EDICIONES DEL VERBO ENCARNADO R. P. Carlos Miguel Buela MARÍA DE LUJÁN. El Misterio de la Mujer que espera. A todos los devotos de la Virgen Celeste y Blanco, que quiso quedarse junto al río de Luján para ser nuestra buena Madre. Para que crezca el conocimiento, amor y servicio a Ella, vida, dulzura y esperanza nuestra. • PRÓLOGO. • SU IMAGEN. • EL MILAGRO DE LA CARRETA. • MAS DE 350 AÑOS DE HISTORIA. • SUS MILAGROS. • MI AMA, LA SANTÍSIMA VIRGEN...(dijo el Negrito Manuel). • UNA GRAN DEVOTA DE MARÍA DE LUJÁN. • P. JORGE MARÍA SALVAIRE, UN LUCHADOR INFATIGABLE. • LA BASÍLICA ACTUAL. • PAYADA DE LA VIRGEN DE LUJÁN. • APÉNDICE. • BIBLIOGRAFÍA. PRÓLOGO. Para pagar, de alguna manera, tantas deudas que tenemos con la Virgen de Luján, en su honor, quise publicar esta novena de sermones. No tienen pretensión de originalidad ya que fundamentalmente se basan en los testimonios de la tradición y sobre todo en el trabajo de grandes estudiosos de Luján: Pedro Nolasco de Santa María, p. Jorge María Salvaire, Enrique Udaondo, Luis. V. Varela, Antonio Scarella, Felipe José Maqueda, Luis Bravo y Taboada, Raúl Alejandro Molina, Horacio Palacios y, sobre todo, Juan Antonio Presas. Sólo tienen la pretensión de hacer llegar al pueblo devoto de la Patrona de la Patria los estudios científicos que han hecho los estudiosos de Luján. Me pareció que el mejor orden que se podía seguir era el siguiente: 1. Describir lo más importante que cobija el inmenso relicario de la Basílica de Luján, el objeto principal de las peregrinaciones: La imagen milagrosa de la Virgen María; 2. ¿Por qué quiso quedarse allí?, es decir, el milagro de la detención de las carretas; 3. ¿Qué ocurrió, como más importante, desde ese momento hasta ahora?: Más de 350 años de historia; 4. ¿Cuál es la razón de su popularidad?, o sea: Los principales milagros; 5. Los principales cultores de la devoción lujanense: El Negro Manuel; 6. Doña Ana de Matos; 7. El Padre Jorge María Salvaire; 8. El lugar donde se cobija la sagrada imagen: La Basílica actual; 9. Una payada que canta sus glorias. La inspiración para este pequeño trabajo me la dio Juan Pablo II cuando, como Vicario de Cristo y Sucesor de Pedro, visitó el 13 de noviembre de 1998 la Iglesia nacional argentina de Roma. Era la primera vez que un Sumo Pontífice la visitaba. En esa ocasión entronizó una réplica auténtica de la imagen original de Luján. También él, devoro de María Celeste y Blanco. A él, Juan Pablo II, por ese gesto trascendente para nuestra Patria, y en él a todos los devotos de María de Luján, ofrendo estas páginas. P. Carlos Miguel Buela San Rafael, 28 de abril de 1999, Fiesta de San Luis María de Monfort Ir al capítulo siguiente Volver al menú. SU IMAGEN. A Vos sagrada Imagen, bello hechizo, de un corazón que amante os reverencia, se consagra este don, que por ser vuestro es muy justo, Señora, que a vos vuelva. Ya no sufre mi amor que alguno ignore del vuestro las tiernísimas finezas, los prodigios sin par, los grandes bienes que en Luján derramáis a manos llenas. A María Santísima, poema de p. Felipe J. Maqueda, el día en que se trasladó la imagen el 8/12/1763 Queridos Hermanos: Luján es una ciudad situada sobre la ruta 7 a unos 75 Kms. de Buenos Aires, Argentina. Su fundadora : La Inmaculada Concepción, bajo la advocación de Nuestra Señora de Luján. En su ciudad se levanta, imponente sobre el margen del Río Luján, la Basílica en su honor, que es el cofre que guarda su sagrada imagen. Queremos comenzar estos sermones refiriéndonos a lo que vemos, esto es, su imagen. I Historia. Una imagen de la Limpia y Pura Concepción llegó en barco al puerto de Buenos Aires, en mayo de 1630. Cuando era llevada en carreta para Santiago del Estero, quiso quedarse junto al río de Luján[1]. Naturaleza de la imagen. La imagen es de bulto de terracota, es decir, de arcilla cocida, de unos 38 cm. de altura. Origen. Fue hecha en Brasil, en el Valle de Paranaíba, en la ciudad de San Pablo. La Virgen se adelantó siglos concretando una suerte de Mercosur espiritual. Hacia 1904, Mons. Juan Nepomuceno Terrero, Obispo de La Plata, mandó recubrir con placas de plata la sagrada imagen para evitar la desintegración de la arcilla. Antes se tomaron fotos y se hizo una fidelísima réplica en madera. Luego, sobre la réplica se sacaron dos moldes en bronce. De estos bronces y sus copias proceden las imágenes auténticas de Luján[2], por ejemplo, las que llevamos a China continental, a Brasil, a Rusia, a Tadjikistán, a Sezze (Roma), a Ucrania, Papúa Nueva Guinea... la que se entronizó en nuestra parroquia de Harlem (Nueva York), la que el Papa Juan Pablo II entronizó en la Iglesia Nacional Argentina de Roma el 13 de noviembre de 1998. Descripción. El sabio misionero Jorge María Salvaire, devoto entusiasta de la Virgen del Plata, da de ella una minuciosa descripción. El critico Pedro Goyena dirá que dicha descripción es «una obra de arte, como dibujo y colorido», y lo cierto es que, cuantos vinieron detrás, nada agregaron a la misma. Data de 1885. Ésta es la descripción: «La imagen de Nuestra Señora de Luján es pequeña en altura: mide unas diecisiete pulgadas (unos 40 cm.). Sus facciones son menudas, pero bien proporcionadas. El rostro es óvalo. El semblante modesto, grave y al mismo tiempo dulcemente risueño, conciliando a la vez benevolencia con su irresistible atractivo, y respeto con majestad de Reina y gran Señora. La frente es espaciosa; los ojos grandes, claros y azules; la cejas negras y arqueadas; la nariz algo aguileña, la boca pequeña y recogida, los labios iguales y encarnados cual rosa, las mejillas sonrosadas. Mira un tanto hacia la derecha. El color del rostro aunque muy agraciado, es un tanto amorenado. Tiene sus delicadas manos, asimismo bien formadas, juntas y arrimadas al pecho, en ademán o movimiento de quien humildemente ora. El ropaje de la talla se compone de un manto de color azul, hoy muy amortiguado, sembrado de estrellas blancas; debajo de dicho manto aparece una túnica de color encarnado, aunque en el día igualmente muy amortiguado. Los pies de la Santa Imagen descansan sobre unas nubes, desde las cuales emerge la media luna, que tradicionalmente se pone debajo de las plantas de la Virgen Inmaculada, y luego como jugueteando inocentemente entre aquellas nubes, descuellan cuatro graciosas cabecitas de querubines, con sus pequeñas alas desplegadas de color ígneo. Finalmente, diremos que la materia con que ha sido fabricada la Santa Imagen es de arcilla cocida. En resumidas cuentas, no es, debemos confesarlo, la antigua Imagen de nuestra Señora de Luján, una obra de arte; en cuanto a la materia, nada apreciable es, y por lo que mira a la hechura, no se puede, a la verdad , mentar entre las Imágenes notables. Preciosa es empero, sobre toda ponderación, por los innumerables y admirables portentos que, por su intercesión, obró incesantemente la divina misericordia, por los piadosos recuerdos que su sola vista despierta, y por la veneración tan entrañable que le profesaron nuestros padres.»[3] Adornos de la imagen. Las tres primeras galanuras de la Virgen aluden a la descripción que se hace de Ella en el Apocalipsis de San Juan: “Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza” (12, 1). Rayera gótica. La rayera gótica[4] con la inscripción: “Es la Virgen de Luján la primera fundadora de esta Villa”, adosada a la espalda de la Mujer, vestida de sol, y que representan los rayos del sol por estar la Virgen totalmente sumergida en aquella luz inaccesible. La luna de plata. La luna de plata a sus pies, con tres escudos de Argentina, Uruguay y Paraguay, porque todo defecto está bajo Ella y porque es Mediadora entre Cristo –el Sol- y la Iglesia –la Luna. Aureola de 12 estrellas. La aureola de 12 estrellas. Es la diadema real de María, en ellas ve San Bernardo las 12 prerrogativas de gracias: - Prerrogativas del cielo: 1ra. estrella. La generación de María anunciada en el Antiguo Testamento; 2da. estrella. El haber sido saludada por el Ángel; 3ra. estrella. El haber concebido en su seno al Hijo de Dios; 4ta. estrella. El haberse realizado esto por obra y gracia del Espíritu Santo. - Prerrogativas del cuerpo: 5ta. estrella. Su inquebrantable propósito de guardar virginidad; 6ta. estrella Su virginidad fue realzada por una milagrosa fecundidad; 7ma. estrella. El estar libre de las molestias que se siguen a la concepción “llevando a Quien la llevaba”; 8va. estrella. Su milagroso alumbramiento. - Prorrogativas del corazón: 9na. estrella. La mansedumbre de su pudor; 10ma. estrella. Su profunda humildad; 11ma. estrella. Su fe magnánima y firmísima; 12ma. estrella. El martirio de su corazón. Corona imperial. Fue mandada a hacer en París por el P. Jorge María Salvaire, francés, a un afamado artífice de la Casa “Poussielgue Roussand”[5], es una corona de oro con incrustaciones de piedras preciosas. Fue bendecida por León XIII el 30 de setiembre de 1886. Coronada por Mons. Federico Aneiros, Arzobispo de Buenos Aires, en nombre de S.S. León XIII, el 8 de mayo de 1887. Fue robada el 15 de setiembre de 1897. Fue encontrada y restaurada en la Casa Gottuzo y Costa, de la ciudad de Buenos Aires, bendecida y colocada nuevamente sobre las sienes de la Virgen por Mons. Uladislao Castellano, Arzobispo de Buenos Aires, el 7 de noviembre de 1897. La corona luce 8 escudos: los de Argentina, Uruguay, Paraguay y España (“en memoria de los dos siglos de protección, con que España distinguió a este venerable Santuario”); los del Papa Pío IX, quien siendo canónigo en 1824 visitara y dijera Misa en Luján, de paso a Chile en la Delegación Apostólica, y el de S.S. León XIII, que bendijera la corona en 1886, ambos italianos; y los de Mons. Aneiros, porteño, y Mons. Castellano, cordobés, ya que ambos coronaron la imagen de la Virgen[6]. Vestidos. Según la usanza española desde los primeros tiempos se la vistió con ropas. Por ser la Inmaculada Concepción el ropaje es túnica blanca y manto azul-celeste. Así los colores de nuestra bandera fueron tomados de los colores de María de Luján. Lo confirman muchos testimonios escritos, como por ejemplo los textos del historiador Aníbal A. Rottjer “El sargento mayor Carlos Belgrano, que desde 1812 era comandante militar de Luján y presidente de su Cabildo, dijo: “Mi hermano tomó los colores de la bandera del manto de la Inmaculada de Luján de quien era ferviente devoto. Y en este sentido se han pronunciado también sus coetáneos, según lo aseveran afamados historiadores.” [7] El mismo autor dice: “Después de implorar el auxilio de la Virgen, y usando como distintivo de reconocimiento los colores de su imagen, por medio de dos cintas anudadas al cuello, una azul y otra banca, y que llaman de la medida de la Virgen, porque cada una de ella medía 40 cm, que era la altura de la imagen de la Virgen de Luján”[8]. O también “al fundarse el Consulado en 1794, quiso Belgrano que su patrona fuese la Inmaculada Concepción y que, por esta causa, la bandera de la dicha institución constaba de los colores azul y blanco. Al fundar Belgrano en 1812 el pabellón nacional ¿escogería los colores azul y blanco por otras razones diversas de la que tuvo en 1794? El p. Salvaire no conocía estos detalles y, sin embargo confirma nuestra opinión al afirmar que “con indecible emoción cuentan no pocos ancianos que al dar Belgrano a la gloriosa bandera de su Patria, los colores blanco y azul celeste, había querido, cediendo a los impulsos de su piedad, obsequiar a la Pura y Limpia Concepción de María, de quien era ardiente devoto”[9] Paena. Es de cedro revestido de bronce dorado, que tiende a destacarla mejor, con la inscripción: “Imagen de Nuestra Señora de Luján”. Rosa de oro. Fue otorgada a la imagen de la Virgen de Luján por S.S. Juan Pablo II el 11 de junio de 1982, durante su primera peregrinación a la Argentina. Pinturas Famosas En el arte de la pintura y del grabado hay mucho que decir. Aquí sólo lo tratamos suscitamente.[10] Data ya de 1737 el primer testimonio conocido de una pintura que retrataba un milagro de Nuestra Señora de Luján. El grabado de la Rivera. Es uno de los más difundidos de Nuestra Señora de Luján y, además, la primera lámina que tenemos de la imagen de Nuestra Señora. Rivera era director de la Maestranza que se hallaba establecida en la Real Fortaleza de Buenos Aires. Era todo un artífice, sumamente diestro y hábil en todas las obras de cobre, bronce y otros metales. Por el año 1788, desahuciado por el ataque de una grave y peligrosa enfermedad, prometió a la Virgen que si recuperaba la salud, grabaría su verdadero retrato en una plancha de cobre, a fin de que por medio de este grabado, extraer otros ejemplares y contribuir con ello a difundir el culto y devoción del pueblo a esta gran Señora. Alcanzó la curación y cumplió su promesa. En el templo de la Recoleta de Buenos Aires hay en escala mayor una magnífica reproducción del grabado de Rivera trabajado en mayólica por el año de 1930. El primer cuadro del milagro. El primer dibujo del milagro de Luján, y del cual tengamos noticia, lo compuso el grabador H. D. Woodwell el año 1885 y lo reproduce el P. Salvaire en su “Historia de Nuestra Señora de Luján”. Es una obra perfecta y acabada y toda ella respira un aire de agradable encanto y simplicidad. Su autor afirma que es copia de grabados antiguos y confirma esta sentencia la misma composición del cuadro. También pertenecen a este autor otros grabados del Luján mariano que no debemos pasar por alto, como por ejemplo: una reproducción de la Santa Imagen de Luján, tal cual en 1885 se hallaba en el Santuario expuesta a los devotos; el sorprendente milagro de la indiada, famoso hecho acaecido en la Villa de Luján en1780; y el cuadro del canónigo Juan Mastai Feretti, luego papa Pío IX, orando ante la Santa Imagen en 1824. Ballerini y Balasch. Augusto Ballerini nació en Buenos Aires en 1857 y falleció en la misma ciudad en 1902. Este afamado artista pintaba también en 1895 un óleo sobre el milagro de la Virgen de Luján de la detención de las carretas. Es este el primer cuadro en color del milagro de Luján. Mateo Balasch, nacido en España y premiado en Roma y en París, vino de gira a América del Sur, atraído por la universal nombradía de la milagrosa imagen, deseoso de contribuir con su talento pictórico a ensalzar y perpetuar su devoción. Compuso un boceto del monumental cuadro al óleo del milagro de Luján que iba a ejecutar. Este boceto fue presentado al Papa León XIII, quién le otorgó un laudatorio beneplácito. El mural de Nazareth. Es obra del profesor Raúl Soldi y se halla en la Basílica de la Anunciación de Nazareth en Tierra Santa. El mural, obra del año 1968, expresa la glorificación de la Santísima Virgen de Luján. Podemos dividirlo en dos partes bien marcadas, enlazadas por un centro, eje de la composición. En la parte inferior: tierra, se destacan aquellas figuras que intervinieron en la hora primera del milagro: el negro Manuel; Ana de Matos, la gran dama asistida en el cuadro por dos sirvientas, como señal de su alta posición; el matrimonio que recibió en su estancia a orillas del río Luján a la santa imagen; y un gaucho con su caballo. En la parte superior: cielo, luce esplendorosa la gran Basílica de Luján cortejada por ángeles. Y en el centro, enlazando cielo y tierra, la santa imagen de la Virgen de Luján sobre el follaje abundante de un ombú. II De la sola imagen milagrosa de María de Luján podemos sacar grandes lecciones. De sus facciones menudas, de su semblante grave y risueño, de sus ojos mirando hacia la derecha, del rostro un tanto amorenado, de sus manos orantes, de la materia en que está hecha igual que nosotros, etc. En fin, todas lecciones hermosas y llenas de sentido catequético y espiritual. Pero ahora no queremos referirnos a esas características, que bien valen un sermón, sino al hecho de que la imagen en su conjunto es la más bella expresión de nuestra Patria argentina. Es el punto focal que, por así decirlo, contiene, como en semilla, lo que es nuestro ser nacional. Y, en ese sentido, María de Luján es el paradigma de lo que debe ser lo auténticamente argentino. Como pasa muchas veces, nos descubren realidades insondables de las cosas y personas con las que tenemos trato frecuente y familiar, quienes las conocen por primera vez. Así pasó con la Virgen Lujanera. Fue necesario el genio intelectual y la mirada penetrante y profética del gran Papa Pío XII para que los argentinos descubriésemos lo que se encierra, contiene y fulgura en la Sagrada Imagen. Trece años después de haberla visitado en su camarín de Luján, siendo ya Vicario de Jesucristo y sucesor de Pedro, diciendo que “Ella quiso quedarse allí y el alma nacional argentina comprendió que allí tenía su centro natural”, expresó cuál había sido su impresión al verla: “…nos pareció que habíamos llegado al fondo del alma del gran pueblo argentino.”[11] Que es como decir a sus fundamentos, a su base, a lo que le da razón de ser, a su entramado profundo, a sus cimientos, a lo básico, a lo que nos ha de lanzar al futuro… Son palabras muy pensadas, son palabras muy sentidas y son palabras muy profundas: “…nos pareció que habíamos llegado al fondo del alma del gran pueblo argentino.” Y es así ya que en la Imagen milagrosa se dan cita los valores que compendian la Patria y que no se cierran sobre sí mismos, sino que, sin negarlos, se abren a los valores universales. En efecto, en Ella se dan los valores autóctonos: - La geografía: quiso quedarse aquí. - La bandera: son de los colores de su manto. - La lengua: Está escrito en nuestra lengua materna: “Es la Virgen de Luján la primera fundadora de esta Villa”. - La comunidad concorde, en el pasado: San Martín, Belgrano, Pueyrredón... en el presente, los innumerables peregrinos que la visitan... en el futuro, desconocido por nosotros pero auspicioso si nos colocamos bajo su manto. Pero, Ella también nos abre a los valores universales: - Su origen es brasileño. - Su gran cultor y el joyero de su corona, franceses. - Lleva los escudos de Argentina, Uruguay, Paraguay, España, de dos italianos, y de un porteño y un cordobés que la coronaron. - Condecorada en 1981 con la Rosa de oro y entronizada en la Iglesia argentina de Roma en 1998 por Juan Pablo II, polaco. En María de Luján se da la mejor síntesis entre los nuestro particular y lo universal, entre lo local y lo iberoamericano, entre lo laical y lo jerárquico, entre lo criollo y lo bueno que viene de afuera, entre la Iglesia particular y la Iglesia universal. Por eso la Limpia y Pura Concepción que se quedó en Luján fue, es y será el “…fondo del alma del gran pueblo argentino.” Ir al capítulo siguiente Volver al menú. NOTAS [1] La mejor historia que conocemos es de J. A. Presas, Nuestra Señora de Luján (Buenos Aires 1980) 547 páginas. [2] J. A. Presas, Anales de Nuestra Señora de Luján (Buenos Aires 1993) 240. [3] J. M. Salvaire, Nuestra Señora de Luján (Buenos Aires 1885) 267. [4] J. A. Guerault, La Virgen de Luján y su Santuario (Luján 1972) 62. [5] cf. La Perla del Plata, Revista de la Basìlica de Luján. 7 (1896) 21. [6] J. A. Presas, José María Salvaire (Morón 1990) 109. [7] El general Manuel Belgrano (Buenos Aires 1970) 66. [8] El general Manuel Belgrano (Buenos Aires 1970) 61. [9] G. Furlong, Belgrano, el santo de la espada y de la pluma (Buenos Aires 1974) 35. 10] Ver J. A. Presas, Nuestra Señora de Luján en el arte (Buenos Aires 1981) 80 [11] «Radiomensaje a la Argentina con motivo del I Congreso mariano Nacional del 12 de octubre de 1947» Doctrina Pontificia (Madrid 1954) 608. Volver al menú EL MILAGRO DE LA CARRETA.[1] El desierto florecerá como lirio. Is 35, 1 Queridos hermanos: Queremos recordar la historia del milagro de la carreta detenida junto al río de Luján. En 10 puntos dividimos la crónica del acontecimiento que, en líneas generales, es un resumen de las crónicas del fraile mercenario Pedro Nolasco de Santa María y del presbítero Felipe José Maqueda, con algún dato de la tradición. Se tomaron los puntos comunes. «El original del relato del mercedario se halla en la Basílica Nacional de Luján; la narración de Maqueda en diversas bibliotecas, como en la del Museo Colonial de Luján, en la Mitre de Buenos Aires y en otras varias partes».[2] Seguimos casi a pie juntillas el escrito del máximo historiador contemporáneo de María de Luján, Mons. Juan Antonio Presas. 1. “En aquel tiempo que Portugal y España se regían por una sola Corona y que, por tanto, el comercio entre ambas era libre y según el mejor cómputo por los años de 1630...” El hecho milagroso aconteció cuando España y Portugal vivían bajo una misma Corona, su comercio era libre, y por los años de 1630. Así es; por esos años el comercio marítimo batió récord por el número de navíos que entraron en el puerto de Buenos Aires y en el valor de las mercancías que alcanzaron una suma fabulosa[3]. 2. “...un portugués, llamado Farías, pidió a un amigo suyo del Brasil le trajese una imagen de la Concepción de María para venerarla en la Capilla, que en su estancia de Sumampa, jurisdicción del Tucumán, estaba fabricando. Un marino, amigo suyo, cumplió el encargo y le trajo no una, sino dos imágenes de Nuestra Señora, bajo la advocación una, de la Concepción, y otra, de la Madre de Dios. Acondicionadas ambas en dos cajones fueron subidas a una carreta y emprendieron viaje al Norte”. El portugués se llamaba Antonio Farías de Saá que pidió al Brasil una imagen de la Concepción, que le fue traída por un marino amigo suyo y que le llegó a nuestras playas en marzo del año indicado. Por esa fecha encontramos en los archivos de Córdoba, Sumampa y Santiago del Estero, los datos genealógicos de Farías, famoso hacendado de Sumampa, por la línea de tres familias[4]. En cuanto a su amigo, Andrea Juan, piloto del barco[5] llega en su embarcación a Buenos Aires a fines de marzo de 1630, y era amigo -como dicen las crónicas- de quienes fueron favorecidos por las Santas Imágenes. La Imagen fue ciertamente hecha en Brasil, en el valle de Paraíba, en la ciudad de S. Pablo. Los talleres brasileños eran celebrados en esa época por la confección de imágenes, y las que llegaron a nuestra tierra son precisamente de la técnica de ese lugar. 3. “Al llegar a las orillas del río Luján se detuvieron los troperos para pasar la noche en la estancia de Rosendo.” Hoy se sabe perfectamente quién era Tomás Rosendo y dónde tenía su estancia, junto al río Luján, muy cerca del camino real. Hay que ubicar la estancia a la altura del pueblo, llamado hoy Villa Rosa, en el partido de Pilar. Repasando las sucesiones y reparticiones de tierras se llega, sin dificultades graves, hasta ese tal Rosendo, comprobando la veracidad del aserto[6]. 4. “A la madrugada siguiente, al intentar proseguir la marcha, los bueyes no pueden mover el carro. Se quita peso a la carreta, pero en vano. Después de mucha labor bajan a tierra el cajoncito que contiene la imagen de la Virgen en su título de la Concepción y todo marcha bien”. En la mañana del tercer día, las carretas que llevaban las dos Santas Imágenes se niegan a avanzar y nadie puede hacerlas moverse de su lugar. Tocamos aquí el punto capital que los fieles llamamos: “milagro” o de “fe”, y cuya interpretación escapa a la ciencia. Para quitar peso a la carreta se bajaron de ella varias cajas, pero las carretas no avanzaban, sólo lo hacen cuando es bajado un pequeño cajoncito que contenía la imagen de la Inmaculada Concepción de la Virgen. 5. “Los troperos entienden que aquello era un aviso del Cielo, que les decía que tal imagen debía quedarse allí, para ser venerada en el lugar. Y así lo cumplieron”. La historicidad de los hechos es verdaderamente asombrosa, una Imagen se queda en Luján y la otra sigue su camino a Sumampa, a pesar de la distancia hasta Santiago del Estero y de las dificultades del camino, es exacta la noticia de que una de las dos imágenes llegó al Norte y allí se le levantó Capilla, quedando la otra en Luján. Esto se puede ver en la obra La Consolación de Sumampa, de Bravo y Taboada. Los arrieros del convoy dejan la Santa Imagen de la Inmaculada en la casa de Rosendo. 6. “Llevada por los arrieros a la casa de Rosen, los dueños le levantaron un pequeño Oratorio”. La familia del hacendado levantó una pequeña Capilla para la veneración de la Imagen[7]. La investigación ha comprobado fielmente estos datos. Un documento de 1645 escribe que: “A las espaldas de la casa de los dueños de la estancia existe una Capilla pequeña, y en ella una hechura de Nuestra Señora, de bulto, de barro, de altor de media vara”. Es ésta una descripción perfectísima de la Santa Imagen que veneramos en el actual santuario de Nuestra Señora de Luján. El doctor Héctor H. Schenone , perito en el estudio de la imaginería colonial, asegura: “Los hallazgos documentales esclarecen la historia de nuestra Patrona, y las deducciones que de ellos se obtienen permiten confirmar mucho de lo que la tradición establecía. Un dato muy significativo es la constancia del material con la que estaba hecha la estatua de la Virgen de Luján, y que figura en los inventarios. Tal referencia es poco frecuente y ello señala su procedencia. No puede extrañar entonces que un lusitano asentado en nuestras tierras encargase a un compatriota que le trajera una pequeña estatua. Todo ello es muy claro para quienes nos hemos dedicado al estudio de las artes en la zona del Río de la Plata, región que con mayor o menor intensidad recibió desde muy temprano el aporte de artesanos o de obras que venían del Brasil[8]. 