Revista Alma Histórica Juan Egaña… ISSN: 0719-1537 Juan Egaña Risco: Revolucionario, Conservador y Educador Juan Egaña Risco: Revolutionary, Conservative and Educator. Roberto Díaz Jara♦ Universidad de Chile/Universidad de Santiago Resumen: El presente artículo es una revisión bibliográfica acerca de Juan Egaña Risco. Se revisan distintos enfoques de su vida, su pensamiento político-filosófico, sus vivencias en torno al proceso de emancipación de Chile, su formación intelectual y su obra y legado a principios del siglo XIX, que es una de las más importantes del naciente Chile Republicano Palabras Clave: Independencia, Educación, Emancipación, Juan Egaña Risco, Siglo XIX. Abstract: The present article is a bibliographical review brings over of Juan Egaña Risco. There are checked different approaches of his life, his political - philosophical thought, experiences concerning around the process of emancipation of Chile, intellectual formation and his legacy at the beginning of the 19th century, which is one of the most important of the nascent Republican Chile Keywords: Independence, Education, Emancipation, Juan Egaña Risco, 19th century. Página | 53 Roberto Díaz Jara R.E.A.H. Vol. 1, N°1, 2012 "Si Alguien me hubiese demostrado que Cristo está fuera de la verdad, y si estuviera realmente establecido que la verdad está fuera de Cristo, hubiera preferido quedarme con Cristo antes que con la verdad" Fedor Dostoyevski. Introducción Una independencia no solo se logra en el plano militar, sino también en el intelectual. Toda idea de libertad tiene que estar cimentada en un plano ideológico – político, de otra forma camina al más rotundo fracaso. La emancipación chilena no estuvo ajena a esta dinámica de la historia, detrás de los grandes nombres de José Miguel Carrera y Bernardo O’Higgins, por nombrar a los más famosos próceres, estuvo la mano de importantes intelectuales como Manuel de Salas, Fray Camilo Henríquez, entre otros, quienes otorgaron el marco jurídico – político a la revolución, en otras palabras, dieron el sustento ideológico necesario para justificar la destrucción del Antiguo Orden institucional y la creación de uno nuevo, en este caso la Republica. Muchos de estos iniciadores del pensamiento chileno han sido poco estudiados por los académicos e historiadores en general, que han otorgado su tiempo e investigación para dilucidar las causas de la independencia más que para indagar sobre los formadores de las instituciones. Observando esta carencia y para tratar de subsanar en algo este interesante punto, es nuestro deseo el escarbar en el pensamiento político de una de esas figuras que están entre bambalinas en el gran teatro de la emancipación, nos referimos ha Don Juan Egaña Risco1, conocido universalmente en la historia, para su infinita desgracia, como el creador e ideólogo de la constitución “Moralista” de 1823 2, y digo para su desgracia, ya que ésta es la obra más caricaturizada de sus creaciones, claro está, que la caricatura suele estar dibujada por aquellos que menos conocen la susodicha obra jurídica. En este punto es importante mencionar el profundo y erudito texto del P. Walter Hanish, S. J “ La filosofía de Don juan Egaña”, publicado en 1967. 2Bernardino Bravo Lira, "Walter Hanish Espíndola S.I: La Filosofía de Don Juan Egaña", En: Historia Nº4, (Santiago 1965), 328-330 1 Página | 54 Revista Alma Histórica Juan Egaña… ISSN: 0719-1537 Formación intelectual y Política. Juan Egaña es por definición, si se puede definir a un hombre en su esencia, un idealista empedernido, que tenía plena conciencia de la realidad que lo rodeaba, y por ello deseaba cambiarla para lograr la felicidad del hombre en la tierra. Sería un utópico, como lo comprendió Santo Tomás Moro, al decirnos que el ideal de la ciudad de los “utopos” no es que no sea realizable en la tierra, como muchos lo han definido, sino que existe en la tierra un lugar donde un estado perfecto se puede llevar a cabo. Así lo comprendió don Juan Egaña que, a través del proceso emancipador, creyó ver una tierra virgen en donde todo sería nuevo, y por ello puso todo su talento para la concreción de este estado perfecto en Chile. Este atípico chileno pertenecía a esa rara elite intelectual criolla, que logró gracias a las circunstancias de su cuna y a su esfuerzo personal construir para sí un gran conocimiento intelectual. Don Juan Egaña ha pasado a la historia como el primer literato nacional por su obra ficción “Cartas Pehuenches”, pero también por ser un pensador en materias tan diferentes como la filosofía, el derecho, la historia y la sociología3. De hecho su obra completa está cruzada por todas estas disciplinas al mismo tiempo, por esta razón la hace única y compleja de estudiar. Don Juan Egaña, como buen intelectual que es, posee una rica y muy variada obra, que se extiende desde los planos de la narrativa como el género novelesco hasta los escritos filosóficos. Conocemos muy bien la obra de este limeño gracias a que él tuvo a bien recopilar y editar lo más selecto de su obra en Inglaterra y Francia. A esto debemos decir que muchos destacados historiadores se han abocado al estudio y recopilación de la obra egañiana, como el gran trabajo que realizo don Raúl Silva Castro, quien logro recopilar y poner en orden los papeles dispersos, realizando una magna obra al editar las cartas, escritos, ensayos, entre otros. Finalmente, y quizás más importante que lo anterior, fue el trabajo de análisis de la obra de Juan, realizado por el historiador Walter Hanisch Espíndola S.J., excepcional trabajo que logra dilucidar las ideas de este gran pensador chileno – peruano. La familia de