Christianos ad leonem

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Christianos ad leonem
Los cristianos, como los indignados de hoy día, pretendían una regeneración ética de la
sociedad en el Imperio Romano. El Estado al principio los miró con indiferencia, pero en
épocas de crisis económicas (la de Nerón se llevó por delante a su dinastía y su peculiar forma
de gobernar), sobre todo a partir de la terrible crisis producida hacia los años 170 bajo el
reinado de Marco Aurelio, la persecución se hizo abierta por necesidad de buscar a quién
echarle la culpa de aquello por lo que se miraba mal a los gobernantes. No obstante, como la
crisis fue persistente y la situación de las clases populares cada vez peor, y como las
asociaciones cristianas de apoyo mutuo (ekklesíai en griego) eran el único alivio social, el
pensamiento cristiano se fue extendiendo (hasta sobrepasar el límite crítico del 10 % de la
población como asociados) y visto con simpatía por las clases populares. Al final hubo políticos
con poder militar que vieron la posibilidad de regeneración del Estado poniéndose al frente de
los hasta entonces considerados anti-sistema: los cristianos. Eso sucedió con Constantino,
quien legalizó la religión cristiana por el Edicto de Milán en 313. A partir de entonces, como
dice el texto que copio, “lo que el enemigo de la fe no logró con sangre y fuego, lo lograría a
partir de ahora con métodos mucho más sutiles”.
(Quien desee aproximarse al tema de las crisis económicas y sus motivos financieros en
el Imperio Romano –un tema sobre el que sigo investigando- puede leer algo en El comercio y
el Mediterráneo en la Antigüedad )
LA NATURALEZA DE LAS PERSECUCIONES
Desde su aparición en el mundo, las persecuciones a las que el cristianismo se vio
expuesto, constituyen un hecho histórico digno de ser estudiado y analizado.
No han faltado en épocas pasadas quienes como Voltaire, quien puso todo su empeño en
vida en denostar y ridiculizar la fe cristiana, han pretendido reducir a la nada e incluso negar la
realidad de dichas persecuciones (Voltaire terminó sus días solo, en terrible agonía, pidiendo
perdón desesperado a un Dios que no conocía, en su lecho de muerte). Para llegar a este
resultado, como ya han indicado algunos, habría que arrancar un buen montón de páginas de
los mejores historiadores romanos de la época y negar ningún crédito a todos los escritores y
documentos eclesiásticos de la era paleocristiana.
Lo que sí es cierto, y hace más significativo el hecho de las persecuciones, es que solo los
cristianos, tal y como el mismo Maestro predijo, fueron forzados por los jueces a renunciar a
su fe, siendo la esclavitud, la tortura en sus formas más refinadas, o la misma muerte, el precio
de su fidelidad a su profesión (confesión) de fe.
Para los primeros cristianos, el hecho del martirio era causa de bienaventuranza
"Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de
mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los
cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros" (Mateo 5: 11-12) y
de hecho, muchos mártires respondían a su sentencia de muerte con un "Deo gratias" "Gracias a Dios"-.
Jesús mismo nos dejó bien claro el tipo de persecuciones por las que los verdaderos
cristianos pasarían en todos los tiempos, muchas veces de parte de falsos cristianos que decían
representar a la "verdadera y única iglesia", así está escrito:
"He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como
serpientes, y sencillos como palomas. Y guardaos de los hombres, porque os entregarán a los
concilios, y en sus sinagogas os azotarán; y aun ante gobernadores y reyes seréis llevados por
causa de mí, para testimonio a ellos y a los gentiles. Mas cuando os entreguen, no os
preocupéis por cómo o qué hablaréis; porque en aquella hora os será dado lo que habéis de
hablar. Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en
vosotros. El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se
levantarán contra los padres, y los harán morir. Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi
nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo" (Mateo 10:16-22).