7. “Divulgando el portento, comenzaron los fieles a venerar a Nuestra Señora en aquella Santa Imagen, y Ella correspondió explicándose con repetidos prodigios y milagros. La imagen era de media vara de alto, con las manos juntas ante el pecho”. El lugar estuvo un tiempo muy concurrido por la gente devota que iba a visitar a la Santa Imagen milagrosa. Los cronistas atribuyen el traslado de la estatua a las incomodidades que sufrían los peregrinos en el lugar. Existe constancia documental de 1671 que certifica la peregrinación del Cura Rector de la Catedral de Buenos Aires, Dr. Gregorio Suárez Cordero: como por ejemplo en el Archivo General de Indias, Sevilla, Audiencia de Charcas, 284[9]. 8. “Dedicaron a su culto un negro, llamado Manuel”. La familia de la estancia puso al servicio de la Santa Imagen a un negro llamado Manuel. Este personaje fue en los últimos tiempos piedra de tropiezo para la historia de Nuestra Señora de Luján. Su presencia ensombrecía el relato, pues figura tan leal y servicial era considerada por los racionalistas sencillamente como un mito. Pero la paciente labor investigadora del Ing. Enrique Fraga García, dio sus frutos, y se encontró un documento capital del negro Manuel. Así hoy sabemos que realmente existió, que nació en Cabo Verde, aproximadamente en 1604, que sirvió a la Virgen en la ermita por más de 40 años, que además se casó con una criolla llamada Beatriz el 25 de enero de 1630, y que murió a la edad de 82 años el 25 de enero del año 1698[10]. 9. “Largo tiempo después la Capilla cae en despoblado y una señora, doña Ana de Matos, compra al Cura Juan de Oramás, heredero de los Rosendo, la Santa Imagen y la lleva a su estancia, ubicada en la actual ciudad de Luján, para hacerle allí honrosa Capilla...” La crónica añade que doña Ana Matos, cordobesa, compró la Santa Imagen al cura Juan de Oramás, administrador de los bienes de Rosendo y que ella la llevó a su estancia, levantándole Capilla pública, donando a ese fin tierras a la Santa Imagen. La figura de Ana de Matos es clave en la historia de Nuestra Señora de Luján, y el material hallado sobre dicha mujer es mucho. Uno de los descubrimientos más estupendos, habrá sido sin duda haberse encontrado el documento de donación de tierras a la Santa Imagen para erigirle Capilla, pues eso marca el punto inicial de la actual ciudad de Luján. Ya no caben dudas, Luján surgió a la vida en el año de 1682. Pero además este documento tiende un puente entre el pasado y el mercedario Santa María, que la tratara por aquellos años. Porque Ana de Matos sabía a fondo la verdadera la historia de la Virgen de Luján, por haber conocido a los primitivos dueños de la Santa Imagen y el modesto Oratorio de la familia, y por lo tanto pudo transmitir fielmente al mercedario todos los detalles de esta historia. Así pues, el relato del fraile Santa María se convierte -por el papel que desempeñó en el caso de esta distinguida mujer, que enlaza dos épocas- en una crónica casi ocular. Más todavía, al ser citado Juan de Oramas con motivo de la venta se garantiza mejor el relato lujanense, pues jamás nadie de alma noble hubiese forjado una historia, que dejara al cura Oramas bastante mal conceptuado. Es pues la figura de Ana de Matos una de las personas de más peso que acreditan la crónica de Luján[11]. 10. “... con la ayuda del Mayordomo de la Virgen, Manuel Casco de Mendoza, y el Capellán, don Pedro de Montalbo. Finalmente, el obispo Antonio Azcona Imberto confirmó la Capellanía de Montalbo ”. Finalmente la tradición lujanense nos habla de un mayordomo de la Virgen, llamado Manuel Casco de Mendoza, porteño, que ejerció su oficio por 33 años y murió entre el 7 y el 14 de enero de 1709; del primer Capellán del templo, don Pedro de Montalbo, que lo fue por 16 años, con gran celo, desinteresadamente y con un gran espíritu mariano, y murió el 12 de febrero de 1701; y del Obispo Antonio Azcona Imberto, Obispo de Buenos Aires que confirió la capellanía a don Pedro de Montalbo, celoso devoto de María Santísima[12]. Con lo expuesto se puede constatar que todos los datos han sido perfectamente analizados y comprobados. Esto es una garantía de verdad que la ciencia no puede objetar y que favorece al espíritu para recibir la fe. Por eso afirma el gran historiador Guillermo Furlong: “Certísimo es que conscientemente ya nadie puede referirse al milagro y a los hechos fundamentales tocantes a la historia de Nuestra Señora de Luján y de Sumampa, valiéndose de la palabra leyenda, ya que ésta nada tiene que ver con la verdad histórica, cierta e inconmovible, como aparece ella con los nuevos hallazgos tan vastos y tan científicamente convincentes”[13]. Nuestra fe en la Imagen milagrosa de María de Luján se basa sobre el sólido fundamento de la verdad histórica, científicamente convincente. Ir al capítulo siguiente Volver al menú. NOTAS [ 1] J. A. Presas, Luján ante la ciencia y la fe (Buenos Aires 1978) 76. [2] J. A. Presas, Luján ante la ciencia y la fe (Buenos Aires 1978) 21, n.9. [3] J. A. Presas, Luján ante la ciencia y la fe (Buenos Aires 1978) 28. [4] La documentación sobre la genealogía de la familia Farías puede verse en J. A. Presas, Nuestra Señora en Luján y Sumampa (Buenos Aires 1974). Trabajaron en este estudio el Dr. Raúl A. Molina, el Dr. Ignacio Tejerina Carreras, presidente del Centro de Estudios Genealógicos de Córdoba y Mons. Gerardo T. Farrel, profesor de Ciencias Sociales. [5] Como consta en el Archivo General de la Nación, libro IX, 48-3-2, 638 y libro IX, 48-3-8, 232. [6] De Rosendo y su estancia ver: J. A. Presas, La estancia del Milagro (Buenos Aires 1977); Nuestra Señora en Luján y Sumampa (Buenos Aires 1974). De gran aval son los estudios del profesor Miguel H. González. [7] Archivo General de la Nación, libro IX, 48-4-5, 159. [8] Carta particular del Dr. Schenone. cf. J. A. Presas, Nuestra Señora en Luján y Sumampa (Buenos Aires 1974) 169. [9] También se puede ver: J. Torre Revello, Documentos históricos y geográficos relativos a la conquista y colonización rioplatense, I (Buenos Aires 1941) 287. El primero que advirtió en ese documento el hecho de la romería fue el p. Cayetano Bruno. [10] Archivo General de la Nación, libro IX, 48-6-2, 164 y libro IX, 48-4-5, 115. [11] Archivo General de la Nación, libro IX, 49-2-9, 109. Afirman algunos que con Ana de Matos se cierra la protohistoria de Nuestra Señora de Luján, pues el curso de esta historia en adelante corre sin dificultades. [12] Archivo General de la Nación, libro IX, 48-9-4, 77 y libro IX, 41-6-6, exp. 12. La muerte de Manuel Casco de Mendoza acaecida en la primera quincena de enero de 1709 cierra la parte más valiosa de la documentación mariano-lujanense. De la Capellanía de Montalbo se nos habla en Archivo General de la Nación, libro IX, 48-7-5, 301; y en los libros parroquiales de la Catedral de Buenos Aires de la época, y hoy conservados en el Archivo de la Basílica de la Merced de la Capital. [13] Citado por J. A. Presas, Nuestra Señora en Luján y Sumampa (Buenos Aires 1974) 22. MÁS DE 350 AÑOS DE HISTORIA. Préstame, Santa Patrona, aliento para que ensalce la fe y gloria del pueblo que patrocinas amante. Dadme fe, Santa Patrona, y ardiente inspiración dadme para que en semejante prueba mi corazón no desmaye. A. de Trueba Queridos hermanos: Antes de contar las maravillas que Dios hizo en nuestra nación por medio de la Virgen de Luján, es mi deseo “que resida en todos el alma de María para glorificar a Dios”[1]. Hoy quiero entregarles los momentos más importantes en la historia de esta imagen, cómo se fue edificando su Templo, hoy Basílica, lo que sucedió con la imagen durante estos más de 350 años de historia, los historiadores que nos relatan los hechos y en cierto modo están involucrados en este prodigio de Luján y aquellas personas más ilustres que visitaron a nuestra Madre del Cielo. Siglo XVII 1630. Fines de marzo. En aquel tiempo reinaba en la Iglesia el papa Urbano VIII y gobernaba el inmenso imperio Español el rey Felipe IV, de la familia de los Austrias. Como dijimos, según el mejor cómputo en el año de 1630, cierto portugués, de nombre Antonio Farías de Sáa, hacendado de Sumampa -jurisdicción de Córdoba del Tucumán- pidió a un amigo suyo marino le trajese del Brasil una imagen de la Concepción de María Santísima, con el propósito de venerarla en la Capilla que estaba fabricando en su estancia de Sumampa. Efectivamente, el marino llamado Andrea Juan, cumplió el encargo y le trajo no una, sino dos imágenes de Nuestra Señora, que llegaron felizmente al puerto de Buenos Aires. Una, según el pedido era de la Purísima Concepción, la otra de la Maternidad Divina. El pedido de la imagen debió formularse a mediados de julio de 1629, pues en esos días se hallaba el piloto Andrea Juan en el puerto de Buenos Aires, y estaba por zarpar a Pernambuco, Brasil. La imagen es típicamente paulista. San Pablo en esos años de 1630 irradiaba su esplendor artesanal a todo Brasil. Bien acondicionadas ambas imágenes en dos cajoncitos fueron subidas a una carreta y emprendieron viaje al Norte. Al llegar a las orillas del río Luján, en la estancia de un tal Rosendo, los troperos se detuvieron allí para pasar la noche. Al día siguiente, una clara mañana de mayo, queriendo proseguir el convoy su viaje y uncidos los bueyes a la carreta no pudieron moverla. Admirados todos de la novedad pasaron a individualizar la causa y declaró el conductor del convoy: “Aquí vienen dos cajones con dos bultos de la Virgen, que traigo recomendados para una Capilla de Sumampa”. Discurriendo que en tan extraño suceso hubiese algún misterio, uno de los presentes[2] dijo: “Sáquese de la carreta uno de los cajones y observemos si camina”. Así se hizo, pero en vano. “Truéquense los cajones”, replicó el mismo. Sacaron el cajón que había quedado y se cargó el que se había sacado, y luego sin más estímulo tiraron los bueyes, y se movió sin dificultad la carreta. Desde luego los arrieros entendieron que era una particular disposición del Cielo que la imagen de la Virgen encerrada en tal cajón se quedase en aquel paraje, como en efecto se quedó, prosiguiendo la otra a su destino. El milagro se cumplió en la primera quincena de mayo. La estancia de Rosendo se halla en la actual población de Villa Rosa, en Pilar, a unos 30 km. de la Basílica Nacional. Abrieron los arrieros el cajón y hallaron una bella imagen de Ntra. Sra. de la Inmaculada Concepción, con las manos juntas ante el pecho. Al punto los arrieros la veneraron y luego los troperos en devota procesión llevaron la imagen a la casa de la estancia de Rosendo y sus dueños le levantaron un humilde altar. El título de Inmaculada Concepción señala pureza, claridad, realeza, y esto queda ilustrado en el paisaje abierto y sin límites de la pampa, donde está enclavado Luján. Al querer quedarse la Virgen Santísima en Luján, en esa su imagen de la Purísima, enseñaba a los pueblos del Plata que Ella quería formásemos en nosotros al hombre nuevo, la nueva criatura según la mente de Dios. 1633. Ermita de Rosendo / Negrito Manuel. La Capilla de la Virgen estaría lista a mediados de 1633 y se abriría a numerosos peregrinos que allí acudían, atraídos por las gracias que la Virgen Santísima dispensaba a sus devotos[3]. Su construcción sería muy rústica y no pasaría de un modesto rancho, con paredes de barro, techo de paja y piso natural de tierra, y por todo lujo un revoque de blanqueo; y el pequeño altar tendría una sencillez primitiva y un poco más arriba estaría colocada la Santa Imagen. La Capilla o Ermita de Rosendo no tendría más de cinco varas de largo por tres de ancho. El mercedario Pedro de Santa María relata, afincado en testigos inmediatos de los hechos, que “la santa Imagen estuvo en lo de dicho Rosendo, en un Oratorio muy corto y muy venerada la Imagen de todo el Pago. Y dicho Rosendo dedicó un negro llamado Manuel al culto de la Imagen, quien cuidaba de la lámpara de dicha Señora, que incesantemente ardía”. El presbítero Felipe José Maqueda confirma lo dicho con palabras parecidas, que recoge de la tradición: “No después de mucho tiempo, a corta distancia de la casa de dicho Rosendo, se levantó una pequeña Capilla, y se destinó un negrito llamado Manuel, para que cuidara del culto de la Santa Imagen. Este negro con tanta solicitud se aplicaba al culto de esta Divina Señora que nunca tenía su Imagen sin luz”. 1671. Traslado de la Imagen: Ana de Matos. El heredero de la Virgen, Rosendo, deseoso de remediar la necesidad de dar albergue a los peregrinos y que aumentasen los cultos a la Virgen dio a cierta señora, llamada Ana de Matos[4], licencia para llevar la imagen desde la antigua ermita hasta su hacienda. En el año 1671 se concretó la compra y traspaso de la Santa Imagen de la Concepción desde su antigua ermita hasta la casa de doña Ana de Matos. Testifica la ilustre dama: “La santa Imagen de la Limpia Concepción haberla adquirido por dinero de mano del Maestro Juan de Oramas”. El traslado se cumplió seguramente en las proximidades del 8 de diciembre, como preparación a una nueva celebración de la fiesta de la Purísima Concepción. Al acto estuvieron presentes el Obispo fray Cristóbal de Mancha y Velasco y el Gobernador José Martínez de Salazar. La procesión se hizo a pie y la devota comitiva de la procesión hizo alto de noche en la Guardia Vieja[5] –que se hallaba en el actual partido de Pilar y de este lado del río Luján-. Esta solemne procesión de la Virgen de Luján desde la estancia de Rosendo a la casa de Matos fue motivada por las traslocaciones de la Santa Imagen, que tan ampliamente cuenta Maqueda[6]. 1682. Ana de Matos dona tierras a la Virgen: comienzo de la ciudad de Luján. El 2 de octubre doña Ana de Matos dona tierras a la Virgen de Luján en estos términos: “Porque tengo mucho amor a la advocación de Ntra. Sra. de la Limpia Concepción y a su Santa Imagen hago gracia y donación a dicha Santa Imagen de todo el sitio que necesitare para la fábrica de su Capilla, con más una cuadra sitio en contorno de ella; y asimismo le hago donación de un cuarto de legua de tierras de mi estancia de frente sobre el río Luján de la otra banda y ha de comenzar Río abajo, cinco cuadras distante del monte de árboles frutales que tengo en dicha estancia, y este cuarto de legua de frente ha de tener todo el fondeo que tienen las demás tierras de mi estancia, para hacer las sementeras y lo demás que fuere útil para la conservación y aumento del este Santuario”[7]. Es muy importante en la historia mariana de Luján este documento descubierto por la Srta. María C. Terragni Caro, ya que es un argumento a favor de la veracidad de la historia, no solamente de la Virgen de Luján, sino que Ella es la misma fundadora de la Ciudad de Luján. Ana de Matos hace la donación con la condición de que dicha Imagen ha de estar perpetuamente en dichas tierra y en caso contrario queda anulada la donación, debiendo ser entregada la Imagen a los herederos, por haberla ella adquirido con su dinero. Con esta donación Ana de Matos convertía realmente en oficial y pública la Capilla de Nuestra Señora al pasar al dominio de la Iglesia y a sus autoridades la posesión de ese lugar sagrado, y también con esa entrega daba origen y fundamento a la verdadera fundación de la actual ciudad de Luján. 1685. Capilla de Montalbo, 1º Capellán. En los libros de la Catedral de Buenos Aires leemos que “en septiembre el P. Montalbo puso óleo y crisma a varios”[8]. Seguramente esto se cumplió en la Capilla de Luján, entonces en construcción, o también en los ranchos del campo. El p. Montalbo, como era su deber, en ese momento, notificaba del hecho al Cabildo Eclesiástico: “El nuevo Capellán, Pedro de Montalbo, tomó con todo empeño la prosecución de la nueva Capilla de la Virgen, y en efecto se concluyó tan en breve que el año 1685, ya se pudo celebrar la colocación de la santa Imagen en su nicho”[9]. Sin duda alguna que para la pronta terminación de la obra influyó mucho la donación del gobernador José de Garro en una de sus varias visitas al lugar. Su inauguración sería muy posiblemente el 8 de diciembre. La Capilla fue llamada desde entonces como la Capilla de Matos, por haberla planeado y fundado esta señora, y también como la Capilla de Montalbo, pues este capellán, gracias a su celo le dio feliz término. De este año es también la primera notificación de Misas rezadas en Luján y la primera promesa documentada [10]. Siglo XVIII 1730. Erección de la Parroquia de Luján. Con fecha de 9 de octubre se entrega al Cabildo Eclesiástico una Memoria de las estancias del Pago de Luján. Es muy interesante y fue dada a raíz de estudiarse el pedido de que Luján fuese elevada a Parroquia. Se enumeran 114 estancias, cantidad considerable al relacionarla con la lejanía de la Capital. Es un dato más que enseña que el culto a Nuestra Señora de Luján congregaba gentes en el lugar[11]. El 23 de octubre el Cabildo Eclesiástico[12] crea la Parroquia de Luján: “En cuarto Curato se erige el Pago de Luján, en todo el territorio que comprende de una y otra banda de su Río; asimismo con parte del Pago del Río de las Conchas, que comprende la otra banda de él hasta el dicho de Luján; y los feligreses que el referido Pago contiene, con la parte del mencionado de las Conchas, y que constan de la razón firmada del Dr. Don Francisco Redón; y se le asigna a este Curato por Parroquia propia la Capilla nombrada Nuestra Señora de Luján, con declaración de que las Capellanías que obtienen, no están aligadas a dicho Curato”. Es ésta una fecha célebre en los anales de Luján. 1737. Fray Pedro Nolasco de Santa María, mercedario. La visita del canónigo Dr. De los Ríos a Luján es de trascendental importancia para la historia del Santuario por la minuciosidad de datos que aporta con su inventario y demás papeles legales, por el empeño en la ordenación del culto; y singularmente por la valiosa información que con motivo de tan capital visita diera el mercedario Pedro Nolaco de Santa María, que es prácticamente el único documento que se conserva de aquellos tiempos sobre el origen de la milagrosa imagen. Así se promulgaron algunas disposiciones en esta visita Canónica, por ejemplo[13]: # 2. La santa imagen esté cubierta con una cortinita; cuando se corra el velo se prenderán algunas velas y se quemará incienso. # 3. Cada tres meses se renovará el vestuario a la Virgen. # 4. Todas las noches el capellán rece el rosario con los esclavos y gente del Santuario ante la Imagen. # 5. (...) ordena que en seguida, de personas verídicas y antiguas se forme un libro de los orígenes de tan Santa Imagen y de sus muchos prodigios. 1763. Templo de Lezica y Torrezuri. Escribe el historiador Felipe de Jesús Maqueda en su Relación: “La colocación de la Santa Imagen en su nuevo templo se verificó en el año 1763 a ocho de diciembre. Autorizó la traslación el Señor Deán del Obispado Dr. D. Francisco de los Ríos, con asistencia de mucha parte del clero, comunidades religiosos, y gran concurso del pueblo de Buenos Aires, que en devota procesión llevaron por toda la plaza el Santísimo Sacramento bajo palio, y la Sagrada Imagen de María Santísima en hombros de sacerdotes, y se dirigieron al nuevo Templo, y allí se colocó dicha sagrada imagen en su camarín ricamente adornado”. El presbítero José Maqueda compuso con motivo de la inauguración del nuevo templo y en acción de gracias a Ntra. Sra. de Luján un devoto poema. En el libro de cuentas del santuario, destaca el empeño de sus devotos, por traer al templo de la Virgen ornamentos ricos desde Sevilla, España: “por el costo de ornamentos de tisú y 7 casullas, puestas en Bs. As., cuestan $1294, 7 cuartillos reales, como parece por la cuenta que recibí de Don Domingo Torrezuri. De Sevilla.”[14] Siglo XIX 1812. Manuel Belgrano. En el Diario de marcha de Manuel Belgrano a Rosario en el día 28 de enero se lee: “Entramos en la Villa de Luján a las 9 de la mañana, con banderas desplegadas y todo el orden debido; mil atenciones de parte del Cura y del Alcalde. La villa serviría de una fortificación con bastante utilidad, tiene plaza y sus siete calles. La Iglesia es un edificio fuerte y de regular arquitectura. Al ponerse el sol se tocó a la lista, se rezó el Rosario y todos fueron a sus Compañías para cenar”[15]. El 15 de junio el Dr. Diego Zavaleta da el permiso para que se imprima la historia de la Virgen de Luján y Novena del p. Felipe Maqueda, la que sale indulgenciada en su novena[16]. 1812. Pbro. Felipe José Maqueda. El 10 de julio Felipe Maqueda hace su testamento[17] juntamente con su hermana Justina y en una de las cláusulas escribe: “Fundamos con el valor de nuestra casa una Capellanía en la Villa de Luján: su Capellán deberá ser confesor y tendrá obligación de decir la misa antes de salir el sol en los días festivos”. 1813. Belgrano ofrece dos banderas tomadas en la batalla de Salta. El 27 de mayo se leyó en la sesión del Cabildo de Luján el siguiente oficio: “Remito a Usía dos banderas de división, que en la acción del 20 de febrero, se arrancaron de las manos de los enemigos, a fin de que se sirva presentarlas a los pies de Ntra. Sra, a nombre del Ejército de mi mando, en el Templo de ésa, para que se haga notorio el reconocimiento en que mis hermanos de armas y yo estamos a los beneficios que el Todopoderoso nos ha dispensado por su mediación; y exciten con su vista la devoción de los fieles para que siga concediéndonos sus gracias. Dios guarde a Usía muchos años. Jujuy, 3 de mayo de 1813. Manuel Belgrano. Al Sr. Presidente, Justicia y Regimiento del Muy Ilustre Cabildo de la Villa de Luján” [18]. Cumplidos todos los trámites oficiales y notificaciones debidas, las banderas fueron colocadas en función solemne ante la Santísima Virgen de Luján el sábado 1 de julio de 1813. 9-10/5/1818. San Martín volviendo de Chile, luego de Chacabuco y Maipú. Leemos en la “Reseña histórica de la Villa de Luján” del año 1939: “En mayo de 1818, cuando el general San Martín visitó la villa y el santuario de Luján, venía cubierto con los laureles de la reciente victoria de Maipú y en viaje de Chile a Buenos Aires con el propósito de arbitrar recursos para proseguir la campaña del Perú. Esta visita a la Villa de Luján debió efectuarle en los días 9 ó 10 del mes de mayo, porque su arribo a la ciudad de Buenos Aires fue en las primeras horas del día 11. Tenía a la sazón 40 años de edad. Fácil es suponer cuán grato le fuese su visita a la histórica villa y los sentimientos que en ella le dominaron. En el secular santuario su espíritu debió elevar votos de gratitud al Cielo por la protección que le había dispensado y que tan solemnemente había impetrado haciendo jurar a la Virgen, en Mendoza, Patrona del Ejército de los Andes. Con qué júbilo debió contemplar allí los gloriosos trofeos de la batalla de Salta, enviados por el general Belgrano desde Jujuy en 1813”[19]. 1820. Belgrano, por última vez. En marzo visitó don Manuel Belgrano, ya enfermo, por última vez el Santuario de Ntra. Sra. De Luján[20]. 1823. General don José de San Martín. En el año 1823 vuelve el general Don José de San Martín a visitar la Villa y el Santuario de Luján. Había terminado su gigantesca empresa asegurando la libertad de Chile y el Perú. Pero estaba triste y enfermo. En Chile la enfermedad lo había postrado en cama, viendo su nombre execrado y recibiendo la noticia de que su esposa estaba agonizando. El gobierno del Perú le envió recursos con los que pudo pasar a Mendoza. De allí se dirigió a Buenos Aires camino de su voluntario y heroico ostracismo. En esa ocasión hizo un nueva visita a la Villa y Santuario de Luján. Fue el 5 de diciembre[21]. 1824. P. Juan Mastai Fereti: luego Pío IX. El 4 de enero llegaba a Buenos Aires de viaje a Chile la Misión Pontificia presidida por el Vicario Apostólico Mons. Juan Muzi. Lo acompañaba el joven canónigo Juan María Mastai Ferreti, más tarde Papa con el nombre de Pío IX, y un cronista, el pbro. José Sallusti[22]. Su estadía en nuestro país fue breve, pero reportó inmensos beneficios de orden espiritual. En su Diario, así cuenta el joven canónico su tránsito por la Villa: “La Iglesia de Luján tiene su cúpula y es suficientemente grande”. Estuvo allí el 18 de enero. Salvaire agrega al tema algo que no podemos omitir: “Nos han contado algunos hijos de esta provincia, que posteriormente realizaron la peregrinación al sepulcro de los apóstoles e hicieron el honor de ser admitidos a la audiencia del Sumo Pontífice, que Pío IX, con aquella gracia que le era peculiar, les habló de su pasaje por esta Villa, de su Santuario y de su Virgen, así como de los percances de su viaje por estas Pampas; y se dignó manifestar su cariño en favor de este Santuario con los preciosos privilegios que lo enriqueció”. El 3 de setiembre de 2000, Pío IX será beatificado en Roma. 1832. Un malón se viene sobre Mendoza... Un malón de 2000 indios se había propuesto llegar a la ciudad de Mendoza; pero hallándose los indios a la orilla del río Mendoza a las dos de la mañana, esperando la hora oportuna para dar su acometida, en esa misma hora, se enfermó la esposa del Juez de este lugar, tan gravemente, que fue preciso recurrir en el acto, por una mujer que se decía médica y que vivía en la orilla. Con tal motivo el gendarme que fue en solicitud de dicha médica vio a los indios y dio parte inmediatamente a su jefe, quien en el acto mandó avisar a todos los vecinos, para que tomasen sus precauciones. Muchos huyeron a la Ciudad, pero el resto principalmente mujeres y niños, se acogieron a la Iglesia o Capilla del lugar, dedicada a Nuestra Señora de Luján, y que estaba ahí desde muchísimos años. El pobre vecindario clamó a la compasiva Señora del Cielo y los atendió. Los indios huyeron despavoridos; jamás se supo cuál fuese la causa de su fuga. Lo cierto es que desapareció el peligro y el pueblo reconoció en su Patrona, a la autora del tal prodigio y salió del templo confesando a voces, entre lágrimas y sollozos, que “la Virgen de Luján los había salvado”. La Virgen había salvado en esta ocasión a la incipiente Villa que se formaba alrededor de su Capilla y también de manera tan original a la ciudad capital de Mendoza[23]. 