MUJER CON VERBO PARA SÍ1 Aurelia Dobles La escritora costarricense Yolanda Oreamuno se desviste de mitos y regresa al futuro gracias a la investigación de Emilia Macaya, realizada precisamente este año, en el que se conmemora el 80 aniversario del nacimiento y el 40 de la muerte de la creadora singularísima, de quien Macaya devela el sentido de su obra "Me devora esta situación me deplora tanta incomprensión me acalora cada imposición violenta que posterga siempre mi ilusión sedienta No hay idioma para la verdad no hay aroma como la amistad Qué paloma sobre mi ciudad planea y se asoma para que mi edad la crea Se demora el trillo que va al cielo se demora el día de mi vuelo y yo me impaciento y me sueño al viento Se demora el pájaro cantor se demora el verdadero amor se demora se demora pero no olvidaré que hay aurora. Me devora me deplora me acalora se demora mas hay aurora mas hay." 1 Dobles, Aurelia. “Mujer con verbo para sí”. La Nación. 8 diciembre. 1996. 1 Silvio Rodríguez. En el principio era ya el Verbo, y el hombre se lo adjudicó al hombre, pero vino una mujer y se hizo con él... ¿Por qué esperar hasta casi el corolario del año 1996 para abordar el tema de Yolanda Oreamuno, cuando es el de sus aniversarios en cifra de cuarenta y multiplicada por dos? Se imponía atravesar el boscaje del mito para llegar hasta la mujer de carne, hueso, realidades y aspiraciones, con un enfoque distinto del de las investigaciones consabidas: un punto de vista inédito como la juventud de los muchachos que ahora comienzan a leerla en los colegios de secundaria merced a algún personero iluminado. "Nos interesa construir la Yolanda del futuro, que sale de sus libros; la del pasado dejémosla en paz", había oído decir a Emilia Macaya Trejos en una que va y otra que viene de nuestras actividades culturales, y agucé los sentidos hacia la investigación sobre Yolanda Oreamuno que aquella también escritora, y además doctora en literatura, emprendió en un año providencialmente sabático. Valió la pena esperar unos meses para abordar a ambas creadoras -a una a través de la otra- y para recoger así una aproximación brillante, original y más justa de la escritora que murió a la edad de 40 años, habiendo roturado, en ese lapso precario de tiempo, un camino de avanzada en una Costa Rica de entonces y de hoy: el de la mujer que se adueña del verbo y se dice a sí misma. El libro de Emilia, recién concluido con el largo suspiro de quien pone las cosas en su lugar, se llama Espíritu en carne altiva, y lo publicará la Editorial de la UCR como proyecto del Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericana. Los invito a seguir este terso hilo tendido de la escritora a la investigadora y luego hasta la periodista, en clave común de palabra escrita, femenina y transgresora... aún. Una deuda Emilia Macaya, autora de los libros La sombra en el espejo (cuentos) y Cuando estalla el silencio (un estudio del discurso de la femineidad en la literatura hispanoamericana), y de infinidad de ensayos y artículos en revistas especializadas, con su bella dignidad no quiere en absoluto "caer en la tentación de hablar de Yolanda para terminar hablando de mí misma", pero insisto en su interés tan especial por esta escritora. 2 "No deberíamos perderla a ella de foco, aunque sí te cuento una pequeña anécdota: a los diez años de edad yo había decidido ser abogada, pues mis numerosísimos hermanos decían que no perdía pleito; pero leí el cuento “La lagartija de la panza blanca” y ese día quise ser escritora. Había entonces una deuda de muchos años con ella. Ahora veo que ese texto es uno de los más innovadores de la literatura costarricense. Luego, cuando llevaba la carrera de filología española, se publicó la novela La ruta de su evasión, y lo que había sido una revelación se transformó en una constatación." "Mi manera de conmemorarla este año ha sido estar con ella cada minuto, y estoy saldando esa deuda de una manera linda. Ella me dio ese chispazo de que la literatura es maravillosa, porque la literatura ha sido mi vida. En mi existencia hay dos obras de amor: la literatura y mis dos hijos, y los descubrís como obras de amor cuando decidís ser mujer de una manera diferente. El legado de Yolanda es descubrir nuestra femineidad para construir con amor." Librándola del mito "La gente está esperando asumir a Yolanda Oreamuno de otra manera. Hay aspectos que pertenecen a lo más profundo del ser humano, y no estoy tan segura de que pertenezcan a la vida pública: aquí topamos con el `hasta dónde llega el dominio privado de una figura pública'", dice Emilia con respecto a la mitología sobre la vida de la escritora. "La lucidez de Yolanda es tan grande que ella es la primera en referirse a su propio mito, en aquella famosa carta