PADRES, NO TENEMOS TODA LA CULPA, PERO SÍ LA SOLUCIÓN

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PADRES, NO TENEMOS TODA LA CULPA,
PERO SÍ LA SOLUCIÓN
Domingo, 31 de Diciembre de 2006
Educación
Página 3-13
Los padres deben revaluar la manera en que actúan para mejorar la imagen que los hijos
perciben de ellos.
Los hijos son hoy mucho más poderosos y beligerantes que las generaciones anteriores
no solo porque los padres seamos más deficientes, como dicen muchos. Son así, ante todo,
porque estamos reinventando la forma de ser padres en un mundo globalizado y frente a un
entorno virtual, muy diferente a aquel en que crecimos.
Como resultado, nuestra forma de actuar es a menudo inconsistente y desacertada. Y sus
efectos se manifiestan en actitudes tan insólitas de parte de nuestros hijos que dan lugar a que
erremos más y a que nos culpen más, lo que aumenta nuestra inseguridad y nuestra falta de
cordura.
Así, es evidente que, a medida que los padres estamos más confundidos, los hijos están
más descontrolados y ansiosos; mientras más nos sentimos culpables y somos más
permisivos, ellos son más desconsiderados y beligerantes; a medida que los sobreprotegemos
más, ellos son más inútiles; a medida que nos igualamos con ellos, ellos son más irreverentes;
y entre más ocupados vivimos, ellos viven más solos y apegados a los medios y a los ídolos
que estos les presentan.
Aunque queremos que ellos sean más obedientes, nuestra forma de proceder está
provocando resultados indeseados porque nuestra inconsistencia como padres los llena de
incertidumbre y ansiedad.
La solución no es seguir trabajando muy duro para pagar buenos colegios que nos
eduquen a los hijos, entrenadores deportivos que los animen a hacer algo, profesores que les
arreglen sus limitaciones de aprendizaje; artefactos electrónicos que los entretengan o
psicólogos que les compongan su autoestima.
Necesitamos trabajar en nosotros mismos, los baluartes de esa estructura tambaleante e
incongruente que se supone debe contenerlos. Nuestra incoherencia y nuestra debilidad
deterioran la imagen íntegra y sólida que nuestros hijos necesitan percibir para admirarnos y
sentirse seguros. Somos nosotros, más que ellos, los que tenemos que "arreglarnos".
Para ofrecerles a los hijos un clima más armónico y estable, debemos cuestionarnos,
reflexionar y confiar en nuestro sentido común con el fin de hallar en nosotros la respuesta
que buscamos afuera.
Y hacer los cambios que nuestro corazón nos indica, porque ahí está la sabiduría que
nos ayudará a superar nuestras crisis en un mundo en crisis.
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