Segundo Domingo de Navidad1 "Y acampó entre nosotros" 1/ Para un niño, nacido y criado en la ciudad, es una tremenda experiencia cuando por primera vez participa en un campamento de verano, en plena Naturaleza del bosque, el campo, la montaña, etc. Vive unas semanas en una "caseta de campaña" como vivienda provisional, fabricada de lona, fácil de armar y desarmar, y de moverlo a otro sitio. La palabra técnica para decir 'vivir en una tal caseta móvil' es "acampar". 2/ Y ésta es la palabra que la Escritura emplea cuando habla de la presencia de Dios en medio de su Pueblo durante su caminata por el desierto hacia la Tierra Prometida. Además, de esta misma palabra se deriva el término que indica el Santuario portátil que Dios mandó a Moisés construirle: que tenía forma de caseta (o tabernáculo), fácil de armar en cada parada, y luego de desarmar cuando el Pueblo levantaba campamento para continuar la marcha. - Ahora, la palabra hebrea por "vivir en una caseta de campaña" (o tabernáculo) es šakan. De este verbo se deriva el substantivo miškan por la caseta misma (o el tabernáculo), en donde luego fue colocada el Arca de la Alianza, que era como el trono desde donde Dios mismo dirigía y defendía a su Pueblo. Pues durante los 40 años de la marcha por el desierto "el Señor mismo iba al frente de ellos, de día como columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche como columna de fuego" (Ex.13.21-22; vea 40.34-38): Dios mismo compartía con ellos la caminata. 3/ Una vez que Israel ya se había establecido en Tierra Santa, seguía el mismo dinamismo de la presencia móvil de Dios: dondequiera que los Israelitas se encontraban en aprieto ante sus enemigos, se traía el Arca con la presencia dinámica del Señor para darles fuerza (vea I Sam.4.3-11). Por esto es que el rey David quiso traer el Arca de Dios a su nueva capital Jerusalén (II Sam.6): para estar siempre seguro de su continua protección poderosa. De hecho, ya David quiso construir un templo de piedra para albergar al Señor, pero Dios rechazó enérgicamente esa idea de "aprisionarlo" en un palacio "inmueble" de piedra (II Sam.7.1-7). Pues era precisamente este carácter "itinerante" del Dios de Israel lo que lo distinguía de los dioses paganos: que todos estaban firmemente localizados y confinados en sus templos majestuosos de piedra: hermosos, pero inmovibles (como con burla observa Daniel: vea Dan.14.1-22). De esta manera esos dioses eran incapaces de ponerse presentes precisamente allí donde más los necesitaba la gente, - a diferencia del carácter móvil y dinámico del Dios de Israel, siempre presente, exclamando: "¡Aquí estoy!" (Is.52.6). 4/ Desgraciadamente el sucesor de David, su hijo Salomón, acogió aquel concepto pagano (de que Dios necesita como vivienda un palacio de materiales preciosos), y le construyó el Templo grandioso de cal y canto. Pero para el Señor mismo esto era más bien una "prisión de oro", cortándole las alas a su movilidad dinámica. En adelante, sólo el Sumo Sacerdote podía entrar a la presencia del Señor, y esto una sola vez al año (Ex.30.10; Hbr.9.7). Todos los demás quedaban alejados de la presencia dinámica del 1 Ya que en Puerto Rico la fiesta de los Reyes o "Epifanía" es de precepto, se celebra siempre el día 6 de enero, y no se traslada al domingo más cercano. De ahí que para nosotros hoy es el II Domingo de Navidad. Señor. De hecho, llegaron a considerarla peligrosa como el fuego: "¿Quién de nosotros puede habitar puerta a puerta con el Fuego consumidor, asociarse con la Llamarada eterna?!" (Is.33.14). - Así se comprende cómo, ya en el Nuevo Testamento, el diácono y mártir Esteban califica este acto de Salomón como la grande apostasía de Israel: pues redujo al Dios dinámico de Israel al nivel de los dioses inmóviles e impotentes de los paganos (vea Hechos 7.44-50), mientras que a la gente sencilla y necesitada le veda o impide el acceso directo a Dios. 5/ Pero ahora, al tomar la carne humana, Dios se libera y desembaraza de los confines limitantes de ese edificio fastuoso, y Cristo anunciará que el Señor se va a retirar de ese edificio ("vuestra Casa quedará abandonada" por Dios: Mat.23.38), y de él "no ha de quedar ni piedra sobre piedra" (Mat.24.1-2). Pues Él mismo se construye un nuevo Templo, permanente y auténtica morada de Dios en la tierra: ¡es el cuerpo humano de Jesús! - Pues en el evangelio de hoy, con todo propósito, San Juan escribe: "El Verbo acampó entre nosotros" (Jn.1.14): emplea aquí la palabra griega skènoo = vivir en caseta o "acampar", que se deriva de skènè = caseta de campaña (o tabernáculo)2. A este nuevo Templo se refiere Jesús cuando reta a sus contradictores: "Destruyan este templo, y en tres día lo voy a reedificar" (en su resurrección), - y para que no se nos escape el sentido de esto, añade el Evangelista que Él estaba hablando del Santuario de su propio cuerpo (Jn.2.19-21). Por esto, en adelante ya no será necesario acudir a un cierto lugar geográfico con su templo material, sea en Jerusalén, sea en el monte Garizim, como dice Jesús a la Samaritana,. Sino dondequiera y en cualquier momento "los verdaderos adoradores del Padre lo adoraran en espíritu y verdad" (Jn.4.23-24). Para esto nuestro "Templo" es el Cuerpo glorioso de Cristo. 