CDD: 509 La Historiografía de Koyré y el Problema de la Creatividad Científica 1 SERGIO H. MENNA Centro de Investigaciones Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC sermen@ffyh.unc.edu.ar Cómo tratar la creatividad científica es, quizá, el principal problema que enfrentan los historiadores de la ciencia. (Thomas Nickles, 1990:148) Resumen: El problema de explicar la creatividad científica es uno de los problemas más importantes de la historia de la ciencia. Mi objetivo en este trabajo es el de analizar y evaluar de qué modo Alexandre Koyré, uno de los autores más representativos de la historia de la ciencia de la primera mitad del siglo XX, intenta dar cuenta de este problema. En particular, subrayaré las virtudes de su programa historiográfico, y haré algunos comentarios críticos acerca de las limitaciones de su ‘intelectualismo’ estricto en la tarea de reconstruir los procesos de descubrimiento científico. Palabras-clave: História de la ciência. Creatividad científica. 1. Introducción El problema de explicar la creatividad científica es uno de los problemas más difíciles e importantes de la historia de la ciencia. ¿Cómo y cuándo surge una idea original? ¿A qué científico ‘se le ocurrió’ una nueva idea?; ¿de qué modo la desarrolló, cómo diseñó experimentos a fin de testearla? ¿Qué instrumental analítico se requiere para dar cuenta de estas actividades? Todas estas preguntas requieren de la explicitación de diversos aspectos relacionados con la creatividad científica. 1 Este trabajo es parte de las actividades desarrolladas en el marco de una beca de post-doctorado del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas al proyecto “El rol de la metodología de la investigación en la creatividad científica”, y de un subsidio grupal FONCYT (04-04353). Cad. Hist. Fil. Ci., Campinas, Série 3, v. 14, n. 1, p. 159-186, jan.-jun. 2004. 160 Sergio H. Menna El problema de explicar la creatividad científica es, también, uno de sus problemas más antiguos y persistentes de la historia de la ciencia. A lo largo de la historia de esta disciplina, y principalmente a partir del siglo XVII, pueden encontrarse, en diversos textos de carácter histórico, intentos por describir la tarea creativa de los científicos (cfr. Hodgen, 1943). Pero una narración o un conjunto de anécdotas no constituye una explicación histórica, una clarificación racional de lo que de hecho aconteció. Esta clase de tarea comenzó a ser realizada a comienzos del siglo XX, con la formulación de los primeros programas historiográficos maduros, entre los que se cuentan el ‘positivismo’ de Sarton, el ‘sociologismo’ de Merton y el ‘intelectualismo’ de Koyré. El objetivo de este trabajo es el de analizar la obra de Alexandre Koyré, y evaluar de qué modo este autor, uno de los más representativos de la historia de la ciencia profesional, intenta dar cuenta del problema de la creatividad científica. A fin de alcanzar el objetivo planteado, en el punto (2) de este trabajo confrontaré la propuesta de Koyré con la de los principales programas rivales de su época, y formularé sus principios historiográficos más importantes. En el punto (3) expondré la reconstrucción histórica que el propio Koyré hace del origen de la ciencia moderna en función de la aplicación de estos principios. En el punto (4) presentaré algunos comentarios críticos acerca del alcance y los límites de su propuesta, especialmente en los aspectos referidos a la explicación de la etapa inicial de investigación, del contexto de descubrimiento, invención o concepción original de una idea científica, contexto típico y más complejo de la creatividad científica. Por último, en el punto (5) haré algunos comentarios finales sobre la importancia de la obra de Koyré para la historia de la ciencia. 2. La historia de la ciencia de Koyré Alexandre Koyré (1892-1964) fué el principal responsable del inicio de lo que se ha concebido como una “revolución historiográfica” en los estudios sobre la ciencia (cfr., p.ej., Kuhn, 1970). Koyré introdujo sus principios historiográficos intelectualistas en el contexto de disputa de explicaciones sociologistas y positivistas. La época en que difunde varios de sus artículos, es la misma en la que Cad. Hist. Fil. Ci., Campinas, Série 3, v. 14, n. 1, p. 159-186, jan.-jun. 2004. La Historiografía de Koyré y el Problema de la Creatividad Científica 161 R. K. Merton publica su Science, Technology and Society in Seventeenth Century England (1938) – texto paradigmático del análisis sociológico –, y Hans Reichenbach su Experience and Prediction (1938) – texto que con su distinción entre ‘contexto de descubrimiento/contexto de justificación’ da legitimación filosófica a los análisis (filosóficos e históricos) positivistas. El impacto de estas perspectivas interpretativas, está relacionado con el surgimiento de las primeras cátedras de historia de la ciencia. De hecho, Redondi (1987) entiende que 1938 puede ser propuesta como la fecha simbólica del nacimiento de la historia contemporánea de la ciencia, y Shapin (1992) subraya que en este período surge la historia académica de la ciencia. El denominado ‘intelectualismo’ de Koyré se caracteriza por incorporar entidades teóricas en la explicación histórica (cfr. Solís, 1984:22). Es el poder causal de las ideas lo que da cuenta del desarrollo y el cambio científico. No la acumulación de hechos (y la generalización de hechos en leyes, y la agrupación de leyes en teorías) como afirma Sarton, o la influencia de factores sociales como pretende Merton. Frente a las reconstrucciones positivistas, las cuales siguen el ideal baconiano de narrar el camino directo de la mente a la verdad, Koyré entiende que no existe un único camino, y que los que existen ni siquiera son directos, ya que avanzan superando obstáculos conceptuales. Frente a las reconstrucciones sociológicas, las cuales sostienen que los ‘caminos’ científicos son transitados porque hay condiciones, motivaciones y fuerzas externas que lo posibilitan, Koyré asegura que las principales fuerzas motoras de la empresa científica son los “sistemas intelectuales”. Según afirma, las causas sociales y técnicas “no son más que aspectos concomitantes y expresión de un proceso más profundo y fundamental” ([1957]:6). En otras palabras, que el elemento causal reside en la cosmovisión de cada época. A fin de presentar con más detalle su programa historiográfico, me ocuparé de sus principios metodológicos – los cuales están presentes, implícita o explícitamente, en la mayoría de sus libros y artículos. Trataré de exponer brevemente los principales, esperando que la rigidez que la síntesis y el esquematismo imponen no opaque la riqueza dinámica que estos principios contienen. Cad. Hist. Fil. Ci., Campinas, Série 3, v. 14, n. 1, p. 159-186, jan.-jun. 2004. 