CINCUENTA AÑOS DE LA CONSTITUCIÓN CONCILIAR SACROSANCTUM CONCILIUM Guión para la Misa del Domingo I de Adviento AVISOS: apagar los celulares. Invitar a ocupar los primeros asientos... AMBIENTACIÓN: Se comienza a preparar el clima de la celebración, compartiendo con la asamblea la catequesis litúrgica preparada de acuerdo al tiempo o la celebración (fiesta, solemnidad, etc.), entre ensayo de cantos que motiven la oración (buscar los cantos en el cancionero), iniciar en el silencio… Sobre la celebración de los 50 años de la Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada Liturgia Estamos celebrando el 50 aniversario de la Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada Liturgia, en el inicio del tiempo de adviento. El 4 de diciembre de 1963 se dio este primer documento; los padres conciliares en su Introducción, propusieron los cuatro fines del Concilio:“acrecentar de día en día entre los fieles la vida cristiana, adaptar mejor a las necesidades de nuestro tiempo las instituciones que están sujetas a cambio, promover todo aquello que pueda contribuir a la unión de cuantos creen en Jesucristo y fortalecer lo que sirve para invitar a todos los hombres al seno de la Iglesia. Por eso cree que le corresponde de un modo particular proveer a la reforma y al fomento de la Liturgia.”[1] Por primera vez tuvimos lo que consideramos la carta magna de la liturgia que muestra la obra salvífica de Cristo, es continuada por el Espíritu y la Iglesia, se actualiza en cada liturgia cuando celebramos el misterio de salvación: el Misterio Pascual, en la cual Cristo siempre está presente, por eso, la liturgia es cumbre y fuente de toda la vida eclesial, que nos hace gustar aquí y ahora la Liturgia celestial, verdadero alimento de nuestro pueblo. Para celebrar este gran acontecimiento, durante esta celebración las moniciones del guión han sido enriquecidas con los mejores conceptos de este gran documento. De la Constitución sobre la Sagrada Liturgia: Participación activa de los fieles “La Iglesia, con solícito cuidado, procura que los cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones, participen conscientes, piadosa y activamente en la acción sagrada, sean instruidos con la palabra de Dios, se fortalezcan en la mesa del Cuerpo del Señor, den gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino juntamente con él, se perfeccionen día a día por Cristo mediador en la unión con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios sea todo en todos.”[2] De la Constitución sobre la Sagrada Liturgia: Sentido del año litúrgico “La santa madre Iglesia considera deber suyo celebrar con un sagrado recuerdo en días determinados a través del año la obra salvífica de su divino Esposo. Cada semana, en el día que llamó «del Señor», conmemora su Resurrección, que una vez al año celebra también, junto con su santa Pasión, en la máxima solemnidad de la Pascua. Además, en el círculo del año desarrolla todo el misterio de cristo, desde la Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectativa de la dichosa esperanza y venida del Señor. Conmemorando así los misterios de la Redención, abre las riquezas del poder santificador y de los méritos de su Señor, de tal manera que, en cierto modo, se hacen presentes en todo tiempo para que puedan los fieles ponerse en contacto con ellos y llenarse de la gracia de la salvación. En la celebración de este círculo anual de los misterios de Cristo, la santa Iglesia venera con amor especial a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María, unida con lazo indisoluble a la obra salvífica del su Hijo; en Ella, la Iglesia admira y ensalza el fruto más espléndido de la Redención y la contempla gozosamente, como una purísima imagen de lo que ella misma, toda entera, ansía y espera ser. Además, la Iglesia introdujo en el círculo anual el recuerdo de los mártires y de los demás santos, que llegados a la perfección por la multiforme gracia de Dios y habiendo ya alcanzado la salvación eterna, cantan la perfecta alabanza a Dios en el cielo e interceden por nosotros. Porque al celebrar el tránsito de los santos de este mundo al cielo, la Iglesia proclama el misterio pascual cumplido en ellos, que sufrieron y fueron glorificados con Cristo, propone a los fieles sus ejemplos, los cuales atraen a todos por Cristo al Padre y por los méritos de los mismos implora los beneficios divinos. Por último, en diversos tiempos del año, de acuerdo a las instituciones tradicionales, la Iglesia completa la formación de los fieles por medio de ejercicios de piedad espirituales y corporales, de la instrucción, de la plegaria y las obras de penitencia y misericordia.”