testamento sevillano o reconstrucción no literal sino paralela

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TESTAMENTO SEVILLANO O RECONSTRUCCIÓN NO LITERAL SINO PARALELA, REDACTADA DE
NUEVO DE UNA CHARLA EN LA UNIVERSIDAD PABLO DE OLAVIDE QUE NO RECUERDO AHORA
COMO SE LLAMABA, por Joseph Vicent Marquès.
1.
Cuando intentaba en unos grupos de discusión realizados con el amigo José Ángel Lozoya explorar que entendían por identidad
masculina varones que rondaban los cincuenta años. Ante su falta de respuesta, transgredía la norma que pide al tutor del grupo
intervenir demasiado activamente y les dije “Esto era un sevillano que se sentía muy sevillano. Le gustaba vestirse de corto, pasear
a caballo por el Real de la Feria, tomar finos, tocar la guitarra , cantar sevillanas y deleitar a sus contertulios con un humor fino y
ágil. Un día enronqueció y tuvo que dejar de cantar. Se llevó un disgusto pero siguió considerándose muy sevillano. Otro día el médico le quitó el fino, pero él siguió paseando por la Feria y considerándose muy sevillano. Tiempo después cayó del caballo, pero él
siguió sintiéndose igual... Y así tuvo que dejar de tocar… ¿Cuándo creen ustedes que dejó de ser sevillano? Bueno. Esto es un
cuento para que me digan ustedes ¿cuándo un hombre deja de ser un hombre, todo un hombre, qué tiene que hacer , o permitir….?” Mis contertulios parecieron coincidir en que la identidad masculina se perdía más bien por la homosexualidad, pero no lo tenían muy claro. Más bien mi impresión es que , dado su carácter mítico, la identidad masculina no es nada y que sería un error
buscar una masculinidad buena , auténtica, nueva , o plural , pero compuesta por modelos.
2.
Pondré otro ejemplo. Supongamos que después de la II Guerra Mundial se hubieran reunido un grupo de intelectuales alemanes
para discutir cual debería ser el concepto de ser alemán y unos y otros hubieran hecho autocrítica de los excesos de germanismo
que acompañaron al régimen nacionalsocialista y hubieran dicho que lo alemán era más bien el rigor científico, o que era más bien
lo filosófico , o que…. Hasta que alguien dijese “¿No llevamos demasiado tiempo obsesionados con qué demonios es ser alemán?
¿No sería bueno que precisamente nos dedicásemos durante un tiempo a olvidarnos de que somos alemanes, a ver qué nos sale?”
En el caso de la identidad masculina creo que ocurre algo parecido. Nos hemos asado tanto tiempo diciendo quien era el verdadero
hombre. Es tan frecuente que incluso hombres particularmente atípicos se definen como normales o incluso paradigmáticos, es tanta la megalomanía corporativa masculina, que cualquier tentativa de trabajar la identidad masculina es, en ese sentido, peligrosa de
volver a caer en alguna androlatría, o autobombo.
3.
Hace algunos años, cuando escribía semanalmente en EL PAIS, si hubiera creído en la masculinidad hubiera hecho fortuna .Yo
podía haberme hecho millonario si hubiese anunciado “DEJE DE IRRITAR A LAS DAMAS: deje de hacer el ridículo O DE OPRIMIR
A LAS MUJERES. SIGA LOS CURSOS DE NUEVA MASCULINIDAD DEL PROFESOR MARQUES. Y mas si hubiera titulado EL
NUEVO HOMBRE DEL SIGLO, EN CUAL ESTAMOS , ESO XXI. AHORA EN FASCICULOS. Pero no lo hice. Yo podía haber diseñado un hombre capaz de llorar, pero no llorón, capaz de cuidar, capaz de ocuparse de las pequeñas cosas, además de la política…
Pero el problema es que todas las personas que yo conocía que eran así eran mujeres, eran mis amigas que habían superado una
crisis matrimonial y habían reconstruido su vida. ¿Cómo iba a proponer como modelo de nueva masculinidad algo que podían hacer
hombres y mujeres...?.
