ORAR HOY CON LOS SALMOS DE SIEMPRE II CANTO: “Juntos cantando la alegría” (Nº 97) AMBIENTACIÓN: El libro de los salmos es el libro de la oración de Israel, de Cristo, de la Iglesia. Libro eminentemente ecuménico donde confluimos en una misma oración: judíos, protestantes, ortodoxos y católicos. Es como el corazón del Antiguo Testamento. Todos han bebido de esta agua. Cristo los cantaba. Y San Pablo alude a ellos en sus cartas con estas palabras: “Vosotros rezad salmos, himnos y cánticos inspirados”. En la Iglesia primitiva se aprendían de memoria. A fines del siglo IV, relatando las costumbres de Belén se decía: “En la Aldeita de Jesús todo es campestre y fuera de los salmos, silencioso. A cualquier parte que te vuelvas: el labrador que guía su carreta, canta: Aleluya; el segador atempera el peso del día y del calor cantando salmos; el viñador podando su viña canturrea algún canto de David. Son las canciones de amor de esta región”. Los salmos no nos hablan de las cosas en sentido científico. A Dios no le interesa que sepamos los componentes de las montañas, las mieses, las flores del campo… Quiere que, a través de esas criaturas, descubramos el amor del creador y nuestro corazón se llene de gratitud y alabanza. Eso es lo que vamos a hacer en esta oración de la tarde. HIMNO: Como una ofrenda de la tarde elevemos nuestra oración, con el alzar de nuestras manos levantamos el corazón. Al declinar la luz del día que recibimos como don, con las alas de la plegaria, levantamos el corazón. Haz que la senda de la vida la recorramos con amor, y, a cada paso del camino, levantemos el corazón. Cuando sembramos la esperanza, cuando regamos con dolor, con las gavillas en las manos levantemos el corazón. SALMO 62 Monición: Este salmo alcanza una de las cumbres de espiritualidad del Antiguo Testamento. Todas sus afirmaciones apuntan a una aspiración definitiva de todo hombre de fe: vivir dependiendo solamente de Dios. “Tu eres mi Dios… estoy sediento de ti, tengo ansia de ti como tierra reseca, sin agua”. Este salmo es como el encuentro de dos sedientos: Dios y el hombre. Encuentro de la sed infinita de Dios por darse en amor al hombre. Y la sed del hombre por responder a ese amor… San Gregorio decía: “Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Dios.” Que nuestra oración de esta tarde sea eso: Un clamor, un grito por este Dios que necesitamos. (A dos coros) Oh Dios, tu eres mi Dios, por ti madrugo mi alma está sedienta de ti, mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua. Cómo te contemplaba en el santuario, viendo tu fuerza y tu gloria. Tu gracia vale más que la vida; te alabarán mis labios. Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos. En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti y tu diestra me sostiene. Gloria al Padre… (Oración de eco) Oración sálmica: Señor, tú has metido en nuestra entraña esta necesidad que tenemos de ti. Somos esa tierra reseca, agostada, sin agua, que grita para calmar su sed. Tú eres nuestra agua, te necesitamos. Nuestra vida sin ti no tiene sentido. La experiencia nos lo dice: cuando hemos intentado prescindir de ti, nos hemos sentido frustrados, angustiados. Por eso queremos hacer de nuestra vida una búsqueda, un encuentro permanente contigo. Canto: “Alabaré, alabaré”. SALMO 85 Monición: Somos radicalmente pobres y necesitados y así tenemos que situarnos ante Dios. No para que nos invada la tristeza de ser criaturas, sino para que descubramos a Dios como alguien que viene a nuestro encuentro para socorrer nuestra pobreza. “Soy pobre y pequeño, pero tú eres grande y haces maravillas. Tú me ayudas y consuelas…”, canta el salmista. Así tenemos que ir descubriendo a Dios. Él guía nuestros pasos, se hace encontradizo, nos enseña el camino para que vivamos en la verdad. Descubramos y gustemos a Dios y dejémosle que siga haciendo maravillas. Este salmo es una oración confiada en la bondad de Dios. (A dos coros) Inclina tu oído, Señor, escúchame, que soy un pobre desamparado; protege mi vida, que soy un fiel tuyo, salva a tu siervo que confía en ti. Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día; alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti. Porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan. Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica. Enséñame, Señor tu camino, para que siga tu verdad; mantén mi corazón entero por el amor de tu nombre. Te alabaré de todo corazón, Dios mío; daré gloria a tu nombre por siempre, por tu gran piedad para conmigo, porque me salvaste de un abismo profundo. Tú, Señor, eres un Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal: mírame, ten compasión de mí. Gloria al Padre… Oración sálmica: Señor, en esta tarde caminamos a pie descalzo ante Ti, que eres misterio inalcanzable. Conocerte ha sido lo mejor de nuestra vida; seguirte la mayor alegría; encontrarte, el gozo renovado de cada instante. Sabemos, Señor, que no juegas con nosotros al escondite; que te gusta acercarte a nuestra vida y abrazarnos en medio de la oscuridad de la noche. Sabemos, Señor, que no es difícil captar tus pasos cuando nuestros oídos están atentos. Sabemos, Señor, que, cuando todas las luces de las casas van apagándose, tu casa sigue encendida, acogiendo a todos los peregrinos, caminantes de la vida. Canto: “Hoy, Señor, te damos gracias”. PETICIONES: Respuesta: Muéstralos, Señor, tu amor. – Que los pobres se sientan especialmente amados. – Que los que sufren las consecuencias de la crisis se vean aliviados. – Que los no creyentes se esfuercen por encontrar la verdadera luz. – Que nosotros seamos testigos alegres de tu presencia y de tu amor. ORACIÓN: Te entrego, Señor, mi vida: Hazla fecunda. Te entrego, Señor, mi voluntad: hazla idéntica a la tuya. Toma mis manos: hazlas acogedoras. Toma mis pies: hazlos incansables. Toma mis ojos: Hazlos transparentes. Toma mi corazón: hazlo ardiente. Toma mi pobreza: hazla tu riqueza. Toma mis pecados: Carga con ellos. Transfórmalo todo como la abeja en dulce miel. Hazme nuevo en la donación, alegre en la entrega. Dame gozo desbordante al dar la vida y gastarme a tu servicio. CANTO: “Estrella y camino” (Nº 185)