Pol estrellita(1)

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Pol la estrellita
Por la noche, cuando ya hace tiempo que se ha puesto el sol, puedes ver
brillar bajo el manto celeste millones de estrellas.
El Señor Luna vela por ellas.
Polito era una de esas tantas estrellas. Vivía con su gran familia en la vía
láctea.
Era tan numerosa que ni si quiera conocía a todos sus miembros.
Pol era de talla tan pequeña que sus padres lo llamaban «Polito».
Pero Polito estaba cansado de ser siempre el más pequeño. Nunca le
permitían acompañar a sus hermanos y hermanas mayores para pasear por
la vía láctea o para visitar otro planeta.
¡Nunca había visto más allá de la punta de la vía láctea donde vivían!
Le decían sin parar :
«No, Polito, ¡todavía no eres bastante grande!» o si no : «¡Cuando seas
grande, Polito, podrás…»
Una noche, cuando todas las estrellas se habían juntado en constelación
para irse de viaje, sus padres y demás miembros de su gran familia lo
olvidaron, de tan minúsculo que era.
Polito estaba tan triste que se retiró a la sombra del Señor Luna para llorar.
El Señor Luna oyó su llanto y quiso saber la razón. «¡Eh! ¡Tú! ¿Porqué lloras,
Polito?»
«Porque soy pequeño y nadie se da cuenta de mí para llevarme con él.
¡Siempre me olvidan! ¡Ya no quiero ser una estrella!» se lamentó.
Como nuestro Polito seguía llorando por su destino con lagrimones, el Señor
Luna intentó consolarlo :
«¿Sabes qué? - preguntó a Polito - en la próxima luna llena, podrás escoger
un deseo, ¿de acuerdo?»
Teníais que haber visto como se iluminó la cara de Polito. Se secó las lágrimas
de alegría que corrían por sus mejillas y esperó, muy impaciente, la llegada
de la próxima luna llena.
Por fin llegó el gran día.
El Señor Luna brillaba con todo su resplandor en bola bien redonda.
«¡Polito!» llamó la luna llena. «Dime pues cuál es tu deseo.»
Polito murmuró su deseo al oído del Señor Luna :
«Me gustaría ser un niño que vive en la tierra.»
«¡Prometido, prometido!» le contestó el Señor Luna.
Tomó a Polito sobre su mano derecha y sopló con todas sus fuerzas para
enviarlo a la tierra.
La estrellita voló tan rápidamente, que dejó tras ella una tira blanca. Esta
estrella fugaz iluminaba el espacio celeste con todo su brillo.
Al día siguiente, Polito se despertó acurrucado al pie de un viejo roble.
Los rayos del sol le hacían cosquilla en la barriga.
Todos estos sonidos, el olor fresco del bosque, colores por todos sitios…
¡cuántas novedades!
Escuchó el canto de un riachuelo cercano y se puso a buscarlo. Estaba
entusiasmado. ¡Era la primera vez de su vida que veía agua!
¡Qué espectáculo tan lindo el de los rayos de sol reflejados por la superficie
del riachuelo! Polito quiso agarrar el agua; entonces su mirada fue atraída
por su reflejo :
Sin duda alguna se había vuelto un niño y saltó de alegría.
«¡Gracias, gracias!» gritó entusiasmado.
Se reía y cruzó la pradera verde a gran galope.
Nuestro Polito corría detrás de las mariposas. En su carrera, llegó a un gran
espacio. Allí le llamó la atención los ruidos producidos por la agitación de
una ciudad.
«¡Oh! - se extrañó nuestro hombrecito - ¡Esta es, la ciudad que brilla de noche
tanto como nosotros, los astros!»
Todos estos coches lo atemorizaron y se refugió en un pasillo más tranquilo, a
parte.
Ahí había muchas casas bonitas, cada una con un pequeño jardín.
Dos niños estaban jugando al balón más abajo de la carretera.
Polito llegó contento para unirse a su juego.
«¡Devuélveme mi pelota, tonta, es la mía!», le gritó el niño a la niña.
Nunca antes, Polito había asistido a una pelea.
«¡Eh! ¿Quién eres?», preguntó el niño que acababa de verlo.
Muy asustado, no supo qué responder.
«Di, ¿Te has tragado la lengua?» preguntó el chico que tenía la cara llena de
manchas pelirrojas. «¿Cómo te llamas?» siguió mientras escarbaba en la nariz
con el dedo. «Pareces todavía más tonto que mi hermana.»
«E… es que… me llamo Polito… soy una estrella y vengo…»
El niño de la calle estalló de risa y no lo dejó terminar.
«Claro, eres una estrella», dijo burlándose. «¿De la vía láctea? ¿De la luna?»
De repente, unos lagrimones corrían por las mejillas de Polito. Nunca había
imaginado que los niños pudieran ser tan malos.
Muy desilusionado volvió al bosque.
«¡Eres muy malo!», dijo muy triste la hermanita a su hermano.
«¡Eh, tú, espérame!», le gritó a Polito corriendo detrás de él.
Pero Polito no la oyó. Muy preocupado se sentó otra vez bajo el gran roble y
tomando su cabeza entre sus manos, se puso a pensar en su situación. En el
cielo ¡nunca había encontrado maldad!
Empezaba a hacerse de noche y nuestro Polito levantó su mirada hacia el
cielo, sin notar que una sombra espesa se había salido de un arbusto para
acercarse a él.
De repente, un montón de animales lo rodearon. Polito estaba muy
sorprendido. Unos ojitos muy curiosos fijaban la mirada en él. Un cervatillo,
una ardilla maliciosa y un bello zorro pelirrojo se encontraron alrededor de él.
Un sabio búho estaba puesto sobre una rama por encima de ellos.