que dirige a Joaquín García Monge cuando parte a Guatemala: "Les dejo la leyenda para que se distraigan, pero me vengo yo". "Es interesante porque un mito se asume de manera diferente si se trata de un hombre o de una mujer. Si remite a lo femenino, a la verdad que el mito pretende legítimamente se le añade la espectacularidad, se le agregan ciertos detalles que amplían la ritualización de un modo inconveniente." Los ojos de Emilia son los de una generación que no conoció a la escritora en persona, de manera que "nuestra actitud no viene desde el mito que le aplicás a una creación literaria, sino más bien hacia la mujer que sale de esa creación. No es tanto lo que vi o creí de ella, sino lo que va a surgir de lo que ella escribió. Es una nueva Yolanda. El otro conocimiento es más emocional y subjetivo; en cambio, el nuestro es más objetivo, aunque no menos amoroso; es emocional pero de otra forma." 3 Ejercicio de autoría femenina Macaya ilumina la creación de Yolanda Oreamuno con tres haces de luz, tres criterios que enriquecen las sombras con una nueva perspectiva: el género (diferenciado del sexo), los procesos de identidad y crisis, y el discurso y autoría femenina. La investigadora establece un marco: el hecho de que las mujeres hemos sido históricamente objetos del discurso, renunciando a nuestra subjetividad, condenadas a ser el "otro" y carentes de autoimagen. Freud mismo lo dijo: "Una mujer es lo que el hombre dice de ella". "Vi que no era posible seguir enfocando a Yolanda Oreamuno sin contextualizar todo lo que ella dijo en un ejercicio continuo de autoría femenina. Si querés abordar un hecho de escritura de una de esas llamadas criaturas humanas, no es lo mismo si se trata de un autor o de una autora, y esto establece matices hasta el infinito. El hecho de tomar una pluma es peligroso, ser artista es peligroso, es el que subvierte, el que cuestiona. Una mujer que escribe implica una doble subversión, de lo artístico y de lo femenino, sobre todo en sociedades donde la mujer se fundamenta en la pasividad y la entrega. "Una mujer que escribe es una mujer que se afirma y pide para sí: escribir es inscribirse en el espacio y en el tiempo. Las raíces patriarcales lo dicen muy bien: las palabras se las lleva el viento, la escritura permanece. Transformar el verbo en escritura puede ser algo muy femenino y muy peligroso a la vez." Emilia insiste en que, si es problemático para un hombre autoidentificarse, decir `quién soy' (proceso de identidad), en el caso de una mujer lo es más aún: lo hacemos desde la marginalidad y se nos empuja a una injusta crisis de identidad. "Las mujeres acudimos a una especie de voyeurismo. Yolanda lo utilizó muy estratégicamente: veía y decía cosas que no se debían ver o decir, y eso le trajo problemas." El diván y la escritura "Todo acto de creación y de escritura está relacionado con el diván. Uno no se desviste para escribir: viene con su vida." Sin embargo, observamos que, en el caso de una mujer escritora, no se habla de experiencia de vida, sino de "confesión", y a la obra de Yolanda le han aplicado el mismo sesgo. "Siendo que la creación es un diván para hombre y para mujer. Ambos hablan de esa maravilla que llamamos vida, y eso no te lo podés quitar. El fenómeno es el mismo, 4 pero a una mujer se tiende a dejarla en lo estrictamente autobiográfico. Y es que, para tolerar en una sociedad patriarcal que ella tenga voz pública, se la reduce a la vida privada y se toma lo que escribe como una confesión y no como experiencia de vida, comunicable a los demás." A la mujer escritora no solo se la arrincona a escribir confesiones, sino que le caen encima otros estigmas: la sexualidad desenfrenada, la sexualidad anormal y la locura. George Sand es un ejemplo claro de este marcaje. De “¿Qué hora es?” a La ruta... En la obra de Yolanda Oreamuno, Emilia puntualiza tres momentos: el ensayo precoz ¿Qué hora es? (escrito a la edad de 17 años), los textos intermedios (publicados en la compilación A lo largo del corto camino) y la novela La ruta de su evasión. Macaya construye un eje parabólico perfecto que une el primero con la última: las tesis del ensayo se cumplen artísticamente en la novela y son la afirmación de lo femenino. La llamada "literatura dispersa" de Yolanda -que para Emilia no lo es tanto- revelan la crisis de identidad, a partir de su doble exclusión como artista y como mujer. "Te encontrás un ensayo tempranísimo donde ya podés aquilatar y casi intuir lo que va a ser ella: es un ensayo autodefinitorio: ella se afirma y es una propuesta del derecho de la mujer a decirse a sí misma y a no ser dicha por los demás." En 1935, en “¿Qué hora es?”, esa muchacha costarricense escribió: "Lo necesario es forjar la verdadera personalidad femenina, único