162 Sergio H. Menna Holismo intelectual 2 . El intelecto humano conforma una unidad. El pensamiento, interpretado como un sistema, implica una cosmovisión, una concepción del mundo (cfr. [1951]). Un corolario de este principio es que cada forma particular de pensamiento no se desarrolla de modo independiente. El pensamiento científico, por ejemplo, evoluciona dentro de un marco de ideas “trans-científicas”: filosóficas, religiosas y metafísicas. Por lo tanto, su estudio implica el análisis de la red completa de creencias, actitudes y modos de razonamiento del sistema intelectual al que pertenece. “No se comprende verdaderamente la obra del astrónomo ni la del matemático” – comenta Koyré – “si no se la ve imbuida del pensamiento del filósofo y del teólogo” ([1951]:5). Para comprender a Copérnico hay que comprender a Boheme; para entender a Newton hay que interesarse tanto por su pensamiento matemático como por su pensamiento religioso. De acuerdo a Koyré, esta convicción metodológica fue utilizada por él como un fecundo “principio de investigación” (op. cit.:4). Este principio historiográfico está estrechamente relacionado con un consistente sistema de ‘convicciones’ metodológicas: Discontinuismo intelectual. No hay desarrollo continuo del conocimiento, sino “mutaciones”, saltos de una cosmovisión a otra, de un sistema intelectual a otro (cfr., p.ej., [1939]:I). Conservo el término ‘mutación’ pues es el más empleado por Koyré. Pero este término no debe ser interpretado en su habitual sentido evolucionista. Con él, Koyré pretende significar el cambio de un ‘mundo’ a otro, pero no pretende cualificar el cambio, ni explicar cuales son sus causas. Causalismo intelectual. Para Koyré, las ideas trans-científicas son “fuerzas conductoras” en el desarrollo del pensamiento científico (cfr. [1954]). Aunque él no distingue explícitamente etapas en este desarrollo – tarea analítica 2 Tomo esta conceptualización de Solís (1984). Las que siguen, empleadas a fin de sintetizar cada principio historiográfico, me pertenecen. Cad. Hist. Fil. Ci., Campinas, Série 3, v. 14, n. 1, p. 159-186, jan.-jun. 2004. La Historiografía de Koyré y el Problema de la Creatividad Científica 163 quizá contraria a la naturaleza holista de su programa –, por razones expositivas creo importante realizar tal distinción: El rol causal de las ideas trans-científicas en el descubrimiento o invención de ideas científicas. Las ideas filosóficas son “fuentes de inspiración” en la construcción de teorías científicas (cfr. ibid.). “La geometrización del espacio”, por ejemplo, “permitió la invención de la ley de inercia” ([1939]:5). El rol causal de las ideas trans-científicas en el desarrollo o prosecución de ideas científicas. Una vez alcanzada una idea científica, ésta debe ser desarrollada y conceptualizada. Esta también es una tarea creativa. A la “profunda mente filosófica” de Newton, dice Koyré, debemos “la formulación” de las leyes fundamentales del movimiento (cfr. 1965:3-4). “No su descubrimiento”, aclara de inmediato, el cual tiene que ser adjudicado a Galileo y Descartes (cfr. ibid.). El rol causal de las ideas trans-científicas en la justificación o aceptación de ideas científicas. Las razones en favor o en contra de la aceptación de teorías científicas no pueden reducirse a la lógica y el experimento, sino que también dependen de otras “razonables razones”, tales como “valores notécnicos” y “background filosófico” (cfr. [1954]). “La historia del pensamiento científico no es enteramente lógica. Por eso, para comprender su evolución hay que tener en cuenta factores extra-lógicos” ([1951b]:83). Reconstruccionismo histórico amplio. Tal como se deriva del principio anterior, al ocuparse de un episodio científico Koyré se interesa en hacer una reconstrucción histórica de toda la actividad científica involucrada en el mismo. Es decir: su análisis no se limita a los aspectos evaluativos de aceptación o justificación de teorías – los más priorizados por filósofos tanto como por historiadores de la ciencia –; también intenta extenderse a los aspectos creativos de desarrollo o prosecución y de descubrimiento o Cad. Hist. Fil. Ci., Campinas, Série 3, v. 14, n. 1, p. 159-186, jan.-jun. 2004. 164 Sergio H. Menna invención. “La historia del pensamiento científico, tal como yo la entiendo y practico”, afirma, “tiende a captar el camino seguido por ese pensamiento en el movimiento mismo de su actividad creadora” ([1951]:7). Contextualismo analítico. Al explicar la ciencia (y la técnica) de cualquier época, las obras analizadas deben ser estudiadas y comprendidas en el contexto intelectual y espiritual al que pertenecen. El pensamiento matemático de Bonaventura Cavalieri, por ejemplo, quien según Koyré goza de “una bien establecida reputación de oscuridad a toda prueba”, sólo puede ser comprendido si hacemos el esfuerzo de familiarizarnos con su estilo de escritura y de pensamiento (cfr. [1954b]). Fidelidad en la traducción y en la interpretación. Este análisis contextual debe centrarse en los términos en los que cada civilización formuló a la ciencia de su tiempo, y no debe ‘traducirlos’ al lenguaje técnico actual (Koyré admite que el imperativo de transmitir a los lectores un lenguaje que no es el suyo y una forma de pensamiento que les resulta ajena, expone al historiador al doble riesgo de hacer al autor incomprensible o al de traicionarlo (cfr. [1943]b)). Objetividad valorativa. De acuerdo a Koyré, cada generación de historiadores tiende a reconstruir el pasado a partir de sus propios valores; “por eso la historia se renueva y por eso nada cambia más deprisa que el inmutable pasado” ([1963]:379). Advertidos de esto, debemos tener en cuenta la valoración que de un determinado autor tuvieron sus propios contemporáneos, no juzgarlo desde nuestra situación histórica. Gassendi, por ejemplo, no ocupa un lugar importante en la historia de la ciencia actual, a pesar de haber sido considerado como un gran sabio en su época (cfr. [1955]). Valoración democrática. Hay que estudiar a autores que la posteridad valoró como ‘importantes’ tanto como a autores que hoy se consideran poco Cad. Hist. Fil. Ci., Campinas, Série 3, v. 14, n. 1, p. 159-186, jan.-jun. 2004. La Historiografía de Koyré y el Problema de la Creatividad Científica 165 relevantes. Descartes, y también Beeckman. Galileo, pero también Tartaglia o Benedetti, o Gassendi, o Joseph Raphson (autores ‘menores’ a los que Koyré les dedica artículos en sus [1957] y [1973]). Simetría valorativa. Además de estudiar los resultados exitosos de la práctica científica, también hay que ocuparse de los errores y fracasos (cfr. [1951]). Si bien los descubrimientos simultáneos son importantes, y reveladores de ideas motoras compartidas, los errores simultáneos son incluso más instructivos, ya que “nos permiten apreciar y comprender la marcha secreta [del] pensamiento” ([1939]:75) 3 . La cosmovisión posibilita y a menudo obstaculiza el desarrollo de la ciencia. Empleando la terminología de Boring ([1954]): el Zeitgeist cumple un rol dual en la actividad científica. Interpretación empática. Este estudio contextual, fiel, objetivo, ‘democrático’ y simétrico, implica capacidad empática, supone comprender las razones de un autor dentro de su propio ámbito de comprensión y de interrelación. El historiador debe ponerse en la situación del personaje histórico que analiza, sin extrapolar anacrónicamente sus creencias, supuestos y valores. Más que saber lo que ese personaje sabía, esto supone olvidar lo que permite conocer la perspectiva histórica. (Koyré parece entender, por ejemplo, que habiendo nosotros soportado crisis culturales, “estamos más capacitados que nuestros predecesores” para comprender crisis pasadas. Además, entiende que como ya no vivimos en el mundo de las ideas de autores pretéritos, estamos en condiciones de considerarlas desde dentro y desde fuera de su trama cognitiva (cfr. [1951])). 