Juan Egaña fue la típica colonial con grandes ínfulas de nobleza y riqueza. Su padre, don Gabriel José de Egaña y Marín, se caracterizó por ser un próspero hombre de negocios de la ciudad de Santiago, quien, como buen especulador, se asienta en Lima por la época en que ésta era el centro del comercio y la cultura del Pacifico Sur, para 3 Bernardino Bravo Lira, "Walter Hanish…” p 164 Página | 55 Roberto Díaz Jara R.E.A.H. Vol. 1, N°1, 2012 luego unirse en una alianza matrimonial con una rica y muy tradicional familia limeña, desposando a doña Josefa Risco, siguiendo la vieja tradición de los hombres de negocios de Chile. Gracias a tan bendecida cuna, don Juan Egaña pudo participar de la mejor instrucción a la que pudiera optar un joven de la época en la capital del Virreinato del Perú. Su primer colegio fue el aula del Doctor Aguiero, lugar en el que tomó sus primeras nociones de Gramática de la mano de los grandes clásicos greco - romanos. Luego continuó su formación intelectual en el muy prestigioso colegio Real Seminario de Santo Toribio de Lima. En este establecimiento se encontraba la elite del profesorado limeño, encabezado por el doctor Baltasar Jaime Martínez de Compañón, un extraordinario catedrático que introdujo importantes trasformaciones en el programa de estudio del colegio, trasformaciones que apuntaban a una sólida formación en el nuevo espíritu científico de la “época de las luces” por un lado, y a la introducción del pensamiento ilustrado por otro. Debemos mencionar que la época en que estudió Egaña en Lima era una ciudad que estaba viviendo una efervescencia cultural de enorme relevancia al alero de las políticas de Carlos III y su favorito Floridablanca4. Una vez que terminó sus estudios en el colegio, ingresó a la universidad Real de San Marcos, que por aquella época se consideraba la mejor de Sudamérica. En esta casa de estudios, cursó Derecho y Filosofía, y tal fueron sus capacidades que terminó obteniendo el grado de Bachiller en cánones y leyes. Su deseo más íntimo era seguir sus estudios en la península, lugar que lo atraía con una gran fuerza de gravedad, y no era para menos, puesto que ahí se encontraba el dramaturgo Leandro Fernández de Moratín, además del jurista y escritor Gaspar Melchor de Jovellanos, entre otros. Pero sus deseos se vieron frustrados por dos episodios, su protector y amigo de la familia don Francisco Antonio Moreno, Regente de la Real Audiencia, falleció, esto último complicó su estadía en la península. El segundo episodio fue su matrimonio con la joven Victoria Fabres González, estos dos hechos hicieron que reconsiderará su partida y decidiera quedarse en Chile. Cuando llegó a la ciudad fundada por Pedro de Valdivia, el joven Egaña tenía ya una gran cultura, se le consideraba un verdadero poliglota, dominaba el latín, francés, inglés, castellano, italiano y quechua. La capacidad de don Juan Egaña era tal en los idiomas que, por ejemplo en latín, escribió discursos como por ejemplo su "ensayo de una gramática latina acomodada a las reglas de la sintaxis castellana". Por su gran deseo de 4 Bernardino Bravo Lira, "Walter Hanish…”p 167- 168 Página | 56 Revista Alma Histórica Juan Egaña… ISSN: 0719-1537 aprender esto no detuvo el ímpetu intelectual del joven Juan, que ya por la época era considerado un devorador de libros “Su pasión por la lectura le había permitido ensanchar considerablemente sus conocimientos, y asimilar muchas de las doctrinas de los escritores modernos" 5. Por este motivo no tuvo ninguna dificultad para matricularse en la Universidad Real de San Felipe, donde terminó de licenciarse en leyes y doctorarse en filosofía. Entre los muros de la vieja universidad real se despertó su pasión por los clásicos griegos y latinos6 que de joven lo atraían muy animado, a tal punto en transformarse en uno de los grandes retóricos de la época. Además de su pasión por el mundo helenista, también demostró un interés por aquellas culturas exóticas para la época, como China y la India. Después de graduarse, influenció sobre las autoridades universitarias para crear la catedra de “retórica”, que como es de suponer cayó en sus manos. Este fue un tiempo de arduo trabajo. Sus días se iniciaban con clases en la Universidad y particulares, para luego dedicar algo de tiempo a la minería. Como el esfuerzo físico e intelectual fue tan grande enfermó gravemente, debiendo retirarse a su casa del “Bajo” ubicada en la pequeña ciudad de paso de Melipilla, aquí sumergido en una vida bucólica y contemplativa logro reponerse. En estos parajes de campo junto a su biblioteca crió a sus hijos y escribió las obras más importantes durante la Patria Vieja7. Mientras cumplía sus labores docentes, se inició el proceso de emancipación, en el que Don Juan desde el principio comprendió la importancia que tenía, por lo tanto, participó activamente. Durante la primera Junta de Gobierno no se conoce antecedentes de participación directa, pero conociendo su ímpetu posterior y su gran labor en materia jurídica y política, no podemos más que suponer que el día 18 de septiembre estuvo en la cesión del Cabildo Abierto y que fue un partidario de la formación de la Primera Junta de Gobierno, que tenía la clara y objetiva misión de defender los derechos de Fernando VII8. A partir de la formación del Primer Congreso Nacional, su participación fue mayor, ya que logró un escaño en este primer cuerpo legislativo y de gobierno de Chile al ser electo diputado por la ciudad de Melipilla. Su acción política no sólo se suscribió a la política activa del debate, sino que se unió a la lucha ideológica que, por entonces, comenzaba a tomar vuelo, colocándose al servicio del partido de los “Constitucionalistas”, 5Barros Arana, Diego. Historia General de Chile, Tomo VIII. (Editorial Universitaria. Santiago. 