaba con su esposa sino varios días después. En cambio, el segundo, corría por las calles amainando su coraje y a veces se refugiaba en la quietud de un templo para reflexionar y recuperar la calma.2 En ambos casos se aprecian situaciones extremas en medio de las cuales se producen una variedad de reacciones de acuerdo al modo de ser al que habían habituado vivir esos jóvenes. Una persona acostumbrada a la diversión mal sana, a vivir relaciones pasajeras por puro placer sexual, al desenfreno insano, o acostumbrado a parrandear, tomar licor sin medida, problemas maritales la tendencia será huir por la puerta del libertinaje. En cambio, si antes de casarse vive de manera equilibrada, divirtiéndose limpiamente y con medida, será muy difícil que después de unirse a una mujer o un hombre se corrompa. Como puede verse, el noviazgo aunque suele tomarse con ligereza, es la etapa básica que asegura el éxito de una futura relación. Factores que inciden en la formación del carácter sexual. Las irregularidades que vivimos en el seno de la familia serán, en primera instancia, las que también afectarán las relaciones sociales y, particularmente las de noviazgo. Cuando alguien en su niñez presencia un buen modelo de amor conyugal, adquiere gran aprecio y estima por el sexo opuesto, por la pareja. En cambio, si el niño observa discusiones, maltrato físico, verbal, fiestas de adultos en el que al calor de los tragos realizan escenas obscenas, o bien primos, tíos y parientes utilizando un cuarto o baño de la casa para alguna aventura sexual, crece la idea de menospreciar las relaciones íntimas y de cultivar aventuras superficiales. 2 Cuauhtémoc, Carlos. Juventud en éxtasis. Editorial Diamante. México. 1994. P. 39. 4 En la etapa adolescente, también se van construyendo, con más conciencia los hábitos y formas de relación con la persona que se establece un noviazgo. Las relaciones con los grupos de amigos, suelen influir grandemente en esta etapa de la vida, sobre todo, cuando en el hogar el tema de cómo tratar el noviazgo está ausente, pues tocar este tema para los padres es abordar también las demás incógnitas del mundo de la sexualidad que comienza a experimentar el adolescente. En el hogar, por lo general, hay una carencia de información con respecto al ejercicio digno y horado de la sexualidad que es suplido por la información que se recibe de amigos y algunos profesores. En las clases de ciencias naturales se explica el funcionamiento hormonal, las razones biológicas del coito, el proceso de embarazo y la importancia de una planificación familiar a través del uso de anticonceptivos. Esto en sí mismo no está mal, antes bien, es necesario tal conocimiento. El asunto, es que no se les explica la dimensión ética que debería tener una relación sexual-coital dentro del noviazgo. El problema no estriba, entonces, en si tener o no sexo, sino cuándo y cómo. De manera que, aunque se ha avanzado, sigue habiendo una carencia de educación sexual en los hogares. Los padres no se dan cuenta de la importancia que tiene este tema para sus hijos adolescentes. La invitación del Vaticano II de “formar a los jóvenes, a tiempo y convenientemente, sobre la dignidad, función y ejercicio del amor conyugal, y esto preferentemente en el seno de la misma familia”,3 se vuelve cada vez más en un imperativo categórico para nuestros días. La educación de género que se le brinda en el hogar y que la sociedad aprueba, van forjando un modo de ser al joven que vive la etapa de enamoramiento. Al varón, inconscientemente se le ha educado desde el cuerpo, a través de la realización de actividades de fuerza, catalogadas por sociedad y el hogar como “sólo para hombres”. Así, el varón, vive una sexualidad más superficial, más orientada al placer corporal. De aquí que el orgasmo del hombre tenga un 3 Vaticano II. Gaudium et Spes, no. 49. En DVD Fe y Vida. 5 origen preponderantemente físico: puede llegar a sentir el mismo placer haciendo el amor con una jovencita, con una mujer madura, con una amiga, con una desconocida o manoseándose mientras hojea alguna revista. La única diferencia es que una le provocará mayor excitación que otra, pero