1885. P. Jorge María Salvaire, historiador. A fin de este año el p. Jorge María Salvaire publica su Historia de Nuestra Señora de Luján, su Origen, su Santuario, Su Villa, sus milagros y su culto. La obra hizo época. Como dijo La Nación[24] al culto y devoción de la Virgen de Luján “faltaba el milagro de los milagros, el milagro del libro, que es su corona espiritual y temporal”. Así lo atestiguan Mons. Federico Aneiroas, Arzobispo de Buenos Aires, Don José Manuel Estrada y Don Pedro Goyena. Estos testimonios[25] prueban que Salvaire cumplió su objetivo. Su obra alcanzó tal prestigio, que nadie intentó ridiculizarla ni objetarla. Luján alcanzó desde entonces tanta nombradía que cruzó las fronteras y fue conocida la historia de la Virgen Bendita del Plata en todo el orbe católico. 1887. Corona bendecida por SS. León XIII. El p. Salvaire se propuso este año ir a Roma con credenciales del Sr. Arzobispo de Buenos Aires y de sus sufragáneos del país y del Uruguay y Paraguay, y en nombre de los fieles de las tres repúblicas rioplatenses, para pedir la grandiosa e importante gracia de la Coronación Pontificia. La audiencia del P. Salvaire con el Santo Padre León XIII tuvo lugar el jueves 30 de septiembre de 1886[26]. El p. Salvaire le presentó su libro Nuestra Señora de Luján y León XIII dijo: “Es ésta una obra magnífica. Felicito a Usted y le agradezco de corazón este precioso ofrecimiento. Y ¿qué favores quiere que yo conceda a ese célebre Santuario de Luján?” Salvaire expuso al Santo Padre que el fin principal de su visita era que Su Santidad se dignase bendecir personalmente la corona de oro destinada a la antigua y milagrosa imagen. El Papa tomó entonces en sus manos la corona y exclamó: “¡Qué hermosa! Yo la bendigo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.” “Amén”, contestó Salvaire desde lo más íntimo de su corazón. Luego el Papa la examinó detalladamente y preguntó dónde había sido fabricada y quienes habían dado tantas piedras preciosas y diamantes. Contestó Salavaire haber sido fabricada en París y que las damas argentinas habían regalado esas joyas. Añadió su Santidad: “Ahora bien, esta corona ya está bendecida, y yo le encargo a Usted que, en mi nombre y en mi lugar, la ponga sobre la cabeza de la Santa Imagen de Luján”. Salvaire agradeció el honor que se le confería, pero suplicó a su Santidad que se dignase delegar para ello al Sr. Arzobispo de Buenos Aires, y que con la autoridad de Su Santidad la coronase solemnemente. León XIII accedió al pedido de Salvaire, además concedió la institución de una fiesta solemne de la Virgen y la bendición Papal en la festividad de ese día. La coronación de la imagen tuvo lugar en la IV Domenica de Pascua, fecha que se fijara en Roma para su fiesta, y que aquel año cayó el 8 de mayo de 1887. Fue además esa jornada un día brillante de sol. Asistieron 40.000 personas. Se celebró la Misa de Pontifical presidida por el Sr. Obispo de San Juan y se rezó por primera vez la misa propia de Nuestra Señora de Luján, concedida por León XIII a las diócesis de las tres Repúblicas: Argentina, Uruguay y Paraguay. Terminada la Misa el Sr. Arzobispo se acercó al altar, inclinó la frente y entonó el Regina coeli, que continuó el coro. Entre tanto subió a la tarima en que estaba el nicho de la Virgen, incensó a la Santa Imagen; y luego, tomando la diadema que llevaba en sus manos el p. Jorge María Salvaire, como comisionado de la ceremonia y alma de toda la fiesta, la colocó con emoción y respeto sobre al cabeza de la Santa Imagen de la Pura y Limpia Concepción de Luján, diciendo: “Así como eres coronada en la tierra por nuestras manos, del mismo modo merezcamos ser coronados en el cielo de gloria y honor por Cristo Nuestro Señor”[27] . El 15 de mayo de 1887 se colocó y bendijo la primera piedra de la gran Basílica; otro de los sueños del p. Salvaire; y además para distinguir a esta imagen de cualquier otra Inmaculada similar, le adosó la bien lograda rayera y completó el ornamento con la aureola de doce estrellas[28]. 1892. Camila de San José Rolón. El 2 de abril unas religiosas de la naciente Congregación de las Hermanas Pobres Bonaerenses de San José, con su Madre Camila de San José Rolón, hoy declarada Venerable, acuden a dar gracias a Luján y la Superiora “se ofrece a la Virgen por esclava perpetua y promete propagar su culto” al mismo tiempo que piden las Hermanas el bien de la Patria y de la Iglesia[29]. 1895. Santa Francisca Javier Cabrini. Mons. Castellano tuvo la deferencia de invitar al Arzobispo de Santiago de Chile, Mariano Casanova, para imponerle el sagrado Palio: aceptada la invitación y concluida la ceremonia se creyó oportuno tener un acto en Luján para impetrar de la Virgen la paz que se hallaba amenazada por diferendos de límites entre estos países. Concurrieron 30.000 personas ese día y se ofrendó a la Virgen una bandera de Chile como garante de fraternidad entre los dos pueblos. El templo de Luján se había convertido en el Templo Internacional de América. Concurrieron al acto altas personalidades de ambos países. A esta peregrinación por la paz asistió Santa Francisca Javier Cabrini, la primera santa canonizada que ha pisado Luján. En sus memorias cuenta que le impresionó un poco los fuertes vivas y aplausos en el Templo, pero que luego pensándolo mejor se dio cuenta que “en estos pueblos la verdadera civilización ha nacido con la Religión y que la fe era buena, al tratar los asuntos de las naciones dentro de los muros del Santuario, implorando la bendición de Dios y de la Virgen María”[30]. Fue el 1 de diciembre. Siglo XX 1900. Ceferino Namuncurá. Numerosos cooperadores y más de mil niños de las casas de la Capital de los Padres Salesianos, presididos por el p. Albera y los Obispos Cagliero y Costamagna, llegaron a Luján para agradecer los beneficios recibidos en 25 años de acción salesiana en América. En esta peregrinación del 26 de noviembre de 1900 estaría presente el indiecito Ceferino Namuncurá, hoy venerable. El p. Pedemonte dice de su devoción mariana: “Todas las mañanas, al despertarse, hecha la señal de la cruz, estampaba un beso en la medalla de la Virgen, que siempre llevaba al cuello. Solía repetir: ¡Virgen de Luján, rogad por mí, que soy pecador! ¡Auxiliadora de los cristianos, salvadme!”[31]. Todavía hoy tenemos alguna estampa en la cual el indiecito escribe con su pluma la anterior jaculatoria a la Virgen de Luján. 1921. Beato Luis Orione ...y muchas veces más. El 16 de noviembre visita por primera vez el Santuario y reza allí la Santa Misa Don Luis Orione, fundador de la Pequeña Obra de la Divina Providencia, y hoy elevado a Beato por Juan Pablo II. Pocas semanas antes de esta fecha Mons. Maurilio Silvani, había rogado su presencia en el País, y Don Orione aceptando la invitación, escribía: “Estaré presente en la peregrinación a Luján; allí, a los pies de la Virgen, comenzará la misión de los Hijos de la Divina Providencia en la Argentina”. Don Orione en las visitas que hizo a nuestro país visitó varias veces el Santuario. El 11 de noviembre de 1934 predicó en la gran peregrinación italiana; el 13 de abril de 1935 celebró ante la Santísima Virgen de Luján el 40º aniversario de su ordenación sacerdotal[32]. 1930. Pío XI nombra a la Virgen de Luján, Patrona de la Argentina. El 5 de octubre dio comienzo la Gran Semana del tricentenario del milagro de Luján y en este día, el más capital, se juró a María de Luján por Patrona de las tres Repúblicas hermanas: Argentina, Uruguay y Paraguay. El Papa Pío XI decretó su Patronazgo el 8 de septiembre, se hallaban presentes casi todos los Obispos del país, los de Montevideo y Asunción[33]. 1930. Se consagra la Basílica de Salvaire. El 6 de octubre se consagró el Templo – Santuario de Nuestra Señora, y el 8 de diciembre se lo declaró Basílica por gracia del Santo Padre, quedando legitimado el título de Basílica, que el aura popular se había adelantado a darle desde mucho tiempo atrás[34]. 1933. Nazaria Ignacia March, beata El 27 de marzo visita Luján la beata Nazaria Ignacia March, que en palabras del Papa Juan Pablo II cuando la beatificara, “bajó a la calle”, para llevar a Cristo y a su Iglesia a los más abandonados. En sus apuntes leemos: “A los pies de la Santísima Virgen recibí muchísimas gracias; me encontré hasta mimada por Ella; y sentí que se hacía cargo de nuestra obra misionera”[35]. 1934. Cardenal Eugenio Pacelli, luego Pío XII. El Cadenal Eugenio Pacelli fue enviado como Legado de Su Santidad al XXXIIº Congreso Eucarístico Internacional celebrado en Buenos Aires en los días de Octubre. La visita del Card. Pacelli al Santuario de Luján el 15 de octubre, fue una jornada de cielo y Luján fijará esta visita con letras de oro. Dirá luego, el 12 de noviembre de 1947, Pío XII: “Después del triunfo sin precedentes del Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires íbamos en plan de agradecimiento a visitar a la Pura y Limpia Concepción del río de Luján. Y mientras ante nuestros ojos se desarrollaba la calma del paisaje, recordábamos todo lo que sobre vuestra Patrona refiere la piadosa tradición. Ella quiso quedarse allí y el alma nacional argentina comprendió que allí tenía su centro natural. Y al entrar en aquella Basílica, cuyas dos torres como gritos de júbilo suben hasta el cielo, nos pareció que habíamos llegado al fondo del alma del gran pueblo argentino”[36]. 1968. Soldi a Nazaret. El profesor Raúl Soldi es llamado a Nazareth, Tierra Santa, para volcar ahí en los muros de la nueva y preciosa Basílica de la Anunciación todo el sentimiento religioso-mariano del pueblo argentino. La obra, por su originalidad y estilo, realza nuestro ser nacional. Soldi pinta en Nazaret la gloria de Luján: su Virgen, su Templo y su gente en medio de la Pampa argentina. Hasta el presente, el dibujo del grabador H. D. Woodwell, que reproduce Salvaire en su libro y que estampa una escena del milagro de la carreta y que es la primera lámina que conservamos del milagro, el cuadro de Ballerini de 1895, y el mural de Soldi son tres obras lujanenses que ya han entrado en la inmortalidad[37]. 1969. El Presidente Onganía consagró la Nación Argentina a la Virgen, en Luján. El 30 de noviembre el Sr. Presidente de la República Juan Carlos Onganía, consagró la Nación al Inmaculado Corazón de María en Luján. Es de notar la caminata desde General Rodríguez hasta la Basílica: 15 kms. de distancia, cumplida por el presidente, varios de sus ministros y secretarios de la Nación y la Provincia. Cinco horas duró la marcha. En Luján presidió la Misa el card. Caggiano y luego leyó el presidente una plegaria de consagración, terminando el acto con un desfile de las Fuerzas Armadas y de los Centros tradicionalistas[38]. 1974. Beato Josémaría Escribá de Balaguer. El 12 de junio visita a Nuestra Madre del cielo el hoy Beato Josémaría Escribá de Balaguer, acompañado de Mons. Alvaro del Portillo y de millares de peregrinos, que se habían congregado allí para rezar con él a la Virgen. Pocos días más tarde ante una numerosa asamblea repetía: “Cuando me vaya me quedaré a los pies de Santa María de Luján; ahí dejo mi corazón.”[39] 1982. S.S. Juan Pablo II: “Rosa de Oro”. El viernes 11 de junio el Papa Juan Pablo II visita como peregrino de la paz el Santuario de Luján. El acto fue apoteótico, a pesar de los inconvenientes que la ingente magnitud de fieles tuvo que aguantar por las incomodidades de viaje, hospedaje y por las inclemencia del tiempo, todo ello sumado al llanto que embargaba el corazón de tantos de los presentes por sus hijos desaparecidos o destrozados por la guerra. Fue una jornada penitencial por la causa de un mundo mejor. Nunca Luján se vio tan colmado, nunca conoció tantos ruegos y lágrimas, nunca resonaron tan fuertes los vivas a Dios, al Papa, a la Patria y por la paz. El Santo Padre, el primer papa que visitaba Luján, rezó la Santa Misa ante la imagen de la Madre de Dios y le obsequió con testimonio de amor la “Rosa de Oro”. Esta fecha, después de la del milagro de 1630, teniendo siempre en cuenta las notas dichas al hablar de las Coronación Pontificia y del Patronazgo, es la más relevante en la historia de María de Luján. 1985. Villa de Luján de “El Chañaral”, casi 335 años... Dado que no podíamos vivir la vida religiosa con la plenitud que queríamos, con la aprobación del Sr. Obispo fundamos el 22 de febrero en la calle El Chañaral 2699, en el distrito de Las Paredes, en San Rafael la que a partir de fines de marzo, por decisión consensuada, comenzó a llamarse “Villa de Luján”.Fue la primera casa del Instituto del Verbo Encarnado. 1998. Juan Pablo II entroniza una réplica en la Iglesia nacional argentina en Roma. El viernes 13 de noviembre, por la tarde, el Santo Padre Juan Pablo II acudió a la iglesia nacional argentina en Roma, dedicada a la Virgen de los Dolores, con ocasión de la entronización de la imagen de Nuestra Señora de Luján, bendecida por él mismo el 11 de noviembre de 1995 durante la última visita ad limina del Episcopado argentino. La imagen de la Virgen fue llevada en procesión desde el altar, a través de la nave central, hasta la capilla donde ha quedado expuesta a la veneración de los fieles. En la homilía el Santo Padre dijo: “Virgen de Luján, cuida al pueblo argentino, sosténlo en la defensa de la vida, consuélalo en la tribulación, acompáñalo en la alegría y ayúdalo siempre a elevar la mirada al cielo, donde los colores de su bandera se confunden con los colores de tu manto inmaculado”[40]. ¡Cuántos fieles bajo el manto de la Virgen hallaron gracias y bendiciones! ¡Cuántos hombres encontraron en esta imagen de Luján las fuerzas necesarias para resistir en las batallas como Dionisio Pamplona, mártir de la fe, o Don Antonio Solari, declarado hoy venerable por la Iglesia! A la Madre de todos nosotros, encomendamos todo lo que hacemos, todo lo que somos y todo lo que seremos. Ir al capítulo siguiente Volver al menú. NOTAS [1] San Ambrosio, Tratado del Evangelio de San Lucas, II, 26. [2] Quizás un joven negro llamado Manuel. [3] Esta fecha de 1633 la creemos la más cierta; cuatro años más tarde el Obispo de Buenos Aires trata de crear la Ermita en Curato o Doctrina. F. A. Actis, Historia de la Parroquia de San Isidro y de su Santo Patrono (San Isidro 1930) 9; J. M. Salvaire, Historia de Nuestra Señora de Luján, III (Buenos Aires 1972) 40. [4] En este año doña Ana de Matos que era cordobesa y bajó con sus padres a Buenos Aires gozaba de una alta posición social. Los archivos nos hablan de su riqueza, porte gallardo y saber. Contrajo matrimonio el 5 de marzo de 1630 en la Capital con don Marcos de Sequeira, hombre acaudalado y de gran influencia política. Ana de Matos se casó muy jovencita y llegó a una gran ancianidad. [5] La posición de la Guardia nos la dio a conocer el Sr. Aldo Abel Beliera. [6] J. M. Salvaire, Historia de Nuestra Señora de Luján (Buenos Aires 1972) todo el capítulo 6 trata del tema del traslado. [7] Archivo General de la Nación, libro IX, 49-2-9, 24ss. [8] Archivo de la Parroquia de la Merced, B,IV,54; J. A. Presas, Anales de Nuestra Señora de Luján (Buenos Aires 1993) 36. [9] J. M. Salvaire, Historia de Nuestra Señora de Luján (Buenos Aires 1972) 97ss. [10] El Capitán Juan Ruiz de Ocaña en su testamento declara que se le pague al p. Montalbo $12 por la limosna de 12 misas que le maneó decir. Además la promesa de limosna consistía en 11 fanegas de trigo y por no haber ido por ellas quien corría con dicha limosna las vendió a $2, que importan $22, y manda Ocaña que se cumpla la promesa. Archivo General de la Nación, libro IX, 48-7-3, 725. [11] Cf. Archivo Eclesiástico de Buenos Aires; F. A. Actis, Historia de la Parroquia de San Isidro y de su Santo Patrono (San Isidro 1930) 99. [12] F. A. Actis, Historia de la Parroquia de San Isidro y de su Santo Patrono (San Isidro 1930) 285. [13] J. M. Salvaire, Historia de Nuestra Señora de Luján (Buenos Aires 1972) Apéndice D, 22.61. C. Bruno, Historia de la Iglesia en la Argentina, IV (Buenos Aires 1966) 273. [14] Archivo de la Basílica de Luján, Libro de cuentas de Lezica, 12. [15] Academia Nacional de la Historia (ed.), Diario de marcha del Coronel Belgrano a Rosario (Bueno Aires 1971) 29. [16] Biblioteca de Mayo, IV (Buenos Aires 1960) 3748.3754. Fue providencial la publicación de F. J. Maqueda en este año; así su Historia fue considerada como una obra y un hecho de la Nación independiente. [17] Archivo General de la Nación, 1815, Registro 4, 381. [18] Archivo del Cabildo de Luján, 27 de mayo de 1813. Jorge María Salvaire, Historia de Nuestra Señora de Luján (Buenos Aires 1972) 273. [19] E. Udaondo, Reseña Histórica de la Villa de Luján (Buenos Aires 1939) 116. La Perla Del Plata, Revista de la Basílica de Luján 7 (1896) 356, (su primer número salió en enero de 1890). En la solicitud del capellán del Santuario al Congreso de la Nación. [20] J. M. Salvaire, Historia de Nuestra Señora de Luján (Buenos Aires 1972) 282. [21] E. Udaondo, Reseña Histórica de la Villa de Luján (Buenos Aires 1939) 118. La Perla el Plata, Revista de la Basílica de Luján, 7 (1896) 356. Luis V. Varela, Breve Historia de la Virgen de Luján (Buenos Aires 1897) 194. [22] A. I. Gómez Ferreyra., Viajeros Pontificios al Río de la Plata y Chile (Córdoba 1970) 301. En la p. 370 se transcribe una carta de Mastai Ferreti que dice que “en el trayecto de Buenos Aires, a Rosario, los tres villorrios más importantes eran: Morón, Luján y San Nicolás.” J. Sallusti, Historia de la misión del Estado de Chile (Un ejemplar de la obra en la Biblioteca Mitre de Buenos Aires) 85. J. M. Salvaire, Historia de Nuestra Señora de Luján (Buenos Aires 1972) 2.9.15. [23] J. M. Salvaire, Historia de Nuestra Señora de Luján (Buenos Aires 1972) 315. La nota está tomada de un testigo del acontecimiento. [24] 5 de febrero de 1886. [25] J. M. Salvaire, Historia de Nuestra Señora de Luján (Buenos Aires 1972) Prólogo. Los testimonios: Mons. Federico Aneiros, Arzobispo de Buenos Aires: “La historia que acabáis de publicar es tan completa y ordenada que satisface plenamente las ansias de las más tierna devoción y de la más legítima curiosidad. Dais un gran ejemplo a los hijos de Buenos Aires, haciendo un verdadero servicio a su Iglesia, que aún no ha podido presentar trabajos de esta clase”; Don José Manuel Estrada: “Los santuarios son revelaciones constantes de lo sobrenatural y el testimonio del milagro parece tener en ellos su asiento predilecto. Su nombre, el del p. Salvaire, se llegará a las glorias del pasado y a los júbilos del futuro. Su obra trae un auxilio preciosos a la historia y un estímulo a la piedad”; Don Pedro Goyena: ”Es la obra de un erudito, de un teólogo, de un crítico, de un artista, porque todas esas calidades reúne el autor. Es preciso confesar que la literatura religiosa es deudora a nuestro escritor de un monumento que bastaría para hacer inolvidable su nombre”. [26] La carta original de Salvaire se encuentra en la Curia Diocesana de Mercedes. A. Scarella, Historia de Nuestra Señora de Luján (Buenos Aires 1932) 304. [27] Coronación de Nuestra Señora de Luján: es un libro que contiene los documentos, ceremonial, misa y oficio de la festividad. A. Scarella, Historia de Nuestra Señora de Luján (Buenos Aires 1932) 312. C. Bruno, Historia de la Iglesia en la Argentina, XII (Buenos Aires 1966) 187. [28] A. Scarella, Historia de Nuestra Señora de Luján (Buenos Aires 1932) 26; J. A. Guerault, La Virgen de Luján y su Santuario (Buenos Aires 1972) 62; Archivo de la Basílica de Luján, Pedido y Breve de la Coronación. [29] Díaz-Miranda, Madre María de Luján Sierra, vida y obras XII (La Plata 1953) 518 [30] «Carta del 27 de agosto de 1896», Viajes de Santa Francisca Javier Cabrini (Buenos Aires 1957) 194. También encomendó a la Imagen milagrosa su obra en la Argentina: la implantación de un colegio de las misioneras del Sagrado Corazón. El éxito superó toda expectativa. A principio de agosto y antes de partir a Italia fue a Luján con sus hermanas en religión a cumplir sus promesas y escribe: “Apenas partimos de Buenos Aires para Luján una lluvia de luminosísimos rayos, que con sus luces superaban los esplendores de los rayos del sol, nos acompañaron durante todo el viaje hasta las cercanías del santuario de Luján, en donde la prodigiosa imagen prodiga los inefables tesoros de sus gracias y bendiciones” (196). En 1901 regresa al país para abrir nuevas casas para su Instituto. En carta a sus hijas: “El buen Jesús que por intercesión de la Santísima Virgen de Luján, me ha querido ayudar” (184). [31] La Perla del Plata, Revista de la Basílica de Luján, 59 (1948) 205. L. Massa, Vida del p. José Vespignani 606.628. [32] Libro de firmas sacerdotales: 16-XI-21, 30-XI-21, 9-II-22, 3-IV-22, 13-IV- 35, 21-VI-35. La Perla del Plata, Revista de la Basílica de Luján 45 (1934) 12.391 y 48 (1937) 249. G. Papasogli, Vida de Don Orione (Buenos Aires1980) 237. [33] A. Scarella, Historia de Nuestra Señora de Luján (Buenos Aires 1932) 759. [34] A. Scarella, Historia de Nuestra Señora de Luján (Buenos Aires 1932) 784.843. [35] “Homilía del Santo Padre en la Misa de beatificación de 21 Siervos de Dios”, L’Osservatore Romano. 40 (2/10/1992) 2. [36] La Perla Del Plata, Revista de la Basílica de Luján, 58 (1947) 482. [37] La Perla Del Plata, Revista de la Basílica de Luján, 79 (1968) 12. [38] La Perla Del Plata, Revista de la Basílica de Luján, 80 (1969) 43. [39] Papeles de la secretaría del Opus Dei en Buenos Aires, P.P. 1993, Nº 2.280 [40] “Homilía del Papa en la iglesia nacional argentina” L’Osservatore Romano. 47 (20/11/1998) 8. SUS MILAGROS. Narraremos los portentos que has obrado. Sal 74, 2 Queridos Hermanos: Sabemos que el hombre tributa culto a Dios, a la Virgen y a los santos, próximos a Dios, porque sabe que necesita de ellos; y es Dios, la Virgen y los santos quienes satisfacen las necesidades humanas, tanto las espirituales como, algunas veces, las materiales. Y la Virgen de Luján estuvo desde un comienzo muy propicia a escuchar los ruegos de sus devotos. Los favores que recibimos de Dios y de los santos son unos comunes y ordinarios, y otros extraordinarios, que en el lenguaje común la gente los llama milagros. Éstos muchas veces son dados a publicidad por la misma novedad. Como dice el historiador Antonio Oliver (aproximadamente entre 1760-1770) luego del primer milagro de la carreta “empezaron los fieles a venerar a la Virgen Santísima, en aquella, su santa imagen, y ella correspondió manifestándose con milagros”. Algunos milagros. Tanto Pedro Nolasco de Santa María como Maqueda pregonan las gracias que la Virgen de Luján derramó desde un principio a sus devotos. El fraile mercedario relata: “De todas las partes acudían enfermos a su capilla a buscar medicina” y agrega Maqueda: “al paso que se iban aumentando los milagros de la Virgen, iba creciendo la devoción de los que agradecidos a los beneficios recibidos, o necesitados de remedios en sus dolencias, concurrían a Luján en romerías”[1]. Hay muchos testimonios que son generales; pero tenemos también desde aquellos primeros tiempos documentos fehacientes de gracias, mercedes y milagros. Cuentan los primeros historiadores que el p. Pedro de Montalbo, asmático y accidentado, peregrinó en carreta y como a una legua de Luján quedó como muerto. El negro Manuel le ungió el pecho con el aceite de la lámpara de la Virgen y se curó. Fue el primer capellán. Felipe Maqueda decía que a Ella le debía el haberlo salvado de una muerte inminente, y tal fue su agradecimiento a la Virgen que le compuso un poema y lo leyó el día del traslado de la Virgen a su templo el 6 de diciembre de 1763: A Vos sagrada Imagen, bello hechizo, de un corazón que amante os reverencia, se consagra este don, que por ser vuestro es muy justo, Señora, que a vos vuelva. Ya no sufre mi amor que alguno ignore del vuestro las tiernísimas finezas, los prodigios sin par, los grandes bienes que en Luján derramáis a manos llenas. Os quedasteis, Señora (sea bendito, momento tan feliz para esta tierra): Os quedasteis aquí para ser Madre Amorosa, benigna, dulce y tierna. La devoción robada nuestra dicha, pero vos en piedades siempre inmensa, santificar quisiste nuestro suelo en él fijando santa residencia. Aquí depositado habéis el alma; Y vuestro corazón en dulce prenda lo habéis dado (¡dignación pasmosa!) a vuestros pobres hijos, que os veneran. Aquí admitís benigna nuestros cultos, nuestros votos de amor, nuestras ofrendas: enjugáis compasiva nuestro llanto, y nos llena de honor vuestra presencia. Aquí, cual torre de David hermosa, mil broqueles y escudos os rodean, que os revisten de un poder divino al que librada está nuestra defensa. Aquí, místico pozo de aguas vivas, refrigeráis las almas que sedientas de remotas regiones (¡oh prodigio!) vienen a Vos con ansia de beberla. Aquí, ordenáis cual Reina poderosa, (pues que así nuestra fe lo experimenta) a las nubes del cielo... (¡cuántas veces!) y obedecientes fecundan nuestra tierra. Aquí, las plagas destructoras ceden, cuando vos atendéis nuestra miseria; vuestra bondad, cual germen prodigioso, produce frutos que a todos alimentan. Aquí, los elementos obsecuentes a vuestra voz deponen su fiereza, y halagando el poder que los reprime benéficos influjos nos dispensan. Aquí sois iris celestial, divino, cuya vista agradable nos consuela, nube fecunda que destila bienes para cuantos la ven, con solo verla. Aquí, Señora, en fin, Vos sois el todo, de esta Villa, dichosa por ser vuestra; vuestra por elección anticipada, vuestra por posesión, que será eterna. Su gratitud os hace este presente, perenne monumento, clara prueba de que no sella, con fatal olvido, la que le dan de amor vuestras finezas. Y yo el más pobre, el más humilde hijo, (A Vos ¡oh Madre debo mi existencia!) Junto con este don, hoy os consagro el alma, el corazón y mis potencias. Las traslocaciones Traslocación es el hecho de mudarse una persona o cosa de un lugar a otro, en este caso el hecho es que una imagen cambie de lugar sin intervención humana. Los historiadores comentan las salidas de la Virgen. 