CUARESMA: CAMINO HACIA LA PASCUA

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CUARESMA: CAMINO HACIA LA PASCUA.
Seguramente no hay mejor imagen que la del camino para expresar lo que es
la vida, lo que es la experiencia de la fe y también lo que es la cuaresma: el
camino hacia la Pascua.
Todo camino supone un “partir”, un “salir de”, buscando “llegar a”, llegar a la
meta que nos hemos propuesto alcanzar. El partir implica desprenderse; dejar
atrás lo que éramos, lo que hacíamos o lo que teníamos; es como se dice:
“morir un poco”. Pero también es nacer a algo nuevo. Por eso partir y parto
tienen la misma raíz, el mismo significado: los dos están relacionados con el
nacimiento, con un “salir de” para “nacer” a lo nuevo.
Les propongo fijarnos, en la Biblia, en la figura de tres “caminantes”:
“¡Nos ponemos en camino!” habrá dicho Abrahán, al salir de Ur de Caldea
con todos los suyos (Génesis 12) respondiendo a la propuesta de Yavé: “Deja
tu tierra, a tu pueblo y a la casa de tu Padre, y vete a la tierra que yo te
mostraré”. Así de simple nace la historia de la fe, del caminar de Abrahán,
luego de Israel y después del pueblo cristiano, respondiendo al llamado de
Dios: “deja tu…”.
Cuaresma es el tiempo de volver a la obediencia a la Palabra del Señor, y de
“partir” como Abrahán, hacia una tierra desconocida, para que el “proyecto”,
los “sueños” de Dios se cumplan en nosotros y por nosotros en el mundo. Un
“partir” porque Dios nos necesita, cuenta con nosotros para realizar su
“proyecto” de Salvación.
“¡Nos ponemos en camino!” habrán dicho también, cuatro o cinco siglos
después, Moisés y las tribus hebreas, al salir de Egipto (Exodo 3. 13 y 14),
respondiendo al querer de Yavé el Dios de sus padres: “He decidido sacarlos
de esta opresión en Egipto y trasladarlos a un tierra que mana leche y miel” (Ex
3, 17). Dieron la espalda a las seguridades que les ofrecía Egipto, a pesar de la
esclavitud que padecían allí, para emprender un incierto y peligroso camino por
el desierto. Era el largo y siempre difícil camino hacia la libertad.
Cuaresma es el tiempo de volver a la libertad, de romper con las pequeñas o
grandes esclavitudes que nos oprimen y nos impiden alcanzar la “tierra
prometida” de la reconciliación con Dios, con nosotros mismos, con los
hermanos y con la creación. Es el tiempo de volver a ser libres para ser
hermanos.
“¡Nos ponemos en camino!” habrá dicho Jesús de Nazaret, unos trece
siglos después, a su pequeña comunidad de discípulos, al abandonar Galilea
(Lucas 9, 51…) para “emprender resueltamente el camino a Jerusalén”,
como exigencia de la fidelidad al camino que el Padre le había mostrado para
cumplir su misión . Era el siempre exigente camino de la fidelidad.
Cuaresma es el tiempo de volver a la fidelidad, para servir al Reino,
siguiendo las huellas de Jesús. Es el tiempo de volver a ser fieles; así de
sencillo y así de exigente.
Son tres referencias básicas para entender y vivir nuestra Cuaresma. Nuestro
camino debe suponer, como el de Abrahán, un nuevo “partir” para vivir la
hermosa aventura de la fe; como el de Moisés, debe ser un camino hacia la
libertad; como el de Jesús tiene que ser un camino de conversión a la
fidelidad, que es el único camino hacia la Pascua, hacia la Vida verdadera.
La Cuaresma es un “tiempo de gracia”, un regalo que el Señor nos hace. Se
nos anuncia la fiesta más importante del año, la Pascua, y se nos ofrece este
tiempo para prepararla.
Esa preparación pasa por lo más hondo de nuestro corazón y de nuestra
mente; son los criterios, los sentimientos y las actitudes que han de ser
revisados y convertidos, para que acontezca en nosotros la “pascua”, el
“paso” del “hombre viejo” al “hombre nuevo”; el “paso” de la esclavitud del
egoísmo, (del vivir para sí, para la “auto-conservación”), a la libertad del amor,
que nos hace capaces de encarar la vida como “entrega”, como donación,
como lo hizo Jesús.. Conversión para “salir” del pecado, que nos empobrece y
destruye como personas, endurece nuestros corazones y pervierte nuestras
relaciones fraternas, y ser de este modo “signos” de Resurrección y de Vida
Nueva en el mundo de hoy.