al momento de llegar a clímax, la convulsión será la misma. Por su parte, la mujer, que es educada más en virtudes mentales y afectivas, desarrolla un proceder idealista y afectivo. Su orgasmo tiene un origen fundamentalmente psicológico. La mujer vive con mayor plenitud una relación sexual por integrar el cuerpo con su mente. De manera que accede a las seducciones del hombre no por el placer físico que ello le reportará, sino por cuestiones mentales: enamoramiento, deseo de ser aceptada, admirada, amada, deseada, sentirse atendida, cortejada, tratada con cortesía, amabilidad, por la actitud caballeresca y gentil, por los detalles y elogios a su vanidad femenina. El placer femenino está conectado directamente a su psique.4 Sobra decir, la influencia que ejercen los mensajes publicitarios, las pláticas de amigos con mayor edad tratando temas de sexualidad de forma obscena, la oportunidad de ver revistas y películas pornográficas manoseándose mientras las observa, con el fin de obtener un orgasmo. El mensaje de fondo de quienes inician una sexualidad como adicción es un epicureísmo mal entendido: “vive la vida mientras seas joven”, “juventud, divino tesoro, te vas para nunca más volver”. He aquí la forma en que, por lo general, el muchacho y la muchacha, llegan a una relación de noviazgo. Normalmente, el joven no suele reparar en este sentido de su estructura sexual, ni de las irregularidades con que ha sido revestido en su inconsciente, producto de la experiencia infantil. Llega entonces a enfrentar el noviazgo y más tarde el matrimonio con un carácter débil, con una mal formación del sentido del amor, que responderá, en la mayoría de los casos, a impulsos de deseo sexual, más que a un acto de voluntad revestida de entrega oblativa y desinteresada. 4 Cf. Cuauhtémoc, Carlos. Juventud en éxtasis. Editorial Diamante. México. 1994. Pp. 9-10. 6 El carácter ético de las relaciones sexuales en el noviazgo. Un modo particular de ser y proceder que debe dirigir la vida en las relaciones de pareja es sobre el cuándo y el cómo tener relaciones sexuales previas al matrimonio. Y no es que con esto se esté invitando al desenfreno y permisividad sexual, puesto que no es para nadie desconocido que en la relación de noviazgos de hoy, este tema es pan de cada día. La respuesta a esta incógnita, se intentará iluminar desde una reflexión ética sobre las relaciones sexuales en el noviazgo, es decir, desde un criterio racional y razonable, iluminado desde una interpretación del amor brindada por Erick Fromm en su libro El arte de amar. 5 El sexo en la juventud es la emoción más fuerte que pueda sentirse. Sería osadía tratar de censurarlo y poner reglas, como hacían los moralistas del pasado que veían la sexualidad entre los novios como algo peligroso e indigno, frente a la cual se presentaba como ideal un amor puro, que se abstiene de toda sensación corporal, puesto que se entendía la castidad como contrapuesta a cualquier ejercicio de la sexualidad. Cualquier manifestación erótica-sexual entre novios era considerada inmoral.6 Cada uno es responsable de decidir su postura frente a las relaciones coitales antes del matrimonio. Sin embargo, es bueno iluminar el carácter ético de las relaciones íntimas durante el noviazgo. Conviene identificar cuáles son los criterios éticos que deberían regir el ejercicio de la sexualidad durante ese tiempo de preparación al matrimonio. Todo acercamiento sexual prematuro debe ir precedido por la experiencia de un crecimiento de amor mutuo. Sólo el amor daría a la experiencia su dimensión adecuada. Además, en caso de alguna complicación, sólo si hay verdadero amor, le permitiría a la pareja tomar la mejor decisión. Entiéndase, sin embargo, que el amor no consiste en la mera atracción física. Este sería el enamoramiento. El amor no es mero sentimentalismo sino un asunto de voluntad. Erick Fromm, lo define de la siguiente manera: 5 Fromm, Erick. El arte de amar, una investigación sobre la naturaleza del amor. Ediciones Paidós. Barcelona. 1980. Cf. Vico, José. Liberación sexual y ética cristiana. P. 5. DVD Fe y Vida. 2009. 