1. Maqueda asegura que en el traspaso de la imagen desde el oratorio de Rosendo hasta la casa de doña Ana de Matos, se dio dicho fenómeno milagroso. El hecho es conocido. Doña Ana de Matos compra la imagen a Juan de Oramas; se la lleva a su estancia, y la coloca en una de las piezas de su casa. Por la noche, la imagen desaparece y la encuentra la señora después de buscarla por todos lados, en su anterior Capilla de Rosendo. Vuelve a llevarla a su casa, y se repite el hecho de la desaparición. Nuevamente la requiere y la lleva a su domicilio; por segunda vez desaparece la imagen; y entonces, Ana de Matos, desconsolada y llena de temor, avisa a las Autoridades eclesiásticas y civiles, que concurren al lugar, y en solemne procesión trasladan la imagen a casa de Ana de Matos. Desde ese día, agrega Maqueda, jamás se volvió la Santa Imagen a la estancia de Oramas. 2. En el Oratorio de Matos donde dichos fenómenos eran la meditación y estupor del negro Manuel. Era común opinión que el negro Manuel hallaba la Virgen “llena de rocío muchas mañanas y con abrojos en el vestido. Y que empezaba a reclamarle, que qué necesidad tenía de salirse de su nicho, siendo poderosa para obrar cualquier maravilla, ni salir de él.”[2] Posibles motivos del fin de las traslocaciones. Atribuyeron unos el hecho a la decencia o reverencia con que ahora se había traído la imagen, pero otros, con más fundamento lo atribuyen a que en esta ocasión vino con ella el negrito Manuel, que era su devoto sacristán, y estaba dedicado al aseo y culto de su Capilla, lo que no había sucedido en las dos veces antecedentes y aún en esta tercera hubo algunas dificultades que vencer, por cuanto el maestro Oramas alegaba que el negrito Manuel era su esclavo[3]. Otros milagros en particular. Se perdió gran parte del libro de los milagros, pero en la Providencia divina se halló el primer milagro de la Virgen documentado. Se trata allí del testamento de doña Tomasa de Machado, de fecha de 1695, casada con Mateo Casco de Mendoza, con quien tuvo muchos hijos, pero solamente le sobrevivió uno, llamado Pedro. Gracia que la madre atribuye a un voto hecho a Ntra. Señora: “declaro que por voto que hice por la salud del dicho mi hijo Pedro a Nuestra Señora de Luján de ofrecerle lo que el dicho niño pesase de cera, si le diese vida, y habiéndole pesado en la ocasión del voto pesó veinte y ocho libras, y se conmutó en cuarenta y dos misas las cuales las dijeron los religiosos.”[4] En el año 1737, el Dr. Francisco de los Ríos hace una visita canónica al Santuario. Fruto de esa visita canónica es que se manda se tenga un libro donde se detallen los orígenes de la historia de la Virgen y sus milagros, que hizo un bien inmenso a la posteridad. Las declaraciones del P. José María Salvaire El p. José María Salvaire recoge los siguientes milagros en su Historia de la Virgen de Luján[5], que son extractos de las hojas -que aún se conservan- del libro que mandó hacer Francisco de los Ríos en 1737. Y además tiene las declaraciones del Dr. D. Bernardino Verdún de Villayzán, segundo capellán del Santuario y Vicario general de esa diócesis. Algunos milagros, por ejemplo: - Un vizcaíno viejo, Zavaleta, padeciendo del mal de la piedra (cálculos), desahuciado, se salvó. (1701). Luego de haberse curado se ofreció a realizar él mismo la fiesta de Luján y le donó cuantiosos presentes. - Una carreta se detuvo descubriéndose así al ladrón que llevaba hurtadas ciertas prendas del santuario, llevaba el freno y espuelas del capellán de la Virgen. - Una furiosa tempestad (1702) se calmó con sólo rezar las letanías de la Virgen, aclarándose maravillosamente el camino al Deán Dr. Bernardino Verdún de Villayzán (1702), “porque era en obsequio de Ella que habían rezado las letanías”. - La Virgen pasa a un niño perdido -Ignacio Méndez– sobre el río de Luján que está altamente crecido. Así lo expuso ante el Juez comisionado para asentar los prodigios del mismo Deán Villayzán. Además certifica haberse obrado un gran número considerable de portentos por medio del aceite de la lámpara de la Virgen. Los fieles decían que con ello conseguían la salud. Las declaraciones del p. Pedro Nolasco de Santa María, mercedario son las siguientes: - La capilla de Luján preservada de los estragos de una gran creciente; lo sabe Nolasco por haberselo oído al mismo p. Pedro Montalbo. - Una mujer leprosa, de Catamarca, curada de su lepra con la lámpara de la Virgen. Luego se la veía barriendo siempre la capilla de la Virgen, hasta el término de un año, que era el voto y luego regresó a Catamarca. - Un joven arrojado violentamente de la carreta que conducía, salvado de una muerte segura por invocar a Nuestra Señora de Luján: “Madre mía de Luján, amparadme.” - Una negra, llamada María, esclava de D. Pedro Rodríguez Flores, ciega, recobra la vista. En una fiesta de la Virgen de Luján, haciendo oración, se untó los ojos con el licor de la lámpara de la Virgen. Otras declaraciones. - También el p. Bernabé Gutiérrez se curó de unas llagas malignas que tenía en la boca por medio del aceite de la lámpara de la Virgen. - Una esclava catecúmena, en inminente riesgo de muerte, alumbra felizmente por mediación de Nuestra Señora de Luján. - Un joven infiel, Narciso (1728), devoto de la Virgen de Luján, moribundo durante muchos días, sólo muere después de recibir el Santo Bautismo. Lo bautizó sub conditione el p. Juan Spet SJ, y al instante expiró. - Una ciega (1723) india, de Santiago del Estero, recobró la vista. - Doña Úrsula Aspillaga de Nuñez, sana prodigiosamente de un horrible cáncer de cara. Le hizo una novena en su honor y al noveno día se curó. Murió en el 1804, luego de 20 años del suceso. - Don Diego Álvarez de Barazaña, que venía de España, salva de un inevitable naufragio. En una tempestad, el navío se abrió y se fue a pique. Él invocó a la Virgen de Luján, que había oído de su fama en España, y se salvó. Luego cumplió la promesa de emprender a pie y descalzo una peregrinación hasta su santuario. - Un ladrón es descubierto de modo prodigioso. - Un tullido cordobés de Calamuchita, curado de repente. (Testimonio del Vicario General del Arzobispado de Buenos Aires, José G. García Zúñiga). También un tullido de Chivilcoy de 50 años curado repentinamente. (Testimonio de José Maril, 14/9/1883) - Un tropero rodeado de más de 200 indios, salva de tan inminente riesgo a su tropa por mediación de María de Luján. En tan apremiante lance, ofreció a la Virgen la hechura de plata de la carreta delantera del peso de más de 50 onzas, siempre que por su mediación alcanzara librar de los indios. Durante mucho tiempo estuvo dicha carreta de plata maciza a la vista de todos en el Santuario, luego la fundieron para proveer a la Iglesia de los objetos destinados al culto del Santuario. - Un mudo (1843) recobró el habla, con una voz tan natural y tan clara y distinta contó a los suyos el milagro. Donó al santuario cuantas prendas tenía y casi todo el dinero que traía consigo, vendió el carretón y se marchó a caballo con toda su familia a la tierra donde había nacido. - Entre Bragado y 9 de Julio existía por los años 1874 un resto de una tribu de indios araucanos sujetos a la obediencia del Gobierno Argentino, pero presididos todavía por un viejo cacique, al presente muy enfermo y ciego. Se llamaba el cacique José María Raileff. Los misioneros lazaristas, entre ellos el p. Salvaire, dieron una misión en el lugar. El cacique recibió el bautismo y el sacramento de la comunión y pidió a los misioneros lo llevasen a Buenos Aires para agradecer al Sr. Arzobispo la gracia de la misión y recibir el sacramento de la Confirmación. Recibieron los misioneros el pedido, pero en el camino manifestó el deseo de quedar un rato en Luján y visitar su Santuario. Así lo hicieron. El cacique Raileff entró visiblemente conmovido al Santuario, rezó con fervor ; luego como el mal le aquejaba se postró en el lecho, quedando en cama. Después de cinco días murió, dando un ejemplo de piedad y de fe. - Los náufragos del “Santa Rosa” desde el 13 al 19 de mayo de 1878, a punto de zozobrar en el Atlántico. El día 16 los cuatro sacerdotes que iban en la tripulación hicieron la promesa de ir juntos a celebrar la misa en el Santuario de Luján si por mediación de ella se salvaba la tripulación entera del inminente riesgo. El domingo 19 pisaban los náufragos de Santa Rosa las deseadas playas de Buenos Aires. Al día siguiente el capitán y pasajeros cumplían la promesa. - Un indio boliviano, Andrés Q., arrojado desde lo alto de una azotea, es preservado de una muerte segura. - Raimundo L., mendocino curado prodigiosamente de una picadura de un animal venenoso en 1884. Luego caminó desde Chivilcoy hasta Luján, aproximadamente unos 80 kms. descalzo, conforme con lo que había ofrecido a la Virgen. - El soldado Tomás M., luego de la batalla de Pavón, salvado del degüello, como consta en el libro de la Virgen en la página 105. - En agosto de 1880 un niño de 6 años de edad, próximo a la muerte por falta de desarrollo y por consunción, recupera inesperadamente la salud. - Francisco M., un tullido, es curado maravillosamente. - Francisca A., santiagueña, de 15 años sana de graves llagas diftéricas. Prometió que si se curaba mandaría cantar una misa, además se confesó y comulgó a fin de hacer mas gratos a los ojos de la Virgen los oficios de su amor y rendimiento (1882). - Un joven italiano, Pedro G. (23), fue atravesado por las ruedas de un carro y se levanta incólume. Esto sucedió el 19 de mayo de 1880. El suceso fue tan notable que varios diarios de la Capital lo mencionaron en sus columnas y el mismo Pedro llevaba siempre algún ejemplar para mostrarlo a los que pusieren en duda la realidad del portento. - Una mujer paralítica, Lorenza M., vuelve súbitamente a recuperar el pleno goce de su salud. - Un joven, Pedro L., de 13 años, a las puertas de la muerte a causa de una fiebre tifoidea gravísima, sana rápidamente. - Una familia entera, de Arrecifes, gravemente enferma de cólera, en 1868, se salva providencialmente de la muerte. El milagro en el p. Salvaire Un relato histórico del literato Pastor S. Obligado publicado en la revista La Perla del Plata, el 5 de marzo de 1899, al mes del fallecimiento del padre, nos informará del motivo que movió al dicho padre Salvaire a trabajar con tanto denuedo y perseverancia para dar a conocer por todos los pueblos la historia y culto de Nuestra Virgen de Luján: Sucedió a fines de 1875, cuando Salvaire tenía 28 años: “Era en el sur de la provincia de Buenos Aires. Los indios recorrían todavía como dueños la Pampa estéril. El alba deslizándose a través de los vapores de la mañana alumbraba tristemente una toldería escondida en el fondo de una de las ondulaciones de la inmensa llanura. En el campamento, la noche había sido una larga orgía, preludio de la ejecución de un prisionero. La víctima, que era un modesto sacerdote francés, había pasado la noche en oración. Cuando el día amaneció, la chusma, aquella hez de las tolderías, vino a insultar los últimos momentos del condenado. En primera línea una banda de viejas arpías, haraposas, desmelenadas, ebrias, se distinguían por su violencia, la crudeza de sus injurias, y en medio de sus imprecaciones excitaban a los guerreros a horadar con sus lanzas aquel perro cristiano. El joven sacerdote, de rodillas, oraba. No desesperaba. En los momentos que todo parece perdido, el hombre encuentra siempre en un rincón del corazón un rayo de esperanza. Muy débil era este rayo en el prisionero; pero la fe lo animaba. Las vociferaciones de la chusma aumentaban a cada momento. La hora suprema había llegado. Él lo comprendió. Echó una mirada hacia el pasado que se le apareció en cuadros llenos de amargura a causa de su mismo encanto. Volvió a ver a Francia, a su aldea, a su viejo padre enorgullecido por su elevación al sacerdocio y llorando por su partida. Recorrió durante algunos momentos sus últimas etapas a través del nuevo país que él había venido a evangelizar. Su espíritu se detuvo admirado al pensar en la última plegaria que había dirigido al pie de los altares en una modesta Capilla dedicada a la Madre de Dios. Era apenas la víspera. Rezaba allí con fervor por el buen éxito de su viaje. Vuelve a hallar este fervor en el medio del peligro y dirigiéndose a la Consoladora de los afligidos hizo el voto, si Ella alejara de él el martirio inútil que le amenazaba, de propagar su culto y de consagrar su vida a transformar en un templo digno de Ella el modesto oratorio en donde se había arrodillado. ¿Por qué la rabia de los indios se había desencadenado contra este misionero de paz? Una espantosa plaga, la viruela, azotaba la tribu y esa gente acusaba al sacerdote de haber traído el mal. Era menester matarlo y arrojar sus cenizas al viento a fin de conjurar el maleficio. El sol se había levantado sin resplandor..., la misma naturaleza parecía tomar parte en el espectáculo que se preparaba. Los gritos, la carrera loca de los jinetes había cesado. Sacaron la suerte y los cuatro guerreros designados para horadar a la víctima con sus lanzas subieron pronto a caballo. Los pusieron luego en movimiento en un círculo que debía ir poco a poco estrechándose, hasta que pudiesen golpear al condenado. En aquel momento, un joven indio llegaba al campamento. Se acercó al sacerdote, lo miró con un movimiento rápido, arrojándole su poncho sobre la cabeza le gritó: Cúbrete, cristiano, y no vayas a morir de miedo. El sacerdote repetía casi maquinalmente su voto: ¡Salvadme, Santa Madre! Si por vuestra gracia todopoderosa escapo de la muerte, mi vida será consagrada a levantar vuestro Santuario y propagar el culto de vuestro bendito Nombre. El poncho había caído sobre él y su pesado tejido grueso le pareció una coraza que venía a protegerlo. La hendidura del pocho se hallaba precisamente sobre su cara, la entreabrió a fin de respirar y apercibió a los guerreros terriblemente excitados continuando su carrera furibundos. Pero más allá frente al Cacique, estaba un joven de grande estatura que le hablaba. Sus ademanes elocuentes como los de todos los guerreros pampeanos indicaban que él abogaba calurosamente. El Cacique dio una señal. El galope cesó. El joven se acercó al misionero y quitándole el poncho le dijo: Levántate, hermano, estás salvado. El padre Salvaire, a quien desde entonces llamaron familiarmente el padre Salvado, reconoció al indio que había intercedido por él y que era el hijo del Cacique. Ese joven, tiempo antes había sido preso por las tropas nacionales y debía ser fusilado cuando el padre Salvaire obtuvo su perdón. El joven acababa de pagar su deuda de agradecimiento”[6]. En 1885, al publicar Salvaire su obra de Nuestra Señora de Luján, escribía de ella: Dulce madre mía, yo mismo experimenté de un modo indecible las maravillosas influencias de vuestra tierna protección, de vuestro poder y bondad sin límites. Quédese yerta y sin movimiento esta mano derecha, trábese mi lengua, si jamás en mi vida llegara mi corazón a olvidarse de vuestra portentosa mediación en mi favor y de la promesa que en lance tan apremiante os hice, de consagrar todas mis facultades a haceros conocer, como merecéis, de no perdonar medios para alabaros y encomiar vuestro poder y maternal ternura, y de esparcir, en cuanto me fuere posible, hasta los confines de esta República, vuestra hermosa y simpática leyenda. Este libro, amable protectora, es el cumplimiento de mi inolvidable promesa.” En otro lugar de la misma obra agrega: “No sin temor y recelo a mis cortos alcances, pero sí con fe y amor, como persona que cumple con toda conciencia un voto hecho, en un supremo conflicto, a su Ser superior de quien ha recibido evidente protección y amparo, me determiné a poner manos a la obra y escribir la presente historia de Nuestra Señora de Luján”[7] Finalmente en la carta al Superior General de la Congregación de la Misión detalla: “En la expedición al seno de las tribus indómitas de la Pampa, me vi condenado a muerte y pude decir milagrosamente salvado; circunstancias a la cual debo yo haber escrito la Historia de Nuestra Señora de Luján”[8]. Muchísimos, al igual que Martín Fierro, en los momentos de apuro le han suplicado[9]: “Si me salva la Virgen de este apuro en adelante le juro, ser más güeno que una malva.”[10] La Virgen María siempre está dispuesta a hacer una y mil milagros, siempre que sea para bien de sus hijos. Es la omnipotencia suplicante, como lo mostró en Caná de Galilea. Debemos aprender a amarla cada día más y, para ello nada mejor que el rezo del Santo Rosario. Con el rezo del Santo Rosario, preferentemente diario, meditamos la obra de la Redención consumada por Jesucristo, a la que asoció a su Madre. "El Santo Rosario es un sacrificio de alabanza a Dios por el beneficio de nuestra redención y un devoto recuerdo de los sufrimientos, muerte y gloria de Jesu-cristo"[11]. "Se ha visto, por experiencia, que aquellos y aque-llas que... tienen grandes señales de predestinación, aman, gustan y recitan con placer el Ave María, y que, cuanto más son de Dios, más aman esta oración... No sé cómo sucede esto, ni por qué; pero, sin embargo, es verdadero; y no poseo secreto mejor para conocer si una persona es de Dios, que examinar si ama rezar el Ave María y el Rosa-rio"[12]. El Ro-sa-rio es un "compendio del Evangelio"[13], "oración evangé-li-ca centrada en el misterio de la Encarnación redentora", y en él "la repetición letánica del 'Dios te salve, María...'se con-vierte también en alabanza a Cristo"[14] Ir al capítulo siguiente Volver al menú. NOTAS [1] P. Nolasco de Santa María y F. J. Maqueda en sus crónicas respectivas. [2] P. Nolasco de Santa María, Historia (Buenos Aires 1737). Nos referimos siempre al relato original del fraile mercenario que se conserva en el Archivo de la Basílica Nacional de Luján. [3] F. J. Maqueda, Historia. (Buenos Aires 1812) En 1966, la Comisión Nacional Ejecutiva del 150º Aniversario de la Revolución de Mayo publicó dicha Historia en el tomo V de la obra «La Revolución de Mayo» a través de los impresos de la época. [4] Archivos notariales de la Nación, testamento fechado el 4 de enero de 1695. [5] J. M. Salvaire, Historia de Nuestra Señora de Luján I (Buenos Aires 1885) 346ss. [6] Pastor Obligado escribió sobre el mismo relato dos crónicas: la primera salió en el boletín de La Perla del Plata, Revista de la Basílica de Luján, 10 (1899) y la segunda, en Tradiciones argentinas, del mismo autor (Barcelona 1903). Se encontró, además, el diario a las Salinas Grandes escrito por el mismo P. Salvaire, y aún cuando sea sumamente escueto es útil para darnos idea del desarrollo del hecho. [7] J. M. Salvaire, Historia de Nuestra Señora de Luján I (Buenos Aires 1885) cap. X. CIX. [8] Archivo de la Casa Generalicia de Roma, Informe del 14 de noviembre de 1886. [9] J. Hernández, Martín Fierro (Buenos Aires 1968) 45. [10] Se refiere a las propiedades medicinales de las malva. [11] San Luis María Grignion de Montfort, El secreto admi-rable del Santísimo Rosario, nº 68. [12] VD, nnº 250-251. [13] Pío XII, Carta Philippinas Insulas al Arzobispo de Manila, A.A.S. 38 (1946). [14] Pablo VI, Encíclica Marialis cultus, (02/02/1974), 46. MI AMA, LA SANTÍSIMA VIRGEN... (dijo el negrito Manuel). Mirad, hermanos, quiénes habéis sido llamados! No hay muchos sabios según la carne ni muchos poderosos ni muchos de la nobleza. Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo para confundir lo fuerte. Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es. Para que ningún mortal se gloríe en la presencia de Dios. (1Cor 26-31). Queridos hermanos: La Sabiduría Divina se valió de la sencillez de un pobre indio llamado Diego, para promover los cultos que se dan a su Divina Madre en Guadalupe; así también quiso valerse de este esclavo humilde llamado Manuel, para propagar las maravillas de nuestra Madre de Luján. Manuel, fiel esclavo de la Virgen de Luján. El negro Manuel[1] nació en 1604, en Cabo Verde –hoy ciudad llamada Dakar-, en la Costa de los Ríos, zona tórrida y occidental de África. En ese tiempo era colonia portuguesa. A los 25 años, cuando Manuel gozaba de su plena libertad, un reclutamiento de negros llevado a cabo por mercaderes sin conciencia y al margen de toda ley fue apresado, y conducido a las galeras surtas en el muelle del puerto de Cabo Verde, para ser vendido como esclavo en el Brasil. Llegó hasta el puerto de Pernambuco, después de una travesía de 30 días. Al atracar la nave los negros fueron llevados a la plaza pública, y allí puestos a la venta. Un capitán llamado Andrea Juan lo compró para su servicio. Eran los últimos meses del año 1629. Dotado de una clara inteligencia y de un corazón humilde aprendió muy pronto las verdades de la Fe y fue bautizado quizás en los días de Navidad y Año Nuevo, y a los pocos días recibió la comunión. Y como era de corazón ingenuo y de alma pura e inocente todas las cosas de religión le daban una gran impresión[2]. El negro Manuel deja Brasil en enero 1630, rumbo al Puerto de Santa María de los Buenos Aires, junto con el capitán Andrea Juan. Andrea Juan, llevaba dos imágenes de la Virgen María a su amigo Antonio Farías de Sáa, a fin de darle culto en la Capilla que estaba construyendo en su estancia de Sumampa –en este tiempo se llamaba toda la región Córdoba del Tucumán-. Llegados a Buenos Aires, Andrea Juan tuvo algunos inconvenientes por ser contrabandista, como era común en esta época. Entonces su amigo Bernabé González Filiano, sale ante las Autoridades por fiador suyo, solventando la deuda. El marino portugués en agradecimiento le entrega su esclavo, el negro Manuel, y Filiano manda enseguida a Manuel a su estancia de Luján, para mayor seguridad y evitarse complicaciones. Las palabras de Manuel No existe ningún documento por escrito de los favores que concediera la Virgen al negro Manuel, ni tampoco una historia del mismo Manuel sobre su Madre del Cielo. Muy poco es lo que conocemos de Manuel, sin embargo los historiadores nos traen las pocas palabras que pronunciara en los momentos más importantes de la historia de Luján. En el milagro de las carretas... Cuando las carretas no quisieron avanzar. Los bueyes por más que tiraban no podían moverla un paso. Admirados de la novedad preguntaron los pobladores al conductor qué cargaba, a lo que respondió que era la misma carga de los días precedentes y pasando a individualizarlas añadió: “Vienen aquí también dos cajones con dos bultos de la Virgen, que traigo recomendados para la Capilla nueva de Sumampa”. Discurriendo en tan extraña novedad, se supone que el negro Manuel, movido por la gracia de Dios dijo: “Señor, saque del carretón uno de los cajones, y observemos si camina”. Así se hizo, pero en vano. - “Cambien los cajones, veamos si hay en esto algún misterio”, replicó Manuel. Aquí fue cuando llegó la admiración ya que los bueyes movieron sin dificultad el carretón. Insinuó el negro Manuel: “Esto indica que la imagen de la Virgen encerrada en este cajón debe quedarse aquí.” Abrieron el cajón y encontraron una bella imagen de la Virgen en su advocación de la Purísima Concepción. Desde entonces, en lo más intimo del alma del negrito Manuel, se formó una unión firme e indeleble entre su corazón y la Virgen. Dios dispuso entonces consagrar al negro Manuel al culto de la milagrosa imagen dejándolo en casa de Rosendo Oramas, ya que en él se manifestaban señales evidentes de su filial amor, respeto y veneración. Quedó allí para servirla con prolijidad y esmero. Todo su cuidado era en el aseo y decencia de su altarcito. Se aplicaba con tanta solicitud que nunca tenía a su Imagen sin luz ardiente. La sirvió hasta 1671, o sea, 40 años sirviendo con suma paz y alegría a su única Patrona. A Ella había sido donado como esclavo, y él entendía perfectamente lo que importaba una tal donación, y se reconocía por el verdadero y exclusivo esclavo de la Virgen. En la Ermita de Ana de Matos. A fines de 1671, el negro Manuel pasa de la Capilla de la estancia de Rosendo a la casa de Doña Ana de Matos, para seguir cuidando dicha imagen. La Virgen no se quería ir de su antigua Capilla de Rosendo sin su esclavo, ya que volvió dos veces sola, por la noche, de la casa de Ana de Matos. Extraña que con la imagen de la Virgen, Doña Ana de Matos no comprase también a su esclavo. El maestro Oramas y los de su familia alegaban que el negro esclavo era de ellos como herederos que eran del entonces difunto Bernabé Filiano. El negro se defendía diciendo: “Yo soy de la Virgen no más; el conductor de las Santas imágenes, Andrea Juan me dijo varias veces antes de morir, en la casa de Rosendo en Buenos Aires, que yo era de la Virgen, y que no tenía otro amo a quien servir más que a la Virgen Santísima.” Su inocente simplicidad era tal que algunas veces trataba a la Virgen con mucha familiaridad. Fue el caso que, habiéndose hecho ya el pequeño oratorio contiguo a la casa de Ana de Matos, y estando ya colocada en su nicho la Imagen, reparó el negro Manuel que algunas noches faltaba del nicho, y por la mañana la encontraba ya en él, pero llena de rocío muchas veces y otras con el manto llenos de abrojos y cadillos[3], y por las fimbrias polvo y algo de barro, y en estas ocasiones le decía: “Señora mía, ¿qué necesidad tenéis Vos de salir de casa para remediar