Este acontecimiento no puede reducirse a una vivencia individual, a una
conversión “narcisista” (convertirse para verse mejores). La conversión posee
una dimensión profundamente comunitaria, eclesial. Es en la comunidadiglesia, cuerpo visible del Resucitado Jesús, donde cada bautizado encuentra
la necesidad y la urgencia de la conversión, para no desfigurar el rostro de
Cristo; o mejor, dicho en positivo, para que la Iglesia deje traslucir el rostro
resplandeciente del Resucitado.
Es con este objetivo que la Iglesia instauró este “tiempo fuerte” de
conversión, la Cuaresma, como camino hacia la Pascua Vivían este “tiempo
fuerte” los “catecúmenos” como preparación inmediata para celebrar el
Bautismo en la Vigilia Pascual; lo vivían los “penitentes” públicos, que
recorrían el camino para su reconciliación; lo vivimos los bautizados de todos
los tiempos, para renovar nuestra Pascua, nuestro Bautismo, para volver a la
obediencia de la fe, a la libertad que Jesús conquistó para él y para todos los
hombres, al morir y resucitar, y a la fidelidad al Proyecto del Padre, como
camino para ser felices de verdad siendo de verdad hermanos.-
SUGERENCIAS PARA EL CAMINO
Cuaresma es el camino que tenemos que recorrer, transitar, para llegar a la
meta que es la Pascua. Contamos con una “hoja de ruta” establecida a lo largo
de siglos de experiencia cuaresmal en las comunidades cristianas, podemos
decir.
La Palabra y la Oración (para volver a Dios), la limosna y el ayuno (para
volver al hermano); ayunar para dar al prójimo, pero también para devolver a
los bienes de la creación su dimensión social: los mismos bienes que generan
desigualdad e injusticia han de convertirse en instrumentos de hermandad
(volver a la creación “como hermano”).
La Liturgia dominical, en Cuaresma, tiene un marcado contenido bautismal.
Sobre todo en el ciclo “A”, que puede ser utilizado también aunque estemos en
el “B” o en el “C”. Además se nos ofrece textos bíblicos propios para cada día
de la semana. La Cuaresma es toda ella como una gran Liturgia de la
Palabra.
Aquí ofrecemos esta propuesta de Encuentros – Celebraciones para la
familia o la comunidad, en este año en que la Iglesia uruguaya desea que se
acentúe la “Prioridad” Familia dentro de la Opción “Comunión” (Orientaciones
Pastorales de la CEU).
Se sugiere un punto de partida, para motivar el diálogo y la participación, con
algunas preguntas.
Lectura de un texto de la Palabra de Dios.
Espacio para una pequeña reflexión.
Momento celebrativo con la oración o gesto simbólico.
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PRIMER ENCUENTRO - CELEBRACION
Si la reunión es abierta a los vecinos o a otra comunidad, explicamos
sencillamente por qué nos reunimos y los pasos que vamos a dar.
Proponemos este punto de partida: Quizás algunos hayan visto la película
uruguaya “Artigas”, sobre la Redota, de César Charlone. En el Campamento
se vive un momento difícil. Uno de los hombres de confianza ha traicionado a
Artigas, llevándose parte de la tropa, armas, caballos y dinero. El desánimo
hace mirar para atrás, para los costados. “Escribamos a España; necesitamos
un rey, si no ¿quién nos va a gobernar?” - afirma uno. “No podemos ir a ningún
lado” -sostiene otro-. “Si volvemos a Montevideo nos cuelgan por traidores; si
nos quedamos aquí nos matan los portugueses” (que habían invadido la Banda
Oriental). “En esta situación podemos ser españoles, portugueses, ingleses o
porteños; da lo mismo “– afirma un tercero -. Es entonces que interviene
Artigas diciendo: “O podemos ser nosotros mismos”.
¿Qué nos llama más la atención en este relato?
