BOLETIN DE LA PAS†ORAL DE LA SALUD SAN CAMILO BOLIVIA Febrero 2010 MENSAJE DEL PAPA PARA LA JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO 2010 11 DE FEBRERO “La enfermedad puede convertirse en escuela de esperanza” ¡Queridos hermanos y hermanas! El próximo 11 de febrero, memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes, se celebrará en la Basílica Vaticana la XVIII Jornada Mundial del Enfermo. La feliz coincidencia con el 25º aniversario de la institución del Consejo Pontificio para los Agentes Sanitarios constituye un motivo más para agradecer a Dios el camino recorrido hasta ahora en el sector de la pastoral de la salud. Deseo de corazón que ese aniversario sea ocasión para un celo apostólico más generoso en el servicio a los enfermos y a todos los que cuidan de ellos. Con la Jornada Mundial del Enfermo anual la Iglesia intenta, en efecto, sensibilizar sobre el terreno a la comunidad eclesial sobre la importancia del servicio pastoral en el vasto mundo de la salud, servicio que es parte integrante de su misión, ya que se inscribe en el surco de la misma misión salvífica de Cristo. Él, Médico divino, "pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo" (Hechos. 10,38). En el misterio de su pasión, muerte y resurrección, el sufrimiento humano alcanza el sentido y la plenitud de la luz. En la Carta apostólica Salvifici doloris, el Siervo de Dios Juan Pablo II tiene palabras iluminadoras al respecto: "El sufrimiento humano -escribió él- ha alcanzado su culmen en la pasión de Cristo. Y a la vez ésta ha entrado en una dimensión completamente nueva y en un orden nuevo: ha sido unida al amor, a aquel amor del que Cristo hablaba a Nicodemo, a aquel amor que crea el bien, sacándolo incluso del mal, sacándolo por medio del sufrimiento, así como el bien supremo de la redención del mundo ha sido sacado de la cruz de Cristo, y de ella toma constantemente su arranque. La cruz de Cristo se ha convertido en una fuente de la que brotan ríos de agua viva" (n. 18). El Señor Jesús en la Última Cena, antes de volver al Padre, se inclinó para lavar los pies a los Apóstoles, anticipando el supremo acto de amor de la Cruz. Con ese gesto ha invitado a sus discípulos a entrar en su misma lógica del amor que se da especialmente a los más pequeños y a los necesitados (cf. Juan 13, 12-17). Siguiendo su ejemplo, todo cristiano está llamado a revivir, en contextos diversos y siempre nuevos, la parábola del buen Samaritano, el cual, pasando al lado de un home dejado medio muerto por los ladrones en el borde del camino, "al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia Nº 50 cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: "Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva" (Lucas 10, 33-35). Al final de la parábola, Jesús dice: "Vete y haz tú lo mismo" (Lucas 10,37). Con estas palabras se dirige también a nosotros. Nos exhorta a descender a las heridas del cuerpo y del espíritu de tantos hermanos y hermanas nuestras que encontramos en los caminos del mundo; nos ayuda a comprender que, con la gracia de Dios acogida y vivida en la vida de cada día, la experiencia de la enfermedad y del sufrimiento puede convertirse en escuela de esperanza. En verdad, como he afirmado en la Encíclica Spe salvi, "Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito" (n. 37). Ya el Concilio Ecuménico Vaticano II recordaba la importante tarea de la Iglesia de atender el sufrimiento humano. En la constitución dogmática Lumen gentium leemos que "como Cristo... he sido enviado por el Padre 'para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos' (Lucas 4,18), 'a buscar y salvar lo que estaba perdido' (Lucas 19,10); de manera semejante la Iglesia abraza a todos los afligidos por la debilidad humana, más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en aliviar sus necesidades y pretende servir en ellos a Cristo" (n. 8). Esta acción humanitaria y espiritual de la comunidad eclesial hacia los enfermos y los que sufren a lo largo de los siglos se expresa en múltiples formas y estructuras sanitarias también de carácter institucional. Querría aquí recordar las que están directamente gestionadas