Guía N° 5 Padrenuestro: introducción Para Jesús es central en su vida la relación que mantiene con su padre. Y desea que para nosotros también lo sea. En una de sus oraciones, exclama: Padre, que todos seamos uno, así como tú y yo lo somos. Cuando los discípulos le piden que les enseñe a orar, les presenta el Padre nuestro como la oración fundamental. Ahí se concentra toda una riqueza espiritual que muchas veces las dejamos a un lado, por el atropello con el que la hacemos. Vamos a intentar profundizar en ella, para desde ahí profundizar nuestra experiencia de fe. Comenzaremos con una guía para orar el Padrenuestro. Iremos enviando parte por parte. Así la aprovecharemos al máximo. Recuerda que es para orar, paso a paso. Esperamos te sirva para avanzar en tu camino espiritual. ¿Rezar cambia las cosas? ¿Dicen que rezar cambia las cosas, pero es REALMENTE cierto que cambia algo? ¿Rezar cambia tu situación presente o tus circunstancias? No, no siempre, pero cambia el modo en el que ves esos acontecimientos. ¿Rezar cambia tu futuro económico? No, no siempre, pero cambia el modo en que buscar atender tus necesidades diarias. ¿Rezar cambia corazones o el cuerpo dolorido? No, no siempre, pero cambia tu energía interior. ¿Rezar cambia tu querer y tus deseos? No, no siempre, pero cambiará tu querer por el querer de Dios. ¿Rezar cambia cómo el mundo? No, no siempre, pero cambiará los ojos con los que ves el mundo. ¿Rezar cambia tus culpas del pasado? No, no siempre, pero cambiará tu esperanza en el futuro. ¿Rezar cambia a la gente a tu alrededor? No, no siempre, pero te cambiará a ti, pues el problema no está siempre en otros. ¿Rezar cambia tu vida de un modo que no puedes explicar? Ah, sí, siempre. Y esto te cambiará totalmente. Entonces, ¿rezar REALMENTE cambia ALGO? Sí, REALMENTE cambia TODO. Teressa Vowell Enséñanos a orar Vamos a aproximarnos al Padrenuestro sin prisa, lentamente, con el infinito respeto con que Moisés se acercó a la raza ardiente. Y lo mismo que él se quitó las sandalias como signo de su actitud interna de adoración, vamos también a descalzar nuestro espíritu de todo lo que signifique suficiencia, orgullo, falsos “saberes” (“pero si lo sé desde pequeño”; “el Padrenuestro ¿puede enseñarme algo?”) Y es que una primera condición para decir con sinceridad «Enséñanos a Orar es la que señala el evangelio de Lucas: la petición a la que Jesús respondió fue a la de un discípulo (Lc 11,1). Es decir, alguien que no está satisfecho con lo que ya sabe, ni convencido de que posee la verdad; alguien absolutamente abierto a la enseñanza de otro, alguien que vive intensamente de escucha y receptividad, de silencio y acogida. Un discípulo tiene mucho de niño y un niño Padrenuestro: Padre… Para el camino N°5 es el mejor discípulo. Porque los dos tienen corazón limpio y capacidad de asombro y por eso están preparados para aprender a orar diciendo:«Padre Nuestro». que te calen dentro y conviértelas en una oración de súplica: «Señor Jesús, tú que has dicho: Pidan y recibirán, enséñanos a orar. Tú que has dicho: busquen y hallarán, enséñanos a orar. Tú que has dicho: Llamen y se les abrirá, enséñanos a orar...». Cuando vayas a orar Reúnanse en grupo y hagan una colección de refranes y dichos populares, de esos que repetimos con frecuencia. Escriban en columna, en una pizarra o papel grande, aquellos que tienen que ver con las relaciones humanas (“Cría cuervos y te sacarán los ojos”, etc.) y reflexionen después sobre el contraste que hay entre esa «sabiduría» y la de Jesús. Pueden escribir al lado de esas frases alguna del evangelio que exprese otra mentalidad ante la vida y el hombre. Terminen leyendo el sermón del monte (Mt 5 a 7), haciendo breves pausas en las que se puede repetir como un estribillo: Leemos en el evangelio de Marcos: «De madrugada, muy oscuro todavía, se levantó. Salió y se fue a un lugar solitario y allí estuvo orando» (Mc 1,35). Revive internamente la escena, trata de visualizarla en todos sus detalles. Tú estás también ahí en esa madrugada, inmerso en la oscuridad que aún envuelve las casas de Cafarnaún. Tu mirada apenas distingue la sombra de Jesús que sale silenciosamente de una de esas casas, pero tus oídos atentos escuchan el rumor leve de sus pisadas. Vas detrás de El calladamente hasta algún lugar tranquilo en el que va a ponerse a orar. Contempla su actitud, su postura, trata de intuir lo que expresa de su mundo interior. Únete a El en lo que sería probablemente el contenido de su oración: «Padre...». Quédate en silencio, aprendiendo lo que el Espíritu te quiere descubrir para tu oración en ese libro vivo que es Jesús. «Señor, haznos discípulos tuyos». «Señor, tú tienes palabras de vida eterna». Lee despacio en el evangelio de Lucas el texto en que Jesús habla también de la oración (Lc 11,513). Deja que afloren en ti tus dudas, tus dificultades en la oración, tus incredulidades y tu falta de confianza en su esfuerzo. Pon todo eso que constituye tu pobreza delante de Jesús y vuelve a leer el texto parándote en el v.9: «Pidan y recibirán, busquen y hallarán, llamen y se les abrirá». Apóyate interiormente en esas palabras de Jesús, siéntelas más fuertes que todas tus perplejidades y dudas, deja Nota: Tomado del Libro: “Iniciar en la oración”, de Dolores Alexaindre y Teresa Berruela, Edit. CCS, Cuadernos Proyecto Catequista. 2