cualesquiera necesidad siendo tan poderosa? ¿Y, cómo Vos sois tan amiga de los pecadores, que salís en busca de ellos, cuando véis que os tratan mal?” Con el p. Montalbo Uno de los más famosos milagros obrados por la Virgen a través del negro Manuel y seguramente el más celebrado fue la curación del p. Pedro Montalbo. Sucedió que en el año 1684 el padre licenciado don Pedro Montalbo, enfermó gravemente de unos ahogos asmáticos que en poco tiempo lo redujeron a tísico confirmado. Y viéndose así afligido se fue en un carretón a hacer una novena a la Virgen de Luján en los días de su fiesta patronal, y cuando estaba como a una legua de la capilla, tuvo un accidente que lo dejó medio muerto, y así llegó a las puertas de la capilla. Desuncidos los bueyes salió el negro Manuel y ungiéndole el pecho con el aceite de la lámpara de la Virgen el p. Montalbo volvió en sí. Empezando a consolarlo, tiernamente le decía el negrito Manuel: “La Virgen Santísima le quiere para su Capellán”. El p. Montalbo prometió que si le daba la Virgen la salud, iba a serlo toda su vida. Fue el primer Capellán de María de Luján. Con el proyecto de levantar un templo capaz y más digno de la veneración que merecía la Virgen, el negro Manuel, al paso que acumulaba las ofrendas que traían los devotos peregrinos, andaba por las estancias y aun por los pagos distantes, pidiendo limosnas para la fábrica del Santuario. En su muerte se le hallaron en depósito $14.000 de las limosnas, que los devotos le habrían ofrecido. La virtud había transformado totalmente al negro Manuel. Su devoción era comunicativa y su piedad sumamente edificante. Caminaba constantemente en la presencia de Dios, y no se pasaba hora en el día que no trajera, seguramente una o varias veces, a su memoria el recuerdo de la Virgen. Cuando llegaba la hora de entregarse al reposo, el negro Manuel, respetado de todos como un patriarca, reunía en la ermita a todos los peregrinos y rezaba junto con ellos el rosario. Luego en un lenguaje todo perfumado de unción y campestre simplicidad daba a entender a los peregrinos que venían atraídos de los favores que obraba la Virgen, a que pusiesen toda su confianza en la Virgen, porque teniéndola por intercesora con su Divino Hijo, seguros alcanzarían los beneficios que necesitaran. Y cuando todos se retiraban de la ermita, el negro Manuel prolongaba hasta altas horas de la noche, sus oraciones. El tiempo que le sobraba lo empleaba en trabajar para mantenerse, según era costumbre en gentes de su condición, haciendo riendas, botas, cinchas, caronas, rebenques y lazos. Era el amigo y consejero de esa dilatada comarca. Y los enfermos se encomendaban a sus oraciones. En sus preocupaciones[4] Doña Ana de Matos, cuando llevó la Santa Imagen a su casa, no compró ni trató de la venta del esclavo, porque el esclavo ya estaba dado en dote a una nieta de Filiano. Como el negro nunca tuvo escritura legal, y su entrega a la Virgen fue una prestación amistosa, muy bien a su debido tiempo se creyó oportuno darlo en dote de casamiento a esta nieta de Filiano. El negro Manuel, por su propia cuenta, siguió a la Santa Imagen, considerándose esclavo propio de la Virgen, y no de los herederos de Rosendo. Las palabras de Maqueda dan a entender que el negro pensó esta resolución, y que no fue precipitada, y que siguió a la Santa Imagen, convencido de cumplir una misión que en lejano día se le encargara. Es probable que las traslocaciones de la Imagen lo confirmaran más en su propósito. La posición del negro Manuel no agradó de inmediato a los herederos de Rosendo, quienes lo reclamaron. Así se pasa el año 1672 y parte de 1673, en idas y venidas. Intervino un litigio algo prolongado. El maestro Oramas era el administrador de los bienes de la familia Rosendo. Doña Ana de Matos puso fin al pleito, dando una suma de $100, saldando las deudas del litigio, y comprando el pueblo al negro Manuel en la suma de $250. En todos estos momentos, sobre todo en el litigio, el negro Manuel no hacía más que decir: “Yo soy de la Virgen no más; el conductor de las Santas imágenes, Andrea Juan me dijo varias veces antes de morir, en la casa de Rosendo en Buenos Aires, que yo era de la Virgen, y que no tenía otro amo a quien servir más que a la Virgen Santísima.” En su muerte Por fin, el negrito Manuel, vestido de un costal a raíz de las carnes, y con barba larga a manera de ermitaño, continuó al servicio de la gran Señora hasta la ancianidad decrépita. Hallándose en la última enfermedad dijo un día a los presentes: “Mi Ama, la Santísima Virgen, me ha revelado que he de morir un viernes y que al sábado siguiente me llevará a la Gloria”. En efecto, así sucedió. Su muerte sucedió en el día que había dicho, y se puede creer que se verificó por entero su vaticinio, siendo llevada su alma bendita al cielo para poder gozar allí de la Virgen María, cuya venerable imagen tanto había amado y cuidado en la tierra. Murió en olor de santidad, por cuyo motivo es tradición que su cuerpo fue sepultado detrás del altar Mayor del Santuario del Capellán Montalbo, descansando a los pies de su Ama. Después de su muerte La fama de santidad y de gran siervo de Dios que el negro Manuel dejó en su muerte no menguó con el tiempo. En efecto, cuando Don Juan de Lezica y Torrezuri se había encargado de la construcción del nuevo templo de Luján, y aproximadamente en el año 1757, tuvo problemas por la falta de arena gruesa de tal modo que la obra se veía retrasada. En este conflicto un negro, que sin duda fue Manuel, le aseguró que a pocos pasos de allí había arena gruesa en una vizcachera, o algo parecido. No se engañó, y la halló Juan de Lezica en el lugar señalado, que jamás nadie había sabido que hubiese tal lugar. El hallazgo se tuvo por milagroso. Todos sabían que el negro Manuel no podía estar ajeno a la obra del nuevo Templo. La figura apacible de este negrito interesa mucho. Esto vuelve a demostrar que Dios no se contenta con mirar la corteza, lo superficial, sino que su mirada penetrante escudriña lo más íntimo del corazón, y cuando el corazón que Él investiga es puro, todo su ser resplandece a sus ojos; y sólo aquel que fuere puro y blanco de alma, será entre sus manos, digno y eficaz instrumento de obras grandes, útiles y duraderas. Donde está la humildad y la rectitud de intención, allí también está la sabiduría, la santidad. Testigo de esta verdad es el negrito Manuel, cuya obra de predilección subsiste siempre atractiva y joven en la historia de Luján. Pidamos siempre por su pronta beatificación. Aprendamos del negro Manuel la materna esclavitud de amor por la que se hace ofrenda de toda nuestra persona y de todos nuestros bienes a María, y por Ella a Jesucristo, aprendiendo a marianizar toda nuestra vida haciendo todo por María, con María, en María y para María, para ser y hacer todo por Jesús, con Jesús, en Jesús y para Jesús. Ir al capítulo siguiente Volver al menú. NOTAS. [1] Todas las noticias relativas al negro Manuel, son tomadas de los testimonios de la tradición: P. Nolasco De Santa María, Historia verídica de Nuestra Señora de Luján; J. M. Salvaire, Historia de Nuestra Señora de Luján IV (Buenos Aires 1972); E. Udaondo, Reseña Histórica de la Villa de Luján (Buenos Aires 1939); La Perla del Plata, Revista de la Basílica de Luján, 7 (1896); L. V. Varela, Breve Historia de la Virgen de Luján (Buenos Aires 1897); A. Scarella, Historia de Nuestra Señora de Luján (Buenos Aires 1932). [2] Era obligación unánimemente acatada por todos los amos, el dar a los esclavos la más esmerada instrucción religiosa. Por las leyes de las Indias, era mandado que “en cada uno de los pueblos (...) se señale por el Prelado hora determinada, cada día, en el cuales junten todos los negros y mulatos así esclavos como libres ... a oír la doctrina cristiana, sin que los amos lo impidan, ni los ocupen en otra cosa en aquella hora, hasta que la hayan sabido...” (Ley XII, Título I, Libro I; también se puede ver en la ley XIV, del mismo título). [3] Gramíneas cuyas hojas en infusión se toman para diversas enfermedades; cf. F. Coluccio, Diccionario folklórico argentino (Buenos Aires 1981). [4] J. A. Presas, Nuestra Señora de Luján (Buenos Aires 1980) 178. UNA GRAN DEVOTA DE MARÍA DE LUJÁN Me acuerdo de las gestas del Señor, sí, recuerdo tus antiguas maravillas, medito en toda tu obra, en tus hazañas reflexiono. ¡Oh Dios, santos son tus caminos! Tú, el Dios que obras maravillas, manifestaste tu poder entre los pueblos. (Salmo 16, 72-74) Queridos hermanos: En la historia de la Virgen de Luján hay una mujer que desempeña un papel excepcional: Doña Ana de Matos y Encinas. ¿Quién era? En el testamento ella misma da sus datos personales: «Yo, Doña Ana de Matos y Encinas, viuda del sargento mayor Marcos de Sequeira, natural de la Ciudad de Córdoba, en la provincia del Tucumán, hija legítima del Capitán Lázaro de Matos y de doña Francisca de Encinas, vecinos que fueron de dicha ciudad de Córdoba, y yo al presente de ésta en Santísima Trinidad, Puerto de Buenos Aires, estando en mi entero juicio y entendimiento, creyendo como creo verdaderamente en todo lo que tiene, confiesa, enseña y predica Nuestra Madre Iglesia Católica, Romana, en cuya fe y creencia he vivido y quiero morir, otorgo mi testamento»[1]. Era ella una mujer muy capaz; hace su testamento diciendo de dónde viene, quién es, dónde vive, que vivió en la fe católica y que quiere morir en la fe católica. Se casó el 5 de marzo de 1630, para el mes en que llega la Virgen de Luján a Buenos Aires. Su esposo era, en aquella época, uno de los vecinos más ricos y nombrados de la ciudad de Buenos Aires; sirvió al Rey en cargos de importancia; en Buenos Aires fue Alcalde Ordinario. Recibió mercedes de tierras; entre ellas, en Arrecifes y en Luján. Falleció el 15 de diciembre de 1643. Ana de Matos quedó viuda, pero volvió a casarse y tuvo tres hijos: Juan Bautista, Gregorio y María. Devota de la Virgen de Luján Los documentos también nos hablan del papel singular que le toca a esta mujer en la historia de Luján. Es muy importante porque ella es la que cuenta esta historia –de la cual fue contemporánea–, al primer historiador de la Virgen, el padre mercedario Pedro Nolasco de Santa María. Este padre mercedario en 1737 relata lo sucedido de esta manera: «Por ser mucha la frecuencia de devotos, que acudían, movidos de sus muchos milagros –los de la Virgen– y no tener en dicha estancia de Rosendo dónde albergarse, pidió una señora, a quien yo conocí, llamada Doña Ana de Matos, le diesen dicha Imagen de Nuestra Señora, que la llevaría a su hacienda, que estaba en dicho río Luján; y con efecto se la dejaron llevar, y colocóla en un Oratorio, también pequeño, donde conocí a dicha imagen.»[2] Y de allí también le viene el conocimiento al otro historiador de la Virgen, Francisco José Maqueda, que en 1812 escribe: «Padecían los peregrinos algún desconsuelo por no haber en aquel paraje casa, ni rancho donde poderse hospedar y frecuentar las visitas. Deseosa de remediar esta necesidad y ansiosa de que se aumentasen los cultos a la Purísima Madre, cierta señora llamada Doña Ana de Matos, viuda que era del sargento mayor don Marcos de Sequeira, pidió al heredero del dicho Rosendo, le concediese dicha imagen, asegurándole la cuidaría y le haría Capilla en su estancia. No tuvo mucha dificultad en condescender a la propuesta el Maestro Oramas, porque se persuadía que los concurrentes a la Capilla le robaban el ganado de la estancia, y dicha señora Doña Ana correspondió agradecida en darle alguna gratificación, no menos que doscientos pesos. Llevóse, pues, la Santa Imagen a su casa, y colocóla en un cuarto decente con ánimo de edificarle en breve Capilla pública.»[3] Ana de Matos cumplió con su promesa de levantarle capilla. Así lo afirma el historiador Santa María: «Se pusieron a fabricar la Capilla, como en efecto fabricaron la que hasta hoy permanece, y haciendo dicha señora Doña Ana de Matos donación de la tierra, que constará de sus instrumentos»[4]. Todo esto lo podemos confirmar con el testimonio de la misma Ana de Matos. Efectivamente, en su testamento relata el hecho, y con mayor amplitud lo hace en la escritura de donación de tierras, que felizmente pudo ser descubierta no hace mucho tiempo, entre los protocolos del Archivo General de la Nación[5]. Allí se lee: «Porque he tenido y tengo mucho amor y devoción a la advocación de Nuestra Señora de Limpia Concepción y a su Santa Imagen, que ha estado colocada en las tierras de dicha mi estancia de Luján, en Capilla separada, la cual se ha determinado fabricar de nuevo con más decencia y capacidad, y para que con fervor y perpetua permanencia pueda conseguirse lo referido, otorgo a dicha Santa Imagen el sitio que necesitare para fábrica de dicha su Capilla, con más una cuadra de sitio en contorno a ella, y asimismo le hago donación de un cuarto de legua de tierras sobre el dicho río de la otra banda, para que las sementeras y lo demás que fuere conveniente para la conservación y aumento de este Santuario; porque así es mi voluntad. Y esta donación hago con calidad y condición de que dicha Capilla y la Santa Imagen ha de estar perpetuamente en dichas tierras de mi estancia de Luján, y en caso que suceda el trasmutar dicha Santa Imagen a otro paraje, es mi voluntad que quede revocada esta donación de tierras, y entren en su derecho mis herederos, cobrando asimismo la dicha Santa Imagen de Nuestra Señora de la Limpia Concepción, respecto de haberla adquirido con mi dinero, de mano del Maestro Juan de Oramas Filiano, Cura Rector que al presente es de esta ciudad». La escritura está fechada el 2 de octubre de 1682. Gracias a la generosidad de Doña Ana de Matos hemos conocido a la Virgen de Luján miles de devotos. Ya desde niños aprendimos a amarla y reconocemos tantas gracias que nos ha hecho a nosotros. De manera especial quiero decir que aún siendo seminarista siempre le pedí a Ella la gracia de poder orientar muchas vocaciones. Por eso, las vocaciones, el que podamos tener tantas vocaciones, es una gracia que le atribuyo a la Virgen de Luján. Es digno destacar la previsión de esta mujer. Tantas veces se hace el bien, pero no se hace «bien» el bien. Ella podría haber donado, por ejemplo, y no poner el cargo, entonces se le podría haber ocurrido a lo mejor a algún obispo o a algún sacerdote llevar la imagen de la Virgen de Luján a Buenos Aires o a otro lugar. Pero ella, era una mujer previsora. La Imagen debería quedarse en esas tierras. Aprendamos de ella a vivir de tal manera que podamos morir bien. Murió recibiendo los sacramentos. El 16 de setiembre de 1697 hacía doña Ana de Matos su testamento, que firma de puño y letra, a pesar de estar en una edad muy avanzada. Solicita en este testamento la mediación de María Santísima, su Madre, para alcanzar la salvación, e invoca por intercesores la protección de Santa Ana, su patrona; del Ángel de la Guardia, del arcángel San Miguel, y la de los Santos Pedro y Pablo, con los demás de la Corte Celestial; y pide humildemente que su cuerpo «sea sepultado en la Iglesia del Seráfico Patriarca San Francisco con el hábito y mortaja de su Orden, y sepultado en la Capilla Mayor en la parte y lugar donde fue enterrado mi marido Marcos de Sequeira»[6]. Pidamos en la fiesta de Nuestra Señora de Luján, por nuestra Patria. Ella es la Patrona. A Ella ha sido consagrada nuestra Patria de manera solemne años atrás por un presidente de la Nación, que actuó como cabeza de la sociedad civil. De tal manera que, a pesar de los grandes problemas que tiene nuestra Patria, siempre hay una luz encendida: ¡la consagración a la Santísima Virgen! Y también demos gracias a Dios por todas las bendiciones que nos ha concedido por medio de la Virgen de Luján. Ir al capítulo siguiente Volver al menú. NOTAS [1] Documentos Primarios, 1697; en: J. A. Presas, Nuestra Señora de Luján, (Buenos Aires 1980) 127. [2] P. Nolasco de Santa María, Historia (Buenos Aires 1737) Relación orginal del fraile mercedario que se conserva en al Archivo de la Basílica Nacional de Luján. [3] F. J. Maqueda, Historia (Buenos Aires 1812). [4] P. Nolasco de Santa María, Historia (Buenos Aires 1737) 129. [5] El testamento de doña Ana de Matos lo descubrió el doctor Molina, “Documentos primarios”, 1697; en J. A. Presas, Nuestra Señora de Luján, (Buenos Aires 1980) 261. Y la donación de tierras la halló providencialmente la señorita María C. Terragoni Caro, “Documentos primarios”, 1682 ; en: J. A. Presas, Nuestra Señora de Luján, (Buenos Aires 1980) 247. [6] J. A. Presas, Nuestra Señora de Luján, (Buenos Aires 1980) 130. Se trata del Templo que está en la ciudad de Buenos Aires, en Alsina y Defensa. P. JORGE MARÍA SALVAIRE, UN LUCHADOR INFATIGABLE. “Salvaire ha reunido en sí solo, todo el fervor religioso y celo por el culto de María de Luján que señalan al capellán don Pedro de Montalbo y todas las energías y las esperanza que distinguían a don Juan de Lezica y Torrezuri” El jurisconsulto argentino Luis V. Varela Queridos hermanos: Hoy quiero referirme, al p. Jorge María Salvaire. Fue un genio y un santo. El padre Juan Antonio Guerault describe así a Salvaire: “Unía en personalidad singularmente armónica la nítida, ordenada y perspicaz inteligencia gala, con los nobles entusiasmos y el quijotismo de la sangre hispana”[1]. Su vida, su familia, su vocación Nació el 6 de enero de 1847 en Castres en el departamento de Tarn, a orillas del Agout en el sur de Francia, cerca de los Pirineos, de una familia bastante acomodada, prestigiosa y cristiana. Su padre había ocupado varios cargos públicos y entre ellos fue rector del renombrado Liceo Real de Francia. Su madre, María Vázquez, española de nacimiento, descendía también de una ilustre familia. Cuando le sonreía el bienestar y la grandeza, el joven Jorge María Salvaire decidió abandonar el siglo y fue a golpear las puertas de los Padres Misioneros Lazaristas o Vicentinos, para ingresar en la Congregación como humilde religioso. Concluidos sus estudios teológicos, fue ordenado presbítero en París, en el año de 1871. A los pocos meses de su ordenación, los superiores lo mandaron a la Argentina. Primera visita a María de Luján El 3 de diciembre de 1871, visitaba el santuario de Luján, unido a la primera gran peregrinación de los católicos argentinos, motivada por la horrible epidemia de fiebre amarilla, que diezmó la ciudad de Buenos Aires y para desagraviar a Dios por los tristes acontecimientos políticos que se desarrollaron en Roma y demás Estados Pontificios. Este primer encuentro de Salvaire con la Virgencita de Luján fue de capital trascendencia para su vida íntima, primero, y, luego, para los anales de la gloria de la Virgen de Luján. “Entre los peregrinos que en aquella ocasión concurrieron al Santuario de Luján estaba el p. Jorge María Salvaire, sacerdote de la Misión, que llevaba la representación del célebre Colegio San Luis de la Capital. Desde un principio el p. Salvaire con su entusiasmo juvenil, su genio artístico, su vasta preparación y su profunda piedad, quedó gratamente impresionado y enamorado de la Virgencita de Luján, sin sospechar siquiera el importante papel que debía desempeñar en el desarrollo de su culto. Desde entonces, allá en sus adentros, le parecía que no había proporción entre una Imagen tan preciosa y el Santuario que la cobijaba. Una perla tan valiosa, solía decir de regreso a Buenos Aires, merece un estuche de más valor que el que tiene en la actualidad. Dios debía un día darle la razón y ponerlo en circunstancias de realizar tan hermoso pensamiento”[2]. Los Padres Lazaristas aceptaron el comprometedor y noble encargo de constituirse en los guardianes y celosos ministros del Santuario. Era aquello lanzarse a una aventura, y también a una Gran Misión, como quizás no soñara jamás ninguno de los miembros de aquella apostólica Congregación. Así, en el año 1872, los Padres de la Congregación de la Misión tomaban a su cargo la atención de la Parroquia y Santuario de Nuestra Señora de Luján y el 20 de mayo, viene a Luján, como teniente cura del padre Eusebio Fréret, el joven sacerdote Jorge María Salvaire, para ayudarle en su ministerio pastoral a la sombra de tan bendita Madre. Trabajo con los indios infieles El 26 de diciembre de 1873, lo envían los Superiores a misionar entre los indios infieles y permanece entre ellos dos años, predicando el Evangelio con incansable afán. Deja el p. Salvaire el Santuario de Luján con inmensa pena para ir a misionar entre las tribus de los indios salvajes. Salvaire cuenta en unos de sus apuntes de viaje a los toldos del Cacique Namuncurá, que ya algunos de esos indios tenían filial devoción a la Virgen de Luján [3]. En medio de sus tareas apostólicas estuvo a punto de perder la vida. Llega el p. Salvaire a las Salinas Grandes, hasta los toldos del cacique Namuncurá, en misión de rescate de cautivos cristianos. Bien recibido al principio se cambian las suertes por calumnias propaladas en la tribu debido a una peste de viruela que se desencadena en las toldería. Es hecho prisionero y condenado a morir alanceado por ser portador de enfermedades, como así lo propalan sus enemigos que veían peligrar sus ilícitas ganancias con la conversión de la indiada. Era a fines del año 1875 y sólo un voto y un milagro de la Virgen de Luján lo salvaron[4]. Eran los últimos días de octubre. Salvaire se siente solo y abandonado y en aquella hora suprema recurre al Señor y a la Virgen de Luján, haciendo voto de levantar a la gloria de tan gran Señora un templo digno de Ella, de propagar su culto y de dar a conocer su historia por doquier hasta el final de sus días. Fue escuchado y pudo volver sano y salvo a la tierra de los cristianos y a Luján. Vuelve al Santuario A principios de enero de 1876 llegaba de nuevo al Santuario de Luján, pero en 1881 sale otra vez el padre Salvaire al desierto en una misión que tuvo por objeto recorrer las soledades de la pampa, para llevar a esos lugares la vida cristiana. En el Libro de la Virgen encontramos escrito los más profundos pensamientos de Salvaire antes de partir: “Tu eres nuestro sostén, María Dulcísima, Tú en las angustias nuestra firme áncora de fe”. Regresa nuevamente a Luján, y allí se entrega de lleno a la búsqueda de material para formar su obra Historia de Nuestra Señora de Luján, que sale a la luz a fines de 1885. Salvaire fue un modelo, un genio y un santo, - lo mismo misionero que periodista, - artista que historiador, - cura párroco como ingeniero, - emprendedor de toda obra benéfica y social, - luchador infatigable del reino de Jesucristo y de su Iglesia. - - Todo lo proveía, todo lo abarcaba, todo lo llevaba adelante con un esfuerzo de titán, - y si en su vida privada como religioso era de una observancia austera y humilde, - su carácter expansivo y franco, y su admirable don de gentes, lo abrían a las multitudes. - Devotísimo de la Virgen de Luján. Él, verdaderamente, dio nuevo lustre a Luján, con sus tres grandes obras, porque fue realmente para Jorge María Salvaire la Virgencita Nuestra Señora de Luján su alma y vida, centro y meta de sus amores y esperanzas. Tres grandes obras que realizó el p. Salvaire Su libro sobre la historia de Nuestra Señora de Luján. Un libro magnífico, en dos tomos. En un artículo el p. Guillermo Furlong que trata de la historiografía eclesiástica argentina desde 1536 hasta 1943 leemos: “La Historia de Nuestra Señora de Luján del Padre Jorge María Salvaire se levanta inconmensurablemente sobre todas las de su género, aparecidas a fines del pasado siglo. El Padre Salvaire no hacinó sin discreción y crítica los materiales que pudo reunir, antes los estudió y valorizó cuidadosamente, separando la paja del grano, y dando jerarquía a los documentos y a las fuentes de información. Nada tiene que ver la Historia de Nuestra Señora de Luján con los libros de esa índole, aparecidos con anterioridad a 1885, y ninguno de esa índole desde entonces hasta acá, le ha superado en sentido crítico”. Y en nota a este mismo trabajo agrega: “Hurgando en el pasado bibliográfico, escribe acertadamente el Dr. Carbia, es fácil advertir que hasta la publicación del libro del p. Salvaire, la crónica religiosa argentina no tuvo representación como tal en todo el curso del pasado siglo”[5]. Sirvan los conceptos expresados para saber valorizar como se debe la historia del milagro de Luján, que con tanta erudición nos trasmite el p. Salvaire. La Coronación Pontificia de la venerable y Santa Imagen. Munido de las necesarias credenciales de los Señores Obispos de las regiones del Plata parte a Europa para pedir al Papa León XIII la coronación pontificia de la Virgen de Luján, el año de 1886. Con las preciosas piedras y alhajas que llevara consigo hace construir en París la graciosísima corona que circundará las sienes de la Virgencita de Luján, y que el Papa en persona bendice benévolamente. El 8 de mayo de 1887, en un marco de inigualada magnificencia, en un ambiente de exaltación y ante unas 40.000 personas, Monseñor León Federico Aneiros, arzobispo de Buenos Aires, en nombre y representación del Sumo Pontífice corona solemnemente la antigua y verdadera imagen de Nuestra Señora de Luján. Allí, junto al Prelado, estaba el padre Salvaire, alma de toda la fiesta. El 15 de mayo siguiente, Mons. Aneiros, bendecía la piedra fundamental que debía servir de base a la atrevida empresa de la grandiosa Basílica, que se levanta hoy en honra a la Celestial Protectora del Plata. La construcción de la gran Basílica. La grandiosa Basílica pregonará por mucho tiempo a todas las generaciones la grandeza del hombre, genio y santo, que fue Jorge María Salvaire. En la cumbre de su felicidad la obediencia manda otra vez a Salvaire a salir de Luján y parte esta vez para Montevideo; pero al año es llamado de nuevo. Salvaire quería levantar una Basílica para la Virgen y se cuestionó así dos cosas: el lugar y su estilo. Respecto al lugar veía sobre todo en la Basílica un lugar de peregrinaje y como tal no lo quería enclavado en medio del caserío y además alegaba toda una tradición. En cuanto al estilo quería un gran templo ojival o gótico, como las grandes catedrales de Europa. Para él era cumplir la misión de propagar el culto de María de Luján por doquier y tenía fe en la generosidad del pueblo argentino para llevar la obra a cabo. El p. Salvaire encaraba así la obra con santa audacia. El p. Emilio George, presentó su renuncia al Curato de Luján para dejar campo abierto al p. Salvaire en relación a la obra, y el 25 de mayo de 1889 tomó posesión como párroco de la Parroquia de Luján, ejerciendo el curato hasta su muerte, acaecida el 4 de febrero de 1899. El 18 de noviembre escribe el p. Salvaire una solicitud al Sr. Arzobispo, a fin de poder comenzar las obras de la proyectada Basílica. Es cierto que el proyecto tenía sus decididos partidarios, pero era mucho mayor el número de sus adversarios o de los que no tenían fe en su posible realización. En la Curia de Buenos Aires se decía: “Esto nunca se hará, es una locura”. Felizmente el Arzobispo estaba contagiado con la santa locura de Salvaire y dijo a éste: “Hijo mío, sigue adelante, toda responsabilidad cae sobre mí”. Y firmaba el 29 de noviembre el documento de aprobación. El 6 de mayo de 1890 se abrían y bendecían los cimientos de la futura Basílica con gran solemnidad.