Textos Tema 3 AL ALBA VENID, BUEN AMIGO Al alba venid, buen amigo, al alba venid Amigo el que yo más quería, venid al alba del día Amigo el que yo más amaba, venid a la luz del alba. Venid a la luz del día, non traigáis compañía Venid a la luz del alba, non traigáis gran compaña ................................................................... ¡Ay, luna que reluces, toda la noche me alumbres! ¡Ay, luna tan bella, alúmbresme a la sierra por do vaya y venga! ¡Ay, luna que reluces, toda la noche me alumbres! ....................................................................... Gritos daba la morenita So el olivar Que las ramas hace temblar La niña cuerpo garrido, Morenita cuerpo garrido, Lloraba su muerto amigo So el olivar Que las ramas hace temblar 1 Textos Tema 3 ROMANCE DE DON RODRIGO Las huestes de don Rodrigo desmayaban y huían, cuando en la octava batalla sus enemigos vencían. Rodrigo deja sus tiendas 5 y del real se salía, solo va el desventurado, que no lleva compañía. El caballo, de cansado, ya mudar no se podía, 10 camina por donde quiere, que no le estorba la vía, El rey va tan desmayado, que sentido no tenía; muerto va de sed y hambre, 15 que de verle era mancilla; iba tan tinto de sangre, que una brasa parecía; las armas lleva abolladas, que eran de gran pedrería; 20 la espada lleva hecha sierra, de los golpes que tenía; el almete, de abollado, en la cabeza se hundía; la cara lleva hinchada 25 del trabajo que sufría. Subióse encima de un cerro, el más alto que veía, dende allí mira su gente cómo iba de vencida; 30 dallí mira sus banderas y estandartes que tenía, cómo están todos pisados, que la tierra los cubría; mira por los capitanes, 35 que ninguno parecía, mira el campo tinto en sangre, la cual arroyos corría. El triste, de ver aquesto, gran mancilla es sí tenía; 40 llorando de los sus ojos de esta manera decía: - Ayer era rey de España, hoy no lo soy de una villa; ayer, villas y castillos, 45 hoy ninguno poseía; ayer tenía criados y gente que me servía; hoy no tengo una almena 2 que pueda decir que es mía, 50 ¡ desdichada fue la hora, desdichado fue el día en que nací y heredé la tan grande señoría, pues lo había de perder 55 todo junto y en un día! ¡ Oh muerte !, ¿ por qué no vienes y llevas esta alma mía de aqueste cuerpo mezquino, pues se te agradecería ? 60 Romance del Conde Arnaldos ¡Quién hubiera tal ventura sobre las aguas del mar como hubo el infante Arnaldos la mañana de San Juan! Andando a buscar la caza 5 para su halcón cebar, vio venir una galera que a tierra quiere llegar; las velas trae de sedas, la jarcia de oro torzal, 10 áncoras tiene de plata, tablas de fino coral. Marinero que la guía, diciendo viene un cantar, que la mar ponía en calma, 15 los vientos hace amainar; los peces que andan al hondo, arriba los hace andar; las aves que van volando, al mástil vienen posar. 20 Allí habló el infante Arnaldos, bien oiréis lo que dirá: «Por tu vida, el marinero, dígasme ora ese cantar.» Respondióle el marinero, 25 tal respuesta le fue a dar: «Yo no digo mi canción sino a quien conmigo va.» Textos Tema 3 3 Lírica culta CANCIÓN Ven, muerte, tan escondida que no te sienta conmigo, porque el gozo de contigo no me vuelva a dar la vida. Ven como rayo que hiere, que hasta que ha herido no se siente su ruido, por mejor herir do quiere. Así sea tu venida; si no desde aquí me obligo que el gozo que habré contigo me dará de nuevo vida. Comendador Escrivá COPLAS A LA MUERTE