1 ANEXO HISTÓRICO: Material complementario de El León Rendido, realizado por Eduardo González La narración comienza en Buenos Aires en 1872. Rodrigo parte hacia el exilio. Tiene ochenta y un años. Siente el fracaso de la Revolución por la que luchó durante toda su vida. Como José Hernández, comparte los ideales sociales y se une al partido de los pobres. Fue también motejado como rocín, sin ser exactamente rosista, situación que en su generación equivalía a la muerte civil. "Y es necesario aguantar El rigor de su destino; El gaucho no es argentino Sino pa hacerlo matar." MARTÍN FIERRO El General Mitre revolucionó a la Provincia de Buenos Aires contra las demás provincias argentinas, bajo las fuerzas confederadas de Urquiza, cuyos poderes se enfrentaron en la Batalla de Pavón, en 1861. Al año siguiente, Mitre asume como primer presidente de la Argentina. En la guerra contra Paraguay (1865-1870), muchos intelectuales que habían participado en la lucha de la independencia respaldaron al Paraguay, proponiendo la paz y la amistad con el Paraguay. El primer día de mayo de 1865, Rufino de Elizalde, canciller del gobierno de Mitre, Francisco Octaviano de Almeida Rosa, miembro del partido liberal brasileño y Carlos de Castro, canciller del gobierno de Venancio Flores, firmaron en Buenos 2 Aires el tratado de una alianza que permanecería secreto debido a sus comprometedoras cláusulas. Los aliados pretendían no sólo quitarle a Paraguay la soberanía de sus ríos y responsabilizarlos de la deuda de guerra, sino también, repartir el territorio entre la Argentina y Brasil. Mitre tomaría el Chaco paraguayo hasta la Bahía Negra y el Imperio del Brasil el área fronteriza hasta el río Apa (por el lado del río Paraguay) y hasta el Igurey (por el Paraná). El pacto secreto establecía a su vez la demolición de las fortificaciones de Humaitá, el desarme de Paraguay, la distribución de armas y otros elementos de guerra entre los aliados y el reparto de trofeos y botines que se obtuvieran en el territorio paraguayo. “En veinticuatro horas en los cuarteles, en quince días en campaña, en tres meses en la Asunción”, dijo Mitre con soberbia; pero la realidad fue que la guerra duró casi cinco años y le costó al país más de cincuenta mil muertos y quinientos millones de pesos. Paraguay tenía el primer ferrocarril, la primera luz de gas, el telégrafo, un sistema educativo bilingüe y un millón trescientos mil habitantes de los que sólo sobrevivieron trescientos mil: en su mayoría ancianos, mujeres y niños, lo que significó que la Alianza había exterminado al ochenta por ciento de la población civil. APÉNDICE AL CAPÍTULO 4 En 1806, a poco de iniciarse la Primera Invasión Inglesa, la situación sociopolítica de Buenos Aires era confusa. Las ideas de la Revolución Francesa ya habían prosperado y estaban muy mal vistas por las autoridades españolas que 3 ejercían un monopolio comercial. A su vez, la corrupción de los funcionarios había puesto al pueblo de mal humor. Las ideas liberales se expanden subterráneamente en logias masónicas: Logia del Rito Azul (a la que pertenecía Liniers), La Estrella del Sur, Hijos de Irma, Orden de los Caballeros Templarios y la más importante de todas estas logias: la Logia Lautaro o Gran Reunión Americana. Esta sociedad secreta tomaría, unos años más adelante, parte de la lucha por la Independencia. La misma estaba conformada por jóvenes intelectuales, algunos de ellos periodistas del Telégrafo Mercantil. El nombre provenía de un cacique indio que en el siglo XVI se había opuesto a la dominación española. Era chileno y esto demuestra que los integrantes de la Logia tenían un interés continental que trascendía la situación del Virreinato del Río de la Plata. APÉNDICE AL CAPÍTULO 5 Beresford había formado al regimiento 71 de la Real Corona Británica en primera línea y a la infantería de marina en la retaguardia. La lucha no duró demasiado. Al llegar el regimiento 71 con sus gaiteros al frente, el enemigo se dispersó, los españoles no eran soldados aguerridos. Arce se retiró hasta Barracas, cruzó el puente Gálvez y ordenó que fuera destruido