ACUSACIÓN CONSTITUCIONAL EN CONTRA DE LA MINISTRA

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ACUSACIÓN CONSTITUCIONAL EN CONTRA DE LA MINISTRA DE
JUSTICIA JAVIERA BLANCO
María Pía Silva Gallinato
1.- H. Comisión: En esta exposición quiero centrarme en analizar
tres características que presenta la acusación en contra de la Ministro
Javiera Blanco:
a) La circunstancia de que ella haya sido precedida de una
acusación anterior, interpuesta un día antes, en contra la misma
Ministra.
b) La circunstancia de que, respecto de los mismos hechos que
fundan tales acusaciones, tres comisiones investigadoras de esta
Cámara se encuentren simultáneamente funcionando.
c) Las implicancias que podría tener sobre nuestro modelo de
gobierno presidencial que el Congreso acoja esta acusación.
Consideraciones previas.
2.- Antes de abordar esos puntos recordemos que la acusación
constitucional funciona como un mecanismo de frenos y contrapesos,
entregado al Parlamento, para destituir a aquellos altos funcionarios
del Estado que, según la Constitución, son susceptibles
de ser
juzgados, por algún acto suyo que se enmarque dentro de alguna de
las causales que taxativamente señala la Constitución en su art. 52 N°
2. Además de la remoción en el cargo, la condena lleva aparejada la
inhabilitación por 5 años para ejercer funciones públicas, lo cual
/
constituye una seria limitación al derecho político a ser elegido en un
cargo público.
Por la gravedad de las sanciones y porque la acusación altera la
composición de los poderes del Estado, es un mecanismo excepcional
y de última ratio.
La acusación constitucional no es un juicio de carácter político
sobre las autoridades de gobierno- que es lo propio de un sistema
parlamentario-
porque no busca remover a aquellos personeros
gubernamentales que han perdido la confianza del Parlamento, sino
que -en un sistema presidencial
como el nuestro- persigue
la
responsabilidad constitucional de determinados servidores públicos,
en caso de que hayan cometido alguno de los delitos o abusos de
poder que señala la Carta. Por lo dicho la acusación tiene una
naturaleza jurisdiccional, desde que en ella se está juzgando a un
funcionario por la comisión de un ilícito constitucional que puede
terminar en su condena y por desde ese punto de vista le son
aplicables las garantías de un justo y racional procedimiento.
Ahora bien, para que la acusación prospere, debe: 1) dirigirse
en contra de los funcionarios que taxativamente señala la Carta; b)
fundarse en alguna de las causales que ella también taxativamente
establece; c) los actos u omisiones que se imputan al funcionario
deben enmarcarse dentro de alguna de tales causales y d) debe existir
una responsabilidad directa del acusado en la comisión de los hechos.
3.- Entre los funcionarios acusables se encuentran los Ministros
de Estado, a quienes nombra el Presidente de la República como sus
-
colaboradores directos e inmediatos en el gobierno y la administración
del Estado, manteniéndose en sus puestos mientras cuenten con su
confianza, sin que, por lo tanto,
respondan políticamente de su
actuación ante el Congreso.
Como
todos
los
servidores
públicos,
los
Ministros
son
responsables por los actos que ejecuten en el desempeño de su
función, siempre que en ellos hayan tenido una participación directa.
Sin embargo, mientras los Ministros se encuentren ejerciendo el cargo
y en los tres meses siguientes a su alejamiento en él, la única vía para
hacer efectiva tal responsabilidad nace si se acoge una acusación
constitucional en su contra, fundada en alguna de las siguientes
causales taxativas que menciona el art. 52 N° 2 letra b) de nuestra
Carta: 1) haber comprometido gravemente el honor o la seguridad de
la Nación; 2) infringir la Constitución o las leyes o por haber dejado
éstas sin ejecución; y 3) por los delitos de traición, de concusión,
malversación de fondos públicos o soborno.
Como sólo después de haber sido el Ministro condenado podrán
entablarse
en su contra
las acciones civiles
y
penales que
correspondan, la acusación constitucional conlleva una especie de
impedimento transitorio, de simple procesabilidad, que hace que,
mientras el Ministro esté ejerciendo sus funciones,
no pueda
interponerse en alguna acción judicial. Ello se explica para evitar que
permanentemente sea objeto de acciones que podrían perturbar el
adecuado desempeño de su tarea.
Nuestras objeciones a la presente acusación.
4.- Pues bien, como decía al comienzo de mi exposición, la
primera característica de la acusación que nos convoca aquí y que
considero necesario destacar dice relación con la circunstancia anómala e inédita en nuestra historia institucional-, de que ésta se
encuentre precedida de otra, presentada un día antes, en contra de la
misma Ministra, aunque por hechos distintos.
Si bien esa práctica no está prohibida, no se entiende por qué no
se interpuso un solo libelo que contuviera los diferentes capítulos que
contemplan ambas acusaciones, en momentos en que nada apuraba
su presentación separada.