3 Los ‘errores’ en los que hace hincapié Koyré no son los errores producto de ‘distracciones’ o ‘inadvertencias’, sino aquellos que no serían considerados como tales por el científico ‘atento’ que los cometió, errores que revelan la presencia subyacente de un entramado causal de ideas (cfr. [1939]:II). Cad. Hist. Fil. Ci., Campinas, Série 3, v. 14, n. 1, p. 159-186, jan.-jun. 2004. 166 Sergio H. Menna Holismo textual. Koyré incorporó a la historia de la ciencia la idea de que todo es texto: literatura teológica, escritos místicos, libros de filosofía política, etc. (cfr. Redondi, 1987). Estos son los principales principios historiográficos de Koyré. En lo que resta del trabajo, trataré de reflejar las virtudes y limitaciones reconstructivas de los mismos, especialmente, de los aspectos creativos de la práctica científica. Con esta finalidad, en el próximo apartado mostraré su aplicación al análisis de la revolución científica de siglo XVII, y contrastaré esta reconstrucción con las que ofrecen sus programas historiográficos rivales. 3. Un ejemplo de análisis historiográfico koyreano: el surgimiento de la ciencia moderna El surgimiento de la ciencia moderna es uno de los eventos históricos más apropiado para ser analizado con los principios de Koyré. Es bien conocida la enorme divergencia de opiniones y de interpretaciones, por parte de los estudiosos de este período, respecto de si la ciencia de los siglos XVI y XVII fue el resultado de una evolución o de una revolución, y, en este último caso, respecto de cuándo comenzó la misma, de cuáles fueron sus características distintivas, y, fundamentalmente, de cuáles fueron sus causas. De acuerdo a Koyré, realmente hubo una revolución científica en la modernidad; más precisamente, una revolución “teórica” (discontinuismo intelectual). Esta revolución es para Koyré una de las “mutaciones” intelectuales más importantes desde la invención del Cosmos por los griegos, y es de la que más se ocupa en sus trabajos (cfr., p.ej., [1939]:I y 1965). Esta no fue sólo una revolución en la ciencia, sino en todo el pensamiento (holismo intelectual). El nuevo marco teórico emergente se sintetiza en dos factores estrechamente relacionados: la disolución del Cosmos y la geometrización del espacio (cfr. [1939]:I). La idea relevante del mismo, ‘el universo está escrito en lenguaje matemático’, ordena todos los órdenes del pensamiento (causalismo intelectual). A fin de fundamentar estas afirmaciones, Koyré realiza un detallado análisis de textos de diversos autores modernos, tanto Cad. Hist. Fil. Ci., Campinas, Série 3, v. 14, n. 1, p. 159-186, jan.-jun. 2004. La Historiografía de Koyré y el Problema de la Creatividad Científica 167 ‘importantes’ como ‘menores’, a la vez que ataca a las explicaciones rivales de loque-de-hecho aconteció en la ciencia de los siglos XVI y XVII. El surgimiento de la ciencia moderna se ha intentado explicar de muy diversas maneras. Algunos autores han defendido que es el resultado del paso de una vida contemplativa a una vida activa, de una ciencia contemplativa y estéril a una scientia activa y operativa, como pretendía Bacon. De acuerdo a Koyré, esta explicación de corte sociologista es insuficiente: la actitud de Galileo, de Descartes, y de los principales autores del siglo XVII, no es práctica, es principalmente teórica (cfr. [1939]:I). “El hombre no es sólo un ser de acción”, afirma, “sino también, e incluso primariamente, un ser de razón ” ([1954]:186-7; el subrayado es mío). Disponer de tiempo y de comodidades pueden ser condiciones necesarias para el trabajo de los científicos – es evidente que los factores ‘externos’ favorecen o dificultan el desarrollo de la ciencia –, pero ni las facilidades materiales ni las necesidades individuales ni las influencias sociales pueden explicar el cambio científico. Es posible decir que la satisfacción de x condiciones posibilitaron el origen a la ciencia moderna, pero esto no explica por qué efectivamente surgió una ciencia con esas características. “Yo no veo” – dice Koyré – “que la scientia activa tenga algo que ver con el desarrollo del cálculo [diferencial]” (1965:6). La estructura social de la Inglaterra del siglo XVII no explica los logros de Newton; el surgimiento de la burguesía no está relacionado con las astronomías copernicana y kepleriana. La ciencia, insiste Koyré, es esencialmente theoria, búsqueda de la verdad, y tiene una vida propia (cfr. [1963]). También se ha intentado explicar el origen de la ciencia moderna como el resultado del surgimiento de un “sentido experiencial y experimental”, como el triunfo de los sentidos sobre la autoridad de la tradición. Según Koyré, esta explicación de raíz empirista también es incompleta, ya que “la experimentación presupone la existencia previa de un marco teórico que la dirija e interprete” (cfr. [1939]:I). Los experimentos y observaciones que permitieron la matematización de la naturaleza fueron una consecuencia del cambio de sistema filosófico, no una causa. La revolución en astronomía fue independiente de la invención del teles- Cad. Hist. Fil. Ci., Campinas, Série 3, v. 14, n. 1, p. 159-186, jan.-jun. 2004. 168 Sergio H. Menna copio; la revolución en física fue independiente de la acumulación de descubrimientos. Entre quienes enfatizan que el factor condicionante del pensamiento moderno fue el “método experimental”, se encuentran autores como Duhem y Crombie. Para estos pensadores, el desarrollo experimental del siglo XVII tiene sus raíces en el pensamiento medieval, razón por la cual debería verse a la ciencia moderna como el resultado de una evolución continua de la ciencia del medioevo, y no como el producto de una revolución súbita (social o intelectual). Koyré comparte las premisas continuistas de estos autores: el desarrollo experimental de la modernidad no es radicalmente diferente o superior que el de la Edad Media, pero sin aceptar sus conclusiones evolutivistas: para él, “cambios imperceptibles desembocan en una diversidad muy clara” ([1930]:9). La revolución científica fue una ‘revolución teórica’ (cfr. [1956]); “una revolución bien preparada continúa siendo una revolución” ([1943]:156). Koyré entiende que, en general, las diferentes teorías acerca de la revolución científica no están en desacuerdo en los hechos, sino en cuál es la interpretación y el peso relativo que se les da a los mismos. Por ejemplo, mientras Crombie fundamenta su interpretación continuista en el hecho de que el método cuantitativo de la modernidad sólo difiere en grado del método cualitativo de la Edad Media, él considera que la diferencia entre ambos métodos es de naturaleza (cfr. [1956]). 