[3] Sobre el tiempo de Adviento «Ha llegado, amadísimos hermanos, aquel tiempo tan importante y solemne, que, como dice el Espíritu Santo, es tiempo favorable, día de la salvación, de la paz y de la reconciliación; el tiempo que tan ardientemente desearon los patriarcas y profetas y que fue objeto de tantos suspiros y anhelos; el tiempo que Simeón vio lleno de alegría, que la Iglesia celebra solemnemente y que también nosotros debemos vivir en todo momento con fervor, alabando y dando gracias al Padre eterno por la misericordia que en este misterio nos ha manifestado. El Padre, por su inmenso amor hacia nosotros, pecadores, nos envió a su Hijo único, para librarnos de la tiranía y del poder del demonio, invitarnos al cielo e introducirnos en lo más profundo de los misterios de su reino, manifestarnos la verdad, enseñarnos la honestidad de costumbres, comunicarnos el germen de las virtudes, enriquecernos con los tesoros de su gracia y hacernos sus hijos adoptivos y herederos de la vida eterna. La Iglesia celebra cada año el misterio de este amor tan grande hacia nosotros, exhortándonos a tenerlo siempre presente. A la vez nos enseña que la venida de Cristo no sólo aprovechó a los que vivían en el tiempo del Salvador, sino que su eficacia continúa, y aún hoy se nos comunica si queremos recibir, mediante la fe y los sacramentos, la gracia que él nos prometió, y si ordenamos nuestra conducta conforme a sus mandamientos. La Iglesia desea vivamente hacernos comprender que así como Cristo vino una vez al mundo en la carne, de la misma manera está dispuesto a volver en cualquier momento, para habitar espiritualmente en nuestra alma con la abundancia de sus gracias, si nosotros, por nuestra parte, quitamos todo obstáculo. Por eso, durante este tiempo, la Iglesia, como madre amantísima y celosísimo de nuestra salvación, nos enseña, a través de himnos, cánticos y otras palabras del Espíritu Santo y de diversos ritos, a recibir convenientemente y con un corazón agradecido este beneficio tan grande, a enriquecernos con su fruto y a preparar nuestra alma para la venida de nuestro Señor Jesucristo con tanta solicitud como si hubiera él de venir nuevamente al mundo. No de otra manera nos lo enseñaron con sus palabras y ejemplos los patriarcas del antiguo Testamento para que en ello los imitáramos.»[4] ORDINARIO DE LA MISA Ritos Iniciales ENTRADA: Nos ponemos de pie, miramos hacia la entrada del templo. Queridos hermanos: «como Iglesia nos reunimos para celebrar el misterio pascual: leyendo las Escrituras", celebrando la Eucaristía y dando gracias "a Dios por el don inefable" en Cristo Jesús, "para alabar su gloria", por la fuerza del Espíritu Santo.»[5] Comencemos la Misa, uniendo nuestras voces en el canto nº… de la pág. nº… O bien: Queridos hermanos: como “Iglesia, celebramos el misterio pascual en el día que es llamado "día del Señor" o domingo. Nos reunimos a fin de que, escuchando la palabra de Dios y participando en la Eucaristía, demos gracias a Dios, que nos «hizo renacer a la viva esperanza por la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos».”[6] Comencemos la Misa, uniendo nuestras voces en el canto nº… de la pág. nº… [Saludo inicial] Sacerdote o guía (optativo): El Espíritu nos ha convocado como pueblo de Dios, en la apertura del tiempo de adviento, a iniciar un nuevo ciclo litúrgico que “desarrollará todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectativa de la dichosa esperanza y venida del Señor. Celebrando así los Misterios de la Redención, podemos llenarnos de la gracia de la salvación que brotan de nuestro Señor Jesucristo.”