12 SEVILLA l CIUDAD CRÓNICAS URBANAS l Diario de Sevilla DO l 9 l 7 l 2000 l Puerto Triana. La elección del arquitecto catalán Ricardo Bofill para rediseñar el complejo comercial que se instalará en el Sur de la Cartuja pretende desbloquear el polémico proyecto. La ‘solución Bofill’ Así las cosas, hubo que empezar a hacérselo a medida como si Urbanismo fuera un antiguo artesano y los promotores su cliente. Sastrería en tiempos de la ropa en serie. chos creen que jamás llegó a estar del todo dentro. En paralelo iniciaron las negociaciones para modificar el Plan General de Ordenación Urbana y adecuar la normativa urbanística a su proyecto. Pero hubo problemas. Criterios dispares y el informe de un funcionario municipal–José García Tapial– que dibujó el proyecto como un monstruo de cemento a orillas del Guadalquivir. El Ayuntamiento, pese a todos estos episodios, y tras mudar de departamento administrativo a Tapial (que ha pasado del servicio de Planeamiento a Vivienda en la última purga andalucista al frente de la Gerencia), aprobó el proyecto y comenzó a tramitar la recalificarción con el apoyo de todos los grupos políticos –incluido el PSOE–, salvo Izquierda Unida. Tras meses de pugna, parecía que al fin había acuerdo. El tiempo ha demostrado lo contrario. La disputa original entre los promotores y el Ayuntamiento –la titularidad de parte de los espacios libres del Su elección para reformar Puerto Triana parece atrevida. Aunque también es conservadora: han buscado a un valor seguro. Bofill, que durante estos días previos al viaje sevillano se toma tiempo para dar forma definitiva al proyecto que tiene en la cabeza, y cuyas líneas básicas permitirán suavizar el impacto urbanístico del complejo comercial pensado en el Sur de la Cartuja, es al menos hasta hoy la mejor salida a una situación de bloqueo histórica que cada día que pasaba iba camino de convertirse en un serial por entregas. O en un culebrón. Puerto Triana arrastra tras de sí todo un caudal de episodios, algunos de ellos de muy difícil comprensión, que hasta ahora no lo han hecho posible. Primero, el proyecto nació con un problema de base. Sus promotores, la empresa de ingeniería Ayesa y las cajas de ahorros sevillanas, fueron los triunfales ganadores de un concurso de ideas que se quedó en eso: en una idea. En un dibujo después cien veces alterado. Casi todo estaba por hacer cuando ganaron porque, salvo la operación de compraventa de suelo, nada se había hecho. El proyecto debía alzarse sobre un suelo repartido entre distintos propietarios –las administraciones públicas– que tardaron meses en ponerse de acuerdo en cómo repartirlo. Todavía, sin embargo, no han sido capaces de hacer efectivo aquel acuerdo. Han pasado casi veinte meses desde entonces y las cosas siguen casi igual que antes. O peor. Y es que Puerto Triana, cuya principal beneficiario es la empresa estatal que aún gestiona el patrimonio de la antigua EXPO –Agesa–, que ingresará 5.100 millones de pesetas por vender los suelos del Sur de la Cartuja, carecía desde el día del certamen de ideas de un marco urbanístico adecuado. La casa se había empezado por el tejado y nadie parecía capaz de poner los cimientos adecuados de una operación que –con independencia de sus repercusiones urbanísticas y viales– suponía una inversión de 25.000 millones de pesetas y la creación de 2.000 puestos de trabajo. Pero ninguno de ambos factores inclinaron la balanza en favor del proyecto. Ni siquiera sirvieron para abrir un debate sobre si el Sur de la Cartuja era la mejor ubicación para un complejo de estas características. Lo que en otras ciudades hubiera sido lo normal se convirtió en excepcional. La falta de debate alimentó todo tipo de rumores. Y prisas. Los promotores del proyecto pusieron en marcha un refinado sistema de presiones que consistía en volver a presentar el proyecto y, sobre todo, alertar de la huida de un inversor privado –una multinacional canadiense– que mu- Las confesiones de Rojas Marcos Encuestas negativas para Monteseirín Se busca ubicación El ‘martirio chino’ del para Manuel Marchena embalse de Melonares No hay que poseer un agudo