DE SU PADRE I Recuerde el alma dormida, avive el seso e despierte contemplando cómo se passa la vida, cómo se viene la muerte tan callando; cuán presto se va el plazer, cómo, después de acordado, da dolor; cómo, a nuestro parescer, cualquiere tiempo passado fue mejor. III Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, qu'es el morir; allí van los señoríos derechos a se acabar e consumir; allí los ríos caudales, allí los otros medianos e más chicos, allegados, son iguales los que viven por sus manos e los ricos. V Este mundo es el camino para el otro, que es morada sin pesar; mas cumple tener buen tino para andar esta jornada sin errar; partimos cuando nacemos, andamos mientra vivimos, y llegamos al tiempo que fenecemos; así que cuando morimos descansamos. XVII ¿Qué se hicieron las damas, sus tocados, sus vestidos, sus olores? ¿Qué se hicieron las llamas de los fuegos encendidos de amadores? ¿Qué se hizo aquel trovar, las músicas acordadas que tañían? ¿Qué se hizo aquel danzar, aquellas ropas chapadas que traían? XXXIV Diciendo: Buen caballero, dexad el mundo engañoso y su halago; muestre su esfuerzo famoso vuestro corazón de acero en este trago; y pues de vida y salud hiciste tan poca cuenta por la fama, esfuércese la virtud para sufrir esta afrenta que os llama. XL Así con tal entender todos sentidos humanos conservados, cercado de su mujer, de hijos y de hermanos y criados, dió el alma a quien se la dió (el cual la ponga en el cielo y en su gloria), y aunque la vida murió, nos dexó harto consuelo su memoria. Textos Tema 3 DANZA GENERAL DE LA MUERTE DICE LA MUERTE Yo so la muerte cierta a todas criaturas Que son e serán en el mundo durante, Demando e digo: o homne ¿por qué curas De vida tan breve en punto pasante? Pues non hay tan fuerte nin recio gigante Que deste mi arco se pueda anparar, Conviene que mueras cuando lo tirar Con esta mi frecha cruel traspasante. [...] ¿O piensas por ser mancebo valiente O niño de dias que a lueñe estaré, E fasta que liegues a viejo impotente En la mi venida me detardaré? Avisate bien, que yo llegaré A ti a deshora que non he cuidado, Que tu seas mancebo o viejo cansado, Que cual te fallare tal te levaré. [...] PRIMERAMENTE LLAMA A SU DANZA A DOS DONCELLAS Esta mi danza traye de presente Estas dos doncellas que vedes fermosas, Ellas vinieron de muy mala mente A oir mis canciones, que son dolorosas. Mas non les valdrán flores e rosas Nin las conposturas que poner solian, De mi si pudiesen partir se querrian, Mas non puede ser, que son mis esposas. A estas e a todas por las aposturas Daré fealdad la vida partida, E desnudedad por las vestiduras, Por siempre jamas muy triste aborrida; E por los palacios daré por medida Sepulcros escuros de dentro fedientes, E por los manjares gusanos royentes Que coman de dentro su carne podrida. 4 DICE EL EMPERADOR ¿Qué cosa es esta que a tan sin pavor Me lleva a su danza a fuerza sin grado? Creo que es la Muerte que non ha dolor De homne que sea grande o cuitado. Non hay ningund rey nin duque esforzado Que della me pueda agora defender, Acorredme todos, mas non puede ser Que yo tengo della todo el seso turbado. DICE LA MUERTE Emperador muy grande en el mundo potente, Non vos cuitedes, ca non es tiempo tal, Que librar vos pueda imperio nin gente, Oro nin plata, nin otro metal. Aqui perderedes el vuestro cabdal, Que athesoraste con grand tirania, Faciendo batallas de noche e de dia: Morid, non curedes, venga el