archivo de la real chancillería de granada historias de hidalgos en la w EDICIÓN AL CUIDADO DE DAVID TORRES IBÁÑEZ GRANADA 2011 © DE LOS TEXTOS SUS AUTORES Y ARCHIVO DE LA REAL CHANCILLERÍA DE GRANADA TRES HISTORIAS DE HIDALGOS EN LA w3 CONSEJERÍA DE CULTURA Archivo de la Real Chancillería de Granada JUSTIFICACIÓN El tratamiento archivístico de la documentación judicial producida por los órganos del Antiguo Régimen, resulta a priori una tarea ardua y árida. Al poco tiempo de adentrarnos en su descripción, advertimos la redundancia de fórmulas y lo enrevesado de la prosa legal, que nos exige la máxima concentración que nos permita seguir la evolución del proceso. Pero también comprobamos la riqueza de la información que contienen las fases probatorias y los documentos textuales aportados; aquí se encuentran también dibujos y objetos, que como pruebas de convicción se han incluido entre los pliegos para mejor entendimiento y discernimiento del tribunal. El relato fidedigno de los hechos que se enjuician, las declaraciones de los testigos, o de aquellos vecinos que siempre vivieron en el lugar y que conocieron a los litigantes “por voz y por vista”, nos descubren los aspectos más escondidos de la vida cotidiana, que aunque ajenos al pleito, nos acercan a las vidas y a los sentimientos, e incluso al imaginario de las gentes de estos siglos. La emoción de los hechos contenidos en estos legajos ―por aquello de que nada de lo humano nos es ajeno―, y el interés que nos despiertan estas historias legendarias, deben ser compartidos. Es por lo que presentamos ahora, una serie de historias, seleccionadas por su curiosidad, de los pleitos de hidalguía del fondo de la Real Audiencia y Chancillería, para subirlas a la Red (w3) en la página de nuestro Archivo, con la esperanza de que sean del agrado de aquellos curiosos que navegan en los mares de la Historia. tercera HISTORIA PÉRDIDA, DESTRUCCIÓN E INVENCIÓN: LOS DOCUMENTOS PROBATORIOS EN LOS PROCESOS DE HIDALGUÍA Clara Almagro Vidal Probar ante un tribunal o cualquier otra autoridad que lo que uno afirma es cierto ha sido siempre un problema. Esto se hace muy presente en los pleitos que se dirimían sobre la hidalguía de los individuos en el siglo XVI, en los que, aunque generalmente se daba credibilidad a las afirmaciones de los testigos, era muy recomendable también tener pruebas documentales que certificasen la condición de hidalgo de los individuos. Estos documentos, ya sean reales provisiones ejecutorias de hidalguía, privilegios de caballería o de hidalguía u otros tipos similares, tenían gran valor para sus propietarios, podían estar ricamente decorados con las armas de la familia y estar redactados sobre pergamino, aunque también se podían emplear otros materiales, y solían ser preservados con gran cuidado por sus dueños, ya que constituían un testimonio de su condición y podían significar en muchos casos la diferencia entre una sentencia dictada a favor o en contra de su causa. Además, no era extraño que el poseedor de dicho documento lo enseñara y leyera a sus vecinos y amigos, como muestra de su honor y valía. Estos documentos eran elementos valiosos y frágiles, que podían perderse con relativa facilidad en robos, incendios, batallas o incluso por maquinaciones de los señores de las villas, que veían de ese modo una forma de quitar privilegios a sus vasallos. Igualmente, podían ser manipulados para que su contenido fuera más favorable a la parte implicada. Una vez desaparecidos, dañados o alterados, resultaba enormemente difícil reponerlos en su contenido original, puesto que no siempre existía un registro de los documentos reales o concejiles con el que comparar o del que se pudiera sacar otra copia. Los hidalgos, preocupados porque sus privilegios no se perdieran o fueran robados, llegaban a grandes extremos para conservarlos. Las copias en su poder solían realizarse en pergamino, material más resistente que el papel y los sellos a ellos unidos por cintas de seda de distintos colores acostumbraban a conservarse en una caja de madera. Además, solían guardarlos en sus casas en lugares protegidos tanto de las inclemencias como de posibles robos. Los pleitos de hidalguía conservados en este archivo proporcionan numeras anécdotas sobre el devenir de algunos de estos documentos que ilustran tanto la importancia que tenían para sus poseedores como la fragilidad de los mismos y de su contenido. Las precauciones tomadas por los dueños de los documentos para conservarlos, aunque lógicas llevaron en ciertos casos a que los descendientes del poseedor de dicho privilegio no pudieran beneficiarse de ellos pues, muerto éste, no lograban localizarlos. En ocasiones, sólo la casualidad hacía que salieran a la luz, como es el caso de Juan Bernáldez “el de las Ovejas”, quien afirmaba que no había podido disfrutar de la exención implícita en el privilegio de caballería concedido a su padre por Juan II, porque dicho documento había estado en posesión de su hermano mayor, fallecido en la batalla de Las Lomas sin dejar dicho dónde había dejado guardado