por el fuego. Al ver que el puente ardía, Beresford decidió hacer vivaque en la quinta de Gálvez dejando una línea de seguridad sobre el Riachuelo. Durante toda la noche hubo tiroteo. A la madrugada, Beresford ordenó al capitán Kennet, de Ingenieros, que 4 hiciera reconocimiento del Riachuelo. Los ingleses instalaron once cañones y una vez más hubo fuego generoso. Los leones dominaron gracias a la eficacia de sus granadas. APÉNDICE AL CAPÍTULO 6 Aquella Santa María de los Buenos Ayres que los ingleses pisaron en 1806 no tendría más de 50.000 almas. A pesar de que la mayoría eran españoles y criollos descendientes de los mismos, había también portugueses, sobre todo judíos que habían escapado de la persecución en Portugal y se asentaron en la ciudad declarándose inmediatamente católicos, genoveses, napolitanos, holandeses, irlandeses, ingleses y norteamericanos. Ya entonces, Buenos Ayres, era muchas ciudades en una ciudad. Casi no había población nativa, en la conquista los españoles no habían andado con vueltas, y tampoco había muchos negros, esclavos e hijos de ellos que con la llegada de los ingleses comenzaron sus primeras luchas por la libertad. La urbe formaba un triángulo con su base en el Río de la Plata. Al sur y al norte limitaba con arroyos que en tiempos de lluvia aislaban a la ciudad del resto del mundo. El del sur se llamaba “de Vera” o “del Hospital”, porque corría al costado del hospital de los frailes betlehemitas. El del norte era el zanjón de Matorras. Las calles que llegaban al río terminaban en un barranco a pique. La plaza estaba cortada en dos por una recova donde había cantidad de pequeños negocios. Hacia el fuerte se llamaba Plazoleta del Fuerte y frente al Cabildo, Plaza Mayor. 5 Había tres grandes cafés donde los hombres hablaban de política y arreglaban el mundo: el Catalanes, la fonda de las Tres Naciones y el de Mallcos. La mejor fonda era Los Tres Reyes, cerca del Fuerte en la calle Santo Domingo1. Buenos Ayres, en ese entonces, ya era una ciudad con un comercio y una riqueza capaz de despertar la codicia de otra nación; sobre todo si esa nación estaba embarcada en una guerra que la desangraba no sólo en el campo de batalla. El 2 de diciembre de 1805, Napoleón había triunfado sobre las tropas rusas y austríacas en Austerlitz. La victoria francesa fue fundamental para la hegemonía napoleónica. En el campo de batalla estaban presentes tres emperadores: El propio Napoleón, Francisco I de Austria y Alejandro I de Rusia. La Corona Británica se había aliado a Austria y Rusia y deberían los ingleses dar gracias a Dios que Bonaparte en un futuro decidiría dar pelea en Rusia en lugar de invadir Inglaterra; que si hubiera atacado las islas antes que el continente, la historia hubiera sido otra. Después de tomar el fuerte, Beresford llamó a todas las autoridades y les dijo que había dispuesto que la Iglesia, el Cabildo, la Audiencia y el Consulado seguirían actuando con las mismas personas y de acuerdo con las leyes españolas; sólo que los asuntos concernientes al virrey ahora estarían en sus manos. También confirmó a todos los empleados públicos en sus puestos ¡Brillante jugada la de no tocarle el bolsillo a nadie! Tampoco tocaron los barcos, que podrían haber sido enviados a Londres para su venta. A los ingleses lo que 1 El Catalanes estaba en la actual esquina de San Martín y Perón, Mallcos en las calles Bolívar y Alsina y Tres Naciones en Bolívar y Victoria. La calle Santo Cristo es la actual 25 de Mayo. 6 les importaba era el dinero contante y sonante y a los de Buenos Aires no les interesaba el dinero del virrey que siempre terminaba siendo enviado a España y de allí a Napoleón para financiar sus guerras. El 21 de marzo de 1801, Bonaparte había firmado un tratado secreto con España, por el cual él respaldaría la creación del reino de Etruria como ampliación del ducado de Parma, el cual quedaría vinculado a la corona española porque la hija de Carlos IV estaba casada con el duque de Parma2. A través de este tratado, España se comprometía a contribuir a la formación de cuatro escuadras francoespañolas y le