1 (Al final, esquema más breve: ****) HERENCIA MARIANA Y SACERDOTAL DE JUAN PABLO II UN HERENCIA MARIANA SACERDOTAL PARA TIEMPOS NUEVOS Su última invitación: Carta del Jueves Santo 2005, n.8 (infra) Su experiencia personal “Don y misterio” (1996): experiencia personal, “hilo mariano”, devociones de adolescencia. En su juventud: cambio con dimensión más cristológica leyendo a S. Luís Mª Grignion de Montfort (Tratado de la verdadera devoción). “Estaba convencido que María nos conduce a Cristo, pero entonces comencé a comprender que también Cristo conduce a Maria” Al final de su biografía, la ofrece su testimonio a la Virgen para que la haga “fecunda en el corazón de los hermanos sacerdotes” “Totus tuus”, en relación al “fiat” de María. Lo explica muchas veces durante su Pontificado: primer mensaje, RVM, discursos, primera visita a SMM (1978), etc. Su enseñanza doctrinal mariana en general Continuidad con LG y MC Visita a Santuarios y mensajes RMa: “Mediación materna”, “comunión de vida”, “presencia activa y materna”, “dejarla entrar”, “espiritualidad mariana”, “nueva maternidad” María en la vida y ministerio sacerdotal Documentos: Pastores dabo vobis (1992), Pastores Gregis (2003). Cartas del Jueves Santo (1979-2005). En la línea de PO 18: “En la Santísima Virgen María encuentran siempre un ejemplo admirable de esta docilidad; ella, guiada por el Espíritu Santo, se entregó totalmente al misterio de la redención de los hombres; veneren y amen los presbíteros con filial devoción y veneración a esta Madre del Sumo 2 y Eterno Sacerdote, Reina auxilio de su ministerio”. de los Apóstoles y “Amen y veneren con amor filial a la Santísima Virgen María, que al morir Cristo Jesús en la cruz fue entregada como madre al discípulo” (OT 8 y PDV 45) La invitación de Juan Pablo II en "Pastores dabo vobis" indica las pistas de un "Cenáculo" permanente, en el que, gracias a la presencia activa de María, "Madre de los sacerdotes" y "Reina de los Apóstoles", tendrá lugar "una extraordinaria efusión del Espíritu de Pentecostés... La Iglesia está dispuesta a responder a esta gracia" (PDV 82). "Por eso, nosotros los sacerdotes estamos llamados a crecer en una sólida y tierna devoción a la Virgen María, testimoniándola con la imitación de sus virtudes y con la oración frecuente" (ibídem). La dimensión mariana de la espiritualidad sacerdotal es imprescindible para conseguir la "unidad" afectiva y efectiva de la comunidad eclesial de la Iglesia particular y de su Presbiterio (cfr. Act 1,14). "Cada aspecto de la formación sacerdotal puede referirse a María como la persona humana que mejor que nadie ha correspondido a la vocación de Dios; que se ha hecho sierva y discípula de la Palabra hasta concebir en su corazón y en su carne al Verbo hecho hombre para darlo a la humanidad... Con su ejemplo y mediante su intercesión, la Virgen santísima sigue vigilando el desarrollo de las vocaciones y de la vida sacerdotal en la Iglesia" (PDV 82). María es modelo de todas las vocaciones: “En íntima unión con Cristo, María, la Virgen Madre, ha sido la criatura que más ha vivido la plena verdad de la vocación, porque nadie como Ella ha respondido con un amor tan grande al amor inmenso de Dios” (PDV 36) En Cenáculo con María, esperando Espíritu Santo (PDV 38 y 82): la venida del “Así se podrá revivir la experiencia de los apóstoles, que en el Cenáculo, unidos con María, esperan en oración la venida del Espíritu (cf. Hch 1, 14), que no dejará de suscitar también hoy en el Pueblo de Dios «dignos ministros del altar, 3 testigos valientes y humildes del Evangelio»” (PDV 38) “María como la persona humana que mejor que nadie ha correspondido a la vocación de Dios; que se ha hecho sierva y discípula de la Palabra hasta concebir en su corazón y en su carne al Verbo hecho hombre para darlo a la humanidad; que ha sido llamada a la educación del único y eterno Sacerdote, dócil y sumiso a su autoridad materna. Con su ejemplo y mediante su intercesión, la Virgen santísima sigue vigilando el desarrollo de las vocaciones y de la vida sacerdotal en la