el trastero - Ayuntamiento de Sevilla

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12 SEVILLA
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CIUDAD
CRÓNICAS
URBANAS
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Diario de Sevilla
DO
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2000
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Puerto Triana. La elección del arquitecto catalán Ricardo Bofill para rediseñar el complejo
comercial que se instalará en el Sur de la Cartuja pretende desbloquear el polémico proyecto.
La ‘solución Bofill’
Así las cosas, hubo que empezar a hacérselo a medida
como si Urbanismo fuera un
antiguo artesano y los promotores su cliente. Sastrería
en tiempos de la ropa
en serie.
chos creen que jamás llegó a estar
del todo dentro. En paralelo iniciaron las negociaciones para modificar el Plan General de Ordenación
Urbana y adecuar la normativa urbanística a su proyecto. Pero hubo
problemas. Criterios dispares y el
informe de un funcionario municipal–José García Tapial– que dibujó
el proyecto como un monstruo de
cemento a orillas del Guadalquivir.
El Ayuntamiento, pese a todos
estos episodios, y tras mudar de
departamento administrativo a Tapial (que ha pasado del servicio de
Planeamiento a Vivienda en la última purga andalucista al frente de
la Gerencia), aprobó el proyecto y
comenzó a tramitar la recalificarción con el apoyo de todos los grupos políticos –incluido el PSOE–,
salvo Izquierda Unida.
Tras meses de pugna, parecía
que al fin había acuerdo. El tiempo
ha demostrado lo contrario. La disputa original entre los promotores
y el Ayuntamiento –la titularidad
de parte de los espacios libres del
Su elección para reformar Puerto Triana parece atrevida. Aunque
también es conservadora: han
buscado a un valor seguro. Bofill, que durante estos días previos
al viaje sevillano se
toma tiempo para
dar forma definitiva
al proyecto que tiene en la
cabeza, y cuyas líneas básicas permitirán suavizar el impacto urbanístico del complejo comercial
pensado en el Sur de la Cartuja, es
al menos hasta hoy la mejor salida
a una situación de bloqueo histórica que cada día que pasaba iba camino de convertirse en un serial
por entregas. O en un culebrón.
Puerto Triana arrastra tras de sí
todo un caudal de episodios, algunos de ellos de muy difícil comprensión, que hasta ahora no lo
han hecho posible. Primero, el proyecto nació con un problema de
base. Sus promotores, la empresa
de ingeniería Ayesa y las cajas de
ahorros sevillanas, fueron los
triunfales ganadores de un concurso de ideas que se quedó en eso: en
una idea. En un dibujo después
cien veces alterado. Casi todo estaba por hacer cuando ganaron
porque, salvo la operación de
compraventa de suelo, nada se
había hecho. El proyecto
debía alzarse sobre un suelo
repartido entre distintos
propietarios –las administraciones públicas– que
tardaron meses en ponerse de acuerdo en cómo repartirlo. Todavía, sin embargo, no han sido capaces de hacer efectivo
aquel acuerdo. Han pasado casi veinte meses
desde entonces y las
cosas siguen casi igual
que antes. O peor.
Y es que Puerto
Triana, cuya principal beneficiario es la
empresa estatal que
aún gestiona el patrimonio de la antigua
EXPO –Agesa–, que ingresará 5.100 millones de
pesetas por vender los suelos del
Sur de la Cartuja, carecía desde el
día del certamen de ideas de un
marco urbanístico adecuado.
La casa se
había empezado por el tejado y nadie parecía capaz de
poner los cimientos adecuados de
una operación que
–con independencia
de sus repercusiones
urbanísticas y viales–
suponía una inversión
de 25.000 millones de
pesetas y la creación
de 2.000 puestos de
trabajo.
Pero ninguno de
ambos factores inclinaron la balanza en
favor del proyecto. Ni
siquiera
sirvieron
para abrir un debate
sobre si el Sur de la
Cartuja era la mejor
ubicación para un complejo de estas características. Lo que en
otras ciudades hubiera sido lo normal se convirtió en
excepcional.