6 7 El amor debe ser esencialmente un acto de la voluntad, la decisión de dedicar toda nuestra vida a la otra persona [...] Amar a alguien no es meramente un sentimiento poderoso, es una decisión, es un juicio, es una promesa. Si el amor no fuera más que un sentimiento, no existirían bases para la promesa de amarse eternamente. Un sentimiento comienza y puede desaparecer ¿cómo puedo yo juzgar que durará eternamente, si mi acto no implica juicio y decisión?7 La finalidad del noviazgo es profundizar en el conocimiento recíproco y verificar con madurez psicológica y humana, la capacidad de mutuo complemento y entrega libre. Por tanto, la pareja debe discernir con madurez, después de un tiempo prudencial, si en su noviazgo existe o no amor. Para ayudar a tal discernimiento se presentará a continuación un análisis del amor, haciendo énfasis en el hábito de amar y en las formas engañosas en que se presente el amor durante el noviazgo. Para que el amor de noviazgo sea capaz de ir más allá del enamoramiento, es necesario que la persona se haya educado en el arte de amar. En el hogar, la escuela, el barrio, la comunidad, el individuo ha desarrollado antes el sentido de responsabilidad, cuidado, respeto y conocimiento hacia otro ser humano. Es capaz de percibir, más allá de las diferencias, que todos somos iguales por el hecho de nuestra humanidad. Para Fromm, este amor a los otros “sólo comienza a desarrollarse cuando amamos a quienes no necesitamos para nuestros fines personales”8, es decir, a través de la solidaridad con el desvalido, el pobre, el desconocido, el necesitado. Sólo aquel que tiene compasión por el desvalido ha comenzado a desarrollar el verdadero amor a su hermano y estará listo para amar desde la voluntad a su futuro cónyuge. Ahora bien, el amor desinteresado no es innato al ser humano, sino como la tabula rasa que explicaban los filósofos empiristas. Se edifica a partir de la experiencia de amor que cada uno recibió durante la infancia. El cuido y responsabilidad que toma la madre para con el hijo le afirma y prepara en su capacidad de amar. Es el amor materno el que suele impregnar al niño un carácter altruista y 7 Fromm, Erick. El arte de amar, una investigación sobre la naturaleza del amor. Ediciones Paidós. Barcelona. 1980. Pp. 60-61. . 8 Ibíd. P. 54. 8 generoso.9 He aquí la explicación por la cual la psicología también enfatiza la importancia del cuido, atención y amor que todo niño debe recibir, sobre todo en los primeros años de su infancia. En función de ese cuido y trato dulce o no, se marcará el carácter de amor que pueda desarrollar el niño, que en la juventud establecerá relaciones de noviazgos. Aunque el carácter del amor haya sido aprendido adecuadamente, el noviazgo viene cargado de un nuevo objeto de amor: el eros. Y he aquí donde los jóvenes deben de reparar en analizar sus noviazgos de cara a un diagnóstico adecuado del amor. El amor en el noviazgo, es la forma más engañosa de amor que existe, por eso los novios deben estar atentos a discernirlo. La pareja experimenta el amor como un anhelo de fusión completa, de unión con una única persona: la pareja. Sin embargo, “cuando la mayoría de la gente une el deseo sexual a la idea del amor, con facilidad incurre en el error de creer que se ama cuando se desea físicamente”.10 La unión sexual, en este caso, será sólo de tipo orgásmico y transitorio, una ilusión de la que se disfruta, pero sin amor. Por lo general este tipo de unión deja a la pareja tan separada como antes. El mero deseo sexual termina convirtiendo la relación en algo mecánico. El clímax físico, vivido así, es como la muerte. Algo poderoso y enajenante pero efímero y corto. Después de experimentarlo, el encanto desaparece, sólo quedan los cuerpos. Este el modo en que muchos noviazgos se acostumbran a vivir, sin darse cuenta que del cómo vivan su noviazgo dependerá la felicidad o desdicha de su vida matrimonial. Proceder de esta forma hace que la sexualidad humana, según Kasper, se convierta “en mero sexo, en mercancía, en artículo de consumo y de negocio, no raras veces de explotación o simplemente de placer superficial”11, que terminan llevando a la cosificación y despersonalización del ser humano. 