remedio contra la frivolidad y demás aberraciones apuntadas. Una personalidad equipotencial, nunca igual a la del hombre, que nos faculte para escoger rutas cuando hay cerrazón de horizontes. Un estado de espíritu de solidez tal que nos convierta en compañeras y no en esclavas, acusadas o encubiertas, del hombre." En plena madurez, ella cumple ese anhelo en La ruta de su evasión, a través del personaje Aurora. "Las estrategias narrativas también confluyen ahí, pues la novela comienza como una telemaquia (la ruta de iniciación de un joven, según la novela patriarcal) y ella termina dándole la vuelta, convirtiéndola en una novela de afirmación femenina. Hay una profunda preocupación feminista en su novela sobre qué significa ser mujer. "Ese ensayo y su novela son un comienzo y un remate perfectamente coherentes de su obra; el intermedio es una constante recurrencia a crisis de identidad. Lo que ella tenía claro desde lo mental, a la hora de vivir su vida se le volvió problemático; sin embargo, fue un aprendizaje para volver a decir, en La ruta de su evasión, con sabiduría y plena 5 experiencia, lo que había dicho en “¿Qué hora es?” Esa redondez de su obra es lo que me ha consolado también de que una creadora como ella tuviese que morir a los 40 años." Emilia, como amante y estudiosa de la literatura griega antigua, sabe apreciar lo que hay y adivinar lo maravilloso que pudo haber y que no conocemos, y se sabe que Yolanda Oreamuno escribió mucho más. Emilia guarda la certeza de que los textos irán apareciendo y de que hay gente que tiene manuscritos de ella sin saberlo, pues era muy desprendida para entregarlos. "Tarde o temprano sale lo que otros quieren borrar de la faz de la tierra." "Sin embargo, si una verdadera obra de arte es aquella que dice lo máximo con el mínimo de recursos, ¡qué maravilla que Yolanda pudiera decir tanto con lo poco que quedó!" La bella inteligente No poco contribuyó a alimentar el mito la belleza física de Yolanda Oreamuno. "Una de las cosas que nunca se ha podido negar a la mujer es el poder de seducción, que ha causado temor a los hombres: tipo Dalila, la mujer es el peligro que debe ser conjurado porque debilita al varón. Si a la tentación que es la mujer se le añade el verbo -al cual se le ha otorgado también un poder de seducción pero solo en el ámbito masculino-, al problema de los atributos físicos se suma el de los intelectuales, y ella resulta doblemente peligrosa, doblemente estigmatizada y conjurada: alejemos a esta porque es peligrosa, mejor que se vaya, ahuyentémosla, y viene el exilio." "Se volvía una autoflagelación para la escritora, hasta romper esa pared terrible. A nosotras nos tocó seguir quitando piedras, pero la pared ya estaba traspasada"... por Yolanda Oreamuno y otras creadoras como Eunice Odio, Carmen Lyra, Virginia Grütter... ¿Escritura femenina? Existe una escritura femenina? Los estudiosos del género en Francia, afirman que sí. Emilia Macaya opina que hay mucha tela por cortar, desde lo temático hasta la gran pregunta de un discurso con manos femeninas. La primera novela del fluir de la conciencia se atribuye a Dorothy Richardson, quien, en su obra Pillgrinage, afirma querer hacer la contrapartida femenina del realismo masculino. "Si decimos que el discurso de lo femenino ha sido la borradura de lo racional, la ilogicidad y la sustitución de los valores racionales por los valores de lo rítmico melódico, existe un recurso literario que podemos ya calificar de tradición literaria, el monólogo 6 interior. Por eso a las mujeres no nos ha costado ser poetisas: la poesía es ilógica, rítmica y melódica." Volviendo a La ruta de su evasión, es la primera novela costarricense asumida enteramente desde la interioridad de sus personajes: una sucesión de monólogos interiores, el molde del fluir de la conciencia. "La autora sabe hacer coincidir su nueva mujer con ese molde: hasta en eso fue lúcida." Citando a Julia Kristeva, explica Macaya que en la primera infancia, antes de la triangulación edípica con la aparición del padre, uno es una totalidad con la madre y vive la preponderancia de lo rítmico melódico propia del líquido amniótico. "El discurso de la semiótica interior es una vivencia humana en donde se cae lo femenino como discurso aparte: en este discurso todos recuperamos a la madre. Hay que recuperar ese lenguaje asociado a la madre que no hace diferencias. La poesía y el monólogo interior de la vanguardia lo recuperan; la gran fractura se da con el logos patriarcal." En La ruta de su evasión, en la Costa Rica de 1948, Yolanda utilizaba el monólogo interior directo, el indirecto, el soliloquio y la descripción subjetiva, cuatro grandes recursos que hicieron suyos a su vez Dorothy Richardson, James Joyce y Virginia Woolf. 7