4. Consideraciones críticas ¿Qué factores están envueltos en el descubrimiento científico? ¿Los factores extra-científicos, en particular los principios filosóficos y religiosos, juegan algún rol? ¿Cuál es específicamente ese rol? (Job Kozhamthadam, 1994:1) La aplicación de los principales principios historiográficos de Koyré a casos concretos de la historia de la ciencia, y su confrontación con los principios de otros programas metodológicos rivales, revela en ellos virtudes y potencialidades, así como problemas y limitaciones, principalmente en lo que respecta a su Cad. Hist. Fil. Ci., Campinas, Série 3, v. 14, n. 1, p. 159-186, jan.-jun. 2004. La Historiografía de Koyré y el Problema de la Creatividad Científica 169 capacidad explicativa de los aspectos creativos del pensamiento científico. A continuación, me ocuparé de estas cuestiones críticas del programa de Koyré. 4.1. El intelectualismo y sus explicaciones racionales La influencia de la religión... un caso extremo de motivo no-científico, ... puede ser explicada – y esta explicación es realmente racional – como una expresión de la dependencia del científico de la atmósfera intelectual de su época. Un científico no puede desarrollar sus actividades científicas totalmente libre de impulsos no-científicos. Como cualquier hombre, él también está influenciado por el Zeitgeist o la Weltanschauung de su época. (Karel Berka, 1995:277-8) El principal objetivo de Koyré es el de dar explicaciones. Él busca explicar el surgimiento de la ciencia moderna, la aceptación y el rechazo de teorías, el éxito y la coincidencia en el éxito, el error y la coincidencia en el error de algunos científicos. Su modelo explicativo, por supuesto, no es el nomológico-deductivo; no da cuenta de un evento histórico deduciendo un enunciado que lo describa a partir de leyes universales adecuadas (en conjunción con condiciones iniciales pertinentes) 4 . Intenta reducir lo no conocido a lo conocido. Por ejemplo, trata de dar cuenta del éxito científico mostrando que las ideas trans-científicas funcionan como principios rectores hacia ese logro final. Simétricamente, pretende hacer comprensible un error inesperado cometido por algún científico mostrando que sus ideas trans-científicas bloquean u obstaculizan un camino de investigación que a nuestros ojos ‘históricamente cargados’ parece evidente y simple de ser recorrido. Ahora bien: la reconstrucción histórica que hace Koyré – la cual enfatiza el poder causal de las ideas no científicas –, ¿es una reconstrucción racional ? (Por supuesto, sólo tiene sentido plantearse esta cuestión dentro de un sistema intelectual establecido: de acuerdo a Koyré, las ideas trans-científicas – que funcionan como 4 Para una exposición de la aplicación del modelo nomológico-deductivo de Hempel a la historia de la ciencia, cfr. Kragh ([1987]:VI). Cad. Hist. Fil. Ci., Campinas, Série 3, v. 14, n. 1, p. 159-186, jan.-jun. 2004. 170 Sergio H. Menna “fuerzas conductoras” del zigzagueante avance del conocimiento científico – surgen por saltos conceptuales, por “mutaciones” cuya existencia él postula pero cuyo origen no intenta explicar). Aunque el propósito de Koyré es el de dar una “explicación racional” de diferentes eventos científicos ([1966]:75; el subrayado es mío), no se detiene a fundamentar filosóficamente sus principios; de hecho, oposiciones conceptuales como ‘racional’/‘irracional’ no son parte de su lenguaje. De todos modos, creo que igual puede intentarse una respuesta. Tal como insistió Kuhn – quien reconoció la “influencia primordial” de la obra de Koyré en su pensamiento (cfr. [1962/70]:10) –, la historia de la ciencia nos enseña que debemos redefinir continuamente la noción de racionalidad 5 . De acuerdo a lo que vimos hasta aquí, si hemos de redefinir la noción de racionalidad a fin de que se adapte al marco koyreano, la nueva concepción resultante debe tener al menos dos características. La primera es que no puede suponer normas (ideas, principios) eternas y universales, sino normas contextuales, es decir, relativas a los sistemas intelectuales que ellas conforman. La segunda, es que no puede restringirse a evaluar la interacción de componentes estrictamente ‘científicos’ (tal como hace la historia de la ciencia internalista), sino que debe admitir la interacción causal de otras clases de componentes, esto es, de normas (contextuales) trans-científicas. Para alcanzar esto es necesario quebrar la asociación clásica ‘científico ≈ racional’, ya que implica la asociación ‘trans-científico ≈ no-racional’. Esta ruptura no supone necesariamente un paso al irracionalismo o al anarquismo. La tradición internalista caracterizó como ‘científico’ a todo lo relacionado con evidencia, inferencias, razones, etc., y definió como ‘racional’ a todo lo relacionado con esta caracterización de ‘científico’. Pero, evidentemente, sólo se trata de una cuestión 5 Cfr., por ejemplo, Kuhn ([1971]:91): “La opinión respecto de qué es racional depende de modo significativo, aunque por supuesto no exclusivamente, de qué se considere aspectos esenciales del comportamiento científico”. Cad. Hist. Fil. Ci., Campinas, Série 3, v. 14, n. 1, p. 159-186, jan.-jun. 2004. La Historiografía de Koyré y el Problema de la Creatividad Científica 171 de definición; de hecho, es posible encontrar muchas definiciones consistentes de qué es ‘ciencia’ y de qué es ‘científico’ (cfr., p.ej., Krige y Pestre (1997))6 . 4.2. La función rectora de los sistemas intelectuales Hay un aspecto del modelo de Koyré que, a mi entender, ha sido poco desarrollado. Él entiende que “la actividad creadora” del pensamiento científico dentro de un sistema intelectual puede ser explicada identificando las ideas transcientíficas de ese sistema, y mostrando de qué modo estas ideas conducen (o entorpecen) la “marcha secreta” del pensamiento científico. Pero si se postula que cada cosmovisión guía (u obstaculiza) la investigación realizada por quienes forman parte de ella, ¿cómo es posible explicar de modo consistente el hecho de que un científico tiene éxito y que otro científico contemporáneo de éste fracasa en su intento por descubrir una misma ley? La respuesta de Koyré aludiría a que ‘el primero de ellos tiene una mente con mayor profundidad filosófica y una clara concepción del método’ – tal su definición de ‘genio’ (cfr., p.e., 1965:3-4). Esto es, postularía que ese científico tiene una mayor comprensión de las ideas trans-científicas adecuadas y sabe cómo proceder con ellas. Para analizar este aspecto con más detalle, tracemos una distinción entre ‘ideas trans-científicas universales’ e ‘ideas trans-científicas contextuales’. Con la expresión ‘ideas trans-científicas universales’ me refiero a aquellas ideas trans-científicas empleadas en todo tiempo y lugar. Ideas muy generales, como las de coherencia, simetría, armonía o simplicidad, tienen esta característica. Koyré las admite en su historiografía. En su ([1956]), por ejemplo, señala la presencia del ‘principio de uniformidad’ en Aristóteles, Grosseteste y la edad moderna. Debido a su generalidad, esta clase de ideas, por sí solas, difícilmente puedan dar una explicación detallada de algún evento científico – pero no son problemáticas para el aspecto del que nos estamos ocupando, ya que son comLa distinción interno/externo también depende de la definición de ciencia que adoptemos (cfr., por ejemplo, Lelas, 1985). Para la tradición internalista, la ruptura de la asociación ‘científico ≈ racional’ conlleva, de hecho, la ruptura de la asociación clásica ‘científico ≈ interno’. 