2002), p. 176. Cruz, Nicolás. El surgimiento de la educación secundaria publica en Chile, 1843 – 1876. (ediciones DIBAM. Santiago.2003.) p 9 7 Bernardino Bravo Lira, "Walter Hanish…” p 175-176. 8 Eyzaguirre, Jaime. Ideario y Ruta de la Emancipación Chilena. (Editorial Universitaria. Santiago. 1996), p 111. 6 Página | 57 Roberto Díaz Jara R.E.A.H. Vol. 1, N°1, 2012 en donde su pluma, que era su más eficaz arma, servirá para escribir los primeros aportes jurídico – políticos del naciente estado. El Congreso creó una comisión “constitucionalista” con la intensión de que redactara un documento en donde quedara clarificada las intensiones de este cuerpo administrativo, esto con el fin de alejar peligros y malas interpretaciones que ya se comenzaban a sentir entre los círculos realistas. Juan Egaña, junto a Manuel de Salas, Joaquín Larraín, Agustín Vial y Juan José Echeverría fueron comisionados para redactar una “Constitución” precedida por una declaración de principios que llevaría el pomposo titulo de “Declaración de los derechos del pueblo chileno”. “Declaración de los derechos del pueblo chileno” Detengámonos un poco en este primer escrito de Juan Egaña para comprender mejor la evolución de su pensamiento. El limeño, al igual que gran parte de los jóvenes que habían pasado por algunas de las aulas universitarias coloniales, poseía una sólida formación en la vieja tradición jurídico – española sostenida en la idea del derecho natural y en una vasta teoría del derecho que pasaba por San Isidoro de Sevilla, las XII Partidas del muy sabio Alfonso X, hasta los grandes tomistas como los dos Franciscos, Vitoria y Suarez, entre otros tantos. En el citado documento de la “Declaración de los derechos del pueblo chileno” se puede observar en su artículo primero: “los hombres nacen iguales, libres e independientes; que aunque para vivir en sociedad sacrifican parte de su independencia natural y salvaje, pero ellos conservan y la sociedad protege su seguridad, propiedad, libertad e igualdad civil” que la construcción completa del artículo se basa en la idea jurídico – tomista de que la soberanía radica en el pueblo, que está constituido por hombres libres, o sea, que pueden ejercer voluntaria y racionalmente su derecho a ejercer su soberanía, ya sea a través del monarca legitimo o la creación de un gobierno que permita mantener el orden establecido. Se puede observar, por tanto, una fuerte reivindicación del derecho del pueblo a participar de la política, desafiando abiertamente las tesis absolutistas que tanto habían intentado imponer Carlos III y su inútil hijo Carlos IV. Dentro del artículo hay solo un elemento que no pertenece a la idea del derecho hispano, nos referimos al término “salvaje”, que es propio de la filosofía política de la ilustración. Sabemos que las obras de Rousseau, Montesquieu, Diderot, entre otros, no eran Página | 58 Revista Alma Histórica Juan Egaña… ISSN: 0719-1537 de dominio público y masivo, pues existía una prohibición en el index para las obras de estos autores en cuestión. Pero a nivel privado algunos pocos letrados tenían acceso a estos escritos como Manuel de Salas, que después de su estancia en Madrid trajo consigo la “Enciclopedia”9. Es cuestión casi probada que Juan Egaña tuvo acceso a estos libros ilustrados, ya sea porque algún buen amigo se los haya prestado o él los adquiriera. Ahora bien, es bueno dejar en claro que esta influencia fue más bien limitada, porque solo marcó algunas ideas muy puntuales de estos intelectuales. Con respecto a este último punto es muy interesante lo que nos dice Walter Hanisch “A lo más podemos decir que conoció a los autores, pero que no penetró su pensamiento o no quiso hacerlo, porque sus ideas eran otras. La misma tardía aparición de la Enciclopedia en sus lecturas no deja de ser curiosa y mucho más el aprovechamiento de la obra, que se refiere a puntos demasiado accidentales. Otra cosa que hay que decir es la persistencia de sus ideas, que permanecen iguales a través de un período harto largo y el más importante de su vida de escritor”10 . Anteriormente a esta obra, Juan Egaña escribe por orden del Congreso Nacional unas “Reflexiones sobre el mejor sistema de educación que puede darse a la juventud de Chile”, en esta misma línea escribe un artículo en la Aurora de Chile denominado “Discurso sobre la Educación”. Como un hombre de profundas ideas sobre educación intervino en la creación del Instituto Nacional, que se pensó como la base de la estructura intelectual chilena. La educación, don Juan la expuso como la única forma concreta de crear una sociedad ilustrada, con un fuerte espíritu de conciencia sobre libertad y la idea de una moral clara y recta. En términos simples crear al hombre nuevo de una nación nueva. Con las sucesivas derrotas de las fuerzas hispanas a manos de los ejércitos napoleónicos en la península y la repatriación de muchos americanos que combatían en España como José Miguel Carrera, la idea de un gobierno independiente se comenzó a ver con más claridad. Los chilenos leales en su mayoría al rey y al orden establecido no iban a aceptar un monarca impuesto ilegítimamente, esto por un lado, mientras que las ideas liberales y jurídicas de la tradición hispana comenzaron a calar cada vez más hondo, destruyendo los conceptos del derecho divino de los reyes sostenido por las ideas absolutistas y la dinastía de los borbones. 