MOVIMIENTO DE CURSILLOS DE CRISTIANDAD DIÓCESIS DE SAN FRANCISCO E-mail:

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MOVIMIENTO DE CURSILLOS DE CRISTIANDAD
DIÓCESIS DE SAN FRANCISCO
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PRIMERA REUNIÓN DE NOVIEMBRE DE 2005
Revisión de vida: Cristo Eucaristía es el alimento de nuestro cuarto día. Compartamos testimonios de su paso por nuestras vidas.
SER PADRES HOY
Nadie tiene una receta acabada sobre la paternidad y la maternidad, es un continuo aprendizaje. Los invitamos a dialogar
analizando estas preguntas:
- ¿Qué ataca hoy la unidad de la familia? ¿Qué puede ayudar a evitarlo?
- ¿Qué debe hacer la familia para contrarrestar la masificación y despersonalización que impulsan los medios de
comunicación social?
- ¿Qué se debe hacer para que la familia sea una verdadera comunidad evangelizadora?
- ¿Por qué tantos jóvenes con alta sensibilidad social toman un camino equivocado en su lucha por un mundo más justo?
Si es importante el diálogo en las relaciones entre las personas, lo es aún más la comunicación en la familia. La
comunicación está guiada por los sentimientos y por la información que transmitimos y comprendemos; ella nos sirve para
contactarnos con el otro, para dar o recibir información, para expresar o comprender lo que pensamos. Cuando existe
comunicación en una familia seguramente habrá compañerismo, complicidad y clima de unión y afecto; habrá respeto
mutuo y valores bien asentados. Lograr el clima de comunicación familiar no es tarea fácil, los padres deben ayudar a sus
hijos con mecanismos que la faciliten.
Algunos pequeños trucos para lograrla son:
 Al dar una información, buscar que siempre sea en forma positiva.
 Respetar la regla: “todo lo que se promete, se cumple”.
 Ponernos siempre en el lugar del otro.
 Dar mensajes consistentes, no contradictorios, dando el ejemplo.
 Escuchar con atención e interés.
 Crear un clima emocional que facilite la comunicación.
 Pedir el parecer y la opinión de los demás.
 Ser claros a la hora de pedir algo.
 Ser padres valientes.
Nadie duda de que para ser buenos padres se necesita una gran dosis de amor, paciencia, comprensión, disciplina,
flexibilidad, etc. Pero quizás lo que más se necesita para formar hijos dotados de las virtudes y capacidades que les
permitan llegar a ser buenos seres humanos es ser padres valientes, es decir, capaces de tener la fortaleza necesaria para
hacer lo que más les conviene a los hijos, por duro que sea.
El compromiso de ser padres los coloca a diario en situaciones que requieren mucha valentía para no tomar el camino fácil
y privar a los hijos de los límites que son imprescindibles, no sólo para que se rijan por los principios que se les inculcan,
sino para que tengan la fortaleza necesaria para ponerlos en práctica.
Los padres necesitan valor para: no recibir al pequeño en la cama matrimonial, cuando en mitad de la noche les suplica
que lo dejan dormir con ellos; para no llevarles el libro olvidado al colegio, cuando le imploran que lo hagan; para no darles
nada más de lo que estrictamente se merecen, por mucho que rueguen pidiendo más; para no hacerles la tarea aunque
corran el riesgo de obtener mala nota; para no permitirles participar de esa salida o de esa fiesta en la que no habrá
supervisión de adultos con autoridad, así sea la única (o el único) que no podrá ir.
Lo que necesitan los hijos no son padres condescendientes, que vivan dedicados a darles todo, sino padres valerosos,
capaces de cuestionarse y que tengan la fortaleza para comprometerse seria y profundamente en la formación de sus
hijos, que hagan lo que sea preciso para formarlos como personas correctas por difícil o doloroso que sea. (Leer 1 Cor.13,
4-7)
Los padres condescendientes hacen lo posible por resolverles todos los problemas a sus hijos, los padres valientes los
dejan afrontarlos, permitiéndoles aprender de ellos. Los padres condescendientes tratan de evitarles sufrimientos a los
hijos, mientras que los valientes procuran dotarlos de las herramientas necesarias para superarlos. Los padres
condescendientes se miden por los beneficios económicos que su éxito profesional le ofrece a su familia, mientras que los
padres valientes lo que tienen en cuenta es qué precio están pagando sus hijos por su éxito profesional.
Pero para lo que se necesita más valentía aún es para no inventar toda suerte de justificaciones que les permitan decirles
a sus hijos “sí” cuando en el fondo del alma saben que deben decirles “no”; para no enredarse en sus propias mentiras y
convencerse de que todo lo hacen por el bien de los hijos, cuando, en realidad lo hacen por el de ellos. (Leer Ef.6, 4)
Es urgente procurar que el poder que los padres tienen sobre los hijos no lo utilicen para remediar las carencias que les
dejan por sus propias debilidades y en nombre de una “bondad” mal interpretada.