9 Ibíd. P. 55. Ibíd. P.59. 11 Kasper, Walter. Teología del matrimonio, Editorial Sal Terrae. España. 1984. P. 22. 10 9 Otro signo que permite desenmascarar la engañosa forma en que el amor aparenta existir entre los novios, es cuando el amor entre ambos deja de ser egoísta. Es común encontrar dos personas enamoradas la una de la otra, pero encapsulados en su amor. No sienten amor por nadie más. Si bien es cierto que el amor de novios es exclusivo, en el sentido que sólo se puede fundir plena y exclusivamente con una sola persona, no puede vivirse como separado y enajenado del resto de la humanidad. La experiencia de amor, sería entonces una ilusión. El amor entre los novios, para que sea amor humanizante, debe de estar estimulado por la fraternidad: el cuido, respeto, responsabilidad, ternura, que se expresan tanto en las actitudes como en las conductas de la pareja para con la misma y para con el resto de personas que les rodean. En este sentido, la relación puede ser considerada éticamente aceptable cuando es el amor, y no el mero instrumento de desahogo y de libre circulación de las fuerzas pasionales, el que exige la plena comunión sexual. Una relación de intimidad en este sentido, no podría ser catalogada como fornicación, porque existe la presencia de un amor mutuo. Cosa distinta pasaría si la relación fuese mantenida con una persona extraña.12 Las personas, estarán viviendo de acuerdo a su vocación humana de no vivir la intimidad por el goce físico, no sólo para procrear, sino para poder sentir con la pareja la magnitud máxima del amor. El carácter de construir los pilares del amor. Ahora bien, como el centro de esta reflexión es posibilitar que los novios de hoy puedan encubar una adecuada relación para el éxito de una futura vida matrimonial, se presentará a continuación tres ejes, tres cimientes, tres pilares fundamentales del amor que Carlos Cuauhtémoc ha propuesto, no sólo para quiénes ya están casados sino para todo aquel que desee edificar una sólida vida de pareja. El primer pilar a construir en toda relación es el de la intimidad emocional. Esta se logra sólo a través de una comunicación profunda que consiste en hablar con el corazón, exteriorizar las dudas, 12 Vico, José. Ética sexual y ética cristiana. P. 8. DVD Fe y Vida. 2009. 10 temores, ambiciones, sueños, preocupaciones, alegrías, penas; confesar los yerros del presente y del pasado; descubrir ante la persona amada el lado oculto de nuestro ser. Es confianza absoluta, complicidad, integración, alianza. Cuando existe intimidad emocional se interpreta rápida y correctamente el lenguaje corporal, se detecta el verdadero estado de ánimo del compañero. Y cuando se usan las palabras, se hace de forma única y especial, en un nivel de fraternidad, distinto al que se da en la comunicación con el resto de la gente. Las riñas se disuelven cuando aún son pequeñas porque, al discutir se procura no causar daño, no herir. La “verdad” es el común denominador. En su trato, la autoestima de ambos se ve grandemente favorecida, pues saben darse su lugar el uno al otro, saben demostrarse aprecio y confianza sin límites. La comunicación profunda les permite no volver a sentirse solos, les da sentido a su mundo interior y, finalmente, cuando se alejan, ambos piensan y hablan de su pareja.13 Los novios deben cuidar esta comunicación. No cualquiera comunicación como ha quedado dicho antes, sino profunda, es decir que va más allá del plano de lo superficial, evitando caer sólo en la plática acerca de los otros: cómo te fue en clases, cómo va el trabajo, cómo sigue tu mamá. Antes bien, es compartir y transmitir las propias emociones. La intimidad emocional implica hablar de la propia historia de vida, de los sueños y anhelos, las razones de los gustos y disgustos, de las reacciones desproporcionadas, en otras palabras de las propias virtudes y defectos. Es dejar que la persona conozca el lenguaje corporal y verbal de la pareja. Esto es comunicación a profundidad. Un segundo pilar es la afinidad intelectual o espiritual. Las personas pueden tener la capacidad de comunicarse íntimamente, pero si no poseen una forma similar de raciocinio respecto a los conceptos fundamentales de trabajo, los valores, la religión, el sexo, la educación de los hijos, el tiempo libre, la organización familiar, etc.; sino, se enriquecen mentalmente durante su convivencia, terminan excluyéndose el uno al otro de gran parte de sus actividades. Muchos matrimonios se construyen bajo la falta de este pilar. El esposo le niega a su pareja el derecho de trabajar, o bien de salir con amigas, ella asidua a la visita de sus padres, él 13 Cuauhtémoc Sánchez, Carlos. Juventud en éxtasis. Editorial Diamante. México, 1994. P. 102. 