La falta de debate alimentó todo
tipo de rumores. Y
prisas. Los promotores
del proyecto pusieron en
marcha un refinado sistema
de presiones que consistía en
volver a presentar el proyecto y,
sobre todo, alertar de la huida de
un inversor privado –una multinacional canadiense– que mu-
Las confesiones
de Rojas Marcos
Encuestas negativas
para Monteseirín
Se busca ubicación
El ‘martirio chino’ del
para Manuel Marchena embalse de Melonares
No hay que poseer un agudo instinto político o una intuición propia de dioses para vislumbrar que
Alejandro Rojas Marcos no pasa
por su mejor época: sus problemas
en el PA que resucitó hace ya casi
tres décadas le han llevado a confesar en privado que se encuentra
ante el peor momento de su ya dilatada carrera política. En vísperas de un congreso otoñal muy
complicado para sus intereses, no
rezuma precisamente optimismo.
El alcalde de Sevilla no remonta
el vuelo. Aunque le quedan tres
años para triunfar, lo cierto es
que en las filas socialistas se detecta cierta preocupación por los
índices de aceptación del primer
edil de la ciudad. Encuestas que
circulan entre los militantes del
PSOE señalan que Monteseirín
no gana muchos enteros entre
los posibles votantes. Tiempo
tiene aún para que las cosas cambien para mejor. ¿O no?
El equipo del alcalde sigue buscando acomodo en el organigrama municipal para un hombre de
confianza de Monteseirín. Manuel
Marchena, presidente del Patronato Provincial de Turismo, es de
facto el hombre más cercano al regidor sevillano. El veto del PA a la
posibilidad de que se le nombre director de área de su gabinete ha
provocado que se le esté intentando ubicar a marchas forzadas en
otro departamento.
LA NORIA
de Carlos Mármol
En su momento lo crucificaron y
hoy es él quien señala el camino. El
arquitecto Ricardo Bofill, uno de
los urbanistas más prestigiosos del
mundo, volverá a poner el pie en
Sevilla dentro de poco más de una
semana para enseñar a los representantes municipales cómo solucionar el eterno problema de conciliar la iniciativa privada con la
pública, la arquitectura con los negocios y el arte con los beneficios.
Una lección catalana. Interesante.
Provechosa. Seguro que casi todos
ellos aprenden muchas cosas de él.
Su retorno, tras los negros episodios relacionados con la Exposición Universal del año 92, de la que
fue comisario nunca nombrado,
árbol caído justo antes de florecer,
además de un hecho simbólico, devuelve a la memoria un problema
histórico de esta ciudad. De sus políticos, mayormente: su escasa ca-
■
Puerto Triana nació
como resultado de una
operación comercial pero
nunca tuvo un marco
urbanístico definido
pacidad para abrir nuevos caminos
y arriesgarse. Para innovar. Quizás
algún día no tengamos que buscar
a nadie de fuera para abordar este
tipo de cuestiones. Mejor dicho:
quizás algún día, aunque sea lejano, los dirigentes públicos descubrirán que Sevilla cuenta con profesionales más que relevantes para
desarrollar estas tareas. El problema no es de falta de talento. Más
bien es de visión pública. Mientras
tanto, dependemos tan sólo de lo
que nos traigan desde fuera. Pero
este hecho, cierto, no debe alimentar aldeanismos simplistas: los mejores no son los arquitectos de la
tierra, sino aquellos que en un momento determinado saben buscar
las soluciones más adecuadas para
la ciudad. Y Ricardo Bofill parece
ser uno de ellos.
El tiempo ha demostrado
que jamás hubo un
acuerdo serio entre los
promotores del proyecto y
la Gerencia de Urbanismo
nuevo complejo comercial– sigue
abierta. La Junta de Andalucía,
que debe dar al final de todo el proceso su visto bueno, mantiene serios reparos técnicos. Y los propios
padres de la criatura alegaron contra el diseño que parecía cerrado. Y
el melón de abrió. Parecía una vodevil. Teatro. Una pieza de cámara
en la que todos actúan pero ninguno cree en lo que hace. Entonces alguien pensó en Bofill: el profesional adecuado para aunar posturas
y, al mismo tiempo, hacer un diseño nuevo, sin hipotecas, indiscutible. Dentro de ocho días sabremos
si su regreso a Sevilla servirá para
poner fin a un proyecto que nació
como nacen los sueños: con más
ganas que acierto.
, cmarmol@diariodesevilla.es
el trastero
El culebrón desatado a cuenta de
la construcción del pantano de
Melonares, que garantizaría el
abastecimiento de agua en Sevilla,
está ocasionado mil y un problemas en la planta noble de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, en la plaza de España. Su
presidente, Manuel Vizcaíno, no
duda en afirmar que los retrasos
en la ejecución de este proyecto
han sido para él un auténtico
“martirio chino”.
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