SOY INOCENTE Nunca pensé volver de una manera

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SOY INOCENTE
Nunca pensé volver de una manera tan abrupta a un pasado traumático de mi vida, ni menos
que esto sucediera en un gobierno democrático. En aquella oportunidad, el sentimiento de
indefensión, de sentirme víctima de una represión brutal e indiscriminada, el sufrir la violencia
de la tortura física, el sentirme privado de libertad, me lo explicaba como una consecuencia del
periodo que vivía en el país, del impacto de la dictadura en quienes éramos o fuimos sus
opositores.
Durante ese periodo, el recuerdo mas traumático que tengo, es el contraste entre la situación
de angustia, de dolor e incertidumbre que vivíamos unos cientos de chilenos, detenidos e
incomunicados en el centro de tortura de la Academia de Guerra Aérea y la indiferencia
cómplice e ignorante del resto de la población, quienes seguían el trascurso de su vida frente a
esta y muchas situaciones que en esos momentos decidían la vida de esas personas.
Ese fue el recuerdo que sacudió mi vida cuando hace ya un mes y días, fui enviado a prisión e
inculpado como procesado en un crimen que no cometí.
Pasaron 37 años desde 1973 y a pesar del cambio del contexto político, me encuentro de
nuevo en un estado de indefensión frente a la justicia y ante una indiferencia social y política
que me asusta.
Para mi es difícil enfrentar esto, porque se me acusa de un crimen que no cometí y en el cual no
participe. Se buscan indicios que pudieran condenarme, en las acciones de una organización
que actuó en los años ochenta, en un contexto totalmente distinto al actual.
También se buscan declaraciones de personas que fueron parte o dicen serlo, o dicen conocer
al FPMR y antecedentes del caso Guzmán, entregando opiniones y detalles de lo que sucedió
hace 20 años atrás, con el alto grado de subjetividad que ello implica.
En este contexto, es difícil proponer un esquema para mi defensa, porque hace 20 años que me
reinserté profesionalmente, dedicándome plenamente a la actividad académica, a la
investigación, como profesor universitario y directivo en distintas universidades de Chile y el
extranjero. Durante todo este tiempo construí un proceso difícil de reinserción social y laboral,
orientando todos mis esfuerzos y energías a este objetivo. Esto significa haber iniciado un
camino de permanente superación personal, de estudio dedicado, de los cual dan cuenta los
títulos universitarios que durante este periodo pude lograr. Actualizando además
conocimientos técnicos para poder competir en un mercado laboral altamente competitivo y
del cual estaba al margen y descontinuado.
Significa también un logro mayor, construir una familia, aprender a disfrutar el cariño de mis
hijas, , a ser esposo y padre, algo que no pude desfrutar durante largos años de una agitada
vida política, clandestina o como internacionalista.
Pero nada de esto pareciera tener importancia, por el contrario, se me califica de ex frentista,
de ex comandante del FPMR, para otros soy un terrorista, participante de una organización
armada y por tanto cuestionable frente a la sociedad democrática actual.
Pero no se habla que se está juzgando a un profesional, un académico destacado que con un
esfuerzo propio, puede dar cuenta de una inserción, de su reinvención y de su aporte a la
sociedad durante los últimos 20 años de su vida. Por el contrario, la óptica para enfocar el dedo
acusatorio es la imagen del pasado, como si el tiempo no hubiera transcurrido, negando con
esto la evolución de las personas y su capacidad de adaptarse a los nuevos contextos.
En un plano más general, pareciera que en el análisis tampoco se toma en cuenta que lo hecho
por el FPMR, forma parte del esfuerzo político, junto a las demás fuerzas políticas de la
izquierda chilena, destinado a terminar con la dictadura. El FPMR nace como una respuesta al
terrorismo de estado. No es mi intención extenderme en una defensa histórica del FPMR, el
objetivo es otro, llamar la atención sobre mi total inocencia del delito por el cual se me está
procesando.