4.
El hombre no está obligado biológicamente ni socialmente a ser de ninguna forma. No hay más nueva masculinidad, como a veces
piden periodistas o personas interesadas en el tema, que vieja masculinidad. Lo que es preciso es que los hombres se acostumbren a saber que ser varones no les da derecho, ni tampoco obligaciones que no tengan como personas y que son los mismos que
tienen las mujeres. Otra cosa es que podamos trazar unas reglas de aceptación del despegue de las mujeres, de su emancipación
de un patriarcado que, desde mi punto de vista, también es lesivo para los hombres. Lo que se trata es de recordar el principio feminista de que la biología no es el destino de nadie. El “nuevo varón” no puede ser de un modo, sino de mil modos , como la” nueva
mujer”.
5.
Esta posición tiene ya 25 años (Con posterioridad a la conferencia he encontrado un artículo de 1974 en la revista “Marginados “
que inaugura la reflexión sobre el varón). Empieza a ser conocida desde que en 1979 gané el premio de ensayo “EL VIEJO TOPO”
y vale la pena que hagamos un poco de historia.
6.
Un error en la comprensión de la historia de mis padres me hizo buscar una mujer igual o mas inteligente que yo. Muy joven me
enamoré de Celia Amorós y compartimos nuestras lecturas y nuestras observaciones sobre amigos, familiares y enemigos. El feminismo no es cosa que hayamos inventado los varones, tan listos como nos hemos creído . Ella leyó ”La mística de la feminidad “ de
Betty Friedman y “el Segundo Sexo” de Simone de Beauvoir, y me contó sobre todo el primero, el que relacionaba el boom norteamericano de los electrodomésticos con el reenvío de la mujer a la casa, convertida en técnica del hogar moderno, para que no compitiese con los varones recién vueltos del frente , sino que más bien encajase en sus sueños.
7.
Ello encajaba en mi previa crítica cualitativa al capitalismo, por aquellos años andaba yo básicamente ocupado en entender y hacer
entender el capitalismo daba una solución cara y mala a los problemas de la vida cotidiana. Pero además me permitía entender a
mi madre, un modesto arquetipo de excelente ama de casa. Mi padre, un hombre que me había enseñado muchísimo , presentaba ahora una paradoja : pese a valorar tanto la conversación culta, no se había casado con la chica que le dejaba libros sino con
aquella a la que él le enseñó a leer.
8.
Hasta entonces yo había tenido discrepancias con el modelo estándar de masculinidad , porque era cristiano y quería guardar la
castidad pero no entendía que los chicos se quejasen de que las chicas eran estrechas y luego pusiesen a parir a la que no lo era.
9.
Descubrí en mi adolescencia que en un grupo de varones te podías hacer un lugar si eras habilidoso en hacer ligeros insultos basados en las sospechas de heterodoxia sexual de los otros. Yo tenía facilidad de palabra , para jugar a encontrarle doble sentido a
todo y en un grupo en el que era novato conseguí un puesto razonable. Mi impresión sobre los varones no fue muy buena.
10.
El feminismo me permitió teorizar sobre un montón de cosas, si bien , aún no empecé a criticar el comportamiento masculino estándar como sociólogo, pero además como cripto-educador o agitador político empecé a dar charlas sobre las mujeres. E incluso redacté las bases de un grupo clandestino socialista de liberación de la mujer que disolví porque Celia no podía hacerse cargo. Eran
tiempos de ingenuas manipulaciones , pero a mí dirigir un grupo de mujeres me pareció excesivo.
11.
En 1974 aparecieron grupos feministas y no solo me pareció bien sino que entendí que aunque hablase a favor mi discurso suponía
seguir usurpando el discurso de las mujeres. Me callé.
12.
