Clase de Evangelismo HECHOS 11:19-26, 18:22-23 DIFERENCIA ENTRE CREYENTES Y DISCIPULOS Hablar de discipulado es hablar de transferencia de vida. Jesús hablaba de de un proceso, no de un suceso; en el que van involucrados variedad de asuntos y disciplinas espirituales y hablando de los hermanos que forman nuestras congregaciones, buena parte de ellos no entienden a profundidad los conceptos de discipulado y compromiso de vida. Me pregunto con frecuencia ¿Cuánto entiende el creyente sobre lo que es el verdadero compromiso? Creo que en las iglesias abundan los espectadores itinerantes, cuya búsqueda, de iglesia en iglesia, es más el reflejo de su propia frustración por falta de compromiso que profundidad en su caminar con Cristo. En la Biblia encuentro, en la vida y Palabras de Jesús, un indicativo creciente de compromiso y dedicación. Hablar de discipulado y compromiso no es nada popular. Hoy sabemos de iglesias que crecen; pero, me pregunto: ¿con poca profundidad? o como ¿verdaderos robles? Urge que, como líderes, nos demos a la tarea de experimentar lo que Pablo decía en Gálatas 4:19: “por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros”; en el esfuerzo de formar la vida de Cristo en otros. El discipulado es un proceso “educativo – espiritual” que logra hombres obedientes a Jesucristo, lo cual es el paso inicial; pero como proceso es infinito. La finalidad es que los hombres y las mujeres piensen y vivan como Cristo. Es una relación de “maestro – alumno” basada en el modelo de Cristo y sus discípulos, en la cual el maestro reproduce en el estudiante la plenitud de vida que él tiene en Cristo, en tal forma que el discípulo se capacita para adiestrar y enseñar a otros. En el compromiso personal y permanente del cristiano con la persona de Jesucristo y el Espíritu Santo de obedecerle. Es el permanente “señorío de Jesucristo en el creyente”; en otras palabras, “es el sometimiento total y permanente del cristiano a la Palabra de Dios, la Biblia, bajo el control y dirección del Espíritu Santo”. El discípulo de Cristo es un creyente que refleja un constante “crecimiento espiritual” a la medida de la estatura de Cristo. En consecuencia, tiene vida de oración y es efectivo en el evangelismo y en el discipulado, porque actúa bajo la dirección, control y poder del Espíritu Santo. En el presente artículo se mencionan diez conceptos, tomando conciencia que las consideraciones tratadas pueden ser ampliadas y estudiadas más profundamente por los lectores. 1.- El creyente suele esperar panes y peces; el discípulo es un pescador.- Hay creyentes cuya tarea principal es consumir lo que el reino ofrece. Van al templo, algunos se hacen miembros, otros no; ponen al servicio del Señor todo lo que son y lo que hacen. Son espectadores. A estos debemos pasar al escenario del mundo y convertirlos en auténticos pescadores de hombres y mujeres. 2.El creyente lucha por crecer; el discípulo por reproducirse.- El creyente común no piensa en los demás sino en sí mismo. Dice: ¿qué pudo obtener de esta situación?, o ¿en qué me va a beneficiar este asunto? Está centrado en sí mismo y poco piensa en los demás. El verdadero discípulo se reproduce, siguiendo una filosofía de flujo, que consiste en compartir con los demás todo lo que recibe. 3.- El creyente se gana, el discípulo se hace.- Las personas que responden positivamente a una invitación en un esfuerzo Evangelistico no pueden ser contadas como discípulos de Cristo, sino como personas interesadas en conocer más de Dios. Billy Graham dijo que cuesta 10 % de esfuerzo ganar a una persona para Cristo; pero cuesta 90 % hacer que permanezca en la fe. 4.- El creyente depende de los pechos de la madre (el pastor); el discípulo ha sido destetado para servir.- (1 SAM 1:23-24) Muchos creyentes inmaduros esperan que el pastor se haga responsable de su crecimiento espiritual. Cuando no están dando evidencias claras de su fe en Cristo Jesús, inmediatamente responsabilizan a otro de su mal desempeño como cristianos. En cambio, el discípulo comprometido, busca su propio alimento, y está listo para servir a los demás. 