Son algo más de las dos de la madrugada cuando, sorprendido

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Son algo más de las dos de la madrugada cuando, sorprendido, termino de leer el libro Objetivo
Cero, cuyo autor, Jesús María Zuloaga, ha tenido la amabilidad de enviarme.
Mi sorpresa no sólo se debe a que su lectura, que empecé poco después de la cena, en la hora
serena en que cede el ruido, no haya tenido ninguna interrupción, como un suspiro han ido
pasando las páginas, de la primera a la última, sino también porque de nuevo he vuelto a vivir,
casi veinte años después, unos acontecimientos que fueron de primera magnitud para nuestro
país y que culminaron en el año 1992, cuando las Olimpiadas de Barcelona, la Exposición
Universal de Sevilla y la denominación de Madrid como Capital de la Cultura llevaron el nombre
de España hasta el último rincón del planeta.
El terrorismo, nacido en 1959 y que venía campando a sus anchas desde 1968, se había
preparado para desarrollar un esfuerzo supremo que,apoyado en los eventos referidos, le
colocaran en una posición ventajosa para alcanzar sus objetivos, con atentados de insoportable
gravedad que motivaran la presión internacional sobre nuestro Gobierno.
Para nosotros, el Servicio de Información de la Guardia Civil (SIGC) de la Comandancia de
Guipúzcoa, y para los demás Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, era un formidable desafío;
habíamos asumido la responsabilidad de que el normal desarrollo de aquellos acontecimientos de
resonancia mundial, dada su importancia, descansaba, dependía de nuestro trabajo y esfuerzo.
Y de eso trata el relato de Zuloaga, pero con un ritmo, con un estilo tan directo y preciso que otra
vez he sentido la angustia, el agobio y la ansiedad que me producía cada operación que
desarrollábamos contra la banda terrorista, desde su principio hasta su fin.Y siempre eran más de
una las que el SIGC llevaba a cabo simultáneamente. De nuevo he convivido con aquellos
formidables hombres que componían el Servicio de Información y he compartido con ellos la
esperanza al conseguir un dato con apariencia de fiabilidad sobre miembros de ETA, el esfuerzo
de la investigación, su trabajo de día y de noche, sus temores, sus frustraciones ante el error
involuntario. He soportado el peso de la decisión, cuando la pesquisa parecía haber llegado a su
fin, la tensión asfixiante de la intervención y, en ocasiones, la explosión jubilosa del éxito, tan
efímero, siempre oscurecido por el drama del atentado, por la pérdida de una vida.
En el realismo del texto, el lector se verá a veces involucrado en la acción y no como mero
observador a distancia, pudiendo con asombro descubrir los sentimientos de unos y otros, sus
errores y aciertos, sus riesgos y el tremendo peligro que ronda en ese juego de la vida y de la
muerte que es la lucha antiterrorista.
A mitad de la década de los ochenta conocí a Jesús María Zuloaga. Periodista de olfato fino,
perseguía la noticia hasta la extenuación y el agobio, al frente de un formidable equipo, entonces
en el diario ABC y, más tarde, en el de nueva creación, La Razón. Examinaba minuciosamente el
lugar de los atentados, casi como hacíamos nosotros, y cómo y contra quién se habían cometido,
llegando a adquirir un importante conocimiento sobre los integrantes de la organización
terrorista, su encuadramiento, sus procedimientos, sus motivaciones. verdaderamente admirable.
La precisión con la que situaba a sus militantes en los distintos aparatos rivalizaba con nuestros
esquemas de trabajo.
En más de una ocasión admiré su capacidad de análisis y, en mis contactos con los jefes de
policía de Francia, no era raro observar, entre sus documentos, artículos y organigramas sobre
ETA recortados de periódicos españoles con la firma de Jesús María Zuloaga.
Bien sé que la lectura de este libro no defraudará a nadie, sobre todo a aquellos que de una u otra
forma protagonizaron los hechos que describe, que van subiendo en intensidad hasta aquel
servicio de Bidart de marzo de 1992, el mayor golpe jamás asestado a ETA, que ya nunca fue la
misma. Lo que vino después fue otra cosa. Retrata Zuloaga con gran maestría el personaje de un
colaborador y encuentra con irrefutable lógica las verdaderas razones de su comportamiento, así
como el desgarrador conflicto social, político y humano en el que vive dejando claras y nítidas su
humanidad y su grandeza.
En definitiva, un libro cálido que describe con gran acierto una etapa del grave problema que aún
tiene España. Con un lenguaje lleno de imágenes, casi cinematográfico, trepidante, refleja una
fase del devenir de la lucha contra ETA.
Hoy, mayo de 2006, una nueva esperanza ha vuelto a tomar cuerpo en la sociedad española con
la declaración de 'alto el fuego permanente' de la organización. Hago votos por que esta vez sea
la definitiva y un aire de libertad se asiente en la vida española. Esta obra contribuirá, en ese
caso, a que la memoria mantenga la dignidad de un pueblo y de unas gentes que supieron hacer
frente a aquella amenaza de la forma que tan formidablemente describe el autor.
(Enrique Rodríguez Galindo. Mayo de 2006).
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