No podemos negar que la historia de la primera iglesia judía de Jerusalén se abre con la
persecución de sus propios hermanos de raza y de religión (puesto que los primeros creyentes
judíos no creían pertenecer a una nueva religión afuera del judaísmo). De hecho el mismo Saúl
de Tarso (después conocido como el apóstol Pablo) comenzó como un símbolo del odio
visceral del judaísmo tradicional contra el judaísmo mesiánico de la nueva secta de los
seguidores de Yeshua ben Elohim. Historiadores católico-romanos quieren aún hoy en día ver,
desde postulados que consideramos judeófobos, la fuente de las persecuciones en la sinagoga
y el judaísmo contra la "nueva religión". Como decimos, a nuestro parecer, se trató más de una
persecución del judaísmo tradicional contra una nueva corriente dentro del mismo judaísmo,
que terminaría por desgajarse definitivamente de él con la gentilización y romanización de la
fe en el Mesías Yeshua ben Elohim.
Lo que no podemos ignorar es que la verdadera perseguidora de la Iglesia de Jesús en su
nacimiento (y también después en otras circunstancias que no viene aquí al caso) es, en
palabras del apóstol del amor, la "Gran Ramera" llamada Roma de la cual el vidente de Patmos
nos refiere en el Apocalipsis:
"Vi a la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús; y
cuando la vi, quedé asombrado con gran asombro (...) Las siete cabezas son siete colinas, sobre
los cuales se sienta la mujer (...) Y la mujer que has visto es la gran ciudad que reina sobre los
reyes de la tierra" (Apocalipsis 18:6, 9, 18).
El imperio romano y sus leyes protegían la libertad de culto y hasta veían bien las
diferentes religiones que, de todas las naciones, se iban implantando en Roma. Es por esto que
no deja de ser paradójico que el hecho del cristianismo fuese la excepción. Para los primeros
cristianos, esto era una prueba más de la verdad del cristianismo, y personas como Justino u
Orígenes, atribuyeron al poder de los demonios sobre esta sociedad pagana romana, el hecho
de las persecuciones anticristianas.
Así, si bien es cierto que algunos emperadores perseguidores como Nerón o Domiciano
fueron verdaderos demonios y monstruos de maldad en vida; no deja de ser significativo que
otros que ordenaron matanzas y persecuciones de cristianos han pasado a la historia como
emperadores filósofos o mecenas del arte y la cultura que aún hoy son leídos y publicados
como Trajano, Marco Aurelio y Diocleciano.
¿Por qué contra el cristianismo?
Dejando a un lado las interpretaciones que dicta la fe, la realidad es que los modernos
ignoran que la libertad de conciencia, la tolerancia y virtudes tan reivindicadas hoy en día por
los actuales anticristianos, son logros y conquistas del mismo cristianismo al que se esfuerzan
con tanto ahínco en convertir en el paradigma de la intolerancia por medio de sus
afirmaciones y películas holliwoodienses. Así, cuando la noble mártir africana Vibia Perpetua y
sus compañeros de los que transcribimos íntegro el martirio en esta WEB, van a ser
sacrificados en el anfiteatro, y se les quiere ultrajar una última vez antes de la muerte
disfrazándoles de sacerdotes paganos, invocan con firmeza a su libertad de conciencia, algo
inaudito y desconocido en aquella época. Así nos refiere el acta: "Llegados a la entrada del
anfiteatro, quisieron vestir a los hombres el hábito de los sacerdotes de Saturno, y a las
mujeres, el de las sacerdotisas de Ceres. Todos rehusaron con generosa intrepidez, diciendo:
"Hemos venido voluntariamente aquí por conservar nuestra libertad, y por eso damos
nuestras vidas; este es el único contrato que tenemos con vosotros". La injusticia reconoció a
la justicia, y el tribuno permitió que entrasen con sus propios hábitos."
