¡Usa tus palabras para bendecir a los demás! Sermón Saúl 26 de Mayo del 2009 Pasaje Bíblico. Efesios 4:29 Yo. Creo que todos estamos de acuerdo que para toda persona que tiene una relación con Cristo, algo primordial, algo básico, algo muy importante es tener un buen testimonio. La razón es que cuando nuestro testimonio no es lo debido; no solo te afectas a ti mismo y sino que también afectas a los que te rodean. Y un aspecto muy importante de nuestro testimonio es precisamente nuestras palabras. Esto es algo básico porque normalmente se espera que como creyentes tus palabras sean diferentes, porque si nuestras palabras no son las debidas reflejando a una persona que tiene una relación con Cristo; no solo te afectas a ti mismo por tu testimonio sino también afectas a los que te rodean. Recuerdo cuando el equipo de futbool invitó a otros equipos de otras iglesias a jugar aquí en el seminario. Y durante el juego, los demás estábamos apoyando a nuestro quipo favorito con gritos y escándalos. Pero recuerdo que en medio de todo el griterío, algo no salió como me hubiera gustado así que grité palabras que la verdad no eran nada buenas o correctas. Pero en ese justo momento que grité una familia de invitados que estaba a mi lado, entre ellos una niña de aproximadamente tres de años, me miró y me dijo: “Los cristianos no hablan así, esa palabras son malas” luego empezó a llorar. Lo vergonzoso es que no solo fue la niña quien me escuchó sino todos los que estaban a mi lado. Con mis palabras había dado un mal testimonio. Y fue aún más vergonzoso ser corregido de mis palabras por una niña de tres años. ¡Las palabras indebidas no solamente nos afectan a nosotros sino que también afecta a los que nos rodean! Tu Seguramente al igual que yo tú también luchas con tus palabras. Seguramente en tu vida también puedes recordar aquel evento cuando te lamentaste por la palabra que dijiste, estoy seguro que como yo también te has avergonzado por lo que hablaste, por tus palabras que dañaron en un momento de enojo, por palabras que no pensaste antes de hablar y que si es posible regresar el tiempo para cambiarlo; lo harías. Pero también estoy seguro que en algún momento de tu vida has sido herido por las palabras de otros. Esas palabras que a través de burlas, sarcasmos o sobrenombres te han dicho. Palabras que has guardado en tu corazón que han estado afectando a tu vida. Estoy seguro que todos en algún momento hemos sido heridos por las palabras de otros o en algún momento hemos lamentado por las palabras que dijimos. Dios Explicar. Lo sorprendente o lo interesante es que no somos los primeros o únicos en luchar con nuestras palabras, no somos únicamente el grupo de tercero que sufrimos con esto, ni los únicos creyentes que tenemos esta lucha. La gente o la iglesia en los tiempos de los apóstoles también luchaban con sus palabras. La Biblia no minimiza las palabras, al contrario nos dice mucho acerca de ellas, nos habla acerca de nuestra lucha con nuestras palabras, la Escritura nos amonesta en contra del uso indebido de la lengua. Así que vengan con migo a Efesios 4:29 La Escritura dice: “Ninguna palabra corrompida salga de nuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.” La Escritura dice: “ninguna palabra corrompida”, La Escritura no nos da licencia para algunas palabras, al contrario nos dice nada, cero, es un ¡ni aún se nombre! “palabras corrompidas” es decir, palabras pecaminosas, palabras ásperas, sarcasmos, insultos, palabras con la intención de poner en ridículo a los demás, de rebajar, de humillar, de herir. Palabras corruptas, injuriosa, putrefactas, en proceso de echarse a perder, descompuestas, inservibles, burlas, chismes, palabras ofensivas, que hieren, que lastiman. La Escritura dice; “ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca”. Lo interesante de esto es que a quienes se les dice esto, quienes decían estas palabras eran personas creyentes como tú y yo. Esto lo podemos ver al inicio de la carta cuando Pablo escribe: “Pablo apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, a los santos a los fieles en Cristo Jesús…”. De hecho esta es una carta dirigida no únicamente a los efesios sino a todos los creyentes de todo lugar, es una carta donde el tema principal es “la iglesia gloriosa”. Es más, muchos de estos creyentes habían sido enseñados por Pablo mismo durante su ministerio de tres años en Éfeso. Allá en el libro de Hechos 20:31 Pablo escribe: “Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lagrimas a cada uno”. Estos eran creyentes con mucho conocimiento acerca de Cristo. Sin embargo, a pesar de su conocimiento, a pesar de no haber sido así enseñados, su manera de hablar era de una manera semejante a quienes no conocían de Cristo, a personas no creyentes. Esto es lo que nos dice los versos 17- 18… donde se les compara como los inconversos (Leer el pasaje). Luego dice: “Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo”. Entonces aquí podemos notar algo muy importante; que a pesar que su conocimiento era grande acerca de Cristo, aún sus palabras eran corruptas. En otras palabras: ¡En la lucha con las palabras: El conocimiento no es suficiente! No basta saber demasiado. El conocimiento no cambia a las personas. Es por esta razón que para