¿A qué encrucijadas está enfrentado este pueblo? ¿Qué alternativas se le
ofrecen? ¿Qué criterios se manejan ante esta situación?
En la familia siempre se tiene necesidad de hacer opciones, de decidir qué
camino seguir, ¿ante qué situaciones concretas?
¿Qué criterios ofrece la sociedad actual para discernir ante esas “encrucijadas”
que se atraviesan en el camino? (¿el “qué dirán”, lo que más conviene, lo más
cómodo, lo que más rinde?).
Las opciones, las decisiones que se toman ¿repercuten en la vida de una
persona, de la familia, de la sociedad? ¿De qué manera? Pongamos ejemplos.
NOS ILUMINA LA PALABRA DE DIOS.En las raíces de su historia, Israel conserva la memoria de haber vivido
momentos difíciles, momentos cruciales –decimos-; es decir, de verse
enfrentado a encrucijadas. Evoquemos algunos:
“Los israelitas vieron que los egipcios los estaban persiguiendo.
Sintieron mucho miedo…y dijeron a Moisés: “¿Acaso no había tumbas en
Egipto para que nos hayas traído a morir al desierto?, ¿qué has ganado
con sacarnos de Egipto? Te dijimos claramente el Egipto: Déjanos en paz,
y mejor servimos a los egipcios, porque más nos conviene servir a los
egipcios que morir en el desierto”. (Ex 14,10-12).
“En el desierto, los israelitas comenzaron a protestar contra Moisés y
Aarón. Les decían: “¡Ojalá Yavé nos hubiera hecho morir en Egipto! Allí
nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos pan en
abundancia. Ustedes, en cambio, nos han traído a este desierto en que
todo este gentío morirá de hambre” (Ex16, 2-3).
“Acamparon en Rafidim donde el pueblo, sediento, no encontró agua…El
pueblo, atormentado por la sed, murmuró contra Moisés: ¿Por qué nos
has hecho salir de Egipto? ¿Para que ahora muramos de sed con
nuestros hijos y nuestros animales?” (Ex 17,1-3).
(Se recomienda elegir uno de los tres textos).
Reconstruimos brevemente, con la participación de todos, el relato que
acabamos de escuchar.
¿Qué nos llama más la atención?
¿Qué relación encontramos entre estos relatos de la historia de Israel y lo
conversado sobre el Exodo del Pueblo Oriental y lo que se vive en las familias,
en nuestro pueblo o comunidad actualmente?
Ahora miremos a Jesús; él es nuestro principal referente.
“El Espíritu condujo a Jesús al desierto…y después de estar, sin comer
cuarenta días y cuarenta noches, al final, sintió hambre.
Entonces se le acercó el tentador y le dijo: “Si tú eres el Hijo de Dios,
ordena a estas piedras que se conviertan en pan”. Jesús le respondió:
“Está escrito”: “El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que
sale de la boca de Dios”.
Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte
más alta del Templo, diciéndole: “Si tú eres el Hijo de Dios, tírate abajo,
porque está escrito: Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te levarán en sus
manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra”. Jesús le respondió:
“No tentarás al Señor, tu Dios”.
El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver
todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: “Te daré
todo esto, si te postras para adorarme”. Jesús le respondió: “Retírate,
Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás
culto”. (Mateo 4, 1-10).
Según este relato del Evangelio, ¿qué “encrucijadas” encontró Jesús, en su
camino, al comienzo de su misión evangelizadora? ¿Qué caminos le propone
el tentador? ¿Qué opciones tuvo que hacer?
Ponernos en camino hacia la pascua supone hacer opciones; decidir qué
camino seguir. Optar por el camino que Dios nos muestra o el camino que nos
ofrece el “tentador”.
Como los israelitas, como el pueblo del Exodo, también nosotros somos
tentados a mirar para atrás o para los costados. - ¿Qué ejemplos podemos
poner de las ”tentaciones” que hoy pretenden seducirnos y apartarnos del
camino de Dios?
¿Cómo podemos, en esta Cuaresma, conocer mejor el “camino” de Dios, para
seguirlo fielmente, como lo hizo Jesús?