[7] En este marco celebramos un gran acontecimiento: los cincuenta años de la primera Constitución del Concilio Vaticano II, que ubicó a la liturgia en la vida de la Iglesia como cumbre y fuente de la misma mostrando que Cristo está siempre presente en ella; dejemos que el Espíritu, hoy nos haga gustar de la presencia del Resucitado en nosotros. (En algunas comunidades hacen una segunda monición, en este caso la primera monición indica la postura y la segunda introduce en la celebración) [Acto penitencial: tres fórmulas] Si no se ha utilizado la tercera fórmula, siguen las invocaciones Señor, ten piedad (Kýrie eléison). CORONA DE ADVIENTO (La bendición se hizo en las I vísperas por eso se le recuerda a la comunidad) Hermanos: al inicio de un nuevo Adviento y en las cuatro semanas que dura este tiempo, que nos prepara para la venida del Señor, cada domingo encenderemos una de las velas de la corona, signo de la piedad popular que “ayuda a conducir al pueblo a la liturgia”[8], para manifestar cómo avanzamos con actitud de vigilante espera. Sus luces nos traen a la memoria que Jesucristo es Luz y Vida para el mundo. El color verde de sus ramas significa la esperanza. La corona de Adviento es un símbolo de que la luz y la vida triunfarán sobre las tinieblas y sobre la muerte cuando Cristo venga definitivamente para llevar a plenitud el Reino que inició con su nacimiento y se manifieste en todos nosotros la vida verdadera que nos ofrece. SE ENCIENDE EL PRIMER CIRIO Invitemos a una familia con niños a encender el primer cirio. Cantamos: “Míranos Señor, ven a salvarnos, nunca más, volveremos a dejarte”. ORACION La tierra, Señor, se alegra en estos días, y tu Iglesia desborda de gozo ante tu Hijo Jesús, que se avecina como luz esplendorosa, para iluminar a los que yacemos en las tinieblas, de la ignorancia, del dolor y del pecado. Lleno de esperanza en su venida, esta comunidad ha preparado esta corona y la ha adornado con luces. Ahora que vamos a empezar el tiempo de preparación para la venida de tu Hijo, te pedimos, Señor, que, mientras se acrecienta cada día el esplendor de esta corona, con nuevas luces, a nosotros nos ilumines con el esplendor de Aquel que, por ser la Luz del mundo, iluminará todas las oscuridades. [Gloria. No en Adviento y Cuaresma] [Oración colecta] LITURGIA DE LA PALABRA ENTRONIZACIÓN DEL LECCIONARIO INAUGURACIÓN DEL CICLO A (Como se hizo en las I vísperas se les recuerda a la comunidad) En las I vísperas del domingo I de Adviento que celebramos hemos entronizado la Palabra de Dios, al iniciar como cada año un ciclo de lecturas bíblicas: la Buena Noticia de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo para el ciclo A. Que la Palabra de Dios halle eco en nosotros, cada domingo, para que conozcamos mejor el misterio de Jesús y se realice en nosotros la salvación que Dios quiere para todos los hombres. Cantamos: “Tu Palabra Señor, es la verdad y la luz de mis ojos”. Deja el Leccionario abierto en el ambón. Desde allí se proclamará las lecturas. PROCLAMACIÓN DE LAS LECTURAS: Podemos tomar asiento “En la mesa de la palabra de Dios se abren los tesoros de la Biblia[9]: «Dios "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1Tim 2,4)»[10], comienza a dialogar con nosotros, escuchémosle con atención. PROCLAMACIÓN DEL EVANGELIO: Nos ponemos de pie Cristo «está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla»[11], aclamemos con el canto del Aleluiala Buena Noticia que Él nos trae. Homilía “Como parte de la misma Liturgia, en la homilía se exponen, a partir de los textos sagrados, los misterios de la fe y las normas de la vida cristiana.”[12] [Profesión de la fe] ORACIÓN UNIVERSAL: “En la «oración común» o de los fieles, el pueblo participa elevando súplicas por la santa Iglesia, por los gobernantes, por los que sufren cualquier necesidad, por todos los hombres y por la salvación del mundo entero.”