Lo que si alego es que si se están buscando indicios de mi participación en el FPMR, esto debe
hacerse imperiosamente con un examen al pasado y más atrás, donde se podrán encontrar las
razones y el sentido histórico social del nacimiento y actuación de esa organización.
Haciendo esto, se podrán evitar las descalificaciones que tanto ayer como hoy son dañinas y
peligrosas. En época de dictadura bastaba con que alguien acusara a otro de mirista, socialista,
comunista o simplemente de ser partidario de la Unidad Popular, para que se justificara su
detención, lo que para muchos significo su muerte, tortura y desaparición.
Yo viví y sufrí ese periodo de arbitrariedades, por lo cual soy altamente sensible a las
acusaciones que he recibido, sindicándome a priori autor o participe de un asesinato que no
cometí, que no participe, ni planifique y que no conocí hasta después de su realización.
No soy un asesino, ni tampoco terrorista, soy un luchador social, desde mi juventud he tratado
de actuar guiado por valores morales y éticos vinculados a las ideas, para mi superiores, de una
sociedad justa, más humana, en la cual las personas, su principal activo, tengan las mismas
oportunidades de desarrollarse y ser felices.
También y como cientista social soy un inconformista, que cree en el cambio y no en la
fosilización de las ideas y de las sociedades, prefiero vivir en una sociedad en donde parte
importante del poder radique en los ciudadanos. Aunque claro este, que el mundo actual está
organizado de manera tal que la economía, el principal poder actual, debilita la capacidad de
participación ciudadana, la capacidad de intervención en su sociedad y futuro.
Por otra parte y siendo una víctima de la represión y de las torturas, aprendí el valor que tiene
la vida y lo importante que es respetar a las personas, así como la diversidad de las ideas. Por
ello no comprendo ni comparto la política basada en el odio, porque vulnera la voluntad de
alcanzar el bien común.
En este sentido, todas las experiencias vividas significaron para mí adquirir un complemento
más notario y más necesario que lo expuesto, fortalecer en mi interior las convicciones
espirituales que permiten sortear las dificultades y mis ideas así como la persistencia de la lucha
por lo que uno cree y quiere.
Como uno más que vive en esta sociedad, que trata de aprender de su propio pasado con
errores y aciertos, siempre he seguido los dictámenes de mi conciencia. El ejemplo de grandes
hombres y mujeres, los que representan, la coincidencia del deber social y renunciar a lo
ventajoso, en aras de lo moral.
Por ello y sin perder mi identidad proveniente de la izquierda social y política, aprendí a
rechazar el sectarismo, porque reduce la mirada del hombre y de su valor. La nueva sociedad a
la que aspiro es una donde las personas valgan por su condición de tales, por la diversidad y el
aporte que representan cultural y políticamente hablando.
Mi situación actual, es justamente una consecuencia de actitudes y acciones de personas que
se sienten excusados de acatar los canones morales, que al parece los entienden como
destinados a hombres que en su visión sectaria, son inferiores y débiles. El curriculum de la
historia de esas personas, no tiene nada que ver con el ideario político y moral que he
intentado resumir aquí. Sus acciones están más cercanas a quienes son capaces de todo y
justificarlo, bajo la excusa de supuestos falsos ideológicos o políticos.
Es en este comportamiento sectario y retrogrado, que me explico la decisión que tomaron para
asesinar a Jaime Guzmán, una acción que no solo conmovió el escenario político, que genero
un gran dolor a sus familiares, sino que también comprometió y marco el fin de una
organización que en esos momentos, buscaba recoger su historia, para transformarse en un
aporte al proceso de transición que recién se iniciaba en el país.
Lo hecho no tiene nada que ver con lo que durante años nos vimos obligados a hacer, en un
contexto político e histórico distinto, que fue responder a la violencia terrorista de estado que
nos oprimía, con una visión profundamente humanista y valorica de la vida. Nada tiene que ver
con la concepción de una lucha justa, cuya diferencia con este tipo de acciones radica en sus
objetivos.