cardenal. [...] DICE EL LABRADOR ¿Cómo conviene danzar al villano Que nunca la mano sacó de la reja? Busca si te place quien danze liviano, Deja-me, Muerte, con otro trebeja. Ca yo como tocino e a veces oveja, E es mi oficio trabajo e afan, Arando las tierras para sembrar pan, Por ende non curo de oir tu conseja. DICE LA MUERTE Si vuestro trabajo fue siempre sin arte Non faciendo furto en la tierra agena, En la gloria eternal habredes grand parte, E por el contrario sufriredes pena. Pero con todo eso poned la melena, Allegad-vos a mi, yo vos uniré, Lo que a otros fice a vos lo faré. Textos Tema 3 5 TEXTOS DE LA CELESTINA Comienzo de la obra, escena primera. CALISTO.- En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios. MELIBEA.- ¿En qué, Calisto? CALISTO.- En dar poder a natura que de tan perfecta hermosura te dotase, y hacer a mí, inmérito, tanta merced que verte alcanzase, y en tan conveniente lugar, que mi secreto dolor manifestarte pudiese. Sin duda, incomparablemente es mayor tal galardón que el servicio, sacrificio, devoción y obras pías que por este lugar alcanzar tengo yo a Dios ofrecido. ¿Quién vio en esta vida cuerpo glorificado de ningún hombre como ahora el mío? Por cierto, los gloriosos santos que se deleitan en la visión divina no gozan más que yo ahora en el acatamiento tuyo. Mas, ¡oh triste!, que en esto diferimos: que ellos puramente se glorifican sin temor de caer de tal bienaventuranza y yo, mixto, me alegro con recelo del esquivo tormento que tu ausencia me ha de causar. MELIBEA.- ¿Por gran premio tienes éste, Calisto? CALISTO.- Téngolo por tanto, en verdad, que si Dios me diese en el cielo silla sobre sus santos, no lo tendría por tanta felicidad. MELIBEA.- Pues aun más igual galardón te daré yo si perseveras. CALISTO.- ¡Oh bienaventuradas orejas mías, que indignamente tan gran palabra habéis oído! MELIBEA.- Más desaventuradas de que me acabes de oír, porque la paga será tan fiera cual merece tu loco atrevimiento y el intento de tus palabras ha sido. ¿Cómo de ingenio de tal hombre como tú haber de salir para se perder en la virtud de tal mujer como yo? ¡Vete, vete de ahí, torpe!, que no puede mi paciencia tolerar que haya subido en corazón humano conmigo en ilícito amor comunicar su deleite. Escena III. SEMPRONIO.- ¿Cómo puede ser mayor el fuego que atormenta a un vivo que el que quemó tal ciudad y a tanta multitud de gente? CALISTO.- ¿Cómo? ¡Yo te lo diré! Es mayor la llama que dura ochenta años que la que en un día pasa y mayor la que mata el alma que la que quema cien mil cuerpos. Por cierto que, si el purgatorio es tal, más querría que mi espíritu fuese con los de los animales que ganar la gloria de los santos por este medio. SEMPRONIO.- ¿Tú no eres cristiano? CALISTO.- ¿Yo? Melibeo soy y a Melibea adoro y en Melibea creo y a Melibea amo. SEMPRONIO.- APARTE. Bien sé de qué pie cojeas. Yo te sanaré. Descriptio puellae CALISTO.- Comienzo por los cabellos. ¿Ves tú las madejas del oro delgado que hilan en Arabia? Más lindos son y no resplandecen menos. Su longura hasta el postrero asiento Textos Tema 3 6 de sus pies, después crinados (1) y atados con la delgada cuerda, como ella se los pone, no ha más menester para convertir los hombres en piedras. SEMPRONIO.- APARTE. Más en asnos. CALISTO.- ¿Qué dices? SEMPRONIO.- Dije que esos tales no serían cerdas de asno. CALISTO.- ¡Ved qué torpe y qué comparación! SEMPRONIO.- APARTE. ¿Tú cuerdo? CALISTO.