11 indiferente y relativista. Nótese que también en el ámbito religioso se ha de cuidar de mantener la afinidad. Saltan a la vista los casos de esposos pertenecientes a distintas iglesias cristianas, y que no son capaces de lograr acuerdos sobre el tipo de fe en que deberá ser educado y bautizado el hijo, católica o evangélica, por decir algo. Para Cuauhtémoc: La pareja con afinidad intelectual tiene muchas cosas que compartir; lleva un ritmo de lectura similar, de estudio parecido, de trabajo creativo coincidente, se supera en armonía, crece y se ayuda recíprocamente. Los novios que son capaces de estudiar y hacer sus trabajos de verdad (no como la excusa para terminar en lo sexual) son mucho más fuertes en su relación que los demás14. Finalmente se encuentra el pilar de la atracción química. En caso de existir entre la pareja intimidad emocional se tendría de frente sólo una amistad; y si además se crea una afinidad intelectual, también serían colegas y compañeros Sin embargo, haría falta un elemento fundamental: ser amantes, cosa que sólo lo provoca la atracción química. No se trata del mero gusto corporal, pues se puede considerar hermosa a una persona sin sentir ningún interés por ella. Lo que enciende el magnetismo entre dos individuos, no es un fenómeno físico sino químico. “Sólo se da entre algunos. Tal vez no se trate de gente bonita, pero la química les permite ver más allá de los visible y arder con la belleza que sólo ellos detectan” 15. Cuando hay este tipo de hechizo, a las personas no les importa lo que los demás piensen respecto al físico de su pareja. Se besan y se tocan con gran espontaneidad, con verdadera pasión. Hay esa magia que los impulsa a estar cerca, agrado mutuo por el estilo, la voz, las acciones, el andar, la legitimidad, la forma única y especial de ser del otro. Cuando existe la atracción química la pareja no puede evitar esa gran identificación sexual que se da, simplemente, sin que ella la planeen.16 14 Ibíd. P. 104. Ibíd. P. 105 16 Cf. Ibíd. P.105 15 12 A estos tres pilares abría que agregar un cuarto pilar: la fidelidad, que vivirse como una manifestación de la fidelidad que Dios ha tenido para su pueblo, la humanidad. La alianza de Yavé con su pueblo está sostenida por un amor que la hace única e indisoluble, donde la fidelidad es el signo de esta alianza, que deberá reproducir, como en un espejo, las cualidades del amor de Yavé. El profeta Malaquías, remitiéndose al plan originario de Dios, pone en cuestión la infidelidad, en la que Dios manifiesta su repudio y condena: «El Señor es testigo entre ti y la esposa de tu juventud, a la que tu traicionaste, siendo así que ella era tu compañera y la mujer de tu alianza. ¿No ha hecho Él un solo ser, que tiene carne y aliento de vida? [... ]. No traicionéis a la esposa de vuestra juventud porque yo odio el repudio, dice Yavé Dios de Israel» (Mal 2,14-16). Y Oseas verá en sus sucesos matrimoniales, que él padece vivencialmente, la imagen de la relación de Yavé con su pueblo. Dios declama abiertamente su carácter fiel, en la que afirma su amor: « ¿se puede olvidar a la mujer de la primera juventud? » (Is 54,6; Jer 2,2; 3,4; Ez 16,43ss). En la vida de pareja, y, en este caso, en la de noviazgo, se será seguidor de Dios, en la medida en que se imita la fidelidad de Dios, sabiendo esperar, perdonar y reanudar una y otra vez el compromiso de reconstruir su propia alianza: «yo haré contigo como has hecho tu, que menospreciaste el juramento, rompiendo la Alianza, Pero yo me acordaré de la Alianza que pacté contigo en los días de tu juventud y estableceré en