6 Cad. Hist. Fil. Ci., Campinas, Série 3, v. 14, n. 1, p. 159-186, jan.-jun. 2004. 172 Sergio H. Menna patibles con la otra clase de ideas mencionada. Por otro lado, en ocasiones estas ideas pueden ser interpretadas, perdiendo su carácter de universalidad: la idea de ‘armonía’, por ejemplo, puede ser adoptada de diferente modo; como armonía ‘estética’, como armonía ‘matemática’, etc. Esto nos lleva a la siguiente clase de ideas trans-científicas, las contextuales. Con la expresión ‘ideas trans-científicas contextuales’, como adelanté en el punto anterior, aludo a las ideas que, según Koyré, caracterizan a los sistemas intelectuales. La ‘geometrización del espacio’, por ejemplo, para el sistema de la ciencia moderna. Ahora bien; con esta distinción como marco, a modo de ejemplo veamos de qué modo explica Koyré algunas importantes “etapas de la cosmología científica” (cfr. [1951b]). Al ocuparse de “la gran revolución que desplazó a la Tierra del centro del Universo”, Koyré intenta responder a la cuestión de cómo alcanzaron sus diferentes concepciones cosmológicas pensadores como Copérnico, Brahe y Kepler. Como bien sabemos, desafiando la fuerza de la tradición ptolemaica, Copérnico puso al Sol como centro de las órbitas (circulares) de los planetas. Como también sabemos, Kepler mantuvo esta concepción (aunque afirmando que las órbitas tenían forma elíptica), a diferencia de Tycho Brahe, quien reinstaló a la Tierra en su antigua posición (aunque ahora concebida como centro inmóvil del Sistema Solar). Koyré explica que fue la “búsqueda de coherencia inteligible” lo que llevó a construir estas teorías (cfr., [1951b]). Dentro del marco general de esta idea universal, afirma que fueron consideraciones contextuales de armonía “estética” las que condujeron a Copérnico a colocar al Sol, fuente de luz, como centro (geométrico) de los demás planetas, y que fueron consideraciones de armonía “matemática” las que hicieron que Kepler mantuviese al Sol en esa posición, con el agregado de que éste, “guiado por la idea de explicación causal”, concibió al Sol como centro físico y dinámico del Sistema Planetario (op. cit.). Por último, entiende que Tycho rechazó el modelo copernicano debido a que para él la idea de Sol Cad. Hist. Fil. Ci., Campinas, Série 3, v. 14, n. 1, p. 159-186, jan.-jun. 2004. La Historiografía de Koyré y el Problema de la Creatividad Científica 173 central era contraria a las Sagradas Escrituras (causa religiosa) y debido a que hallaba convincentes los argumentos contra el movimiento terrestre (causa física). En su descripción, Koyré supone que Copérnico, Tycho y Kepler, quienes pertenecen a una misma cosmovisión, y que por lo tanto podrían ser heurísticamente guiados (u obstaculizados) por las mismas ideas contextuales, tomaron sus decisiones sobre la base de ideas contextuales diferentes (las cuales no son necesariamente compatibles). Kozhamthadam (1994:4), respecto del análisis que hace Koyré de las innovaciones astronómicas de Kepler, indica que Koyré no tiene en cuenta a muchas importantes ideas filosóficas de Kepler ni ofrece un estudio sistemático y detallado del rol preciso de esas ideas en el desarrollo de las leyes planetarias. También, señala que Koyré no identifica las diferentes creencias religiosas de Kepler. Muchas de estas dificultades no son necesariamente problemáticas, ya que pueden ser adjudicadas a problemas de aplicación de sus principios historiográficos. De todos modos, Koyré debería acompañar a sus principios con un marco teórico en donde de cuenta de qué modo distintas ideas contextuales pueden coincidir, interactuar o colapsar entre sí, de qué modo estas ideas afectan a las ideas científicas y, quizá, descender a un nivel de ‘ideas particulares’, idiosincrásicas (conformado, por ejemplo, por ideas metodológicas), para explicar la preferencia de cada científico particular por diferentes ideas trans-científicas contextuales. 4.3. La historia intelectual y la creatividad científica Una importante tarea del historiador de la ciencia es hacer comprender al lector el desarrollo de nuevas ideas científicas, nuevas teorías, nuevos modos de mirar el mundo ... ¿Cómo nos explica un historiador el descubrimiento científico? ¿Existe algo sistemático que se pueda decir sobre cómo los historiadores deberían dar cuenta del desarrollo de la ciencia? (Noretta Koertge, 1980:21) Existe otro aspecto poco preciso y revisable en el modelo historiográfico de Koyré. Tal como señalé al comienzo, com su reconstruccionismo amplio Koyré Cad. Hist. Fil. Ci., Campinas, Série 3, v. 14, n. 1, p. 159-186, jan.-jun. 2004. 174 Sergio H. Menna pretende abarcar todo el proceso de construcción de hipótesis; esto es, tanto el de justificación como el de prosecución y el de descubrimiento de las mismas. Respecto a esta cuestión – tal como se deriva de su debate con Needham (cfr. los artículos de ambos autores en Crombie (ed.) 1963) –, él entiende que los factores externos sólo pueden funcionar como componentes condicionales o, en todo caso, motivacionales, pero no como causas reales de construcción de teorías. Creo que esto es evidente respecto de las primeras etapas de construcción, es decir, de las más ‘creativas’. Incluso el externalista Merton entiende que los descubrimientos “son en gran medida independientes” de factores externos (citado en Shapin, 1992:337). Es posible sostener que, en algunas ocasiones, los factores externos tienen fuerza causal en la aceptación o el rechazo de teorías (hay muchos ejemplos de (pseudo) teorías que incluso a pesar de contar con fuerte evidencia en contra son aceptadas por motivos ideológicos o políticos), ¿pero cómo podrían estos factores haber influido de modo eficaz en su descubrimiento (o, en el caso de las pseudo-teorías mencionadas, de su ‘pseudo-descubrimiento’ ) ? 7 Rechazando un rol causal para los factores sociales en la construcción de teorías, Koyré atribuye este rol a factores intelectuales, a las ideas trans-científicas. Para mencionar afirmaciones ya citadas: las ideas filosóficas son “fuentes de inspiración” (cfr. [1954]); “la geometrización del espacio permitió la invención de la ley de inercia” ([1939]:5). Comparto el convencimiento de Koyré en que ideas de esta clase cumplen un papel constructivo heurísticamente importante, pero creo que no son suficientes para dar una explicación acabada del fenómeno creativo del descubrimiento científico. Y esto por razones similares a aquellas por las que Koyré cuestiona la explicación externalista: un científico motivado y con facilidades de trabajo, incluso con las ideas trans-científicas apropiadas, no necesariamente alcanza su objetivo epistémico. 7 Al contraponer ‘descubrimiento’ a ‘pseudo-descubrimiento’, lo hago desde nuestro horizonte falibilista, inductivamente pesimista, advertido de la fragilidad y provisoriedad epistémica de cualquier logro cognitivo. Todo descubrimiento, por supuesto, nace refutado. Pero a un pseudo-descubrimiento o a un fraude ‘cientifico’ se le niega – o incluso se le retira – su certificado de nacimiento. Cad. Hist. Fil. Ci., Campinas, Série 3, v. 14, n. 1, p. 159-186, jan.