Lo grave es que varios elementos de un racional y justo proceso
se ponen en jaque en esta situación:
Desde luego llama la atención que los nombres de algunos
diputados se repiten en los dos libelos acusatorios y algunos de los
integrantes de las comisiones informantes patrocinaron algunos de
ellos, lo cual podría repercutir en la neutralidad e imparcialidad de la
tarea efectuada por estas últimas; ambas acusaciones están siendo
conocidas paralelamente
por la Cámara, pero
por
comisiones
informantes diferentes, las que tienen libertad para establecer su
propio procedimiento, con lo cual la defensa de la Ministra se
complejiza, debiendo además duplicar sus energías y acciones; en fin,
la circunstancia de que la Cámara acogiera una primera acusación produciéndose como efecto que la Ministra quede suspendida en sus
funciones- puede influir en la forma en que la Cámara juzgue la
segunda acusación.
5.- La segunda observación que quisiera compartir con la H.
Comisión, es que resulta sumamente singular y muy dañino para
nuestro sistema institucional que, al mismo tiempo en que se están
conociendo las dos acusaciones en contra de la Ministro Blanco, se
encuentren funcionando, respecto de los mismos hechos, comisiones
investigadoras
paralelismo,
de
la
porque
Cámara.
debilita
Resulta
tanto
muy
la buena
perturbador
marcha
de
ese
esas
investigaciones como el debido proceso constitucional que se abrió
con una y otra acusación.
En efecto, las investigaciones que llevan a cabo las comisiones
creadas al efecto pueden arrojar nuevas luces respecto de los hechos
sobre los que está siendo acusada la Ministra; puede que éstas
incluso terminen su tarea no dándole valor a los antecedentes que se
tuvieron en cuenta para fundamentar la acusación; puede que el
informe
de
las
comisiones
investigadoras
se
produzcan
con
posterioridad a que las acusaciones se hayan acogido por la Cámara;
los diputados de las comisiones investigadoras y los de las comisiones
informantes pueden llegar a tener apreciaciones
muy disímiles
respecto de los mismos hechos, llegando a conclusiones diferentes en
cuanto a la licitud, calificación y gravedad de los hechos conocidos por
una y juzgados por las otras; si se acogen las acusaciones, será difícil
que las comisiones investigadoras no intenten ajustar su informe para
acoger en ellos los fundamentos que llevaron a la Cámara a
entablarlas ante el Senado aunque no coincidan con ellos.
Ya dijimos que la acusación es un recurso de ultima ratio, es
decir, por la gravedad de las sanciones que lleva a aparejada, debe
operar sólo
una vez que se hayan agotado todos
los otros
mecanismos con los que cuenta el Congreso para fiscalizar los actos
del Gobierno.
El sistema de responsabilidad de los Ministros no puede
alterarse, ni tampoco nuestro propio sistema presidencial de gobierno
si se confunden las facultades fiscalizadoras de las Cámaras sobre los
actos del Gobierno con la acusación constitucional. Son instituciones
distintas y por ello el constituyente las considera en forma separada y
-a diferencia de lo que hacía la Carta precedente-, el actual art. 52
enumera, en primer lugar, como atribución de la Cámara, fiscalizar los
actos del gobierno (N° 1), para luego, en el N° 2, referirse a la
acusación. Ello tiene lógica, porque las informaciones que entregue el
Gobierno a través del Ministro con motivo de una fiscalización de la
Cámara -incluyendo, por cierto, los antecedentes recabados por las
comisiones investigadoras o los que entregue el Ministro con motivo
de una interpelación- pueden servir para preparar una acusación en su
contra. Pero ello sólo se producirá si se trata de hechos relacionados
con actos personales del Ministro y siempre que se enmarquen dentro
de alguna de las causales de acusación señaladas por la Carta.
El camino de la fiscalización, por lo tanto, corresponde que lo
emplee la Cámara antes de una eventual acusación, pero nunca
simultáneamente con ella. Lo ocurrido en este caso distorsiona una y
otra atribución de la Cámara, con lo cual se pone en riesgo la seriedad
con la que ella actúa y, lo que es más grave, debilita nuestra
institucionalidad.
6.- Por último, no pueden los diputados acusadores pretender a
través de una acusación constitucional juzgar políticamente los actos
del gobierno -específicamente en este caso los que lleva a cabo la
Ministra de Justicia Javiera Blanco en la conducción su cartera- ya que
con ello se atrepella nuestro modelo presidencial de gobierno.
Es que no obstante que la acusación que nos convoca cumple
con dirigirse en contra de una de las autoridades susceptible de ser
afectada por ella, se interpuso dentro de plazo y por quienes tienen
legitimación para hacerlo, el libelo no satisface debidamente los
requisitos establecidos por la Carta para su procedencia por no
configurarse en ella claramente las causales establecidas en la
Constitución y por no tener la Ministra Javiera Blanco responsabilidad
personal directa en los hechos denunciados, los cuales escapan al
ámbito de su competencia.
Desde luego, y desde un punto de vista formal, la presentación
es confusa, porque no queda claramente determinada cuál o cuáles
son las causales constitucionales en que habría incurrido la acusada;
ni se individualizan debidamente las normas legales o constitucionales
infringidas, porque no coinciden la mención que de ellas se hace en
sus partes petitorias con el desarrollo de los capítulos acusatorios;
tampoco se explica claramente la forma en que los hechos se
subsumen en alguna de las causales que la explican.