por las diócesis y las que han nacido de la generosidad de varios Institutos religiosos. Se trata de un precioso "patrimonio" que responde al hecho de que "el amor necesita también una organización, como presupuesto para un servicio comunitario ordenado" (encíclica Deus caritas est, 20). La creación del Consejo Pontificio para los Agentes Sanitarios, hace veinticinco años, forma parte de esa solicitud eclesial por el mundo de la salud. Y debo añadir que, en el actual momento histórico-cultural, se experimenta todavía más la exigencia de una presencia eclesial atenta y sobre el terreno al lado de los enfermos, así como de una presencia en la sociedad capaz de transmitir de manera eficaz los valores evangélicos para la tutela de la vida humana en todas sus fases, desde su concepción hasta su fin natural. Querría aquí retomar el Mensaje a los pobres, a los enfermos y a todos los que sufren, que los Padres conciliares dirigieron al mundo al final del Concilio Ecuménico Vaticano II: "Todos vosotros que sentís más el peso de la cruz --dijeron-- ... vosotros que lloráis... vosotros los que experimentáis el dolor, tened ánimo: vosotros sois los preferidos del reino de Dios, el reino de la esperanza, de la bondad y de la vida; vosotros sois los hermanos de Cristo paciente y con El, si queréis, salváis al mundo". Agradezco de corazón a las personas que, cada día, " realizan un servicio para con los que están enfermos y los que sufren", haciendo que "el apostolado de la misericordia, al que se dedican, responda cada vez mejor a las nuevas exigencias" (Juan Pablo II, constitución apostólica. Pastor Bonus, art. 152). En este Año Sacerdotal, mi pensamiento se dirige particularmente a vosotros, queridos sacerdotes, "ministros de los enfermos", signo e instrumento de la compasión de Cristo, que debe llegar a todo hombre marcado por el sufrimiento. Os invito, queridos presbíteros, a no escatimar al ofrecer vuestro cuidado y consuelo. El tiempo transcurrido al lado de quien se encuentra en la prueba se revela fecundo de gracia para todas las demás dimensiones de la pastoral. Me dirijo finalmente a vosotros, queridos enfermos, y os pido que recéis y ofrezcáis vuestros sufrimientos por los sacerdotes, para que puedan mantenerse fieles a su vocación y su ministerio sea rico en frutos espirituales, a beneficio de toda la Iglesia Con esos sentimientos, imploro sobre los enfermos, así como sobre los que les asisten, la maternal protección de María Salud de los Enfermos, y a todos imparto de corazón la Bendición Apostólica. Desde el Vaticano, 22 de Noviembre de 2009, Solemnidad de N.S. Jesucristo, Rey del Universo. CARTA DEL PRESIDENTE DEL PONTIFICIO CONSEJO PARA LOS AGENTES SANITARIOS A LOS ENFERMOS Y A LOS QUE SUFREN EN EL MUNDO CON OCASIÓN DEL AÑO SACERDOTAL Queridos Hermanos y Hermanas Enfermos Venerados Hermanos Obispos y Sacerdotes, responsables de la pastoral de los enfermos Estimadas Asociaciones de Enfermos A todos vosotros que prestáis el precioso servicio a los Enfermos Estamos en pleno desarrollo del Año Sacerdotal convocado por Benedicto XVI el 19 de junio de 2009 con ocasión del 150° aniversario del nacimiento de Juan María Vianney, el Santo Patrón de todos los párrocos del mundo. En la Carta para la convocación del Año Sacerdotal el Santo Padre escribe: «Este año es una ocasión para promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo». En este tiempo de gracia toda la comunidad cristiana está llamada a redescubrir la belleza de la vocación sacerdotal y, por tanto, a orar por los sacerdotes. A la cabecera del enfermo, el sacerdote representa al mismo Cristo, Médico Divino, que no es indiferente ante la suerte del que sufre. Antes bien, a través de los sacramentos de la Iglesia, que administra el sacerdote, Jesucristo ofrece al enfermo una curación mediante la reconciliación y el perdón de los pecados, por medio de la unción con el óleo sagrado y finalmente en la Eucaristía, en el viático en el cual, como acostumbraba decir San Juan Leonardi, Él mismo se convierte en «el fármaco de la inmortalidad por el que “somos confortados, nutridos, transformados en Dios y partícipes de la naturaleza