MOMENTO PARA LA ORACION
Se reparten tarjetas o papeletas en blanco, para cada uno. Después de un
momento de silencio cada cual escribe en su tarjeta la principal tentación
o encrucijada que encuentra en su camino. Por ej.: La excesiva
preocupación por lo material / Vivir soñando con un auto nuevo / Sed de
reconocimiento.
Luego hacemos estas peticiones:
Líbranos, Señor, de caer en la tentación.
+ Líbranos, Señor, de la tentación de querer llegar a la “meta final” sin
hacer el camino; de querer la victoria sin la lucha, la felicidad sin la
fidelidad diaria, el éxito sin el esfuerzo:
+ Líbranos, Señor, de querer hacer el camino con el aplauso y la
admiración de los demás; de hacerlo sólo cuando los demás nos ven, nos
aplauden, reconocen quienes somos y qué hacemos, nos felicitan y
agradecen:
+ Líbranos, Señor, de la tentación de hacer el camino amoldado a los
demás, de quererlo recorrer “como” la mayoría, de no saber ir contra
corriente, obedeciendo, sin sentido crítico, las voces exteriores de la
moda y la propaganda:
(Los que se animen a agregar como petición la tentación o encrucijada que
anotaron en la tarjeta, pueden hacerlo ahora: Líbrame, Señor, de … ).
Podemos cerrar la reunión con el Padre Nuestro y un canto.¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨
SEGUNDO ENCUENTRO – CELEBRACION
Partimos de este relato: El encuentro con aquel médico fue una experiencia
inolvidable. Me habían comentado de su aspecto exterior, hasta si se quiere
descuidado, con su pelo largo, barba y vestido muy poco formal. Pero eso pasó
a un plano muy secundario. Aquel hombre, de unos cuarenta años, irradiaba
una gran simpatía, generaba cercanía, parecía que nos conocíamos de
siempre; y respondiendo a mi interés por el ejercicio de su profesión en el
medio rural, hablaba de su vida y de su vocación, con alegría y entusiasmo,
con sencillez y naturalidad. Me hizo sentir feliz el constatar que una persona
así existía; que aquel médico irradiaba una alegría contagiosa, por vivir en el
campo, por recorrer las policlínicas de los pueblos y parajes, por responder al
llamado de cada urgencia, en una extensa zona de nuestra campaña.
Escuchándolo, mientras conversábamos, experimenté que estaba siendo
testigo de una experiencia inefable, diría; de una experiencia de
“transfiguración”. En aquella persona se estaba dejando traslucir una
humanidad preciosa, riquísima, que está muy por encima de lo rastrero, de lo
ambicioso que impera en el mundo de hoy.. Como si uno se dijera a sí mismo:
“¡qué distinto sería el mundo si hubiera muchos como este hombre!”. Y recordé
la frase de Pedro: “¡Maestro, qué bien estamos aquí!” (Mc 9, 5).
Comentamos este relato; y podemos compartir estas preguntas:
¿Conocemos personas que dejan traslucir lo que tienen de más bueno,
luminoso, noble y generoso en su corazón? ¿Existen personas así?
¿Qué ejemplos podríamos compartir?
¿Qué sentimos ante esas personas? ¿Qué nos comunican, qué nos dan?
¿Qué significan para la familia, para la comunidad?
¿Qué impide que todos seamos como esas personas?
NOS ILUMINA LA PALABRA DEL SEÑOR.
Leemos en el Evangelio de San Marcos (9, 2- 8):
Seis días después, Jesús tomó a pedro, santiago y Juan, y los llevó a
ellos solos a un cerro elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos.
Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en
el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés,
conversando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bien
estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra
para Elías”. Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.
Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz:
“Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo”. De pronto miraron a su
alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.” Palabra del
Señor.-
Momento para la reflexión.Reconstruimos, entre todos, lo que dice el texto.
¿Qué nos llama más la atención?
¿Qué relación encontramos entre lo que dice el Evangelio y lo que
conversamos sobre el relato del comienzo y las experiencias que compartimos
nosotros?
Todos los años, en esta segunda semana de nuestro camino hacia la Pascua,
recordamos la experiencia que vivieron, en la cumbre de un cerro, Jesús y sus
discípulos: la Transfiguración. Todo el itinerario cuaresmal es una propuesta
de “Transfiguración”.