-jun. 2004. La Historiografía de Koyré y el Problema de la Creatividad Científica 175 Más que una explicación insatisfactoria, la explicación ofrecida por Koyré es incompleta. Él utiliza sus principios historiográficos para explicar el desarrollo y la aceptación de hipótesis, y el fracaso en los intentos por descubrir. Pero emplea el mismo modelo explicativo para dar cuenta del descubrimiento exitoso de hipótesis – esto es, de la invención o generación original de leyes o teorías que luego serán aceptadas. Esta simetría es loable, pero si bien sus principios parecen ser suficientes para dar cuenta de la prosecución, la aceptación y el error, no lo son para dar cuenta de la creación y la novedad. En los términos estrictamente intelectualistas de Koyré, la explicación de los aspectos creativos de la ciencia no puede ser paralela a la de los aspectos evaluativos. Aparentemente, Koyré entiende que cualquier científico con una “profunda mente filosófica” 8 , guiado por ideas trans-científicas heurísticamente fértiles, alcanzará su objetivo cognitivo (en ocasiones, luchando contra obstáculos transcientíficos incorrectos): “si Copérnico no se detuvo en el estadio tycho-brahiano ... fue por una razón de estética o de metafísica, por consideraciones de armonía” ([1951b]:83). Aunque advierte que este objetivo no es fácil de ser alcanzado – “el principio de inercia no salió ya elaborado del pensamiento de Descartes o de Galileo como Atenea de la cabeza de Zeus; ... requirió de un largo y penoso trabajo mental” ([1939]:152) –, Koyré parece suponer que las ideas adecuadas conforman “fuerzas conductoras” suficientes para construirlo. Pero no es así, tal como la ficción y la ciencia pueden ilustrarlo. En las historias de Conan Doyle, por ejemplo, Watson era un hombre racional, que compartía la cosmovisión de Sherlock Holmes, y que tenía acceso al universo de 8 Dice Koyré (1965:3-4): “debemos al insight y al genio experimental de Newton... [la formulación de varias teorías científicas]; esto es, a su profunda mente filosófica ... junto con una clara concepción del método y del significado de la indagación científica” (el subrayado me pertenece). El hecho de que Koyré complemente a la captación de las ideas trans-científicas adecuadas con el método científico es importante. Sin embargo, no incorporo este factor a mi análisis de este punto porque, como veremos más adelante, Koyré entiende que hay ‘método’ sólo en las etapas de desarrollo (y evaluación) de las teorías, no en la típica etapa creativa de descubrimiento o invención, la etapa de concepción inicial de una ley o teoría – etapa de la que aquí me estoy ocupando. Cad. Hist. Fil. Ci., Campinas, Série 3, v. 14, n. 1, p. 159-186, jan.-jun. 2004. 176 Sergio H. Menna indicios del famoso detective. Sin embargo, aunque era capaz de ponderar y aceptar las hipótesis razonables que Holmes proponía como elementales – en otras palabras, aunque tenía una ‘profunda mente’ detectivesca como para entender los razonamientos de Holmes y asentir a sus explicaciones –, no era igualmente capaz de construirlas. Paralelamente, la observación de la práctica científica nos enseña que aunque son muchos los científicos que investigan en una misma dirección, son muy pocos los que realmente tienen éxito. Los descubrimientos simultáneos, frecuentes pero no sistemáticos, constituyen una evidencia plausible, tanto de la presencia causal como de la insuficiencia causal de las ideas trans-científicas. A mi entender, el problema principal de la explicación de Koyré es que no contempla adecuadamente a otras dos clases de factores que, además de los factores sociales y los trans-científicos, también entran en juego en los procesos iniciales de construcción de hipótesis. Me refiero, en primer lugar, a los factores internos – es decir, los componentes estrictamente científicos (en la concepción estándar de ‘científico’) –, factores clásicos de las explicaciones empiristas. En segundo lugar, a factores como la suerte y el azar, factores clásicos en las narraciones irracionalistas. Veamos con más detenimiento a qué hago referencia al señalar que el modelo de Koyré no da lugar a los factores internos estándar, tales como la evidencia y las reglas de inferencia. Para ejemplificarlo, volvamos a una de las “etapas cosmológicas” de las que se ocupa Koyré; específicamente, a la propuesta de Kepler de que las órbitas planetarias tienen forma elíptica. La historia de la “guerra personal” de Kepler con el planeta Marte es muy conocida 9 . En su Astronomia nova, Kepler introdujo la hipótesis M: ‘la órbita de Marte es una elipse, inclinada en la eclíptica y con el Sol en uno de sus focos’, hipótesis que luego generalizó para todos los planetas. 9 Para una versión agradable de la misma, cfr. Koestler ([1960]:IV); para una versión detallada, cfr. Wilson (1972); para una versión enriquecedora, crf. Kozhamthadam (1994); para la versión del proprio Kepler, cfr. su ([1609]). Cad. Hist. Fil. Ci., Campinas, Série 3, v. 14, n. 1, p. 159-186, jan.-jun. 2004. La Historiografía de Koyré y el Problema de la Creatividad Científica 177 Para Koyré, como vimos anteriormente, en los procesos de descubrimiento intervienen “razones filosóficas” mucho más que “razones puramente científicas”. Pero en un análisis histórico del ejemplo que nos ocupa podemos ver que Kepler comienza sus investigaciones conducentes al establecimiento de M a partir de las precisas observaciones que realizó Tycho Brahe, observaciones que revelaban anomalías en la órbita prevista para Marte (por ejemplo, que la velocidad de este planeta ‘aumentaba’ en algunos puntos de sus recorrido). Es decir, que el inicio de las investigaciones de Kepler se debe a razones puramente científicas: específicamente, al hecho de que las previsiones de la teoría planetaria existente no concordaban con las observaciones realizadas en una magnitud tal que la astronomía de la época no podía tolerar. Por supuesto: siempre hay, como entiende Koyré, un contexto cultural que alienta o bloquea la invención de una hipótesis 10 . De hecho, al comienzo de su trabajo el joven Kepler consideró la hipótesis M, pero la descartó porque el principio del movimiento circular uniforme estaba muy arraigado en su cosmovisión. Sin embargo, luego de intentar una y otra vez con órbitas circulares y de comprobar que ninguna combinación de epiciclos, ecuantes y deferentes podía dar cuenta de las velocidades y posiciones observables de Marte, estimó esta falta de ajuste como una razón para abandonar la tradicional hipótesis de la circularidad. Y ésta es otra razón puramente científica. Además, y también por razones científicas (observaciones, interpolación de observaciones, conocimiento astronómico de la época), Kepler confiaba en que la órbita de Marte era una curva continua y cerrada. 