Me lo pasé muy mal, callado sobre algo que me importaba y sobre lo que creía saber mucho. En particular , porque yo trabajaba en
general sobre los fenómenos de dominación social y encontraba muchas similitudes entre la situación de las mujeres y los pueblos
colonizados u oprimidos. De hecho en este periodo aunque no pude evitar dar una de las conferencias que diseñó al llegar a mí Facultad Amando de Miguel , sí logré sabotear que se editasen como publicación específica, aunque se le pidiese a Celia un texto para
que no fuese solo masculina la publicación.
13.
Finalmente descubrí el huevo de Colón: centrar la atención sobre los hombres. Yo podía hablar de todas esas cuestiones , pero el
centro de mi atención debía ser convertir al hombre en el punto de reflexión. Ya no se trataba de cómo o por que eran las mujeres
por razones sociales . Sino cómo y por qué eran los hombres como producto social y no como normalidad o plenitud de la especie.
14.
Escribí entonces en 1979 un artículo titulado “La alineación del varón” y con él gané el premio El Vejo topo.
15.
Entonces creí que todos los varones progresistas se darían cuenta de cómo el propio sistema patriarcal nos hacía no ver el resultado en nosotros y en las mujeres de nuestra propia alienada práctica. Me imaginaba desbordado por varones autocríticos de mayor y
mejor bagaje filosófico o psicológico que el mío. Pero no. No hubo seguidores ni competidores.
16.
Un día convencí a JR Torregrosa, mi amable jefe, de que me dejase hacer la tesis sobre lo que yo llamaba “sobre lo raros que somos los hombres” pero que , por obvias razones académicas bauticé como LA CONSTRUCCION SOCIAL DEL VARON.
17.
La tesis, obviamente tenía muy poca bibliografía, ya que el tema era casi inédito y para compensarlo era de más de mil páginas ,
donde trabajaba sobre informaciones quejosas odias a mujeres, observación de amigos y enemigos, encuestas a los alumnos e
incluso, como de coña dijo mi director, hacía “sociología introspectiva”, analizando fantasías reales o posibles. Era impublicable comercialmente , aunque sigo pensando en podarla , no importa que algunas amigas desistieran. Por otra parte la ausencia de respuesta masculina me generó una actitud de amor /odio con el tema.
18.
La lectura de “El ser social”. Una fundamentación de la psicología social por Rom Harre sugirió deseos de marchar a Oxford. Aunque Harré casi pretendía más bien completar el marxismo señalando que el lado expresivo o simbólico de la conducta humana era
tan importante o más que el práctico o económico, de hecho daba cuenta del comportamiento masculino que yo había observado :
Si los varones empleaban más tiempo en quejarse de lo incomprensibles o esquivas de las mujeres que en tratar de entenderlas o
seducirlas razonablemente, estaba claro que les interesaba más el reconocimiento por sus pares de su normalidad masculina y de
su oposición a las mujeres que la satisfacción sexual cuya necesidad e interés pregonaban. Me fui un año a Oxford, donde esbocé
teorias del poder un tanto pesimistas, que no he publicado, leí detenidamente a Shakespeare y conocí estudiantes varones que
cuidaban niños de compañeras y organizaban tertulias (“Oxford Crench”)
2.
A mi vuelta empecé a escribir en El País, primero sobre sexualidad, y , poco a poco, apoyado por Inmaculada de la Fuente y Rosa
Montero y después por Juan Luis Cebrián fui escribiendo sobre Relaciones personales. Vázquez Montalbán me dijo que de hecho
había inventado un género periodístico. Tuve, creo, mucho éxito. Tanto que me extraña que no me ofrecieran anunciar preservativos. Curiosamente los varones decían con mayor frecuencia que lo que escribía era como lo que pasaba, o sea que no tenía mucho
mérito. Y entonces se empezó a decir por algunos o algunas que yo defendía una nueva masculinidad. Inexacto, y por eso he dicho
que si creyese que hay un nuevo modelo de masculinidad lo hubiera lanzado en fascículos.
3.