9 Eyzaguirre, Jaime. Ideario y Ruta… p72 Eyzaguirre, Jaime. Ideario y Ruta… p 193 10 Página | 59 Roberto Díaz Jara R.E.A.H. Vol. 1, N°1, 2012 Su vida e torno a la emancipación y su función o ideario educador. Don Juan actuó activamente en esta idea y por esto participó en la redacción de la Constitución de 1813, que dejaba en claro el derecho de los ciudadanos chilenos a ratificar a través de la autoridad del Congreso o del sistema de gobierno que estuviera ejerciendo el poder legítimamente el aceptar a la persona del rey como soberano. Pero la obra de Egaña, en este período, no se limitó solamente a la redacción de textos de orden jurídico, sino que fue más allá. Don Juan Egaña, como buen educador innato, se dio cuenta cabalmente que la ignorancia y la falta de información son las grandes enemigas de cualquier sistema de gobierno que se sostenga por el derecho soberano y popular, por esta razón se entregó con gran ímpetu y optimismo a la redacción de la Aurora de Chile y la impartición de clases en el instituto Nacional junto a sus grandes amigos fray Camilo Henríquez, Manuel de Salas, entre otros. La derrota de las fuerzas patriotas en el mítico sitio de Rancagua y la posterior huida en desbandada de estas fuerzas, trajo como consecuencia para los patriotas la persecución por parte de las fuerzas victoriosas de los realistas. Durante el gobierno del Brigadier Casimiro Marco del Point se le abrió proceso en el Tribunal de Vindicación, en éste se le encontró culpable de traición y fue desterrado junto a su hijo Mariano al archipiélago de Juan Fernández. Estos días fueron los más oscuros y aciagos de su vida, encerrado en las soledades de la isla grande de Juan Fernández, lejos del hogar y con sus bienes requisados, es decir, con su familia en la más absoluta inopia, todo el mundo de posibilidades entregado por los primeros tiempos del movimiento constitucionalista se vinieron abajo. La estancia en la isla fue particularmente atroz para los patriotas, personas acostumbrada a un cierto nivel de vida y comodidad fueron reducidas a las peripecias de Robinson Crusoe, pero con un ingrediente que la hacia aún más salvaje, el hecho de ser real y no una ficción. Se debe agregar a esto el hecho de ser prisioneros. Los prisioneros se debieron acomodar en las cuevas húmedas y frías de la isla con una cantidad limitada de alimentos y con una capacidad de movimiento muy restringido, más aún si se tiene en cuenta la paranoia de las autoridades penales, que siempre creían ver un espectacular y costoso rescate de los prisioneros a través de navíos ingleses, norteamericano o incluso franceses, cosa que nunca sucedió por cierto, ya que nadie estaba dispuesto a realizarlo por estos pobres infelices idealistas. Página | 60 Revista Alma Histórica Juan Egaña… ISSN: 0719-1537 Este episodio desolador marcó las ideas políticas de Juan Egaña profundamente, pues pasó de ser un optimista patriota constitucionalista, firme defensor de los derechos del rey, a un opositor de la monarquía. Durante su estancia en la isla, realiza un descarnado relato de sus vivencias en esta. El relato que escribe don Juan está salpicado con ideas estoicas con respecto al sufrimiento y la injusticia, colocando por encima de estas últimas la idea cristiana de la aceptación del sufrimiento como forma de redención, se puede decir que el objetivo del limeño no es solo contarnos una triste historia de vida, sino que desea a través del acto vivencial educar al lector en las grandes virtudes universales del hombre. El libro recibió un largo, pero muy aclarador titulo: “El chileno consolado en los presidios o filosofía de la religión: Memorias de mis trabajos y reflexiones escritas en el acto de padecer y de pensar”. Por lo antes dicho, se puede considerar estas memorias como un magnifico tratado de moral práctica.11 En 1817 es puesto en libertad, después del triunfo de las armas patriotas en la batalla de Chacabuco. El nuevo gobierno patriota, encabezado por Bernardo O’Higgins R. tenía una titánica tarea al frente, nada menos que la construcción literalmente de un Estado, por esta razón, el Director Supremo echó mano a todos los hombres de letras e intelectuales que tenía el país. La primera acción del nuevo gobierno republicano fue restaurar todas aquellas instituciones fundadas durante la Patria Vieja, las cuales regresaron en gloria y majestad, además junto a las instituciones volvieron los hombres que le dieron vida a ellas, es así como don Juan Egaña toma un papel importante en la enseñanza en el Instituto Nacional y en la formación humanista y científica del alumnado. El limeño era un hombre que tenía una profunda admiración por la historia y la cultura greco – latina, creía que ella era la base de la cultura Occidental, junto con las Sagradas Escrituras, por esta razón le da mucha fuerza al estudio de los clásicos latinos, como Cicerón, Tito Livio, Séneca, entre otros. Esta idea de la formación clásica de los estudiantes, no podemos relacionarla con el período en que le todo vivir a Juan Egaña, muy por el contrario, debemos relacionarla, más bien, con su espíritu intelectual y avanzado, ya que como en la actualidad, la educación estaba más enfocada a las “necesidades” del momento. En la actualidad don Juan, al igual que Gabriela Mistral, Doris Lissig, entre otros, nos recomendaría que volviéramos los ojos más a la formación intelectual de los estudiantes, antes que a fomentar sus habilidades, puesto que pronto tendremos un ejército de habilidosos hombres, pero profundamente ignorantes. 11Egaña, Juan. El chileno consolado en los presidios, o, Filosofía de la religión. (Impr. Española de M. Calero. Londres. 