DE SU PLENITUD TOMAMOS TODOS (Juan 1:1-18) INTRODUCCIÓN.Este año próximo es mi intención ir predicando sobre el evangelio de San Juan. Aunque a veces intercalaremos otros pasajes y temas de otras partes de la Biblia. Pero en general estaremos viendo este cuarto evangelio. Según todos los indicios fue escrito después de los tres evangelios sinópticos –Mateo, Marcos y Lucas–, seguramente alrededor del año 90 en Éfeso, donde Juan vivió sus últimos años. A diferencia de los tres primeros, que fueron destinados a grupos étnicos concretos: judíos, mundo romano y mundo griego respectivamente, Juan lo dirige a todos. Tanto a judíos, como a gentiles, como a la iglesia de Dios. Su finalidad o propósito está bien establecida en Jn. 20:30,31, que dice: “Jesús hizo muchas otras señales milagrosas en presencia de sus discípulos, las cuales no están registradas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengáis vida” Puesto que la finalidad de este evangelio es llegar a conocer, a creer, en el Hijo de Dios, para así tener vida eterna, no es de extrañar que las palabras más usadas en este evangelio sean: creer (98 veces), conocer (55 veces), sumando estos dos términos, que en Juan vienen a significar algo similar, son 153 veces que se menciona como llegar a tener vida eterna. Iremos viendo a lo largo del evangelio, que es de gran provecho, no solo para crecer espiritualmente quienes son ya cristianos, sino también para aquellos que se acercan al cristianismo en actitud de búsqueda espiritual. Sin más introducción entramos ya en materia. I.- EL VERBO (Logos).- (vs. 1-5) El libro empieza entrando de lleno en su personaje central, que antes de la encarnación, Juan le llama el Verbo (v.1). El versículo 14 nos dice que en un momento de la historia se encarna llegando a ser Jesús. Juan irá desgranando bastantes señales milagrosas, discursos y conversaciones de Jesús a lo largo del libro. Juan quiere dejarnos claro desde el principio que este Jesús no es un hombre cualquiera, sino el preexistente Verbo de Dios. Primeramente nos dirá quién es este Logos. 1.- ¿Quién es?.Los vs. 1 y 2 nos lo dicen: “En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba con Dios en el principio”. El texto nos recuerda el inicio del Génesis. (En el principio creó Dios los cielos y la tierra). Dejándonos claro que cuando empiezan todas las cosas a ser creadas, ya existía, o era, el Verbo. También se nos dice que estaba con Dios. En el griego la idea es que el Verbo estaba dirigido, orientado, hacia el Padre. No solo estaba allí con Él, sino que estaba orientado hacia Él, en íntima relación y comunión con Él. 1 La siguiente frase nos dice: y el Verbo era Dios. En esta frase Juan utiliza una figura del lenguaje que se llama ‘hipérbaton’. Consiste en poner el orden de algunas palabras cambiado; en este caso la que debía ir última la pone al principio, porque así resalta la palabra o idea que le interesa resaltar. Por eso la frase en el griego es: “Y deidad era el Verbo”. La palabra que usa Juan es (Theos), Dios, sin el artículo delante, lo que significa su naturaleza o esencia, en definitiva la deidad. En el hipérbaton, poniendo deidad primero enfatiza esta palabra, haciéndola resaltar para que la veamos bien. Algunos han explicado el hipérbaton diciendo que si tienes una silla especial situada en medio de muchas otras sillas, quizá no le pongas atención; pero si la pones encima de la mesa, nada más entrar en la sala, seguro que te fijarás en ella. La intención de Juan es, pues, resaltar desde el inicio la deidad del Verbo. Luego, a lo largo del evangelio irá presentando sus hechos y palabras que, como Jesús mismo dice, son hechos y palabras de Dios. (Jn. 14:10-11). Así que no está hablándonos de un personaje sabio, justo, innovador, revolucionario o adelantado para su tiempo, como dicen muchos. Está hablándonos de la naturaleza de Dios mismo, de la deidad, en Jesús. Por lo tanto escuchar lo que dice, observar lo que hace es lo más importante que podemos hacer en esta vida. Valorar poco a alguien como Él es un disparate, y tirar piedras contra nuestro propio tejado. 2.- ¿Qué hace?.En segundo lugar vemos lo que nos dice Juan que hace el Verbo. En el v. 3 nos dice que: “Por medio de Él todas las cosas fueron creadas; sin Él, nada de lo creado llegó a existir”. Es decir, el Verbo, quien vendría, mediante la encarnación a ser Jesús creó todas las cosas visibles o invisibles. Como dice en Colosenses sean tronos, poderes, principados o autoridades, todo ha sido creado por medio de Él y para Él. Y la segunda parte del v. 3 pone el énfasis en que nada de lo creado llegó a existir sin Él. No se nos dice aquí cómo lo creó, y creo que es correcto que la ciencia indague todo lo que pueda sobre ello, aunque debe ser hecho con seriedad, cuidando de no afirmar más allá de lo que realmente se sabe. El v. 4 nos dice: “En Él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad”. La vida misma está en Él. No cualquier forma de vida, sino la que tiene eterno poder y deidad; creadora, por tanto, de todas las cosas. Su vida es autora de todas las vidas, sean físicas o espirituales. Y esta vida creadora es luz para los seres humanos. Los hombres pueden descubrir, a través de la creación, su eterno poder y deidad. (Rom. 1:20) Muchos de nosotros hemos llegado a comprender que Dios existe, porque la majestuosidad y belleza de las cosas creadas nos ha alumbrado. Por eso los teólogos hablan de la creación como la revelación general de Dios. La vida del Verbo empieza alumbrando mediante la creación. Pero alumbra mucho más mediante las palabras y hechos del Verbo encarnado, actuando en este mundo. Una iluminación que ahora se produce por el Espíritu Santo en el entendimiento de la humanidad. Esto es lo que Juan se propone a lo largo de todo el evangelio. II.