los creyentes de ese tiempo, saber mucho no importaba sino no lograban controlar su lengua. Ilustrar. Una de las cosas que me ha gustado hacer y he intentado tenerlo como un hábito es la lectura. Y he leído varios libros acerca de diferentes temas. Y en el gusto por la lectura me he inclinado por tipo de literatura específica, la verdad es que me ha gustado leer acerca de lo que trate sobre consejería. Y he leído y aprendido acerca de diferentes temas relacionados a ello. Sin embargo, a pesar de mi lectura acerca de ciertos temas he descubierto algo: El conocimiento no me ha cambiado, he leído mucho acerca del enojo y aún me sigo enojando, he leído acerca de las palabras y aún lucho con mis palabras, aún hiero a las personas que me escuchan, la verdad es que saber acerca de un tema no me ha cambiado. Aplicar. No estoy diciendo que el conocimiento es malo, ni tampoco que no ayuda, no estoy en contra del estudio. El conocimiento es bueno y necesario. Lo que quiero decir es que el conocimiento no es suficiente para cambiarnos. Podemos estudiar un seminario completo, podemos memorizarnos la Biblia, la Confesión de Fe o Santiago 3 que habla acerca del poder de la lengua y aún así hacer un mal uso de nuestra lengua. En otras palabras, si no conseguimos controlar nuestra lengua, no importa lo que sabemos. Consuelo La buena noticia es que la Escritura no nos deja aquí, sino más bien la Palabra de Dios nos da la solución, nos dice que ya no tenemos porque seguir hablando pecaminosamente, nuestras palabras pueden ser diferentes, pueden ser cambiadas de palabras corrompidas a palabras de bendición. Y es precisamente lo que la Escritura nos dice allá en el verso 29 segunda parte “Ninguna palabra corrompida salga de nuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los yentes.” La Escritura nos anima y nos llama a un cambio, a dar un paso más de fe que es lo siguiente: Tu. Proposición. ¡¡Usa tus palabras para bendecir a los que te rodean!! Quizá te estés diciendo; Esto es muy difícil para mí o es un estándar muy alto y no creo que yo pueda hacer eso. La verdad es que por nosotros mismos no podemos, nuestra fuerza de voluntad, ni nuestro conocimiento no es suficiente. La buena noticia es que en Jesucristo sí hay esperanza de cambio. Con Jesucristo las cosas son diferentes. De hecho es para esto que Jesucristo vino a morir por nosotros, no solo vino a darnos vida eterna sino a darnos libertad, a liberarnos de la lucha con nuestras palabras. Es a través de la obra de Jesucristo que sí podemos cambiar, ya no tenemos porque seguir hablando pecaminosamente, en Cristo nuestras palabras pueden ser diferentes, pueden ser cambiadas de palabras corrompidas a palabras de bendición, palabras que edifiquen, palabras de gracia, palabras que alienten, palabras de consuelo. Nuestro testimonio en palabras sí puede ser diferente así como fue la de Cristo, la Escritura dice allá en Lucas 4:22: “Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca…”1 Es por eso que decimos que en Jesucristo sí hay esperanza de cambio. Es por eso que el llamado en esta mañana es: ¡Usa tus palabras para bendecir a los que te rodean! Dios nos ha dado lo que necesitamos, nos ha dado de su Espíritu Santo que mora en nosotros y que te capacita para que en tu lucha con tus palabras; estas puedan ser palabras de gracia y bendición. Así que, si quieres cambiar tu manera de hablar, la solución es que reconozcas que no puedes y descanses en la obra de Cristo, obra que no solo te capacita para cambiar, sino que también te perdona, te consuela, y te transforma. ¿Quién entre nosotros no ha sido herido por palabras de otros? O ¿Quién no se ha lamentado por algo que dijo? Si has sido herido; la gracia de Dios te capacita para que puedas perdonar así como Cristo te personó, pero si con tus palabras has herido; la gracia de Dios también te capacita para que puedas pedir perdón. Jóvenes, es por la gracia de Dios sí podemos cambiar nuestras palabras entre compañeros de clase, compañeros de cuarto, es en Cristo que sí podemos hablar diferente con nuestros compañeros del seminario, con nuestros hermanos de la iglesia, pero también con nuestros familias, si eres casado; tus palabras pueden ser diferentes con tu cónyuge, con nuestros amigos y con todos aquellos que aún no conocen a Jesucristo, nuestras palabras sí pueden ser de buen testimonio a ellos, de tal manera que sean motivados a cambiar su manera de hablar. Nuestras palabras sí pueden ser como las de Cristo; palabras de gracia. Es por eso que; ¡Usa tus palabras para bendecir a los que te rodean! 1 Luc. 4:22 Nosotros. Me pregunto cómo sería nuestra relación como compañeros de clase si nuestras palabras fueren para bendecirnos y no para herirnos. Cómo sería nuestra relación aquí en nuestro contexto de estudiantes, o qué diferencia, qué cambiaría o qué impacto habría en nuestras relaciones. Piensa en aquella persona con quien nos has querido acercarte para hablar, y ahora lo hagas con palabras para ayudar, con palabras de perdón o con palabras de arrepentimiento. Pensemos qué cambiaría en nuestras iglesias, pensemos en qué sería diferente entre nosotros si tan solo nuestras palabras fueren palabras de gracia. Entonces, no olvides usar tus palabras para bendecir a los que te rodean.