[6] El 4 de junio de 1896 celebra el p. Salvaire sus Bodas de Plata sacerdotales. En ese año salió publicado en La Perla del Plata las palabras del Sr. Nicanor Comas que le dirigió en ese acto: “Muchas veces le faltaron las fuerzas y cayó postrado a los pies de la Sagrada Imagen en busca de fuerzas nuevas; la calumnia y la envidia esgrimieron sus armas contra el virtuoso guardián del más rico tesoro de nuestra Patria, pero no perdió la serenidad del ánimo y el valor que infunde la fe”. El 4 de febrero muere en Luján el p. Salvaire, sus últimas palabras fueron: “Creo en Dios, amo a Dios y espero en ti, Madre mía de Luján”. Está enterrado en el crucero de la derecha, a los pies de la Medalla Milagrosa. *** Queridos hermanos y hermanas: Debemos tomar ejemplo de este digno sacerdote que se entregó totalmente a Dios. De su tiernísimo amor a María de Luján. De su confianza invencible en la divina Providencia. De no perturbarse por las cosas que buscan impedir que hagamos cosas grandes. Fue magnánimo. De saber que, cuando de verdad se contacta con el pueblo, éste sigue a los pastores. De su fidelidad a toda prueba. Cuando visitemos Luján no dejemos de encomendarnos a él. Fue un grande. Que podamos formar sacerdotes que sean como él. Él dejó su patria para seguir a Jesús, ¡y cuánto bien hizo!. Nos alcance la gracia de no ser esquivos a la aventura misionera, para hacer cosas grandes en nombre de Dios y de María. Ir al capítulo siguiente Volver al menú. NOTAS [1] J. A. Guerault, La virgen de Luján y su Santuario ( Luján 1972) 37. [2] J. A. Presas, Anales de Nuestra Señora de Luján 1630-1993 (Buenos Aires 1993) 198. Cfr. J. A. Guerault, La virgen de Luján y su Santuario (Luján 1972) 259; Dra. De Lobato Mulle, El Padre Salvaire y la Basílica de Luján (Buenos Aires 1959) 63. [3] «Un día de octubre se me presentó un gaucho desconocido, de semblante siniestro, pero me saludó respetuosamente y me invitó a pasar la noche debajo de su techo. Movido por la curiosidad decidí visitarlo. Al llegar me sorprendió los confusos acentos de unos cantares. Ahí dentro estaba un gaucho cantor. Colgado de los postes un cuadro todo ahumado y cantando el gaucho con su guitarra. – Padrecito, todas las noches alumbro a mi Madre y Señora, la Virgen de Luján, y le enderezo mis cuitas, para que Ella me mire siquiera con lástima, ya que los demás no quieren acordarse de mí, sino para molerme. La Virgen de Luján es mi compañera en las desgracias, y van como unos 20 años que me acompaña. Si no fuera por esta mi Madre, ¿quién sabe ahora qué sería de mí? Acerquéme al ennegrecido cuadro y a través del humo del candil distinguí las facciones de la imagen de Nuestra Señora de Luján». Jorge María Salvaire, Historia de Nuestra Señora de Luján (Buenos Aires 1972) 429. [4] El literato Pastor Obligado escribe que al final de sus días Salvaire gustaba contar a sus íntimos este hecho salvador. Y el mismo Salvaire en una carta al Superior General le recordará esta hazaña. [5] Archivo General de la Naciòn, tomo I, 76; la nota del Dr. Carbia en la p. 74. [6] El estilo de la obra es el neo-gótico, el preferido en las construcciones religiosas de la época. Su arquitecto fue el Sr. Ulderico Courtois. Las medidas suman 104 metros de largo por 68,5 de ancho en el crucero, y la altura de las torres alcanza unos 106 metros. Consta de tres naves, seis torres y una flecha bien llamativa, y luce valiosos vitrales sobresaliendo los que al empezar el ábside reproducen escenas de la historia mariana. LA BASÍLICA ACTUAL. Ellos nos han dado esta respuesta: Nosotros somos servidores del Dios del cielo y de la tierra; estamos reconstruyendo una Casa que estuvo en pie anteriormente durante muchos años. Esdr. 5, 11 Queridos hermanos: La Basílica de Luján representa al peregrino que la visita, un anticipo de la casa Celestial, un anticipo del cielo. Por eso me quiero referir brevemente a los hechos que intervinieron en la construcción de la Basílica, los dones que hicieron a la Virgen y las cosas más importantes de la casa de María en Luján. Historia El Día de la Purificación, 2 de febrero de 1872, los Padres Lazaristas se hicieron cargo del antiguo Santuario de Nuestra Señora de Luján, y tras ello, al poco tiempo, comenzaron a llegar las grandes peregrinaciones de la Capital y alrededores. El Párroco, Padre Eusebio Fréret, se dedicó con gran ahínco a efectuar varias e importantes reformas, no sólo en el antiguo Camarín de la Virgen, sino también en el resto del Santuario, que estaba muy deteriorado. Dicho templo había sido construido gracias a la generosidad del noble vizcaíno Don Juan de Lezica y Torrezuri, e inaugurado el 8 de diciembre de 1763. El edificio quedó hacia 1875, restaurado según el estilo romanobizantino de la segunda época, pero a pesar de todo lo realizado, el referido edificio era a todas luces demasiado estrecho para congregar, en la temporada de las peregrinaciones, a la gran cantidad de fieles que acudían al Santuario. El Padre Fréret era secundado en sus tareas pastorales por los tenientes curas Julio Montagné, Esteban Tanoux y Jorge María Salvaire. Y precisamente, en la mente de este último, gestóse la idea de levantarle a la Virgen un gran Santuario, de acuerdo a su condición de no sólo Patrona de las Tres Repúblicas del Plata, sino también por ser nuestra Reina y Madre, amén de reunir las condiciones de amplitud y comodidad hacia sus queridos devotos. La ubicación y el estilo de la actual Basílica El Padre Salvaire, ya tenía bosquejados, en líneas generales, sus "grandes planes", que antes de convertirse en realidad, debieron sortear y resolver dos grandes cuestiones, que no sólo preocuparon a los Padres del Santuario, sino que llegaron a provocar grandes polémicas y discusiones, logrando dividir a los habitantes de la Villa en dos grandes bandos: los partidarios del Padre Salvaire y sus detractores, defensores del Padre George. Los problemas en cuestión eran la ubicación que se le debía dar al futuro edificio y el estilo que debía tener. Respecto a la ubicación El Padre George, como buen Párroco que era, enfocaba el problema desde el punto de vista parroquial, o sea, una Iglesia para servicio de los fieles de la Villa, y por lo tanto deseaba verla construida en el solar que ocupa actualmente la Municipalidad y lejos del río y sus peligrosos desbordes. Mientras que el Padre Salvaire, con criterio más realista, deseaba una Santuario tal cual lo tenía imaginado por ser Luján un lugar de peregrinación y fe, más que un Centro parroquial. Con respecto al cambio de sitio, se oponía tenazmente por dos fundamentales razones. La primera, porque el sitio que ocupa actualmente la Basílica, había sido visitado por innumerables fieles y personajes célebres, amén de haber sido regado por las lágrimas de miles de ellos y haber sido testigo de infinitos actos de piedad y desprendimiento, por lo cual, se consideraba ese lugar como bendito; y teniendo en cuenta la voluntad terminante del segundo dueño de la Sagrada Imagen, doña Ana de Matos, que la dio a condición de que no se sacara nunca del terreno que donaba para la Virgen. Y segunda, y principal razón, por exigirlo así la tradición de la Iglesia y su misma legislación, que no permite sea mudado un templo del sitio que ocupara desde un principio, sino por razones y en casos gravísimos. La otra cuestión era el estilo arquitectónico a adoptarse. El Padre George prefería el estilo romano-bizantino, y se contentaba con una buena construcción de ladrillo y cal. Mientras que el Padre Salvaire, con su fogosidad y genio de artista, deseaba el gótico u ojival, tan grandioso, lleno de místicos significados, además, debía ser construida en piedra sillar como las más famosas de Europa: y al respecto pronunció dos palabras en latín que pasaron a la historia: "Lapides clamabunt" (las piedra hablarán). Y vaya que hablaron y hablan...[1] El Padre Salvaire afirmaba que: “la gran Basílica debe edificarse porque bien se lo merece María de Luján por los incesantes beneficios que ha prodigado a los argentinos; y ellos quieren edificársela en piedras, para eternizar mejor su engrandecimiento”. Y decía: “que el nuevo Santuario se levante en dos fracciones distintas; que una de ellas englobe el Santuario actual, y que éste no se destruya hasta que la otra fracción pueda ser habilitada; así no se interrumpirán los cultos ordinarios”; “los gastos de construcción y conservación del nuevo Santuario, corren por cuenta de María, que bien sabrá hacerles frente, con tal de que no nos durmamos”; “el estilo debe ser el gótico-ojival porque ése es el que más corresponde al ideal de la Iglesia cristiana”; “es preciso que por encima del caserío de la Villa Mariana, la Basílica extienda a lo lejos su mirada vigilante para protegerla, que irradie su benéfica luz en la noche tenebrosa del crimen, que levante sus dos torres hacia el cielo a modo de brazos suplicantes armados de la cruz redentora”. En la época en que la Virgen fue coronada, 1887, sus devotos estaban convencidos en la necesidad de erigir a la Reina de los Cielos un nuevo y más dilatado Santuario que aquel de entonces. Como ya dijimos, tal idea tenía sus entusiastas sostenedores en el Arzobispo Monseñor León Federico Aneiros y el Padre Salvaire, en cuya mente gestóse el estilo arquitectónico a adoptarse (gótico-ojival), pero que aún no había sido aprobado, al igual que los planos, que faltaban ejecutar, tanto en el papel como en el trazado que exige el Pontifical Romano. No obstante, el Padre Emilio George, a la sazón Cura Párroco, estimó que la ceremonia de la Coronación era una estupenda oportunidad para iniciar la realización del proyecto, y así lo comunicó al Arzobispo, en un documento fechado en la Villa el 19 de abril de 1887, y cuyas principales frases dicen lo siguiente: “si fuese la iglesia de Luján un templo ordinario sería inútil el pensar destruirla para edificar otra de proporciones mayores porque aunque es cierto que es de reducidas dimensiones en algunos días de fiestas clásicas, se lo puede contar, sin embargo, en el número de las buenas y sólidas iglesias de la campaña de Buenos Aires. Es la iglesia de todos los católicos de la República. Bajo este punto de vista, la iglesia está unánimemente condenada a desaparecer para dar lugar a un suntuoso y grandioso templo, capaz de contener el mayor número posible de devotos de Nuestra Señora de Luján...”[2] Agregó además que “la Basílica debe nacer de la solemnidad de la Coronación; y hasta me atrevo a emitir el voto que se proceda a la colocación de la piedra fundamental en el mismo Día de la Coronación”. A la presente, respondió con gran beneplácito Monseñor León Federico [3] . Piedra fundamental Una de las ceremonias más interesantes que posee el rito católico, es la de la colocación de la primera piedra de una iglesia. El Pontifical Romano exige, antes de efectuar la referida ceremonia, que previamente el Ordinario Diocesano debe aprobar los planos de la futura Iglesia y luego se efectúe el trazado de la planta, sobre el mismo terreno en que se erigirá el Templo, para que el Obispo pueda colocar la piedra fundamental y bendecir los cimientos. A pesar de que estas premisas no habían sido cumplidas, aprovechase la fiesta de la Coronación para proceder a la colocación de la piedra fundamental. El 15 de mayo de 1887, día de la Octava de la Coronación se procedió a llevar a cabo la referida ceremonia[4]. El sitio prefijado donde se suponía iba a estar el futuro Altar Mayor de la Basílica, estaba profusamente adornado con banderas argentinas y extranjeras. Se destacaba una gran cruz de madera, en conformidad a lo expresado en el Pontifical Romano, y a unos seis metros más hacia la izquierda, había una extensa excavación, de unos cuatro metros de profundidad, a la que se bajaba por una escalera provisoria. Una vez en el lugar, Monseñor León Federico, rodeado de los Prelados y numeroso clero, revestido de ornamentos blancos, procedió a rociar con agua bendita el lugar en que estaba la cruz, mientras el coro entonaba una antífona. Después de una bella oración dirigida a Dios, Nuestro Señor, el Arzobispo procedió a la bendición de la primera piedra. La Piedra Fundamental de la Basílica, es blanca, de Tandil, y fue ofrecida para este fin por un devoto de la Provincia de Buenos Aires. Es un bloque cuadrado que mide más o menos un metro con veintidós centímetros de lado. En su centro posee un hueco, en el cual se encerrarían más tarde, los documentos y varios objetos que citaremos más adelante. En otro sitio se veía una fuente de plata en cuyo centro había una valiosa piedra ónix concavada, y una cuchara de albañil con una navaja, todo de plata. Los referidos objetos eran igualmente donativos de una persona de la Capital. Luego, Mons. León Federico, roció con agua bendita esa misma piedra, y con el cuchillo de plata grabó una cruz en cada una de sus caras. Pronuncióse una oración alusiva, seguida del canto de las letanías de todos los Santos. Entre tanto, con la cuchara de plata, iba colocando cemento en derredor de la piedra, operación que siguieron efectuando los padrinos y otras personas allí presentes, y que completó un albañil. Finalmente, Mons. León Federico roció de nuevo con agua bendita la piedra y el lugar por ella ocupado, rezando el salmo Miserere. Entonces el Notario Eclesiástico leyó en alta voz la traducción al español del acta escrita en latín, que acababa de ser firmada y encerrada en la piedra fundamental. Esta es: Al Dios óptimo máximo. Hallándose el Templo dedicado a la Bienaventurada Virgen de Luján, enriquecido por la devoción de nuestros mayores y por tantos monumentos de la piedad, y siendo sensible que hubiese caído en la más lamentable condición por la injuria de los tiempos, siendo además, evidente a los ojos de todos su estrechez para congregar a todos los que aquí acudían a orar; para que el culto hacia la misma Madre de Dios resplandeciese más y más; y con el objeto de dar satisfacción a los repetidos clamores así del Clero como de todo el Pueblo Argentino, León Federico Aneiros, Arzobispo de la SSma. Trinidad de Buenos Aires, Delegado Apostólico, para imponer al Venerable Simulacro de la B. M. V. de Luján una corona de oro bendecida por León XIII, P. M. cumpliendo un voto concebido por el Clero y el Pueblo para purgar y expiar los crímenes de nuestra Nación, bendijo esta piedra de feliz auspicio rociada previamente con el agua lustral, y la colocó en los fundamentos de un nuevo y más dilatado Santuario. En el Año del Señor MDCCCLXXXVII en los días de Mayo. Conviene a saber, en el día de la Octava de la Festividad recientemente instituida en honor de la B. M. V. presentes y llenos de piadosa alegría. bajo el título de Luján. La inscripción a la que nos referimos más arriba fue escrita sobre una hoja de pergamino encerrada y sellada en un tubo de cristal y colocada en la primera piedra. La redacción había sido encargada por Mons. León Federico al Padre Salvaire, quien para su composición se inspiró en los mejores modelos de literatura lapidaria que a cada paso surgen en los monumentos de la Roma antigua y moderna, y especialmente en la hermosa inscripción que se halla en el pedestal del obelisco monolito de la Basílica de San Lorenzo extramuros, debida a la experta pluma de Monseñor Marinelli, sacristán de Pío IX. En la concavidad de la piedra, juntamente con la dedicatoria, se depositaron: 1. monedas de oro, plata y cobre, 2. los retratos de Pío IX y León XIII, de Mons. León Federico, de otras personas que cooperaron en la coronación de Nuestra Señora y a los principios de la obra de la Basílica, 3. junto a periódicos de la Capital y de la Villa, donde se hacía la detallada descripción de las fiestas solemnes, 4. un detalle curioso, desconocido por muchos. En la referida concavidad, se habían depositado, asimismo, pequeñas porciones de piedras extraídas de: - la Gruta de Nazareth y del Monte Calvario, - de las catacumbas de Roma, - de los Santuarios de Loreto y de la Porciúncula de Asís, en Italia, - de los del Pilar de Zaragoza y Montserrat, en España, - de los de Lourdes, de la Sallete y de la Basílica de Montmartre en Francia. Acto continuo, bajó el Prelado, acompañado de los padrinos de la piedra, que lo eran Don José Manuel Estrada y la señora Petrona Coronel de Lamarca; a la extensa excavación, tocando y colocando la piedra en su debido lugar. El estilo y ubicación final El día en que fue colocada la piedra fundamental de la Basílica, quedó decidido el sitio que debía ocupar y el estilo arquitectónico a adaptarse. Resuelto este par de problemas, muchos creyeron que el Padre Salvaire sería el encargado de las importantes obras y el Padre George continuaría como Cura Párroco, reviviendo la antigua costumbre eclesiástica de la época colonial. Sin embargo, el Arzobispo Monseñor León Federico, en seguida, cayó en la cuenta que esta simpática costumbre había pasado a la historia, y por ésa y por otras razones comprendió que tal acto entorpecería la obra en vez de ayudarla. En ese entonces, el Padre Salvaire fue momentáneamente enviado a Montevideo, como Superior de la pequeña casa de Misión que los Padres Lazaristas tenían allí. Antes de anexarlo a la Parroquia de la Unión, aprovechan además para darle un pequeño v merecido descanso antes de emprender las grandes tareas que le aguardaban. El 8 de octubre de 1888, fue una fecha que ha quedado grabada en muchas memorias, porque ese día el Padre Emilo George presentaba su renuncia al Curato de la Villa. El motivo: dejarle el camino libre al Padre Salvaire y sus "grandes planes" respecto a la futura Basílica, y reemplazarlo a su vez, como Superior de la Casa de Montevideo. Al momento de su renuncia, el Santuario aún dependía del Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires, y por lo tanto su Jefe espiritual era nuestro ya conocido Mons. León Federico. Este juzgó que no era oportuno nombrar todavía al Padre Salvaire como Párroco, y por lo tanto confió el curato interinamente al Padre Jorge Revelliere, quien en 1872 al llegar el Padre Fréret a la Villa, había sido nombrado Visitador en las Tres Repúblicas del Plata. La ayuda del pueblo Cuando asumió el p. Salvaire como párroco, comenzó a construir la Basílica, en donde el gran personaje para la misma fue la limosna. Desde los óbolos hasta las grandes donaciones, comprar las casas que faltaban para poder edificar el templo, etc. hasta de la generosidad de varios amigos, se valió Salvaire para lograr sus fines. El arquitecto Ulrico Courtois, experto en arte gótico, fue el encargado de llevar del papel a la realidad la gran Basílica. El fiscal eclesiástico aprobó los planos, pero a regañadientes; lo que quedó resumido en las palabras pronunciadas por su vocero: “Esto –la Basílica- nunca se hará, es una locura pensar que esto se pueda hacer con los recursos que tenemos o podemos llegar.” El vocero, luego, fue Monseñor Mariano Espinosa. Fábrica de ladrillos Un material al que se le asignó prioridad absoluta fueron los ladrillos para rellenar los cimientos. El p. Salvaire sabía que la instalación de los hornos iba a ocasionar, en un principio subidos gastos a la fabrica, pero también estaba firmemente convencido que, al poco tiempo, los referidos hornos iban a proporcionar, amén de buena materia prima, una gran economía. Efectivamente así sucedió, rebajaron los costos del material en un 50%. Por su parte los vecinos llevaban leña para quemar los ladrillos, o caballos para la tarea de acarreo. Salvaire mandó levantar extensos galpones destinados a alojar las cuadrillas de obreros, construir grandes hornos, uno con capacidad para quemar 60.000 ladrillos, y otro en el cual se podían quemar de una sola vez 120.000 ladrillos. Además levantó un taller para el polvo de ladrillo.[5] Se comienza a construir con piedra Hasta ese momento, la Basílica se estaba construyendo con ladrillos. Fue entonces cuando el Capellán se puso en campaña en busca del mineral. El ingeniero le había recomendado que visitara una cantera que se hallaba en Mar del Plata. Así lo hizo el Párroco. Pero las dificultades para extraerla, tanto como para embarcarla y transportarla obligaron a Salvaire a renunciar a la adquisición. Hasta que a principios de febrero recibió la muestra de una piedra que se hallaba en una cantera de Entre Ríos. La cual era de primera calidad, y además ofrecía un rápido embarque de la misma en el río Uruguay. Sin perder un segundo, el Capellán se trasladó a la referida provincia, en el departamento de Colón, y luego de haber examinado la piedra en compañía de varios expertos, cayó en la cuenta que allí tenia al alcance de la mano, el elemento que tanto había buscado. Salvaire compró la referida cantera en cuatro mil cincuenta pesos, incluidas escrituras, la misma tenía una extensión cerca de ocho hectáreas. Al poco tiempo, la cantera ya estaba trabajando a pleno, tal que a fines de julio del referido año de 1891, ya había, mil sillares, listos para ser despachados a Luján. Las columnas interiores con sus bases, capiteles y molduras serían de piedra, tal cual era no sólo el deseo de Salvaire, sino también el de los ingenieros que le asesoraban en la tarea, que habían tomado como modelos edificios similares de Europa, construidos en piedra calcárea. Así, extrajeron también cinco mil sillares elaborados y listos para despachar también hacia Luján. Cada uno de ellos medía cincuenta centímetros de lado, con un peso de cincuenta kilos, y su extracción, elaboración y traslado, hasta el puerto de Colón, le costaba a la caja del Santuario un peso moneda nacional por cada piedra. Aún Salvaire no había averiguado el costo del resto. O sea, el flete de aquel puerto hasta la Villa, el pulimento de la piedra y su colocación en obra. A fin de 1892 se colocaron 6.500 sillares, se habían fabricado dos millones de ladrillos, y había un millón más en fabricación. De Córdoba, mármol rosado En la primera semana, de junio de 1893, el padre Salvaire se dirige a Río Cuarto, invitado por el Obispo de Córdoba, Monseñor Uladislao Castellano, para cumplir con una misión apostólica. Y en los pocos momentos libres de que dispone, los aprovecha para propagar el culto a Nuestra Señora de Luján. Su viaje es fructífero, y los periódicos cordobeses, con frecuencia, publican notas y crónicas referidas a la monumental obra. El Gobernador, con la ayuda del pueblo, le ofrece los ricos mármoles que se encuentran en los cerros de su estancia. A fines de dicho mes, entra en Villa María, donde los hermanos Lozada le ofrecen mármoles y le hacen una entrega de cien metros cúbicos, siempre que el Santuario se hiciera cargo de los gastos de extracción. En junio llegan 320 bloques de mármoles procedentes de Alta Gracia, donación de los ya consignados hermanos Lozada. La escalinata del camarín era de este mármol, aunque actualmente ha sido cambiado. De Salta y Jujuy, maderas Los primeros días de mayo el p. Salvaire se va a Rosario de la Frontera, provincia de Salta, a las ciudades de Salta y Jujuy, donde se pone en contacto con las autoridades a efectos de conseguir maderas y pizarras. La obra social realizada por el p. Salvaire. En 1895 encontramos a operarios, albañiles, picapedreros, oficiales carpinteros, peones, etc., que no bajan de 130 hombres, lo que permite comprobar que, al margen de la gran obra en sí, el p. Salvaire realizaba una importantísima tarea en el orden social, ya que tanto los referidos operarios como sus respectivas familias, tenían el sustento asegurado durante un largo período de tiempo. De San Luis, mármol ónix El Capellán tenía la idea, continuando con el Camarín, de utilizar en la obra los mejores materiales posibles, y mejor aún si eran del país. En ese entonces, fue cuando gracias a la Providencia, se descubrió en la provincia de San Luis la existencia de un mármol, que por su naturalezas y admirable aspecto, fue denominado ónix o ágata. De este material están hechas las columnitas intercaladas entre los tableros góticos que posee el pasamano de la escalera[6]. Lámpara Votiva de los Uruguayos En ese año arribaron. al Santuario dos importantes peregrinaciones. El lluvioso sábado 7 de septiembre, a mediodía, lo hicieron los uruguayos integrantes de la famosa Primera Peregrinación Oriental. Encabezados por el Obispo de Montevideo, Mariano Soler, acompañado por autoridades civiles, eclesiásticas, y más de ochocientos fieles. Esa tarde, a las 16, Monseñor Soler ofreció al Capellán la preciosa lámpara Votiva que hoy día podemos admirar a la entrada al Crucero Occidental (el que da hacia el río). De Francia, altares y vitrales Una luminosa mañana de enero de 1896, llegan a la Villa los altares de Santa Rosa de Lima, Patrona de América y de San Patricio, Patrono de Irlanda, construidos en la acreditada casa Poussielgue Rousand, de París. El Padre Salvaire resuelve inaugurarlos el 17 de marzo, día en que la Iglesia celebra el Santo Patrono ya citado. Se terminaron dos grandes escaleras de mármol que conducen al Camarín y fueron colocados los vitrales de Santo Domingo de Guzmán y Santa Inés, los primeros de las capillas absidales. Fabricante, Casa Dagrand, de Burdeos (Francia), como todos los demás vitrales. Lámpara votiva de los argentinos Ya que citamos al Capellán, diremos que desde hacía tiempo venía recolectando chafalonía de plata, bajo la aprobación del Arzobispo, a efectos de llevar a cabo la ejecución de la monumental Lámpara Votiva Argentina, que hoy día podemos admirar en el Camarín; a tal efecto hace entrega el 9 de enero de 1897, a la Casa Gottuzzo y Costa, de Buenos Aires, según recibo, la cantidad de 167 kilogramos de plata en lingotes, producto de las donaciones de los fieles. De San Juan, mármoles Para esa fecha, el Padre Luis Naón, administrador de la obra, se traslada a la provincia de San Juan, donde consigue de varias personas devotas de aquellos lugares, la donación de 16 metros cúbicos de hermosos mármoles de la Sierra Pie de Palo. De Uruguay, mármol rosado El lunes 9, registrarnos el arribo del Presbítero José De Lucca, Cura Párroco de Minas (República Oriental del Uruguay), siendo portador de los primeros mármoles orientales donados por el vecino de aquella ciudad, don Tomás Sanz. Estos mármoles rosados, fueron ubicados en el altar del Sagrado Corazón, que se encuentra en el crucero del Este, dedicado al país vecino. Muerte del p. Salvaire El año 1899 comenzó con un hecho tristísimo que conmovió a todos los católicos del país y repúblicas vecinas. El sábado 4 de febrero, a las 22.35 horas fallecía el Padre Salvaire, víctima de un ataque cardíaco, rodeado por el doctor Alcibíades Reyna y los Padres del Santuario. Sus restos fueron depositados provisoriamente en la Basílica en construcción, en el lugar que ocupa el actual Camarín. Posteriormente fueron trasladados a la cripta, y más tarde al sitio actual, al pie del altar de la Virgen de la Medalla Milagrosa, en el crucero del oeste. El Padre Antonio Brignardello, que había cursado sus estudios en el Seminario Conciliar, y había sido activo colaborador de Salvaire, como teniente cura desde 1893; fue nombrado Cura y Capellán del Santuario por el Obispo Mariano Espinosa, en presencia del Padre Visitador de los Lazaristas, Godofredo Heck, y regenteó la Parroquia desde el 6 de Febrero de 1899 hasta el 17 de marzo de 1901. Durante su gestión se destacan varios acontecimientos importantes. La mitad de los grandes ventanales del clerestory que forman parte del crucero fueron colocados y terminados. Eran doce estas ventanas gemelas todas de piedra, y tienen 8,50 metros de luz; contando desde su base hasta la parte superior del arco, son diez metros. Del resto, diez de ellos se hallaban a la mitad de su altura. De Bélgica, el techo metálico A fines de ese año, el ingeniero Ulrich Courtois adquiere en Lieja (Bélgica), los chapones para el techo de la parte posterior del edificio, ya a punto de estar concluidos sus muros. 