Iglesia. Por eso, nosotros los sacerdotes estamos llamados a crecer en una sólida y tierna devoción a la Virgen María, testimoniándola con la imitación de sus virtudes y con la oración frecuente. Oh María, Madre de Jesucristo y Madre de los sacerdotes: acepta este título con el que hoy te honramos para exaltar tu maternidad y contemplar contigo el Sacerdocio de tu Hijo unigénito y de tus hijos, oh Santa Madre de Dios. Madre de Cristo, que al Mesías Sacerdote diste un cuerpo de carne por la unción del Espíritu Santo para salvar a los pobres y contritos de corazón: custodia en tu seno y en la Iglesia a los sacerdotes, oh Madre del Salvador. Madre de la fe, que acompañaste al templo al Hijo del hombre, en cumplimiento de las promesas hechas a nuestros Padres: presenta a Dios Padre, para su gloria, a los sacerdotes de tu Hijo, oh Arca de la Alianza. Madre de la Iglesia, que con los discípulos en el Cenáculo implorabas el Espíritu para el nuevo Pueblo y sus Pastores: alcanza para el orden de los presbíteros la plenitud de los dones, 4 oh Reina de los Apóstoles. Madre de Jesucristo, que estuviste con Él al comienzo de su vida y de su misión, lo buscaste como Maestro entre la muchedumbre, lo acompañaste en la cruz, exhausto por el sacrificio único y eterno, y tuviste a tu lado a Juan, como hijo tuyo: acoge desde el principio a los llamados al sacerdocio, protégelos en su formación y acompaña a tus hijos en su vida y en su ministerio, oh Madre de los sacerdotes. Amén. (PDV 82) Cartas del Jueves Santo (1978-2005). Fragmentos marianos en cartas de: 1979 (n.11), 1982 (n.10), 1988 (nn.4-8), 1995 (nn.3-4), 2005 (n.8 y conclusión) La primera carta de Jueves Santo (1979) es programática, también para la doctrina mariana sacerdotal: Referencia al discípulo amado: "Queridos Hermanos, al comienzo de mi ministerio os encomiendo a todos a la Madre de Cristo, que de modo particular es nuestra Madre: la Madre de los Sacerdotes. De hecho, al discípulo predilecto, que siendo uno de los Doce había escuchado en el Cenáculo las palabras: “Haced esto en memoria mía” (56). Cristo, desde lo alto de la Cruz, lo señaló a su Madre, diciéndole: “He ahí a tu hijo”. (57) El hombre, que el Jueves Santo recibió el poder de celebrar la Eucaristía, con estas palabras del Redentor agonizante fue dado a su Madre como “hijo”. Todos nosotros, por consiguiente, que recibimos el mismo poder mediante la Ordenación sacerdotal, en cierto sentido somos los primeros en tener el derecho a ver en ella a nuestra Madre” (n.11). El Papa presenta su propia experiencia mariana: “Deseo, por consiguiente, que todos vosotros, junto conmigo, encontréis en María la Madre del sacerdocio, que hemos recibido de Cristo. Deseo, además, que confiéis particularmente a Ella 5 vuestro sacerdocio. Permitir que yo mismo lo haga, poniendo en manos de la Madre de Cristo a cada uno de vosotros sin excepción alguna de modo solemne y, al mismo tiempo, sencillo y humilde. Os ruego también, amados Hermanos, que cada uno de vosotros lo realice personalmente, como se lo dicte su corazón, sobre todo el propio amor a Cristo Sacerdote, y también la propia debilidad, que camina a la par con el deseo del servicio y de la santidad. Os lo ruego encarecidamente” (n.11; repitirá la invitación en la última carta, 2005) El camino mariano es cristológico y eclesial: “La Iglesia de hoy habla de sí misma sobre todo en la Constitución dogmática Lumen gentium. También aquí, en el último Capítulo, ella confiesa que mira a María como Madre de Cristo, porque se llama a sí misma madre y desea ser madre, engendrando para Dios los hombres a una vida nueva. (58). Oh, queridos Hermanos. ¡Qué cerca de esta causa de Dios estáis vosotros! ¡Cuán profundamente ella está impresa en vuestra vocación, ministerio y misión! En consecuencia, junto con el Pueblo de Dios, que mira a María con tanto amor y esperanza, vosotros debéis recurrir a Ella con esperanza y amor excepcionales. De hecho, debéis anunciar a Cristo que es su hijo; ¿Y quién mejor que su Madre os transmitirá la verdad acerca de El?” (ibídem). Es