Poesía del 4 de Junio de 1878. A la que es Madre del Verbo, la pido me dé su gracia, para poder explicar de este pueblo la desgracia. El año setenta y ocho, para Abades ha de ser, de eterna y triste memoria por lo que ha pasado en él. Año atroz, año horroroso, año de calamidad, año siempre memorable para el labrador será. El día cuatro de Junio se preparó un gran nublado, y en menos de un cuarto de hora todo lo dejó asolado. A eso de las cuatro y media un rumor ha principiado, los que en el campo se encuentran quedan atemorizados. Y las gentes afligidas todos a llorar se echaron, al ver que los edificios todos quedan destrozados. Pues descargó tanta piedra y su tamaño era tal, que del grosor de naranjas era su capacidad. Vertiendo sangre venían los que les cogió en el campo, y en el pueblo no se oye más que suspiros y llantos. Y como vio que era cierto toda la verdad del caso, el Gobierno comunica muy por mayor el fracaso. Y al momento determina abrir una suscrición, para socorrer con ella al infeliz labrador. También una carretera al punto ha mandado hacer para el que quiera trabajo que se pueda socorrer. Aunque el jornal es muy corto todos le quieren ganar, para no morirse de hambre y comer un poco pan. ¡Válgame Dios de los cielos quien lo hubiera decir, que muchos que fueron amos se pusieron a servir. ABADES esta perdido, y si Dios no lo remedia dentro de poco será vctima de la miseria. Aquí no se puede estar tampoco se puede vivir, tras de no tener un cuarto todo se vuelve pedir. Unos claman a la Virgen, otros a Jesús Sagrado, pidiendo les amparase en tan lamentable estado. Un nublado semejante que causa tanto daño, no se ha conocido tal hace cuatrocientos años. Allí era ver en el campo muertas, liebres y perdices, las palomas, alcotanes, pájaros y codornices. Las cigüeñas de la torre también se cayeron muertas, no pudiendo resistir la fuerza de la tormenta. A “Corujo” el pastor, le pilló en las Manoteras, y el pobrecillo decía, “ muero de todas maneras”. Y las mieses enterradas, ¡Válgame Dios qué dolor! ya se acabo la esperanza para el pobre labrador. Cuando pensaban coger el futuro de sus sudores en un momento perdieron de dos años sus labores. Viéndose en el pueblo de Abades en tanta necesidad, suplicaron al Gobierno que tuviera caridad. Y el gobierno compasivo lo mandó a reconocer, viniendo el perito al punto el término a recorrer. ¡Desgraciado labrador cuándo tienes que sufrir, cuánta vergüenza pasar para comer y vestir!. Si lo llevas con paciencia y tienes resignación, puede que Dios te conceda de tus culpas el perdón. ¿OH, Virgen de los Remedios! Mirad el pueblo de Abades, y en los años venideros librarle de tempestades. Y haced por que todos cojan una abundante cosecha, y que libres de nublados puedan celebrar tu fiesta. No permitas ¡Virgen Santa! de que algunos desgraciados, al verse como se ven que mueran desesperados. Por que la necesidad que algunos están pasando, será causa de que hagan algún terrible atentado. Que se llegan a sufrir segunda calamidad, irán muchos infelices a implorar la caridad. Y los que tuvisteis suerte de libraros del nublado, no les neguéis el socorro si los veis a vuestro lado. Porque Dios manda que améis y que al pobre deis la mano, que así lo manda su ley pues todos somos hermanos. Aquí termina la historia de aquel terrible nublado, que se escribe en recuerdo de nuestros antepasados. Y el que escribe este papel a todos pide perdón, que disimulen las faltas que hubiera en algún renglón. Fermín Aragoneses.