- EL TESTIGO.- (6-8, 15) En los vs. 6-8 y 15 se nos habla de un testigo que prepararía el camino del Señor. Hablamos de Juan el Bautista, que no hay que confundir con Juan el que escribe el evangelio. El v. 7 nos dice 2 que: “(Juan el Bautista vino) como testigo, para dar testimonio de la luz, a fin de que por medio de él todos creyeran”. Un testigo es quien ha vista algo, o sabe algo de otra persona, y está dispuesto a contarlo, a dar testimonio de lo que sabe o ha visto. Desde entonces, todos los creyentes hacemos lo mismo. Es decir, damos testimonio de Jesucristo para que los demás crean. Nosotros tampoco somos “la vida ni la luz” pero damos testimonio del Señor, que sí lo es. Y así quienes creen en Él tienen vida eterna. Por esto, ‘testimonio’ es otra palabra clave que se repite también mucho en este evangelio: exactamente 50 veces. III.- SU VENIDA.- (9,14) En estos dos versículos vemos que este Verbo viene a este mundo. Se encarna en Jesús. Otros evangelios explican esto con más detalle, Juan es más escueto. En el v. 9 “Esa luz verdadera, la que alumbra a todo ser humano, venía a este mundo” y en el v. 14 “Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”. Así se identifica, se concreta, el Verbo con Jesús, a quien Juan y los demás discípulos contemplaron y vieron su gloria, lleno de gracia y de verdad. O como dice en su 1ª epístola: “Lo hemos visto con nuestros propios ojos, lo hemos contemplado, y lo hemos tocado con las manos” (1ª Jn. 1:1). Y éste mismo, Juan, que ha contemplado, tocado, visto sus acciones y oído sus palabras se dispone a escribirlas; no todas, pero suficientes, para que confiemos en Él y así tengamos vida eterna. IV.- LA LUZ Y LOS HOMBRES.- (10-13; 16-18) El v. 11 dice: “Vino a lo que era suyo, pero los suyos no le recibieron”. El contraste de este texto es tremendo. ¿Cómo puede ser que esta luz iluminadora y vivificadora, que viene para salvar, para dar vida eterna, sea rechazada por muchas de sus propias criaturas? Aquí Juan sólo anuncia este hecho, sin más comentarios. En Jn. 3:19 entra con más detalle en la condenación que supone este rechazo. “Esta es la condenación: que la luz vino al mundo, pero la humanidad prefirió las tinieblas a la luz, porque sus hechos eran perversos”. Lo que dice es que una gran mayoría prefieren no exponerse a la luz y reconocer sus maldades, que lógicamente les llevará al arrepentimiento, y también a la salvación, que consiste en vivir en relación con Él, bajo su protección, guía y cuidado. Sabemos que la salvación la ganó Cristo, el Verbo encarnado, muriendo en lugar de nosotros. Pero hemos de exponernos a la luz porque eso nos llevará al arrepentimiento, que finalmente nos conduce a Cristo. Expuestos a la luz reconoceremos profundamente la realidad de nuestro pecado. Si, por el contrario, no preferimos esa luz, que aunque molesta nos dice la verdad, quedaremos en la total condenación. Los vs. 12 y 13 nos hablan de quienes prefirieron exponerse a la luz. “Más a cuantos le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios. Estos no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios”. Hubo entonces y hay ahora quienes se exponen a la luz, le reciben, abren sus vidas a Él, creyeron y confiaron en Él. Estos son hechos hijos de Dios, porque nacen de Dios, nacen de nuevo, nacen de lo alto. 3 Como hemos visto, Jesús, el Verbo encarnado, es extraordinario, poderoso, creador de todo, la vida misma que desea alumbrarnos para bien y quien gana para nosotros la salvación. Pero el asunto es si nosotros ‘preferimos’ –tremenda palabra esta– esa luz, que desde luego supondrá reconocimiento y arrepentimiento, o si ‘preferimos’ quedar en el sitio oscuro, para no tener que arrepentirnos. El v. 16 añade, por último, algo importante: “De su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia”. Jesucristo es la plenitud de la deidad (Col. 2:9) y por tanto de todo lo que realmente Dios mismo es. Tiene enormes regalos y bendiciones para nosotros. Si vivimos en la luz, tendremos que reconocer, confesar, muchas veces nuestros pecados, pero también iremos recibiendo gracia sobre gracia. O lo que es lo mismo, bendición sobre bendición. Recibiremos, de quien es la plenitud, una bendición tras otra, a lo largo de nuestra vida. Seguramente también sabremos lo que es el rechazo, como increíblemente le pasó a Él cuando vino a lo suyo. Pero aún el rechazo, que en principio no causa precisamente alegría, termina produciendo una bendición en la vida. 4