1826) Página | 61 Roberto Díaz Jara R.E.A.H. Vol. 1, N°1, 2012 Las clases de Juan Egaña apuntaron desde el principio a educar a la elite criolla en los valores profundos de los ideales de la república. Para Egaña una buena formación intelectual e íntegra iba de la mano en dos vías. En primer lugar de una sólida formación intelectual, sostenida por las artes y letras; y en segundo lugar, una vía sostenida por las ciencias duras. Como era un hombre que le gustaba predicar con el ejemplo, se volvió un aficionado las ciencias naturales. Por aquellas cosas de la vida y con relación a esto último, se hizo dueño de la hacienda de Peñalolén 12.Como don Juan distaba mucho de ser un agricultor, arrendó estas tierras y después de su estancia obligada en Juan Fernández, volvió a arrendar su hacienda, dejando reservada para él unas dieciocho cuadras aproximadamente, las cuales fueron destinadas para jardines y casas. A este idílico lugar denominó “Quinta de las Delicias”, haciendo una clara alusión a la casa de campo que tenía Voltaire en el lago Ginebra. Como el fanatismo del buen francés era mayor que su ego personal, cambio en nombre de la propiedad que se llamaba Sur-Saint-Jean, debido a que tenía el nombre de un santo y le colocó el de “Las Delicias”, "…porque nada hay más delicioso que ser libre e independiente". En este lugar Egaña hizo construir un invernadero para cultivar todo tipo de plantas exóticas y así poderlas estudiar. Construyó una inmensa biblioteca con seis mil ejemplares traídos la gran mayoría por su hijo Mariano desde Europa. Con esto último don Juan podía dar rienda a sus estudios y, de esta manera, aumentar sus conocimientos geográficos, históricos, antropológicos y sociológicos. En las estancias de la “Ermita”, otro nombre que don Juan daba a las casas de Peñalolén se invitaba a lo más granado de la intelectualidad criolla, creando una atmósfera parecida a la de los grandes salones franceses del siglo XVII, es así como por las casas de Peñalolén desfilaron, por ejemplo, la exótica viajera Mary Graham, la muy distinguida e intelectual Mary Elisabeth Causten de Carvallo o el filosofo, gramático, lingüista y escritor Andrés Bello, quien incluso escribió un poema en honor a tan agradable lugar que titulo “Peñalolén”. El año de 1819 fue muy prolifero, porque este es el momento en donde don Juan cada vez más aficionado a la literatura da rienda suelta a este género y escribe sus famosas “Cartas Pehuenches”. Este libro tendría el honor de ser la primera novela chilena y se encuentra en el marco de este desenvolvimiento mágico e idealista de Juan Egaña. Son escritas en las postrimerías de la independencia de Chile, por tanto, posee todas las características de la novela indianistas de principio del siglo XIX en América que son: 12 La adquisición de la propiedad de Peñalolén esta finamente relatado por el historiador Walter Hanish Página | 62 Revista Alma Histórica Juan Egaña… ISSN: 0719-1537 antiespañolismo, exaltación a un pasado indígena idealista y optimismo ciego en un futuro grandioso13. Esta primera novela tiene una clara inspiración en el libro del marqués de Montesquieu “Cartas persas”. Don Juan, al igual que el ilustrado francés, construye una historia que tiene una doble finalidad, ser una crítica al antiguo régimen que es tildado de “el vil invasor” o “el insolente déspota”, de esta manera el limeño acuña toda su odiosidad en contra del gobierno español y a las políticas opresoras de este durante el período de la reconquista, por una parte, mientras que en segundo lugar construye un futuro esplendoroso para la nueva nación, construida a base de heroísmo y espíritu cívico. La trama se teje alrededor de dos personajes de la etnia pehuenche, un tal Milillanca, quien es El que escribe las cartas y Guanalcoa que hace las veces de receptor – lector de esta manera en palabras de Concha Meléndez: “Borrando de un trazo la tradición hispana, sólo quedaba la indígena, y ella volviendo con entusiasmo infantil los heroicos guerreros de la Independencia” 14. La segunda finalidad de las cartas es ser un medio pedagógico, una forma de adoctrinamiento a las nuevas generaciones de las bondades de la república y el crear una memoria viva – ideal basada en una moral natural de las acciones de los patriotas. La trama de la novela se reduce entonces a una apología de la emancipación de los altos ideales republicanos y la democracia liberal decimonónica. Sin embargo, en vuelta en esta apología de la independencia, encontramos el más rico pensamiento abstracto de las primeras décadas de nuestra vida independiente. Podemos ver que Don Juan está imbuido de un profundo pensamiento ilustrado cuando escribe estas cartas, en otras palabras, las ideas de los filósofos como Rousseau, Voltaire y otros constitucionalistas están presentes en su máxima expresión. Desde el principio del relato, se presenta esta idea, ya que los protagonistas son dos aborígenes, que representan seres incorruptos de la sociedad casi a un nivel natural. Estos hombres, por tanto, poseen la capacidad de la crítica imparcial, además de ser en cimiento para la construcción de una nueva sociedad sin los vicios de la anterior “La actual revolución de Chile tiene el objeto más justo y necesario que puede interesar un pueblo: es el mismo por el cual nuestra nación sostuvo más de doscientos años de guerra; su libertad é independencia de la tiranía española” Durante toda la obra, el autor realiza una relación entre la cultura indígena con la antigua Republica Romana y la Atenas Clásica, en otras palabra, va construyendo una simbiosis idealistas entre ambas con la idea clara de mostrar que la gesta de la Meléndez, Concha. La novela indianista en Hispanoamérica. (Libros de México, S.A. Ciudad de México. 