Para los antiguos griegos y romanos, la religión lo era todo. No era algo separado de la
política, sino que política y religión eran una misma cosa. La Polis y la Civitas se
fundamentaban en estos principios y los sacerdotes paganos eran una especie de funcionarios
públicos que desempeñaban una función específica. La religión entonces no tenía nada que ver
con el concepto cristiano de una relación personal del hombre con la divinidad. Así el estado, o
mejor dicho, la ciudad estado, era la asamblea o reunión de aquellos que poseían unos mismos
dioses y que sacrificaban en un mismo altar. Renegar de los dioses de los antepasados no era
solo apostasía, era traición a la patria.
Este concepción religiosa no impedía que en Roma fuesen invitadas y bien acogidas las
divinidades de los pueblos conquistados; es como el ejemplo del libro de los hechos y del
templo al "dios desconocido" que Pablo vio en Atenas. El escritor latino Ovidio dijo: "Roma es
digna de que a ella vayan todos los dioses".
Tertuliano [ca. 160 – ca. 220] afirma que en un principio el cristianismo dio sus primeros
pasos a la sombra del judaísmo, del que los romanos no lo diferenciaban, sin tener más
problemas. Sin embargo, la primera luz histórica acerca de cómo esta situación cambió, nos la
da Suetonio en un texto relativo a la expulsión de los judíos de Roma por los frecuentes
tumultos que tenían acerca de un tal "Cresto" (Corrupción latina de Christus). Esta expulsión se
dio en el año 51-52 d-C. y a raíz de este acontecimiento es que Pablo se encuentra con dos
judíos creyentes en Jesús que acaban de llegar de Roma: Aquila y Priscila (Ver Hechos 18:2).
Será poco más de diez años después de estos acontecimientos, el año 64 d.C. que la
cristiandad romana pasaría por su primera prueba de fuego, en una calurosa noche de julio,
cuando, provocado por el enajenado y monstruo de maldad, el emperador Nerón, un terrible
incendio se declaró en las inmediaciones del circo máximo.
No pasaría mucho tiempo para que el grito de la chusma alborotada resonase con el
tristemente famoso: "Los cristianos al león", que no se extinguiría hasta dos siglos y medio
después.
La naturaleza de las persecuciones del siglo I
Además del texto que se reproduce en el tema de las persecuciones del siglo I, y que hace
mención a la persecución Neroniana, hemos de decir, que Tertuliano de Cartago, conocedor de
las leyes Romanas afirma sin duda alguna que existió un "Institutum Neronianum" o ley del
emperador Nerón contra los cristianos, cuyo fundamento básicamente era este: "Ut christiani
non sint" o lo que es lo mismo "No es lícito ser cristiano". De este modo, aunque los mismos
paganos que los condenaban, como es el caso de Plinio, de manera patente se daban cuenta
de la inocencia de los cristianos, como fue en el caso de los cristianos de Bitinia, los paganos
parecían decir: "La ley está por encima de toda verdad, y por esto es preciso obedecerla" (del
mismo modo a lo largo de la historia, y aún hoy en día, muchos dentro del cristianismo, olvidan
la ley evangélica del amor, y se convierten en legalistas inflexibles). No importa si el acusado es
inocente, o si es un ciudadano ejemplar: el delito es el simple hecho de ser cristiano, y poner
su conciencia por encima de las leyes humanas que le condenan.
La naturaleza de las persecuciones del siglo II
En este siglo toda la legislación sobre los cristianos, se resume en el famoso rescripto de
Trajano, respondiendo a su embajador en Bitinia, Plinio el Joven, hacia el año 112 d.C. Por esta
carta, podemos entender (es la única manera de darle sentido a la misma), que en efecto,
existía una legislación anterior (¿la Neroniana?) contra el cristianismo y los cristianos. La cosa
es que el meticuloso Plinio, que por lo que comenta ya ha dado alguna sentencia de pena de
muerte contra alguna persona que al ser detenida ha persistido en su confesión de cristiano,
se pregunta (pregunta al emperador) el llamado "quid et quatenus" esto es: qué se debe
castigar en un cristiano, y en qué medida se debe castigar a un cristiano. ¿Se debe de castigar
el mero hecho de tener el nombre de cristiano, o los posibles delitos entorno al hecho de
llevar nombre de cristiano?. ¿Se debe castigar a todos los cristianos por igual, o se debe tener
alguna consideración por cuestiones de edad, arrepentimiento, etc.?.