espiritualidad eminentemente ecuarística: “Tenéis que alimentar los corazones humanos con Cristo; ¿Y quién puede hacerles más conscientes de lo que realizáis, si no la que lo ha alimentado? “Salve, o verdadero Cuerpo, nacido de la Virgen María”. Se da en nuestro sacerdocio ministerial la dimensión espléndida y penetrante de la cercanía a la Madre de Cristo. Tratemos pues de vivir en esta dimensión. Si es lícito recurrir aquí a la propia experiencia, os diré que, escribiéndoles, recurro sobre todo a mi experiencia personal” (ibídem). En la carta del Jueves Santo de 1982, subraya el tema del Cenáculo, para vivir la Eucaristía en dimensión mariana. A nosotros se nos ha confiado el mismo Cuerpo y Sangre que se formó en el seno de María. Pedimos al Espíritu Santo, por intercesión de María, una convicción y vivencia profunda de nuestra vocación y de nuestra misión, para una gran 6 disponibilidad en nuestro ministerio (cfr. n.10). La carta del Jueves Santo de 1988 (año mariano) está dedicada a la relación de María con el sacerdote ministro. Se invita a recibir a María como la recibió el discípulo amado. La “paternidad sacerdotal” se expresa como “madurez apostólica y paternidad espiritual”. Por esto, “la verdad de la maternidad de la Iglesia, con el ejemplo de la Madre de Dios, se nos hace cercana a nuestra conciencia sacerdotal” (n.4; cita Gal 4,19). “Si la Iglesia entera aprende de maría la propia maternidad (cfr. RMa 43), ¿no será también necesario que los hagamos nosotros? Conviene, pues, que cada uno de nosotros la tome en la propia casa Que cada uno de nosotros permita a María ocupar un espacio en la casa del propio sacerdocio sacramental, como Madre y Mediadora de aquel grande misterio (cfr. Ef 5,32) que todos queremos servir con nuestra via” (n.4) El haber escogido la vida celibataria nos relaciona más estrechamente con esta maternidad virginal de María. Por esto “nuestra decisión sacerdotal del celibato para toda la vida conviene depositarla también en su corazón” (n.5). La entrega de María a Juan como Madre, da a entender la relación con los demás Apóstoles, llamaos “amigos” de Cristo. “La Madre de Cristo sabe todo esto Ella misma coopera con amor de Madre a la regeneración y a la formación de todos aquellos que se convierten en hermanos de su Hijo, que han llegado a ser sus amigos, y hará que puedan no defraudar esta santa amistad” (n.6). En el ministerio sacerdotal, ella es modelo y ayuda para cuidar de la comunidad eclesial, como en el Cenáculo (n.7). En el “Magnificat” que recitamos todo los días: “Agradecemos también a María por el inefable don del sacerdocio, por medio del cual podemos servir en la Iglesia a todo ser humano Agradecemos con María Madre de los sacerdotes” (n.8). "Que cada uno de nosotros permita a María que ocupe un lugar en la casa del propio sacerdocio sacramental, como Madre y Mediadora de aquel gran misterio (cfr. Ef 5,32), que todos deseamos servir 7 con nuestra vida" (Juan Pablo II, Carta del Jueves Santo, 1988). La carta del Jueves Santo de 1995, presenta la figura de María, para descrubrir en ella la dignidad de la mujer (se remite a la encíclica “Mulieris Dignitatem” de 1988). En la Eucaristía, que celebramos presidiendo, recordamos que el “cuerpo” y la “sangre” de Jesús proceden del seno de María (carta, n.3). Puesto que “en el sacrificio de Cristo se esconde el inefable amor de su Madre al mismo tiempo está escondida allí la maternidad y, gracias a ella, la femineidad del sacramento del Orden” (n.3) Ultima carta, Jueves Santo 2005: “Una existencia “eucarística" aprendida de María: Como he recordado en la Encíclica Ecclesia de Eucharistia (cf. nn. 53-58), la Santísima Virgen tiene una relación muy estrecha con la Eucaristía ¿Quién puede hacernos gustar la grandeza del misterio eucarístico mejor que María? Nadie cómo ella puede enseñarnos con qué fervor se han de celebrar los santos Misterios y cómo hemos estar en compañía de su Hijo escondido bajo las especies eucarísticas. Así pues, la imploro por todos vosotros, confiándole especialmente a los más