el privilegio, por lo que no pudieron hallarlo. Sólo años más tarde, al realizar una mudanza en la casa, lo encontró una criada en un agujero de un sobrado de la casa, junto con otros papeles de interés, y pudo dicho personaje iniciar un pleito para que se le guardasen las exenciones que le eran debidas. En ciertas ocasiones eran la mala suerte o el descuido de terceras personas los causantes de la pérdida de tan importantes documentos. Se conservan en los pleitos de hidalguía varios casos en los que los litigantes o sus ascendientes habían dado sus privilegios a determinados individuos para que fueran confirmados y cómo éstos se habían perdido en el proceso, sin que aparentemente hubiera mala intención en el acto. Por otra parte, estos valiosos documentos podían ser destruidos accidental o intencionadamente por terceros. Un ejemplo muy interesante sobre este último tipo de acciones, relatado en uno de los procesos de hidalguía conservados en este archivo, es el llevado a cabo por el señor de la villa de Puebla de Alcocer (Badajoz), quien engañó al abuelo de Rodrigo Díaz y a los restantes hidalgos de la villa para que le dieran sus privilegios de hidalguía, con la excusa de saber quiénes estaban exentos ,y los quemó para de este modo evitar que se pudieran acoger a ellos en el futuro para hacer valer sus preeminencias. También bajo el fuego se perdió el privilegio de Gil Martínez Amador, vecino de Quesada (Jaén), aunque en este caso fue robado y quemado por los moros de Baza en una incursión en la que incendiaron además su casa, sobre lo cual se le oyó decir que más le pesaba la pérdida del privilegio que la de todas sus otras posesiones. Las rencillas personales también podían influir en la destrucción de documentos. Así, se conoce un caso en el que el tío de un litigante llamado Pedro de Reolid había quemado el privilegio de caballería de su sobrino por rencillas que tenían entre ellos y resentimientos del tío porque él no había ganado la dicha caballería. Asimismo, hay más de un caso en el que se plantearon disputas sobre la propiedad física de dichos documentos, que eran presentados una y otra vez ante la Real Chancillería como testimonio de la hidalguía de distintos parientes de quien ganó dicho documento. Otras veces era más bien una falta de cuidado por parte de los depositarios del documento lo que estaba detrás del extravío del mismo. Tal sería el caso del privilegio concedido por Alfonso X a la familia Rendón, el cual, a principios del siglo XVI había sido empeñado a cierto individuo a cambio de dinero. Seguramente en su momento los Rendones no dieron mayor importancia al hecho, pero con posterioridad se planteó un pleito porque dicho personaje, aprovechando las circunstancias, se había cambiado el apellido y él y sus descendientes se estaban aprovechando indebidamente de dicho privilegio, con todos los problemas que eso acarreaba. En el extremo contrario de la casuística, encontramos cómo la importancia dada a los documentos escritos en ocasiones llevaba a la falsificación parcial o total de los mismos. También en este respecto los pleitos de hidalguía ofrecen numerosos ejemplos sobre este tipo de invenciones o alteraciones que podían hacerse sobre padrones, privilegios, testamentos y cualquier otro tipo de documento que pudiera ser empleado para demostrar la causa en cuestión. Estas acciones pueden haber dejado huella en los procesos por protestas realizadas directamente dentro de los propios pleitos por la parte contraria, por testimonios orales de personas que estaban presentes cuando se llevaron a cabo las modificaciones, o de forma indirecta en el mismo texto conservado de los documentos. Este último caso se percibe claramente en el traslado del testimonio de caballería de Juan Lucas, padre de Andrés Lucas, presentado en el pleito que éste último sostuvo con el concejo de Arroyo de San Serván (Badajoz), en el cual el escribano anotó en el margen del mismo que el documento estaba alterado o roto en puntos muy significativos del texto, en concreto lo relativo a cómo los descendientes de quien había recibido la caballería podían beneficiarse de la misma, punto que fue muy disputado en la probanza de dicho pleito. En definitiva, estas anécdotas son ilustrativas de la importancia que se dio a lo largo del tiempo a los testimonios escritos como pruebas en los procesos judiciales, pues no sólo su mera presentación sino también su credibilidad podían inclinar la balanza a favor o en contra del litigante que en ellos apoyaba su causa. 1516, febrero 22. Granada. Traslado de la real provisión de Fernando el Católico expedida en Murcia, el 6 de agosto de 1488 por la que confirma la caballería concedida a Juan Lucas en Málaga el 13 de septiembre de 1487. ES.18087.ARCHGR, 001RACH//Caja 5110, pieza 1 LA TERCERA ENTREGA DE 3 HISTORIAS DE HIDALGOS EN LA w3 SE SUBIÓ A LA PÁGINA DEL ARCHIVO DE LA REAL CHANCILLERÍA DE GRANADA EL DÍA 1 DE NOVIEMBRE DE 2011 archivo de la real chancillería de granada Plaza del Padre Suárez, 1 18009 Granada www.juntadeandalucia.es/cultura/archivos/