1970.) P 69. 14 Meléndez, Concha. La novela indianista…P 69. 13 Página | 63 Roberto Díaz Jara R.E.A.H. Vol. 1, N°1, 2012 independencia había sido una digna epopeya, donde las virtudes naturales de los hombres afloraron con sus mejores colores, era una obra de un pueblo completo, el cual merece esta emancipación ya que al compararla con pueblos tan dignos de la antigüedad solo busca dignificar la lucha. El poder de ser independiente y guiarse solo “Los labradores de las provincias corren espontanea y precipitadamente á remplazar las filas del ejercito: el bajo pueblo, las mujeres y los niños se presentan en el campo de batalla”. La década de 1820 fue quizás el momento más glorioso y amargo a la vez de don Juan Egaña, porque por una parte colocaba su sueño en movimiento al redactar una Carta magna capaz de crear una república – utópica en acción, y por otro lado, se desplomaba este mismo sueño transformándose en una pesadilla real, ver como esa Constitución tan perfecta, tan noble y moral no podía llevarse a la práctica por la incapacidad de los hombres de luchar en contra de sus más bajos deseos. La constitución “moralista” de 1823. La Constitución de 1823 se le encargó a Egaña por el entonces Director Supremo don Ramón Freire y Serrano para dar estabilidad política al nuevo gobierno que se instauró después de la caída de Bernardo O’Higgins, claro está, que el Director Supremo jamás imaginó que aquel excepcional hombre de letras y ciencia que era don Juan escribiría una soberbia Carta Fundamental que se basaba en el hombre como ser abstracto, ciudadano de una polis de la Republica de Platón, más que de un país todavía en pañales. La inspiración de Juan Egaña fue múltiple, puesto que por un lado sacó ideas del mundo clásico, muy especialmente de los estoicos, de China y el Japón, donde profundizó en el buen orden y la estructura del poder y finalmente en las ideas católicas de los grandes juristas españoles, con ciertos tintes de ideas ilustradas para reforzar los puntos que él tiene. La Constitución fue muy extensa y minuciosa, incluso caía en redundancia, aunque esto no le quita para nada su estilo y gracia en la redacción. El régimen que proponía el limeño para Chile era el de un gobierno unitario y central, que estaría dirigido por un Director Supremo, quien duraría en su cargo cuatro años, pudiendo ser reelegido por otro periodo igual de tiempo. Para Egaña el jefe de estado encarnaba la grandeza del estado – república, por lo tanto, le otorgaba directa como tácitamente una serie de grandes virtudes, deberes y derechos. El poder legislativo quedó en manos de un Senado compuesto por nueve miembros que tenían tres funciones, estas son: legislar, fiscalizar y velar por la moral y el buen comportamiento de los ciudadanos. Los funcionarios del estado como ministros, gobernadores entre otros debían ser elegidos entre los <<beneméritos>>, esta lista era Página | 64 Revista Alma Histórica Juan Egaña… ISSN: 0719-1537 creada por el Senado, estos “hombres de bien”, eran constantemente vigilados en su conducta a través de un organismo llamado los “Consultores Nacionales”. A la Constitución se le agregaría un código de conducta moral muy detallado y específico para crear buenos ciudadanos y grandes hombres. Como se comprenderá esta Carta Magna no dura casi nada en funcionamiento, ya que, empezando por el gobernante, la actitud moral y cívica de los ciudadanos se alejaba mucho del idealismo de Egaña 15. Una asolada popular, dirigida por el propio Ramón Freire, pidió al Director Supremo, que era el mismo, que asumiera plenos poderes y que suspendiera la puesta en marcha de la Constitución. Al año siguiente el congreso ratificó lo pedido por el populacho de Santiago. Debemos mencionar que Don Ramón Freire nunca fue partidario de dicha Constitución. Después de su derrota frente a los realistas de Chiloé y a la continuación de la “Guerra a Muerte” en la frontera con el mundo mapuche, el Director se dio cuenta que estaba desfinanciado para ponerla en vigencia, en segundo lugar, percibió que él perdía muchos poderes frente al Senado, esto no fue del agrado de Ramón Freire, un hombre pasional y con tendencias claras a la concentración del poder como buen caudillo que era. Por esta razón, la asonada popular propiciada por elementos liberales fue muy del agrado de su persona. Su obra constitucional tuvo desde el primer momento feroces detractores, quizás por una falta de comprensión a una obra que era profunda, teórica y apuntaba a forjar al hombre nuevo: “al hombre de la independencia”. Los más ácidos y duros en sus críticas fueron los “pipiolos” o liberales quienes mostraron muy poco entusiasmo por la nueva carta fundamental. Decían que esta poseía una cantidad de disposiciones inoficiosas y extrañas a una verdadera constitución política, que era difícil implementar por las características que tenía, ya que no respondía a las aspiraciones liberales y democráticas que habían llevado a Ramón Freire al poder. Años más tarde, José Victorino Lastaría16, aquel genial hombre de letras y amante del positivismo francés, no solo ratifica las criticas de los liberales de la década del 20’ en contra de la constitución egañista, sino que el aumenta esta, realizando una verdadera caricatura de esta. Si observamos y estudiamos la crítica de este grupo político, podemos ver claramente de donde viene la idea que hasta la actualidad se tiene de esta Constitución. La injusticia realizada con esta Carta Fundamental es proverbial, tanto los historiadores, como los hombres del mundo del derecho se han quedado con la caricatura Eyzaguirre, Jaime. Fisonomía Histórica de Chile. (Editorial Universitaria. Santiago. 