La respuesta de Trajano en su rescripto no deroga la ley anterior, pero sí la mitiga: El
cristianismo no debe de ser perseguido de oficio por las autoridades imperiales (lo que es un
reconocimiento de su inocencia), pero si los cristianos son delatados conforme a la ley (no
valen, pues, acusaciones anónimas) hay que castigarlos con dureza.
Es, pues, un sin sentido: Personas a las que se deja vivir con toda tranquilidad, son
llevadas a la muerte si tan solo a alguien se les ocurre acusarles por cristianos. La persecución
no es contra los posibles males o delitos que hayan podido causar los cristianos, sino contra el
nombre de cristiano. Así Tertuliano dirá:
"Si confesamos, se nos tortura; si perseveramos se nos castiga; si apostatamos se nos
absuelve, pues la persecución es solo contra el nombre"
Y en otro lado escribe Tertuliano:
"El hombre confiesa a gritos: "Soy cristiano". Y dice lo que es. Tú (legislador) quieres que
diga lo que no es. Presidiendo los tribunales con el objeto de obtener la verdad, sin embargo
de nosotros (los cristianos) queréis oír una mentira. "Soy -confiesa el prisionero- lo que
vosotros me preguntáis si soy" ¿Para qué me atormentas para que te diga lo contrario?
Confieso ser cristiano y me torturas, ¿qué harías si dijese que no lo soy? Y todos saben que si
otros prisioneros niegan sus delitos, vosotros no les creéis con facilidad; a nosotros sin
embargo, apenas negamos lo que somos, nos creéis..." (Apologético 2:13-15)
Así la sentencia de muerte a un cristiano, no menciona otro crimen que el hecho de
llamarse cristiano. Tertuliano dice al respecto:
"¿Cómo es que en vuestras sentencias leéis: "fulano el cristiano"?, ¿porqué no escribís
también "homicida" si ser cristiano implicase también ser homicida? ¿Porqué no también
incestuosos o cualquier otro crimen que creáis que cometamos?" (Apol. 2:20)
En el acta del tormento de los Mártires de Lyon, leemos el celo y temor de un cristiano
llamado Santos, para no negar el Nombre del que le salvó. El relato es estremecedor, más si
pensamos cuantas veces hoy en día los "cristianos" se avergüenzan de confesarse como tales
ante el mundo:
"También Santos, habiendo experimentado en su cuerpo todo los tormentos que el
ingenio humano pudo imaginar, y cuando esperaban sus verdugos que a fuerza de torturas
conseguirían hacerle confesar algún crimen, estuvo tan constante y firme que no dijo su
nombre ni el de su nación, ni el de su ciudad, ni aun si era siervo o libre, sino que a todas las
preguntas respondía en latín: "Soy cristiano". Esto era para él su nombre, su patria y su raza, y
los gentiles no pudieron hacerle pronunciar otras palabras."
En realidad los legisladores (de ahí las dudas de Plinio) sabían que los cristianos no habían
cometido otro crimen que el hecho de llevar ese nombre: cristianos. Las calumnias de
asesinato, canibalismo, incesto, adoración de un crucificado con cabeza de asno y
barbaridades semejantes, solo las creía el populacho, la masa manipulada. Al respecto el
rescripto de Trajano decía:
"Los que confiesen el nombre de cristianos han de ser ejecutados, los que lo nieguen,
absueltos"
No hay más. Solo la chusma daba crédito y aún alimentaba las calumnias sobre los
primitivos cristianos. Ni un legislador o noble jamás las creyó. El cristianismo contaba con
opositores fanáticos entre el bajo clero pagano, entre los numerosos adivinos y curanderos
ambulantes que engañaban a las gentes de más baja extracción. Estos infundían en la masa
pagana todos sus rencores sobre el cristianismo y lo acusaban de todos los males que pudiesen
imaginar.
