la verdad y la mentira

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LA VERDAD Y LA MENTIRA
Esteban: Entre la mentira y la verdad, parece que el siglo XXI, nos muestra una escala de grises que
hace muy difusa su diferenciación.
¿Qué es mentira? ¿Qué es verdad? ¿Se puede dicotomizar en estos temas?
Salvador, creo que hoy no entendemos, ni tenemos claro lo que es mentira, lo que es verdad y no
sabemos cuánto hay de una o de otra en lo que se nos dice, por el interlocutor que tenemos enfrente,
y porque muchas veces la desconfianza gana en la relación entre los individuos.
Salvador: ¿Qué es más importante Esteban? ¿La mentira o la verdad?
Esteban: Es una buena pregunta…desde donde lo definimos; ¿desde lo negativo o desde lo positivo?
Salvador: Lo defino así, la mentira no existe, lo que existe es la verdad. Si no existiese ésta, la mentira
no existiría. Como consecuencia, la verdad es lo más valioso e importante, en tanto que la mentira es
un parásito de la primera.
Todo esto, me llevó a tenerle mucho miedo a la mentira por las consecuencias que trae.
¿Sabes cuál es la primera de la mentira?
Esteban: No lo sé…
Salvador: La primera consecuencia es que te crece la nariz…bueno, eso es lo que decía mi mamá.
Nuestros padres nos decían que al mentiroso, le crece la nariz como a Pinocho. Ese cuento de Collodi
justamente, es una fábula sobre el crecimiento de la persona, porque comienza siendo tan sólo un
trozo de madera y termina siendo un niño de carne y hueso. Pero el gran problema de Pinocho es la
mentira y el gran escollo en su vida de relación es vencer al “demonio de la mentira”, y no será un
hombre de verdad hasta que aprenda a manejar la verdad como se debe.
¿Quién de entre nuestros oyentes no ama la verdad?
Esteban: Todos diríamos que sí…
Salvador: Claro, la gran declamación de todas las generaciones ha sido su amor y apego a la verdad.
¿Alguna vez viste a un mentiroso que dijera: “¡Soy un mentiroso!”?
Esteban: La verdad, no…
Salvador: He estado en algunos auditorios donde he dicho: “levante la mano quien es mentiroso”,
todavía no he encontrado a ninguno que se reconociera como tal.
Todos exigimos que se nos diga la verdad, nos indignamos cuando nos mienten. Hay una intolerancia
visceral a ser engañado, nos humilla la mentira, cuando nos mienten decimos: “¡¿usted cree que soy
un tonto?!” o “¡¿usted cree que soy un niño?!”, porque de alguna forma nos sentimos humillados. No
obstante, la misma persona que se indigna cuando le mienten, la cual no tolera ser engañada, usa la
mentira también. No solamente eso, cuando miente lo justifica y se siente un héroe/heroína, porque
pudo introducir la mentira como si fuera verdad y no lo descubrieron.
La verdad es mucho más importante que la mentira, y por esto, la misma (la verdad) debería ser
nuestro estilo de vida. Pero a veces me pregunto si el hombre realmente ama la verdad, si es capaz de
aceptarla. Muchas veces, consciente o inconscientemente, quiere que lo engañen. Conozco a muchas
personas que viven en la mentira, en un engaño, pero sin embargo no quieren salir de la misma.
Considero que además de la declamación, hay un tremendo desprecio por la verdad.
Esteban: En el fondo saben que le están mintiendo, pero de alguna forma lo disfrazan…
Salvador: ¿Es algo nuevo esto? ¿Es tan sólo el hombre moderno quien ha endiosado a la mentira?
Por supuesto que la mentira existió siempre y en todos los pueblos, pero hay un momento en que la
mentira se institucionaliza. De ese peligro queremos justamente hablar hoy: de la institucionalización
de la mentira.
Grecia, luego de vencer a los persas, vivió su edad de oro y se constituyeron en la civilización
dominante del mundo antiguo.
Cada ciudad griega tenía su autonomía.
Las ciudades marítimas se confederaron en lo que se llamó la “Liga de Delos” y tenían una flota
poderosa que dirigieron al mar Egeo, lo que les dio una prominencia tremenda como civilización.
Pericles, el gran reformador griego convirtió a Atenas en la ciudad más poderosa de Grecia, por eso se
habla del “siglo de Pericles”.
Cada una de las ciudades se independizó y cada una tenía sus propias leyes.