tu favor una alianza eterna» (Ez 16,5960), precisamente porque el amor es tan fuerte como la muerte.17 El divorcio es el problema más agudo en la actualidad debido a la falta de fidelidad. Se puede afirmar que la carencia de fidelidad trastoca no sólo a la vida conyugal sino a los muchos modos de proceder de la sociedad moderna. En la sociedad feudal, donde se necesitaba proteger a los individuos contra los riesgos de invasiones y constantes guerras intestinas, aparece la idea de fidelidad como un compromiso adquirido, de mantener la palabra dada de brindar protección. En la sociedad postmoderna se ha creado un clima desfavorable para la fidelidad. La sociedad 17 Cf. José Vico. P. 134-135. DVD Fe y Vida, 2009. 13 de consumo con su lema “úsese y bótese”, ha dado origen a una mentalidad que se muestra opuesta a la estabilidad y compromisos estables.18 De tal manera que el «El futuro no se vive como un compromiso de la voluntad (ahora) que soy capaz de mantener (después), sino como una situación impredecible en la que no sé si entonces querré lo que ahora quiero».19 Una de las cosas que están claras es que el divorcio no es ningún ideal para ninguna pareja de novios y futuros cónyuges. Más bien representa un fracaso: un hecho lamentable y doloroso para la pareja tanto desde el punto de vista humano como desde el punto de vista cristiano. Por muy obvio que parezca, es necesario reconocer que el ideal al que ha de tender la vida conyugal es a la fidelidad permanente. La fidelidad es fruto de una exigencia de amor por el otro. Sólo aquellos que sienten la necesidad de envejecer juntos, suceda lo que suceda, pueden saborear una auténtica fidelidad.20 Esta es la actitud que Dios toma para con su pueblo Israel y que los novios deben de tener como modelo a seguir. Un noviazgo vivido bajo estos criterios también estará formando el carácter que necesita la pareja de cara a una futura vida conyugal. Estarán, además, listos, en caso de quererlo, de vivir una relación sexual completa, que estará revestida de amor fraterno y altruista. En resumen, el ser humano a diferencia de los animales no tiene una naturaleza definida, y se ve obligado a formarse un carácter en su noviazgo, un modo de ser. En la relación de noviazgo revestirse de un adecuado modo de proceder y vivir la relación será esencial para asegurar un matrimonio exitoso, pues del tipo de relación que se siembre en el noviazgo, será la misma que se cosechará durante el matrimonio. En este sentido el amor, como acto de voluntad y compromiso, debe ser el motor que mueva 18 Cfr. Botero, Silvio. Divorciados vueltos a casar: un problema humano, una tradición eclesial, una perspectiva de futuro. Editorial San Pablo. Bogotá. 2002. Pp. 78-79. 19 Martínez Cortes, E. J. Sociología y psicología de una fragilidad del matrimonio. En Liberación sexual y ética cristiana. José Vico. P. 130. DVD Fe y Vida, 2009. 20 Cf. Vico, José. Liberación sexual y ética cristiana. P. 133. En DVD Fe y Vida, 2009. 14 la relación de amor sexuada que viven los novios. De manera que más allá de los prejuicios, la pareja pueda construir una ética de la sexualidad desde el amor, desde la humanización que esa misma relación le reposte. Sólo en una relación de amor mutuo la pareja podrá esperar el lugar y el momento adecuados para la intimidad, para ser llevada en buenas circunstancias, sin prisas, sin peligros, fuera de temores y de experiencias traumáticas. La pareja entonces podrá estar libre, exenta de remordimientos o sentido de culpa; estas últimas frustran el momento y vida posterior de la relación. Con esto el carácter del noviazgo habrá adquirido el verdadero valor ético y se estará asegurando el éxito de una vida matrimonial. Bibliografía Caravias, José Luis. Fe y vida. DVD. 2009. Cuauhtémoc, Carlos. Juventud en éxtasis. Editorial Diamante. México. 1994. Fromm, Erick. El arte de amar, una investigación sobre la naturaleza del amor. Ediciones Paidós. Barcelona. 1980. Kasper, Walter. Teología del matrimonio, Editorial Sal Terrae. España. 1984 Mesters, Carlos; Frigerio, Tea; Orofino, Francisco. Amor casero en el libro de Oseas. Resistiendo las injerencias del sistema. Centro Bíblico Ecuménico Asociación Civil. Buenos Aires. 