Los pueblos participan en guerras justas de liberación, rebelándose en contra de dictaduras
oprobiosas, como lo hicimos creando resistencia y diferenciándonos del terrorismo de estado.
Pero esa participación llevaba implícita, una motivación filosófica, en el sentido que las
aspiraciones de libertad. Nunca tuvo mayor sentido y validez que en esos días y en ese contexto
histórico.
Un argumento clave en esto, es la participación de artistas, intelectuales, poetas y filósofos en
estas luchas justas de liberación, los que en una suerte de doble función, expusieron de un
modo comprometido socialmente, el contenido interior del tiempo y de lo rudo de ese
momento, para transmitirlo como un testimonio imperecedero a la posteridad, en la forma de
una utopía posible. Estoy convencido que esta participación marco la diferencia entre una
guerra justa de liberación, expresada en las ideas y compromisos de personas bien alejadas de
las armas, pero que vieron en esas gestas, el último recurso para lograr la libertad y la
liberación de sus sueños.
Todas estas ideas, durante incluso los años más duros de clandestinidad, se esparcieron por
cada uno de los militantes del Rodriguismo, cuya máxima expresión fue el rediseño, exigido en
la conducta de las personas, frente a la realidad que vivíamos y la imperiosa necesidad de su
aporte como agentes de cambio.
Parece que es difícil escribir sin dejar de referirme a una organización en la cual participe con
un nivel de entrega y compromiso incuestionables. Solo espero que quienes me juzgan,
entiendan que las ideas y la historia que defiendo, constituye la base sobre la cual construí mi
vida, por lo tanto inseparable de mi ser como persona. Por eso he reconocido con claridad y
transparencia mi participación en el FPMR y he declarado una y otra vez también, que no
participe, no planifique, ni tuve información antes de su realización, del crimen que se me
acusa.
Respecto al proceso abierto en mi contra, como inculpado en el asesinato de Jaime Guzmán, no
oculto mis temores que en él influyan las distintas opiniones y las odiosidades de una historia
no resulta. Somos un país que aun mantiene una línea divisoria entre quienes recuerdan el
pasado dictatorial con orgullo y alegría, y para quienes esta historia evoca desgarradores
recuerdos y dolorosos pasados.
Tampoco es descartable que la visión permanentemente retrospectiva de la sociedad que aún
persiste en sectores de la derecha, influya en este proceso, siendo yo, para ellos, un agente
“izquierdista y terrorista, responsable del quiebre institucional del año 1973”.
Para mí, las declaraciones de Hernández Norambuena no son casualidad, son producto de una
propuesta que alguien le hizo, de delación compensada, por la cual este recibirá la extradición a
Chile. Esta delación que hizo, al involucrarme directamente como participante de la
planificación del asesinato de Jaime Guzmán, agregando además mi supuesta participación en
la oficina, fueron los elementos nuevos necesarios para que en Chile se pidiera reabrir el caso.
Posteriormente, el Juez encargado de la investigación, inicio una larga rueda de interrogatorios,
partiendo por mí, ex militantes del FPMR, periodistas y analistas, buscando indicios que
respalden, creo, las acusaciones mentirosas de Hernández.
Hace un mes y días que estoy en prisión. No sé si habrá una situación que cause más
incertidumbre que el sentirse aislado arbitrariamente de la vida cotidiana, o algo más doloroso
que ser separado de quienes amo y tanto extraño.
Para terminar digo y repito, no he desconocido sino que reafirmo mi historia, pequeña quizás
comparada con otras, pero grande en sus principios, valores y objetivos. Una larga vida como
luchador social, que se aleja absolutamente del crimen por el cual se me acusa y del cual SOY
INOCENTE.
C. ENRIQUE VILLANUEVA M.
PRESO POLITICO DEL GOBIERNO DE PIÑERA Y REHEN DE LA UDI.
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