Resistencia organizada El levantamiento militar del 18 de julio de 1936 no consiguió el triunfo inmediato esperado por los conspiradores. Sin embargo, a pesar de su fracaso, los militares continuaron adelante en su empeño golpista, en su ciega obstinación por imponer por la fuerza un nuevo orden. La República, al verse atacada por aquellos que debieran defenderla, decide, de manera desesperada, armar a la población civil. Ya no hay quien pare la guerra. En Vallecas, se organizaron rápidamente milicias obreras para asegurar las actividades básicas de abastecimiento, se crearon comités en todos los barrios, montando comedores comunales –como el del Bar Centro, situado en la avenida de la República nº 18– con la comida y los utensilios de cocina requisados. En el campo se constituyeron dos colectividades: una localizada en la finca del marqués de Pavones, creada por los obreros que trabajaban en la misma; la otra abarcaba todo el distrito de la Villa. Ambas estaban controladas por la Unión General de Trabajadores –UGT–.1 La Confederación Nacional de Trabajadores –CNT– propuso crear una cooperativa conjunta de la CNT-UGT, cuya misión sería la de distribuir los productos de las dos nuevas colectividades agrarias. Sin embargo, la propuesta fue rechazada de plano por la UGT local, que decidió constituir su propia cooperativa en solitario2. gurara el abastecimiento de la localidad: «Por ejemplo, lentejas, que este año ha habido buena cosecha... Pues las llevamos por los pueblos y las cambiamos por lo que nos hace falta: vino, aceite u otra cosa»7 –explicaba, en octubre de 1936, un miembro del comité a la prensa–. Para la distribución de los alimentos entre la población, en el ayuntamiento daban un número a cada familia para que luego lo intercambiaran por comida en las tiendas. Con este método, el comité buscaba evitar las aglomeraciones y colas en los comercios porque, según explicaban, cada uno iba a por lo suyo cuando quería. Las milicias también se encargaron de controlar la carretera de Vallecas, vía de entrada y salida hacia Valencia. En Portazgo se estableció un puesto de control de gestión compartida entre milicias de UGT y Guardia Civil. Por la citada carretera llegaba, el 23 de julio, un contingente de más de mil vehículos, enviado por la Junta de Defensa de Valencia para defender Madrid. En Vallecas, «Desde la calle y desde los balcones de las casas, la multitud, agitando banderines alusivos, aclamaba a los expedicionarios»8. Las distintas milicias de los partidos de izquierda y agrupaciones sindicales se incautaron de distintos locales para su uso. El colegio del Niño Jesús de Praga –en la avenida de la República– quedó en manos del batallón Pablo Iglesias; el colegio del Ave María –próximo al anterior– fue tomado por los comunistas y el de Santa Teresa –Emilio Ortuño, 13– por los anarquistas. Por otro lado, la iglesia de Entrevías fue incautada por el Círculo Socialista de Entrevías-Picazo, que «después de limpiarla de imágenes»3, decidió establecer en ella «escuelas para los hijos de los obreros»4. Esta organización también se apropió del teatro de las catequistas, donde instaló las secretarías de su organización y del Radio comunista. El alcalde Amós Acero dictó un bando en el que fijó «las normas para el aprovisionamiento de las familias de aquellos que, por ser milicianos populares armados»5, estaban en los frentes de combate. Temiendo que algunos aprovecharan el conflicto para organizar saqueos, el alcalde también pedía «el máximo respeto para los establecimientos y, en especial, para los de artículos alimenticios»6. Por su parte, el Comité del pueblo de Vallecas se puso de acuerdo con los comercios para organizar un sistema de trueque que ase- CDMH. PS-MADRID, 1040, 7. Ibídem. 3 «Círculos socialistas», La Libertad, 26 de julio de 1936. 4 Ibídem. 5 «A primera hora de la tarde llegó al Puente de Vallecas una importantísima columna», La Voz, 23 de julio de 1936. 6 Ibídem. 7 «Los mandamientos de Vallecas», Estampa, 3 de octubre de 1936. 8 Vid nota 5. 1 2