El Bautismo nos dio una identidad: la de hijos de Dios; y una vocación:
dejar traslucir nuestra identidad de hijos de Dios, como lo hizo el Hijo
Jesús. Esta es la vocación a la santidad, a dejar traslucir siempre más nuestra
condición de hijos de Dios, como lo fue Jesús.
¿Qué dificulta, qué nos impide dejar traslucir nuestra condición de hijos,
como lo hizo Jesús?
El pecado es la fuerza negativa que va desfigurando nuestra persona. (Cuando
hablamos de una persona destruida por la droga, por el alcohol, decimos: “qué
desfigurada está tal persona”).
La vida nos va deteriorando, nos deshumanizamos, nos desfiguramos. Vamos
perdiendo nuestro parecido con Jesús que nos dio el Bautismo, el parecido con
el Padre.
Este es el tiempo de reencontrarnos con la identidad que nos dio el
Bautismo; el tiempo para reencontrarnos con nuestra vocación básica, la que
nos “transfigura” haciéndonos parecidos a Jesús. ¿Qué es un santo, una
persona santa? Alguien que se parece siempre más a Jesús. Personas que
nos hacen decir: ¡Qué bien estamos aquí!
“Lo que no se transfigura se desfigura”, repetía siempre un amigo.
Cuaresma nos urge a dejarnos transfigurar, liberarnos de las capas que se han
ido sobreponiendo en nuestro corazón, impidiendo que aparezca lo que hay allí
de más bueno, puro, noble y luminoso; lo que hay de Dios en nosotros.
MOMENTO PARA LA ORACION
ACTO PENITENCIAL:
+ ¿Qué “transfiguraciones” y cambios deseamos en este tiempo de
Cuaresma en camino hacia la Pascua? ¿Sólo cambio de ideas?
(Silencio)
TODOS: Señor, ten piedad
+ “Este es mi Hijo muy querido. Escúchenlo” Jesús nos habla de entrega,
de cruz, de grano de trigo que muere.¿Estamos dispuestos a escuchar a
Jesús y a aceptar el camino que nos señala?
(Silencio)
TODOS: Cristo, ten piedad
+ ¡Qué fácil es armar una carpa e instalarnos! ¿Podemos ser una Iglesia
atrayente, que contagia la alegría de vivir la fe, instalados en nuestras
tradiciones, cerrados a lo nuevo, aferrados a los de siempre?
(Silencio)
TODOS: Señor, ten piedad
Rezamos el Padre Nuestro y podemos cerrar la celebración con un canto.
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TERCER ENCUENTRO – CELEBRACION
LA CONVERSION SUPONE UN CAMBIO
En el centro de la mesa o de la reunión colocamos una fuente con agua. Que
sea bien visible.
Podemos iniciar la reunión-celebración con el canto: EL PUEBLO DE DIOS
por el desierto andaba…
Breve introducción:
Podemos comenzar nuestro encuentro conversando sobre las experiencias de
cambios o transformaciones que observamos. Por ejemplo: en la naturaleza,
¿qué cambios observamos? (con el paso de las estaciones, en los ciclos de
siembra, producción, etc.)
¿Qué cambios experimentamos también las personas?
Además de los cambios físicos (crecemos, envejecemos) ¿qué cambios
tenemos que asumir en la vida?
¿Qué implica cambiar? ¿Qué supone para las personas abrirse a una etapa
nueva, salir de su casa, empezar a estudiar, hacer una opción vocacional,
casarse, ser padres?
¿Qué implican esos cambios, qué nos exigen, qué renuncias suponen?
Todo cambio supone un dejar atrás lo que éramos o lo que hacíamos para
abrirnos a algo nuevo, a un futuro nuevo, a una vida nueva.
Cambiar es pasar de lo que éramos a lo que deseamos ser, a lo que nos
proponemos o nos proponen como un horizonte nuevo para nuestra vida; pasar
de lo que hacíamos hasta ahora a lo que vamos a empezar a hacer desde
ahora.
Pero, los cambios se dan también en otros ámbitos de nuestra vida, en
las actitudes, en los criterios, en las conductas. ¿Qué ejemplos podemos
compartir?
De esto ahora nos va a hablar la Palabra de Dios. ¡Escuchemos!
NOS ILUMINA LA PALABRA DEL SEÑOR.