divina” (cf. 2Pt 1,4)». Por tanto, en la persona del sacerdote está presente junto al enfermo el mismo Cristo que perdona, cura, consuela, toma de la mano y dice: «Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás” (Jn 11,25). El Año Sacerdotal se concluirá en el mes de junio de 2010, año en que el Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios celebrará el XXV aniversario de su institución. En efecto, el Siervo de Dios Juan Pablo II, de venerada memoria, instituyó este Dicasterio Pontificio el 11 de febrero de 1985, en la fiesta de la Bienaventurada Virgen de Lourdes, para manifestar «la solicitud de la Iglesia para los enfermos, ayudando a quienes realizan un servicio para con los que están enfermos y los que sufren, con el fin de que el apostolado de la misericordia, al que se dedican, responda cada vez mejor a las nuevas exigencias» (Pastor Bonus, art. 152). En razón de esta providencial conmemoración, estoy cerca a cada uno de vosotros y os invito, queridos hermanos y hermanas enfermos, a dirigir incesantemente vuestras oraciones y el ofrecimiento de los sufrimientos al Señor de la vida en favor de la santidad de vuestros amados sacerdotes, a fin de que desempeñen con entrega y caridad pastoral el ministerio que Cristo Médico del cuerpo y del alma les ha confiado. Os exhorto a redescubrir la belleza de la oración del Santo Rosario en beneficio espiritual de los sacerdotes, en particular modo en el mes de octubre. Además de esto, cada primer jueves y cada primer viernes del mes, dedicados a la devoción eucarística y al Sagrado Corazón respectivamente, son días particularmente oportunos para participar en la Santa Misa y en la adoración del Santísimo Sacramento. Quisiera hacerles presente que, al orar por los sacerdotes, se pueden obtener este año indulgencias especiales. El Decreto de la Penitenciaría Apostólica dispone: «A los ancianos, a los enfermos y a todos aquellos que por motivos legítimos no puedan salir de casa, si con el espíritu desprendido de cualquier pecado y con la intención de cumplir, en cuanto les sea posible, las tres acostumbradas condiciones, en su casa o donde se encuentren a causa de su impedimento, en los días antes determinados rezan oraciones por la santificación de los sacerdotes y ofrecen con confianza a Dios, por medio de María, Reina de los Apóstoles, sus enfermedades y los malestares de su vida. Por último, se concede la indulgencia parcial a todos los fieles cada vez que recen con devoción en honor del Sagrado Corazón de Jesús cinco padrenuestros, avemarías y glorias, y otra oración aprobada específicamente, para que los sacerdotes se conserven en pureza y santidad de vida». Quisiera confiar también a vuestras oraciones la peregrinación de los capellanes hospitalarios que, con ocasión del XXV aniversario de la institución del Pontificio Consejo, se llevará acabo el mes de abril próximo, primero en Lourdes y luego en Ars. De hecho, existe una profunda vinculación entre estas dos ciudadelas francesas. Hablando precisamente de este nexo providencial en su Carta para la convocación del Año Sacerdotal, Benedicto XVI ha recordado la observación del beato Papa Juan XXIII que escribió: «“Poco antes de que el Cura de Ars terminase su carrera tan llena de méritos, la Virgen Inmaculada se había aparecido en otra región de Francia a una joven humilde y pura, para comunicarle un mesaje de oración y de penitencia, cuya inmensa resonancia espiritual es bien conocida desde hace un siglo. En realidad, la vida de este sacerdote cuya memoria celebramos, era anticipadamente una viva ilustración de las grandes verdades sobrenaturales enseñadas a la vidente de Massabielle” (…). El Santo Cura recordaba siempre a sus fieles que “Jesucristo, cuando nos dio todo lo que nos podía dar, quiso hacernos herederos de lo más precioso que tenía, es decir, de su Santa Madre”». A vosotros, pues, queridos hermanos y hermanas que estáis enfermos y a los que sufrís confío la Iglesia que tiene necesidad de vuestras oraciones y sufrimientos, la persona del Santo Padre Benedicto XVI y todos los obispos y sacerdotes del mundo, y todos los que trabajan diariamente por vuestra