[13] Si no lo dice el diácono o el sacerdote, el guía dice: A cada intención respondemos cantando: Kýrie eléison. O bien: Escúchanos, Señor. (Las intenciones están en hoja aparte para que las lea otro lector que irá hacia el ambón con la hoja dentro de una carpeta). LITURGIA EUCARÍSTICA PRESENTACIÓN DE LOS DONES: Nos sentamos. Ahora participamos de la colecta compartiendo nuestro dinero para la obra evangelizadora como también lo hacemos con los otros bienes que son el tiempo y los talentos. «Cristo está presente en el sacrificio de la Misa»[14]. Ahora se presentan los dones que se convertirán en su Cuerpo y su Sangre. Cantamos el canto nº… de la pág. nº… [Plegaria eucarística, prefacio. Santo, Santo, Santo…] [Padre nuestro] [Cordero de Dios] RITO DE LA COMUNIÓN: Se invita a participar de la comunión al modo como lo realiza la comunidad, de acuerdo a las pautas que da el sacerdote, por ejemplo: comulgar con la boca o en la mano. Cuando comulga el sacerdote no se hace silencio, sino que se lee el texto (tanto el texto como el canto une la comunión del sacerdote con la de la asamblea) que hace referencia a la Eucaristía, tomado de los Santos Padres, Santos, Magisterio, Himnos, etc., para meditar en la comunión y para que comulgue el ministerio de música. Luego comienza el canto. Se puede continuar con la meditación, hasta que se indica otro canto. No es necesario leer todo el texto, solo una parte, o se intercala frases y estrofas del canto. De la Constitución sobre la Sagrada Liturgia (n. 47) “Nuestro Salvador, en la Última Cena, la noche que le traicionaban, instituyó el Sacrificio Eucarístico de su Cuerpo y Sangre, con lo cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el Sacrificio de la Cruz y a confiar a su Esposa, la Iglesia, el Memorial de su Muerte y Resurrección: sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete pascual, en el cual se come a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria venidera.” O bien: «Sabemos de una triple venida del Señor. Además de la primera y de la última, hay una venida intermedia. Aquellas son visibles, pero ésta no. En la primera, el Señor se manifestó en la tierra y convivió con los hombres, cuando, como atestigua él mismo, lo vieron y lo odiaron. En la última, todos verán la salvación de Dios y mirarán al que traspasaron. La intermedia, en cambio, es oculta, y en ella sólo los elegidos ven al Señor en lo más íntimo de sí mismos, y así sus almas se salvan. De manera que, en la primera venida, el Señor vino en carne y debilidad; en esta segunda, en espíritu y poder; y, en la última, en gloria y majestad. Esta venida intermedia es como una senda por la que se pasa de la primera a la última: en la primera, Cristo fue nuestra redención; en la última, aparecerá como nuestra vida; en ésta, es nuestro descanso y nuestro consuelo. Y para que nadie piense que es pura invención lo que estamos diciendo de esta venida intermedia, oídle a él mismo: El que me ama -nos dice- guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él. He leído en otra parte: El que teme a Dios obrará el bien; pero pienso que se dice algo más del que ama, porque éste guardará su palabra. ¿Y dónde va a guardarla? En el corazón, sin duda alguna, como dice el profeta: En mi corazón escondo tus consignas, así no pecaré contra ti. Así es cómo has de cumplir la palabra de Dios, porque son dichosos los que la cumplen. Es como si la palabra de Dios tuviera que pasar a las entrañas de tu alma, a tus afectos y a tu conducta. Haz del bien tu comida, y tu alma disfrutará con este alimento sustancioso. Y no te olvides de comer tu pan, no sea que tu corazón se vuelva árido: por el contrario, que tu alma rebose completamente satisfecha. Si es así como guardas la palabra de Dios, no cabe duda que ella te guardará a ti. El Hijo vendrá a ti en compañía del Padre, vendrá el gran Profeta, que renovará Jerusalén, el que lo hace todo nuevo. Tal será la eficacia de esta venida, que nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial. Y así como el viejo Adán se difundió por toda la humanidad y ocupó al hombre entero, así es ahora preciso que Cristo lo posea todo, porque él lo creó todo, lo redimió todo, y lo glorificará todo.»