No hay nueva ni nuevas masculinidades. Lo que hay es la posibilidad real de que los hombres no sean tan brutos como creen tener
que ser. El modelo imperante de masculinidad no es biológico, sino social y está en crisis felizmente. En el tiempo en que escribía
en el PAÍS mi propuesta ha sido siempre que dejemos de preocuparnos por lo que es masculino y lo que es femenino. Que tomemos las cualidades como ofrecidas en un supermercado, que construyamos tantas personalidades, tantas identidades personales
como queramos, sin aceptar reducirnos a los dos modelos coactivos que impone la sociedad patriarcal.
19
No recibimos una identidad como persona , básica y primordial, sino que en la medida en que cumplimos o simulamos cumplir uno
de los dos modelos se nos da una identidad de hombre o una identidad de mujer. En el caso del varón ésto ha supuesto un juego
cómico o chapucero de querer ser al mismo tiempo Dios y el Diablo, el perfecto protector o el perfecto depredador. En el momento
actual , habiendo conquistado la mujer prácticamente en algún todos los espacios reservados antes al varón, resulta difícil al varón
saber quién es, precisamente porque hace cien años podía decirse : llevo boina, llevo pantalones, estoy en la taberna, bebo alcohol,
fumo, escupo de ladillos, suelto tacos, trabajo fuera de casa, mantengo una familia… luego claro que soy varón. Otra cosa es que
siempre podía haber alguien que fuese más algo que uno, que tuviese más poder, pero para eso los varones dominados creían más
o menos ilusoriamente que eran mejores fornicadores que sus patronos. Recuerdo hace veinte años que con un amigo obrero nos
burlábamos de sus compañeros que presumían más diciéndoles para politizarlos que con lo que curraban , jornada y horas extras,
lo hacían peor que sus patronos, mas descansados. Algunas de estas contradicciones del modelo patriarcal de construcción del varón las desarrollé en mi parte del libro “Sexualidad y sexismo”, escrito con Raquel Osborne, libro de texto del Máster en Sexología
Humana que ofreció la Universidad de Madrid.
20.
De mi tesis destacaría también el descubrimiento de que gran parte del modelo masculino es la simulación , la simulación del poder
o las cualidades supuestamente masculinas y que no hay que confundir ese modelo con la realidad. Ni siquiera cuando la conquista de América se fueron todos los extremeños , molestos por la pobreza, la rutina o la falta de libertad a las colonias. El varón es mucho menos aventurero de lo que cree. En la tesis encontraba, por ejemplo, más niñas que querían ser periodistas que niños, lo que
supone para ellas más gusto por la aventura. El varón normal aguanta al patrono, a las instituciones de la clase dominante, incluso a
veces a su resentida mujer, no es el tipo rebelde que presume ser. La familia es a menudo la única guerra del varón .
21.
Por aquí llegamos a algo que no tengo sustentado, no he conseguido psicólogos que me lo confirmen y que es posterior a mi tesis .
Lo digo aquí , precisamente porque es una Universidad y tienen su cabida las herejías. No existe en realidad la masculinidad, nueva
ni vieja. Y si ya he pagado mi precio y puedo hablar sobre las mujeres, tampoco la feminidad , con un paréntesis por la maternidad como experiencia única. Estamos ante un malentendido histórico : Pensamos en masculino o femenino por una grosera generalización. Tomamos el coito, una forma de gratificación sexual, no la única, dentro de una sexualidad reducida y lo interpretamos solo
desde el punto de vista masculino de triunfo sobre la mujer. Desde ahí generalizamos a todo lo que se parezca a embestir, introducir, dominar erigir, por un lado y por el otro lo oponemos que se parezca a recinto, recepción, acogida, etc…Somos víctimas de
un planteamiento por oposición que dista de ser real En cierta ocasión alguien le dijo a Amando de Miguel que se olvidaba “del deseo instintivo del varón de penetrar y de la mujer de ser penetrada”. Yo comenté que si el coito lo hubiesen interpretado mujeres con
poder . o afición de simularlo hubieran dicho “deseo de la mujer de absorber y del hombre de ser absorbido”.Pero, además , el
hombre y la mujer, con perdón, no se pasan el día follando, o sea que no hay que pensar el conjunto de la vida de relación por una
interpretación de una de las cosas que se hacen.