6/ El profeta Ezequiel narra que, en visión, vio cómo desde el templo antiguo de Jerusalén salía como un río de aguas sanadoras que esparcían vida dondequiera que pasaban (Ezeq.47.1-12). Esta imagen la aplica Jesús a sí mismo cuando exclama: "Si alguien tenga sed, venga donde mí, y beba quien crea en mí, - según dice la Escritura: de su seno brotarán corrientes de agua viva". Y Juan añade: "Esto lo dijo, refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en Él: pues el Espíritu no fue dado, mientras que Él no fuera glorificado" (Jn.7.37-39). Ahora bien, esta 'glorificación' de Jesús ocurrió cuando su muerte en la cruz. Pues, por un lado, en aquel preciso instante "salió sangre y agua de su costado abierto" (Jn.19.34), - y, por otro lado, en ese mismo momento "el velo del templo se rasgó de arriba abajo", significando que Dios abandonó definitivamente ese Templo material (Mat.27.51). Desde entonces brota del Señor glorificado "el río de agua de Vida, brillante como el cristal", según describe, como con broche de oro, el último capítulo de toda la Escritura (Apoc.22.1-2). 7/ Ya durante la vida pública de Jesús algunas personas privilegiadas habían experimentado esta irradiación del poder sanador que brota del cuerpo humano de Jesús: "toda la gente procuraba tocarlo, porque de Él salía una fuerza que los sanaba a todos" (Luc.6.19), - o como aquella hemorroísa que quedó instantáneamente curada por sólo 2 De hecho, los expertos en la materia sospechan que la palabra griega skènè remonta históricamente a la palabra semítica y hebrea miškan, - de manera que, en tal caso, tendríamos aquí una referencia hasta literal a esta palabra tan cargada de sentido en el texto hebreo del Antiguo Testamento. tocarle con fe el ruedo del vestido (Mc.5.25-30). A veces podemos sentir envidia de aquellos personajes del Evangelio, - pero, de hecho, nosotros mismos estamos en una condición aún mejor que los contemporáneos de Jesús. Pues cada vez que con fe recibamos el Cuerpo glorioso de Cristo en la Eucaristía, estamos tocando aquella misma Fuente desbordante de vida y de energía divina que irradia continuamente de Él como del "Templo de su cuerpo" (Jn.2.21), y que nos penetra, nos transforma, y nos "cristifica" en la medida de nuestra fe y de nuestro fervor. Al comulgar, bebemos del costado abierto del Resucitado (vea Jn.20.25-27), según lo han experimentado algunos místicos privilegiados como, por ejemplo, en el caso del humilde San Martín de Porres. 8/ Aún más. Nosotros mismos hemos sido transformados en "templos" del Señor por nuestra fe y nuestro bautismo, - aunque "llevamos este tesoro en vasos de barro" (II Cor.4.7). Pero a pesar de nuestra fragilidad, somos templo de Dios, tanto en cuanto formamos la Comunidad de la Iglesia (II Cor.6.16; Ef.2.21), como en cuanto creyentes individuales (I Cor.3.16-17; 6.19). ¡El Verbo de Dios "acampa" en cada uno de nosotros como en su templo! De ahí que, cuando amamos a nuestro prójimo, de hecho a quien amamos es Dios mismo, presente en él. Lo que pasa es que, las más de las veces, no nos percatamos de esta Presencia misteriosa en nuestro hermano. 9/ Pero hay todavía más. El Señor está presente no sólo en cada hermano en la fe, bautizado en Cristo. Sino en toda persona creada a imagen y semejanza de Dios, - muy en especial en el desaventajado, el menospreciado, el excluido, el enfermo, el desvalido. Y aún más. De manera especial (aunque precaria) está presente en el que ha abandonado el camino del Señor: el criminal, el pecador, el explotador de sus semejantes, o sea en todos aquellos que han profanado esta imagen de Dios en ellos mismos. El Señor no necesita que le construyamos templos, santuarios o iglesias, para encontrarlo y honrarlo. Ni necesita de pesebres, de lucecitas coloradas, de oropel o de adornos navideños. Más bien reclama nuestra respuesta sincera a su pregunta: "¿Cómo pretendes amar a Dios a quien no ves, si no amas a tu hermano a quien estás viendo?" (I Jn.4.20). Por tanto, "Navidad" es acoger el reto de aquel monje de la Antigüedad: "¿Has visto a tu hermano? ¡Has visto a tu Dios!"