0 sea, parte superior del ábside y cruceros. En mayo de ese año, arriban al puerto de la Capital, el esqueleto del techo del Camarín, cruceros y la mitad de la nave central. Se abonan $ 3.000 moneda nacional en concepto de fletes y seguros, a la firma “Des Acieries d'Angleur Sclevsin S. A” de Tilleur, Bélgica. Como asimismo, $ 41.485 moneda nacional por la adquisición de los 69 juegos de bases y capiteles de bronce fundido en las escaleras del Camarín. La misma empresa que construyó el esqueleto metálico del techo de la parte posterior, proveyó uno similar para la nave central. De Italia, altares El 22 de marzo es recibido el altar de San Antonio de Padua, construido en Génova (Italia), por el artista Luis Beltrami. Es donación de la señora Margarita Morgan, en recuerdo del capellán irlandés Antonio Fahy. Patrona de la Argentina El 13 de mayo se efectúa la proclamación oficial de la Virgen de Luján, como Patrona Principal de la Diócesis de La Plata y de la Provincia de Buenos Aires. Terminado el solemne pontifical, se da lectura al Breve de Su Santidad, que concede el título de Patrona a la Virgen Santísima, bajo la advocación de Luján. Posteriormente, el Obispo juró públicamente con las autoridades civiles el referido Patronazgo. En esa fecha se adquiere un barquichuelo de 120 toneladas de carga, al que se le dio el nombre de "Basílica de Luján"; esta adquisición para transportar piedra y leña, reporta muy excelentes ventajas a la obra, porque de ese modo se dispone a tiempo oportuno de la piedra, y representa además una importante economía en los fletes. Las siete capillas laterales quedaron terminadas, habiéndose habilitado tres de la derecha para la celebración de los divinos oficios, porque el antiguo Santuario resultaba pequeño. De Italia, estatuas de mármol de carrara En el año, 1903, se contrató en Génova, con el escultor Luis Beltrami, catorce estatuas de mármol de Carrara, de 1,26 metros de alto, destinadas al Altar Mayor. Llegaron las mismas al Puerto de Buenos Aires a principios de octubre de 1904. Inauguración de la Basílica Y las obras continuaron a ritmo febril, de tal manera que Monseñor Terrero decidió que el 4 de diciembre de 1904, día en que la Iglesia conmemoraba el quincuagésimo aniversario del Dogma de la Inmaculada Concepción, se inaugurara la parte ya finalizada de la Basílica, o sea, la parte posterior: El ábside, sus capillas, Camarín, Altar Mayor y ambos cruceros. Ese día, a las 9 de la mañana, Monseñor Juan Nepomuceno, ante una concurrencia extraordinaria, y previa procesión alrededor de la Plaza Gral. Belgrano, traslada a la Sagrada Imagen, desde el antiguo Santuario, donde permaneció 141 años, al nuevo Camarín de la gran Basílica. Pero los trabajos siguieron hasta poder concluir la basílica íntegramente, hecho que ocurrió en 1936, después de 50 años de grandes sacrificios de todo el pueblo mariano del país. Finalizado el santuario mide 106,05 metros de altura, 68,50 metros de ancho y 104 metros de largo. Altar Mayor Se finaliza con la construcción del Altar Mayor, donación de la familia Amstrong, y se coloca el piso del presbiterio. Posteriormente, termina con la construcción del piso del Camarín y el bajorrelieve que representa la muerte de San José. El piso del Camarín es de mosaico inglés. Asimismo, finaliza la colocación del altar de San José, donado por Monseñor Juan Nepomuceno. De Francia, rosetón La Empresa Val-d´osne, de Francia, entrega el rosetón del frente, que tiene seis metros de diámetro. 1909, fue un año de mucho trabajo. Las capillas y las naves laterales, así como el triforio, estaban concluidos. Las torres frontales han ido subiendo a la altura del techo del triforio, y empiezan a dibujarse en los costados, los grandes nichos de piedra que han de circundar todo el frente de la Basílica, y se coloca el rosetón del frente. Se revocó y colocó el piso de las naves laterales y las capillas. Además de los rosetones y vitrales. De París, el gran órgano Fue construido por la afamada Casa Cavaillé-Coll. Consta de tres teclados y pedalera, 49 juegos y proporcionales registros. Para las funciones menores existe otro órgano de dos teclados y pedalera en la primera capilla después del crucero del Este. La Cripta La excavación para los cimientos de la Basílica no fue exclusiva, sino que desde el principio en la mente de Salvaire, el espacio excavado se destinó para la cripta, esto es el hipogeo o lugar subterráneo para la celebración del culto divino, especialmente mariano. Salvaire quería que en ésta se celebraran bautismos, misas, etc. para los fieles de Luján mientras en la Iglesia superior rezaban los peregrinos. Recién alrededor de 1950 se enfocó nuevamente la utilización de la Cripta. Esta vez como el Templo de América para recibir en sus capillas las imágenes de la Virgen María más populares de las naciones americanas. Finalmente el sábado 6 de diciembre de 1980 se inaugura y bendice la nueva Cripta. La cripta brillantemente iluminada recibía las imágenes de la Virgen María bajo las siguientes advocaciones: Ntra. Sra. de Coromoto (Venezuela); Del Cabo (Canadá); Del Carmen (Chile); De Caacupé (Paraguay); De Chiquinquirá (Colombia); De Guadalupe (México); De Altagracia (Santo Domingo); De los 33 (Uruguay); Inmaculada Concepción (USA); De Copacabana (Bolivia); De la Aparecida (Brasil); De la Merced (Perú); De la Caridad del Cobre (Cuba); Del Perpetuo Socorro (Haití); De Suyapa (Costa Rica) y del Pilar (España). Además de Nuestra Señora del Milagro de Salta, del Buen Viaje, de Itatí, del Valle, de Sumampa, María Auxiliadora, y del Rosario del Milagro de Córdoba. Altares y capillas. En el centro de la Basílica encontramos el Altar Mayor con los doce Apóstoles y los cuatro evangelistas, y el Camarín de la Virgen de Luján. Además, la Basílica tiene 15 Capillas con sus respectivos altares, a saber: 1. En la nave de la derecha: San Antonio de Padua, San Francisco Javier, San Martín de Porres, San Roque y San Pedro Claver. 2. En el crucero occidental: Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, Santa Teresa del Niño Jesús y Santa Catalina Labouré. En el deambulatorio que rodea el Camarín: 3. Las capillas de San Vicente de Paúl, Santa Luisa de Marillac, San Juan Gabriel Perboyre y un medallón de San Luis María Grignion de Motfort sobre mármol negro de lunel. 4. Santa Rosa de Lima, San Guillermo, San Francisco, San Eduardo y San Jeremías. 5. El Patriarca San José. 6. San Luis Gonzaga. 7. San Jeremías, San Lorenzo O´Toole y San Queradus. 8. Entrada a la Sacristía 9. San Ignacio de Loyola, San Enrique y Santa Emilia 10. San Carlos Borromeo 11. Nuestra Señora de Pompeya 12. San Patricio, Santa Brígida, San Malaquías, Santa Escolástica y San Columbano 13. Pequeño Organo 14. En el crucero oriental: Sagrado Corazón de Jesús, San Francisco y Santa Clara de Asís. 15. En la nave izquierda: Santa Ana, San Joaquín, Santa Rita de Cascia, San Expedito y San Juan Bautista. Campanas Quince campanas tiene el renombrado Carillón de la basílica actual, cada una de ellas tiene un nombre con una inscripción: La bemol: Jesús Salvador, De las fuentes del Salvador sacaréis aguas con alegría. 3.400 kg. Si bemol: María Purísima, Eres enteramente hermosa, María, y no hay en ti mancha alguna. 2.430 kg. Do natural: José varón justo, Custodio del Señor, ruega por nosotros. 1.610 kg. Re bemol: San Miguel Arcángel, Gloriosísimo príncipe, recuérdanos. 1.610 kg. Mi bemol: San Juan Bautista, Voz del que clama, preparad el camino del Señor. 967 kg. Fa natural: San Pedro Apóstol, Sobre esta piedra edifiqué mi Iglesia. 670 kg. Sol natural: San Pablo Apóstol, Tú eres vaso de elección, predicador de la verdad. 486 kg. La bemol: San Juan Apóstol y Evangelita, Este es el discípulo a quien fueron revelados los secretos celestiales. 385 kg. Si bemol: Santiago Apóstol, Nos visitó por su santo Apóstol, 275 kg. Do natural: Santo Tomás Apóstol, Confesó al Señor diciendo: Mi Señor y mi Dios, 195 kg. Re bemol: Santa Rosa de Lima, Rosa fragante que esparce el olor de las virtudes, 148 kg. Mi bemol: Santo Toribio de Mogrovejo, Oloroso como el incienso y refulgente como el sol, 108 kg. Fa natural: San Antonio de Padua, Lámpara ardiente y luciente, 82 kg. Sol natural: Santa María, ruega por nosotros, 68 kg. La bemol: San José, ruega por nosotros, 55 kgs. Nuestra pequeña familia religiosa del Instituto del Verbo Encarnado también está presente en la Basílica de Luján. El 7 de marzo de 1984 cumplíamos el voto que habíamos hecho a la Virgen de Luján en agradecimiento por la posibilidad de poder comenzar con nuestra experiencia de vida religiosa. El artista Amado Armas, hizo un hermoso medallón con el perfil de San Luis María Grignion de Montfort, en cemento blanco con tono beige, sobre un mármol negro de lunel, que se encuentra en la primer capilla del deambulatorio derecho al costado del camarín de la Virgen en la Basílica de Luján, con el lema de S.S. Juan Pablo II al pie, quien lo tomó del Tratado de la Verdadera Devoción de la Santísima Virgen (n. 233), escrito por San Luis María Grignion de montfort: “Totus tuus”. Ir al capítulo siguiente Volver al menú. NOTAS [7][1] Considero, al respecto, que sería interesante hacerles conocer frases textuales del Padre George, donde defiende sus respectivos puntos de vista, en lo que concierne al estilo arquitectónico a adaptarse; problema de fundamental importancia, en todo orden. El Padre George decía: “'.... personalmente prefiero el estilo romano-bizantino por ser más grave y más en armonía con la situación de la Iglesia militante en este bajo suelo. ... las Iglesias bizantinas, sin carecer de encantos propios, están más al alcance de nuestras posibilidades y más en relación con los elementos comúnmente empleados en el país. No requieren, como las Iglesias góticas, el empleo de sillares para sus muros y de piedras sólidas para sus delgadas columnas, sus nervaduras y aristas. No exigen tampoco una mano de obra tan delicada y prolija, ni especiales obreros para el laboreo de la piedra. Por lo mismo, también ellas resultan más baratas y hacederas. ... las Iglesias ojivales, al contrario, a más de ser más caras en su construcción, lo son también en su conservación, debido a sus múltiples pináculos tan endebles y a la delicadeza de sus líneas. Ellas constituyen una perpetua hipoteca que pesa fuertemente sobre el erario de la fábrica y administración de la Parroquia”. Además Fréret enfoca otro futuro problema: “... importa sobremanera que el ejercicio ordinario del culto no se interrumpa ni modifique en cuanto sea posible, para que no se desbande la grey cristiana y no abandone sus prácticas de piedad. Ahora bien, esto es casi imposible cuando las construcciones o renovaciones de un templo duran varios lustros, y el pastor debe oficiar en locales provisorios y continuamente distintos”. [8] La cita anterior deja bien clara cuál era la opinión que, referente al sitio de la erección de la futura Basílica tenía el Padre George. O sea, el sitio que ocupa actualmente. Si luego se entablaron discusiones respecto a construir la Basílica en otro lugar, ello fue debido, pura y exclusivamente, a otros intereses personales. [9] “... con mucho gusto vemos este proyecto y lo aprobamos en el acto, indicando únicamente si conviniera en el día de la Coronación, más que en su octava, la colocación de la piedra fundamental.” [10] A las 4 de la tarde se organizó la imponente procesión que recorriendo las calles laterales de la Plaza Constitución (actual General Belgrano), debía ir al sitio prefijado, detrás del antiguo Santuario. Formaban parte de la misma, las Asociaciones de la Villa con sus estandartes, los Colegios. y sus banderas, los representantes de las provincias argentinas y de la República Oriental del Uruguay, llevando cada uno su respectivo pendón, las bandas del Colegio Pío IX y de la Juventud Católica, las autoridades de la Villa y los delegados del Gobierno nacional y provincial, las cruces parroquiales y del Arzobispo, un numeroso clero, en cuyas filas figuraban representantes de todas las órdenes y congregaciones religiosas de la Capital y Montevideo, y en seguida los Ilustrísimos Vicarios Capitulares de Salta y de Córdoba, los Obispos de Montevideo y de San Juan de Cuyo, y por último Monseñor León Federico, acompañado de un gentío inmenso. [11] Además de los donativos en dinero, registramos de otro tipo, como ser: Don Cruz Casas donó en beneficio de las obras un terreno ubicado a una cuadra de distancia del Santuario; del mismo modo, otro vecino, hizo algo similar con un terreno situado a seis cuadras de la Basílica, para que posteriormente el Padre Salvaire pudiera venderlos o rifarlos. Don Ceferino Morales donó la casa que poseía a inmediaciones del templo, con el mismo fin. Por otra parte, como los hornos de la Virgen ya habían producido más de dos millones de ladrillos, y varios vecinos, deseosos de colaborar con las obras, habían solicitado al Padre Salvaire que les vendiera los que ellos necesitaban, el Párroco así lo hizo, al precio corriente, doce pesos el mil, lo que produjo un beneficio de seiscientos pesos nacionales. Y habiendo notado que su compañero, el Padre Santiago Scarcella, era muy entendido como alarife, y por consiguiente no necesitaba de un Maestro de Obras, prescindió de los servicios del ingeniero que inspeccionaba las mismas, y que ganaba un sueldo de doscientos pesos mensuales... que a partir de allí, quedaron en caja. Otro problema era la gran lentitud con que se fabricaba el polvo de ladrillo; la muela, movida por mulas, sólo proporcionaba tres metros cúbicos por día. la única manera de activar la producción era mediante un motor, pero el mismo costaba la friolera de cuatro mil pesos; sin embargo, el Padre Salvaire se la ingenió para que unos mecánicos de la Villa, Juan Anselmo y Andrés Iriarte, le facilitaran un motor por todo el período que duraran las obras. [12] A fin de ese año, los muros ya tenían una altura de 18 metros, casi las dos partes del total, de tal manera, que ya habían comenzado a colocar los perfiles de hierro que sostienen el piso del triforio (la galería alta y llena de ventanitas que está sobre la nave central). Se revocan las bóvedas y paredes de las capillas que rodean al Camarín. Y se terminaron los once arcos que rodean a éste. 0 sea, que prácticamente la parte posterior del gran edificio estaba casi terminada. [13] Ver planta de la Basílica en la página 129. PAYADA DE LA VIRGEN DE LUJÁN. (del p. Leonardo Castellani[1]) - ¿Por qué el cautivo en triste soledad, sollozando con lúgubre gemido tu nombre invoca, Virgen de Piedad? - Porque tu eres la vida de este mundo La estrella del que sufre en este suelo. Versos sacados de unos antiguos cantares a la Virgen. Queridos Hermanos: 1. El mejor y el más grande canto que se puede llevar a Dios desde este suelo, es en honor a Nuestra Señora de Luján. Aquí me pongo a cantar con cualquiera que se ponga la mejor, la gran milonga que se habrá de perpetuar entre la Pampa y el mar y el que es mayor que los dos, cielo estrellado de Dios donde sus plantas están, canto a la Flor de Luján, canto a la Madre de Dios. 2. Dios creó todo lo que hay en la tierra y en los cielos, creó al hombre, su obra mejor, y éste, desobedeciendo, instigado por el Demonio, pecó, alejándose de Dios. Dios hizo el cielo y el rayo, hizo el sol, hizo la estreya[2], hizo la Pampa sin güeya[3], hizo el toro y el cabayo[4], hizo al hombre, y aquí cayo[5], porque fue su obra mejor, pero el Mandinga[6] traidor conoció que era de barro. Pecó el hombre, rompió un carro y se le enojó el Criador. 3. Fuera del paraíso, el hombre y la mujer estaban sin posibilidad de salvarse, por haber cometido una ofensa, en cierto modo, infinita. Sólo Dios podía salvar al hombre. Y lo echaron de la estancia pa[7] la tierra del infiel, a tragar miseria y yel[8] el que nació en abundancia. Pero su mesma ignorancia le dio compasión al Juez. Pensó un momento y después exclamó lleno de ciencia: “Se ha de cumplir mi sentencia pero güelta del revés”. 4. Dios se hace hombre y muere en la Cruz para pagar por nuestros pecados. Elige por madre a la Virgen de Luján. “La muerte que al hombre aterra Yo a mí mesmo me la aplico: Yo soy grande y me hago chico y siendo Dios me hago tierra. Yo he de vencer esta guerra con las armas que me dan, porque vencer de rufián a Dios no es cosa que cuadre”. Y eligió para su Madre a la Virgen de Luján. 5. Los misterios de la encarnación del Hijo de Dios y de la Redención son muy profundos. Aquí hay misterios muy fieros y aquí hay un pozo muy hondo; yo mi ignorancia no escondo ni me meto en agujeros. Aquí hasta los más matreros[9] boleados quedarán, y jamás entenderán, porque es cencia[10] infinita y “Eligió para Mamita a la Virgen de Luján”. 6. La humildad de Jesucristo es inconmensurable. Quiere hacerse hombre para salvar al hombre y ser en todo semejante a nosotros menos en el pecado. Miren qué humildá[11], qué empeño el del Hijo de Dios Padre, ir a elegir para Madre en un pago tan pequeño, El que es de este mundo el Dueño no se guía por las ropas, podía ir por las Uropas[12] a elegir las potentadas. Pudo sacar as de espadas y robó cuatro de copas. 7. La Virgen de Luján fue madre de Jesús muy buena, cariñosa, linda, habilidosa y muy probada en el dolor. Desde la Cruz, su Hijo nos la dio por madre nuestra del cielo. Y de que Dios la encontró güena Madre y cariñosa, guapa, limpia, habilidosa, y su corazón probó, al tiempo que la dejó, quiso hacer algo que asombre y le dijo: “Por mi nombre y estando en esta cruz triste, Madre de Dios güena juiste[13]: Yo te hago Madre del hombre”. 8. ¿Adónde iríamos si no tuviéramos a la Virgen por Madre? Nosotros que somos duros para sujetarnos a los mandamientos y muy ignorantes de las cosas de Dios, que estamos huérfanos de Dios, que nos quitan el sólido alimento de la formación cristiana y las sanas tradiciones, llenándonos la cabeza de cosas estériles y tristes, ¡menos mal que tenemos por Madre a la Virgen de Luján!. Guacho pampa a dónde irías cuando no tuvieras madre, vos que sos duro de encuadre y de pocas tiologías[14]. Vos que te hayás[15] estos días guacho en la tierra que hiciste: te han quitado hasta el alpiste para darte la instrucción, te han quitado el corazón y te dan un libro triste. 9. María de Luján es nuestra Patrona, Protectora y Abogada contra la invasión de sectas y doctrinas extrañas. Única estrella en la hora del peligro. Poderosa en su oración por ser Madre de Dios. Reina del Plata, Señora del pobre crioyo[16] olvidado, techo que nos ha quedado contra esta lluvia invasora. Estreyita[17] pa la hora de la tormenta feroz, mira que se vuelve a Vos mi alma que no desconfía, porque si sos madre mía, sos también Madre de Dios. 10. Así como es nuestra única esperanza ahora, así lo será en la hora final. Así Ella pedirá especialmente por nosotros en el momento de nuestra muerte, recordando cuántas veces le rezamos la Salve y el Santo Rosario. Madre de Dios, Madre mía, y no quiero saber más, hacéme morir en paz con Dios y con Vos, María. Al filo de mi agonía no recordés mis reveses, recordá en vez cuántas veces y ya desde muy guachito[18] yo te recé el “Bendito”, Ir al capítulo siguiente Volver al menú. NOTAS [1] Pastor Díez, Nuestra Señora de la Poesía, Grandes poetas del siglo XX cantan a María (Buenos Aires1980) 52.53. Apareció publicado por primera vez en La Perla del Plata, revista de la Basílica de Luján en el número del mes de mayo con el seudónimo Jerónimo del Rey. [2] Por estrella. [3] Por huella. [4] Por caballo. [5] Por callo [6] El diablo. [7] Para. [8] Por hiel. [9] Gaucho que se interna por tierras inhóspitas. [10] Por ciencia. [11] Por humildad. [12] Por Europa. [13] Por fuiste. [14] Por teologías. [15] Por hallás. [16] Por criollo. [17] Por estrellita. [18] Por de poca edad. [19] Es el Santo Rosario. APÉNDICE Pío XII, Radiomensaje del 12 de octubre de1947 Juan Pablo II y la Virgen de Luján Radiomensaje del 12 de octubre de 1947 a los católicos reunidos en Luján con motivo del Congreso Nacional Mariano 1. Evocación de una visita al santuario de Luján Venerables hermanos y amados hijos, congresistas marianos de Luján: Era el día 15 de octubre del año 1934. Vibraban todavía en el aire los gritos de júbilo y los cantos entusiastas de las imponentes solemnidades de la víspera. Latían fuerte aún los corazones, acelerados por el fervor; se agolpaban en nuestra retina las recentísimas imágenes de aquel XXXII Congreso Eucarístico Internacional, que el día antes habíamos clausurado; cuando, dejando atrás la encantadora metrópoli, escenario de tantas maravillas, nos adentrábamos muy de mañanita hacia el interior del país, extasiando la mirada con las vistas de esa pampa vuestra, que por lo majestuosa, lo solemne y dilatada, puede evocar la grandeza imponente del mar. ¿Adónde íbamos? A cumplir con un amable deber. La magna asamblea había sido un triunfo sin precedentes, y este éxito, que, como en todos los casos de tan compleja organización, podía depender de un detalle cualquiera de los que escapan al hombre, se lo debía, después de a Dios, a la Patrona oficial de Congreso, a la pura y limpia Concepción del río Luján. Ante su imagen se había orado sin interrupción para que la patria, como alguien dijo, cuya bandera tiene los colores de su manto, fuera digna de su tradición. Y Ella misma, dos fechas antes, había tenido la condescendencia de presidir dos fechas antes, había tenido la condescendencia de presidir el Día de la Patria, que Nos presenciamos, admirando de qué modo los dos grandes amores de toda alma noble, Dios y Patria, pueden fundirse armoniosamente en el único culto verdadero. Ibamos a pagar a María Santísima su visita y a darle las gracias. Y mientras ante nuestros ojos se desarrollaba silenciosa la calma del paisaje, recordábamos, primero, todo lo que sobre vuestra Patrona nos refiere la piadosa tradición, y luego la historia de aquel santuario, cuyas dos torres, como dos gritos de triunfo que suben al cielo, nos saludaban ya desde el horizonte. Fue ella la que quiso quedarse allí, pero el alma nacional argentina había querido comprender que allí tenía su centro natural. Y al entrar en aquellas espaciosas naves, al ver las banderas que Belgrano ganó en Salta o la espada que San Martín blandió en el Perú; al leer los mármoles que recuerdan la solemne coronación de 1887 -la primera en América- o el reconocimiento de su patrocinio sobre las tierras del Plata, de 1930; al subir a aquel camerino, tan rico como devoto, entonces, sólo entonces, nos pareció que habíamos llegado al fondo del alma grande del pueblo argentino. Porque el pueblo argentino, como todos los pueblos cristianos, sabe -y vuestro Congreso actual os lo ha repetido- que el culto a la Madre de Dios, por Ella misma profetizado, cuando anunció Beatam me dicent omnes generationes (Lc 1, 40), es un elemento fundamental en la vida cristiana. 