Tertuliano cuenta con ironía como:
"Si el Tíber desborda sus diques, si el Nilo no puja hasta los sembrados, si el cielo queda
inmóvil, si la tierra tiembla, si el hambre y la peste sobrevienen, al punto gritáis: "CHRISTIANOS
AD LEONEM": ¡¡¡LOS CRISTIANOS AL LEÓN!!!, ¿Tanto a uno?" (Apologético 40:6)
Los mismos gritos, cuenta Tertuliano, resonaban tras las fiestas religiosas populares
cuando el pueblo tras las bacanales (orgías de bebida, etc. en fiestas religiosas -¿Le suena esto
de algo al lector?-) corría a los sepulcros de los cristianos a arrancar de allí a los cadáveres
irreconocibles y corrompidos para insultarles y destrozarlos. Por último Tertuliano relata cómo
durante las fiestas del circo romano, el mismo grito no dejaba de resonar reclamando el
suplicio de los cristianos.
Parece un sin sentido que el aún hoy admirado como filósofo emperador Marco Aurelio,
fuese uno de los peores perseguidores del cristianismo. Así escribirá una ley que dirá:
"El que introduzca nuevas sectas o religiones desconocidas y por ellas altere al pueblo, si
es noble, debe ser desterrado; si plebeyo, decapitado" (Paulo, Sent. V,21,2)
La naturaleza de las persecuciones del siglo III
Es a partir del siglo III que se inicia el régimen de persecución sistemática y de
aniquilación y exterminio del cristianismo con métodos y edictos cuidadosamente elaborados.
Los rumores del populacho ya no convencen a nadie, pero el cristianismo era algo que en
vez de desaparecer tras dos siglos de persecuciones, se había extendido y crecido en todas las
capas sociales poniendo en peligro la religión tradicional de Roma (la religión que profesaron
los padres, la familia, los antepasados).
Para un magistrado era difícil resistirse a la muchedumbre llena de odio anticristiano. Era
una manera fácil y barata de contentar al populacho, satisfaciendo sus instintos más bajos.
Septimio Severo (193-211 d.C.) prohibió hacia el 202 d.C. toda propaganda religiosa de los
Judíos y de los Cristianos, pero como podemos hoy en día testificar, su edicto quedó en la
nada. Los verdaderos demonios de la persecución del siglo III fueron Decio en 249 d.C. y
Valeriano en 258 d.C. cuya política fue la de la búsqueda y exterminio de los cristianos allí
donde se encontrasen estos.
La última persecución
La última persecución de la Roma imperial al cristianismo primitivo (que fue, ni es, ni será
la última de Roma contra el cristianismo) fue la de Diocleciano entre el 259 al 303 d.C. Tras
esta persecución, Constantino el emperador, con su conversión, haría del cristianismo la
religión de moda entre los paganos. Lo que el enemigo de la fe no logró con sangre y fuego, lo
lograría a partir de ahora con métodos mucho más sutiles y difíciles de discernir para aquellos
héroes de la fe que nos precedieron.
Emplazamos así al lector interesado a leer los textos relativos a las persecuciones en los
diferentes siglos que resumimos en esta WEB, y que hemos ampliado junto a esta pequeña y
muy resumida introducción. Algunos de estos textos los iremos publicando en los meses a
venir, con la ayuda de Dios.
http://www.cristianismo-primitivo.org/s1natpersec.html
Genaro Chic García (http://www.genarochic.tk)
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