ancianos, a los enfermos y a cuantos se encuentran en dificultad. En esta Pascua del Año de la Eucaristía me complace hacerme eco para todos vosotros de aquellas palabras dulces y confortantes de Jesús: " Ahí tienes a tu madre " (Jn 19, 27)” (n.8) La Exhortación Apostólica Pastores Gregis (2003) presenta a María como “Madre de la Esperanza” en la vida ministerial (n.3). Para ser fieles a la acción del Espíritu Santo, invita a cultivar una “particular y filial devoción a la Virgen María, que es perfecta Maestra de vida espiritual” (n.13). La “presencia materna de la Virgen María, es sostén de la vida espiritual” (n.14). La referencia al Cenáculo de Pentecostés, es como el espejo o icono, donde se encuentra “el lazo indisoluble entre María y los sucesores de los Apóstoles” (n.14). María es modelo de fidelidad a la Palabra y de constante referencia a la liturgia, como actitud de escucha, 8 oración y ofrecimiento. La encíclica 2003): Ecclesia de Eucharistia (17 abril Sentimientos de María: “¿Cómo imaginar los sentimientos de María al escuchar de la boca de Pedro, Juan, Santiago y los otros Apóstoles, las palabras de la Última Cena: «Éste es mi cuerpo que es entregado por vosotros» (Lc 22, 19)? Aquel cuerpo entregado como sacrificio y presente en los signos sacramentales, ¡era el mismo cuerpo concebido en su seno! Recibir la Eucaristía debía significar para María como si acogiera de nuevo en su seno el corazón que había latido al unísono con el suyo y revivir lo que había experimentado en primera persona al pie de la Cruz" (n.56). CONCLUSION: UN TIEMPOS NUEVOS HERENCIA MARIANA SACERDOTAL PARA La vita sacerdotale è in rapporto alla maternità ed esemplarità di Maria (associata a Cristo), per arrivare alla maturità apostolica e paternità spirituale, che comunica senso alla virginità-celibato. Si vuol convivere con Maria e come Maria, con speranza gioiosa (fiducia e tensione di generosità), seguendo Maria come Madre e Maestra di vita spirituale, in comunione di vita (come il discepolo amato). "Que cada uno de nosotros permita a María que ocupe un lugar en la casa del propio sacerdocio sacramental, como Madre y Mediadora de aquel gran misterio (cfr. Ef 5,32), que todos deseamos servir con nuestra vida" (Juan Pablo II, Carta del Jueves Santo, 1988, n .4). "La espiritualidad sacerdotal no puede considerarse completa, sin no toma seriamente en consideración el testamento de Cristo crucificado... Todo presbítero sabe que María, por ser Madre, es la formadora eminente de su sacerdocio, ya que ella es quien sabe modelar el corazón sacerdotal" (Directorio n.68). 9 Es "Madre de los sacerdotes" (Carta del Jueves Santo 1979). "En cierto modo, somos los primeros en tener derecho a ver en ella a nuestra Madre" (ibídem). Por esto, "conviene que se profundice constantemente nuestro vínculo espiritual con la Madre de Dios" (ibídem). La fidelidad a la consagración y a la misión (participada de Cristo) en todos los momentos de la vida y ministerio del sacerdote es la esencia de su espiritualidad. "De esta docilidad hallarán siempre un maravilloso ejemplo en la Bienaventurada Virgen María, que, guiada por el Espíritu Santo, se consagró toda al ministerio de la redención de los hombres" (PO 18). 10 (****Esquema más breve) HERENCIA MARIANA Y SACERDOTAL DE JUAN PABLO II PARA TIEMPOS NUEVOS Su experiencia personal “Don y misterio” (1996): experiencia personal, “hilo mariano”, devociones de adolescencia. En su juventud: cambio con dimensión más cristológica leyendo a S. Luís Mª Grignion de Montfort (Tratado de la verdadera devoción. “Totus tuus”, en relación al “fiat” de María Su enseñanza doctrinal mariana en general Continuidad con LG y MC. Visita a Santuarios y mensajes RMa: “Mediación materna”, “comunión de vida”, “presencia activa y materna”, “dejarla entrar”, “espiritualidad mariana”, “nueva maternidad” María en la vida y ministerio sacerdotal Documentos: Pastores dabo vobis (1992), Pastores Gregis (2003). Cartas del Jueves Santo (1979-2005). En la línea de PO 18 y OT 8. “Amen y veneren con amor filial a la Santísima