MEDITACIÓN 73 MARÍA Y LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO 1

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MEDITACIÓN 73
MARÍA Y LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO
1. ° Preparación.- Los Apóstoles y discípulos se retiraron al Cenáculo para
prepararse allí, con la Santísima Virgen, a la venida del Espíritu Santo. Examina
esta preparación: A) Primero se retiran, porque el retiro y la soledad es donde Dios
se comunica con las almas. A Dios no le gusta hablar en medio de las cosas del
mundo... y si habla, con ese ruido no se le oye... ni se entiende bien su voz. Ama
mucho el retiro..., el silencio, la soledad de tu alma, donde quiere el Señor hablarte.
Por eso, esta soledad no sólo ha de ser exterior..., sino interior, acallando otros
pensamientos..., negocios..., impresiones..., asuntos que traigas entre manos. Mira
si no será esa, muchas veces, la razón de tus faltas en la oración, y el poco
provecho de la misma... ¿Sabes retirarte exterior e interiormente?... ¿Sabes poner
silencio en tu alma a todo lo que sea ajeno a la oración? B) Se retiraron a orar
todos a una... La oración es la solución para todo. Cristo nunca se dispensaba de
ella. Oró en el Cenáculo..., en el huerto..., en la Cruz misma. Orando encontró el
ángel a la Virgen en su Anunciación. Los Apóstoles, por indicación de la Virgen,
se retiran a orar. También a ti te llama diariamente... ¿Cómo respondes?... ¿Eres
alma de oración?... ¿Acudes a ella a buscar luz..., consuelo..., fuerza?... C) En
compañía de la Virgen. ¡Qué dichosos los Apóstoles que pudieron orar junto con la
Virgen! Ella dirigiría la oración... Ella daría ejemplo de fervor... Sólo con mirarla a
Ella, se disiparía el cansancio..., la tibieza..., las distracciones. Pero ¿es que tú, si
quieres, no puedes hacer lo mismo?... ¿Por qué no oras con María..., mirando a
María..., aprendiendo de María?¿Haz un poco de examen y pregúntate si al
comenzar... y al continuar... y al concluir la oración la haces con la Santísima
Virgen. Aprende aquí también a tener devoción a la oración común... ¡Cómo
agrada a Dios!..., ¡cuán provechosa es! D) Finalmente, fíjate en la constancia. El
Espíritu Santo no descendió sobre ellos hasta pasados diez días en continua
oración. ¡Pronto nos cansamos de orar! Queremos conseguirlo todo en seguida... y
si no, viene el desaliento..., la desilusión. ¡Qué falta de perseverancia! Pídesela a la
Santísima Virgen. Que no un día..., ni dos..., sino siempre, sea tu oración fervorosa
y así será eficazmente santificadora...
2. ° La venida.- Y cuando así estuvieron preparados, es cuando vino el Espíritu
Santo el día de Pentecostés, en forma de fuego. Penetra en el Cenáculo y
contempla el estupor y espanto de los Apóstoles, al oír aquel viento impetuoso..., al
ver que la casa toda temblaba y parecía venirse a tierra..., al percibir aquella lluvia
misteriosa de lenguas de fuego, que se posaban sobre cada uno de ellos... y
después, el gozo inmenso al sentirse llenos del Espíritu Santo y de sus dones y
gracias... y, sobre todo, del amor encendido y abrasador que es el divino Espíritu.
Y ¿qué sentiría la Santísima Virgen?... Ella fue la primera en comprender la
llegada del Espíritu Santo... y, sin asustarse por aquellas señales violentas que le
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acompañaron, se recogió fervorosamente en su interior, para mejor recibirle. ¡Qué
gusto no recibiría, por decirlo así, el Espíritu Santo al encontrar un alma tan bien
dispuesta como la de María!... Si ya la había dado antes la plenitud de su gracia...,
¿qué más podía hacer con Ella el Espíritu Santo en este día? Milagrosamente
aumentaría su capacidad..., dilataría los senos de su alma..., ensancharía todo lo
posible su corazón..., para tener la satisfacción de volverla a llenar de nuevas
gracias..., de nuevos privilegios..., de nuevo y más encendido amor... Póstrate ante
tu Madre querida y admira esa grandeza inmensa..., casi infinita y divina, de que la
ves revestida hoy al recibir al Espíritu Santo... Mírala hoy, si cabe más pura..., más
blanca..., más resplandeciente..., más santa..., más llena de amor a Dios y a los
hombres. Si ahora se le apareciera el arcángel, no hay duda que enmudecería...,
pues en su lenguaje angélico, no encontraría expresiones para saludar dignamente a
María. Haz que salte de gozo tu corazón, ante esta consideración y pide a tu Madre
un poquitín de lo muchísimo que Ella tiene y posee.
3. ° Efectos.- A) «Todos fueron llenos del Espíritu Santo». Con qué generosidad se
nos da este llamado «Altísimo don de Dios». Y ¡qué transformación causa en las
almas! Mira a los Apóstoles, en un instante, trocados en otros hombres... son los
mismos que huyeron hace unos días cobardemente... o negaron a Cristo como San
Pedro... o dudaron de las palabras del Maestro, como los de Emaus y Santo Tomás.
Pero ahora, de cobardes se vuelven animosos y valientes..., de débiles y miserables,
en fuertes e invencibles..., de ignorantes y rudos, en dóciles y muy sabios..., de
envidiosos, que no aspiraban más que a los primeros pues tos, en corazones llenos
de ardiente caridad. ¡Oh mudanza extraordinariamente milagrosa! B) «...y en
seguida empezaron a hablar»... Esto es, a predicar..., a trabajar por las almas..., a
comunicarlas el fruto del don que habían recibido. Es propio de la caridad del
Espíritu Santo difundir el bien por todas partes. Pero comprende que esa actividad
para ser fructífera, ha de ser inspirada y dirigida por el Espíritu Santo; de lo
contrario, será completamente inútil y hasta a veces perjudicial. C) «...hablaban las
grandezas de Dios». Las almas llenas de Dios no saben hablar de otra cosa. ¿De
qué iban a hablar los Apóstoles así encendidos e impulsados por el Espíritu Santo?
Examina si te gusta hablar de Dios..., si en esas conversaciones encuentras
complacencia..., y por ahí deducirás la cantidad que tienes de espíritu de Dios...;
porque cada espíritu mueve a hablar como es él...: el del mundo, cosas mundanas y
terrenas...; el espíritu carnal, cosas bajas y rastreras...; el espíritu propio, las cosas
personales de cada uno, el yo a quien hace salir a relucir a cada paso...
4. ° El Espíritu Santo en ti.- No olvides que tú también has recibido al Espíritu
Santo en el Bautismo, que te hizo hijo de Dios... en la Confirmación, al confirmarte
en la fe y tomarte bajo su protección..., en todos los Sacramentos, mediante la
infusión de la vida divina por la gracia santificante... No olvides tampoco que el
Espíritu Santo, habita en las almas como en su Templo vivo, y por tanto, que le
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tienes muy cerca..., en tu mismo corazón..., que es Él, quien te sostiene... y ayuda...
e ilumina y guía como de la mano por el camino de la perfección. Agradécele su
caridad inagotable, que no se cansa de ti..., ni de tus ingratitudes. Prométele
corresponder mejor a sus dones divinos..., trabajar más... y cooperar con más
interés a la obra de la gracia. Encomienda esto a la Santísima Virgen, para que sea
Ella la que prepare tu corazón, como preparó el de los Apóstoles... haciendo más
fructuosa y perenne la venida del Espíritu Santo.
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