LOS PADRES QUE DAN DE “TODO” A SUS HIJOS, EN LUGAR DE EDUCAR, MALCRÍAN
SEGUNDA REUNION DE NOVIEMBRE DE 2005
Revisión de vida: próximos a vivir el adviento, compartamos con alegría el paso de Dios por nuestras vidas.
¿QUÉ ES EL TIEMPO DE ADVIENTO?
La palabra latina “adventus” significa “venida”, en el lenguaje cristiano se refiere a la venida de Jesucristo.
El año eclesiástico se abre con el adviento; el color litúrgico de este tiempo es el morado que significa penitencia.
La venida de Cristo a la tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios quiso prepararlo durante siglos, con un Adviento
que duró cuatro mil años, henchido con el anhelo de todas las almas santas del Antiguo Testamento que no cesaban de
pedir por la venida del Mesías el Salvador.
La Iglesia nos alerta con cuatro semanas de anticipación para que nos preparemos a celebrar la Navidad, el nacimiento de
Jesús y, a la vez, para que, con el recuerdo de la primera venida de Dios hecho hombre al mundo estemos muy atentos a
estas otras venidas del Señor.
LA PRIMERA VENIDA SE REALIZÓ CUANDO EL VERBO DIVINO SE HIZO HOMBRE EN EL SENO PURÍSIMO DE
MARÍA y nació, niño débil y pobre, en el pesebre de Belén, la noche de Navidad hace veinte siglos. (Leer Lc.2, 6-7)
LA VENIDA DE JESÚS ES CONSTANTE, hecho de perenne actualidad en la historia de la Iglesia y en la vida íntima de
las almas. Por la acción misteriosa del Espíritu de Amor, Jesús está naciendo constantemente en las almas, su nacimiento
místico es un hecho presente o mejor dicho es de ayer, y de hoy, y de todos los siglos. (Leer Mt.28, 18-20)
LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO, QUE SERÁ EN LA GLORIA, EL PODER Y EN EL TRIUNFO, es la que clausurará
los tiempos e inaugurará la eternidad. Jesús vendrá, no a redimir, como en la primera venida, ni a santificar, sino a juzgar,
para hacer reinar la verdad y la justicia, para que prevalezca la santidad, para que se establezca la paz, para que reine el
AMOR. (Leer Ap.21. 1-4)
El Adviento es tiempo de preparación y esperanza
“Ven Señor y no tardes”. Este es un tiempo para hacer con especial finura el examen de nuestra conciencia y de mejorar
nuestra pureza interior para recibir a Dios. Es el momento para ver cuales son las cosas que nos separan del Señor y
quitarnos todo aquello que nos aleja de Él. Es por eso importante ir a las raíces mismas de nuestros actos, a los motivos
que inspiran nuestras oraciones y después acercarnos al SACRAMENTO DE LA PENITENCIA O RECONCILIACIÓN, para
que se nos perdonen nuestros pecados.
Así cuando llegue el día de Navidad, nuestra alma estará dispuesta para recibir a Jesús. Es necesario mantenernos en
estado de vigilia para luchar contra el enemigo que siempre estará acechándonos para alejarnos del bien. CUIDEMOS
CON ESMERO NUESTRA ORACIÓN PERSONAL, evitemos la tibieza y mantengamos vivo el deseo de santidad.
ESTEMOS VIGILANTES CON MORTIFICACIONES PEQUEÑAS, que nos mantengan despiertos para todo lo que es de
Dios, y atentos a evitar todo lo que nos desvíe del camino hacia Él. PIDAMOS PERDÓN AL SEÑOR SI LE OFENDEMOS
Y PROFUNDICEMOS EN EL SENTIDO DEL ADVIENTO.
Tengamos presente “QUIÉN ES EL QUE VIENE, DE DONDE VIENE Y PORQUE VIENE”. Con el corazón limpio salgamos
a recibir a Nuestro Rey, que está por venir. María será nuestra ayuda y nos enseñará el camino para llegar a Jesús.
Reflexionemos y compartamos:
Esta es una época del año en la que vamos a estar “bombardeados” por la publicidad para comprar todo tipo de cosas.
Esto puede hacer que nos olvidemos del verdadero sentido del Adviento. Vivamos este tiempo litúrgico con profundidad,
con verdadero sentido cristiano, a través de la revisión y la proyección:
Revisión: ¿Qué tan buenos hemos sido hasta ahora? ¿Qué es lo que más trabajo me cuesta? Revisemos nuestra relación
con Dios y con el prójimo.
Proyección: ¿Qué voy a hacer para ser mejor? ¿Qué me propongo para evitar caer de nuevo en los mismos errores?
¿Con qué actitudes positivas puedo crecer en el AMOR?
ADVIENTO ES EL TIEMPO DE ABRIR LOS OJOS DEL CORAZÓN, DE LA FE, PARA
DECIDIRME A VIVIR CON CRISTO CADA MOMENTO DE LA VIDA.
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