Virgen María, que al morir Cristo Jesús en la cruz fue entregada como madre al discípulo” (OT 8 y PDV 45) Pastores dabo vobis: La invitación de Juan Pablo II en "Pastores dabo vobis" indica las pistas de un "Cenáculo" permanente, en el que, gracias a la presencia activa de María, "Madre de los sacerdotes" y "Reina de los Apóstoles", tendrá lugar "una extraordinaria efusión del Espíritu de Pentecostés” (PDV 82). “Con su ejemplo y mediante su intercesión, la Virgen santísima sigue vigilando el desarrollo de las vocaciones y de la vida sacerdotal en la Iglesia" (PDV 82). “Por eso, nosotros los sacerdotes estamos llamados a crecer en una sólida y tierna devoción a la Virgen María, testimoniándola con la imitación de 11 sus virtudes y con la oración frecuente Oh María acoge desde el principio a los llamados al sacerdocio, protégelos en su formación y acompaña a tus hijos en su vida y en su ministerio, oh Madre de los sacerdotes” (PDV 82) Cartas del Jueves Santo (1978-2005): Fragmentos marianos en cartas de: 1979 (n.11), 1982 (n.10), 1988 (nn.4-8), 1995 (nn.3-4), 2005 (n.8 y conclusión) La del Jueves Santo (1979) es programática, también para la doctrina mariana sacerdotal: “Todos nosotros, por consiguiente, que recibimos el mismo poder mediante la Ordenación sacerdotal, en cierto sentido somos los primeros en tener el derecho a ver en ella a nuestra Madre” (n.11). Presenta su propia experiencia mariana: “Deseo, por consiguiente, que todos vosotros, junto conmigo, encontréis en María la Madre del sacerdocio, que hemos recibido de Cristo Os lo ruego encarecidamente De hecho, debéis anunciar a Cristo que es su hijo; ¿Y quién mejor que su Madre os transmitirá la verdad acerca de El... Si es lícito recurrir aquí a la propia experiencia, os diré que, escribiéndoles, recurro sobre todo a mi experiencia personal” (n.11). En la carta del Jueves Santo de 1982, subraya el tema del Cenáculo, para vivir la Eucaristía en dimensión mariana. La carta del Jueves Santo de 1988 (año mariano) está dedicada a la relación de María con el sacerdote ministro. Se invita a recibir a María como la recibió el discípulo amado. La “paternidad sacerdotal” se expresa como “madurez apostólica y paternidad espiritual”. Por esto, “la verdad de la maternidad de la Iglesia, con el ejemplo de la Madre de Dios, se nos hace cercana a nuestra conciencia sacerdotal” (n.4; cita Gal 4,19). “Nuestra decisión sacerdotal del celibato para toda la vida conviene depositarla también en su corazón” (n.5). "Que cada uno de nosotros permita a María que ocupe un lugar en la casa del propio sacerdocio sacramental, como Madre y Mediadora de aquel gran misterio (cfr. Ef 5,32), que todos deseamos servir con nuestra vida" (ibídem) 12 La carta del Jueves Santo de 1995, presenta la figura de María, para descrubrir en ella la dignidad de la mujer. Puesto que “en el sacrificio de Cristo se esconde el inefable amor de su Madre al mismo tiempo está escondida allí la maternidad y, gracias a ella, la femineidad del sacramento del Orden” (n.3) Ultima carta, Jueves Santo 2005: “Como he recordado en la Encíclica Ecclesia de Eucharistia (cf. nn. 53-58), la Santísima Virgen tiene una relación muy estrecha con la Eucaristía ¿Quién puede hacernos gustar la grandeza del misterio eucarístico mejor que María?... En esta Pascua del Año de la Eucaristía me complace hacerme eco para todos vosotros de aquellas palabras dulces y confortantes de Jesús: " Ahí tienes a tu madre " (Jn 19, 27)” (n.8) La Exhortación Apostólica Pastores Gregis (2003) presenta a María como “Madre de la Esperanza” en la vida ministerial (n.3). Invita a cultivar una “particular y filial devoción a la Virgen María, que es perfecta Maestra de vida espiritual” (n.13). La “presencia materna de la Virgen María, es sostén de la vida espiritual” (n.14) La encíclica Ecclesia de Eucharistia (17 abril 2003): “¿Cómo imaginar los sentimientos de María al escuchar de la boca de Pedro, Juan, Santiago y los otros Apóstoles, las palabras de la Última Cena: «Éste es mi cuerpo que es entregado por vosotros» (Lc 22, 19)?”