10 Cfr. la explicación que da Koyré de un obstáculo intelectual: “[en el debate en torno a la formulación de la ley de inercia], de lo que se trata es de filosofía, de ontología, de metafísica. No de ciencia pura. Fueron razones filosóficas, mucho más que razones puramente científicas, las que detuvieron a Kepler – a quien debemos el término mismo de ‘inercia’ –, impidiéndole establecer los fundamentos de la nueva dinámica” ([1939]:174; las itálicas me pertenecen). Aquí se revela nuevamente la asimetría explicativa del modelo de Koyré. Razones puramente extracientíficas pueden, por sí solas, detener la investigación. Pero no pueden, por sí solas, dirigirla. Cad. Hist. Fil. Ci., Campinas, Série 3, v. 14, n. 1, p. 159-186, jan.-jun. 2004. 178 Sergio H. Menna Quizá esta clase de conocimiento junto a algún hábito o ley mental de asociación pueden ser los responsables causales de la génesis de M; quizá la percepción de las anomalías evocó en Kepler algún patrón conceptual almacenado en su mente; quizá, como entiende Mill ([1872]:III.ii.34), Kepler hizo su descubrimiento por “adivinación”; quizá, Kepler aplicó reglas al conocimiento del que disponía; quizá, como afirma Koestler ([1960]:IV), Kepler fue como un “sonámbulo” que llegó a su hipótesis sin trabajo consciente alguno; quizá, como opina Salmon (1970:68), Kepler fue conducido por “un sentido místico de armonía universal”, o – como dice Koyré – por un sentido de “armonía matemática”; o, quizá, simplemente Kepler reconoció como posibles explicaciones alternativas a un conjunto de hipótesis surgidas en su mente por variaciones al azar. Pero cualquiera de estas explicaciones (varias de ellas poco ‘explicativas’) sólo puede ser complementaria de las razones científicas iniciales. Como vemos, puede haber razones científicas en todas las etapas de los procesos constructivos, algo que Koyré parece negar: “el lugar de la metodología no está en el comienzo del desarrollo científico”, dice, “sino, por así decir, en medio de éste. Ninguna ciencia ha comenzado nunca con un tractatus de methodo” ([1956]:66: el subrayado es mío). Tal vez la enunciación adecuada deba ser: ‘nunca una ciencia ha comenzado sólo con un tratado sobre el método’. Al comienzo de este apartado señalaba que, además de no considerar adecuadamente el rol de los factores científicos en las etapas iniciales de los procesos constructivos, otro de los problemas de la explicación historiográfica de Koyré es que tampoco deja lugar a factores como la suerte y el azar. Como pudimos ver en el ejemplo de Kepler, las precisas observaciones de Tycho Brahe sirvieron al menos de estímulo para la construcción de la primera de sus leyes planetarias. Y Kepler consiguió estas observaciones por suerte o casualidad: no sólo gracias a su afortunada posibilidad de trabajar para Tycho, sino también a la ‘oportuna’ muerte prematura de éste, fatalidad que puso a su disposición las preciosas observaciones marcianas. Después de todo, las mismas ideas trans-científicas estaban disponibles para sus contemporáneos, pero evidentemente se precisaba más que la tenacidad y la profundidad de Kepler para descubrir que la órbita de Marte y de los demás Cad. Hist. Fil. Ci., Campinas, Série 3, v. 14, n. 1, p. 159-186, jan.-jun. 2004. La Historiografía de Koyré y el Problema de la Creatividad Científica 179 planetas tenía la forma de una elipse. Claro que ‘la suerte favorece a la mente preparada’ – o, en términos de Koyré, a la ‘profunda mente filosófica’ 11 . Y por supuesto que sin mente preparada o profundamente filosófica no habría nuevas ideas o teorías científicas: de hecho, Tycho trabajó infructuosamente en sus propios registros sobre Marte. Pero los factores ligados con la suerte y el azar deben estar presentes en la explicación de un evento, así como los hechos que la suerte puso a disposición de una mente filosóficamente preparada. Plausiblemente, esta conjunción de elementos se ha de poder apreciar en la reconstrucción de muchos casos científicos. Crick, por ejemplo, comenta acerca de su descubrimiento, junto a Watson, de la estructura del ADN: “las hélices estaban en el ambiente y había que ser muy obtuso o muy obstinado para no pensar en líneas helicoidales” ([1988]:73; el subrayado es mío), haciendo esta precisión una página después: “sólo fue cuestión de suerte tropezar con una estructura tan bella” (op. cit.:74; las itálicas son mías). Tal como apunta Medawar, “todo científico que no sea hipócrita admitirá el importante papel que desempeña la suerte en el descubrimiento científico” (1984:49). Ideas trans-científicas, método científico y suerte extracientífica. Consideraciones eclécticas similares pueden extraerse del ‘casi’ descubrimiento de Neptuno por parte del newtoniano John Adams. Ideas de homogeneidad y uniformidad guiaron correctamente las investigaciones teóricas de este matemático, pero lamentablemente los encargados de realizar la búsqueda empírica del planeta no valoraron a tiempo las especificaciones de Adams, y Neptuno fue finalmente descubierto a partir de las previsiones matemáticas de Leverrier, otra profunda mente filosófica newtoniana. 11 Expresiones como: “la suerte ayuda a la mente preparada” (Pasteur), o “los golpes de buena fortuna son sólo para quienes saben jugar bien” (Fontenelle), aluden al hecho de que lo que en ocasiones se atribuye a ‘suerte’ o ‘fortuna’ debe más bien ser atribuído a la capacidad de reconocer o interpretar un modelo como heurísticamente fértil, capacidad que puede ser atribuida a la profundidad filosófica y a la preparación científica más que a la suerte. No es, por supuesto, a esta clase de fortuna científica a la que hago referencia en este trabajo. Cad. Hist. Fil. Ci., Campinas, Série 3, v. 14, n. 1, p. 159-186, jan.-jun. 2004. 180 Sergio H. Menna 5. Consideraciones finales Quizá la primera consideración a realizar sea la de cuál es el lugar y la importancia del enfoque historiográfico intelectualista iniciado, en gran medida, por Alexandre Koyré. Esta pregunta no es trivial en el contexto de la historia de la ciencia actual, considerando el fuerte impacto de autores constructivistas, quienes pretenden forjar una historia de la ciencia prescindiendo completamente de los aportes del intelectualismo y del empirismo. Respecto de esta cuestión, Laudan (1990) subraya que Koyré (al igual que otros historiadores y filósofos de la primera mitad del siglo XX) enfocaba la ciencia en términos cognitivos, y lamenta que gran parte de los actuales historiadores de la ciencia abandonasen este enfoque. La historia de la ciencia contemporánea, afirma, ya no se ocupa del cambio teórico; se centra en el estudio de los científicos más que en el de sus ideas respecto del mundo natural 12 . Laudan ataca a la historia social e institucional sosteniendo que ésta en cualquier caso es secundaria y subordinada de la historia intelectual. La financiación y la política de la ciencia, argumenta, dependen del éxito de la teoría y de su poder predictivo y operativo sobre el mundo; luego, el estudio de estos aspectos – es decir, de la historia intelectual –, es de importancia primaria. 