1994.) p 115 Es muy interesante leer al respecto la obra de José Victorino Lastarria llamada “Historia Constitucional del Medio Siglo”, publicada en la “Revista de los progresos del sistema representativo en Europa i América durante los primeros cincuenta años del siglo XI X” en la ciudad de Valparaíso. 15 16 Página | 65 Roberto Díaz Jara R.E.A.H. Vol. 1, N°1, 2012 de esta y no han deseado ahondar en ella, de hecho en los libros de educación media solo se nombra superficialmente, como una mera y simpática anécdota. Lo que no se tiene en cuenta es que esta Constitución fue la primera construcción real e inteligente de un verdadero ethos de nación, si consideramos que la batalla de Maipú confirmó que una fracción de los chilenos se sintiera parte del nuevo estado, además que cuando se proclamó esta nueva Carta Fundamental Chile estaba en una muy compleja posición, realistas en Chiloé y en las regiones de la Araucanía, cientos de buenos chilenos que aún añoraban los buenos años de la monarquía. Una lucha centrípeta entre las diferentes elites patriotas de las grandes ciudades como Concepción y Talca que no deseaban obedecer el poder central de Santiago, y un Director Supremo con más ínfulas de gran tribuno – dictador que hombre de estado. Por esta razón, antes de menoscabar la obra de Juan Egaña, se debe tener presente el cuadro completo antes de caer un una generalización alegre de un hecho tan profundo como lo fue la Constitución de 1823. El hecho que su Carta Magna no se pusiera en ejecución no provocó en Juan Egaña un sentimiento de aislamiento o de huida del mundo político contingente de su época, sino muy por el contrario siguió en la senda del trabajo publico desde su mejor palco, que era la pluma. Las graves discusiones que se fueron suscitando en el nuevo ordenamiento político de la década del 20 del siglo XIX llevó a Juan Egaña a entrar de plano en la discusión. El gran motivo de controversia fue la Iglesia Católica y su relación con el nuevo Estado – Nación. Tengamos en consideración que la milenaria institución religiosa tenía un poder e influencia gravitante en la sociedad de la época, más que mal había sido la fuente de la educación intelectual y moral durante trecientos años. Gran parte del engranaje administrativo pasaba por las manos de sacerdotes y en general de la curia, por esta razón, no se comprendía un estado sin la iglesia. La construcción del nuevo Estado en gran parte había sido posible gracias a una verdadera guerra civil interna en el seno de la Iglesia, que ha sido muy poco estudiada, por no decir nada, gracia a esto se pudo concretar en parte la nueva estructura de poder. El problema que surgió posteriormente a la formación del nuevo estado – nación fue su relación con la antigua y trascendente institución. La corona había tenido desde comienzos de la conquista de América el derecho al <<Patronato>>, el nuevo estado que se consideraba libre y rupturista con el antiguo poder realista, consideró que era heredero de este derecho. El segundo problema que se suscitó fue a raíz de que Chile como nuevo estado inició una fuerte relación económica con otros estados y personas que no compartían los mismos ideales y concepciones religiosas que Chile, aun más comenzaron a Página | 66 Revista Alma Histórica Juan Egaña… ISSN: 0719-1537 llegar a nuestra tierra cientos de personas de diferentes confesiones que deseaban una apertura para sus creencias. Es en este punto, donde la elite criolla se divide en dos alas que durante el siglo XIX, éstas serán eternas antagonistas, una liberal deseosa de la pluralidad intelectual y religiosa que deseaba la libertad del hombre, pero que al mismo tiempo intentaba colocar un poder hegemónico sobre la conciencia religiosa de los ciudadanos. La otra conservadora, que no deseaba estructurar demasiadas libertades, pero si quería mantener el orden religioso separado del Estado y superior a otras ideas. En este grupo se encuentra Juan Egaña, de ahí que se le tilde conservador y pelucón hasta nuestros días. Esto llevo a don Juan a escribir su último texto llamado “Memoria Política sobre si conviene en Chile la Libertad de Cultos”, la causa de este ensayo fueron los escritos altamente injuriosos de intelectual liberal de origen español, que por esa época estaba radicado en Inglaterra debido a la restauración de Fernando VII y su política absolutista, nos referimos a José María Blanco White. Blanco como buen liberal decimonónico expone una fuerte crítica a lo que él denomina la intolerancia religiosa y el culto oficial a la Iglesia Católica por parte de las naciones emergentes como Chile y el Perú, que considera propio de la era medieval y oscurantista, pero impropia de una época desarrollada, basada en las ciencias y el desarrollo de la razón como única y verdadera fuente de conocimiento. Su crítica apunta directamente a las Constituciones de 1823 de ambos países, en donde queda estipulado en el caso chileno artículo 10 que la religión oficial será la católica, en el caso de la peruana serán los artículos 8 y 9 de la constitución. Como el ataque es sobre su obra constitucional, Egaña sale en su defensa utilizando lo mejor de su argumento y mostrando grandes dotes de intelectualidad y paragenerista. La estructura de su argumentación está vertebrada en un profundo análisis de la historia de Europa, sus calamidades, las luchas civiles y las estructuras políticas, como base argumentativa utiliza a la teología y filosofía, trasformando su trabajo en un monumento de intelectualidad, como dice Felipe Westermeyer Hernández “Es una buena exposición de la corriente denominada “ilustración católica”, de la que probablemente es el mejor cultor que hubo en Chile”17. El argumento central de la obra apunta a que la religión Católica Apostólica Romana es la verdadera religión universal, por esta razón, es una sólida base para construir 17Westermeyer Hernández , Felipe. “Notas para un estudio del pensamiento jurídico-conservador de Juan Egaña”. Revista Derecho y Humanidades (Santiago Nº 17, Chile: Universidad de Chile. 