- Los ojos verdes rasgados, las pestañas luengas, las cejas delgadas y alzadas, la nariz mediana, la boca pequeña, los dientes menudos y blancos, los labios colorados y grosezuelos, el torno del rostro poco más luengo que redondo, el pecho alto, la redondez y forma de las pequeñas tetas, ¿quién te la podría figurar? ¡Que se despereza el hombre cuando las mira! La tez lisa, lustrosa, el cuero suyo oscurece la nieve, la color mezclada, cual ella la escogió para sí. SEMPRONIO.- APARTE. ¡En sus trece está este necio! CALISTO.- Las manos pequeñas en mediana manera, de dulce carne acompañadas; los dedos luengos; las uñas en ellos largas y coloradas, que parecen rubíes entre perlas. Aquella proporción, que ver yo no pude, no sin duda, por el bulto de fuera juzgo incomparablemente ser mejor que la que Paris juzgó entre las tres diosas Escena VIII CELESTINA.- AFUERA A SEMPRONIO. No me congojes ni me importunes, que sobrecargar el cuidado es aguijar el animal congojoso. Así sientes la pena de tu amo Calisto que parece que tú eres él y él tú, y que los tormentos son en un mismo sujeto. Pues cree que yo no vine acá por dejar este pleito indeciso o morir en la demanda. CALISTO.- Pármeno, detente. ¡Ce!, escucha qué hablan éstos. Veamos en qué vivimos. ¡Oh, notable mujer! ¡Oh, bienes mundanos indignos de ser poseídos de tan alto corazón! ¡Oh, fiel y verdadero Sempronio! ¿Has visto, mi Pármeno?¿Oíste? ¿Tengo razón? ¿Qué me dices, rincón de mi secreto y consejo y alma mía? PÁRMENO.- Protestando mi inocencia en la primera sospecha, y cumpliendo con la fidelidad, porque me concediste, hablaré. Óyeme, y el afecto no te ensorde ni la esperanza del deleite te ciegue. Tiémplate y no te apresures, que muchos, con codicia de dar en el fiel, yerran el blanco. Aunque soy mozo, cosas he visto asaz y el seso y la vista de las muchas cosas demuestran la experiencia. De verte o de oírte descender por la escalera parlan lo que éstos fingidamente han dicho, en cuyas falsas palabras pones el fin de tu deseo. SEMPRONIO.- AFUERA. APARTE. Celestina, ruinmente suena lo que Pármeno dice. CELESTINA.- AFUERA. APARTE. Calla, que, para mi santiguada, do vino el asno vendrá el albarda. Déjame tú a Pármeno, que yo te le haré uno de nos, y de lo que hubiéremos, démosle parte, que los bienes, si no son comunicados, no son bienes. Ganemos todos, partamos todos, holguemos todos. Yo le traeré manso y benigno a picar el pan en el puño. Y seremos dos a dos y, como dicen, tres al mohíno. Escena IX CALISTO.- ¡Sempronio! SEMPRONIO.- AFUERA. ¿Señor? Textos Tema 3 7 CALISTO.- ¿Qué haces, llave de mi vida? Abre. ¡Oh, Pármeno, ya la veo, sano soy, vivo soy! ¿Miras qué reverenda persona, qué acatamiento? Por la mayor parte por la fisonomía es conocida la virtud interior. ¡Oh vejez virtuosa, oh virtud envejecida! ¡Oh gloriosa esperanza de mi deseado fin! ¡Oh fin de mi deleitosa esperanza! ¡Oh salud de mi pasión, reparo de mi tormento, regeneración mía, vivificación de mi vida, resurrección de mi muerte! Deseo llegar a ti. Codicio besar esas manos llenas de remedio. La indignidad de mi persona lo embarga. Desde aquí adoro la tierra que huellas y en reverencia tuya beso. CELESTINA.- APARTE. Sempronio, ¡de aquéllas vivo yo! ¡Los huesos que yo roí piensa este necio de tu amo de darme a comer! Pues ál le sueño; al freír lo verá. Dile que cierre la boca y comience abrir la bolsa. De las obras dudo, cuánto más de las palabras. ¡So, que te estriego, asna coja! ¡Más habías de madrugar!