declaraba la guerra a Portugal por haber apoyado a Inglaterra. APÉNDICE AL CAPÍTULO 7 Don Antonio Olaguer Felíu había sido virrey del Río de la Plata unos años antes que el infame Sobremonte. Olaguer Felíu era un valiente militar que había peleado en las Antillas, en el desembarco de Argel, en la toma de la Isla Santa Catalina y en el sitio de Colonia que estaba en poder de los portugueses en 1777. Seis años más tarde, Olaguer Felíu fue nombrado inspector de las tropas del Virreinato del Río de la Plata, como subalterno del virrey Juan José Vértiz y en 1970 fue gobernador de Montevideo. En 1797 se hizo cargo del Virreinato del Río de la Plata. Siempre temió la amenaza portuguesa e inglesa. Fue un hombre de honor y regresó a España cansado de la corrupción que reinaba en el Río de la Plata. 2 Tratado de San Ildefonso (N. Del E.) 7 Los gobiernos que sucedieron fueron cada vez más infames hasta llegar a Sobremonte. El botín de Sobremonte Los ingleses se adueñaron del botín que Sobremonte escondía en Luján: 71 barras de plata, 114 tercios de cuero con 342 mil pesos cada uno y 38 cajones con 76 mil pesos del tesoro. El botín se embarcó en el Narcissus y un par de meses después llegó a Londres. Los cofres fueron acomodados en ocho carros tirados por seis caballos con la inscripción Spanish Treasure. El tesoro americano fue saludado por una banda militar que tocó God save the King. ANEXO CAPÍTULO 9 El Paseo de la Alameda, donde concurrían los oficiales ingleses, se convirtió en el paseo obligado de los padres de familias ilustres, muy interesados en presentar a sus hijas a la oficialidad británica. Soñaban con cruzar sus retoños con sangre foránea y planificar un futuro venturoso a la sombra de la bandera del León. Los ingleses no eran conscientes dónde habían metido sus patas y, si bien ellos eran gente de cuidado, tanto o más peligrosas que las armas invasoras, eran las intrigas y falsedades de los “vecinos ilustres” de Santa María de los Buenos Ayres. Valga sólo como ejemplo el del conde Santiago Luis Enrique Liniers, hermano mayor de Santiago Liniers, comerciante, negrero y contrabandista. En 1803 el conde Santiago le había entregado al primer cónsul de Napoleón un 8 extenso documento en donde sugería que Francia hiciera de la Banda Oriental una colonia francesa y desde ese lugar planear una invasión al Brasil. Los O’ Gorman eran una familia de contrabandistas. Si bien, nunca nadie pudo demostrar nada; en el solar de los O´Gorman se realizaron incontables negociaciones fraudulentas. Algunas noticias indicaban que, en parte, la invasión del León había sido facilitada desde aquella lujosa casona. La Petaquita fue la más famosa de la familia y su influencia política se hizo sentir desde 1806 hasta 1810. Era bellísima, inteligente y activa, lo que no causaba demasiada buena impresión en una sociedad tan pacata como era la sociedad virreinal. Su esposo, Tomás O’ Gorman, además de tartufo y cornudo, había sido espía al servicio del León y durante la invasión doble espía. Era de esos hombres que siempre quieren quedar bien con el cielo y el infierno y poco le importaba cómo. Al principio, Liniers no estaba seguro de negociar con Beresford, pero su suegro, Sarratea, gerente de la compañía de Filipinas, del Consulado, el Correo y la Compañía de Tabacos, ya había perdido demasiado dinero con la invasión y lo convenció. “Hazlo por el bien de la familia, necesito recuperar el oro que Sobremonte se ha llevado y estos crápulas británicos quieren llevar a su tierra”. ANEXO AL CAPÍTULO 15 Colonia del Sacramento La ciudad, a pesar de su pequeñez, tenía una ubicación geográfica de gran importancia estratégica y muchas veces, las coronas de España y Portugal, 9 habían disputado soberanía sobre ella. Sus callejas escondían historias de saqueos, matanzas, amores turbios y toda clase de maniobras diplomáticas y negociados. Por aquella misteriosa ciudad habían deambulado otros piratas gloriosos. INTERRELACIONES POSIBLES • El folletín. • La novela histórica romántica. • Martín Fierro – José Hernández • Trafalgar – Benito Pérez Galdós • Scaramouche – Rafael Sabatini