Del Libro del Génesis:
El Señor dijo a Abrám: “Deja tu tierra natal y la casa de tu padre y ve al
país que yo te mostraré. Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré;
engrandecerá tu nombre…” Abrám partió, como el Señor se lo había
ordenado.
Del Libro del Exodo:
El Señor dijo: “Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y
he oído sus gritos de dolor. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por
eso, he bajado a librarlo del poder de los egipcios y a hacerlo subir, desde
aquel país, a un tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y
miel.”
Y el Señor dijo a Moisés: “Ahora ve, yo te envío al Faraón para que
saques de Egipto a mi pueblo, a los israelitas.”
Reflexionamos sobre esta Palabra que hemos escuchado.
¿De qué cambios se habla en estos textos de la Biblia?
¿Qué exigencias plantean? ¿Y qué consecuencias van a tener estos cambios?
¿Qué relación encontramos entre lo que dice la Palabra de Dios y lo que
dijimos nosotros al hablar de los cambios?
CUARESMA es un tiempo de cambios, de convertirnos, para volver a
escuchar la llamada del Señor y ponernos otra vez en camino, como lo hizo
Abrahám y luego Moisés y el pueblo Hebreo.
Teniendo el cuenta lo conversado sobre los cambios ¿de qué tierra nos
propone salir el Señor? ¿De qué pequeñas o grandes esclavitudes quiere
liberarnos en esta Pascua?
GESTO CELEBRATIVO
En nuestro Bautismo “pasamos” por el agua, vivimos nuestro “éxodo”,
dejamos atrás la esclavitud del pecado, para vivir la libertad de los hijos de
Dios.
San Pablo nos dice: “¿No saben ustedes que todos los que fuimos
bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte? Por el
Bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como
Cristo Jesús resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos
una vida nueva.” (Rm 6, 3-4).
Morir para resucitar, renunciar para vivir la Vida Nueva.
La fuente con agua, en el centro de nuestra celebración, nos recuerda nuestro
Bautismo, y nos invita a renovar nuestros compromisos de dejar atrás la vida
vieja, para nacer a la vida nueva, que brota del encuentro con Jesús
resucitado.
Ahora vamos a bendecir a Dios por el agua que en el Bautismo nos hizo nacer
a la Vida nueva. Respondemos: BENDITO SEAS, SEÑOR.
+ Te bendecimos, Padre, porque creaste el agua, para dar vida, calmar
nuestra sed y para fecundar la tierra: BENDITO SEAS, SEÑOR.
+ Te bendecimos, Padre, porque del agua de esta fuente haces brotar la
vida nueva para aquellos que creen en Jesucristo nuestro Salvador:
+ Te bendecimos también porque reúnes en una sola familia a todos los
bautizados en Jesús:
+ Te bendecimos, Padre, porque envías a los bautizados al mundo, para
que anuncien con alegría, a todos los hombres, que Jesús resucitó de la
muerte y nos da una nueva Vida:
+ Te pedimos, Padre, que bendigas (santifiques) esta agua con la que
vamos a recordar y renovar nuestro Bautismo, para vivir de tal manera
que un día podamos alcanzar, siguiendo a Jesús, la Resurrección y la
Vida que dura para siempre. Amén.-
De pie, renovamos nuestros compromisos bautismales. A cada pregunta
vamos a responder diciendo: Sí, renuncio.
+ ¿Renuncian al egoísmo, que nos impide ser hermanos y que engendra
rivalidades, injusticias y desigualdades entre las personas?:
+ ¿Renuncian al materialismo, que hace al hombre esclavo de las cosas, y
no le permite desarrollarse verdaderamente como persona?:
+ ¿Renuncian al individualismo, que nos lleva a vivir la fe al margen de la
comunidad, y nos impide cumplir con nuestros compromisos cristianos?:
+ ¿Renuncian al pecado, que nos empobrece y destruye como personas,
endurece nuestros corazones y pervierte nuestras relaciones fraternas?:
Uno a uno vamos a acercarnos a la fuente con agua, la tocamos con nuestra
mano y después nos hacemos la señal de la cruz diciendo: Yo, (NN.) fui
bautizado en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cerramos nuestra celebración con el canto: Todos unidos (estrofas 1 y 3) u otro
relacionado con el bautismo.