instinto político o una intuición propia de dioses para vislumbrar que Alejandro Rojas Marcos no pasa por su mejor época: sus problemas en el PA que resucitó hace ya casi tres décadas le han llevado a confesar en privado que se encuentra ante el peor momento de su ya dilatada carrera política. En vísperas de un congreso otoñal muy complicado para sus intereses, no rezuma precisamente optimismo. El alcalde de Sevilla no remonta el vuelo. Aunque le quedan tres años para triunfar, lo cierto es que en las filas socialistas se detecta cierta preocupación por los índices de aceptación del primer edil de la ciudad. Encuestas que circulan entre los militantes del PSOE señalan que Monteseirín no gana muchos enteros entre los posibles votantes. Tiempo tiene aún para que las cosas cambien para mejor. ¿O no? El equipo del alcalde sigue buscando acomodo en el organigrama municipal para un hombre de confianza de Monteseirín. Manuel Marchena, presidente del Patronato Provincial de Turismo, es de facto el hombre más cercano al regidor sevillano. El veto del PA a la posibilidad de que se le nombre director de área de su gabinete ha provocado que se le esté intentando ubicar a marchas forzadas en otro departamento. LA NORIA de Carlos Mármol En su momento lo crucificaron y hoy es él quien señala el camino. El arquitecto Ricardo Bofill, uno de los urbanistas más prestigiosos del mundo, volverá a poner el pie en Sevilla dentro de poco más de una semana para enseñar a los representantes municipales cómo solucionar el eterno problema de conciliar la iniciativa privada con la pública, la arquitectura con los negocios y el arte con los beneficios. Una lección catalana. Interesante. Provechosa. Seguro que casi todos ellos aprenden muchas cosas de él. Su retorno, tras los negros episodios relacionados con la Exposición Universal del año 92, de la que fue comisario nunca nombrado, árbol caído justo antes de florecer, además de un hecho simbólico, devuelve a la memoria un problema histórico de esta ciudad. De sus políticos, mayormente: su escasa ca- ■ Puerto Triana nació como resultado de una operación comercial pero nunca tuvo un marco urbanístico definido pacidad para abrir nuevos caminos y arriesgarse. Para innovar. Quizás algún día no tengamos que buscar a nadie de fuera para abordar este tipo de cuestiones. Mejor dicho: quizás algún día, aunque sea lejano, los dirigentes públicos descubrirán que Sevilla cuenta con profesionales más que relevantes para desarrollar estas tareas. El problema no es de falta de talento. Más bien es de visión pública. Mientras tanto, dependemos tan sólo de lo que nos traigan desde fuera. Pero este hecho, cierto, no debe alimentar aldeanismos simplistas: los mejores no son los arquitectos de la tierra, sino aquellos que en un momento determinado saben buscar las soluciones más adecuadas para la ciudad. Y Ricardo Bofill parece ser uno de ellos. El tiempo ha demostrado que jamás hubo un acuerdo serio entre los promotores del proyecto y la Gerencia de Urbanismo nuevo complejo comercial– sigue abierta. La Junta de Andalucía, que debe dar al final de todo el proceso su visto bueno, mantiene serios reparos técnicos. Y los propios padres de la criatura alegaron contra el diseño que parecía cerrado. Y el melón de abrió. Parecía una vodevil. Teatro. Una pieza de cámara en la que todos actúan pero ninguno cree en lo que hace. Entonces alguien pensó en Bofill: el profesional adecuado para aunar posturas y, al mismo tiempo, hacer un diseño nuevo, sin hipotecas, indiscutible. Dentro de ocho días sabremos si su regreso a Sevilla servirá para poner fin a un proyecto que nació como nacen los sueños: con más ganas que acierto. , cmarmol@diariodesevilla.es el trastero El culebrón desatado a cuenta de la construcción del pantano de Melonares, que garantizaría el abastecimiento de agua en Sevilla, está ocasionado mil y un problemas en la planta noble de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, en la plaza de España. Su presidente, Manuel Vizcaíno, no duda en afirmar que los retrasos en la ejecución de este proyecto han sido para él un auténtico “martirio chino”.