[15] [Oración después de la comunión] Rito de conclusión Sigue, si es necesario, breves avisos para el pueblo. El sacerdote bendice al pueblo. El diácono o el sacerdote, dice: Pueden ir en paz. DESPEDIDA: Hemos participado de la Liturgia: “Conservemos en nuestra vida lo que recibimos en la fe, y que la renovación de la Alianza del Señor en la Eucaristía encienda y nos arrastre a la apremiante caridad de Cristo.”[16] Nos despedimos cantando el canto nº… de la pág. nº… ORACIÓN UNIVERSAL U ORACIÓN DE LOS FIELES: El sacerdote invita a los fieles a orar, por medio de una breve monición. Si no lo dice el sacerdote o el guía, el lector dice: A cada intención respondemos (cantando): El diácono o un lector proponen las intenciones: TIEMPO DE ADVIENTO[17] 1. Pidamos al Señor que visite y defienda siempre a su santa Iglesia. OREMOS. 2. Pidamos al Señor que bajo su cuidado podamos vivir con paz y tranquilidad. OREMOS. 3. Pidamos al Señor que sane las enfermedades, alimente a los hambrientos, y libre a todos de las angustias y dificultades. OREMOS. 4. Pidamos al Señor permanecer en la verdad y ser testigos de su amor entre todos los hombres. OREMOS. O bien: 1. Pidamos al Señor que colme con su gracia al Papa, a nuestros Obispos y a los demás pastores de la Iglesia. OREMOS. 2. Pidamos al Señor que dirija, según su voluntad, los pensamientos de nuestros gobernantes para que promuevan el bien común. OREMOS. 3. Pidamos al Señor que conceda la libertad a los que sufren cualquier clase de persecución. OREMOS. 4. Pidamos al Señor que nos encuentre atentos y vigilantes el día de su venida. OREMOS. O bien: haciendo referencia a la celebración de la Constitución Sacrosanctum Concilium El diacono dice: Oremos por la Iglesia: El lector lee: Para que encuentre en la divina liturgia que celebra domingo tras domingo, la cumbre a la cual debe llevar toda actividad pastoral y la fuente donde saca toda su fuerza. OREMOS. Por los pastores y el pueblo de Dios: Para que la participación de los fieles en la divina liturgia, sea vivida de manera activa, consciente y fructuosa, y que los pastores cuiden el arte de la celebración y enseñen a participar de ella. OREMOS. Por todos los pueblos: Para que la obra de salvación realizada en Cristo que se actualiza en cada liturgia, sea vivida por tus hijos como verdadero Río de la Vida que transforma los pueblos. OREMOS. Por los frutos del Concilio: Para que surjan en las comunidades una nueva espiritualidad litúrgica, que nos lleve a profundizar en la renovación buscada por el Concilio. OREMOS. Por los Papas Juan XXIII y Pablo VI y todos los que trabajaron en el Concilio: Para que se produzca en las comunidades el cambio de mentalidad que buscaron con la reforma, continuando en la profundización de sus enseñanzas. OREMOS. Por todos los que sufren: Para que al celebrar los misterios de la Redención, donde se abren las riquezas del poder santificador y de los méritos de su Señor, los fieles puedan ponerse en contacto con ellos y llenarse de la gracia de la salvación. OREMOS. Por todos nosotros: Para que descubramos por la fe, las presencias de Cristo en el culto divino, en la persona del sacerdote, en los sacramentos, en su Palabra, en la Iglesia que canta y suplica y sobre todo en las especies eucarísticas. OREMOS. El sacerdote termina la plegaria común con una oración conclusiva. Sacrosanctum Concilium (en adelante SC) 1 SC 48 [3] SC 102-105 [1] [2] De las cartas pastorales de san Carlos Borromeo, obispo (Acta Ecclesiae Mediolanensis, t. 2, Lyon 1683, 916-917) [4] Cfr. SC 6 SC 106 [7] Cfr. SC 102 [8] “Es preciso que los ejercicios se organicen teniendo en cuenta los tiempos litúrgicos, de modo que vayan de acuerdo con la sagrada Liturgia, en cierto modo deriven de ella y a ella conduzcan al pueblo, ya que la liturgia, por su naturaleza, está muy por encima de ellos.” Diríamos que es el caso de la corona de adviento. Cfr. SC 13 [9] Cfr. SC 51 [10] SC 5 [11] SC 7 [12] SC 52 [13] SC 53 [14] SC 7 [5] [6] [15] Del comentario de san Efrén, diácono, sobre el Diatésaron Cap. 18,15-17: SC 121, 325-328 [16] [17] Cfr. SC 10 Del Misal Romano 3ra edición, Apéndice V, págs. 1201-1210