6.1. Los Reyes Católicos y la unión dinástica: integración de las Coronas de Castilla y de Aragón. La llegada al poder de los Reyes Católicos se produjo tras una crisis política. Isabel era hija de Juan II y de su segunda esposa, Isabel de Portugal. A la muerte de Juan II, heredó el trono su hijo, Enrique IV. Presionado por la nobleza y el clero, Enrique IV nombró heredero a su hermanastro Alfonso y, tras la muerte de éste en 1468, a su hermanastra Isabel. De esta forma, Isabel se convertiría en reina de Castilla a la muerte de Enrique IV. El matrimonio de Isabel con Fernando, hijo de Juan II de Aragón hizo que Enrique IV desheredara a su hermanastra y que, por segunda vez, nombrara sucesora a su hija Juana la Beltraneja. En torno a las candidatas se formaron dos bandos. Al morir Enrique IV (1474), Isabel se autoproclamó reina de Castilla ya que tenía el respaldo de algunos de los nobles más influyentes y de muchas ciudades castellanas. Contaba también con la ayuda del rey de Aragón. En el bando opuesto, el rey de Portugal reivindicó la corona para Juana la Beltraneja con quien, según lo acordado, contraería matrimonio. Castilla contaba con el apoyo de Aragón y de Francia. La guerra de sucesión se convirtió en un conflicto civil e internacional cuando en 1475 las tropas portuguesas invadieron Castilla. La guerra duró cuatro años y finalizó con la batalla de Toro. Se impuso el bando isabelino y mediante el Tratado de Alcaçovas-Toledo firmado en 1479, Alfonso de Portugal reconocía a Isabel como reina de Castilla. Juana fue recluida en un convento. En el mismo año, Fernando heredó el trono de Aragón. Se hacía realidad la unión dinástica de los reinos de Castilla y Aragón. En 1475, Isabel y Fernando habían llegado a un acuerdo –la Concordia de Segovia- en el que fijaron las bases de un sistema de gobierno conjunto. En Castilla, Isabel tendría en exclusiva los derechos sucesorios pero Fernando sería rey consorte. Los dos tendrían la capacidad de tomar decisiones políticas y las órdenes reales irían firmadas por ambos. En Aragón sólo Fernando podía tener el título de rey pero mediante un decreto firmado en 1481 concedía a Isabel la corregencia. Pero su unión era solamente dinástica, no territorial. Aragón y Castilla siguieron manteniendo sus fronteras, sus leyes e instituciones propias. Dentro de esta unión dinástica, Castilla tuvo un papel hegemónico. Superaba a Aragón en población, extensión y poder económico. Castilla proporcionó la mayoría de los recursos económicos y militares para llevar a cabo las guerras y conquistas y desde Castilla se organizó el descubrimiento y colonización de América.