Lo que hoy llamaríamos “juicios” se discutían en el Ágora, el mercado, el patio público. Cada
ciudadano podía ejercer su propia defensa. Para esto, se hacía necesario saber de retórica, de
argumentación y oratoria.
Un hombre brillante para los griegos, ganaba siempre en fama e influencia.
Fue en ese momento cuando apareció una plaga en Grecia, que se llamaron los Sofistas.
Estos se dedicaban a enseñar disciplinas humanistas: retórica, dialéctica, derecho, política, etc.
Encontraron un mercado en la gente rica que muchas veces quería ganar influencia y entonces se
preparaban en retórica, y justamente, los sofistas les enseñaban: cómo argumentar, cómo sostener un
argumento, cómo se lo defiende y rebate. Entonces crearon el criterio de que lo importante no era la
verdad, sino ganar la discusión. Como consecuencia, si el objetivo no era llegar a la verdad, sino lograr
la retórica, el bien decir, perdieron el sentido de la verdad.
No se aplaudía a quien la decía (la verdad) sino a quien argumentaba y se defendía mejor, “triunfando”
en el juicio, aún cuando estuviese en la mentira.
Entonces los sofistas comenzaron a jactarse, de su retórica y de lograr convencer a quienes tenían que
decidir sobre el asunto aunque la causa que defendían era injusta. Cuando se ganaba por medio de
argumentos falaces, la persona se sentía mucho más importante, porque era “una virtud”. Por todas
estas cosas, terminaron siendo relativistas, pues si es una virtud hacer esto, no existen entonces
verdades absolutas, todo es relativo, hay muchas verdades y dejaron entonces de buscar la verdad.
La flamante democracia griega, comenzó a verse manchada por la demagogia, forma de mentir que
tiene el político.
Como vemos, este asunto de la mentira no es algo nuevo, cuando uno mira la realidad el pensamiento
de los sofistas sigue siendo vigente. Conozco países donde hay ciertos abogados que son solicitados
por todo el mundo, porque sirven (voy a utilizar un término futbolístico) para embarrar la cancha:
hacen del terreno de juego algo dificultoso para jugar con claridad. Y bueno hay algunos que se
dedican a eso y son muy estimados, porque no buscan la verdad, sólo buscan ganar el juicio.
El hombre es un “fugitivo de la verdad”, los griegos lo fueron, y nos pasamos la vida hablando de la
verdad pero realmente no la queremos.
Esteban: Todo esto nos lleva a un gran dilema, a pensar cómo actuamos nosotros, qué amamos
realmente: ¿la mentira o la verdad?
¿Te parece escuchar Salvador, cómo interpreta este dilema de la mentira y la verdad el arte popular
latinoamericano?
Salvador: Claro, siempre es interesante escuchar al pueblo hablar sobre esto.
Esteban: Te presento a Pablo Estramín, un cantante uruguayo que hizo música popular con mezclas de
estilos latinoamericanos y escribió una canción, que salió en uno de sus discos, la canción se llama:
“Simplemente la mentira”.
Escuchemos atentamente como la presenta…
Música - “Simplemente la mentira” - Pablo Estramín.
Esteban: Si bien nos estábamos acostumbrando a la música clásica en nuestro programa, esta canción
venía como anillo al dedo, para describir muchas formas en que se practica la mentira.
Parece que el cantautor, un tanto cínicamente, la ve instalada en prácticamente todos los ámbitos
Salvador.
Salvador: Es que la mentira se ha transformado en una metodología lamentablemente aceptada.
Un periodista analizó a los políticos del mundo y cómo se hace política en el mundo.
Concluyó, que todos usan la mentira como herramienta, muchas veces el político siente, al preparar
su programa, que si él dice la verdad no va a ser aceptado, solamente mintiendo puede lograrlo. He
conocido políticos, que después de acceder al poder dijeron hasta desfachatadamente: “¡si les hubiese
dicho la verdad, no me hubieran votado!”.
Un político que quiere acceder al poder y está haciendo su campaña para que la gente lo vote, si dice:
“vamos a tener dos años malos porque la economía no nos favorece, tendremos que hacer ajustes,
pero después vamos a salir”, seguramente si un político habla así, no lo vota nadie. En cambio si sale
otro que dice: “¡De ninguna manera! Vamos a tener años prósperos, etc., etc.” ilusionando a la gente,
prometiéndoles la salida de males que los aquejan ¿a quién vota la gente? A aquel quien hace una
promesa de prosperidad. Esta es la gran corrupción que tenemos en la política. Para acceder al poder,
tener el apoyo popular, se utiliza permanentemente a la mentira.