1. La Señora, defensa de toda virturd Efectivamente, ¿quién de los que por este mundo pasamos cargados con el peso de tantas debilidades y expuestos a tantos peligros no tendrá necesidad de ayuda? Pues oíd al Doctor Eximio, que nos dice: Tenemos a la Virgen, abogada universal para todo, porque es más poderosa en cualquier necesidad que los demás santos en las particulares. Honrémosla, pues, reconociendo el brillo sin par de su hermosura, los primores de su bondad y lo irresistible de su poder. Por la exelcitud de sus virtudes y por la dignidad incomparable de su misión, reverenciémosla proclamando su grandeza, manifestándole nuestro respeto y pidiéndole su intercesión. Finalmente, imitémosla sin cesar en tan noble empeño, porque, para citar un gran pontífice mariano, el inmortal León XIII, Dios Bueno y providente, nos presentó en María el modelo más acabado de toda virtud, y nosotros, atraídos por la misma afinidad de la común naturaleza, nos esforzamos más confiadamente en imitarla. El pobre mundo, como si quisiera retroceder veinte siglos hasta las aberraciones de la decadente sociedad pagana, pone sobre sus altares los ídolos vanos de la lujuria, de la soberbia, de la codicia, y, como consecuencia natural, del odio contra todo el que pueda disputarle su ración mezquina de placer, su miserable parcela de dominio o una gota que pueda apagar aquella que no es sed de agua, sino de metal. Vosotros, en cambio, queréis en este momento renovar nuestro vasallaje a la que es símbolo de toda pureza, Mater castissima, encarnación de la más completa humildad. Ecce ancilla Domini, y personificación del más total desprendimiento. Aquella que, como nadie, es Mater pulchrae dilectionis, ejemplar perfecto de caridad y amor. Prometed a María que os dedicaréis con todas fuerzas a conservar y favorecer la dignidad y santidad del matrimonio cristiano, la instrucción religiosa de la juventud en las escuelas y la aplicación de las enseñanzas de la Iglesia en la ordenación de las condiciones económicas y en la solución de la cuestión social. El ser fieles a la Iglesia en estos puntos fundamentales y a la civilización cristiana, será hoy una prueba palmaria del verdadero y genuino amor a María y a su divino Hijo. Prometedle también, de acuerdo con el espíritu del Congreso, profundizar cada día más en su devoción, que, si es la que debe ser, no podrá menos de conduciros a la aplicación integral de los principios y de las normas de vida cristiana, sin incurrir en el error de los que quieren visiblemente pavonearse, dándoselas de cristianos, y, al mismo tiempo, sostener aquellas doctrinas que con el cristianismo son incompatibles. 2. Augurio final Amadísimos congresistas del I Congreso Mariano Nacional argentino: que el Dios de bondad y de misericordia acepte vuestros propósitos y que esta nueva serie de asambleas marianas que ahora inauguráis sea tan fecunda en frutos espirituales como la serie gemela de vuestras reuniones eucarísticas; que María Santísima, según continuamente la rezáis, proteja vuestra villa de Luján y vuestro pueblo argentino en sus diversas provincias; conceda igual protección a los hermanos del Uruguay y del Paraguay; mantenga a todos en la fe católica, a pesar de las maquinaciones de los incrédulos; os dé sacerdotes celosos de nuestra salvación, autoridades honradas y cristianas e inspire a todos fe, abnegación y caridad; que la que habéis invocado cantando ¡Oh Santa María, oh nuncio de paz, de Dios eres Madre, al mundo salvad!, obtenga finalmente para el mundo una paz próxima, estable y justa, y que en este momento solemne, que tanto consuelo ha procurado a nuestro atormentado corazón de padre, las bendiciones mejores de lo alto desciendan sobre todos vosotros, sobre nuestro dignísimo cardenal legado, sobre todos nuestros celosos hermanos en el episcopados, con su clero y fieles, y con todos los países que ellos representan; sobre las autoridades, que, con su cooperación y presencia, han querido contribuir al mayor esplendor de estas solemnidades, y sobre todo el amadísimo pueblo argentino, tan presente siempre en nuestro recuerdo y en nuestro paternal afecto. Homilía de Su Santidad Juan Pablo II durante la misa celebrada en el santuario de Luján, viernes 11 de junio de 1982. Amadísimos hermanos y hermanas: 1. Ante la hermosa Basílica de la "Pura y Limpia Concepción" de Luján nos congregamos esta tarde para orar junto al altar del Señor. A la Madre de Cristo y Madre de cada uno de nosotros queremos pedir que presente a su Hijo el ansia actual de nuestros corazones doloridos y sedientos de paz. A Ella que, desde los años de 1630, acompaña aquí maternalmente a cuantos se le acercan para implorar su protección, queremos suplicar hoy aliento, esperanza, fraternidad. Ante esta bendita imagen de María, a la que mostraron su devoción mis predecesores Urbano VIII, Clemente XI, León XIII, Pío XI y Pío XII, viene también a postrarse, en comunión de amor filial con vosotros, el Sucesor de Pedro en la cátedra de Roma. 2. La liturgia que estamos celebrando en este santo lugar, donde vienen en peregrinación los hijos e hijas de la Argentina, pone a la vista de todos la cruz de Cristo en el calvario: Estaban junto a la cruz de Jesús su Madre y la hermana de su Madre, María la de Cleofás, y María Magdalena (Jn 19, 25). Viniendo aquí como el peregrino de los momentos difíciles, quiero leer de nuevo, en unión con vosotros el mensaje de estas palabras tan conocidas, que suenan de igual modo en las distintas partes de la tierra, y sin embargo diversamente. Son las mismas en los distintos momentos de la historia, pero asumen una elocuencia diversa. Desde lo alto de la cruz, como cátedra suprema del sufrimiento y del amor, Jesús habla a su Madre y habla al Discípulo; dijo a la Madre: Mujer, he ahí a tu hijo. Luego dijo al discípulo: He ahí a tu madre (Jn 19, 26-27). En este santuario de la nación argentina, en Luján, la liturgia habla de la elevación del hombre mediante la cruz: del destino eterno del hombre en Cristo Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María de Nazaret. Este destino se explica con la cruz en el calvario. 3. De este destino eterno y más elevado del hombre, inscrito en la cruz de Cristo, da testimonio el autor de la Carta a los Efesios: Bendito sea Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en Cristo nos bendijo con toda bendición espiritual en los cielos (Ef 1, 3). A este Cristo lo vemos al centro de la liturgia celebrada aquí en Luján; elevado sobre la cruz, rendido a una muerte ignominiosa. En este Cristo estamos también nosotros, elevados a una altura a la que solamente por el poder de Dios puede ser elevado el hombre: es la bendición espiritual. La elevación mediante la gracia la debemos a la elevación de Cristo en la cruz. Según los eternos designios del amor paterno, en el misterio de la redención uno se realiza por medio del otro y no de otra manera; solamente por medio del otro. Se realiza pues eternamente, puesto que eternos son el amor del Padre y la donación del Hijo. Se realiza también en el tiempo: la cruz en el Calvario significa efectivamente un momento concreto de la historia de la humanidad. 4. Hemos sido elegidos en Cristo: antes de la creación del mundo, para ser santos e inmaculados ante Él (Ef 1, 4). Esta elección significa el destino eterno en el amor. Nos ha predestinado a ser hijos suyos adoptivos por Jesucristo (Ef 1, 5). El Padre nos ha dado en su «Predilecto» la dignidad de hijos suyos adoptivos. Tal es la eterna decisión de la voluntad de Dios. En esto se manifiesta la gloria de su gracia (Ef 1, 6). Y de todo esto nos habla la cruz. La cruz que la liturgia de hoy coloca en el centro de los pensamientos y de los corazones de todos los peregrinos, reunidos desde los distintos lugares de la Argentina en el santuario de Luján. Hoy está con ellos el Obispo de Roma, como peregrino de los acontecimientos particulares que han impregnado de ansiedad tantos corazones. 5. Estoy pues con vosotros, mis queridos hermanos y hermanas, y junto con vosotros vuelvo a leer esta profunda verdad de la elevación del hombre en el amor eterno del Padre: verdad testimoniada por la cruz de Cristo. En él hemos sido herederos ... a fin de que cuantos esperamos en Cristo seamos para alabanza de su gloria (Ef 1, 11-12). Miremos hacia la cruz de Cristo con los ojos de la fe y descubramos en ella el misterio eterno del amor de Dios, de que nos habla el autor de la Carta a los Efesios. Tal es, según las palabras que acabamos de escuchar, el propósito de aquel que hace todas las cosas conforme al consejo de su voluntad (Ef 1, 11). La voluntad de Dios es la elevación del hombre mediante la cruz de Cristo a la dignidad de hijo de Dios. Cuando miramos la cruz, vemos en ella la pasión del hombre: la agonía de Cristo. La palabra de la revelación y la luz de la fe nos permiten descubrir mediante la pasión de Cristo la elevación del hombre. La plenitud de su dignidad. 6. De ahí que, cuando con esta mirada abrazamos la cruz de Cristo, asumen para nosotros una elocuencia aún mayor las palabras pronunciadas, desde lo alto de esa Cruz, a María: Mujer, he ahí a tu hijo (Jn 19, 26). Y a Juan: He ahí a tu Madre (Jn 19, 27). Estas palabras pertenecen como a un testamento de nuestro Redentor. Aquel que con su cruz ha realizado el designio eterno del amor de Dios, que nos restituye en la cruz la dignidad de hijos adoptivos de Dios. Él mismo nos confía, en el momento culminante de su sacrificio, a su propia Madre como hijos. En efecto, creemos que la palabra "he ahí a tu hijo" se refiere no solo al único discípulo que ha perseverado junto a la cruz de su Maestro, sino también a todos los hombres. 7. La tradición del santuario de Luján ha colocado estas palabras en el centro mismo de la liturgia, a cuya participación invita a todos los peregrinos. Es como si quisiera decir: "aprended a mirar al misterio que constituye la gran perspectiva para los destinos del hombre sobre la tierra, y aun después de la muerte. Sabed ser también hijos e hijas de esta Madre, que Dios en su amor ha dado al propio hijo como Madre". Aprended a mirar de esta manera, particularmente en los momentos difíciles y en las circunstancias de mayor responsabilidad; hacedlo así en este instante en que el Obispo de Roma quiere estar entre vosotros como peregrino, rezando a los pies de la Madre de Dios en Luján, santuario de la nación argentina. 8. Meditando sobre el misterio de la elevación de cada hombre en Cristo: de cada hijo de esta nación, de cada hijo de la humanidad, repito con vosotros las palabras de María: Grandes cosas ha hecho por nosotros el Poderoso (cf. Lc 1, 49), cuyo nombre es santo. Su misericordia se derrama de generación en generación sobre los que le temen. Desplegó el poder de su brazo y dispersó a los que se engríen con los pensamientos de su corazón. Acogió a Israel, su Siervo, acordándose de su misericordia. Según lo que había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia para siempre (Lc 1, 49-55). ¡Hijos e hijas del Pueblo de Dios! ¡Hijos e hijas de la tierra argentina, que os encontráis reunidos en este santuario de Luján! ¡Dad gracias al Dios de vuestros padres por la elevación de cada hombre en Cristo, Hijo de Dios! Desde este lugar, en el que mi predecesor Pío XII creyó llegar "al fondo del alma del gran pueblo argentino" (Radiomensaje del 12 de Octubre de 1947, al I Congreso Mariano Nacional), seguid creciendo en la fe y en el amor al hombre. Y Tú, Madre, escucha a tus hijos e hijas de la nación argentina, que acogen como dirigidas a ellos las palabras pronunciadas desde la cruz: ¡He ahí a tu hijo! ¡He ahí a tu Madre! En el misterio de la redención, Cristo mismo nos confió a Ti, a todos y cada uno. Consagración a la Reina de la Paz Al santuario de Luján hemos venido hoy en el espíritu de esa entrega. Y yo Obispo de Roma vengo también para pronunciar este acto de ofrecimiento a Ti de todos y cada uno. De manera especial te confío todos aquellos que, a causa de los recientes acontecimientos, han perdido la vida. Encomiendo sus almas al eterno reposo en el Señor. Te confío asimismo, los que han perdido la salud y se hallan en los hospitales, para que en la prueba y el dolor sus ánimos se sientan confortados. Te encomiendo todas las familias y la nación. Que todos sean partícipes de esta elevación del hombre en Cristo proclamada por la liturgia de hoy. Que vivan la plenitud de la fe, la esperanza y la caridad como hijos e hijas adoptivos del Padre Eterno en el Hijo de Dios. Que por tu intercesión, oh Reina de la paz, se encuentren las vías para la solución del actual conflicto, en la paz, en la justicia y en el respeto de la dignidad propia de cada nación. Escucha a tus hijos, muéstrales a Jesús, al Salvador, como camino, verdad, vida y esperanza. Así sea. Acto de consagración a la Virgen de Luján Efectuado al término de la Misa del Domingo de Ramos, en la avenida 9 de Julio, de Buenos Aires, el 12 de abril de 1987. 1 ¡Dios te salve, María, llena de gracia, Madre del Redentor! Ante tu imagen de la Pura y Limpia Concepción, me postro en este día aquí, en Buenos Aires, con todos los hijos de esta patria querida cuyas miradas y cuyos corazones convergen hacia ti; con todos los jóvenes de Latinoamérica que agradecen tus desvelos maternales prodigados sin cesar en la evangelización del continente en su pasado, presente y futuro; con todos los jóvenes del mundo, congregados espiritualmente aquí, por un compromiso de fe y de amor; para ser testigos de Cristo tu Hijo en el tercer milenio de la historia cristiana, iluminados por tu ejemplo, joven Virgen de Nazaret, que abriste las puertas de la historia al Redentor del hombre, con tu fe en la Palabra, con tu cooperación maternal. 2. ¡Dichosa tú porque has creído! En el día del triunfo de Jesús, que hace su entrada en Jerusalén manso y humilde, aclamado como Rey por los sencillos te aclamamos también a ti, que sobresales entre los humildes y pobres del Señor; son éstos los que confían contigo en sus promesas, y esperan de Él la salvación. Te invocamos como Virgen fiel y Madre amorosa, Virgen del Calvario y de la Pascua, modelo de la fe y de la caridad de la Iglesia, unida siempre, como tú, en la cruz y en la gloria, a su Señor. 3. ¡Madre de Cristo y Madre de la Iglesia! Te acogemos en nuestro corazón, como herencia preciosa que Jesús nos confió desde la cruz. Y en cuanto discípulos de tu Hijo, nos confiamos sin reservas a tu solicitud porque eres la Madre del Redentor y Madre de los redimidos. Te encomiendo y te consagro, Virgen de Luján, la patria argentina pacificada y reconciliada, las esperanzas y anhelos de este pueblo, la Iglesia con sus pastores y sus fieles, las familias para que crezcan en santidad, los jóvenes para que encuentren la plenitud de su vocación humana y cristiana, en una sociedad que cultive sin desfallecimiento los valores del espíritu. Te encomiendo a todos los que sufren, a los pobres, a los enfermos, a los marginados, a los que la violencia separó para siempre de nuestra compañía, pero permanecen ante el Señor de la historia y son hijos tuyos, Virgen de Luján, Madre de la Vida. Haz que Argentina entera sea fiel al Evangelio, y abra de par en par su corazón, a Cristo, el Redentor del hombre, la Esperanza de la humanidad. 4. ¡Dios te salve, Virgen de la Esperanza! Te encomiendo a todos los jóvenes del mundo, esperanza de la Iglesia y de sus Pastores; evangelizadores del tercer milenio, testigos de la fe y del amor de Cristo en nuestra sociedad y entre la juventud. Haz que, con la ayuda de la gracia, sean capaces de responder, como tú, a las promesas de Cristo, con una entrega generosa y una colaboración fiel. Haz que, como tú, sepan interpretar los anhelos de la humanidad para que sean presencia salvadora en nuestro mundo. Aquel que, por tu amor de Madre, es para siempre el Enmanuel, el Dios con nosotros, y por la victoria de su cruz y de su resurrección está ya para siempre con nosotros, hasta el final de los tiempos. Amén. Angelus Rezado por el Papa el mismo Domingo de Ramos. 1. Hemos conocido el amor y hemos creído en él (cf. 1Jn 4,16) El misterio de la Redención que la Iglesia celebra en la Semana Santa que comenzamos hoy, es un misterio de amor y de fe. Un misterio hecho realidad en nuestro mundo gracias a una joven, María, la Virgen de Nazaret, que conoció el amor de Dios y creyó en él. Por ella nos llegó la salvación y la esperanza de un mundo nuevo. Conoció el amor de Dios cuando el Ángel la llamó "llena de gracia" y le anunció que sería la Madre del Salvador. Creyó en el amor de Dios cuando se entregó con todo su ser al designio amoroso del Padre y se dejó invadir por el Espíritu Santo, Espíritu del amor, diciendo: Hágase en mi según tu palabra (Lc 1, 38). 2. La historia de la salvación sigue siendo en la Iglesia una historia de amor de Dios que nos precede y acompaña correspondido por una fe libre y generosa del hombre que se entrega en pos del proyecto de Dios sobre la misma humanidad. La Iglesia contempla en María el modelo y el ejemplo más sublime de esa colaboración, para que la salvación penetre en las entrañas del mundo y de la sociedad. María es testigo del misterio del amor de Dios, que culmina en la Pasión y en la Resurrección de Cristo. Y Ella es también el modelo de la fidelidad y de la cooperación maternal en su entrega amorosa de la fe, de la esperanza y del amor. Y ella es la Virgen del Calvario en la noche del dolor, la Virgen de la Pascua en la aurora del día sin ocaso de la Resurrección de Cristo. Por eso es la Virgen de la esperanza en la Palabra y en las Promesas de su Hijo. 3. Jóvenes de Argentina, de América Latina y del mundo entero. Mirad a María. Invocadla e imitadla porque ella es vuestro modelo. Es la Madre de Jesús y de los discípulos de Jesús. Con ella caminamos hacia un mundo nuevo, hacia la civilización del amor; como Pueblo de la Pascua presente en la historia, peregrino hacia la patria, conocemos el amor de Dios como María, y creemos en Él, para ser sembradores de esperanza y constructores de paz. Homilía del Papa en la iglesia nacional argentina, viernes 13 de noviembre de 1998. Amados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio; excelentísimas autoridades; queridos hermanos y hermanas en el Señor: 1. Mujer, aquí tienes a tu hijo (Jn 19, 26). Estas palabras de Jesús, dirigidas desde el árbol de la cruz a María, su Madre, ante la mirada atenta del discípulo Juan, que las refiere en su evangelio, nos indican la voluntad del Señor de dar como Madre a su Iglesia naciente la misma mujer que un día lo concibió en su seno Inmaculado por obra y gracia del Espíritu Santo. Desde entonces, el pueblo cristiano no ha dudado en acoger a la Virgen María con amor filial, viendo en ella un don excelente de Cristo. 2. Con gran gozo vengo en esta tarde a visitar la iglesia nacional argentina de Roma para encontrarme con todos vosotros y celebrar juntos la palabra de Dios, con ocasión de la entronización en este templo de la imagen de Nuestra Señora de Luján, que tuve la dicha de bendecir durante la última visita ad limina de los obispos argentinos. Agradezco las amables palabras que al principio de la celebración me ha dirigido, en nombre de todo el episcopado argentino, mons. Estanislao Karlic, presidente de la Conferencia episcopal. Correspondo a ellas renovándole a usted, así como al señor cardenal Raúl Francisco Primatesta, arzobispo de Córdoba y titular de esta iglesia, y a los demás obispos de la Argentina, mi profundo aprecio en el Señor, que extiendo a todos los sacerdotes, comunidades religiosas y fieles de sus diócesis, los cuales hoy están representados en cierto modo aquí a través de la colonia argentina en Roma, atendida pastoralmente por la comunidad de sacerdotes residentes en esta iglesia, con su rector al frente, el p. Antonio Cavalieri. Saludo deferentemente al señor presidente de la nación argentina, doctor Carlos Saúl Menem, así como a los miembros del Gobierno y autoridades civiles que lo acompañan. que han querido participar de esta celebración litúrgica llena de significado simbólico por tener lugar en este templo, patria espiritual de los católicos argentinos en la ciudad eterna y expresión visible de los profundos vínculos de comunión y afecto entre el querido pueblo argentino y la Sede de Pedro. Esta hermosa iglesia dedicada a Nuestra Señora de los Dolores fue construida gracias al tesón de mons. José Luis Gallardo, cuyos restos aquí reposan, y se honra de ser la primera iglesia nacional de una república americana en Roma. Así pues, ha de seguir siendo la casa romana de todos los fieles argentinos, lugar de encuentro y acogida, de amistad y reconciliación fraternas. 3. Como nos enseña san Pablo en la primera lectura, debemos dar gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, porque nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes, nos ha elegido en Él para que fuésemos santos por el amor y nos ha destinado en la persona del Hijo a ser también nosotros «hijos suyos adoptivos» (cf. Ef 1,3-6). ¡Hijos de Dios y hermanos en Cristo! Este es el misterio de la filiación divina. De aquí brota la común dignidad y la igualdad fundamental de todos los cristianos, unidos entre sí por lazos sobrenaturales de fraternidad más profundos y duraderos que las ideologías, los partidismos o los intereses de grupo de nuestro mundo. 4. Dios Padre, rico en misericordia, ha querido dar a sus hijos de la tierra una Madre inmaculada: la Madre de Jesás. Como hemos escuchado en el Evangelio, desde lo alto de la cruz, cátedra suprema del amor y el sacrificio, Jesús habla a su Madre y habla al discípulo. Dijo a la Madre: Mujer, aquí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo: Aquí tienes a tu Madre (Jn 19,25-27). Mirando a la Virgen Dolorosa que preside el ábside de este templo, podemos comprender mejor que la nueva maternidad de María en el orden de la gracia es fruto del amor que maduró en ella definitivamente junto a la cruz, mediante su participación en el amor redentor del Hijo. De este modo, María adquirió en el Calvaño un nuevo título por el que es y puede ser llamada Madre espiritual de los hermanos de su Hijo. ¡Jesús nos entregó a María por Madre, y María nos recibió a todos por hijos! Este es el testamento de Cristo en la cruz. De una parte, confía la Iglesia al cuidado de su propia Madre; de otra, encomienda su Madre al cuidado de la Iglesia. La escena del Calvario nos revela el secreto de la verdadera piedad mariana, que es amor filial de entrega y gratitud a María, amor de imitación y consagración a su persona. 5. Al igual que san Juan, el discípulo amado, recibió a María en su casa, también hoy el pueblo argentino l recibe en esta casa suya de Roma entronizando su santa imagen de Luján. Dar albergue a María, ofrecerle el trono del corazón y de la mente tiene un significado profundo que va más allá del simple sentimiento: es la experiencia de la propia indigencia que recurre confiada a la omnipotencia suplicante de María ante el Padre; es unir la propia voluntad a la de María pronunciando como ella un «sí» para que Cristo entre plenamente en nuestra vida. Hoy, al entronizar esta imagen de la Virgen, todos los católicos argentinos pueden sentir la invitación maternal de María a renovar su amor a Cristo y a medirse con la verdad del Evangelio, que renueva los individuos y las instituciones, y sobre cuya respuesta seremos juzgados al final de nuestra vida. 6. Ante tu imagen de la pura y limpia Concepción, Virgen de Luján, patrona de la Argentina, me postro en este día junto con todos los hijos e hijas de esa tierra querida, cuyas miradas y cuyos corazones convergen hacia ti. En la encrucijada del tercer milenio te encomiendo, Madre santa de Luján, la patria argentina: las esperanzas y anhelos de sus gentes; sus familias y hogares, para que vivan en santidad; sus niños y jóvenes, para que crezcan en paz y armonía y puedan encontrar la plenitud de su vocación humana y cristiana; te encomiendo también el esfuerzo cotidiano y el diálogo solidario de 105 empresarios, trabajadores y políticos, que en la doctrina social de la Iglesia encuentran su inspiración más genuina. Acoge bajo tu amparo a todos los que sufren, a los pobres, a los enfermos, a los marginados. Haz que la Argentina entera sea fiel a tu Hijo, y abra de par en par su corazón a Cristo, el Redentor del hombre, la esperanza cierta de la humanidad. Virgen de Luján, cuida al pueblo argentino, sosténlo en la defensa de la vida, consuélalo en la tribulación, acompáñalo en la alegria y ayúdalo siempre a elevar la mirada al cielo, donde los colores de su bandera se confunden con los colores de tu manto inmaculado. ¡A ti el honor y la alabanza de la Iglesia por siempre, Madre de Jesús y Madre nuestra! Ir al capítulo siguiente Volver al menú. BILIOGRAFÍA. 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