5.- El creyente gusta del halago; el discípulo del sacrificio vivo.- Si dentro del pueblo cristiano no estuviéramos tan preocupados por los reconocimientos, ya habríamos alcanzado a nuestros países para Cristo. La demanda del apóstol Pablo fue por demás contundente: “que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo”. 6.- El creyente entrega parte de sus ganancias; el discípulo entrega su vida.- Considero que uno de los problemas más serios que se dan en la iglesia cristiana es el dualismo que se establece. Por un lado, está Dios como ser espiritual; y nosotros, muy distante como sus criaturas. Esta dualidad se ve cuando muchos cristianos hablan del día del Señor, pasando por alto que todos los días son del Señor; dicen que el diezmo es de Dios, cuando en realidad el 100 % es de Dios; que el templo es la casa de Dios, sin embargo, olvidan que cada creyente es templo del Espíritu Santo. Dios no desea un poco de nosotros, lo desea todo. 7.El creyente cae en la rutina; el discípulo es revolucionario.- Uno de los grandes peligros del creyente en Cristo Jesús, es el quedarse estancado en los triunfos de ayer. La vida se caracteriza por el cambio, y en especial la vida en Cristo. Lamentablemente hay creyentes, así como iglesias completas, que caen en lo que se llama “demencia cristiana”, que no es otra cosa que el simple hecho de hacer las mismas cosas, esperando resultados diferentes. Un discípulo auténtico y comprometido, busca el cambio, el avance, conquista áreas que antes no ha vencido, y no vive solamente de los triunfos del pasado. 8.- El creyente busca que lo animen; el discípulo procura animar.- Uno de los conceptos que más atraen la atención en la vida de todo discípulo, es el entusiasmo, que no es otra cosa que “Dios dentro del discípulo”. Las iglesias están llenas de personas que buscan experiencias que los animen, que los llenen; pero cuando la iglesia no cumple las expectativas que ellos tienen, entonces, buscan otra iglesia que sí los llene; y cuando esa nueva iglesia ya no llena sus anhelos, buscan una nueva, y así es el resto de la historia. Sin embargo, Dios ha formado un tipo de persona excepcional, el discípulo; por sí mismo anima, alienta, llena, ya que la vida abundante que recibe de Cristo Jesús cada día es su fuente esencial de gozo y paz, y no depende de las circunstancias para ello. 9.- El creyente espera que le asignen tareas; el discípulo es solícito en asumir responsabilidades.- Muchos creyentes dicen: “Pastor, cuando necesite de algo, llámeme” y luego se retiran sin la menor intención de participar en lo más mínimo, pero descansados de que por lo menos se pusieron a la disposición de Dios. Lo cierto es que el discípulo hace tres cosas en este aspecto. Primero, identifica necesidades; segundo, usa los dones que Dios le ha dado para llenar esas necesidades; y en tercer lugar, continúa su capacitación para darle a Dios el servicio que él merece. El discípulo sabe que no necesita de “cargos” eclesiásticos para servir a Dios, sino que busca servirlo con amor y excelencia. 10.- El creyente murmura y reclama; el discípulo obedece y se niega a sí mismo.- Uno de los pecados que más daño han causado a la iglesia de todos lo tiempos es la murmuración y el chisme. Los púlpitos ha menudo son el lugar donde los pastores comunicamos nuestra profunda frustración cuando en la iglesia hay murmuraciones y chismes. El discípulo de excelencia ha aprendido no hablar de nadie que no esté presente en alguna conversación o reunión, para defenderse, sino sigue el patrón bíblico en cuanto a la confrontación y a la reconciliación. Es el anhelo de mi corazón que tanto pastores como líderes de nuestras iglesias nos demos a la tarea de hacer discípulos, que por cierto fue el corazón de la Gran Comisión de nuestro Señor Jesucristo.