Pero no solamente miente el político, porque si aquel que va a ocupar la primera magistratura de la
nación, va a regir los destinos de un país: miente, ¿qué podemos esperar de lo que viene atrás?
Miente el testigo ante la justicia, dando un falso testimonio, y si logra confundir a la justicia se siente
feliz. No solo miente el testigo, sino que cuando estamos en un juicio también lo hace el procesado
para eludir la carga de la justicia.
E incluso, legalmente a esa mentira no se la considera, porque nadie está obligado a declarar contra sí
mismo, entonces se defienden y acuden a la mentira.
Esta, entra también en el campo económico, pues miente el contribuyente a la hora de pagar sus
impuestos.
La mentira, se ha generalizado en todos los campos.
¿Cómo intentamos conjurar a la mentira? Lo hacemos con el juramento, entonces al político se le
obliga que jure…
Esteban: Hay declaraciones juradas al momento de acceder al poder…
Salvador: En ese caso tiene que jurar. Jura el testigo o el procesado. El contribuyente al presentar las
ganancias que ha tenido. En todos estos casos se jura, toma lo más sagrado y se declara la verdad y si
no dice ésta; como decían en antaño “¡que un mal rayo lo parta!”
Esteban: “¡Te lo juro por mi madre!” dicen algunos…
Salvador: Sí… creo que hubiese sido más honesto si dijesen: “Te lo juro por mi suegra” (risas).
Sin embargo el juramento tampoco sirve. A pesar que tenemos el juramento como un “medio”,
pensando que en el hombre existe algo sagrado por lo cual no va a mentir, sin embargo tampoco es
válido. La mentira no se erradica.
¿Qué dice el Dios (de toda verdad y toda justicia) en cuanto a todo esto? ¿Cuál sería Su mensaje para
nosotros y nuestro tiempo?
El sabio Salomón en el libro de los Proverbios dice algo que nos puede servir: “el hombre de verdad”(el
hombre que se compromete con la verdad) “tendrá muchas bendiciones” Cuando leo: “tendrá muchas
bendiciones” pienso en lo que desciende del cielo, pero también en lo que recibimos de la gente a
nuestro alrededor. Salomón no aclara y deja picando esa ambigüedad, porque quiere señalar eso, que
el hombre tendrá muchas cosas buenas si vive en la verdad.
Lo que sucede es que es difícil vivir en ella, hay que tener mucha osadía. La verdad no es fácil.
Un maestro que tenía a mis quince años, comparaba la verdad con el sol, decía que este es maravilloso
porque es salud, vida; y la verdad es como el sol: salud y vida, pero cuando hay mucha (verdad), como
cuando hay mucho sol, uno termina con la piel quemada y ardiendo.
Muchas veces tenemos miedo a la misma, porque hay una intolerancia hacia ella, pregunto: ¿puede
vivir mucho tiempo un hombre o una sociedad en la mentira? ¿No será necesario que paguemos el
precio de la verdad?
Recordemos lo que dijo Salomón, el hombre de verdad, es el que es bendecido por Dios, o sea; aquel
que se esfuerza por vivir en la verdad y decirla.
Aquel quien estima verdaderamente a la verdad, que está dispuesto a recibirla, a que se la digan,
aceptándola por dura que fuera y está dispuesto a decir la verdad y a transmitirla con amor, éste es
bendecido por Dios.
De alguna forma hay una exaltación y reverencia por lo que deberíamos reverenciar: la verdad.
La mentira siempre ha traído problemas, ha sido un parásito destructivo.
Dios nos habla de la verdad, porque Él es el Dios de toda verdad.
Jesucristo dijo “Yo Soy la Verdad” y nos indica que la vida y la prosperidad del hombre se basan
únicamente si vive en la verdad.
LOS GRANDES MÚSICOS EN TIERRA FIRME…
Esteban: El Allegro de uno de los conciertos en Fa mayor de Vivaldi aquí en Tierra Firme, para que
usted se anime con alegría a opinar sobre nuestro programa y del tema de la verdad y la mentira que
hemos presentado en esta jornada.
Por correo electrónico puede hacerlo a tierrafirme@transmundial.org o por carta a Tierra Firme, casilla
de correo 5051, Montevideo-Uruguay.
Esperando que todos podamos vivir en la verdad y alejar la mentira, nos despedimos de este programa
hasta cuando anunciemos una vez más Tierra Firme.
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