2011). p 195 Página | 67 Roberto Díaz Jara R.E.A.H. Vol. 1, N°1, 2012 la nueva sociedad post independencia. En otros términos, las nacientes repúblicas americanas parten de un principio universal y absoluto de libertad, unidad y respeto, y no como Europa que está dividida por los diferentes credos, lo que ha desembocado en guerras civiles, creaciones tiránicas del poder como el absolutismo, que han destruido toda posibilidad para un correcto desarrollo del hombre como ser individual y social. Egaña expone que si Chile no tiene problemas de unidad religiosa y de conciencia colectiva es innecesario que exista una especificación por la tolerancia religiosa y el culto público de otras religiones, ya que esto último se trasformaría en una invitación clara a quebrar el sostén en que se sostiene el nuevo estado. Es importante señalar que el limeño no se opone a la conciencia individual y expone un profundo respeto por la liberal de poder tener sus propias concepciones religiosas, pero éstas deben ser de carácter privado, puesto que los derechos del individuo están subyugados al interés colectivo de la nación y el estado. La defensa del catolicismo como religión oficial va más allá de dejar en claro su culto oficial y público, sino que Egaña también expone la necesidad de crear barreras para impedir la llegada de extranjeros protestantes a estas latitudes con la finalidad clara de avecindarse, ya que no está en contra de hombres de negocios que utilicen a Chile como una vía de paso para sus especulaciones comerciales. Esto se debe a que si existe una migración de protestantes a nuestro territorio, el estado se vería en la obligación de crear las condiciones y estructuras legales para la protección de esa minoría religiosa, lo que estaría en contra de la unidad de la sociedad. Los temores de Juan Egaña, a los ojos de un chileno del siglo XXI parecerían más que ridículas y excesivamente retrógradas, pero si consideramos que gran parte de las luchas políticas del siglo XIX, luchas que no solo se quedaron en lo intelectual sino que terminaron con guerras civiles, tienen una base en la irreconciliable postura de anticatólicos y liberales estos últimos mostraron una intolerancia más feroz que sus contrincantes, podremos comprender mayormente los temores de este hombre que se adelanto en parte a los problemas de su siglo y quiso por todos los medios que estos no se sucedieran, no obstante, lo hicieron. Página | 68 Revista Alma Histórica Juan Egaña… ISSN: 0719-1537 Conclusiones. Podemos ver como conclusión que la vida y la obra de este insigne hijo de Chile y Perú fue más que una existencia basada en ideas utópicas y luchas teóricas como lo expone José Victorino Lastarria y la historiografía nacional en general, haciendo de él una imagen caricaturesca de un soñador que vivía en un mundo paralelo al de todos los demás chilenos, cometiéndose una tremenda injusticia que no será jamás reparada. Egaña, fue un hombre excepcional, pensó por todos, cuando todos estaban abocados a la lucha y la construcción material del nuevo estado. Su pensamiento fue evolucionando ha medida que los acontecimientos se fueron dando. Fue un defensor de las libertades y del derecho del hombre individual cuando el estado se trasforma en una estructura tiránica, por lo tanto, fue un revolucionario con todas las de la ley y por eso sufrió la persecución y la desidia de sus enemigos. Terminada la contienda se dio a la tarea de crear una estructura teórica en la cual basar el nuevo estado y al hombre nuevo, el que no podía ser igual al del antiguo régimen, sino que tenía que tener concepciones profundas de igualdad, justicia, deberes cívicos y de buen ciudadano, estas ideas no crecerían como arte de magia de una Constitución como se ha dicho, sino a través de la educación de nuestros ciudadanos, sostenida por un marco legal apropiado y una educación de calidad. En esta época en que se habla mucho de igualdad y mejora de la educación, sería bueno y prudente echar una ojeada a nuestros propios teóricos de la educación como Juan Egaña y no a visiones panaceas y recetas médicas de otros enfermos para curar nuestras propias y muy chilenas dolencias. Este conservador en el plano político era muy innovador en materia de educación, pues como buen visionario comprendió que muchos de nuestros problemas pasan por la ignorancia, la intolerancia y la caricaturización de los demás y no del estudio y comprensión de la ideas de los demás, como debe ser la actitud de un intelectual íntegro. Don Juan Egaña falleció rodeado de sus seres queridos, su muerte marco el fin de una época brillante de la historia nacional y el inicio de otra, podemos decir sin temor a equivocarnos que Juan Egaña fue un hombre que siempre busco incansablemente la verdad al igual que el brillante ruso Fedor Dostoyevski, por este motivo podemos decir que ambos hombres compartían algo sublime y era ser hombres de dos reinos. Página | 69 Roberto Díaz Jara R.E.A.H. Vol. 1, N°1, 2012 Bibliografía. 1.- Góngora, Mario. El rasgo utópico en el pensamiento de Juan Egaña, en: Anales de la Universidad de Chile. 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