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CUARTO ENCUENTRO – CELEBRACION
En la Pascua aceptamos ser Luz para los demás.
(Prever para el momento celebrativo de esta reunión un cirio y velas para cada
uno)
Punto de Partida:
Caminaba sin saber para donde iba. Se puede decir que miraba sin mirar; iba
como desconectado de la realidad; mi mente estaba totalmente bloqueada;
sólo pensaba en lo que me había sucedido, en la horrible equivocación que
había cometido. Trataba de imaginarme que no había pasado nada, que todo
era una falsa ilusión; pero ese intento de pacificación era arrancado
abruptamente por un sentimiento de culpa que, como un tsunami, destruía sin
piedad mis argumentos reconciliadores. Todo era oscuridad, solo oscuridad. A
pesar de eso, pude ver a Pedro, que venía caminando hacia mí. Lo primero
que sentí fueron ganas de desaparecer. Pero aquel amigo ni me dio tiempo
para pensar qué hacer. Me abrazó con fuerza; me dejó llorar sobre su hombro;
y después me dijo: “¡Fuerza! Mi amigo, estoy contigo. ¡Vamos arriba! ¡Animo!
que la vida continúa”. Aquel abrazo apretado y aquellas palabras me llegaron
como un rayo de luz que disipaba la densa oscuridad, que me hacía sentir
totalmente perdido y que me impedía ver mi situación con otros ojos.
Tratamos de reconstruir, entre todos, este relato.
¿Qué situaciones podemos sugerir en las que las personas se sienten como el
protagonista de este relato?
¿Hemos vivido alguna vez la experiencia de vernos atrapados por la oscuridad
de un problema o situación, frente a la que nos sentimos impotentes?
¿Qué fue Pedro para el protagonista de este relato?
¿Conocemos personas que son luz para los demás? ¿De qué manera son luz
para el otro?
¿Qué ejemplos podemos poner de personas que han sido luz para nosotros?
Muchas personas, como Pedro, son luz cuando “hacen ver” con otros ojos
los problemas que atrapan a las personas; pero podemos decir también que
“son luz” cuando viven actitudes que “dejan ver” lo que tienen de más
luminoso, de más noble y puro en su corazón; entonces están dejando traslucir
la luz de su bondad.
Ahora vamos a escuchar qué nos dice el Señor sobre esto que estamos
conversando. En silencio, disponemos nuestros oídos y nuestro corazón para
escuchar su Palabra.
NOS ILUMINA LA PALABRA DEL SEÑOR.
(En este momento encendemos el cirio o vela que debemos colocar sobre un
candelero, en el centro de la reunión o sobre la mesa)
Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en
tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. (Jn 8, 12)
“Ustedes son la luz del mundo…Por eso, así debe brillar ante los ojos de
los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas
obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo”. (Mt 5, 14.16)
¿Qué nos llama más la atención en estas palabras de Jesús?
¿Qué relación encontramos entre estos textos del Evangelio con el relato que
vimos al principio, y con las experiencias que compartimos?
¿Con qué sentido podemos decir que Jesús es luz?
¿Con qué sentido Jesús dice: “Ustedes son la luz del mundo…”?
Jesús es Luz, porque él nos hace ver, nos señala el camino por donde ir.
Pero, Jesús es Luz, porque nadie como él dejó traslucir, en su actuar, en
sus gestos y en sus palabras, la luz que había en su corazón.
¿Qué luz recibimos de Jesús para recorrer el camino de la Cuaresma hacia la
Pascua?
Siguiendo las huellas de Jesús, ¿cómo podemos nosotros ser luz para nuestra
familia, para nuestros vecinos, compañeros de estudio o de trabajo, y en
nuestra comunidad?
GESTO CELEBRATIVO
Invitamos a cada uno a encender su propio cirio o vela en la llama del Cirio
que está en el centro.Al volver con la vela encendida a la ronda de participantes, cada uno dice:
“Acepto la Luz de Cristo y me comprometo a hacerla brillar en mi vida”.
(También puede hacerse este gesto comunicándose la luz unos a otros. El que
ofrece la llama dice: Esta es la luz de Cristo. Al recibir la llama de su vecino,
cada uno dice: Acepto la luz…)
Cantamos: Liberador de Nazaret o Esta es la luz de Cristo, para terminar la
celebración.-
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