12 “En estos días” – señala (1990:50-1) –, “el interés en las teorías, argumentos y evidencias propuestas por los científicos, a muchos les parece un ‘internalismo’ fuera de moda, o, peor aún, un estudio de ‘ideas descarnadas’”. Laudan hace una caracterización general de la “indiferencia de muchos historiadores de la ciencia de la actualidad”, sin precisar a qué escuelas o a qué historiadores se refiere. Sin embargo, se debería distinguir entre, por ejemplo, el abordaje historiográfico de autores constructivistas, quienes efectivamente se despreocupan de los aspectos cognitivos de la ciencia, de, por ejemplo, el abordaje de los sociólogos del Programa Fuerte, quienes (aunque buscando causas sociales y no causas naturales) sí se ocupan del cambio científico. (Sobre el interés de sociólogos de la ciencia en el cambio teórico, cfr., p.ej., los siguientes títulos: Barnes, S.; MacKenzie, D., 1979, “On the Role of Interests in Scientific Change”, Sociological Review Monographs, y BenDavid, J., 1977, “Organization, Social Control, and Cognitive Change in Science”, en BenDavid, J.; Clarke, T. (eds.), Culture and Its Creators, University of Chicago Press, Chicago). Cad. Hist. Fil. Ci., Campinas, Série 3, v. 14, n. 1, p. 159-186, jan.-jun. 2004. La Historiografía de Koyré y el Problema de la Creatividad Científica 181 A mi entender, la reacción de Laudan al sociologismo extremo también es extrema. No estamos ante un problema de prioridades. La historia de la ciencia, como cualquier otro estudio sobre la ciencia, tiene como propósito otorgar comprensión de la misma, y esto debe entenderse como abarcando no sólo a los logros epistémicos, sino también a los procesos cognitivos y a todos los demás aspectos que conforman la empresa científica. Lugares, comunidades, instrumentos, actividades, prácticas, científicos ‘periféricos’, son, tal como subrayan los sociologistas extremos, legítimos objetos de estudio de la historia de la ciencia (cfr., p.ej., Golinski, 1990 y Pestre, 1997). La ciencia, efectivamente, se hace en laboratorios, universidades y congresos, así como en pubs o bajo un árbol de manzana. Pero la teoría de la gravitación de Newton, p.ej., trasciende su mítico lugar de creación, impacta en otros, y modifica tanto las creencias como las actitudes y las acciones de los científicos. Las teorías, los argumentos, las creencias, las ideas, son dimensiones científicas tan legítimas e importantes como las mencionadas anteriormente. Por lo tanto, la historia de las ideas, a la que tanto contribuyó Koyré, debe tener un lugar en la historia de la ciencia, al lado de la historia social, la historia institucional, la historia tecnológica, la historia inferencial, etcétera. Una vez legitimado el enfoque historiográfico de Koyré, podemos pasar a considerar el valor de sus contribuciones con más detalle. A mi entender, esto debe hacerse desde dos puntos de vista diferentes: teniendo en cuenta el contexto histórico en el que éstas fueron presentadas, y atendiendo a su capacidad reconstructiva de las distintas etapas del desarrollo del pensamiento científico, principalmente de sus aspectos creativos. Como vimos, la propuesta intelectualista o cognitivista de Koyré fue formulada como una alternativa al externalismo extremo de los programas sociologistas y el internalismo extremo de los programas positivistas de su época. Indudablemente, frente a la unidimensionalidad analítica de estos programas rivales, la misma – sin dejar de ser unidimensional y extrema – introdujo consideraciones historiográficas importantes, consideraciones que más tarde – recuperadas por ‘nuevos’ filósofos e historiadores de la ciencia como Kuhn – contri- Cad. Hist. Fil. Ci., Campinas, Série 3, v. 14, n. 1, p. 159-186, jan.-jun. 2004. 182 Sergio H. Menna buyeron a cambiar la concepción filosófica y metodológica imperante durante un largo período de la filosofía y la historia de la ciencia contemporánea. Al analizar la capacidad reconstructiva de un programa historiográfico, debemos distinguir al menos dos clases de actividades científicas: las relacionadas con las actividades evaluativas y las relacionadas con las actividades creativas. Como vimos anteriormente, el modelo de Koyré puede en ocasiones explicar satisfactoriamente la aceptación y el error, pero no la concepción original de una idea científica. Es, podemos decir, ‘asimétricamente explicativo’. La explicación de la creatividad sobre la base exclusiva de ideas intelectuales no es suficiente. Cuando nos detenemos a evaluar la capacidad reconstructiva de las actividades científicas creativas que presentan los principios historiográficos intelectualistas, podemos ver que los mismos juegan un rol importante en esta reconstrucción, pero que este rol es limitado. El ‘causalismo intelectual’ no puede ser el único instrumental reconstructivo. Los factores metodológicos, por ejemplo, son más que factores motivacionales o ‘concomitantes’: interactúan al mismo nivel que los factores intelectuales. El principio de simetría del Programa Fuerte dice que la misma clase de causas – en su caso, causas sociales –, deben explicar los éxitos tanto como los fracasos. Supuestamente, el internalismo extremo ha de aceptar este principio para las causas evidenciales y el intelectualismo extremo para las causas intelectuales. Pero este principio, tal como señala Brown (1984:21), es un principio “todo-onada” 13 . Y, tal como se deriva de los ejemplos presentados, se trata de un principio restrictivo e innecesario: para alcanzar una reconstrucción adecuada de las etapas creativas de construcción, se debe tener en cuenta la interacción de factores de distinta clase. Una reconstrucción meramente ‘intelectualista’ de los tanteos de Kepler para dar con la forma de la órbita de Marte, o una reconstrucción simplemente ‘internalista’ de la búsqueda de Adams de la hipótesis del planeta invisible, o una reconstrucción solamente ‘externalista’ de las negociaciones de 13 El principio de causalidad – otro de los que conforman los supuestos básicos del Programa Fuerte – admite otras clases de causas, pero sólo como complementos o como condiciones, no actuando de modo excluyente. Cad. Hist. Fil. Ci., Campinas, Série 3, v. 14, n. 1, p. 159-186, jan.-jun. 2004. La Historiografía de Koyré y el Problema de la Creatividad Científica 183 Crick y Watson para adoptar conjuntamente con sus colegas la hipótesis de la estructura helicoidal del ADN, siempre ofrecerán explicaciones historiográficas incompletas. Los principios historiográficos intelectualistas, concebidos como complementos de – más que como alternativas a – los principios historiográficos de otros programas, pueden ser considerados como aportes esenciales de Koyré al método de investigación histórica. Bibliografía BAIRD, D. Essay Review: Internal History and the Philosophy of Experiment. Perspectives on Science, 7, pp. 383-402, 1999. BERKA, K. Rational and Nonrational Elements in the History of Science. In: GAVROGLU, K.; STACHEL, J. (eds.) Physics, Philosophy and the Scientific Community. Dordrecht: Reidel, pp. 273-285, 1995. BORING, E. The Dual Role of the Zeitgeist in Scientific Creativity. In: P. FRANK (ed.), pp. 187-199, [1954]. BROWN, J. Introduction: the Sociological Turn. In: BROWN, J. (ed.). Scientific Rationality: The Sociological Turn. Dordrecht: Reidel, pp. 3-40, 1984. CRICK, F. Que loco propósito. Barcelona: Tusquets, 1989, [1988]. CROMBIE, A.C. (ed.). Scientific Change. 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