santificación. Os pido una oración especial por los sacerdotes enfermos y probados en el cuerpo que cada día experimentan como vosotros el peso del dolor, junto a la fuerza de la gracia salvífica que consuela y resana el alma. Asimismo, orad por la Beatificación y Canonización del Siervo de Dios Juan Pablo II. Orad con insistencia por las santas vocaciones sacerdotales y religiosas. Al respecto, os propongo una bella oración de Juan Pablo II que podeis recitar cada día. ¡Orad también por mí! También yo como sacerdote y obispo confío en vosotros y en el ofrecimiento de vuestros sufrimientos a fin de que desempeñe en el modo mejor y en el temor de Dios la tarea como Presidente del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios, que me ha sido confiada por el Santo Padre. Por mi parte, os aseguro mi oración por vosotros, junto con mis colaboradores del Pontificio Consejo, cada día en la hora del “Angelus” con las palabras de Benedicto XVI: Oremos por todos los enfermos, especialmente por los más graves, que de ningún modo pueden proveer a sí mismos, sino dependen totalmente de los cuidados de los demás: que cada uno de ellos experimente, en la soledad de quien le está al lado, el poder del amor de Dios y la riqueza de su gracia que salva. ¡María, salud de los enfermos, ruega por nosotros! (Angelus, 8.02.2009) Con este espíritu de oración recíproca imparto a vosotros, a vuestros seres queridos y a los que se ocupan de vosotros mi bendición: en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Zygmunt Zimowski Presidente del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios PREPARE SU INFARTO ¿Por qué cree usted que los médicos dicen la frase: “Hizo un infarto”? He aquí siete normas para preparar su infarto. Cúmplalas al pie de la letra y pronto su corazón dejará de latir…, cordialmente. Primera: Su trabajo es antes que nada. Los asuntos personales y familiares son secundarios. Entréguese de lleno a su trabajo; piense sólo en producir; ésta es su clave. Usted tiene que ser un hombre o mujer de éxito… ¡aunque lo disfrute en el cementerio! Segunda: Vaya a su oficina los sábados, domingos y feriados. Nada de descanso, nada de ocio, nada de canas al aire. El trabajo de esos días le reportará algunos dólares que le servirán cuando le dé el doloroso infarto. Tercera: Por las noches es peligroso ir al trabajo. Lo pueden atracar. Es mejor que lleve labor a su casa. Así cuando todos duerman, usted puede trabajar a sus anchas. ¡Eso de que la noche es para dormir es un lema de vagos y flojos! Cuarta: Usted es de acero. No tome vacaciones. Ya las tomará cuando muera. El cementerio es un buen hotel de reposo. No hacen ruido. Quinta: Si tiene que viajar por su trabajo, ¡claro esta!, trabaje noche y día. Ponga cara de angustia, no duerma, grite, trate mal a sus subalternos. ¡Usted es el Jefe! Usted manda. Tras su infarto todos sus empleados irán a su funeral, ¡pero para constatar que haya quedado bien enterrado! Sexta: No sea blando con sus emociones. ¡La compasión es una debilidad! Endurezca su corazón. Cierre sus arterias a la ternura. Produzca una arterio-mentalesclerosis. Séptima: ¿Y su epitafio? Escríbalo ya en vida; no deje nada a la improvisación: Aquí yace Inocencio Infartero. De joven, gastó su salud para conseguir dinero. De viejo, gastó su dinero para conseguir salud. Sin salud y sin dinero. Aquí yace Inocencio Infartero. Moraleja El sufrimiento y el dolor son, a veces, materia de opción. Para reflexionar personalmente o en comunidad… Los pájaros de la preocupación vuelan sobre tu cabeza: eso no lo puedes cambiar; lo que sí puedes cambiar es que hagan nido sobre ella (proverbio chino) . El infarto no sólo se sufre, se hace. Lo único necesario para experimentar la felicidad aquí y ahora es poseer un corazón simple y frugal (Nikos Kazantzakis). Texto extraído de: Cuentos para vivir en positivo; PADRE MATEO BAUTISTA Y DR. ROBERTO RÉ CENTRO “SAN CAMILO” DE HUMANIZACIÓN Y PASTORAL DE LA SALUD Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) / C. C. 25 Telf./Fax: 0591-3-3642140 Director: Padre Mateo Bautista e-mail: pastoralsaludscz@hotmail.com www.pastoralsalud.com / www.pastoralduelo.com