La ardilla se acercó unos pasos y lo examinó de la cabeza a los pies, luego,
corriendo hacia el zorro, dijo :
«Oye, zorro, ¡es la estrellita que desde ayer no brilla en el cielo!
- Sí, eso es - confirmó el búho.
- ¿Cómo? ¿Me conocéis? - preguntó Polito muy extrañado.
- Claro que sí - respondieron los animales en coro.
- Pero ¿porqué te paseas por aquí como un niño? - le preguntó la
ardilla.»
Muy aplicado, Polito, la pequeña estrella contó entonces toda su historia.
Cuando contó la historia de los niños malos, estuvo extrañado de ver que sus
amigos no estaban sorprendidos.
«¡Ay los hombres!…
Como estrella, en todo caso nos gustabas mucho más - le confortó la ardilla.»
En este momento, Polito ofreció una sonrisa y se puso a soñar.
«Así que, no era tan inútil…», pensaba.
De repente, oyeron todos una vocecita gritando :
«¡Oid, socorro! ¿alguien me oye?»
«¡Un hombre en el bosque, rápido, marchemos!» ordenó el zorro.
Y Polito, en seguida se encontró solo.
Polito estaba muy desorientado. ¿Sería la niña que vio por la tarde?
Con prudencia, echó un ojo a través del arbusto y vio efectivamente a la
niña llorando.
«¿Me has seguido?» preguntó Polito.
«Sí, sí», contestó tragándose sus lágrimas. «Quería pedirte disculpas porque mi
hermano fue muy malo contigo. Pero, ¿eres de verdad una estrella?», le
preguntó con grandes ojos interrogantes.
Entonces Polito contó a la niña apasionada toda su historia. Toda conmovida
le dijo :
«Seguramente debes tener una mala opinión de los hombres, pero todos no
somos como mi hermano ¿sabes?»
Polito le contestó amablemente :
«Tú, sí pareces buena», le dijo enrojeciendo. Pero no se dio cuenta de su
timidez porque ya se hacía de noche.
«¿Cómo te llamas? ¿Por casualidad también vives en el bosque? - le
preguntó Polito.
- Me llamo Lina, y vivo en una casa al borde de la calle donde hemos
jugado esta tarde - contestó. Seguro que mi madre estará
preocupada ahora, y ¿cómo voy a encontrar mi camino de noche?
- No hay problema - se exclamó Polito. Mira al cielo.
- Pero, ¿Para qué sirve? No podemos jugar a mirar las estrellas ahora.
Creía que querías ayudarme a encontrar mi camino - dijo Lina muy
turbada.
- Sí, pero mira exactamente en esta dirección - dijo Polito.
Lina fijó entonces un grupo de estrellas y se exclamó :
«¡Esas seis estrellas allí parecen un carrito!»
Entonces Polito añadió :
«Es una constelación que se llama la Osa Menor. También existen muchas
más constelaciones.»
« - Anda, todavía no me había fijado nunca en eso - dijo intrigada.
- Mira, si seguimos la Osa Menor, llegaremos seguramente a tu casa, porque
está situado encima de tu casa.»
Polito la tomó en seguida de la mano y le dijo : «Ven, pronto habremos
llegado.» Mano a mano avanzaron fijando sus ojos en las estrellas de la
constelación. Realmente, en poco tiempo, llegaron a la calle donde se
encontraba su casa.
«Oh! - se maravilló. Ahora podré ubicarme aún en la noche. Gracias por
haberme ayudado a encontrar mi camino. Has sido muy amable. Estoy
contenta de haber vuelto a encontrar a mi familia. ¡Eres mi mejor amigo!
Espero que nos volvamos a ver pronto. ¡Tengo que entrar ahora, porque mi
mamá debe estar muy preocupada!»
Rápidamente dejó un beso en la mejilla de Polito antes de desaparecer
dentro de la casa.
Entonces, Polito tuvo ganas de volver a su casa. Se subió a una colina de
donde pudo ver a su familia y a sus amigos.
El Señor Luna alumbró la cara de Polito para preguntarle si extrañaba su
casa.
«- Oh, querido Señor Luna, ¡qué contento estoy de verte otra vez, cuánto te
he echado de menos! - y Polito se echó de nuevo a llorar.
- ¿Extrañas tu casa? - insistió el Señor Luna.
- ¡Oh, sí!
- ¿Quieres volver a subir y seguir brillando conmigo?
- Pero ¿sería posible? - preguntó Polito lleno de esperanza.
- Si lo deseas con todas tus fuerzas - dijo la Luna riendo.
- Lo deseo con todas mis fuerzas - gritó Polito lleno de entusiasmo.»
Nunca antes, el Señor Luna había visto una estrellita tan contenta y eso le
alegró.
«- ¿Sabes qué, estrellita? - dijo la luna - ahora tendrás un lugar muy particular
en el cielo. Gracias a las estrellas, has mostrado tan bien el camino a la
pequeña Lina que estarás desde hoy arriba de todo de la constelación de la
Osa Menor. Te pondré arriba de todo en el Norte. Allí serás la estrella más
brillante y ¡tendrás la ocasión única de quedarte siempre en el mismo sitio!
En este sitio, los niños podrán encontrarte más fácilmente y así podrás
mostrarles siempre el camino.
- ¡Yupi! - gritó la estrellita dando un beso al Señor Luna cariñosamente.»
Desde ese día, fue la Estrella Polar, puesta siempre en el Norte. Todavía hoy,
todo el mundo puede encontrar su camino gracias a ella.
Por la noche, acostada en su cama, Lina vio la constelación de la Osa
Menor en el cielo, con la más brillante de sus estrellas. Sabía inmediatamente
que era su Polito, y se durmió serenamente.
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