2006. 15 Anexo: Forma en que se han integrado las cuatro dimensiones del programa Magis: Intelectual, comunitaria, apostólica y espiritual “Unidos en la dispersión”, fue la expresión con la que el Magis y yo iniciábamos nuestro encuentro en Lima, Perú. No era el primer encuentro para el resto de los magistas, quienes ya habían vivido una primera experiencia en Paraguay, pero sí lo era para mí. Me iniciaba en el mundo de la ciencia de Dios, la teología. Un saber que exige, más que el conocer, el vivir y sentir la reflexión y la fe. Inmediato a la finalización de la etapa intensiva, la tarea era clara: compartir con mi comunidad nacional la experiencia desde el plano intelectual, lo que se suele denominar como un minimagis. De manera que en la planificación del primer semestre del 2009, se dosificaron tres encuentros dedicados a la formación en los temas referidos a Eclesiología. Los aspectos abordados fueron: ¿Qué es la Iglesia?, Breve historia de la Iglesia y las reglas para sentir en la Iglesia. Las temáticas respondían a una realidad de nuestra comunidad nacional, un rechazo o apatía a la jerarquía de la Iglesia en general, a excepción de los sacerdotes jesuitas. Fruto de estas temáticas surgió la idea, aún en discernimiento de presentarnos al obispo local de la ciudad capital para ponernos al servicio de la Iglesia. El objetivo de fondo que se persigue es iniciar un mutuo conocimiento y acercamiento con la jerarquía local, a la que tanto ha resistido nuestra CVX. En los recientes encuentros de las CVX centroamericana (Guatemala, El Salvador y Nicaragua), en el 2009 y este año, se ha notado que nuestra comunidad ha sido la única que ha reproducidos los procesos de formación del Magis. Esto, sin querer ser vana gloria, ha inyectado a nuestra comunidad un sentido de responsabilidad en cada uno de sus miembros. La tutoría y acompañamiento espiritual, más que requisito, se convirtió, en una necesidad. Mis deseos de crecer en la ignacianidad, en el discernimiento, producto de una sed interior que Dios me ha provocado, unido al debido acompañamiento del padre Julio César Sosa s.j. -pese a 16 un lapso intermedio de ausencia en el país por su tercera aprobación-, han ido produciendo un verdadero encuentro conmigo mismo, con mis heridas y con mi vida profesional. Fruto del examen diario y del acompañamiento espiritual, he sabido enfrentar con madurez y fe, no sólo la vida cotidiana, sino también, la difícil experiencia del divorcio que me ha tocado vivir desde hace un año, después del último encuentro de Magis sobre espiritualidad laical, realizada en Buenos Aires. El Magis ha marcado un antes y después en mi vida personal y comunitaria. Por primera vez optaba conscientemente a la vida laical, pese a que ya estaba casado. Entendía el sentido de ser comunidad mundial y la esencia aprendí a ser en realidad miembro de CVX. Casi fue mi proceso de conversión ignaciana. En la comunidad CVX de mi país, a inicios del presente año, me asignaron la tarea de trabajar como secretario del Consejo Ejecutivo Nacional (CEN). Una de las razones que da nuestra comunidad es el deseo de ver rostros nuevos en el CEN, yo lo interpreto como frutos que el Magis deja en las personas que lo han vivido. El talante ignaciano queda al descubierto. Sin embargo, reconozco que ha hecho falta trabajar un ámbito en mi vida: el apostólico. No porque no se haga del todo, sino porque hace falta definir con precisión, junto a mi comunidad un plan apostólico más efectivo, que integre al conjunto de sus miembros, en este caso donde yo mismo me vea integrado. Por el momento mi apostolado ha sido acompañar, junto a otros miembros, el proceso de formación de una precomunidad de adultos, personal docente y administrativo de la Universidad Centroamericana (UCA) de Nicaragua. Agradezco profundamente al equipo coordinador de este programa, que no deja a sus participantes en la dispersión sino en la unidad, producto del encuentro que este propicia, un encuentro que no se queda con las persona misma que lo vive, sino que transciende a los escenarios de nuestras comunidades nacionales.