22.
He estado trabajando un poco sobre estas cuestiones. Por ejemplo, ustedes conocen el estudio clásico de Rocheblave-Spenle sobre los estereotipos. Yo lo he pasado a mis alumnos protegiéndome de una posible confusión : si tú le preguntas a un estudiante si
tal adjetivo es masculino o femenino y te contesta en esos términos puede estar queriendo decir simplemente que se tiene por masculino, no que él o ella lo consideran así. Por decirlo de alguna manera : no es lo mismo ser nazi que saber cúal es la bandera nazi.
Entonces, lo que hice fue proponer a los alumnos que pensasen en dos personas a las que se les pudiera aplicar el adjetivo y luego
averigüé si esas personas eran de un sexo u otro o mixtas. Con ese sistema resultaba que los estudiantes atribuían a las chicas adjetivos que para Rocheblave salían masculinos y viceversa.
23.
La última cosa que me ha preocupado es darle otra vuelta de tuerca a la razón por la que se resiste tanto el colectivo masculino a
la aceptación de la igualdad. Desde antiguo he pensado que , más que en las evidentes ventajas materiales que reporta la condición
masculina, la razón de la resistencia estaba en el prestigio consolatorio que supone ser varón. Cuando un varón no puede presumir
de rico, ni de inteligente, ni de simpático , ni de guapo, presume de varón. Una función parecida a la de los clubs de fútbol prestigiosos: ser del Real Madrid le compensa a uno de no ser nada en particular. Probablemente en algunos lugares de USA , cuando un
obrero se pregunta cómo puede ser solo obrero en el país tu idades, se supone que todo el mundo puede llegar a ser millonario, quizá se contesta “soy blanco”, esto es, supuestamente superior a afroamericanos, aborígenes o chicanos. Renunciar a la superioridad
masculina es, con perdón, quedarse en pelotas.
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Sin embargo, me pareció necesario buscar algo más, porque me pareció ir encontrando en muchos varones actitudes particularmente vengativas contra las mujeres. Formulé entonces una hipótesis que pretendo establecer científicamente: Durante siglos, la
sociedad ha tratado de ignorar u ocultar un hecho biológico en cierto modo cruel : desde los once hasta los diecisiete años , las mujeres son bastante más física, psicológica y socialmente que los hombres. ¿Como viven los hombres ese período? ¿No crea cierto
resentimiento por la inferioridad , que se transforma después en misoginia? Tradicionalmente la asignación de espacios, laborales y
de estudio diferentes hacía menos frecuente la confrontación entre adolescentes : unos en el campo, las otras en la casa y si estudian , en colegios diferentes. Cuando los jóvenes se encuentran ya están construidos separadamente y socializados hacia una percepción como diferentes. Pero ¿qué ocurre cuando, como ahora , se dan dos características nuevas :
a.
los varones ya no tienen el monopolio de ninguna actividad que les identifica como tales. Aunque tengan mayoría en todas
las posiciones de poder.
b. La competencia de las chicas se hace evidente en un espacio escolar más de “coestabulación “ que de coeducación real.
Debe ser terrible para los chicos, aun imbuidos de la idea de que son superiores a las chicas , encontrarse con que una chica puede ser superior a el y además por su mayor desarrollo resulta serlo.
¿Es ésta una de las fuentes del resentimiento?¿Tienden los varones a la violencia o a la simulación del talante violento porque eso
es lo único que es “casi” inequívocamente masculino’¿Tienden más bien a la inhibición respecto a las relaciones personales ?
¿cómo viven los varones actuales su adolescencia?
Trato de investigar esto y, a la espera de financiación, acepto cualquier aportación sobre uso por géneros de los espacios ,
comentarios de los chicos sobre las chicas y viceversa, quejas y demandas o expectativas respectivas hábitos sentimentales de los
adolescentes, formas de fracaso escolar por géneros. Me podéis enviar vuestras aportaciones a josep.v.marques@uv.es. Muchas
gracias.
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