Pero además tanto los capítulos I y II del libelo carecen de
asidero porque, como ya dijimos, la
acusación constitucional en
contra de un Ministro de Estado debe fundarse en la comisión de un
acto u omisión personal, proveniente exclusivamente de él, no de
terceros subalternos suyos, como ocurrió respecto de los hechos que
fundan la acusación que esta H. Comisión debe examinar.
En efecto, tanto del aumento de las rentas de los funcionarios
de Gendarmería de Chile como de sus nombramientos es responsable
su Director Nacional, conforme lo que señala la Ley Orgánica que rige
a esa institución. Es así como, en su calidad de Jefe de Servicio y
ajustándose al estatuto que le otorgó tal competencia, fue su Director
quien ejecutó los actos que la acusación considera irregulares.
Tampoco tuvo ingerencia la Ministro en el cálculo del monto de las
pensiones de los funcionarios de Gendarmería ni su otorgamiento,
porque tal tarea, según la ley, compete a Dipreca, órgano que actuó al
efecto.
La indagación sobre el correcto desempeño de Gendarmería de
Chile o Dipreca debe ser encauzada según las normas legales y
constitucionales correspondientes y no mediante una acusación
constitucional, ya que lo contrario significa desconocer todas las
características que ésta posee.
Por lo tanto la acusación, al no perseguir la responsabilidad
personal y directa -que sólo puede emanar de actos propios y de la
infracción de los claros deberes jurídicos que debe cumplir un Ministro
conforme lo dispuesto en la Constitución y en la ley-, adolece de serias
deficiencias.
Lo que nos interesa recalcar al respecto es que esta acusación
pretende constituirse más bien en una herramienta para efectuar un
reproche político a la Ministra. Ello desnaturaliza la acusación
constitucional, la cual -como ya dijimos- dentro de nuestro sistema
presidencial, está destinada a perseguir la responsabilidad de ciertas
autoridades que, durante el ejercicio de sus cargos y en situaciones
graves y extremas,
han ejecutado conductas
contrarias
a la
Constitución, lo que no ha ocurrido en el caso.
Como ya he afirmado, Chile no tiene un gobierno parlamentario,
que se caracteriza por ser de colaboración mutua entre Ejecutivo y
Legislativo y en el que, si esa colaboración se rompe, el Parlamento
puede, a través del voto de censura o de la moción de confianza,
remover a los integrantes del Gobierno. Ese modelo es totalmente
ajeno a nuestra institucionalidad. Nosotros tenemos un sistema
presidencial, de separación clara entre el Gobierno y el Congreso, en
donde el control del poder se realiza a través de un sistema de frenos
y contrapesos, también llamado "cheks and balances", y en donde los
Ministros no tienen responsabilidad política y se mantienen en sus
puestos mientras el Presidente así lo disponga.
Si se impone la práctica de destituir Ministros por hacerlos
responsables políticamente a través de la vía de la acusación, podrían
producirse rotativas ministeriales, con las nefastas consecuencias de
inestabilidad gubernamental que han tenido en nuestra
historia
institucional. Ello puede con mayor razón suceder más adelante
porque, con motivo del cambio del sistema electoral, será difícil que
los
próximos
Jefes
de
Estado
cuenten
con
las
mayorías
parlamentarias suficientes para enfrentar acusaciones que tengan
fines meramente políticos.
Como dice don Alejandro Silva Bascuñán en su Tratado, si lo
que lleva a acusar es el propósito de rectificar la política gubernativa
"ésta no se logra reemplazando sin más trámite por otro funcionario
dispuesto a servir la misma orientación de su antecesor, si persiste la
voluntad de continuarla en el Jefe de Estado", por lo que "un sentido
realista debiera llevar a la renuncia de todo afán de utilizar la
acusación constitucional como instrumento para modificar el sentido
de la Constitución Política amparado en el presidencialismo", "con ello
se crean agitaciones innecesarias, no favorecen la solución de los
problemas y por ello debilitan la democracia...no es en síntesis, la
distorsión de la lógica de las instituciones la vía aconsejable para el
perfeccionamiento institucional, sino que éste se obtiene a través de la
aplicación leal del sistema constitucional y, en caso de estimarse éste
defectuoso, de su modificación por los caminos contemplados en él."
Por todo lo antes dicho estimo, en síntesis, que la presente
acusación adolece de serios reparos tanto por la oportunidad y
circunstancias en que ella fue interpuesta -vulnerando las garantías
de un racional y justo proceso e interfiriendo en las facultades
fiscalizadoras que posee la Cámara- como porque ella conduce a una
desnaturalización y a un atropello a las bases constitucionales de
nuestro sistema de gobierno presidencial, afectando así las bases del
Estado de Derecho.
Consecuentemente, a mi juicio, esta H. Comisión debería
informar al pleno de la Cámara decidiendo la improcedencia de esta
acusación.
ACUSACIÓN CONSTITUCIONAL EN CONTRA DE LA MINISTRA DE
JUSTICIA JAVIERA BLANCO
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